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2
HUELLAS Y SUSTENTABILIDAD
La confusión sobre el significado de sustentabilidad y su importancia han
obstaculizado el progreso hacia su logro. Esta confusión no es totalmente inocente, a
veces refleja la voluntad de desdibujar ciertos temas y conflictos de intereses, mientras
que otras veces es producto de temores genuinos. En este capítulo, intentamos
desenredar esta confusión; argumentamos que la sustentabilidad es un concepto
sencillo, al menos conceptualmente, y sugerimos que evaluar las implicancias del
modelo de la Huella Ecológica nos ayuda a entender al menos las demandas ecológicas
en pro de una sociedad sustentable.
El debate sobre la sustentabilidad: Un concepto sencillo que
lleva a estrategias contradictorias
E l desafió de la sustentabilidad
Desde que se publicó «La primavera silenciosa» (Silent Spring) de Rachel Carson
en 1962, una literatura en aumento ha expresado la preocupación de que la ecósfera,
nuestro sistema de soporte vital, está siendo depredada a una tasa acelerada. La lista de
amenazas al sistema de soporte vital al que estamos arraigados es abrumadora: los
desiertos están avanzando hacia las áreas ecológicamente productivas, a una tasa de 6
millones de hectáreas por año; la deforestación reclama anualmente más de 17
millones de hectáreas; la oxidación y erosión de los suelos exceden la formación de
suelos por 26 mil millones de toneladas por año; las pesquerías están colapsando; la
disminución y contaminación de las aguas subterráneas se acelera en muchos lugares del
mundo; hasta 17.000 especies desaparecen cada año; a pesar de las acciones correctivas, el
ozono estratosférico continúa deteriorándose; las sociedades industriales han aumentado
las emisiones de dióxido de carbono atmosférico en 28 por ciento. Todas estas
tendencias son el resultado de
47
ya sea la sobreexplotación (el consumo excesivo) o la generación excesiva de desechos
1 . Como todo lo que consumimos en algún momento alimenta el flujo de
desechos, simplificando al extremo, podemos decir que el «transflujo» de energía y
material de la economía humana está más allá de sus límites seguros.
Al mismo tiempo, muchas personas ni siquiera pueden satisfacer sus necesidades más
básicas. Como lo vimos en la Introducción, un 20 por ciento de la población humana disfruta
de una riqueza sin precedentes, incluyendo la mayoría de la gente del «Norte». Sin
embargo, el 20 por ciento que percibe 1,4 por ciento de los ingresos globales padece
condiciones de desnutrición recurrente. Esta segregación, acentuada de acuerdo al género y
la etnia, va más allá del ingreso. El hecho de que en 1990, sólo 3,5 por ciento de los
ministros del mundo eran mujeres y que 93 países no tenían ministros mujeres, son
síntomas de una desigualdad social mucho más profunda 2 .
Personas preocupadas por el tema han recomendado un uso más responsa ble
y equitativo de la ecósfera a lo largo del siglo XX; sin embargo, no fue hasta el año 1987
que el informe de La Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y De sarrollo de las
Naciones Unidas (CMMAD) (también conocido como Informe Bruntland), Nuestro
futuro común, popularizó la idea del «desarrollo sustentable». Los efectos sociales y
ecológicamente destructivos del enfoque de «desarrollo» prevaleciente han llegado
finalmente a representar un tema serio en la agenda política.
El punto de partida del trabajo de la Comisión Brundtland fue su recono cimiento de que el futuro de la humanidad estaba amenazado. Nuestro futuro común
comienza con esta declaración:
La Tierra es una, pero el mundo no lo es. Todos dependemos de una sola Biósfera para
el mantenimiento de nuestras vidas. Pero cada comunidad, cada país, intenta
sobrevivir y prosperar sin prestar mucha atención a los impactos que genera sobre
los demás. Algunos consumen los recursos de la Tierra a una tasa que poco dejará a las
generaciones futuras. Otros, muchos más en cantidad, consumen demasiado poco y
viven con la perspectiva del hambre, la miseria, la enfermedad, y la muerte
prematura.3
1 Para una discusión más detallada de estas tendencias, consultar e l anual State of the World y Vital S ig n s
del Worldwatch Institute (NY: W.W. Norion) o el bianual World Resources del World Re sources Institute,
UNEP y UNDP (NY: Oxford University Press).
2 Worldwatch Institute, Vital Signs (NY: W.W. Norton, 1995).
3 The World Commision on Environment and Development (WCED) fue presidida por el Primer Ministro
Noruego Gro Harle m Brundtland. La declaración de apertura es de la pá gi na 27 y la definición de
desarrollo sustentable, de la página 43 de su informe, Our Common Fut ure (NY: Oxford University
Press, 1987).
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Para enfrentar los desafíos del sobreconsumo por un lado y la pobreza por el
otro, la Comisión hizo un llamado en pro de un desarrollo susteniable, definido como
«....un desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer las
capacidades de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades».
IMAGEN
Fig. 2.1: Uso Sustentable: La Analogía del Balde de Agua.
Imagina un balde que está siendo llenado con agua a un flujo constante. El agua en el balde son las existencias de capital que
pueden ser retiradas tan rápidamente como el balde esté siendo llenado. Este balance de la cantidad de extracción es una
forma de renta sustentable. De manera similar, la naturaleza es un «balde» que está conti nuamente rellenándose por el
sol: la fotosíntesis produce material vegetal, las bases pa ra todo el capital biológico de casi todas las otras formas de vida;
y los ciclos climático, hidrológico y otros biofísicos son también alimentados por el sol. La sustentabilidad implica que
el capital natural debe ser usado no más rápidamente de lo que pueda ser regenerado (derecha). No obstante, el
comercio y la tecnología han posibilitado a la humanidad explo tar progresivamente la naturaleza más allá de los límites
sustentables, así es que el consumo presente excede la renta natural (el «interés» de nuestro capital). Esto deja a la
siguiente generación con el capital degradado y un potencial productivo menor, a pesar de que las expectativas de
población y material aumentan (izquierda).
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En otras palabras, la Comisión reconoció que el imperativo económico convencional de
maximización de la producción económica ahora debe estar restringido -o quizás,
debemos decir aumentado- por un imperativo ecológico de protección de la ecósfera y
un imperativo social de minimización del sufrimiento humano, hoy y en el futuro. Por
primera vez, el medio ambiente y la equidad se transformaron en variables explícitas en
la ecuación del desarrollo. El desarrollo sustentable, por lo tanto, depende tanto de la
reducción de la destrucción ecológica (principalmente limitando el transflujo energético
y material de la economía humana) como del mejoramiento de la calidad de la vida
material de los pobres del mundo (mediante la liberación del espacio ecológico
necesario para mayor crecimiento de los países en vías de desarrollo y asegurando
que los beneficios fluyan donde más se necesitan).
Partiendo de la definición B r undtland, argumentamos que,
conceptualmente, la sustentabilidad es un concepto sencillo: implica vivir en forma
cómoda en términos materiales y en paz unos con los otros dentro de los límites de
la naturaleza. A pesar de esta simplicidad aparente, sin embargo, no existe consenso
sobre las implicancias políticas del concepto (véase el Recuadro 2.1). Algunas personas
no están convencidas de que haya efectivamente una crisis de sustentabilidad, mientras
que otras temen lo que podría implicar reconocer que sí la hay.
RECUADRO 2.1:
Sustentabilidad y Desarrollo Sustentable: Algunas Aclaraciones4
La necesidad que posee la humanidad de vivir con equidad dentro de los límites
de la naturaleza, subyace en la mayoría de las definiciones de desarrollo sustentable,
empezando con el llamado, ampliamente aceptado, de la
Comisión Brundtland, de «,.. [satisfacer] las necesidades del presente sin
comprometer las capacidades de las generaciones futuras de satisfacer sus propias
necesidades». Sin embargo, a pesar del amplio reconocimiento de los síntomas
ecológicos y sociales del problema, las interpretaciones del desarrollo sustentable y
sus implicaciones son contradictorias, incluso dentro del mismo informe de la
Comisión Brundtland.
Una de las razones que motiva la existencia de interpretaciones contradictorias del mensaje fundamental de la sustentabilidad, es obvia -el término
«desarrollo sustentable» es por sí mismo engañoso y ambiguo. Muchas personas se
identifican más con la parte «sustentable» y escuchan un llamado hacia la
transformación social y ecológica, un mundo de estabilidad ambiental y justicia
social. Otras se identifican más con «desarrollo» y lo interpretan como un crecimiento
más sensible, una versión reformada del estatus quo. Sharachchandra Lélé escribe que
las varias interpretaciónes del desarrollo sustentable se deben no a la mala
comprensión, sino a las diferencias ideológicas y renuencia de muchos en
reconocer las implicaciones del mensaje subyacente. La imprecisión intencionada
del concepto, aún definido por Brundtland, es un reflejo de la política del poder y el
regateo político, y no una manifestación de una dificultad intelectual inalcanzable.
Michael Redclift comenta que «...si no estamos preparados para cuestionar
nuestros supuestos, tanto sobre desarrollo como sobre
Continua en la pág.siguiente
4 Definiciones de Sustentabilidad son discutidas en Sharachchandra M. Lélé, «Sustainable Development A
Critica] Review» World Development Vol. 19, N° 6 (1991): 607-621; en el anexo de David, Anil Markandya
y Edward Barbier, Blueprint for a G reen Economy (London: Earthscan Publications, 1989); y en William E.
Rees, Defining Sustainable Development (The Univcrsity of British Columbia, Vancouver: Centre for Human
Settlements Publications, 1989). Además ver Hermás E. Daly, «Elements of Environmental Macrocconomics» en
Robert Costanza, ed., Ecological Economics: The S cience and Ma na ge ment of Sustainability (NY: Columbia
University Press, 1991) Lester W. Milbrath, Envisioning a Sustainable Sociery.• Learning Our Way Out
(Albany, NY: State University of New York Press, 1989); y Michael Redclift, Sustainable Development.•
Exploring its Contradtctions (London: Methuen & Co.,1987).
