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PARTICIPACIÒN Y CONSTRUCCIÒN DE LA SUBJETIVIDAD SOCIAL
PARA UNA PROYECCIÒN EMANCIPATORIA.Ovidio D` Angelo Hernàndez
(Doctor en Ciencias Psicológicas y Sociólogo. Investigador Titular y Profesor Titular
Adjunto -Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas –CIPS-.)
Las experiencias y conocimientos cotidianos están implicados en los àmbitos diversos de convivencia de
distintos sectores de población, en espacios urbanos y rurales, en el contexto de la psicologìa de la calle (el
andar sudoroso cotidiano de nuestra gente, en los chistes y refranes de moda, en las expresiones sacras y
profanas de lo popular, en la mirada aguda del transeùnte comùn),y aún, sin ser constitutivos de todas las
dimensiones posibles de la realidad, tienen a su haber la diversidad de ambientes y personas en el encuentro
del bregar diario en la supervivencia y los quehaceres domésticos y sociales.
De estas nociones se nutre el presente trabajo. Queda anotado que también se apoya en el transitar por
varios enfoques contemporàneos ( el marxismo y el enfoque històrico-cultural, las teorìas críticas y de la
liberaciòn, el psicoanàlisis social y el humanismo, etc.), en la comunidad de ideas de muchos colegas
copartìcipes en debates acadèmicos en nuestro contexto (habanero, es cierto, pero con referencias
interculturales de la Habana polipoblacional, compleja y diversa y, también, una de las expresiones de lo
nacional de nuestro tiempo).
Una experiencia integradora de saberes hacia la que podrían apuntar estas notas, debería ser construída –
es la tesis que asumimos- en la dimensión transdisciplinaria socio-histórico-psico-filosófica-política….., pero
también bebiendo del saber cotidiano, para avanzar una hermenéutica crítica aportadora en la profundidad
de las relaciones entre participación social y subjetividad social, con sus expresiones contradictorias de
poder-impotencia y de autodeterminación-dominación-complacencia, para el desmontaje de los mecanismos
ocultos de la subjetividad, de cara a las potencialidades reconstructivas de una sociedad para la
autorrealización social y despliegue de una autonomía integradora que abran aún mayores oportunidades y
opciones (proyectos de vida) de desarrollo, justicia social y progreso a sus ciudadanos .
La participación social y la formación de subjetividades sociales.- Un breve recorrido
por nuestro contexto.-
Nuestra sociedad se ha ido destacando, desde el triunfo revolucionario, por el surgimiento
de diversas formas de participación popular1. Visibles desde las grandes concentraciones
populares y movilizaciones masivas (marchas populares, trabajos productivos, misiones
internacionalistas, etc.) hasta los espacios de reunión convocados por las distintas
1
Sobre el problema de ¿qué es participación? Consúltese a Linares, Cecilia y otros (1996).
1
organizaciones de masas y las discusiones masivas de proyectos de ley, planes
quinquenales o hasta de la propia Constitución socialista.
No cabe duda de que la transformación de la subjetividad social (desde la psicología común
hasta ciertas manifestaciones de la conciencia social), que se ha operado desde los años 60,
ha estado unida a la idea y el sentimiento de la conducción de los destinos de la nación por
el propio pueblo y sus representantes, acorde con la programática socialista asumida.
El propio proceso revolucionario, como proceso social complejo, está enmarcado en la
historicidad y contextos particulares de la época, cambiantes en extremo en lo nacional e
internacional. Ningún análisis puede ser ajeno a esas circunstancias. Muchos cambios y
formas de institucionalidad se han producido desde las espontáneas manifestaciones
populares de los primeros días a las más organizadas convocatorias movilizativas2.
En nuestra opinión, las carácterísticas propias de estos procesos participativos pudieran
destacarse hoy, entre otros, desde los siguientes ángulos: primero, se da un énfasis en lo
movilizativo que parte de un programa político-ideológico con metas y tareas generales que
tienden a conseguir el respaldo popular masivo; segundo, es un proceso orientado –directa
o indirectamente- desde la dirección del Partido y con todos los medios de difusión social, a
todos los niveles, instituciones estatales y organizaciones de masas de la sociedad, para lo
cuál se cuenta con estructuras y mecanismos funcionales de aseguramiento de la
homogeneidad comunicativa y ejecutiva; tercero, el proceso está asociado a normas de
representación en los diferentes niveles de gestión social, que es avalado por pautas
organizativas, ideológicas y psicológicas coherentes con las formas organizativas asumidas.
