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Pseudónimo: LA GARCIA Más que un cuento Desde el mundo privado y domestico, desde el deber ser y la responsabilidad de una madre por su hija con discapacidad, desde la ceguera del sector salud que ocupa su fuerza y esfuerzo en el tratamiento y la rehabilitación de la discapacidad pero invisibiliza las desigualdades de género que genera y perpetua. El ejercicio desde hace más de una década como Médica de Familia, en la misma comunidad, desde un servicio de salud público, ha generado el contacto con múltiples pacientes y sus familias donde se viven las más diversas situaciones y desigualdades. El impacto de las desigualdades, en especial desigualdades de género se visualiza en la historia de Sara, madre de una niña con discapacidad congénita física y mental, quien asiste a la policlínica así como a diferentes programas de tratamiento para niños/as con discapacidad. Sara es una paciente que se asiste desde hace unos 7 años en la policlínica donde trabajo. Es una mujer de 45 años, muy bonita físicamente y con un trato especial, amable, se dirige siempre con vos bien baja, tanto que en algunos momentos me cuesta escucharla. Vive con su concubino de 48 años, y la hija de ambos de solo 7 años, Josefina, quien nació con alteraciones neuro-motoras, sin diagnóstico etiológico claro a pesar haber sido sometida a una amplia gama de estudios paraclínicos. Sara se hace responsable al 100% del cuidado de Josefina, mientras que su pareja se encarga del ingreso económico del hogar. El tiene 2 trabajos estables, en los cuales cumple entre 12 y 14 hs al día, además tiene un grupo de amigos que se juntan semanalmente para jugar al fútbol o compartir un asado. Sara se levanta muy temprano dado que lleva en transporte público a josefina a la clínica (1 hora de viaje), donde están hasta el mediodía para luego volver a la casa a darle el almuerzo y llevarla al centro de rehabilitación donde esta toda la tarde. Según relata es requisito que un familiar acompañe a la niña en las diferentes sesiones de la rehabilitación para aprender la forma de ayudarla. Sara lo realiza desde el ingreso de Josefina cerca de los 3 años de edad. Las diferentes patologías de Josefina hacen que deba semanalmente concurrir a algún especialista (fonoaudiólogo, neurólogo, urólogo, otorrinolaringológo, cardiólogo, fisiatra, genetista entre otros). Antes del nacimiento de Josefina, Sara trabajaba formalmente como administrativa en una empresa dado que había realizado luego de culminar la secundaria, estudios de administración. Trabajo al que renuncia cuando nace Josefina, para dedicarse a su cuidado. Sara nunca habla de sus amigas, pero relata no estar mucho en contacto con su familia porque su tiempo es escaso, y los fines de semana que Josefina no tiene actividades, se dedica a la limpieza de la casa y dejar la comida lista para la semana. A pesar de que soy la médica de referencia de Sara y Josefina desde hace más de 7 años, no conozco a su papá, dado que nunca ha venido a la policlínica. Según relata Sara, tampoco ha participado de una jornada de rehabilitación ni ha concurrido a la interconsulta con los especialistas, a causa del horario de sus trabajos formales. Josefina nació con malformaciones de sus miembros tanto de los superiores como inferiores, algunas de las cuales se han ido corrigiendo con varias cirugías y con años de sesiones de fisioterapia, logrando caminar cerca de los 4 años y logrando mejorar su motilidad fina y utilizar correctamente sus manos a los 5 años. Además Josefina presenta un retardo mental moderado, por lo cual concurre a escuela especial logrando muy pocos avances en la lecto-escritura. Dice palabras sueltas desde hace más de un año y comenzó hace muy poco a armar frases. A nivel de paladar, presenta una malformación que ha sido intervenida quirúrgicamente, así como también presenta labio leporino, lo que está en espera de oportunidad operatoria. El objetivo técnico de todos los centros y programas de tratamiento para la discapacidad es la rehabilitación integral del niño/a, de manera de favorecer su integración familiar, escolar, laboral y social. La mayoría cuenta con diversos programas y atenciones especializadas equipos multidisciplinarios, que determinan el tipo de atención y programa que corresponde aplicar a cada paciente. Es así que diferentes instituciones y múltiples especialidades médicas asisten desde el sistema público a niños y niñas con discapacidad. Todos ellos requieren que familiares o cuidadores de pacientes acompañan al niño/a a su tratamiento rehabilitador no solo por el traslado necesario sino como requisito para acceder al mismo, con el objetivo de colaborar y aprender el tratamiento para continuarlo y apoyar al niño/a desde su hogar. La necesidad de múltiples consultas a variados especialistas médicos es una situación que acompaña con frecuencia a los niños o niñas con discapacidad, lo cual generalmente se enmarca en los deberes de sus cuidadores. Esto viene aparejado en especial en el sector