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Teresita tuvo una infancia feliz, como ella misma cuenta: “Dios se ha complacido en rodearme siempre de amor” “¡Qué rápidamente pasaron los años soleados de mi primera infancia! Pero también ¡qué dulce huella dejaron en mi alma!” ¿Cómo vivió su Primera Comunión? “¡Ah, qué dulce fue el primer beso de Jesús a mi alma!... Fue un beso de amor, me sabía amada y decía: Os amo, me doy a Vos para siempre”. Al mes siguiente recibe la Confirmación: “Recibí aquel día fortaleza para sufrir” Nos cuenta Teresita cómo tuvo lugar su conversión en la Noche de Navidad: “... Sentí que la caridad entraba en mi corazón, sentí la necesidad de olvidarme de mí misma para dar gusto a los demás ¡y, desde entonces, fui feliz!” Esta joven, que quiso ser una heroína al estilo de Juana de Arco, descubre que, para llegar a la perfección, sólo necesita dos cosas: CONFIANZA Y ABANDONO EN DIOS Esta es su doctrinita: “La confianza y nada más que la confianza puede conducirnos a Dios”. “Jesús se complace en mostrarme el único camino que conduce a esa hoguera divina. Ese camino es el abandono del niñito que se duerme sin miedo en brazos de su padre”. “Sigo teniendo la misma confianza audaz de llegar a ser una gran santa, pues no me apoyo en mis méritos -que no tengo ninguno- sino en Aquel que es la Virtud y la Santidad mismas”. “Mi camino es todo él de confianza y amor”. “Ahora sólo me guía el abandono, ¡no tengo ya otra brújula!” “Qué dulce es abandonarse entre sus brazos, sin temores ni deseos!” Si hay una palabra que define a Teresita es ésta: AMOR. “¡Mi vocación es el amor!” “Amar, amar a Jesús con toda la fuerza de nuestro corazón... ¡Sí, amar a Jesús!” “Comprendí que sólo el amor podía hacer actuar a todos los miembros de la Iglesia... El amor encierra en sí todas las vocaciones, el amor lo es todo, y abarca todos los tiempos y lugares... En una palabra, ¡el amor es eterno!”. “ Para amarte como Tú me amas, necesito pedirte prestado tu propio AMOR” “Jesús no tiene necesidad de nuestras obras, sino sólo de nuestro amor” “Amar es darlo todo y darse uno mismo” “Es el amor lo único que me atrae” “No me arrepiento de haberme entregado al AMOR” “La única gracia que deseo es que mi vida acabe rota por el amor” A Teresita le gustaba compararse con un grano de arena, insignificante y olvidado por todos, o con un pequeño pajarillo con ojos y corazón de águila. “Ahora me resigno a verme siempre imperfecta, y encuentro en ello mi alegría”. “Lo que le agrada es verme amar mi pequeñez y mi pobreza...” “Es necesario aceptar ser siempre pobres y sin fuerzas” “Para amar a Jesús, cuanto más débil se es, sin deseos ni virtudes, más cerca se está de las operaciones de este Amor...” “Entonces me alegré de ser pobre y deseé serlo cada día más...” “No soy más que una niña impotente y débil... es precisamente mi debilidad lo que me da la audacia para ofrecerme como víctima a tu Amor, ¡oh, Jesús!” “El Todopoderoso ha hecho obras grandes... La más grande de todas es haberme hecho ver mi pequeñez”. Teresita sabe conjugar perfectamente su vida contemplativa de oración y la dimensión misionera. “Amo a la Iglesia, mi Madre” “Hacer que las almas le amen” “Quiero pasar mi cielo haciendo el bien sobre la tierra”. “Quisiera salvar almas y olvidarme por ellas de mí misma” “¡En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor!” ¿Tiene algo que decir esta joven en nuestro tiempo? Ella nos señala el camino para una santidad encarnada en la vida ordinaria, en las pequeñas cosas que Dios quiere que hagamos cada día. Mientras pensamos que Dios se olvida de nosotros y está ajeno a nuestros problemas, Teresita nos lleva a relacionarnos con un Dios misericordioso y cercano. Nos llama a volver al Evangelio, que es nuestra fuente, a acudir a la Palabra de Dios en todo momento. En nuestro mundo de angustias y temores, Teresita nos invita a la confianza y abandono en el Señor. Teresita, con 24 años, llegó a la plenitud porque se dejó invadir por ese AMOR DE DIOS que transforma y renueva todo lo que toca. Con su vida, ella nos muestra que lo más importante es el amor: “AMAR A JESÚS Y HACERLE AMAR”. El valor de todo lo que se hace está en el amor que se ponga y, por eso, si se hace por amor, “hasta recoger un alfiler” es importante. Estamos hechos para amar y, sólo así, nos realizaremos plenamente como personas.