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medio ambiente y dar efecto político a las conclusiones a las cuales llegamos, se
mantendrá la realidad de un desarrollo no
Como se sugiere anteriormente, parte de la confusión en torno al «desarrollo
sustentable» surge del fracaso generalizado para distinguir entre desarrollo real y
mero crecimiento. El economista Herman Daly aclara esta diferencia definiendo el
«crecimiento» como un incremento en tamaño mediante el aumento material,
mientras que el «desarrollo» es la realización de un potencial más amplio y
completo. En resumen, el crecimiento significa llegar a ser más grande mientras el
desarrollo significa llegar a ser mejor. Para Daly, entonces, el «desarrollo
sustentable» es un mejoramiento social progresivo sin crecer más allá de la
capacidad de carga ecológica. Este autor considera el «crecimiento sustentable»
como una contradicción que carece de sentido. Buscar sustentabilidad puede
realmente requerir de una reducción del transflujo económico agregado, mientras
otorga más posibilidades de consumo a los más pobres.
otras ambigüedades escondidas en el «desarrollo sustentable». El término
se refiere a: a) las condiciones necesarias para vivir sustentablemente (una meta o
un estado); b) la forma sociopolítica de lograr la meta (un proceso de
planificación); o e) estrategias específicas para resolver problemas presentes
(soluciones parciales). La inhabilidad de clarificar cómo el término está siendo usado
en un contexto específico, puede producir un malentendido infructuoso. A algunos
oídos, el término «desarrollando sustentabilidad»» es menos ambiguo y se prefiere
al término «desarrollo sustentable».
Por supuesto, si los científicos están en lo correcto (y creemos que lo están), las
consecuencias de no reconocer los límites materiales de la economía son más aterradoras
que cualquiera otra transformación involucrada, por el cambio hacia una real
sustentabilidad. Nuestro estilo de vida cada vez más global y consumista -viviendo como
si la naturaleza no tuviera factores biofísicos limitantes-, no solamente socava las
funciones globales de soporte vital sino que amenaza también la estabilidad geopolítica.
En este contexto, la buena noticia es que en la actualidad son muchas las personas que
aceptan el desafío de la sustentabilidad como el primer paso hacia un futuro más seguro.
La mala noticia es que la corriente política y económica muestra pocas señales de
reconocer la existencia de cualquier límite biofísico. Así, las instituciones «oficiales» de
desarrollo mundial parecen más convencidas que nunca de que la ruta más corta a la
sustentabilidad se logrará por medio de la expansión económica sin restricciones.
En síntesis, la existencia de conflictos de intereses, perspectivas mundiales
contradictorias, análisis incompatibles, así como crecientes expectativas materiales
junto al temor al cambio, han generado una cadena de interpretaciones de la
sustentabilidad y de cómo lograrla, que termina por desorientarnos. ¡No resulta
sorprendente en estas condiciones la lentitud de cualquier progreso en ese sentido! El
problema es que no todas las interpretaciones de la sustentabilidad pueden ser
igualmente válidas. Los supuestos, y los hechos sobre los cuales cada uno de ellos está
basado, deben ser sometidos a un escrutinio lógico y a frecuentes «chequeos de realidad»
apoyándose en la evidencia empírica acumulada, antes de que sus prescripciones sean
aceptadas. En este sentido, examinemos con más cuidado nuestra propia premisa de que
los humanos tienen que aprender a vivir los unos con los otros dentro de los límites de la
naturaleza.
RECUADRO 2.2:
Sobre el capital natural 5
El capital natural se refiere a cualquier stock de recursos naturales que
produce un flujo de bienes y servicios valiosos para el futuro. Por ejemplo, un
bosque o un stock de peces puede proveernos un flujo o cosecha que es potencialmente sustentable año tras año. El bosque o el stock de peces son el «capital
natural», y la cosecha sustentable es el «ingreso natural». El capital natural
también tiene funciones como la asimilación de los residuos, control de la erosión e
inundaciones, o la protección de la radiación ultravioleta (la capa de ozono es una
forma de capital natural). Estos servicios de soporte vital son también
considerados como ingreso natural. El flujo de servicios de los ecosistemas, a
menudo requiere que éstos funcionen como sistemas intactos, la estructura y
diversidad del sistema pueden ser un componente importante del capital natural.
Generalmente los investigadores consideran que hay tres categorías de capital
natural: renovable, de posible reposición, y no renovable. El capital natural
( co nt in ua en pg sigu ie nte )
5 Adaptado libremente por Robert Costanza y Herman E. Daly, -Natural capital and sustainable
development», Conservation Biology Vol.l (1992): 37-45 y William E. Rces, «Achievíng
Sustainability: Reform or Transfomnation?» , Journal of Planning Literature Vol. 9, N°4 (1995)
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renovable, como las especies vivas o los ecosistemas, generan su propia producción y
mantenimiento, utilizando la energía solar y la fotosíntesis. El capital natural de
posible reposición incluye el agua subterránea o la capa de ozono. No es capital vivo,
pero se va renovando o reponiendo en forma continua, a menudo gracias a otro tipo
de mecanismo solar. Al contrario, las formas no renovables de capital natural, tales
como los combustibles fósiles o los minerales son análogos a sus existencias.
Cualquier uso de ellos implica eliminar parte del stock. La presencia de existencias
adecuadas de capital natural, que se produzca a sí mismo y se reponga en forma
continua, son esenciales para las funciones de soporte vital (y generalmente no son
sustituibles), consideramos que estas categorías de capital natural son más importantes
para la sustentabilidad que sus formas no renovables.
Debería ser obvio con respecto a lo anterior que el «capital natural» de la
Tierra es más que un inventario de recursos industriales: incluye todos los
componentes de la ecósfera, así como las relaciones estructurales entre ellos, cuya
integridad organizadora es esencial para la autorregulación y la autoproducción
continua del sistema mismo. De hecho, es esta integración funciona] y estructural
altamente evolucionada la que hace de la ecósfera el «medio ambiente» habitable y
único que es. En efecto, la ecósfera está producida en parte por los mismos
organismos de los cuales está compuesta. Adicionalmente, los ciclos ecológicos,
hidráulicos y geoclimáticos no sólo transportan y distribuyen nutrientes y energía,
sino son parte de los mecanismos homeostáticos y autorreguladores que estabilizan
las condiciones en la Tierra para todas las formas contemporáneas de vida,
incluyendo a la humanidad. Todos éstos, también, son formas de capital natural.
Si consumimos más que el interés o renta de nuestro capital natural, disminuimos
nuestra riqueza biofísica. Esto socava nuestro futuro porque, a pesar de nuestra
creciente sofisticación tecnológica, los humanos nos quedamos en un estado de
«dependencia obligada» de la productividad y los servicios de soporte vital de la ecósfera 6.
Así, desde una perspectiva ecológica, poseer suelos adecuados y el capital natural
productivo asociado es fundamental para la continuidad de la existencia humana en la
Tierra. Significativamente, en la actualidad, tanto la población humana como el consumo
promedio están incrementando, mientras el área total de los suelos productivos y las
existencias de capital natural son fijas o decrecientes.
Estas tendencias plantean la pregunta de cuánto capital natural es suficiente.
¿Debiéramos intentar conservar o aumentar nuestras reservas de capital natural
(sustentabilidad fuerte)? O, como lo creen muchos economistas, ¿son las pérdidas de
capital natural aceptables, si están compensadas por la sustitución de una cantidad o valor
equivalente de capital artificial («sustentabilidad débil» véase el recuadro 2.3)?7
Ciertamente, son muchos los ejemplos de cómo la tecnología ha sido capaz de
sustituir recursos naturales. La transmisión de microondas y las fibras ópticas han
reducido de forma significativa la demanda de cobre. Sin embargo, argumentamos que, en
muchas situaciones, la opción de la sustitución no es aplicable -el capital natural (por
ejemplo, el bosque) es a menudo un prerrequisito para el capital manufacturado (por
ejemplo, un aserradero). En otros casos, la tecnología y el capital manufacturado
simplemente no podrían substituir con un capital natural en estado crítico (por ejemplo, a
la capa de ozono) en un futuro previsible. Por lo tanto, incluso en las mejores
circunstancias, la fe ciega en la sustitución sería una opción muy arriesgada. En las
circunstancias actuales, la velocidad del agotamiento de las existencias y el cambio global
acelerado sugieren que las reservas de
La sustentabilidad fuerte:
condicíón ecológica mínima aceptable para la sustentabilidad
Mientras la Tierra siga siendo el único hogar de la humanidad, la
sustentabilidad requiere que vivamos dentro de la capacidad productiva de la naturaleza.
Para usar una metáfora económica, la humanidad tiene que aprender a vivir de la renta
generada por las existencias remanentes de capital natural. El «capital natural» incluye
no solamente todos los recursos naturales y la capacidad de asimilación de residuos
necesarios para mantener la actividad económica humana, sino también aquellos
procesos biofísicos y relaciones entre componentes de la ecósfera que proporcionan
«servicios» esenciales para las funciones de soporte vital (véase el Recuadro 2.2).
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6 William E. Rees desarrolla el tema de la «dependencia obligada» en «Sustainable Development and the
Biosphere: Concepts and Principles» , Teilhard Studies Number 23 (Chambersburg, PA: Anima Books (for
American Teilhard Association for the Future of Man), 1990).
7La distinción débil-fuerte fue presentada por David Pearce et al. (1989) y Herman E. Daly y John Codd
(For the Common Good, Boston: Beacon Press, 1989). Los documentos refutando la crisis de la
sustentabilidad son Marcus Gee, <<Apocalypse Deferred: The End Isn't Night >, en The Globe and Mail, 9
April 1994, DI-3; y Julian L. Simon y Herman Kahn, eds., The Resourceful Earth: A Response to Global
2000 (NY: B. Blackwell, 1984). El estudio de David Pearce y Giles Atkinson se llama «Capital Theory and
the Measurement of Sustainable Development: An Indicator of `Weak' Sustainability» en Ecological
Economics Vol.8, N° 2 (1993): 103-108.
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capital natural ya no son adecuadas para asegurar la estabilidad ecológica a largo plazo.
Frente a esta situación, creemos que la «sustentabilidad fuerte» es una condición
necesaria para el desarrollo ecológicamente sustentable. Más explícitamente, esta
condición se cumple sólo si cada generación hereda las existencias adecuadas de bienes
biofísicos esenciales, no menores que las existencias de bienes heredados de la
generación anterior. (Si se mantienen los estándares materiales promedios de hoy, esta
«herencia» tendrá que ser calculada per cápita, para contrarrestar el efecto del
crecimiento poblacional). Esta versión de la condición de «las existencias de capital
constante» es independiente del estado de las existencias de capital artificial (aunque, sí
es posible, el segundo también debe quedarse constante per cápita.)
RECUADRO 2.3:
¿Sustentabilidad fuerte o débil?7
Muchos economistas piensan que la «sustentabilidad débil» es suficiente.