Estas características, entre otras, pueden haber operado en el sentido homogeneizador de
ciertas expresiones de la subjetividad social (desde luego, también en la formación de
contenidos y mecanismos reales de su funcionamiento) marcando una dirección de
actuación de acuerdo con la orientación general –con predominio centralista, de arriba
abajo, aunque con ciertos canales de retroalimentación-.
La cuestión, al presente, es si el modelo directivo asumido presenta los espacios adecuados
al nivel de desarrollo actual de la conciencia social ciudadana para la elaboración autónoma
y creativa, desde la amplia gama de necesidades e intereses de los diferentes actores
sociales que nutren nuestra sociedad.
Para un cuadro más completo de la formación de la institucionalidad en el período revolucionario, sus
potencialidades y restricciones, véase Valdés Paz (1996).
2
2
Más de 40 años de esa experiencia participativa es tiempo suficiente para volver la mirada
sobre ella y evaluar sus aciertos y limitaciones, sus potencialidades y restricciones, con la
mirada hacia la reconstrucción futura posible. Sobre todo si consideramos que la
participación democrática emancipatoria implicaría la posibilidad de todos los miembros
de un grupo o comunidad (y de la sociedad en general) de estar informados, de opinar y de
decidir sobre los objetivos, metas, planes y acciones, así como de tener presencia activa en
todas las fases del proceso, inclusive en la ejecución, seguimiento y evaluación de las
estrategias y políticas (Ver: C. Linares y otros).
Se trata, entonces, de elaborar en este breve espacio, algunas pistas que enmarquen las
interpretaciones acerca de las manifestaciones de los procesos de participación en sus
relaciones con la conformación de subjetividades sociales de manera que, a la luz de la
experiencia constatada y de los avances de las ciencias sociales y humanas, puedan tener
mayores posibilidades de apuntar hacia objetivos emancipatorios perspectivos.
Este intentaría ser un llamado de alerta al autoanálisis crítico y reflexivo de las expresiones
y consecuencias de los procesos participativos y de construcción de la subjetividad social
en nuestra realidad actual; a nuestro juicio, única opción para reconstruir el presente en aras
de mejores alternativas de nuestro futuro.
Interpretación de la situación social para su reconstrucción.Cualquier interpretación de la situación social está basada en una experiencia ùnica de
conocimiento y vivencias, matizada por las interpretaciones conceptuales y por el
acercamiento del individuo a los hechos, para formar parte de interpretaciones y estados de
ánimo colectivos que configuran las subjetividades sociales.
Los intentos de ''desmontaje'', ''deconstrucción'' o'' develación interpretativa'' de los
procesos profundos que conforman las tramas de la experiencia humana desde lo
imaginario social y desde su cotidianeidad, tramas que están atravesadas por las
multirrelaciones sociales que generan los mecanismos y estructuras institucionalizadas (en
lo que tienen de inertes y lo que conservan aún de potencialidad positiva), han sido –como
3
he expresado en otro lugar- poco privilegiados en las investigaciones sociales y
psicológicas en nuestro contexto.
Este nivel integrador del conocimiento, en el enfoque de la complejidad, se resuelve a
través del concepto de transdisciplinareidad ( E.Morin), más allá de la colaboración inter o
multidisciplinaria.
Desde esta percepción epistemológica se plantea una reconstrucción del conocimiento
sobre el Problema social, que es reenfocado ahora desde la multiperspectiva holística de las
diferentes disciplinas implicadas, con una visión de conjunto y con la incorporación de los
distintos saberes: sistematizados -desde las ciencias sociales-, o intuídos, explorados e
integrados desde las artes diversas y el sentido común popular, con toda la carga vital de las
experiencias cotidianas.
