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Cuándo, Cómo y Por qué de la llamada a recuperar la memoria histórica:
¿De qué memoria estamos hablando? (1)
Ignacio Muñiz Jaén
El silencio institucionalizado sobre nuestra historia inmediata practicado conscientemente desde la llamada
“transición democrática” (con todos los partidos políticos, sistema educativo y medios de comunicación trabajando
en ello), no ha podido cerrar heridas que sólo con la verdad, el conocimiento y la dignificación de las víctimas será
posible hacer.
Aunque siempre ha existido una recuperación de la memoria histórica desde los estudios, las conmemoraciones, e
incluso las exhumaciones de fosas hasta 1981, lo que llamamos hoy en día movimiento por la Recuperación de la
Memoria Histórica surge, setenta años después, con los niet@s y bizniet@s de los protagonistas que de forma
particular u organizados en asociaciones y colectivos reclaman saber, socializar la memoria, y sobre todo hacer
justicia, desde un presente sin miedo a hablar y dentro de un contexto donde a la desmemoria institucionalizada le
sigue una ofensiva del “revisionismo” historiográfico que se ha hecho fuerte con los gobiernos del PP.
Al impulso de la sociedad civil se responde desde el gobierno actual con una “política del monolito” que no
pretende resolver los problemas de fondo, como denuncia el informe de 80 páginas de la prestigiosa Amnistía
Internacional (del 18 de Julio de 2005), sino limitarse a subvencionar actos de homenaje, libros y placas en los
cementerios con fosas comunes, con una intencionalidad más electoralista que de asunción de responsabilidades.
Mucho nos tememos que en esta línea de actuaciones, que se vienen realizando en los últimos 2 años, se termine
redactando la Ley de Memoria Histórica que el gobierno actual está elaborando (con tres aplazamientos sucesivos)
desperdiciado la ÚLTIMA OPORTUNIDAD para normalizar un devenir histórico enfermo de silencio y
olvido...carga histórica que este gobierno tendrá que soportar, ya sin justificaciones (como la amenaza golpista de
primeros de los 80), señalado por las víctimas, los nietos y biznietos de éstas, el informe del 18 de Julio de 2005 de
Amnistía Internacional, e incluso por la declaración de la Asamblea Permanente del Consejo de Europa y el
Departamento de Desapariciones Forzosas de la ONU...señalado en definitiva por la Historia.
La Ley debería abordar de una vez por todas:
*Anulación de sentencias franquistas (por manifiesta irregularidad jurídica), y derogación de la Ley de Amnistía de
1977 (ley de “punto final” que benefició sobre todo a los torturadores).
*Devolución de TODO el patrimonio incautado a TODAS las organizaciones, colectivos y PARTICULARES.
*Exhumación de fosas comunes por el Estado (de los cerca de 35.000 desaparecidos), sin derivar responsabilidades
a las asociaciones o familiares.
*Adecuación de archivos (que aún sobreviven de la eliminación de la que fueron objeto durante los primeros años
de los 80), catalogación y acceso público sin NINGÚN obstáculo.
*Elaboración de una historia oficial e inclusión de la misma en colegios, institutos y universidades, donde al menos
se condene sin paliativos el golpe de estado del 1936 y la dictadura franquista (marcando las diferencias
cuantitativas y cualitativas de la represión en ambas partes).
*Reconocimiento a las víctimas y compensación si cabe por su situación.
*Creación de centros de interpretación sobre la memoria social, recuperación de espacios de memoria social y
adecuación de los existentes que reflejan la ideología fascista (Valle de los Caídos, Alcazar de Toledo...).
*Obligación de las empresas beneficiarias del trabajo esclavo a indemnizar a los supervivientes y/o a sus
familiares.
*Juicio –simbólico ya- a los culpables.
*Condena –no simbólica- a la apología del franquismo.
