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BLOQUE IV: LA FILOSOFÍA PRÁCTICA
1. FILOSOFÍA MORAL
1.1. Ser y deber ser.
1.2. Valores e intenciones: axiología y deontología
1.3. Universalismo y relativismo moral.
1.4. Éticas de la felicidad: comunitarismo e individualismo
1.5. Éticas del deber: responsabilidad y libertad
1.6. Bioética
BLOQUE IV: LA FILOSOFÍA PRÁCTICA
1. FILOSOFÍA MORAL
1.1. Ser y deber ser.
La filosofía se puede dividir en dos grandes campos, uno que se centra en el estudio del ser y
otro que se centra en el estudio del deber ser. Existe una clara distinción entre estos dos campos.
Por un lado, el estudio del ser acata lo que hay, aquello que existe, mientras que el estudio del
deber ser se relaciona con lo que debería haber, lo que tendría que existir para que el ser
humano alcance el bien y/o la felicidad. El estudio del ser lo hemos estudiado en los bloques
anteriores sobre filosofía teórica (ser humano, ser como realidad, ser como conocimiento, ser
como verdad…). En este bloque estudiaremos el deber ser, campo que se relaciona con la
filosofía práctica y se destaca por el estudio del ser humano en cuanto ser moral, portador de
valores, ideales, principios, costumbres, intenciones, etc. Dentro de este marco, la filosofía
práctica estudia las acciones humanas, acciones que siempre se encuentran relacionadas con la
sociedad, pues una acción es una actividad que se dirige siempre hacia otras personas o que
otras personas dirigen hacia mí. Sin relaciones humanas, sin sociedad, no existirían acciones.
Por ello, en la filosofía práctica, lo individual y lo colectivo siempre se presentan estrechamente
relacionados (las dos ramas más importantes hacen referencia a cada uno de estos aspectos).
Las dos ramas de la filosofía práctica más importantes son la ética o filosofía moral y
la filosofía política. En la primera unidad nos ocuparemos de la ética o filosofía moral y en la
siguiente y última unidad desarrollaremos la filosofía política. Existen tres grandes problemas
prácticos que han sido estudiados desde los orígenes de la filosofía griega: 1. el problema del
bien o la virtud (¿qué es el bien? ¿el bien es universal o particular?), 2.el problema de la
felicidad (¿existe la felicidad?, si existe ¿en qué cosiste?) y 3. el problema de la libertad
(¿existe la libertad?)
Definición de ética: La ética es una palabra que deriva del griego (“éthos”) y tiene varios
significados: “costumbre”, “hábito” o “carácter”. La ética o filosofía moral fue una disciplina
desarrollada en la antigua Grecia principalmente por Platón y Aristóteles y se centró en el
estudio de la virtud. La virtud se puede definir como un hábito que hemos adquirido mediante
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nuestra libre elección y nos hace excelentes en nuestras acciones. Nuestro deber como seres
humanos es, según la ética griega, alcanzar la virtud. La virtud se puede entender como un
sinónimo del bien (VIRTUD=BIEN).
Definición de filosofía política. La filosofía política o, simplemente, política, también se origina
en la antigua Grecia a partir de Platón y su obra La República. El término “político” proviene
del griego (“politikós”) y significa la persona que posee un amplio conocimiento acerca de la
comunidad, de la ciudadanía, y sabe actuar por el bien de toda la comunidad. En sus orígenes,
ética y política estaban estrechamente relacionadas, pues el gobernante debía ser el hombre más
virtuoso de la polis. Hoy en día, la palabra política se encuentra bastante desvirtuada, pero para
los antiguos representó la profesión más elevada. El deber del gobernante de la ciudad es
hacer feliz a toda la comunidad, sin excluir a nadie, y aplicar la justicia.
1.2. Valores e intenciones: axiología y deontología
La ética o filosofía moral se puede dividir en dos grandes disciplinas: la axiología y la
deontología. La axiología es el estudio de los valores. Los valores son cualidades de los
objetos y están presentes de muchas maneras, dependiendo de la realidad a la que hagan
referencia. Por ejemplo, la “libertad” o la “justicia” se podrían denominar valores morales,
políticos o jurídicos; la “riqueza” o “pobreza” valores económicos; lo “agradable” o
“desagradable” valores del gusto; lo “bello” o “feo” valores estéticos… La axiología estudia la
naturaleza de todos los valores y se centra especialmente en los valores morales, cuyos polos
opuestos son lo “bueno” y lo “malo”. A diferencia del resto de los valores, los valores morales
no se pueden entender como unos valores más. En realidad, los valores morales atraviesan todo
el conjunto de valores que determinan a una persona. La polaridad bien-mal está, de cierta
manera, presente en toda forma de valoración. Los máximos representantes de la axiología o
ética de los valores son Max Scheler y Nicolai Hartmann.