Esta comprensión integradora revelaría muchos nudos contradictorios de las expresiones de
la subjetividad social al nivel de lo psicológico cotidiano y de la construcción de sentidos
vitales, las diferencias y aproximaciones de los discursos sobre las preocupaciones
esenciales, explícitas y latentes, de los grupos y actores sociales, los costos y riesgos de la
política social en su más amplia expresión, las situaciones que llevan a los individuos -en
determinadas coyunturas sociales y personales- a la pasividad destructiva, a la sumisión, a
no asumir la responsabilidad de su autonomía, lo que les impide la realización de sí
mismos y el empleo productivo de sus potencialidades constructivas sociales ( E. Fromm ).
Una hermenéutica crítica, psicoanalítica, humanista y marxista se impone en el examen
desprejuiciado e integrador de los complejos procesos sociales y culturales de la actualidad.
La comprensión de las manifestaciones sociales y psicológicas de la situación humana
requieren, más que nunca, en estos momentos de reajuste esencial de paradigmas y de
confrontaciones sociales, de enfoques holísticos multilaterales y multidisciplinarios.
Se trata de aportar elementos claves de comprensión de la trama de relaciones y
expresiones semiconscientes e inconscientes en el campo de lo imaginario social , en su
articulación dialéctica y contradictoria con las elaboraciones sistematizadas de la cultura y
la ideología, de penetrar en la profundidad comprensiva de las determinaciones de las
condiciones de vida materiales y la estructura social, articulándolas con la interpretación de
los mecanismos psicológico-sociales, ideológicos y culturales que explicarían las
4
manifestaciones sociales complejas y, a su interior, las situaciones humanas que componen
los fenómenos sociales.
Es, en este marco interpretativo, que las relaciones entre las formas de participación social,
la institucionalidad en que se inscriben y la construcción de subjetividad con un sentido
social, adquieren una posibilidad de entendimiento, reconstrucción y proyección a nuevas
fases de desarrollo social humano.
La subjetividad social y la participación como acción de los sujetos pensantes y
deseantes .La subjetividad social, entendida como una construcción de los seres humanos en el
contexto social a partir de sus realidades de vida cotidiana en relación entre las personas,
las instituciones y estructuras sociales, la producción simbólica social, la naturaleza y el
mundo de objetos materiales, conforma una dimensión totalizadora de la experiencia y la
praxis social, del mundo espiritual de las personas y sus condiciones de vida sociales.
Esta construcción integra las dimensiones de la persona como ser, por tanto, en el pensar,
el querer(sentir-desear) y el hacer(emprender) en los que se involucra-identifica-diferencia
el individuo (grupo) humano, en tanto sujeto; esto es, en la potencialidad de su pensamiento
y acción, en la capacidad real de despliegue de autonomía para la generación, elaboración e
implementación de sus ideas, construcciones y soluciones en la acción social.
Las teorías que consideran la subjetividad social como representación abordan
preferentemente el lado cognitivo del asunto, aunque también aluden, en ciertos aspectos, a
su expresión actitudinal. Sin embargo esto, a nuestro juicio, es insuficiente para el abordaje
de la construcción de los procesos de significación social. Aquéllos que también
transcurren entre las dimensiones del pensar y el no pensar, entre lo percibido y lo
inexplicable, en el puente entre lo consciente y lo inconsciente, en el contexto cultural de lo
simbólico y lo alegórico. La reducción que opera la categoría de representación -como
subjetividad cognitiva-, lastra una parte importante de la dimensión humana y sus
mecanismos de producción sintiente y deseante, simbólicos y realmente actuantes.
Por otro lado, vela la cuestión de que la subjetividad social, al construirse en la interacción
social, expresa una dirección de poder y de contradicción que necesitan ser elaboradas y
negociadas de manera crítica y reflexiva (autocrítica y autorreflexiva).
5
La teoría de la cognición social (en este caso, nos referimos sobre todo a la teoría de la
representación social, de S. Moscovici) necesita articularse con enfoques histórico-sociales
(Marx, Fromm y la escuela crítica), analíticos (psicoanalíticos) sociales ( Pichón, Bauleo,
Deleuzze, Guatari), con la moderna teoría del poder (Gramsci, Foucault) y en la perpectiva
de la complejidad, entre otros.