Y todo ello huyendo de la triste interpretación de dar "una de cal y otra de arena" que tanta confusión y desmemoria
ha provocado en este país, ya que si bien en lo relativo a las VÍCTIMAS hay que considerar a todas ellas iguales, a
unas se las "recuperó" durante 40 años, sus familiares pudieron completar el duelo, se las dignificó y a sus familias
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se las compensó (estancos, loterías, puestos de funcionarios...), mientras a otras se las olvido y despreció: es a éstas
últimas a las que se debe recuperar. En cuanto a la valoración global de las "partes" en conflicto en la Guerra Civil
NINGUNA igualdad cabe (al contrario de la opinión del ex ministro Bono), porque esto sería contribuir a la
desmemoria confundiendo agresión con defensa; confundiendo verdugos y víctimas; paz con represión...
reconciliación
con
silencio.
Estos son los MÍNIMOS que cualquier particular o asociación que trabaja en esto que llamamos Recuperación de la
Memoria Histórica exige, esperando que el gobierno pueda cerrar de una vez por todas las heridas.
Pero nos tememos, no sólo que esta nueva Ley no aborde estos puntos, sino que avance la BANALIZACIÓN y
aprovechamiento como negocio privado de nuestros dolores. El ejemplo paradigmático de ello es la construcción
en Casas Viejas (Cádiz) del hotel de lujo La Libertaria (ahora Utopía) en el solar que ocupara la cabaña de
“Seisdedos”, donde en 1933 fueron masacrados 22 jornaleros anarquistas, hotel que tiene como reclamo turístico la
matanza (con el apoyo del alcalde del PSOE y a la sazón presidente de la Diputación de Cádiz) .
¿Vería con buenos ojos el alcalde un hotel en los alrededores de la tumba de Pablo Iglesias, o convertir en
alojamientos rurales los barracones del campo de concentración de Mathausen?...eso sí, desde las dependencias
lujosas de los nazis rehabilitadas, con champán y al ritmo de Wagner.
Como mínimo este hotel es la expresión más clara de falta de sensibilidad y mal gusto, y expresión paradigmática
como decimos de la confusión ejercida por años de desmemoria y por una política actual que, desde los poderes
públicos, va dando “palos de ciego” en relación a la recuperación de nuestro pasado reciente, recuperación que sí
impulsan de forma infatigable diferentes colectivos y asociaciones ciudadanas, aunque algunas de ellas –las menosal estar vinculadas a partidos políticos tengan una intencionalidad electoralista... o motivaciones pecuniarias al hilo
de las percepciones de las nuevas subvenciones públicas.
Diferentes asociaciones para la recuperación de la memoria histórica (como la Asociación Memoria Histórica y
Justicia de Andalucía), asociaciones culturales (como Baetica Nostra), sindicatos (como CNT y CGT), la
Asociación de Abogados Progresistas de Andalucía (que solicitaron la suspensión de la inauguración del hotel y la
declaración del antiguo solar como Bien de Interés Cultural), prestigiosos historiadores (como José Luis Gutiérrez o
Francisco Espinosa) y numerosas instituciones culturales y ciudadan@s particulares han puesto el grito en el cielo
con el proyecto de hotel en Casas Viejas...pero parece que nada hace mella al “¡todo por la pasta!” (de hecho deben
felicitarse porque ya comienzan a salir imitadores en Port Aventura, con la inclusión de rutas turísticas exclusivamente lúdicas y sin ningún contenido- por lo que fue la batalla del Ebro).
Un centro de interpretación, gestionado por una FUNDACIÓN PÚBLICA, que aunara el mostrar la historia local de
Casas Viejas (ya historia de la humanidad), con el respeto por las víctimas, sería lo más apropiado para éste y otros
casos, y no el apoyo a una INICIATIVA PRIVADA con el reclamo de la matanza.
Y es aquí cuando debemos preguntarnos ¿de qué memoria estamos hablando?. Como es de suponer la interpretación
dependerá del posicionamiento ideológico del que se parta , y es en este punto, como opina Chomsky, cuando
debemos considerar que “la objetividad de la erudición seguirá siendo una vana ilusión mientras esos impulsos
inexpresables permanezcan fuera de su alcance. En lo que respecta a la revolución española, su historia está aún por
escribir” (2).