La deontología es la otra gran disciplina de la ética y significa el estudio o
investigación en torno al deber u obligación. En un principio, la deontología se centra en los
deberes que tiene que cumplir todo profesional dentro de su profesión. Existen así códigos
deontológicos propios de los médicos, los periodistas, los científicos, los políticos, etc., códigos
que se presentan como las reglas que deben seguir ciertos colectivos. Por ejemplo, entra dentro
del código deontológico médico la regla de respetar la intimidad del paciente. De esta forma,
además de un saber profesional, cualquier individuo debe aplicar un código deontológico, una
ética propia de su profesión. Encontramos así una ética de los médicos, una ética de los
políticos, una ética de los periodistas que a veces se cumple y a veces no. La deontología
investiga y estudia los fundamentos de todos estos deberes, sin hacer distinción entre una
profesión u otra. Todos los deberes tienen que ajustarse a un acuerdo de mínimos que garanticen
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la dignidad humana. Es ahí donde la deontología se puede articular como un estudio de los
deberes establecidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
1.3. Universalismo y relativismo moral.
Comenzaremos ahora centrándonos en la naturaleza del bien. ¿Qué es el bien?
Evidentemente, todos tendemos a identificar el bien con una cosa, con algo que debemos poseer
o tener. Sin embargo, en los orígenes de la ética, el bien era entendido como un hábito que
debíamos adquirir, una cualidad que debía presentarse en nosotros, no en las cosas externas a
nosotros. Los griegos identificaron el bien con la virtud, con la excelencia en nuestras acciones.
Posteriormente, algunas corrientes éticas modernas tomaron el bien en relación con lo útil. En
este sentido, lo bueno sí sería algo externo, más concretamente, aquello que nos proporciona
placer. Pero, ¿es el bien algo universal o particular? ¿es uno o múltiple?. Tanto en la Antigüedad
como en la Edad Moderna se han desarrollado varias disputas éticas en torno a esta última
pregunta. Los que defendieron la existencia de una única naturaleza del bien, común a todos los
humanos, se los ha denominado universalistas éticos o morales. A los que defendieron la
existencia de múltiples naturalezas del bien, se los ha denominado relativistas éticos o morales.
A continuación presentaremos esta disputa en dos casos diferentes.
Disputa Sócrates-Platón contra sofistas:
Sócrates (muerto en el 399 a. C.) y su principal discípulo Platón se enfrentaron a los
sofistas porque consideraron que su noción de bien había desencadenado la decadencia de la
sociedad ateniense. Los sofistas eran relativistas morales porque consideraron que el bien era
una función propia de cada individuo (virtud propia de hombres, mujeres, esclavos, artesanos,
etc.). Respecto a los ciudadanos, el bien era sinónimo de éxito social y poder. También se los
puede considerar relativistas morales porque sostuvieron que las leyes de una ciudad eran
propias de cada pueblo. En este sentido, lo que es bueno en un momento dado, puede dejar de
serlo más tarde. Sócrates y principalmente Platón defendieron que esta posición moral sólo
podía generar conflictos e inestabilidad social. Para superar las disputas humanas era necesario
considerar el bien como único y universal, común a todo el mundo: lo que es bueno para mi
persona, debe ser bueno para el resto, sino ¿qué sentido tiene la comunidad? Poner el bien por
encima del interés personal, distinguir un bien en sí mismo, diferente del bien para mí, es lo que
justificó Sócrates cuando aceptó la condena que se le impuso. Por su parte, Platón defendió la
virtud como un bien en sí mismo, inmutable y perfecto. En su obra criticó la posición contraria,
relativista, que sostenía una noción de virtud bastante ambigua, pues para los relativistas, la
virtud podía ser una cosa u otra, dependiendo de la persona, el lugar, el momento, etc. En el
diálogo Menón enfrenta a su personaje principal, Sócrates, contra Menón, quien defiende una
posición propia del sofista. VER TEXTOS.
