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Míércoles de Ceniza
13-febrero-2013
Música:Vondeland;present:B.Areskurrinaga HC; euskaraz:D.Amundarain
Miércoles de Ceniza
marca el comienzo
de la Cuaresma.
«Arrepiéntete, y
cree la Buena
Nueva».
La meta de la
Cuaresma no son las
lágrimas, tampoco
su contenido;
al contrario, son la
alegría, la vida
como vida.
Abandonad el mal, arrepentíos y viviréis (cf. Ez 18,30-32).
La vida no consiste en decir «no», ni a la carne, ni a nada,
sino en decir «sí» a la vida, a un mundo mejor.
«Éste es el
ayuno que
quiero: que
abras las
cárceles... que
abras el
corazón a tu
hermano/a»
(Is 58,6-7).
La vida no
consiste en
«no comer»,
sino en decir
al hermano
que su meta
es la vida, y
acompañarle
en tal
sentido.
«Mis
pensamientos no
son como los
vuestros»
(Is 55,8).
La vida no consiste
en negar al propio
pensar, tampoco en
estar considerando
el propio yo, sino en
reflexionar sobre lo
que somos yo, mi
prójimo y el mundo
entero a los ojos de
Dios.
Al abandonar el mal, a los de Nínive,
Dios, lejos de destruirlos, los acoge (cf.
Jonás 3,10).
La vida no está en meter miedo a la
gente, sino en manifestarle que Dios los
invita con amor: como a Noé, como a los
israelitas en Egipto, como a Pedro...
«Si hoy oís la voz del Señor, no endurezcáis
el corazón» (Heb 4,7).
La vida no consiste en repetir machaconamente
un texto, sino en escuchar al Señor: al hablarte en
la Biblia, en el prójimo pobre, en la naturaleza...
Tened presente el camino que el Señor os ha
hecho realizar estos 40 años... para probaros»
(Deuteronomio 8,2).
La vida no está en desesperar en la prueba, sino el
tomar al Señor como guía:
«Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6).
Nacer del agua y del Espíritu (cf. Jn 3,5).
La vida no consiste en paralizarse en el rito bautismal,
sino en desarrollar, en llevar a su término nuestra
sumersión en Cristo, nuestra deificación.
Si el Espíritu que resucitó a Jesús
está en vosotros, os resucitará ese
mismo Espíritu (cf. Erm 8,11).
La meta de la Cuaresma es la Pascua, es
Pentecostés.
Los sumergidos en la muerte de Jesús,
nos uniremos a él en la resurrección.
En Pentecostés, el Espíritu de Jesús será
testigo de ello en nuestro corazón.