Esto propiciaría un marco interpretativo más amplio de los comportamientos sociales y los
mecanismos psicológicos que los sustentan en su articulación con las prácticas de actuación
cotidianas -que conforman patrones de interacción social- y los mecanismos-estructuras
normativas- institucionales que enclaustran (constriñen o limitan) la acción práctica, de
acuerdo a los paradigmas filosófico-político-sociales vigentes.
Por estas razones, cuando enfocamos el análisis de los procesos complejos de la
subjetividad social, junto a la descripción de las percepciones, representaciones sociales y
de los estados de ánimo (climas) de los individuos y grupos, que habitualmente se
presentan en las investigaciones sociales, debería realizarse una labor interpretativa que
abarca, además, las relaciones de poder y de sentir, de expresión intelectual y corporal (en
lo más amplio de su realidad de habla, gestual, rítmica, etc.), instauradas en el ámbito de la
cultura y en sus manifestaciones, consecuencias y significación en las dimensiones de
realidad-fantasías (imaginarios creativos –Castoriadis-, fantasmáticos-compensatorios Psicoanális-) e historicidad (pasado, presente y futuro) del contexto individual-grupalsocial.
Los procesos de participación social, a pesar de su extensión y magnitud, presentan muchos
aspectos en común con los procesos complejos de relaciones interpersonales a nivel de los
pequeños grupos –si bien su expresión al nivel de la subjetividad social no se produce como
una agregación simple de estos microprocesos-. Diferentes corrientes teóricas filosóficas,
sociológicas , psicológicas y otras han construído modelos de funcionamiento social desde
lo colectivo y lo individual, que aportan a una comprensión profunda del proceso de
construcción de las subjetividades sociales y sus efectos en todos los planos de la vida
social.
Más allá de las naturales pasiones implicadas en todas las relaciones humanas (simpatíasantipatías, amor-odio, celos-envidias, etc.) y, en un sentido más específico, las
6
investigaciones de la psicología social han abordado, de distintas maneras, los fenómenos y
mecanismos complejos que se producen en la condición existencial humana de interacción
social y las consecuencias para el comportamiento y la organización de los procesos
sociales que ellos conllevan. Así, se han mostrado las características de los procesos de
formación de las representaciones colectivas, la cohesión grupal y social, afectos y
conflictos interpersonales, fenómenos desintegradores de la identidad grupal (social), las
relaciones entre autoritarismo-conformismo en los procesos de presión social, la generación
de distintos tipos de ansiedades en el proceso del desarrollo de las colectividades, los
mecanismos de indefensión aprendida, las atribuciones causales y el locus de control
externo e interno, los mecanismos de defensa, las expectativas de autoeficacia y de logro,
los procesos de modelación-imitación y otros conducentes a la heteronomía y a la
autonomía de los individuos y grupos, etc.
Todos estos conocimientos, abordados en situaciones experimentales y en situaciones
sociales reales, permiten disponer de recursos metodológicos para el análisis de los
procesos sociales concretos que se producen en situaciones de interacción y que conforman
las subjetividades que se integran a la situación social en su conjunto e influyen en sus
cursos y su efectividad.
Descubrir las expresiones de la subjetividad social3, los puntos de tensión y angustia de la
vida individual y social de las personas, con sus bloqueos y aperturas, sufrimientos y
esperanzas -que conforman atractores (o distractores), rupturas, bifurcaciones o tendencias
de cambio o inamovilidad social-, permitiría enfilarse a la reconstrucción de las formas de
participación social instituídas, en su doble aspecto contradictorio (impulso-limitación), en
una perpectiva encaminada a una ética social emancipatoria sustentadora de los
mecanismos y vías de realización de los cauces de la praxis social.
C. Linares y otros (1996, 22) han ilustrado muy bien las carácteristicas de la subjetividad cotidiana, como
una práctica diaria que se ejecuta en múltiples espacios, donde se lucha por sobrevivir y, además, se desea y
se disfruta; lugares de encuentro, solidaridad y ayuda mutua, pero también de egoísmos, desigualdades y
atropellos…Escenarios donde coexisten la esperanza y la frustración, las presiones sociales y las expectativas
individuales y también cierta resistencia construída de burla e ingenio, de indignación e impotencia, de sueños
por un futuro y del distanciamiento que proporciona la desilusión, el desengaño y los fracasos.