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Disputa entre la ética del deber de Kant y la ética sensualista de Hume:
En el siglo XVIII, época de la Ilustración europea, renace, en cierta medida, la disputa
entre la ética universalista, abalada por Kant, y la ética más relativista, defendida por Hume. La
principal diferencia entre ambos autores consiste en que para Kant, el bien y la virtud están
vinculados a un acto de obediencia por deber. Es decir, la ética universalista de Kant aboga por
la autonomía y autodeterminación de las acciones humanas a través de leyes
morales
universales. La voluntad de cada uno debe darse a sí misma la ley moral, independientemente de
las consecuencias, el interés o las circunstancias que envuelven al individuo. La ética de Kant es
una ética basada en principios racionales universales. Por el contrario, el sensualismo o
hedonismo de Hume considera que el bien y la virtud se relacionan con nuestras sensaciones de
placer, con sentimientos agradables. La voluntad de cada uno, en este sentido, está determinada
por los objetos externos que producen placer o dolor y, por tanto, es una voluntad heterónoma.
Lo importante en la ética de Hume no son los principios, sino los resultados de nuestras
acciones. El ser humano siempre actuará por interés, por buscar el máximo de placer, lo que a
uno le conviene. Según Hume, la razón no puede establecer criterios morales universales porque
la razón es esclava de las pasiones.
La disputa entre el universalismo y el relativismo moral también se desenvuelve en las
dos disciplinas éticas que explicamos más arriba. En torno a la axiología se presenta el debate
¿Existen valores universales, objetivos y absolutos o todo valor es subjetivo, y, por tanto,
particular y relativo? En torno a la deontología: ¿Es posible construir normas o deberes
universales o las normas son siempre particulares y relativas a un colectivo?
1.4. Éticas de la felicidad: comunitarismo e individualismo.
Se denominan éticas de la felicidad aquellas éticas que se fundamentan en el resultado,
objetivo o fin de nuestras acciones. Lo importante de estas éticas es que todas ellas consideran
que a lo máximo que puede aspirar el ser humano en su vida es a la felicidad. En principio,
parece que la felicidad es el fin último, un bien que se quiere por sí mismo y no para otra cosa.
Muchas cosas pueden sernos útiles para alcanzar la felicidad, pero la felicidad no es útil, no es
un medio, sino el fin. Pero, ¿qué es la felicidad? Según la corriente que pertenezca a la ética de
la felicidad, habrá una noción diferente de la misma.
Para el cinismo, la felicidad consiste en la total independencia del ser humano de los
mandatos y normas sociales. Ser independiente significa tener el mínimo de necesidades (sólo
las necesidades naturales, rechazando necesidades sociales creadas) Independencia de la vida
social, de la opinión pública, de las necesidades laborales, de las necesidades políticas o
materiales, sólo así se puede ser feliz. Los cínicos practicaron el ascetismo. Autores destacados:
Antístenes y Diógenes el Cínico (s. V-IV a.C).
Para el eudemonismo de Aristóteles, la felicidad es una capacidad exclusivamente
humana que consiste en el cumplimiento de nuestras funciones naturales. El ser humano tiene
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como principal función de su naturaleza el pensar, guiarse mediante la razón: sólo así podremos
autorrealizarnos y alcanzar la felicidad. Un elemento importantísimo de la felicidad es la virtud,
pues sin ella no se podría alcanzar la felicidad. La virtud, para Aristóteles, es un hábito que
debemos elegir, consistente en un término medio relativo a nuestras pasiones y acciones. Dicho
término medio es sólo alcanzable mediante la prudencia, es decir, el pensamiento o razón
vinculada con la práctica. Otro elemento importantísimo para alcanzar la felicidad es la amistad
y también tener las necesidades básicas cubiertas. Autores destacados: Aristóteles (s. IV a.C)
El estoicismo es una corriente ética muy importante que se relaciona con el cinismo.
Sostiene que la única felicidad posible se puede alcanzar mediante el control de nuestras
pasiones y la consiguiente tranquilidad del alma (“ataraxía”). Sólo se podrá lograr ese control
aceptando nuestro destino, resignándonos a cambiarlo porque éste no es producto de nuestra
voluntad, sino de una razón común o logos universal. La felicidad, para el estoicismo, es un
estado que niega algo: el dolor. La felicidad consiste en la ausencia de dolor. Autores
destacados: Zenón el Estoico, Séneca, Marco Aurelio (siglos III a.C.-II d. C)
El epicureísmo se desarrolla paralelamente al estoicismo pero a diferencia de éste,
identifica la felicidad con el placer. El placer se puede dividir en corporal y espiritual. El más
importante es el placer espiritual, alcanzado a través del alma y, dentro de ésta, el placer que nos
proporciona el conocimiento. Sólo es feliz el que conoce porque éste elimina el mayor de los
males, el miedo. Es, pues, feliz, quien no tiene miedo a nada y principalmente quien no teme la
muerte. Autores destacados: Epicuro y Lucrecio. (silgos III a.C.- I d. C.)
