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Los 32 rumbos - revista on line de viajes
Pompeya resucita su biblioteca de las cenizas
Desvelan con Rayos X el contenido de los papiros carbonizados en Pompeya y Herculano
Han sido necesarios 262 años para conocer el contenido de los papiros
carbonizados hallados en Herculano en el siglo XVIII. Constituyen la única
biblioteca del mundo antiguo que ha "sobrevivido". Ahora un equipo de
científicos ha desvelado sus secretos gracias a una nueva técnica de Rayos X.
Texto: Josep Guijarro Fotos: Josep Guijarro
En Pompeya y Herculano el tiempo se detuvo el 24 de agosto del año 79 de nuestra era, cuando
una erupción del Vesubio, sepultó a estas dos prósperas ciudades romanas. Debió ser terrible.
Una negra fumarola se erigía desafiante hacia el cielo desde primera hora de la mañana. Dejaba
caer sobre las calzadas de Herculano una especie de fango, mezcla de lluvia, cenizas y lava.
Cubrió tejados y penetró por ventanas y rendijas. En Pompeya sucedió de forma análoga; un
finísimo chirimiri de cenizas que nadie sentía lo cubrió todo. Después llovieron pequeñas piedras
volcánicas y, por último, piedras pómez de varios kilos. La ciudad quedó envuelta en vapores de
azufre que convirtieron el aire en algo irrespirable. La gente salía horrorizada de sus casas y muy
pocos pudieron huir, algunos de ellos aún parecen retorcerse de dolor dos mil años después,
cuando observas sus cuerpos petrificados -cual museo del horror- tras una cristalera a la salida
del recinto arqueológico. Tuvo que suceder de forma repentina. Sus posturas, sus muecas de
horror impresionan sobremanera por mucho que los arqueólogos insistan que se trata sólo de
moldes obtenidos a base de rellenar los huecos de la lava que los calcinó.
Plinio el Joven nos legó el dramático relato de esta devastadora erupción en la que perdió a su
tío, Plinio el Viejo, comandante en jefe de la flota romana del Miceno. Acudía con sus hombres a
prestar ayuda a los malogrados habitantes del valle cuando perecieron en el puerto de Mesina,
víctimas de las emanaciones tóxicas. Debió ser lo más parecido a un castigo divino: terremotos,
el mar retirándose y dejando en seco un repertorio de criaturas marinas para regresar, después,
en forma de un devastador tsunami. Todo transcurrió en unas pocas horas.
La Villa de los Papiros
Al noroeste de Herculano, próxima al mar y rodeada por un jardín cerrado por pórticos, se erigía
la casa de Pisón, suegro de Julio César para más señas. La suntuosa villa acomodaba cuatro
niveles dispuestos en una serie de terrazas con una amplia franja de jardines de verduras,
viñedos y bosques, hasta una pequeña bahía. La casa del patricio no fue ajena a la voracidad del
volcán. La que a la sazón fuera uno de los edificios más lujosos de Pompeya y Herculano, terminó
borrada de la faz de la Tierra bajo 30 metros de cenizas... hasta que el 2 de mayo de 1750, Karl
Jakob Weber la descubrió por casualidad. Y con el hallazgo llegó la sorpresa: La casa poseía una
biblioteca con 1.785 rollos de papiro carbonizados. Los rollos habían sido almacenados
cuidadosamente en estantes que cubrían las paredes de una enorme estancia. Nacía así la Villa
de los Papiros pero, ¿qué contendrían?
Desenterrados entre octubre 1752 y agosto de 1754, fueron sometidos a los primeros intentos de
lectura por el Príncipe de San Severo -con fama de nigromante- y Camillo Pederni, responsable de
la creciente pila de antigüedades que se desenterraba en Herculano. Éste último escribió a un tal
doctor Mead, de la Royal Society de Londres, solicitando ayuda. Al parecer, la curiosidad del rey
Carlos III, entonces rey de Nápoles y amigo personal del príncipe de San Sevedro, era tal que
ordenó abrir alguno de los rollos pero, eran tan frágiles que, al intentarlo, se reducían a cenizas.
Contemporáneo a Paderni fue Antonio Piaggio, un conservador del Vaticano que logró construir
un estante del que, mediante hilos de seda, suspendía el papiro para que se desenrollara por su
propio peso durante meses. Con cada intento la biblioteca de Pisón iba diezmándose pero, dado
que los papiros constituían la única biblioteca del mundo antiguo que ha "sobrevivido", era
importante descifrar su contenido. En la segunda planta del Museo Arqueológico de Nápoles se
puede contemplar alguno de estos papiros junto al sistema desarrollado para extraer la
información.
Lo que quedó de los papiros se almacena ahora en los anaqueles de la Biblioteca Nacional de
Nápoles.
Durante el siglo XIX, científicos noruegos volvieron a intentar leer su contenido aplicando un
adhesivo a base de gelatina que, cuando se secaba, permitía separar por capas los pergaminos.