Esta imagen compleja y contradictoria de la sujbetividad social abre también las posibilidades interpretativas
a la acción de mecanismos de defensa y otros procesos psicológicos que operan en el borde de la ilusiónracionalización del comportamiento social, como veremos.
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Desde este encuadre del tema de la subjetividad y la participación social, veamos como
ciertas formas de participación operan como clausura de los espacios de expresión y
desarrollo social, mientras que otras forman espacios fundantes y constructivos.
Construcciones de subjetividad y su significación social desde la participación
emancipatoria.La participación que opera como autoclausura; es decir, como espacio que tiende a lo
inerte, que se agota en su rutina, es aquélla que se produce en los ámbitos institucionales
demasiado pautados y estandarizados desde la exterioridad o en los espacios tradicionales
de la cotidianeidad dominados por patrones de interacción básicamente reproductivos.
En el primer caso, son espacios organizados y convocados por agentes externos a los
miembros de la comunidad y sus intereses concretos (aunque operen a nombre de éstos), o
bien, en el segundo caso, no hay convocatoria sino un resultado espontáneo de la trivialidad
de relaciones que se inician y terminan en el quehacer de la monotonía reproductiva diaria,
como algunos espacios tradicionales de la convivencia familiar, organizacional,
comunitaria, etc.
¿Que ocurre en la muchos de los actuales espacios de movilizaciòn pùblica o en los àmbitos
participativos institucionales (ya se trate de las organizaciones laborales, comunitarias,
polìticas o de masas, etc.)?. Son todos espacios de concurrencia màs o menos masiva y,
formalmente, espacios de expresiòn ciudadana, sin duda. En todos ellos se expresan
opiniones y experiencias, demandas y aportaciones, valoraciones de elogio y crìtica social.
Sin embargo, cabrìa preguntarse por què en estos espacios no surgen o no se elaboran,
habitualmente, muchos de los comentarios y temas populares que habitan nuestra
cotidianeidad, con toda su carga de angustia, de sufrimiento, incertidumbre.....y tambièn de
esperanza.
En la sociedad cubana actual, uno de los espacios de ejercicio democràtico posible màs
cercano a la vida cotidiana de sus participantes, como lo es el de las asambleas de
circunscripciòn de los poderes populares, en muchas ocasiones, se ha ido perfilando como
un espacio enmarcado en unos tipos de asuntos y demandas acotados por la inmediatez, al
que acuden los vecinos para plantear y atender reclamaciones del entorno màs cercano.
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Algunos de los planteamientos obtienen una soluciòn colectiva o institucional y otros
muchos, a lo sumo, una respuesta formal por las instituciones de competencia y van
quedando relegadas o excluìdas de todo ello las preocupaciones ciudadanas acerca de las
polìticas econòmicas, sociales y de otro tipo que se generan en los màs altos niveles del
Estado y que, aunque tienen una profunda incidencia en la vida individual, familiar,
comunitaria, regional y nacional no se consideran, habitualmente, temas de competencia en
los niveles locales, institucionales y barriales.
¿Por què no se tratan otros temas de interés colectivo más general o se tocan esos temas en
su tangencialidad, temas y asuntos que en los comentarios de los espacios informales
habituales (pasillos, casas, oficinas, barberìas, parques, carros de alquiler o paradas de
òmnibus, entre otros) surgen con todos los matices, interpretaciones y proyecciones
posibles?.
¿No limita esto las potencialidades democráticas en la elaboración y control de las
decisiones de interés popular?
Parecería que los orígenes del problema se remontan a una compleja amalga de tradiciones,
normas, estilos y otras peculiaridades de las interacciones y quehaceres sociales.
La tradición, las normas restrictivas, la compulsión social.La acción posible del ejercicio del poder por la ciudadanía se autoclausura en la percepción
que se configura a partir de los límites impuestos por las normas habituales y la rutina de
los procedimientos establecidos.
