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CON LOS OJOS DEL CORAZÓN É rase una vez una niña llamada Maria. Tenía cuatro años y medio, aunque a ella le gustaba pensar que tenía “casi cinco años”. A pesar de ser la más pequeña de su clase era muy madura para su edad, simpática, divertida y muy inteligente. Sus padres estaban muy orgullosos de la niña y la querían más que a nada en el mundo, aunque a veces, sobre todo su madre, se enfadaba mucho con ella. Los padres de María estaban muy preocupados porque uno de sus ojos no trabajaba muy bien y el médico les había dicho que ayudaría mucho a su recuperación el uso de un parche que María debía utilizar una hora cada día. Y ahí estaba el problema. A pesar de lo importante que era llevar el parche, María se negaba. Todos los días, su madre trataba de convencerla explicándole que si se lo ponía había muchísimas probabilidades de que el ojo se curase, pero María no le hacía ni caso y como su madre estaba desesperada, al final, 1 pasaba a las amenazas que, desgraciadamente era lo único que daba resultado. La madre ya no sabía que solución tomar. Tenía una amiga que podía hacer magia y a ella le contó lo que le ocurría. -No te preocupes, le dijo su amiga. Sólo tienes que hacer una cosa: tráeme unos cuantos de los parches que María tiene que utilizar para tapar el ojo. Y así lo hizo. Le llevó una caja llena pensando con curiosidad qué sería lo que iba a hacer con ellos. La maga se metió en una habitación que tenía llena de frascos y ungüentos y cerró la puerta. Estuvo ahí un buen rato y de vez en cuando, por la rendija, se filtraban luces de colores y un olor muy, muy extraño. Cuando salió, entregó a su amiga la caja con los parches. -Uno de los parches que contiene la caja es mágico. Dile a María que ni tu ni ella podéis saber cual es, por tanto, tendrá que ir usando uno cada día. Pero que no se preocupe. El día 2 que utilice el parche mágico lo sabrá enseguida. Cuando la niña escuchó lo que su madre le contaba se puso muy nerviosa y quiso probarlos todos a la vez, pero su mamá le aseguró que sólo daría resultado si utilizaba uno cada día y que además, su amiga le había dicho que sólo aparecería cuando ella estuviese preparada. Así pues, decidió confiar en su madre y cada dia, a su hora y sin protestar se ponía el parche y mientras tanto, trataba de entretenerse haciendo cosas divertidas. De todas formas, sólo tenía que llevarlo una horadiaria. Tampoco era para tanto… Un día, cuando ya casi se había olvidado del parche mágico y mientras estaba con el ojo tapado escuchó una extraña vocecita. Quiso destaparse el ojo para ver quien le hablaba y la voz le dijo: -No, María, no lo hagas. Para verme no necesitas los ojos. Lo esencial sólo puede verse con el corazón. Se quedó muy quieta recordando que había oído esta frase cuando su papá le había leído el cuento del Principito y le preguntó: 3 -¿Tu eres el mago que se esconde en el parche? ¡Por fin te he encontrado!. La vocecita le contesto: He estado siempre ahí, sólo que tu no podías verme ocupada en discutir con tu madre. Cuando te has decidido a colaborar, y gracias a eso han dejado de escucharse tantos gritos en tu casa, has podido abrir los ojos a lo verdaderamente importante. Eres tu quien ha creado la magia al ser capaz de esforzarte cada dia para conseguir lo que necesitas. La magia está en ti, y continuará mientras puedas escuchar los consejos de las personas que quieren ayudarte, mientras hagas lo posible por seguir aprendiendo y mientras mires la vida con amor. Ha pasado mucho tiempo. María, ya no necesita cubrirse el ojo con un parche. Pero, de vez en cuando, si siente miedo, está indecisa o, quiere saber lo que verdaderamente ocurre en su interior, se cubre los ojos con las manos y escucha lo que le dice su corazón. Ana Isabel García Capapey. Mayo 2010 4