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SENSIBILIDAD ISO
Las películas fotográficas están formadas por
haluros de plata, millones de cristales
transparentes sensibles a la luz, agrupados. Una
gelatina actuaba como soporte impidiendo que se
agrumen haciendo las veces de vehículo de esa
masa lechosa. Esta gelatina, una vez seca,
mantiene los haluros suspendidos formando la
película propiamente dicha y permite la entrada de
líquidos sin necesidad de perder ninguno de los
cristales.
El tamaño de estos cristales es lo que marca la sensibilidad de la película y el grano
que se aprecia al obtener las copias reveladas.
Con el paso a la fotografía digital, se conservó el concepto de sensibilidad ISO, aunque
el funcionamiento del sensor no tiene mucho que ver en este aspecto, y el resultado,
tampoco.
ISO Digital: la relación señal-ruido
Señal es toda información significativa para
construir un mensaje. Ruído es cualquier otro dato
que acompañe a la señal dificultando su
transmisión, almacenamiento y comprensión
En las cámaras digitales, el sensor o CCD es el
chip encargado de la captura de la imagen. Está
compuesto por una malla de miles de celdas
fotosensibles en las que se recibe la imagen
formada por el lente.
Cada una de esas celdas genera una corriente
eléctrica en presencia de la luz. Esa corriente
eléctrica será luego convertida en datos numéricos que se almacenarán en forma digital
binaria en la memoria de la cámara dando origen a un píxel.
Cada una de esas celdas genera una cantidad más o menos fija de corriente eléctrica (y
por lo tanto de datos) al azar, aún en ausencia de la luz y en relación a la temperatura.
La sensibilidad de cada uno de los elementos del sensor es fija, con un valor
aproximado equivalente a 100 ISO. Los índices ISO superiores que nos ofrece la
cámara digital se logran no por un incremento en la sensibilidad de los elementos
captores, sino por una amplificación posterior de la señal que estos emiten.
Como estos elementos tienen una emisión de señal de base mas o menos fija, al capturar
una señal lumínica débil y amplificarla, estamos amplificando también una buena
porción de la emisión de datos aleatoria del chip, con lo que se mezclará una
cantidad de señal aleatoria sin contenido a la señal correspondiente a la imagen.
Técnica - Sensibilidad ISO
La sensibilidad ISO es, junto a la apertura y la velocidad de obturación, uno de los
pilares fundamentales para comprender la exposición. Dominándola podremos
conseguir imágenes de una limpieza absoluta durante el día o nítidas y luminosas
durante la noche.
A sensibilidad ISO distinta, resultados diferentes - Foto:
MIGUEL MICHÁN
Cuando hablamos de como conseguir la exposición
perfecta nos centramos en la apertura y la velocidad de
obturación dejando un poco de lado el tercer factor de la
ecuación: la sensibilidad ISO. Haciendo un poco de
memoria, sabemos que la apertura determina la cantidad
de luz que llegaba al sensor, mientras que la velocidad
de obturación controla el tiempo, la duración de esta
exposición. Entonces, ¿qué es lo que hace la sensibilidad
ISO?
En el pasado, cuando las cámaras digitales no eran más que un sueño y las analógicas
dominaban el mundo de la fotografía, el propio término de sensibilidad ISO ya nos daba
una pista sobre su significado: modificar la sensibilidad de la película a la luz. De
este modo, aun utilizando un mismo ajuste de velocidad y apertura, podíamos modificar
la exposición de la imagen utilizando películas de diferente sensibilidad. Con este tercer
elemento en juego podemos tanto compensar la falta de luz recurriendo a una
sensibilidad alta (por ejemplo, ISO 800), como hacer lo propio con un exceso de ésta
utilizando una sensibilidad baja (por ejemplo, ISO 100).
Para que os quede más claro, digamos que os encontráis de noche en casa y tenéis que
disparar a una velocidad tan lenta que las fotos os salen movidas; aumentando la
sensibilidad ISO podríais aumentar también la velocidad de obturación y conseguir
imágenes perfectamente expuestas sin trepidaciones. En otra situación factible, estáis
en la playa con un sol de mil demonios y queréis hacer una foto de vuestro hijo jugando
en la arena en la que el batiburrillo de sombrillas del fondo quede estéticamente
desenfocado. Al seleccionar una apertura grande, tendríais que aumentar la velocidad
todo lo posible para que la foto no saliese sobreexpuesta, pero a veces, aun utilizando el
valor máximo, la imagen sigue apareciendo quemada. ¿La solución? Exacto, reducir la
sensibilidad al mínimo.
En la actualidad, los sensores han tomado el relevo y aunque de cara al manejo de la
cámara la única diferencia es que nos movemos entre menús de configuración en lugar
de cambiando carretes, internamente todo es muy distinto. El sensor es una malla
compuesta por miles de diminutas células fotoeléctricas que generan una corriente con
una intensidad proporcional a la cantidad de luz recibida. Es esta corriente la que se
convierte en datos numéricos para dar origen a un término que seguro conocéis, el píxel,
y es esta corriente la que es amplificada en menor o mayor medida en función del ajuste
ISO que seleccionemos. La mala noticia es que esta amplificación también influye en
el ruido (aumentándolo), pero la buena es que cada vez se lanzan cámaras con sensores
más avanzados y de mayor calidad que hacer prácticamente imperceptible la aparición
de ruido incluso a sensibilidades realmente altas.