Según esta perspectiva, la sociedad es sustentable si las existencias agregadas de los
bienes naturales y manufacturados no están disminuyendo. En otras palabras, la
sustentabilidad débil permite la sustitución del capital natural agotado por su equivalente de capital artificial. Desde esta perspectiva, la pérdida del potencial de
ganancias de un bosque que dejó de existir no es un problema si parte de las ganancias de la liquidación ha sido invertida en fábricas con un potencia] dc ganancias
equivalente. Al contrario, la «sustentabilidad fuerte» reconoce las funciones de soporte vital y los servicios ecológicos no contabilizados, que proveen muchas formas de
capital natural, así como el riesgo significativo asociado a una pérdida irreversible de
éstas. (Además de fibras, los bosques proporcionan servicios tales como el control
de la erosión y de las inundaciones, la distribución del calor, la regulación climática,
así como una variedad de otras funciones y valores no reconocidos por el mercado). La
sustentabilidad fuerte, por lo tanto, requiere que las existencias de capital natural se
mantengan constantes, independientemente del capital artificial. Algunos autores
sugieren que también se deben mantener las existencias de capital manufacturado en la
sustentabilidad fuerte para que no haya ningún tipo de depreciación de capital.
Estamos de acuerdo que esto es preferible, pero queremos enfatizar la importancia de
mantener el capital natural adecuado para las funciones de soporte vital. Recuerden
también que si la población y las expectativas materiales están creciendo, las
existencias de capital en realidad deberían estar aumentando -en otras palabras,
deben incrementarse las reservas per cápita.
Se observa mejor la debilidad del concepto de «sustentabilidad débil» en un
estudio realizado por David Pearce y Giles Atkinson. Partiendo del supuesto de la
sustentabilidad débil de que el capital natural y el artificial son sustituibles, estos
autores listaron por orden de importancia la sustentabilidad de 18 países
representativos. Propusieron que «...una economía es sustentable si ahorra más (en
términos monetarios) que la depreciación de su capital natural y artificial...»
Como resultado, Japón, los Países Bajos y Costa Rica encabezan la lista de los
países sustentables, mientras que las naciones más pobres de Africa se identifican
como las menos sustentables. Esta comparación muestra la inaplicabilidad
ecológica de la sustentabilidad débil. No reconoce que gran parte del ahorro
monetario de los así llamados países ricos proviene del agotamiento del capital
natural de otros países y la explotación de los bienes comunes globales. Por
ejemplo, la sustentabilidad económica aparente de Japón y de los Países Bajos
depende de sus importaciones a gran escala (véase el recuadro 3.5). En efecto, es el
déficit ecológico masivo el que permite que se mantengan estos altos estándares
materiales, sin embargo este déficit con el resto del mundo (incluyendo algunos
de los países tachados de «no sustentables» ) no se contabiliza.
Aunque la «sustentabilidad fuerte» puede parecer radical como medida de conservación,
el concepto es todavía altamente antropocéntrico (centrado en lo humano) y
estrechamente funcional. El énfasis está en las demandas biofísicas mínimas para la
supervivencia humana sin pensar en las otras especies. Ciertamente también (como a
nuestros estudiantes más sensibles les gusta recordarnos), no experimentamos el sabor, el
sentido ni el olor de la alta exuberancia sensual de la naturaleza como «capital natural».
Sin embargo, la preservación de los bienes biofísicos esenciales para la humanidad
implica la protección directa de ecosistemas enteros y de miles de especies claves,
beneficiándose así indirectamente muchos otros organismos. En síntesis, la esperanza
más alentadora para mantener tanto una significativa biodiversidad como la
experiencia de la naturaleza bajo nuestro actual sistema de valores, puede ser el propio
interés de los seres humanos, enriquecido con esta visión profundamente ecológica. Por
supuesto, si la humanidad fuera a trasladarse hacia valores más ecocéntricos, aseguraría
su propia supervivencia en forma más efectiva. El respeto para, y la preservación de,
otras especies y ecosistemas, por sus valores
(continúa en pág. siguiente)
56
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espirituales e intrínsecos, aseguraría en forma automática la seguridad ecológica de
los seres humanos.
También, tenemos que reconocer que el mantenimiento del mínimo ecológico
aceptable no es en sí mismo una condición suficiente para la sustentabilidad. Es
necesario cumplir con algunas condiciones socioeconómicas mínimas para asegurar el
consenso necesario para la acción a corto plazo y para la estabilidad geopolítica a largo
plazo. Al final del análisis, la sustentabilidad significa asegurar una calidad de vida
satisfactoria para todos. Lo más importante es, por lo tanto, trabajar para lograr
estándares básicos de equidad material y justicia social dentro de y entre los países (un
objetivo que parece estar en retroceso hoy). También necesitamos compartir un
compromiso común, enfocado hacia nuestro interés colectivo, de mantenimiento de los
bienes comunes globales, una idea que aún está luchando para ser tomada en cuenta
dentro de la retórica estéril de la globalización económica competitiva. Si no
satisfacemos estas condiciones, simplemente no vamos a poder desarrollar las capacidades necesarias para enfrentar, en forma humana y solidaria, los cambios globales y
los conflictos inevitables que éstos van a generar.
Ya que hemos descrito el mínimo aceptable para la sustentabilidad, necesitamos
concentrarnos en cómo llevar a la práctica estas condiciones. Pero tenemos que andar
precavidos en el camino que lleva a encontrar soluciones a este problema. Después de
todo, las causas de muchas de nuestras dificultades actuales son el resultado de las
soluciones «a la rápida» de ayer. Significativamente, en este sentido, las sugerencias de
la Comisión Brundtland están a favor de soluciones tecnológicas al problema de la
sustentabilidad.
La propuesta de la Comisión Brundtland
Muchos analistas han argumentado que las «soluciones» propuestas por la
CMMAD no son consistentes con sus propias definiciones de sustentabilidad. De
hecho, la Comisión fue curiosamente ambigua en su definición 8. Nuestro Futuro
Común define «necesidades» como «...las necesidades esenciales de los pobres del
mundo, a las que debe darse una prioridad predominante...». También reconoce las
«...limitaciones impuestas por el estado de la tecnología y la organización social sobre
la capacidad del medio ambiente de satisfacer [estas necesidades]...». A las personas
preocupadas por la integridad ecológica y la equidad social, este énfasis
8
en «las necesidades esenciales de los pobres» y en las «limitaciones» pareció ser más bien
una súplica para el reconocimiento político de las injusticias económicas globales y los
límites al crecimiento material. Esto a su vez garantizó la aprobación de Nuestro Futuro
Común por parte de los principales grupos ambientales.
Pero hay otro lado de Nuestro Futuro Común que garantizó que este mensaje
fuera recibido con el mismo entusiasmo en las oficinas corporativas en todas partes. El
informe afirma reconfortantemente que «...el desarrollo sustentable no es un estado fijo
armonioso sino un proceso de cambio dentro del cual la explotación de recursos, la
orientación del desarrollo tecnológico y los cambios institucionales se hacen
consistentes con las necesidades futuras además de las del presente...». Así, una
lectura cuidadosa revela que las únicas «limitaciones» reco nocidas por la
Comisión son sociales y tecnológicas. Afirman, por lo tanto, que el logro del desarrollo
sustentable depende de la participación más amplia en la toma de decisiones; de nuevas
formas de cooperación multilateral; de la expansión y traspaso de nuevas tecnologías; de
un aumento en las inversiones internacionales; de un papel más amplio para las
corporaciones transnacionales; de la eliminación de las barreras «artificiales» al
comercio; y de un comercio global ampliado.
En efecto, la Comisión Brundtland iguala el desarrollo sustentable a«...un
crecimiento económico más rápido en los países industriales y en desarrollo...», bajo el
pretexto de que «...la diversificación y el crecimiento económico... ayudarán a los países
en vías de desarrollo a mitigar las presiones sobre el medio ambiente rural...». De forma
consistente con esta interpretación, la Comisión observó que «...se puede anticipar un
incremento de cinco a diez veces del producto industrial mundial al mismo tiempo que
se estabilizará la población mundial en algún momento durante el próximo siglo...».
Mientras ello pueda parecer una tasa extraordinaria de expansión, implica una tasa
de crecimiento anual promedio cercana a sólo un 3,5 a 4,5 por ciento durante los
próximos 50 años. Un crecimiento dentro de este rango ya se ha producido con un
incremento de cinco veces en el producto económico mundial desde la Segunda
Guerra Mundial.
Reconociendo el estrés adicional que esta expansión implica para el medio
ambiente, la Comisión presentó el desarrollo sustentable en términos de un uso más
eficiente de los recursos materiales y energéticos, nuevas tecnologías ecológicamente
benignas, y«...un sistema productivo que respeta la obligación de preservar la base
ecológica para el desarrollo...». Notablemente ausente de Nuestro Futuro Común, sin
embargo, está cualquier análisis de las causas de la pobreza y la
Las siguientes citas son de Our Common Future, pages 43, 9, 89, 213 y 65.
58
59
desigualdad, que la Comisión pretende abordar, o si el crecimiento requerido será
biofísicamente sustentable bajo cualquier sistema productivo. La Comisión tampoco
enfrentó los argumentos según los cuales, en las condiciones actuales, la liberalización
del comercio y los aumentos de productividad convencionales pueden funcionar en
contra de la sustentabilidad (véase el Capítulo 3).
Por ello, los críticos de la Comisión Brundtland califican su interpretación de un
desarrollo sustentable dependiente del crecimiento económico, como una «...amenaza
en cuanto ha sido cooptada (por la corriente principal)... para perpetuar muchos de los
peores aspectos del modelo expansionista, pretendiendo ser algo novedoso...».
Incluso los comentaristas populares condenan el uso del término «desarrollo
sustentable» como «...palabras peligrosas que ahora están siendo usadas... para
enmascarar el mismo viejo pensamiento económico que predica el consumo sin límites,
en su cruzada para convertir más tierras en gloriosas canchas de golf, ghettos
suburbanos altamente peligrosos o lagunas rebosantes de dese
chos (los llamados vertederos) ...»9
No es sorprendente que haya tanta tensión entre numerosos intereses, en sus
esfuerzos para definir la sustentabilidad, ni tanto desencanto público con el concepto.