público en la obligación de largas colas para lograr las fechas en días hábiles así como horas de espera para las diferentes consultas. Se adiciona a lo anterior la indicación de diversos análisis paraclínicos seriados y varios fármacos, que de la misma manera requieren coordinaciones y esperas en horarios hábiles. En repetidos casos niños y niñas con discapacidad, son internados en un centro de tercer nivel de salud, sea por patologías propias y sus resoluciones (cirugías), o por diferentes enfermedades intercurrentes que se pueden presentar con más frecuencia por predisponibilidad de los mismos, lo que requiere el cuidado y acompañamiento permanente de un adulto. Esta necesidad de cuidados, coordinaciones, esperas, acompañamientos sigue estando primordialmente en manos de las mujeres lo cual es muchas veces interiorizado y naturalizado desde nuestro lugar de médicos, (en especial trabajando en el prestador de salud pública), cuando al concurrir al control un niño o niña con su padre, le cuestionamos la causa por la cual no ha venido su madre, (dando a entender el papel y responsabilidad de principal cuidadora de la mujer), sin embargo si son traídos por su madre, raramente preguntamos por el padre (dado que preconcebimos debe estar en su actividad pública y remunerada). De esta manera determinamos erróneamente que las funciones de cuidar son responsabilidad de la madre, generando mayor sentido de responsabilidad y culpa, reproduciendo así las desigualdades de género. La familia de Sara es una familia nuclear, modelo de familia que aparece como imaginariamente “ideal”. Si hablamos de familia se entiende como el lugar donde se comparten 3 grandes elementos, el techo (convivencia), la olla (economía compartida) y la cama (sexualidad). La familia nuclear es sinónimo de familia y está anclada en la naturaleza humana inmutable que implica una concepción de la normalidad y la moralidad. Los papás de Josefina, desde hace 10 años se encuentran en unión libre, forma de vida en pareja que ha venido en franco aumento teniendo una tendencia inversa al matrimonio. La familia de Sara es una copia fiel del modelo de familia nuclear que mencionan diferentes autores, donde existen expectativas sociales que definen al varón como responsable del mantenimiento económico de la familia, mientras que se le destinan a la mujer las tareas reproductivas, tanto de la reproducción biológica, reproducción cotidiana (tareas domésticas), y reproducción social (cuidado y socialización). Es así que queda visible una división entre el mundo público ocupado por el varón y lo privado destinado a la mujer. Gracias a la longitudinalidad en la atención y luego de muchos años de estar en esta relación médico-paciente con Sara, teniendo un acercamiento a su relación de pareja y a su familia, hemos visualizado su ubicación plena en el espacio privado al que hacemos referencia, donde en varias oportunidades al hablar del tema lo manifiesta como “su deber” “su función”. Si bien la reproducción biológica está ligada inevitablemente a la función reproductiva de la mujer, además de la misma le han sido dadas socialmente otras actividades: el cuidado de los hijos y las actividades domesticas que se asocian al mantenimiento diario de la fuerza de trabajo. Siendo el varón quien se nutre de la misma. Lo cual limita la participación de las mujeres, tanto en trabajos remunerados como a nivel social y político. Muchas veces las mujeres eligen en base a racionalidades dadas culturalmente y socialmente que hace que opten en base a los intereses de los otros. La racionalidad esta sesgada por el género. Sara es una paciente con quien quizás hemos perdido la distancia optima necesaria, quien en los diferentes encuentros a lo largo del tiempo ha dejado reflejado sus sentires, sus tristezas, sus culpas, sus miedos y su “deber ser y deber actuar” frente al cuidado de Josefina, como un “destino” que no fue el elegido pero si mandado y del cual se siente como la única responsable. Quizás desde el sistema de salud hemos generado o perpetuado este sentimiento y esta “obligación de cuidado”, poniendo a Sara como la única capaz de hacerlo y responsable de hacerlo, sea por nuestros prejuicios, o nuestros mandatos de cuidados. Quizás desde los programas de tratamiento como en el que Josefina está inserta, sus requisitos, sus exigencias se deberían plantear diferentes estrategias buscando evitar promover y perpetuar las desigualdades de género, y por el contrario promover acciones para lograr una distribución más equitativa de la tarea de cuidado. Si bien en la presente utilizamos una situación o problema particular, como es la historia de Sara frente al cuidado de Josefina, donde ha respondido con sus recursos y capacidades, como dice María de los Ángeles Duran “puertas adentro”, entendemos el cuidado como esencialmente femenino, y este cuando pasa al ámbito público, deja de ser un problema individual, y el sistema de salud no debe estar ajeno a esto. Pseudónimo: LA GARCIA
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