Aùn siendo de importancia algunos de los asuntos tratados en los espacios participativos
formales –ya se trate de Asambleas de la eficiencia, Reuniones cederistas, Asambleas de
Circunscripción, etc.- y de que se planteen o solucionen diversos problemas sociales-, las
limitaciones acerca de la emergencia de temas vitales generales o la carencia de potencia y
control para decidir sobre algunos temas particulares, parecieran radicar en los propios
orìgenes de la misiòn institucional configurada, de la organización que convoca, desde un
paradigma participativo con tendencia centralista, y en los mecanismos regulatorios en que
èsta se apoya.
Veamos algunas de estas cuestiones principales, referidas a limitaciones que imponen
restricciones a la participaciòn amplia y diversa sobre los asuntos de interès social.
9
Una limitaciòn puede consistir en que el temario de los asuntos partan delos intereses y
metas un nivel central.Es difìcil, en este caso, colocar un asunto de sentido para la experiencia colectiva diferente
a la agenda convocada o a las normas de contenido pre-establecidas. Las orientaciones se
dirigen al debate de temas generados en los niveles centrales, o bien, se trata de apelativos a
la discusiòn de los asuntos del àrea, en su localización o restringidos a alguno de sus
aspectos particulares; por ejemplo, de aquéllos que entorpecen la producciòn o los
servicios, con menor énfasis en las limitaciones de las condiciones de vida en general, o en
contradicciones o conflictos cotidianos, o en interpretaciones de las causas más generales
(institucionales, sociales o de otro tipo) de los macro y microproblemas.
Otra limitaciòn puede ocurrir cuando la conexiòn entre las dificultades particulares (ya
sean laborales, comunitarias o de otro tipo) y las polìticas generales, es excluìda del
debate de manera apriorística.En esta situación, cuando los planteamientos y aportaciones sobrepasan el nivel en que
ocurren y se refieren a temas generales, el asunto en cuestión queda fuera de competencia
automáticamente y, en algunos casos, si son planteadas, se elevan al nivel superior en
espera de una respuesta de retorno que, muchas veces, presenta alguna explicación parcial a
tono con la concepción en que ha sido trazada la política al respecto en los niveles
centrales, o se declara que se toma para su análisis sin que medien mecanismos de control y
seguimiento desde las bases, con lo que se pierde su curso de acción.
Estos son dos ejemplos de normas establecidas que llegan a conformar tradiciones de
autocensura, sin que sea necesario afirmarlas explícitamente. Van conformando una cultura
implícita de lo prohibido, que impide aportar a los marcos instituídos y dá lugar a la
retórica y al formalismo en todo el proceso de participación social.
Además de este tipo de limitaciones normativas, se dan otras limitaciones psicològicas
derivadas de los mecanismos de centralizaciòn y presiòn institucionalizados.Unas veces, estas limitaciones psicológicas son derivadas de la falta de informaciòn sobre
los hechos de cualquier tipo sobre los que no existen fuentes diversas que completen los
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matices del asunto y son, por tanto, configuradas de acuerdo al conocimiento parcial
elaborado –a veces por limitaciones prohibitivas al acceso de la información necesaria-.
Otras limitaciones psicológicas, por el contrario, son el resultado, màs que del
desconocimiento, precisamente, del conocimiento implìcito o atribuído acerca de cuàles
son los marcos restrictores establecidos -en lo normativo y en la interpretaciòn ideològica-,
que pueden conllevar una carga de autoatribuciòn de culpa (castigo potencial percibido,
autoamenaza de exclusiòn, temor de daño indirecto a las metas individuales y de la
colectividad, etc.), y de punición velada o represalias sutiles como mecanismo grupal o
social de castigo real por la disensiòn expresada sobre determinadas normas o
construcciones ideològicas sobre las que està prohibido debatir y, por tanto, se constituyen
en la instancia psicológica individual y colectiva, como un mecanismo de autoveto,
autocensura o autorrepresión.
Estos mecanismos psicológicos, generados en cualquier situación de interacción social, ya
sea de orden cotidiano como de las que traten de temas de orden político u otros, operan
como restrictores importantes de expresión constructiva y creativa de la subjetividad social.
Ocurre que son mecanismos habitualmente olvidados o desconocidos, tanto por la
investigación social como por la práctica política, por lo que sus modos de operación, sus
consecuencias diversas para la integridad de la persona, del colectivo y de la sociedad en su
conjunto, quedan ocultas e inexplicadas. La profundidad de los procesos se vela por sus
manifestaciones externas, la apariencia oculta la esencia.