En nuestro mundo materialista que apunta hacia cada vez más crecimiento, lo
políticamente aceptable es ecológicamente devastador, mientras que lo ecológicamente
necesario es políticamente imposible. Por lo tanto, el desarrollar nuevas estrategias de
sustentabilidad que sean consistentes con el mínimo ecológico aceptable, depende de la
convergencia de las lógicas ecológica y política. Es aquí donde entra la Huella
Ecológica: es una herramienta para la toma de conciencia que nos puede ayudar a
desarrollar una comprensión común del problema y explorar las implicancias de
soluciones alternativas. Como tal, puede ayudar a traducir la sustentabilidad fuerte a la
planificación de la acción.
9 Duncan M. Taylor, «Disagreeing on the Basics: Environmental Debates Reflect Competing
Worldviews», in Alternatives Vol. 18, N° 3(1992): 26-33; y A. Nikiforuk, «Deconstructing Ecobabble: Notes
on an Attempted Corporate Takeover» , This Magazine Vol. 24, N°3 (1990): 12-18.
60
La Huella Ecológica:
una herramienta para planear la sustentabilidad
Midiendo el progreso hacia la sustentabilidad:
lo que se puede y no se puede hacer
Lograr la aceptación para la sustentabilidad fuerte depende del hecho de que
podamos encontrar una unidad significativa para medir las demandas de capital natural
por parte de la economía. Es la productividad de la naturaleza suficiente para satisfacer
indefinidamente las demandas actuales y anticipadas por parte de la economía humana?
Esta pregunta parece tan evidente y crucial para la sustentabili
¿
IMAGEN
Fig. 2.2: La economía de la Tierra plana frente ala economía de la Tierra redonda. La economía convencional es la
economía de la «tierra plana». Implícitamente se asume que el mundo se extiende sin límite en todas las direcciones y no
impone limitaciones importantes al crecimiento económico. En contraste, la economía ecológica reconoce al mundo como
una esfera finita. Todos los recursos provienen de la Tierra y regresan a ella en forma degradada. La única «renta»
proveniente de fuera de la tierra es la luz del sol, la cual alimenta los ciclos materiales y la red dc la vida. La actividad
económica está, por lo tanto, limitada en última instancia por la capacidad regenerativa de la ecósfera.
61
dad que es difícil imaginar cómo los analistas políticos en el gobierno, el sector privado y
las universidades pueden seguir ignorándola en forma sistemática.
Parte del problema reside en que los modelos económicos convencionales ven la
economía humana como un sistema en el que los factores de producción (o sea, trabajo,
capital, información) son casi sustitutos perfectos unos de los otros, y en el que el uso más
intensivo de cuales quieras de dichos factores garantiza un aumento del producto.
Cualquiera otra limitación a los recursos se alivia gracias al comercio. De hecho, esta
visión asume un mundo con una capacidad de carga de expansión infinita.
Otra dificultad surge del hecho que el análisis convencional está basado en un
flujo circular del valor de intercambio (flujos de dinero) entre los hogares y las empresas,
y de vuelta, como lo ejemplifican bien las medidas estándar del PIB. Las medidas físicas
del capital natural, el ingreso natural, y las consecuentes transformaciones de
materia/energía simplemente no son parte del análisis (Figura 2.3). Así, los modelos
convencionales de crecimiento y sustentabilidad carecen de cualquiera representación de
la «infraestructura» biofísica y de los procesos temporalmente
dependientes, de los que depende la economía y que son básicos para un enfoque
ecológicamente informado (Figura 2.4). Más importante aún, no existen referencias a
las interpretaciones modernas de la Segunda Ley de la Termodinámica, la cual considera la
economía como una «estructura disolutiva» compleja arraigada en la ecósfera (véase el
recuadro 2.4 para una explicación más detallada). Muchas de las preguntas críticas
planteadas por las consideraciones ecológicas y termodinámicas se hacen por lo tanto
invisibles para los enfoques convencionales. Parece que la indiferencia actual al concepto
de capacidad de carga derivan no de un conocimiento superior sino de una debilidad
conceptual en los modelos analíticos convencionales.
Uno puede monitorear la disponibilidad de energía, materia y otras formas de
ingreso natural, en términos ya sea de medidas físicas de los flujos y existencias de capital
natural, ya sea de precios corrientes de los bienes y servicios que se transan en el mercado.
Indudablemente, los precios son críticos para operar en el dominio público. El análisis
financiero es esencial para desarrollar presupuestos, o cuando es necesario decidir entre la
construcción de una escuela, un hospital o un teatro; las decisiones empresariales son
impensables sin un análisis monetario sólido. Sin embargo, argumentamos que los análisis
monetarios están fatalmente viciados en su evaluación de los temas de la sustentabilidad o de
los factores limitantes del capital natural. Usar los precios para señalar la escasez de los
recursos o el agotamiento del capital natural, puede ser engañoso, al menos por los motivos
siguientes (Figura 2.5)10:
Uno: Las interpretaciones monetarias de las demandas constantes de capital natural pueden
enmascarar una disminución de las existencias físicas. Por ejemplo, algunos
economistas sugieren que es posible satisfacer la condición de que las existencias de
capital para la sustentabilidad sean constantes, si el valor monetario, o los ingresos
del capital se mantienen más o menos constantes. Según la teoría neoclásica, el precio
marginal de los bienes o«comodities», a medida que se vayan haciendo cada vez más
escasos, debería incrementarse. Si esta
IMAGEN
Fig. 2.3: La perspectiva económica: flujos circulares. La economía convencional enfatiza la aparente autogeneración de flujos
circularesde dinero entre las empresas ylos consumidoresen el mercado. Por eso no se alcanza a tomarencuenta el trabajo informalo
elvalordelos serviciosecológicos,y es ciego alirreversibleflujo unidireccionaldematerialesque sustenta la economía.
62
10
Referencias y lecturas complementarias incluyen: Herman E. Daly y Kenneth N. Townsend,eds.,
Valuing the Earth: Economics, Ecology, Ethics (Cambridge, MA: The MIT Press, 1993); Charles
A.S.Hall, ((Economic Development or Developing Economics: What Are Our Priorities», in Mohan
K. Wali, Ecosystem Rehabilitation, Volume l: Policy Issues (The Hague, the Netherlands: SPB A cademic
Publishing, 1992); Colin Prince, Time Discounting and Value (Oxford: Blackwell Publisher, 1993); Andrew
Stirling, «Environmental Valuation: How Much is the Emperor Wearing?», The Ecologist Vol. 23, N° 3(1993):
97-103; andArild VainandDanielW. Bromley, « Choices without Prices
without Apologies», Journal of 'Environmental Economics and Management 26 (1994): 129 -148.
63
premisa fuera cierta, los precios crecientes (los que deberían señalar la escasez del
recurso) podrían mantener constante el ingreso, o el valor total de un stock de capital
natural específico, mientras las existencias físicas estén realmente declinando. Por lo
tanto, el valor de las existencias o ingreso monetario, constantes puede dar la ilusión de
existencias constantes a pesar de que están disminuyendo los inventarios físicos. En
otros casos, los precios pueden caer (lo que sugiere una abundancia de recursos),
mientras que las existencias se están agotando debido a factores externos al mercado o
a mejorías en las tecnologías extractivas (lo que ha ocurrido con los precios de los
minerales y combustibles fósiles en las últimas décadas). En ambos casos, los precios
del mercado enmascaran el agotamiento de las reservas.
RECUADRO 2.4:
contenida en la ecósfera. Por lo tanto, la economía depende, para su mantenimiento, crecimiento y desarrollo, de la producción por parte de la ecósfera de
materia/energía (essergía) de baja entropía y de la capacidad de la ecósfera de
asimilar desechos.
 Esto implica que más allá de un cierto punto, se puede lograr el crecimiento continuo
de la economía (o sea, el aumento de las poblaciones humanas y la acumulación de
capital manufacturado) sólo a costa de un desorden creciente (entropía) en la ecósfera.
 Esto ocurre cuando el consumo por parte de la economía excede la producción en la
naturaleza y se manifiesta por el intermedio del agotamiento acelerado del capital
natural, la reducción de la biodiversidad, la contaminación del agua/ aire/suelo, los
cambios atmosféricos, etc.
 E. Schneider y J.Kay. 1992. Life as a Manifestation of the Second Law of
Thermodynamics. Impreso por: Advances in Mathematics and Computers in
Medicine. (Waterloo, Ont.: University of Waterloo Faculty of Environmental Studies,
Working Paper Series).
La Ley de Entropía y el Problema/Enigma de la Economía/Ecología
La Segunda Ley de la Termodinámica (llamada también «ley de
entropía» ) afirma que la entropía de un sistema aislado siempre incrementa. Esto
significa que el sistema va perdiendo fuerza en forma espontánea. Toda la energía
disponible se agota, todas las concentraciones de materia se disipan de forma igual,
todos los gradientes desaparecen. En algún momento, ya no hay potencial para más
trabajo útil -el sistema llega a ser completamente degradado y «desordenado».
Esto tiene implicancias significativas para la sustentabilidad:
 Los sistemas no aislados (tal como el cuerpo humano o la economía) están sujetos a
las mismas fuerzas de deterioro que los sistemas aislados. Esto significa que tienen
que importar constantemente material y energía de alta intensidad desde el exterior, y
exportar materia y energía degradada hacia el exterior, para mantener su integridad y
orden interno. Para fines prácticos, este «transflujo»» de material y energía es
irreversible y unidireccional. Por lo tanto, las formulaciones modernas de la Segunda
Ley argumentan que todos los sistemas complejos altamente ordenados y lejos del
equilibrio, necesariamente se desarrollan y crecen (aumentan su orden interno) «a
costa de un creciente desorden en los niveles más altos de la jerarquía del sistema»*.
La economía humana es uno de tales sistemas dinámicos, complejos y altamente
ordenados. También es un subsistema abierto dentro de una ecósfera cerrada y no
creciente en términos de materia, o sea, la economía está
(continúa en pág. siguiente)
64
IMAGEN
Fig. 2.4: El punto de vista mundial de la ecología.
Los flujos circulares están actualmente sostenidos por el transflujo unidireccional de los bienes y servicios ecológicos de la
ecósfera (la corriente de «renta natural»). Toda la energía y mucha de la materia que pasa a través de la economía es disipada
permanentemente dentro "del ambiente" para nunca volver a ser usada de nuevo.
