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Fecha: 12 de Febrero
La adoración que agrada a Dios
1° PARTE
Cita: Marcos 12:30, ‘‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con
toda tu mente y con todas tus fuerzas’’.
Dios quiere todo de ti.
Dios no quiere una parte de tu vida. Pide todo tu corazón, toda tu alma, toda tu mente y
todas tus fuerzas. A Dios no le interesan los compromisos a medias, la obediencia parcial y
las sobras de tu tiempo y dinero. Quiere tu devoción plena, no pedacitos de tu vida.
Una mujer samaritana en cierta ocasión discutió con Jesús acerca del mejor tiempo, lugar y
estilo de adoración. Jesús le contestó que esos aspectos eran irrelevantes. El lugar de
adoración como por qué adoramos y cuánto de nuestro ser le ofrecemos a Dios cuando lo
hacemos. Hay una manera de adorar buena y mala. La Biblia dice: Así que nosotros, que
estamos recibiendo un reino inconmovible, seamos agradecidos. Inspirados por esta
gratitud, adoremos a Dios como a él le agrada, con temor reverente (Hebreos 12:28). La
adoración que agrada a Dios tiene cuatro características:
1- A Dios le agrada la adoración en verdad. La gente suele decir: Me gusta pensar en
Dios como alguien que… y plantean la idea de un Dios a quien les gustaría adorar. Pero no
podemos simplemente crear nuestra propia imagen de Dios, la que nos resulta cómoda y
políticamente correcta, y adorarla. Eso es idolatría.
La adoración debe basarse en la verdad de las Escrituras, no en nuestra opinión acerca de
Dios. Jesús le dijo a la mujer samaritana: Los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre
en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren (Juan 4:23).
Adorar en verdad significa adorar a Dios como la Biblia verdaderamente lo revela.
2- A Dios le agrada la adoración auténtica. Cuando Jesús dijo que debemos adorar en
espíritu, no se refería al Espíritu Santo, sino a nuestro espíritu. Fuimos creados a imagen de
Dios y, por lo tanto, somos un espíritu que reside en un cuerpo, y él diseñó nuestro espíritu
para que pudiéramos comunicarnos con él. La adoración es la respuesta de nuestro espíritu
al Espíritu de Dios.
Cuando Jesús dijo: Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, quería
decir que la adoración debe ser auténtica y sentida, de corazón. No se trata sólo de decir las
palabras correctas; debes creer en lo que dices. ¡La alabanza que no brota del corazón no es
alabanza! No sirve de nada, es un insulto a Dios.
Cuando adoramos, él mira más allá de nuestras palabras, observando la actitud de nuestro
corazón. La Escritura afirma: La gente se fija en las apariencias, pero yo el Señor me fijo en
el corazón (1° Samuel 16:7).
Con la adoración implica agradar a Dios, abarca nuestras emociones. Dios nos dio
emociones para que pudiéramos adorarlo con sentimientos intensos; pero esas emociones
deben ser genuinas, no fingidas. Dios odia la hipocresía. No quiere teatralidad ni
fingimiento ni farsas en la adoración. Quiere nuestro amor sincero y verdadero. Podemos
adorarlo con imperfecciones, pero no con falta de sinceridad.
Por supuesto, la sinceridad por sí sola no es suficiente; podemos ser sinceros y estar
equivocados. Por eso se necesitan tanto el espíritu como la verdad. La adoración debe ser
veraz y auténtica. La adoración que agrada a Dios es profundamente emocional y doctrinal.
Con nuestro corazón y nuestra cabeza.
Muchas personas confunden las emociones con conmovedoras producidas por la música
con las estimuladas por el Espíritu, pero no son iguales. La verdadera adoración ocurre
cuando nuestro espíritu responde a Dios, no a una melodía. En realidad, algunas canciones
sentimentales e introspectivas entorpecen la adoración porque de concentrarnos en Dios,
pasamos a enfocarnos en nuestros sentimientos. Cuando adoramos, el factor de mayor
distracción somos nosotros mismos: nuestros intereses y preocupaciones acerca de la
impresión que damos. Los cristianos no se ponen de acuerdo con respecto a la manera más
adecuada o auténtica de alabar a Dios, pero estos argumentos lo que más reflejan son las
distintas personalidades y trasfondos. La Biblia menciona diversas formas de alabanza: la
confesión, el canto, los clamores, el estar de pie, el arrodillarse, el baile, el hacer ruidos de
gozo, el testimonio, la utilización de instrumentos musicales y el alzar las manos (Hebreos
13:15). El mejor estilo de adoración es el que más auténticamente representa nuestro amor
a Dios, basado en el trasfondo y la personalidad que Dios nos dio.
Mi amigo Gary Thomas se dio cuenta de que muchos cristianos en lugar de tener una
amistad vibrante con Dios, parecen estancarse en la costumbre –la adoración se convierte
en una rutina insatisfactoria- porque se obligan a usar métodos devocionales o estilos de
adoración que no se adaptan a la unicidad con que Dios los creó.
Gary se preguntó: Si Dios con toda intención nos creó a todos distintos, ¿por qué
deberíamos amarlo de la misma manera? De la lectura de los clásicos cristianos, basado en
entrevistas, Gary descubrió que los cristianos, en el transcurso de dos mil años, han seguido
diversos caminos para disfrutar la intimidad con Dios: al aire libre, por medio del estudio,
con el canto, con la danza, con expresiones artísticas, en el servicio a los demás, en la
soledad, en comunión con otras personas, y participando de muchas otras actividades.
En su libro Sacred Pathways (Sendas Sagradas), Gary identifica nueve maneras que las
personas usan para acercarse a Dios: a los naturalistas, nada los inspira más a amar a Dios
que estar al aire libre, en un entorno natural. Los sensoriales, que aman a Dios con sus
sentidos y aprecian los hermosos cultos de adoración que involucran la vista, el sabor, el
olfato y el tacto, además de sus oídos.
Los tradicionalistas, que se acercan a Dios mediante rituales, liturgias, símbolos y
estructuras estables. Los ascéticos, que prefieren amar a Dios en soledad y sencillez. Los
activistas, que aman a Dios enfrentándose al mal, luchando contra la injusticia y
esforzándose por hacer de este mundo un mejor lugar para vivir. Los cuidadores, que aman
a Dios cuidando a los demás y satisfaciendo sus necesidades. Los entusiastas, que aman a
Dios con celebraciones. Los contemplativos, que aman a Dios con la adoración. Los
intelectuales aman a Dios entendiéndolo con sus mentes.
En cuanto a la adoración y la amistad con Dios no existen las tallas únicas. Una cosa sí es
cierta: No darás gloria a Dios intentando ser alguien que él nunca se propuso que fueses.
Dios quiere que seas tú mismo. El Padre está buscando personas que, cuando lo adoren,
sean sencillas y sinceramente ellas mismas cuando se presenten ante él. (Juan 4:23).