Download Enséñame, oh Madre del Silencio

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La imagen de la portada se encuentra en la Parroquia Santa María
del Silencio (Sordos)
Ésta se debe al padre de uno de los sacerdotes sordos que trabajaban
en Madrid en tiempo anterior a la creación de la Parroquia. Según él,
y hace mucho tiempo, junto a la devoción a las Vírgenes de La
Almudena y de La Paloma hubo también en Madrid una gran
devoción a un cuadro de la Virgen conocido como "Ntra. Sra. del
Silencio". Y no se le ocurrió a esta persona mejor advocación para la
parroquia de los sordos de Madrid que la de esa antigua devoción
Mariana hoy desaparecida.
Una vez decidida la advocación de la Virgen se pensó en su imagen.
La idea de su talla fue de una de las personas sordas que ya
frecuentaban el Centro Diocesano de Pastoral del Sordo que hizo el
primer y definitivo diseño de la misma: La Virgen, sobre su brazo
derecho y apoyado en su hombro, sostiene a Jesús Niño que parece
querer hablar mientras Ella, con su dedo índice izquierdo cruzado en
la boca, hace ademán de pedir silencio, recordándonos así que para
escuchar la voz de su Hijo es necesario un "silencio interior" semejante
al de María, según nos cuenta el Evangelio de S. Lucas (Lc. 2, 51) que
nos dice como "María conservaba todas estas cosas meditándolas en su
corazón"
La imagen, de cuerpo entero apoyada en una especie de bola del
mundo, y en madera de pino, fue tallada en los talleres del Apostolado
Litúrgico, en la calle de Bordadores, de Madrid. Fue entronizada en
la capilla del Centro Diocesano de Pastoral del Sordo de Madrid, y
bendecida por el obispo auxiliar de Madrid, D. Ramón Echarren
Isturiz, el 13 de mayo de 1971
ORACIÓN A SANTA MARÍA DEL SILENCIO
(Compuesta en 1972 por dos personas sordas)
Tú, que oyes nuestras voces, aunque no hablemos, pues
comprendes en el movimiento de nuestras manos el
lenguaje de nuestros corazones. No te pedimos, Señora,
que nos des la voz y el oído para nuestros cuerpos, sino
que nos concedas entender la Palabra de tu Hijo, y llegar a
Él con amor, para la salvación de nuestras almas.
Queremos amar nuestro silencio para evitar la calumnia, el
odio y el pecado y, callando, dar testimonio de nuestra Fe.
Queremos ofrecerte el silencio en que vivimos para que
todos te llamemos Madre y seamos verdaderos hermanos,
sin odios, ni rencores, como hijos tuyos. Te rogamos
traduzcas nuestro arrepentimiento ante tu divino Hijo, en
la hora de la muerte, para que en la otra vida podamos oír
y hablar cantando tu alabanza por toda la eternidad.
Amén.
ORACIÓN:
Enséñame, ¡oh Madre del Señor!
* A callar si la caridad va a quedar dañada si hablo.
* A no hablar mal de nadie,
* A callar siempre que el hablar sólo traiga crítica
destructiva, vergüenza o difamación del hermano.
* A llevarme unos cuantos secretos a la tumba.
* A callar cuando mi silencio sea una fraternal
reprensión, una disconformidad con lo incorrecto, lo
deshonesto o difamatorio que se está diciendo.
Enséñame:
* A callar lo negativo, lo malo, lo que avergüenza al
hermano si hablando falto a la caridad y no
defiendo la justicia o al inocente.
* El silencio de la aceptación interior sin rebelión
interior y en la paz del corazón.
•A callar, a sufrir, a amar y aceptar en el silencio
que se confía en Dios.
Enséñame:
* A orar en lo escondido, a dar limosna en lo oculto,
a vivir santamente en el decoro del silencio del
corazón.
* A caminar entre silencios, aunque no a solas, sino
acompañado del Señor y de los hermanos.
Que no olvide nunca que a Dios se va por el
hermano. Enséñame a hacer silencio exterior, pero
sobre todo, el silencio interior de pensamientos
inútiles, ilusiones imaginarias, deseos irrealizables,
preocupaciones y agobios excesivos.
Enséñame:
* A cultivar el silencio, fuente de inmensas energías
y ambiente necesario para las más arriesgadas
decisiones.
* El silencio para entenderme a mi.
* El silencio para poder escuchar y entender al
hermano.
* El silencio, los desiertos, las pobladas soledades
donde únicamente me puedo encontrar con Dios y
“conocer a Dios”.
Enséñame, oh María, nuestra Señora de los
silencios fecundos, un clima de silencio
permanente, un silencio tal que me conduzca al
monte santo de la contemplación.
Amén.
(Tomada del Folleto “5 Minutos de Oración en el
Hogar”, Enero de 2007, No. 219.)