65
Dos: En cualquier evento, la escasez biofísica o ecofuncional no se ve bien reflejada en el
mercado. Los precios de mercado generalmente no dicen nada sobre el tamaño de las
existencias de capital natural restantes ni si hay un tamaño mínimo crítico de
existencias bajo el cual la recuperación sería imposible. En resumen, los precios no
monitorean el tamaño de las existencias ni la fragilidad de los sistemas, sino sólo la
escasez de productos a corto plazo en el mercado. Ni siquiera esto es la completa
verdad; los precios de mercado están más influenciados por la demanda a corto
plazo; el estado de la tecnología (costos de transacciones, procesamiento y
extracción); la intensidad de la competencia; la disponibilidad de sustitutos; etc., que
por la escasez en el mercado. Por ejemplo, las subvenciones, los bajos costos de los
combustibles y los ías de alta tecnología permitieron a las industrias pesqueras
acceder a las existencias de peces del Atlántico Norte, que previamente no eran
alcanzables. Esto mantuvo el abastecimiento en el mercado (a precios relativamente
bajos) aun cuando las existencias se estaban agotando. En cualquier caso, los precios
del pescado tienen que competir con los de la carne de cerdo y de pollo (sustitutos) y
no se dispararán aun en el caso de que la pesquería colapse.
IMAGEN
Cualquier otro valor que pueda tener el precio como indicador de la escasez de las
existencias biofísicas, está socavado por el comportamiento de los sistemas complejos.
Los modelos convencionales presumen un cambio suave y reversible del abastecimiento y
de los precios. De hecho, los sistemas naturales se caracterizan más bien por desfases
temporales y cambios repentinos irreversibles (o tiempos de recuperación muy largos),
comportamientos sistémicos que el mercado es incapaz de detectar.
Tres: Los análisis monetarios son sistemáticamente parciales, ya que descuentan el futuro.
Téngase en cuenta que a una tasa de descuento del 5 por ciento, el valor actual de
un dólar de servicio ecológico, en el espacio de una vida (76 años), descontado
desde ahora, es sólo de 2,5 centavos. En otras palabras, 2,5 centavos puestos en el
banco hoy a una tasa de 5% crecerán hasta un valor cercano a un dólar en 76 años.
El descuento hace que la naturaleza parezca tener cada vez menos valor, mientras
más lejos miramos hacia el futuro. Sin embargo, la vida depende de la continuidad
ecológica: dado el estado de nuestros conocimientos, es probable que las futuras
generaciones necesiten la misma cantidad de los mismos tipos de bienes y servicios
ecológicos críticos per cápita que los que necesitamos hoy, cualquiera que sea el
valor (monetario) actual descontado de estos bienes. Sin embargo, sacrificamos la
naturaleza al desarrollo en forma regular porque los beneficios inmediatos a corto
plazo exceden el valor actual (descontado) de los beneficios futuros a los que renunciamos -o al menos nuestra estimación de lo que serán. Por ejemplo, asfaltar sobre
tierras agrícolas para hacer un centro comercial hoy, presume que conocemos tanto
el valor futuro de la productividad ecológica pérdida como las ganancias monetarias
anticipadas que compensarán esta perdida. Ambos supuestos son crecientemente
peligrosos en el mundo incierto de hoy. El valor del capital artificial (el centro
comercial) hoy nos dice cada vez menos sobre su ingreso monetario potencial y
nada sobre la demanda por alimentos (ingreso natural) de mañana. El valor del
capital natural para la vida humana aumentará en forma casi segura más
rápidamente que el valor del capital manufacturado a lo largo del tiempo, a medida
que la evidencia de un colapso ecológico llegue a ser más convincente, sin importar
lo que nos dicen los mercados de hoy. (Por ejemplo, el precio efectivo de la capa de
ozono estratosférico pasó de cero hasta casi la infinidad en unos pocos años, sin que
exista ningún mercado). En ese sentido, los enfoques típicos de descuento de
Fig. 2.5: La medición del mundo en unidades monetarias nos hace ciegos a las limitaciones ecológicas para la
sustentabilidad. Reconociendo las limitaciones de las valoraciones monetarias, lograremos un argumento adicional contra
la «sustentabilidad débil». Como se señaló antes, el criterio débil asume la posibilidad de sustituir el capital natural por
el artificial, permitiendo (un falso) «intercambio» en términos de valores de existencias equi valentes o potencial en la
generación de renta. Un acercamiento alternativo es valorar nuestros requerimientos de
capital natural desde una perspectiva ecológica y biofísica.
66
67
IMAGEN
Fig. 2.6: La Capacidad de Carga es tradicionalmente definida como el máximo de población de una especie
que puede ser sustentada indefinidamente en un hábitat dado.
los servicios de la naturaleza constituyen un prejuicio sistemático y peligroso en
contra del futuro.
Cuatro: La utilidad de los indicadores monetarios disminuye aún más debido a las
fluctuaciones del mercado, las que afectan los precios pero no el valor ecológico o
la integridad del capital natural. Por ejemplo, las fluctuaciones de los precios
mundiales no están relacionadas a las circunstancias locales ni a las variaciones
interregionales, pero afectan la fuerza económica relativa de distintas regiones y
con esto los valores percibidos en torno al capital natural local. Los valores
monetarios y los mercados pueden, por lo tanto, alterar seriamente las prácticas
de gestión y de conservación local con respecto a la tierra agrícola, por ejemplo,
aunque su productividad inherente y contribución potencial a la seguridad
alimentaria a largo plazo se mantenga invariable.
los precios están sumados o restados como si los bienes que tienen los mismos
precios fueran de igual importancia para la vida humana, -la equivalencia
monetaria iguala lo esencial con lo trivial. De hecho, por supuesto, muchos de
los bienes y servicios de la naturaleza son virtualmente prerrequisitos para la
vida, y por lo tanto no son realmente conmensurables con algún artificio
humano, incluso si tiene un valor igual en dólares. Mientras ciertamente hay
sustituibilidad entre varios insumos industriales (la fibra de vidrio está
reemplazando los cables de cobre en la transmisión de datos y
comunicaciones), esta equivalencia funcional no se aplica a todos los posibles
intercambios entre capital natural y manufacturado. En algunos casos, una vez
sobreexplotada la naturaleza, ninguna cantidad de bienes manufacturados es
capaz de compensar la pérdida de capital natural. Para poner pescado en
nuestros platos, se necesitan tanto existencias de peces como de barcos
pesqueros. Por lo tanto, aunque la flota pesquera y las factorías para enlatar
puedan tener el mismo valor en dólares que las existencias de peces, todos los
equipos pesqueros y las factorías de procesamiento del mundo no generarán ni
un pez si las existencias naturales están destruidas. En resumen, más que nunca,
el capital natural es un prerrequisito para los bienes artificiales, mientras que el
opuesto no lo es.
Seis: El potencial de crecimiento del dinero es teóricamente sin límites, lo cual
obscurece la posibilidad que puedan existir límites biofísicos al crecimiento
económico. Para usar la metáfora del Herman Daly, el análisis monetario no
reconoce la Línea Plimsoll, la cual indica la capacidad de carga máxima de un
barco. La sobrecarga (el crecimiento excesivo) puede llegar a hundir el barco.
¡La eficiencia de Pareto -el criterio comúnmente utilizado para medir la salud
macroeconómica- asegura sólo que la carga este distribuida de tal manera que el
barco se hunda de manera óptima!
Siete Quizás la objeción más seria es la ausencia de mercados para muchos de los
procesos vitales y las existencias de capital natural crítico (la capa de ozono, la
fijación de nitrógeno, la distribución global del calor, la estabilidad climática,
etc.). Los enfoques convencionales de la conservación y la sustentabilidad se
basan principalmente sobre los valores monetarios de los bienes (recursos)
Cinco: Los valores monetarios no distinguen entre bienes sustituibles y bienes
complementarios. Más aún, en las hojas de balances monetarios, todos
68
69
comerciables (por ejemplo, madera y fibra) y son insensibles a las funciones
intangibles que están fuera del mercado (pero que son últimamente más valiosas)
del capital natural que las produce (por ejemplo, el ecosistema forestal). Estas
últimas funciones son destruidas al cosecharse el recurso. No es sorprendente,
por lo tanto, que los economistas de hoy estén poniendo mucha atención a las
formas de «colocar un precio a la naturaleza». Sin embargo, hay limitaciones
severas en las posibilidades de establecer precios sombra válidos, aun para los
bienes y servicios ecológicos que nos son familiares, y ninguna posibilidad para
aquellas muchas funciones cuya misma existencia es desconocida (y puede ser
inherentemente imposible de conocer), antes de que ocurra el colapso. En estas
circunstancias, los precios fracasan completamente como indicadores de escasez.
En síntesis, los enfoques monetarios están ciegos a las demandas en pro de la
sustentabilidad ecológica porque no reflejan adecuadamente la escasez biofísica, la
equidad social, la continuidad ecológica, la inconmensurabilidad, la integridad
estructural y funcional, la discontinuidad temporal y el comportamiento de los sistemas
complejos.
R E C U A D R O 2. 5 :
Una Historia Breve del Concepto de Capacidad de Carga Humana 12
La historia oral de la preocupación sobre la relación entre la gente y la
Tierra debe remontarse a miles de años atrás. Muchos estudiosos chinos y entre los
primeros cristianos se preocuparon por la destrucción del hábitat. Probablemente
Platón fue el que proporcionó el primer recuento escrito de la capacidad de carga
humana, cuando declaró en sus Leyes, Libro V, que... no se puede fijar un total
adecuado para el número de ciudadanos sin considerar la Tierra y los estados
vecinos. La tierra tiene que tener bastante extensión para sostener de forma
modestamente cómoda un cierto número de personas, y no se necesita ni un pie
adicional.
(continúa en pág. siguiente)
Aprendiendo de la ecología:
revisando de nuevo de capacidad de carga humana
El debate renovado en torno a las restricciones que el capital natural impone a la
economía requiere que volvamos a revisar el concepto ecológico de la capacidad de
carga.11 ¿Tiene sentido hablar de la capacidad de carga humana de la Tierra? Con el fin de
gestionar la vida salvaje y los suelos, la capacidad de carga se define usualmente como la
población máxima de una cierta especie que puede sostenerse indefinidamente en un
hábitat específico, sin afectar en forma permanente la productividad de este hábitat. Sin
embargo, debido a nuestra aparente habilidad para aumentar la capacidad de carga
humana por medio de la eliminación de especies en competencia, la importación de
recursos escasos a nivel local y la tecnología, esta definición no parece aplicable a los
humanos. Así, se cita frecuentemente al comercio y la tecnología como motivos para
rechazar completamente el concepto de capacidad de carga humana.