Esto que escribía N. Chomsky en 1968 sigue siendo aplicable en la actualidad, porque seguimos teniendo un gran
desconocimiento público de la más profunda revolución social acaecida en Europa, y la más reciente en el tiempo, y
porque las mitificaciones, los “argumentos de autoridad”, las falsedades y la falta de rigor han hecho tabla rasa
sobre los procesos revolucionarios, negándolos, restándoles importancia, o haciendo recaer sobre ellos todos los
males.
No sólo la historiografía franquista tiene la culpa de ello, al igual que el revisionismo actual (trasunto de aquella y
con incontables apoyos mediáticos), sino que es la que podemos englobar dentro del pensamiento “liberalcomunista” (como define el gran pensador) la que más mella ha hecho en el conocimiento ponderado y en el
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reconocimiento justo de unos hechos históricos fundamentales para entender, aunque sólo fuera, la llamada Guerra
Civil española.
Y ello porque este pensamiento liberal-comunista, tendente a salvar la II República española bajo el discurso que
contrapone democracia a extremismos (fascismos y anarquismos), se cubre de un academicismo, de una erudición y
falso rigor científico que, incluso sin hacer explícito su posicionamiento teórico de partida, deja entrever sus
condicionamientos ideológicos entre líneas. Además, y a otro nivel mucho menos dañino, pero que también hay
que considerar, existe una historiografía libertaria poco autocrítica y condescendiente con las políticas
colaboracionistas que se tuvieron con el Estado en aquel entonces.
Como es bien sabido, o sabemos, el “produccionismo”, visión extrema del determinismo económico que el
marxismo dogmático defiende, fetichiza el desarrollo de las “fuerzas productivas” y establece una sucesión
mecánica de “modos de producción” en donde se justifica, como mal menor, el estadio anterior (feudalismocapitalismo-socialismo), creando una visión mecanicista donde sólo unas élites preparadas podrían capitanear y
dirigir los cambios por encima del pueblo, interpretación de las élites que no es exclusiva del marxismo sino que es
la propia de los fascismos y de las democracias representativas.
Desde este pensamiento (el más generalizado) se ha anatemizado, minusvalorado o directamente obviado, el
proceso revolucionario que protagonizó el pueblo español durante la Guerra Civil, en gran medida espontáneo y
autogestionado, recayendo sobre él todas las culpas de las violencias, descontroles e incluso de la responsabilidad
de la pérdida de la guerra. Sin embargo, estas interpretaciones no aportan pruebas que respalden sus conclusiones,
existiendo por el contrario pruebas objetivas que las ponen en cuestión (pero que no son tenidas en cuenta por el
propio posicionamiento teórico de partida, salvo quizás en el caso del marxista K. Korsch, y del liberal H. Thomas).
El discurso histórico por tanto debería alejarse decididamente de lo aséptico y de aquellos que queriendo ser
pretendidamente neutrales caen en una supuesta objetividad. Bajo un posicionamiento “NO IMPARCIAL”, que en
nada debe confundirse con falta de objetividad o rigor, se debería perseguir una INTERPRETACIÓN
COMPROMETIDA DESDE LA COHERENCIA DEL PROCESO DE INVESTIGACIÓN (y no utilizando unos
datos y obviando otros interesadamente, o manipulándolos, o desconociéndolos), asumiendo que NO VEMOS
LAS COSAS COMO SON, SINO QUE LAS VEMOS COMO SOMOS NOSOTROS, y aceptando que
todo análisis se encuentra influenciado por la carga ideológica, académica, vital en suma del investigador... y que lo
más honesto, y más científico, es hacerlo explícito.
