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CALIDAD DE VIDA EN LA FRONTERA
Buscaré que la noche se convierta en una ventana
por la que pueda compartir la siesta
a la orilla de cada lunes.
Un filo de luz
que se vuelve fuego
podría apagar la vela,
nublar los espejos
y tejer la última historia
Dice uno de los poemas de Manuel Cuen, incluidos en el número 26 de Sonárida.
Revista de encuentro entre Sonora y Arizona que hoy presentamos, y cuyo eje central es
la calidad de vida entendida como la búsqueda del bienestar humano, de la felicidad.
Aunque la aspiración y el deseo de vivir mejor son tan antiguos como la humanidad
misma, el concepto de calidad de vida es muy reciente y se construye a través de una
serie de indicadores de salud, de conocimientos y de ingresos para adquirir los
satisfactores necesarios que permitan un desarrollo pleno, incluye, además, cómo estos
indicadores son sensibles al género. Así se conforma el Índice de Desarrollo Humano
como un instrumento para medir las condiciones de vida de las sociedades, su
desarrollo, para detectar en qué aspectos han quedado rezagadas y requieren atención a
través de programas sociales y políticas públicas.
El Consejo Editorial de Sonárida eligió este tema como respuesta a la preocupación de
Comisión Sonora Arizona por la calidad de vida de los habitantes de esta región
fronteriza y que se encuentra vertida en una de sus líneas de acción. Así, en esta edición
aborda el tema desde diversas perspectivas y enfoques, partiendo de una visión general
hasta lo particular como estudios de caso.
Como un abordaje general, Ma. de Jesús Zupo Jiménez de El Colegio de Sonora, se
refiere a la “Calidad de vida en los municipios sonorenses” y Mario Camberos del
CIAD, analiza “La pobreza regional de Sonora frente al siglo XXI. La primera afirma
que aunque el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, el CONAPO y el
INEGI consideran al norte del país como una región con mejores índices de bienestar, en
Sonora encontremos población marginada y por lo tanto altos niveles de desigualdad y
pobreza en ciertas zonas, entre las que destacan los municipios rurales de El Quiriego,
Rosario Tezopaco, Álamos y San Miguel de Horcasitas frente a los más desarrollados
que son Hermosillo, Nogales, Cananea, Nacozari y Guaymas. Y aunque es importante
reiterar que el estado ha obtenido resultados relevantes a nivel nacional en cuanto a
calidad de vida, por el tipo de estudios, existe una invisibilidad de la marginación de
considerables porciones de población de áreas urbanas. Por su parte, Camberos afirma
que los mayores niveles de pobreza en Sonora se concentran en la Sierra baja y los
valles del Yaqui y Mayo donde hasta una tercera parte de la población no dispone del
ingreso mínimo para comprar alimentos. Una de las causas de este fenómeno son las
crisis económicas que afectaron a la agricultura y propone para combatir la pobreza
que, entre otras soluciones, es necesario impulsar la creación de empleos y estímulos
fiscales a quienes los ofrezcan, así como fortalecer los programas de apoyo dirigidos a
niños y adolescentes para que no abandonen sus estudios.
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A las condiciones de vida de los adultos mayores de Sonora y a las de sus cuidadores
familiares, se refieren los artículos de Leyla Acedo del COLSON y de Miriam
Domínguez y Germán López de la Universidad de Sonora respectivamente. El
envejecimiento de la población presenta retos a la sociedad y los gobiernos,
principalmente en materia de salud y empleo y más en Sonora que en los próximos
años será una de las entidades con mayor población longeva. Pero el aumento en la
esperanza de vida no siempre se asocia con calidad de vida y en muchos casos, significa
pérdida de autonomía económica y motriz. Por la falta de empleo y el deterioro d
adultos mayores requieren del apoyo y los cuidados de los familiares, o de los vecinos y
la comunidad cuando viven solos ya que los apoyos gubernamentales, aunque
significativos (como subsidios en el pago de servicios y despensas de alimentos
distribuidos por los DIF municipales), son insuficientes. La edad, el género y el nivel
socioeconómico influyen en el desarrollo de este segmento de la población,
especialmente en las práctica de cuidado de la salud (las mujeres acuden con mayor
facilidad a la consulta médica, por ejemplo) y según aumenta el rango de edad los
requerimientos de cuidado son mayores. Paralelamente al contingente de adultos
mayores, crece el número de familiares cuidadores, un grupo que no ha sido reconocido
por las iniciativas de apoyo, afirman Domínguez y López. En sociedades como la
nuestra en que la atención institucional es escasa e insuficiente, la familia se hace cargo
de los adultos mayores y los cuidadores familiares absorben la sobrecarga económica,
física y emocional de esta tarea que conlleva consecuencias negativas como depresión,
estrés, fatiga, soledad, sentimientos de culpa y tristeza, además que este rol tiende a
concentrarse generalmente en las mujeres a quienes al mismo tiempo se le exigen
cumplan también con otros roles como ser hija, madre, esposa y trabajadora. Así
proveedores y receptores de cuidados comparten condiciones de vulnerabilidad y
enfrentan dificultades que deterioran su bienestar.