12. Platón en David F. Durham, «Carrying Capacity Philosophy» Focus Vol.4, N°l, (1994):5-7; primeros
escolásticos cristianos y chinos en William Ophuls y A. Stphen Boyan Jr., Ecology and the Politics of
Scarcity Revisited, (NY: W.H. Freeman and Company, 1992) (edición original 1977); John Evelyn in James
Garbarino, Towarsds a Sustainable Society: an Economic, Social, and environmental agenda for our
Children's Future (Chicago: The Noble Press ENC., 1992); Alfred James Lotka, Elements ofPhysical
Biology (Baltimore: Williams & Wilkins, 1925); Nicholas Giorgescu-Roegen, The Entropy Law and
Economic Process (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1971); Leopold Pfaundler, «Die
Weltwirtschaft im Lichte der Physik» [La Economía Global desde el Punto de Vista de la Física], en
Deutsche Revue, Richard Fleischer, ed., Vol.27, N°2 (April-June 1902): 2938, 171-182; William Vogt,
Road to Survival (NY: William Sloane, 1948); Fairfield Osborn, The Limits of the Earth (Boston: Little,
Brown and Co., 1953); Georg Borgstrom, Harvesting the Earth (NY: Abelard-Shuman, 1973); William E.
Rees, «An Ecological Framework for Regional and Resource Planning» (The University of British
Columbia, Vancouver: UBC School of Community and Regional Planning, 1977); William R. Catton,
Overshoot: The Ecological Basis of Revolution ary Change (Urbana: University of Illinois Press, 1980); G.
Higgins, A.H. Kassam, L. Naiken, G. Fischer and M. Shah, «Potential Population Supporting Capacities
of Lands in the Developing World», Technical Report of FAO, lIASA and UNFPA Project Int/75/P13,
Land Resources for Populations of the Future (Rome: FAO, 1983); Ragnar Overby, «The Urban Economic
Environmental Challenge: Improvement of Human Welfare by Building and Managing Urban Ecosystems»,
presentado en POLMET 85, Urban Environmental Conference, Hong Kong, 1985; M.A. Harwell and T.C.
Hutchinson, Environmental Consequences of Nuclear War, VoLII, SCOPE 28 (Chichester, UK: John
Wiley, 1986); Action Plan Netherlands, Friends of the Earth (Netherlands). Una historia intelectual
fascinante de una parte de este debate, con particular referencia a Serhii Podolinski, Ludwig Boltzmann,
Rudolf Claurius, Frederick Soddy, es provista por el agroeconomista Juan Martinez Alier, Ecological
Economics: Energy, Environment, and Society (Oxford: Ba sil Blackwell, 1987).
11 Resumido en parie por William E. Rees, «Revisiting carrying Capacity: Area-Based Indicators of
Sustentability» , Population & Environment (1995, in press)
70
71
El primer libro erudito sobre prácticas sustentables en el idioma inglés fue
probablemente Sylva: Un discurso de Bosque, Arboles, y la Propagación de Madera
(Sylva: A Discourse of Forest, Trees, and the Propogation of Timber), de John
Evelyn, publicado en 1664, doscientos años antes que el estudio El hombre y la
naturaleza (Man and Nature), de George Perkins Marsh, iniciara el debate científico
en EEUU sobre la capacidad limitada de la naturaleza para satisfacer las demandas
humanas.
Se puede rastrear la contabilidad ecológica, la base para las evaluaciones de la
capacidad de carga, por lo menos hacia el año 1758. En ese año, François Quesnay
publicó su Tableau Economique, en el cual se discute la relación entre la
productividad de los suelos y la creación de riqueza. Desde entonces, muchos
eruditos han desarrollado enfoques conceptuales y procesos de contabilidad para
analizar la relación entre los humanos y la naturaleza.
Algunos de ellos miraban hacia los flujos energéticos necesarios para sostener
las actividades humanas. Por ejemplo, en 1865, el economista Stanley Jevons en La
cuestión del carbón (The Coal Question) analizó la importancia de los recursos
energéticos para el funcionamiento económico del Reino Unido. A finales del siglo
XIX, Serhii Podolinsky inició los estudios en el campo de la energía agrícola. En las
décadas siguientes, eminentes físicos, como Rudolf Clausius, Ludwig Boltzmann y
Frederick Soddy (que más tarde recibió el Nóbel) reflexionaron sobre las implicancias
de la ley de entropía sobre el desarrollo económico. Alfred Lotka introdujo el análisis
energético a la biología en la década del '20 y en los 70, el economista, Nicholas
Georgescu-Roegen desafió la economía usando los principios de la termodinámica.
Otros han examinado más explícitamente las demandas de la capacidad de
carga de las economías. Por ejemplo, con su Ensayo sobre los Principios de
Población y cómo afectan la Huella Ecológica (Essay on the Principles of
Population as It Affects the Ecological Footprint) de 1879.
En su libro previamente mencionado, Stanley Jevons observó que:
Las planicies de Norte América y Rusia son nuestros campos de maíz (de
Gran Bretaña); Chicago y Odessa nuestros graneros; Canadá y el Báltico son
nuestros bosques; Australia contiene nuestras granjas de ovejas, y en
Argentina y en las praderas del Oeste de Norte América están nuestros rebaños de
bueyes; Perú nos manda su plata, y el oro de Sud África y Australia fluye a
Londres; los hindús y los chinos producen el té que consumimos, y nuestras
plantaciones de café, azúcar, y especias están todas en las Indias. España y
Francia son nuestras viñas y en el Mediterráneo nuestros frutales;
(continúa en pág. siguiente)
72
y nuestros campos de algodón, que hace tiempo ocuparon el Sur de los Estados
Unidos, ahora están siendo extendidos en todas partes de las regiones templadas
de la Tierra.
Cuarenta años más tarde, en 1902, el físico Leopold Pfaundler calculó la
capacidad de carga global, concluyendo que, como límite superior, la producción
ecológica podría sostener aproximadamente cinco personas por hectárea de
tierra. En Norte América, con William Vogt (1948) y Fairfield Osborn (1953),
vuelve el interés académico en los temas atingentes a la capacidad de carga. Georg
Borgstrom, en varias de sus publicaciones dc los años 60 y de principios de los '70,
analizó el consumo de recursos en términos de «acres fantasmas»,» que se refería a
la importación de capacidad de carga agrícola. Uno de nosotros (Rees) desarrolló el
concepto de «cápsula regional» (que luego se transformará en Huella Ecológica) al
comienzo de los '70, como herramienta de enseñanza para estimular a los estudiantes
de plan¡ fïcación multidisciplinaria a pensar en la capacidad de carga humana. En
1980, William Catton añadió una nueva dimensión al debate de la capacidad de
carga humana, con su descripción de las implicancias de sobrepasarse (overshoot)
o exceder temporalmente la capacidad de carga a largo plazo y el colapso
consecutivo de la población. G. Higgins con sus colaboradores produjeron un
informe técnico en 1983 para la Organización de Agricultura y Alimentación (FAO)
de las Naciones Unidas, que analiza las capacidades de carga necesarias para
sostener las poblaciones de la mayoría de los países en vías de desarrollo. En 1985,
Ragnar Overby, entonces en el Banco Mundial, propuso la comparación de las
economías de acuerdo a sus demandas sobre la capacidad de carga, y en 1986 M.A.
Harwell y T.C. Hutchinson analizaron la pérdida de capacidad de carga asociada a
una guerra nuclear. Más recientemente (1993), los Amigos de la Tierra (Países
Bajos) propusieron el concepto de «espacio ambiental» para ayudar a determinar
qué parte de la capacidad productiva/asimiladora global correspondería a cada
nación en términos equitativos.
Estos son sólo algunos ejemplos de la literatura existente sobre la capacidad
de carga humana.
Esto es un error que bordea la ironía, la disminución de la capacidad de carga puede
llegar a representar pronto el tema más importante que tendrá que enfrentar la humanidad.
Esto se hace más evidente si definimos la capacidad de carga no como la población máxima
sino, siguiendo a William Catton, como la «carga» máxima
73
que las personas pueden imponer sobre la ecósfera en forma segura y continua. La carga
humana es función no sólo de la población sino también del consumo per cápita y este
último está creciendo aún más rápidamente que el anterior, debido a (irónicamente) la
expansión del comercio y la tecnología. Esto llevó a Catton a observar que «...se le exige
al mundo acomodar no sólo más personas, sino efectivamente personas «más» grandes
...13. Como resultado, la presión relativa a la capacidad de carga está creciendo más
rápidamente de lo que implicaría un mero incremento de la población.
Estas tendencias subrayan el hecho de que, a pesar de nuestros logros tecnológicos, económicos y culturales, los seres humanos seguimos siendo seres
ecológicos. Como todas las otras especies, dependemos de los recursos energéticos y
materiales extraídos de la naturaleza, tanto para satisfacer nuestras necesidades
básicas como para producir nuestros artefactos. Toda esta energía y materia se
devuelve, en algún momento, a la ecósfera bajo la forma de residuos. Un conoci- •
miento completo del «nicho» ecológico humano debe, por lo tanto, incluir una
consideración completa de los flujos de materia y energía disponibles en la economía y
de los flujos de materia y energía degradada (residuos) que se devuelven al ecosistema.
Un análisis del «transflujo» biofísico muestra que la humanidad, por intermedio
de la economía industrial, ha llegado a ser el consumidor dominante de los principales
ecosistemas de la Tierra. En 1986, la humanidad -sólo una especie entre millones-- ya
se estaba apropiando, directamente e indirectamente, del 40 por ciento del producto neto
de la fotosíntesis terrestre, y estudios recientes sugieren que el saqueo, por parte de la
humanidad, de ecosistemas costeros abundantes en recursos, se acerca al 30 por ciento
14 (lo cual puede exceder la productividad sustentable --a pesar de esfuerzos crecientes,
la pesca en el mundo ha estado disminuyendo desde 1989). ¿Cuáles son las implicancias
de esta dominación para la integridad de los ecosistemas? ¿Se puede expandir en forma
segura? (¡Recuerden las existencias pesqueras del Atlántico Norte!) Mientras tanto,
tendencias como el
deterioro de la capa de ozono y la acumulación de gases invernaderos, muestran que los
sumideros de residuos críticos a nivel global están tan llenos que están rebalsando.
Todos estos datos indican que incluso los niveles actuales de apropiación son
insustentables. La carga humana ha crecido hasta tal punto que el consumo total ya
excede el ingreso natural sustentable.