Sabemos que frente al feudalismo agrario y frente al capitalismo urbano de entonces (generadores de tremendas
desigualdades, violencias, hambrunas y analfabetismo) existía una fuerte organización obrera (con la huelga y la
huelga revolucionaria como respuesta) y una cultura popular paralela que se expresaba a través de una
desobediencia al ejército (prófugos, automutilaciones...), a la Iglesia (“arrejuntamientos”, anticlericalismo...), al
terrateniente (sabotajes, robos...), y al Estado en general (revueltas espontáneas, folclore sarcástico...),
contraponiendo una educación paralela (a través de los ateneos y centros obreros), una vinculación estrecha con la
naturaleza, unas actitudes solidarias y de apoyo mutuo y una organización del trabajo “a buen común”.
Durante la Guerra Civil española se produjo una guerra social donde los grupos dominantes (terratenientes, Iglesia,
plutócratas, militares y parte de las clases medias) se emplearon en barrer el tejido ideológico, cultural, solidario y
organizativo de la mayoría de los trabajadores que eran izquierdistas, y en respuesta inmediata surgió una
revolución social libertaria donde el papel fundamental no corrió a cargo exclusivamente del proletariado (como
creen los marxistas) sino del pueblo trabajador en su conjunto (campesinos, jornaleros, obreros, siervos, parados...)
desde la autogestión libertaria y de un “instinto popular” y espontáneo que fue el motor de cambio, por encima de
minorías conscientes, alcanzando un calado muy profundo: colectivizaciones de tierras y fábricas, eliminación del
dinero, subversión de los valores católicos, democracia directa...
Además, a pesar de la situación de guerra y violencia, la revolución social contuvo el golpe de estado, mantuvo en
funcionamiento fábricas, tierras (en muchos casos aumentando la eficacia) y servicios públicos (sanidad, transporte,
abastecimientos, educación), creando una nueva cultura igualitaria.
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En todo caso va a ser “una minoría consciente” la que acabe con los procesos revolucionarios (articulando una
política represiva) , en aras de un mayor éxito para llevar a cabo la guerra contra el ejército fascista...y para poder
dirigir ese proceso revolucionario, atrayéndose supuestamente con ello a las potencias democráticas europeas
(apoyo que no se conseguiría) . De ese modo, como escribió Louis Bertoni desde el Frente de Huesca en 1937: “la
guerra española, desprovista ya de toda nueva fe, de toda idea de transformación social, de toda grandeza
revolucionaria, de todo significado universal, ya no es sino mera guerra de independencia nacional que ha de
continuar para evitar la exterminación que exige la plutocracia internacional” (2).
Después... el franquismo con el terror, las torturas, las cárceles, los fusilamientos, la exclusión, la manipulación
informativa y el adoctrinamiento ultracatólico y paternalista consiguió paralizar a todo ese pueblo de trabajadores
conscientes, trayendo consigo la pasividad política, el “sálvese quien pueda”, actitud que propició el encuentro de
los trabajadores españoles (ya en el tardofranquismo) con el individualismo asocial, competitivo y consumista, de
las democracias capitalistas occidentales en el que nos movemos en la actualidad.
Pero a pesar de los intentos de “borrón y cuenta nueva” durante la Transición, los “palos de ciego” del gobierno
actual sobre la recuperación de la memoria histórica, o la banalización de los lugares de memoria, la memoria
social ha estado siempre presente y rebrota en cada acción solidaria, en cada lucha, muchas veces de manera
espontánea tras ver una película, leer un artículo en la prensa, contemplar la exhumación de una fosa común,
escuchar una canción, participar en una cacerolada, enviar un mensaje por teléfono móvil, asistir a unas jornadas...
manifestándose, autogestionándose.
(1) Este resumen de la conferencia está basado en parte en el Editorial del periódico CNT que el ponente,
conjuntamente con el Comité Central, publicaron en el nº 325 de julio de 2006
(2) cit. en N.Chomsky: La objetividad y el pensamiento liberal (los intelectuales de izquierdas frente a la guerra de
Vietnam y a la Guerra Civil española). (2004). Ed. Península.Barcelona: pag.105
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