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Débora, ¡entona un cantar!
Ayer se me quedó grabada una frase del Papa. Decía que la belleza de Dios “abre en nosotros la herida
del amor”. “Con tres heridas vengo, dice el cantar, con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la
vida”.La primera, es la del amor. En la Biblia se dice: “ninguna herida como la del corazón”.
Ayer, por no alargarme, se me quedó algo maravilloso en el tintero. Cuando Ratzinger contrapone la
hermosura del Rey en el salmo 45 y la fealdad del rostro deformado de Isaias 53, explica que para los clásicos
griegos no había duda: la belleza era una hermosura en plenitud, la perfección total. Platón ve, en el encuentro
del hombre con la belleza, la sacudida del entusiasmo divino. Pero… hay un pero.¿Puede tener la belleza, algo
que perturbe como la fealdad? Al parecer, sí. Platón y San Agustín dicen: “El hombre ha perdido la perfección
del origen divino. El recuerdo y la nostalgia le hacen buscar la belleza. Le hacen sufrir. Hay algo, en lo que
anhelamos, que nos hiere”
Al hablar de esto, el Papa, hace intervenir a otro personaje. Lo explica así: “En el siglo XIV, en el libro
La vida en Cristo del teólogo bizantino, Nicolás Kabasilas, volvemos a encontrar esta experiencia de Platón.”
Debo decir que Kabasilas es mi gran amor. Lo leí en castellano. Lo perdí. Lo encontré en Paris, escrito
en francés y en griego original. Y pude leerlo en ese idioma, gracias a las cartas de amor, de mi padre, que se
escribía con su novia de Guadix, en griego. Y ella le contestaba también.¡Qué alegría oír al Papa hablar de
Kabasilas!¡Atáos el cinturón que volamos alto! “Kabasilas afirma: hay hombres que llevan en sí un deseo tan
poderoso que supera su naturaleza, que desean fuertemente y braman…estos hombres han sido alcanzados por
el Esposo mismo. Él ha enviado a sus ojos un rayo ardiente de belleza. La profundidad de la herida revela ya
cual es el dardo y la intensidad del deseo, deja entrever Quien ha lanzado la flecha”.
“La belleza hiere, continúa el Papa, pero, justamente de esta manera, llama al hombre a su Destino
último”
Aquí vamos a por todas. Nos abrimos juntos a la Belleza. Iremos por ahí apretando nuestra herida
secreta, aunque duela.
Y no esta mal en este tiempo de Pasión donde Cristo sufre crueles heridas, que son heridas de amor.
Via Crucis de Guardini.
SEGUNDA ESTACIÓN
JESUS TOMA LA CRUZ SOBRE SUS HOMBROS
“Ha sido dictada la sentencia. Jesús la ha aceptado en silencio. Ahora acercan la cruz. El reo mismo
debe llevarla al lugar del suplicio.
Jesús toma el madero del dolor. No se lo deja cargar pasivamente, sino que lo coge con decisión.
No se trata de una exaltación inconsciente. Lo que se aproxima, se presenta al espíritu de Jesús cruel y
penetrantemente, en todo su horror. No se llama a engaño. Lo que le impulsa no es el valor de la desesperación.
El Señor es completamente libre y está exento de todo temor.
Ve en la cruz la misión que el Padre le ha encargado: nuestra salvación. La quiere con toda la fuerza de
su alma. Y su alma está serena y sosegada. Va al encuentro de la cruz y la toma resuelto.
Señor, una cosa es decir "estoy dispuesto a lo que Dios quiera" cuando todo va bien, y otra cosa muy
distinta estar dispuesto de veras cuando llega la cruz. El corazón desfallece, teme, y todas las buenas
disposiciones se olvidan.
Ayúdame, a sostenerme cuando sea preciso. La cruz, tal vez, está ya aquí, o muy cerca. Que venga
cuando quiera; mi voluntad firme es estar dispuesto para esos momentos críticos. Hazme fuerte y generoso para
que no me lamente ni me oponga a lo que irremediablemente ha de suceder. Quiero mirarlo de frente y reconocer
en ello la voluntad del Padre.
Concédeme la firme confianza de creer que este dolor es para mi bien, y confórtame para que lo acepte sin
titubear; así, si logro afrontarlo, quedará superada gran parte de su amargura.”
¡Claro que la superaremos! Manos al corazón. Recordemos que hay una herida de amor. “Su profundidad,
dice Kabasilas, deja entrever Quien ha lanzado la flecha”.¡Qué os aliviéis!
Débora.