Lograr la sustentabilidad ecológica claramente, requiere que las evaluaciones
económicas de la condición humana se basen en, o al menos estén informadas por,
análisis biofísicos y ecológicos. La pregunta ecológica fundamental para la economía
ecológica es la siguiente: ¿los ecosistemas, las poblaciones de especies y los procesos
biofísicos asociados (o sea, las reservas de «capital natural» crítico que se autogeneran),
así como la capacidad de la ecósfera de asimilación de los desechos, son los adecuados
para sostener la carga impuesta por la economía humana y que se prevé para el próximo
siglo, y a la vez mantener las funciones de soporte vital generales propias de la ecósfera?
Esta pregunta crítica está en el centro de la problemática de la capacidad de carga
ecológica, sin embargo es virtualmente ignorada por los enfoques de las principales
corrientes de pensamiento. 15
La otra cara de la capacidad de carga: las
Huellas Ecológicas humanas
Determinar la población humana que una región dada puede sostener, representa
un problema por dos razones: primero, la carga ecológica total impuesta por cualquier
población cambia de acuerdo a factores tales como el ingreso promedio, las
expectativas materiales y el nivel tecnológico (o sea, la eficiencia energética y
material). En síntesis, la capacidad de carga humana es producto tanto de factores
culturales como de la productividad ecológica. Segundo, en una economía global,
ninguna región existe en forma aislada, la gente tiene acceso a recursos del mundo
entero. Así, como lo vimos anteriormente, muchas personas argumentan que el
comercio supera cualquier límite regional al crecimiento que hubiera sido impuesto por
la escasez de recursos locales.
Otros factores complican aún más la problemática de la capacidad de carga. Al
contrario del consumo de otros animales, el consumo humano no está determinado
solamente por la biología. Debido a la tecnología, la carga impuesta por
13 William Catton, «Carrying Capacity and the Limits to Freedom» , artículo preparado para la Social
Ecology Season, XI World Congress of Sociology, New Delhi, India, 18 August 1986.
14 Peter M. Vitousek, Paul R. Ehrlich, Ann H. Ehrlich and Pamela A. Mateson, «Human Appropriation of
the Products of Photosynthesis>), BioScience Vol.34, N°6 (1986):368-373; y D. Pauly and V. Christensen,
«Primary Production Required to Sustain Global Fisheries», Nature (forthcoming) 1995.
74
15 William E. Rees, «Achieving Sustainability: Reform or Transformation?», Journal of Planning
Literature Vol.9, N°4 343-361 (1995); and «Revisiting Carrying Capacity: Area-based Indicators of
Sustainíbility», Population & Environment (1995, in press).
75
nuestro metabolismo biológico aumenta en forma significativa debido al metabolismo
industrial. Mientras la mayoría de las especies consumen muy poco aparte de su
alimento, gran parte del consumo material humano consiste en artículos no alimenticios
manufacturados, tales como energía, ropa, autos y una amplia gama de otros bienes de
consumo. En los países industrializados, este consumo material se ve positivamente
estimulado por una cultura consumista y está limitado sólo por el poder adquisitivo de
los consumidores. Globalmente, por supuesto, los niveles de consumo individual varían
en orden de magnitud: los campesinos en la India rural pueden representar el límite
inferior de la escala, mientras que los miembros del directorio de las corporaciones
transnacionales están en el extremo opuesto.
El análisis de la Huella Ecológica evita algunas de las dificultades de la
capacidad de carga «tradicional», simplemente invirtiendo la tasa comúnmente utilizada
de capacidad de carga. La Huella Ecológica parte del supuesto de que cada categoría de
consumo de energía y materia, así como cada descarga de residuos, necesita una
capacidad productiva o de absorción de desechos correspondiente a un área finita de agua o
de suelo. Si sumamos las demandas de suelo para todas las categorías de consumo y
descarga de desechos de una población determinada, el área total representa la Huella
Ecológica de esta población en el planeta, sin que esta área coincida necesariamente con la
región de origen de esta población. En síntesis, la Huella Ecológica mide el área de suelo
requerida por persona (o población) y no la población por unidad de área. Como
veremos, esta sencilla inversión es mucho más instructiva que la capacidad de carga
tradicional para caracterizar el dilema de la sustentabilidad.
De una manera más formal, la Huella Ecológica de una población o economía
determinada puede definirse como el área de tierra (y agua) ecológicamente productiva,
de varias clases -tierra agrícola, pastizales, bosques, etc.-, que se necesita en forma
continua para:
a) proporcionar todos los recursos energéticos/materiales consumidos, y b)
absorber todos los desechos generados
por esta población con la tecnología predominante, en cualquier parte del
planeta. Se incluye el consumo de los hogares, empresas y el gobierno en los cálculos.
Noten que, ya que la Huella Ecológica se basa en flujos de la renta natural, proporciona
también una estimación de las demandas de capital natural de la población escogida.
76
Como lo sugerimos anteriormente, el tamaño de la Huella Ecológica no es fijo
sino que depende del ingreso monetario, los valores prevalecientes, otros factores
socioculturales, así como del estado de la tecnología. Tomen en cuenta, sin embargo,
que cualesquiera sean los detalles específicos, la Huella Ecológica de una población
dada corresponde al área de suelo, necesitada exclusivamente por aquella población. Los
flujos y capacidades de carga usados por una población ya no están disponibles para el
uso de otros.
Un análisis completo de la Huella Ecológica incluiría tanto las demandas
directas de tierra como los efectos indirectos de todas las formas de consumo
energético y material. Por lo tanto, incluiría no solamente el área de diferentes
ecosistemas (capital natural) requeridos para producir los recursos renovables y los
servicios proporcionados por las funciones de soporte vital (distintas formas de ingreso
natural), sino que también el área de suelo perdida en términos de productividad
biológica, ya sea por contaminación, radiación, erosión, salinización, y
«pavimentación» urbana -el asfaltado o construcción de suelos, que vuelve a éstos
ecológicamente improductivos. También, incluiría el uso de recursos no renovables,
hasta donde éstos entran en el procesamiento de energía y generan efectos de
contaminación, relacionados con su uso. Por el momento, sin embargo, nuestras
evaluaciones se basan en un rango limitado de artículos de consumo y flujos de
desechos. Cada elemento adicional incrementa por lo tanto el tamaño de las
estimaciones existentes. Adicionalmente, los cálculos actuales asumen que la tierra
necesaria (por ejemplo, en el sector forestal o la agricultura) está siendo utilizada en
forma sustentable. Sin embargo, generalmente no es éste el caso, la tierra cultivada, por
ejemplo, se degrada en promedio 10 veces más rápidamente de lo que puede
regenerarse. Esto significa que aunque las Huellas Ecológicas calculadas para las
naciones y regiones industrial izadas impresionan por su tamaño, están
considerablemente subestimadas respecto de la demanda efectiva. Se podría argumentar
que nuestras estimaciones actuales deben ser ponderadas por un «factor de
sustentabilidad» significativo, que permita tomar en cuenta dichos supuestos
simplificatorios.
«Mirar la otra cara de la capacidad» elimina algunas objeciones a la aplicación
del concepto a los seres humanos. Como argumentaron algunos críticos, es cierto que
intentar medir la capacidad de carga humana en términos de máxima población regional
sustentable es un ejercicio fútil. Las poblaciones locales están tan influenciadas por
factores tecnológicos, culturales y por el comercio,
77
de capital natural), la cual, al contrario de la capacidad de carga tradicional, toma en
cuenta el comercio neto y refleja tanto el ingreso actual como la tecnología
prevaleciente. Calculada así, se puede comparar la Huella Ecológica al área de la
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Fig. 2.7: Una proporción justa de Tierra es la cantidad de tierra que cada persona conseguiría si toda
la tierra ecológicamente productiva sobre la tierra estuviera eventualmente dividida entre la
población mundial presente. Si tu proporción de Tierra fuera una isla redonda, tendría un diámetro
de sólo 138 metros. Un sexto de tu isla podría ser tierra arable, el resto pasto, bosque y tierra sin
cultivar, y área para la construcción. Claramente, como la población incrementa, nuestra cuota
terrestre se encoge. También, por cada persona que excede su Huella Ecológica su proporción justa
de tierra por, digamos, un factor de tres (como hacen los estadounidenses), otras tres personas
tendrían que conformarse con sólo un tercio de una proporción para una sustentabilidad global.
¿Algún voluntario?
que cualquiera relación con los límites biofísicos locales se ve velada. Hong Kong, por
ejemplo, está densamente poblada y es increíblemente próspera, sin embargo tiene
muy poca capacidad de carga natural, mientras muchos de los países africanos, con
capacidades biofísicas mucho más grandes, sufren de hambruna. La Huella Ecológica
evita este problema analítico, midiendo la carga total de la población en vez del número
de personas. De esta forma reconoce que las personas tienen algún impacto en algún
lugar, aunque esté obscurecido por el comercio y la tecnología. De hecho, en la misma
forma en que el comercio parece incrementar la capacidad de carga local, la está
reduciendo en otro lugar del planeta.
Nuestro método resume los impactos de una cierta población sobre la naturaleza
mediante un análisis del consumo agregado (o sea, la carga total = población x consumo
per cápita) y la conversión de éste a un área de tierra correspondiente. Así, podemos
producir una sola medida de la demanda ecológica (o las demandas
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Fig. 2.8: Sobrepasarse es crecer más allá de la capacidad de carga.
Los límites de la capacidad de carga pueden ser sobrepasado sin un «big bang» debido a la
disponibilidad de grandes existencias de capital. Las cosechas pueden continuar incrementándose y
las rentas monetarias aumentar, aunque existan señales de fatiga ecológica, todo podría parecer
normal. No obstante, al final, las consecuencias de la erosión del capital natural pueden resultar
en una catástrofe y un colapso para la población.
región de origen de una población y develar en cuánto se ha excedido la capacidad de
carga local, y, luego la dependencia de esta población frente al comercio (es posible
encontrar fragmentos de la Huella Ecológica de una población dada en el mundo
entero). La Huella Ecológica también facilita las comparaciones entre regiones y
muestra así el efecto de los diferentes niveles de ingreso y de tecnología sobre el
impacto ecológico. No es de sorprendernos que mientras la capacidad local está
severamente limitada, la Huella Ecológica de un habitante medio de Hong Kong es
considerablemente mayor que la de un granjero de Etiopía.