Comunitarismo vs. Individualismo.
En la historia de la ética podemos diferenciar dos claras posiciones enfrentadas en
relación a la felicidad. Ya los griegos se plantearon la siguiente cuestión: ¿Puedo ser feliz
independientemente de que mi pueblo o mi sociedad lo sea? ¿Puedo vivir en una sociedad
injusta e infeliz y, sin embargo, ser feliz? Para el comunitarismo ético, cuyos máximos
representantes son Platón y Aristóteles, mi felicidad depende de la felicidad del colectivo, del
Estado. Por el contrario, según el individualismo ético (cinismo, estoicismo, epicureísmo),
puedo ser feliz independientemente del colectivo, de forma que puedo vivir cómodamente en un
Estado corrupto e injusto. Los primeros, además, defienden un tipo de felicidad vinculada con
las tareas del Estado: sólo puedo ser feliz si me vinculo de alguna manera con las labores
ciudadanas y políticas, persiguiendo el bien común. Los segundos consideran que la felicidad no
consiste en fomentar el bien común, en participar en los intereses de mi comunidad o pueblo,
sino en el cuidado individual del cuerpo y, principalmente, el alma. El comunitarismo ético
defiende que el individuo debe servir al Estado o cualquier otra forma de organización
colectiva. La felicidad en común es infinitamente superior a la felicidad individual. A su vez, el
individualismo ético sostiene que el Estado debe servir al individuo. La felicidad individual,
según esta posición, es la única que verdaderamente existe.
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Los primeros individualistas éticos fueron los cínicos, que propusieron una vida al
margen del Estado (se negaron a pagar impuestos, a tener propiedades, a participar en la vida
política, etc.) En cambio, el eudemonismo de Aristóteles es un claro ejemplo de comunitarismo,
pues para este filósofo, la virtud y la consiguiente vida feliz sólo son alcanzables en comunidad.
La autorrealización personal únicamente puede darse dentro de una comunidad política. Más
tarde, con la crisis de la polis griega y la consiguiente aparición del Imperio Helenístico
aparecieron el estoicismo y el epicureísmo. Aquí encontramos dos corrientes propias de un
mundo nuevo, cada vez más cosmopolita y construido en base a un enorme Imperio. Como el
Estado se hace tan grande, el individuo se desvincula de él, fomentándose así el individualismo
propio del estoicismo y el epicureísmo.
1.5. Éticas del deber: responsabilidad y libertad.
A diferencia de las éticas de la felicidad, las éticas del deber, como ya dijimos, no
consideran que lo importante de nuestras acciones es el objetivo o fin, sino que éstas se
realicen por el deber en sí mismo. Una acción es buena en tanto que obedece a un principio
moral universal. La felicidad no juega aquí ningún papel, pues dicha obediencia no tiene que
realizarse por un interés personal o una meta, sino de manera completamente desinteresada,
como si en nuestro acto estuviese presente toda la humanidad. Ser feliz o tener éxito en nuestras
acciones no cuenta para realizar el bien. Podemos ser felices y tener éxito y, a la vez, ser malas
personas. Esto es así porque la ética del deber es una ética de principios y no una ética de las
consecuencias. El máximo representante de la ética del deber es Kant, quien desarrolla su
pensamiento en torno a dos ideas fundamentales: la libertad y el imperativo categórico.
La libertad.
El problema de la libertad es un punto muy importante dentro de la historia de la ética,
pues parte de las siguientes preguntas: ¿están determinadas nuestras acciones? ¿somos libres
de elegir? Los filósofos que han negado la existencia de la libertad se les ha llamado
deterministas. Existen muchos tipos de determinismo, siendo los más importantes los siguientes:
1. Determinismo teológico: Dios determina todo nuestro actuar.
2. Determinismo fisicalista: las leyes naturales o físicas determinan al ser humano.
3. Determinismo biológico: las leyes biológicas, la evolución, los instintos, la genética,
etc. determinan nuestros actos.
4. Determinismo psicológico: las ideas de nuestra mente o nuestras sensaciones se
encadenan de tal manera que determinan todo nuestro actuar.
5. Determinismo económico y social: aquí el ser humano está determinado por las
relaciones económicas y sociales.