Uno de lo indicadores de bienestar es la salud y un factor fundamental del que depende
es la alimentación. En este número, se presentan cuatro artículos que abordan este tema.
Isabel Ortega del CIAD afirma en su texto “Inseguridad alimentaria y obesidad” que
cuando la alimentación no es adecuada en cantidad y calidad, y hay incertidumbre sobre
la disponibilidad de alimentos, hay inseguridad. La escasez altera el comportamiento
alimentario y las personas comen cantidades excesivas en momentos de abundancia. La
inseguridad alimentaria está presente en un 86.5 por ciento en Sonora y Sinaloa y se
combina con el acceso a energía barata como frituras y refrescos azucarados que
permite a las personas satisfacer su hambre pero no nutrirse. Debido al consumo
excesivo de estos alimentos además de tortillas, frijol, pastas y embutidos, Sonora tiene
cifras altas de obesidad (80 por ciento). Por su parte Martha Nydia Ballesteros abunda
en el tema al referirse a la “Dieta y salud en Sonora”, y además de confirmar el
desequilibrio en la dieta alta en energía de la que se consume un 36% de grasa encima
del 30 por ciento recomendado, además de grasa saturada, esto se agrava con la
disminución en el consumo de la fibra dietaria del frijol, tortilla de maíz y harina que es
un protector contra enfermedades cardiovasculares, que ha sido sustituida por comida
chatarra. Todo ello aunado a la disminución en la actividad física se favorece la
obesidad, el sobrepeso, las enfermedades cardiovasculares y la diabetes.
En su artículo, Armida Espinoza López de la UNISON relaciona “Alimentación y salud
en estudiantes de Universidad de Sonora” y afirma que como resultado de un
diagnóstico al medir grasa corporal, un alto porcentaje de esa población (67 por ciento)
presentó riesgo moderado o alto de desarrollar enfermedades crónicas, presentaron
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además pre-diabetes, nivel alto de triglicéridos y bajos de colesterol HDL (bueno). En
cuanto a la alimentación de los universitarios, ésta representa un reto especial para el
Área de Orientación nutricional, ya que coinciden en el grupo cambios de todo tipo,
salen del núcleo familiar, seleccionan su comida, hacen las compras y preparan sus
alimentos, están expuestos a modas, dietas y sistemas de adelgazamiento y a la
publicidad, todo lo que determinará sus hábitos alimenticios. Además, son vulnerables
desde el punto de vista nutricional porque se saltan comidas, comen entre horas y
prefieren la comida rápida y consumir alcohol. En cuanto a su dieta, consumen
alimentos no saludables (frituras, refrescos Light), muy poca fibra, frutas y verduras. Un
punto de vista distinto es el planteado por María Luz Fernández de la Universidad de
Conneticut, en su artículo “Dieta baja en carbohidratos y factores de riesgo
cardiovasculares” en el que dice que existe la preocupación de las dietas bajas en
carbohidratos y altas en grasa (que incluye carnes, quesos, huevos, verduras y nueces)
puedan aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares, sin embargo a partir de
estudios, descubrió que con esta dieta bajó el colesterol LDL y los triglicéridos al mismo
tiempo que aumentaron el colesterol bueno.
En la entrevista que una servidora le hizo a la psicóloga Olga González, especialista en
trastornos de la conducta alimentaria, define a estos trastornos como una relación
psicopatológica con la comida que va más allá de nutrirse o socializar, los más
frecuentes son la anorexia, la bulimia y el trastorno por atracón y confirma que más del
20 por ciento de la población en Sonora de entre 11 y 35 años padece alguno de estos
trastornos, y como enfermedades mentales que son requieren de la intervención de la
psicología y la psiquiatría. Sobre las causas de los trastornos son por una parte los
patrones de alimentación e ideales de belleza, aunado al estilo de vida en el que todo es
rápido, artificial que deja a las personas vacías, vacío que se llena con lo que anestesia
que es la comida. Las soluciones que ofrece son e dos niveles en el de atención
individual que requiere la capacitación de los profesionales que conozcan y acepten que
las soluciones son lentas y multidisciplinarias, y en el social a partir de políticas
públicas que promuevan una vida saludable, sancionen a las compañías de comida
chatarra, faciliten la actividad física de las personas, entre otras soluciones.
También se publica un artículo de Plinio Sosa sobre el uranio, dos reseñas una sobre el
cineasta de universitario de Arizona Luis Carlos Romero Davis de Rebeca Ruiz McGill y otra sobre el Diccionario antológico de aforismos de Irma Munguía y Gilda
Rocha por Aracely Esquer. Muchas gracias y que disfruten la lectura.
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