Se puede adaptar el enfoque de la Huella Ecológica a otras evaluaciones de la
sustentabilidad. Por ejemplo, podríamos computar la Huella Ecológica
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del comercio para revelar cuánta «capacidad de carga» está incorporada en las
importaciones de una región y cuánta capacidad se cede para producir las
exportaciones necesarias para pagar estas importaciones. También, las Huellas
Ecológicas 16 individuales o promedio per cápita pueden compararse a la proporción justa de Tierra actual. Una proporción justa de la Tierra corresponde a la
cantidad de tierra ecológicamente productiva, disponible por habitante en la Tierra
(¡pedimos disculpas a las otras especies!). Hoy, esta cantidad suma 1,5 hectáreas
(3,7 acres), o un cuadrado de 122 metros cuadrados. Sólo 0,25 hectáreas (0,62 acres)
de ésta son arables (Figura 2.7).
Quizás como aporte importante, el análisis de la Huella Ecológica nos permite
estimar el alcance de excederse a nivel global, y el déficit ecológico de cualquier país o
región escogida. El «exceso» corresponde a cuánto más grande es la Huella Ecológica
total de la humanidad respecto de la capacidad de carga global (véase Figura 2.8). Más
allá de cierto punto, el crecimiento material de la economía mundial sólo puede
obtenerse a expensas del agotamiento del capital natural y socavando los servicios
proporcionados por las funciones de soporte vital, de las que todos dependemos. En
otras palabras, estamos en situación «exceso» cuando el consumo de la economía
excede la renta natural, tal como lo indica el deterioro ecológico. El déficit ecológico o
de sustentabilidad es una medida de cuánto se ha sobrepasado «localmente». Estima las
diferencias entre la capacidad ecológica doméstica de un país o una región determinada
y su Huella real. Por lo tanto, revela en cuánto aquella región depende de la capacidad
productiva extraterritorial, que obtiene por intermedio del comercio o de los flujos
naturales, que se apropia.
Son muchas las evidencias hoy de que la Huella Ecológica de la humanidad ya
excede la capacidad de carga global. Este «exceso» sólo es posible en forma temporal e
impone altos costos a las generaciones futuras. Sin un esfuerzo concertado para reducir
el transflujo material hoy, nuestros hijos tendrán que satisfacer sus demandas de renta
natural y las otras necesidades de una población cada vez mayor a partir de reservas de
capital natural mucho menores (riqueza real).
De cómo el análisis de la Huella Ecológica puede ayudar a avanzar hacia
la sustentabilidad
Medir una gama amplia de actividades humanas en términos de sus Huellas
Ecológicas hace posible comparar sus impactos ecológicos separados. Al mismo tiempo,
en contraste con las evaluaciones ambientales convencionales «estáticas», los análisis de
la Huella permiten un enfoque acumulativo para el análisis de impactos. Cada
actividad económica impone una demanda sobre la ecósfera y la Huella Ecológica
muestra como todas aquellas demandas de alimentos y fibras, recursos no renovables,
absorción de desechos, desarrollo urbano, así como el mantenimiento de la
biodiversidad, compiten entre sí por un mismo espacio ecológico. (La expansión de las
iniciativas humanas necesariamente se «apropia»» de recursos y del hábitat de otras
especies).
La Tierra es increíblemente productiva y posee una capacidad enorme para
sostener a los humanos y sus economías, sin decir nada de las otras especies. Sin
embargo, la producción de muchos bienes y servicios en un mercado cada vez más
globalizado, ya se basa demasiado en el agotamiento del capital natural, incluyendo
formas autogeneradoras importantes, tales como las existencias de peces, como en sus
flujos sustentables. El concepto de Huella Ecológica es una herramienta efectiva para
hacer aflorar esta realidad a nuestra conciencia. Es una pena que ni el precio ni las
etiquetas de los productos declaren que nuestros bienes de consumo representan los
intereses generados o la disminución de los ahorros de la naturaleza.
Usar el área de suelo productivo como unidad de medida hace que el análisis de
la Huella Ecológica sea consistente con las leyes básicas de la física, especialmente las
leyes del equilibrio de masas y de la termodinámica. En particular, el mundo moderno
ha llegado a aceptar el axioma de la Segunda Ley de que cualquier sistema
autoorganizador y complejo (tal como la economía) tiene que tener un influjo continuo
de energía y materia desde su sistema «anfitrión» para crecer y mantenerse a sí mismo
(o sea, para superar su deterioro entrópico interno -véase el recuadro 2.4). En este
sentido, el área de suelo o de un ecosistema es una unidad de contabilidad más adecuada
para la economía humana que sólo el flujo de energía, porque refleja tanto la cantidad
como la calidad de la energía y materia disponible para la economía humana. El factor
limitante clave para la vida humana no es la cantidad de energía solar que llega a la
Tierra, sino lo que la naturaleza puede hacer con esta energía. Por ejemplo, una planta
solitaria creciendo en una
16 Previamente hemos definido esta huella individual como el «planetoide personal». (Mirar William Rees
y Mathis Wackernagel, «Ecological Footprints and Appropriated Carrying Capacity: Measuring the Natural
Capital Requirements of the Human Economy» , en Investing in Natural Capital: The Ecological Economics
Approach to Sustainability, ed. A-M. Jansson, M. Hammer, C. Folke, and R. Costanza (Washington: Island
Press, 1994).)
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hectárea del desierto del Sahara es ecológicamente y económicamente menos significativa que una hectárea de bosque tropical, aunque ambos reciben la misma
radiación solar.
Este último punto enfatiza que los atributos de «suelos» van más allá de las leyes
de la termodinámica. El área de tierra no solamente define el carácter finito del planeta
Tierra, sino también puede ser visto como una figura razonable para numerosas
funciones de soporte vital esenciales, desde el intercambio de gases hasta e1 reciclaje de
nutrientes. Se puede estimar mejor el estado del mundo biofísico a partir del estado de las
reservas de capital natural autogenerador que cumplen con estas funciones. Tomen en
cuenta que estas existencias en sí mismas representan la energía bioquímica que ha sido
acumulada en la ecósfera. El punto es que la Tierra sostiene la fotosíntesis, el conducto
energético para la red de la vida. Este proceso singular distingue nuestro planeta de los
planetas muertos como Marte o Venus. La fotosíntesis sostiene todas las cadenas
tróficas importantes y mantiene la integridad estructural de los ecosistemas.
Milagrosamente ha transformado la superficie originariamente inhóspita de la Tierra en
una ecósfera autogeneradora y auto rregu ladora con una abundancia y diversidad
espectaculares.
La Huella Ecológica nos recuerda que, a pesar de la tecnología, los seres
humanos seguimos dependientes de los bienes y servicios ecológicos y que éstos tienen
que estar disponibles en cantidades crecientes desde algún lugar del planeta, mientras
que siguen creciendo las poblaciones humanas y el consumo per cápita. Como lo
observamos anteriormente, la pregunta ecológica fundamental para la sustentabilidad es
si las existencias de capital natural son adecuadas para satisfacer la demanda que se
prevé para el futuro. El análisis de la Huella Ecológica aborda directamente esta
pregunta. Proporciona un medio para comparar la producción por parte de la ecósfera
con el consumo por parte de la economía, revelando así la brecha de sustentabilidad que
debe enfrentar la sociedad. En síntesis, el análisis de la Huella Ecológica puede ayudar
a determinar los factores limitantes ecológicos dentro de los cuales opera la sociedad;
diseñar políticas para evitar o reducir el «exceso»; y monitorear el progreso hacia el
logro de la sustentabilidad.
El análisis de la Huella Ecológica no implica que vivir dentro de la
capacidad de carga sea una meta deseable. Al contrario, la Huella Ecológica pretende
mostrar cuán peligrosamente cerca de los límites naturales hemos llegado. Es más
probable que el poder de recuperación ecológica y el bienestar social estén asegurados si
la carga humana total se mantiene substancialmente por debajo de la capacidad
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de carga de la Tierra. Viviendo en el límite ecológico se compromete la adaptabilidad,
robustez y capacidad regeneradora de los ecosistemas, amenazando así las otras
especies, ecosistemas enteros y en último término a la misma humanidad.
El reconocimiento de la existencia de factores limitantes biofísicos y el hecho de
que los usos humanos de la naturaleza compitan entre sí, plantean unas preguntas de
tipo social y económico altamente pertinentes. Por ejemplo, obliga a los
sobreconsumidores a enfrentar los costos implícitos y las relaciones de otra manera
escondidas, entre su riqueza y la pobreza y sufrimiento humanos que persisten en otros
lugares. Si estos límites biofísicos son reales ¿no deberían ser los mecanismos para la
redistribución tan predominantes como la eficiencia y expansión económica lo son
dentro de los planes que pretenden combatir la creciente desigualdad material? El
reconocimiento de que no todo el mundo puede llegar a ser tan rico en términos
materiales como los estadounidenses o europeos de hoy día, sin socavar las funciones de
soporte vital globales, debe imponer una mayor responsabilidad respecto a la riqueza y
proporcionar a los pobres una mayor influencia en la pugna para conseguir sus derechos
al desarrollo, transferencias tecnológicas y otras medidas que apunten a una mayor
equidad. El análisis de la Huella Ecológica puede reforzar los argumentos propuestos en
los procesos de acuerdos internacionales sobre cómo compartir de forma más equitativa
los bienes comunes globales y la capacidad productiva de la Tierra, así como las formas
de usarlo más cuidadosamente.
Hasta ahora el discurso no se ha salido de un fuerte carácter antropocéntrico. Sin
embargo, las Huellas Ecológicas también hacen aflorar en nuestra conciencia la
apropiación desproporcionada por parte de la humanidad de los flujos energéticos/materiales y del hábitat que de otra forma estarían disponibles para las otras
especies. ¿Tenemos un derecho inherente a la productividad de la naturaleza, a costa
de los varios millones de otras especies que viven en el planeta?
En síntesis, al poner la sustentabilidad en términos sencillos pero concretos, el
concepto de Huella Ecológica proporciona un marco intuitivo para comprender el
mínimo ecológico aceptable de la sustentabilidad. A su vez estimula el debate público,
construye un conocimiento común y sugiere un marco para la acción. La Huella
Ecológica vuelve el desafío de la sustentabilidad más transparente, -los tomadores de
decisiones disponen de un criterio físico para jerarquizar las opciones de políticas, los
proyectos o la tecnología según sus impactos ecológicos. Finalmente, la Huella Ecológica
subraya el imperativo global para la acción local.
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Demuestra que los impactos ecológicos y sociales del sobreconsumo van más allá de
nuestras regiones de origen. Introduce así la dimensión moral de la sustentabilídad, y
al demostrar que la contribución al deterioro global, tanto del crecimiento poblacional
como del consumo material, enfatiza la necesidad de políticas que enfrenten ambas
problemáticas.
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