Todas estas formas de determinismo coinciden en concebir al ser humano como un medio
manipulado por otra realidad. Nuestra persona, por tanto, sería una pieza dentro de una enorme
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cadena de causas y efectos. No sería responsable de sus actos, pues aquello que hace no
dependería de él, sino de otra realidad.
Frente a todos estos tipos de determinismo, la ética de Kant busca encontrar un nivel diferente
donde pueda establecerse la libertad, un reino de los fines en el cual se elimine la cadena
determinista y tenga sentido ejercer la responsabilidad humana. Este reino sólo puede ser una
realidad interna a nosotros, una realidad a priori y completamente independiente de la realidad
externa, que siempre está determinada. Para alcanzar dicho reino, la voluntad debe ser capaz de
determinarse a sí misma sin contar con influencias externas e incluso sin contar con nuestro
interés o gusto personal, pues éstos también están determinados (perdonad que me repita pero es
importante insistir en esto). Sólo así se alcanzará la libertad, es decir, una voluntad autónoma (la
acción la guiamos nosotros), independiente, opuesta a la voluntad heterónoma (la acción es
guiada por otra realidad externa a nosotros).
El imperativo categórico.
El imperativo categórico es otra idea fundamental de la ética del deber. Imperativo
significa mandato, y categórico significa universal, incondicional. Este mandato universal,
dado por nosotros a nosotros mismos, es la única manera de alcanzar ese reino de los fines (o
reino de la libertad) al que antes nos referíamos. La ética del deber no muestra ningún contenido
del mandato universal, pero dice que siempre debe ser válido para toda la humanidad. No nos
dice qué hay que hacer u obedecer, pero sí nos dice que hagamos u obedezcamos algo, esto
tiene que ser de manera universal (Formulación del I.C.: Obra de tal modo que quieras al
mismo tiempo que la máxima de tu acción se convierta en una ley moral universal). Si nuestros
mandatos fuesen particulares no seríamos libres porque estarían condicionados por algo ajeno a
nuestra voluntad, por situaciones o metas externas. Esto ocurre en los imperativos hipotéticos
(“si haces esto….entonces recibirás este premio/castigo”), donde se obedece por una condición
externa. Existe, pues, una oposición clara entre el imperativo categórico y el imperativo
hipotético: el primero es una ley moral universal, el segundo es una norma o consejo particular.
1.6. Bioética
La influencia de la ética del deber de Kant se ha manifestado claramente en el siglo XX. Un
claro ejemplo de ello es la ética de la responsabilidad. Esta corriente ética establece que en el
ser humano se diferencia del resto de los animales porque es un ser responsable. Es responsable
de sus acciones, acciones que van dirigidas hacia otros hombres o hacia la naturaleza. Para la
ética de la responsabilidad, la responsabilidad humana aumenta cuanto mayor sea el progreso
tecnológico, industrial y científico del ser humano, pues su capacidad o poder de modificar y
dominar la naturaleza y al propio ser humano es mucho mayor. Hoy en día, hay acciones que
pueden perjudicar de forma irreversible a la Naturaleza o a la condición humana (en verdad,
tenemos la capacidad de autodestruirnos y por ello, la responsabilidad hoy es mucho mayor que
antes). Para evitar catástrofes y otras consecuencias desastrosas, la ética de la responsabilidad
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propone imponer unos límites a la industria, a la tecnología, al progreso, a la ciencia, etc. En
este contexto nace la bioética, una nueva disciplina que se encargaría de desarrollar una ética de
la vida. La vida en la Tierra sólo puede estar garantizada si el ser humano desarrolla una ética de
la industria, una ética de la ciencia, una ética del progreso, una ética de la técnica, etc. que
pongan límites o regulen bajo un código deontológico la explotación del planeta. Solamente así
se podría salvar la vida y también la libertad humana, pues negar la responsabilidad significaría
negar nuestra libertad. Si consideramos que lo que está pasando no puede regularse, que es una
ley del progreso avanzar de esta manera, entonces la humanidad habría perdido su voluntad
autónoma, abría pasado a ser un simple medio sumiso a sus propias creaciones (recordad el
término enajenación). Es preciso dejar de lado los intereses particulares y formular una ley
universal (imperativo categórico) propia de nuestra época:
Obra de tal manera que los efectos
de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica sobre la tierra
Es decir, “la ética hoy debe tener en cuenta las condiciones globales de la vida humana y de la
misma supervivencia de la especie”. (H. Jonas)
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