Aunque también se fragmentaban, mediante este rudimentario método, sin embargo, lograron
desenrollarse completamente 585 papiros y otros 209 parcialmente. Otros 400 permanecen
intactos y otros tantos -alrededor de 450- son tan difíciles de leer que su texto sigue siendo
desconocido. Se cree que los rollos carbonizados podrían contener 30 diálogos perdidos de
Aristóteles, la obra filosófica de Epicuro, poemas eróticos de Philodemus, poemas perdidos de
Virgilio, trabajos científicos de Arquímedes y poesías de Safo.
Leyendo con Rayos X
A partir de entonces, los esfuerzos se concentraron en encontrar fórmulas que permitieran
acceder al contenido de aquel tesoro bibliográfico sin destruirlo, y para ello, se utilizaron
modernas técnicas de imagen multiespectro, con filtros infrarrojos y ultravioletas con la
esperanza de acceder al mensaje oculto de los papiros.
262 años más tarde, un equipo de investigadores del Instituto de Microelectrónica y
Microsistemas de Nápoles, dirigido por Vito Mocella, asegura poder resolver el misterio gracias a
una nueva técnica conocida como tomografía de contraste de fase de rayos X (XPCT), una técnica
de imágenes de rayos X 3-D de uso común en medicina.
Los pergaminos fueron escritos con carbón, cuya densidad es casi idéntica a la de los papiros
carbonizados, lo que hace imposible distinguir la tinta del papiro utilizando técnicas de rayos X
convencionales. Pero el equipo de Mocella ha superado este problema mediante la técnica de
formación de imágenes de contraste de fase. Se basa en un rastreo de patrones en contacto con
la luz. Ello permite distinguir distintas variaciones de intensidad y grabarlas en un detector
posicionado a una distancia determinada. Las aplicaciones médicas de esta nueva técnica
también permitirán ajustar mucho las imágenes de zonas del cuerpo de muy similar absorción de
rayos X.
Descifrando el misterio
Se han examinado dos rollos de Herculano con estos métodos. Uno aún enrollado y el otro
abierto. El contenido de dicho pergamino es, al parecer, un texto filosófico que podría atribuirse a
un sabio epicúreo de la época llamado Philodemus de Gadara que a la sazón era amigo de Pisón.
Y es que, al parecer, el patricio reunió una extraordinaria biblioteca en su casa por
recomendación de Philodemus, se trataba esencialmente de obras de carácter filosófico y hasta
cierto punto prohibido. Los epicúreos enseñaban que el hombre era mortal, que el cosmos es el
resultado de un accidente, que no hay ningún dios providencial y que el criterio de una buena
vida es el placer y la templanza. Las conexiones de Philodemus con Lucio Calpurnio Pisón
Cesonino le ofrecieron la oportunidad de influir a muchos romanos cultos y distinguidos de su
época y, asimismo, a jóvenes estudiantes de literatura y filosofía griegas que se reunían alrededor
de él en Herculano y Nápoles.
Culto al placer
Aunque lento, el trabajo de Mocella ya está dando sus frutos. Ya sabemos que, entre los tesoros
bibliográficos de la Villa de los Papiros hay, al menos, diez volúmenes de Epicuro de Samos. Este
pensador griego escribió un tratado de 37 volúmenes sobre el empirismo llamado Sobre la
naturaleza, quizás la base más amplia en la época clásica del aprendizaje a través de la
experimentación. Se manifestó en contra del destino, de la necesidad y del recurrente sentido
griego de fatalidad. La naturaleza, según sus reflexiones, está regida por el azar, entendido como
ausencia de causa en nuestras acciones. Sólo así era posible la libertad, sin la cual el hedonismo
no tiene motivo de ser.
Pompeya y Herculano eran ciudades muy hedonistas. Es frecuente encontrar en las calles de la
primera penes que nos dirigen a un lupanar de más de 2.000 años de antigüedad. Sus frescos nos
obsequian escenas de sexualidad no tan alejadas de la pornografía actual. Pompeya y Herculano
disfrutaban de calzadas limpias -un sistema que Carlos III copiaría después para Madrid- baños
públicos y termas encaminados al disfrute de sus ciudadanos. También de numerosos anfiteatros
y circos que prueban la búsqueda del placer.
Se sabe que Pisón había empaqueto su valiosa biblioteca en cajas de madera con objeto de
trasladarla a un lugar más seguro cuando fue sorprendida por el flujo piroclástico del Vesubio.
Todavía hay mucho que desenterrar. En los años noventa se descubrieron otras dos plantas
desconocidas de la villa y los arqueólogos aseguran que pueden haber alrededor de 3.000 metros
cuadrados más por excavar. Sin embargo, el gobierno italiano está practicando una política de
conservación -más interesado en proteger lo que ya ha sido descubierto- que en ofrecer al mundo
nuevas revelaciones. En otras palabras: el futuro nos aguarda aún muchas sorpresas.
Publicado en nuestra edición número 62 de Agosto 2016
Prohibida la reproducción total o parcial del texto sin el permiso expreso de XCRIPTUM PRODUCCIONES A2 S.L
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