Muchas veces, esta autorrepresión (o represión real) se vincula a la virtualidad de exclusión
del individuo de su grupo (comunidad, nación), ya se produzca realmente o sólo en el
imaginario que genera comportamientos sociales correspondientes al nivel de las relaciones
entre las personas. Mecanismos de exclusión-etiquetamiento (también autoexclusión) que
ocasionan un sentimiento de daño a la integridad e identidad del individuo humano (grupo,
etc), operando como un procedimiento desintegrativo que puede conllevar desde al
aislamiento hasta
la fragmentación de la experiencia de identidad
personal, grupal,
nacional.
Estos modos de comportamiento forman parte de la experiencia primaria de relaciones
institucionales, interpersonales y sociales de cualquier individuo en los màs variados
contextos sociales actuales y encuentran diferentes balances de contradicción y tensión con
11
aquéllas manifestaciones de solidaridad, fraternidad y apoyo que, respecto a diversas
actividades y situaciones cotidianas también se presentan con un fuerte sentido constructivo
en diferentes planos de la vida social, como parte de tradiciones que se han fomentado en la
formación de valores solidarios en nuestra práctica social.
Los resultados combinados de todo este conjunto de potencialidades, limitaciones y
tensiones conducen, en distintos casos, a la paràlisis, la apatìa, el formalismo, la doble
moral y todo un conjunto de deformaciones que contribuyen a velar la realidad, màs que a
desentrañarla en sus profundas conflictuaciones, para proyectarla efectivamente hacia
adelante.
Una de las manifestaciones de la subjetividad social alienada, conducente a la conciencia
sometida o manipulada, a la heteronomía (aceptación pasiva de valores, reproducción
acrítica de comportamientos, etc.) es la que se produce desde los patrones de interacción
habituales o cotidianos en todas las esferas de la vida, desde la relación padres-hijos hasta
las relaciones macrosociales. En este sentido, los enfoques socioculturales (Vigotsky,
Bruner, etc.) han señalado la importancia de la mediación sociocultural en el desarrollo de
la personalidad, entendida como el papel que desempeñan los otros significativos, la
producción cultural, ideológica y simbólica en general, en la conformación de las
conciencias.
Así, el propio Vigoptski desentrañó el mecanismo mediante el cuál el niño se apropia de la
realidad, consistente en que primero
los procesos se experimentan como situaciones
externas y luego son interiorizados por el individuo en una dialéctica externa-interna de
identificación, la que pone en juego procesos de imitación, unificación y diferenciación4.
¿A donde nos remite ésto? A la importancia y el cuidado de la orientación de los procesos
conformadores de subjetividad, en tanto el énfasis en lo imitativo y reproductivo pueda
lastrar la construcción de instancias de autonomía (y por tanto, de desarrollo) de la persona,
Una exposición más amplia de estos mecanismos y sus implicaciones sociales, se puede encontrar en
(D´Angelo O., 2001). También hay referencias interesantes a esta problemática en De la Torre, Carolina
(2001). Así, la autora al enfocar el proceso de formación de la identidad personal y colectiva, plantea que
pudiera parecer un proceso simple: los mayores enseñan, trasmiten, forman; los pequeños aprenden, reciben,
son formados; los medios inculcan, los receptores asimilan; la autoridad impone, los subordinados
aceptan.(pag. 113).
Desde las implicaciones de una ética autoritaria bastante extendida en todos los planos de la vida social, estas
situaciones se contraponen a los planteso de una ética emancipatoria, en la que tiene otro valor diferente , al
decir de C. de la Torre (pag.108-118): una subjetividad activa, que piensa, crea, transforma, adjudica
sentidos…
4
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y pone una señal de alerta en los mecanismos sociales que alimentan la uniformidad y la
imitación de modelos o el mimetismo, más que la interiorización reflexiva y crítica que
permita la construcción de una identidad y proyección auténticas de la persona5.
Otras de las manifestaciones de mayor alcance son las que hemos denominado de
esquizofrenia social6. La persona (grupo) es fragmentada al volverse incoherente sus
formas de expresiòn en las esferas de su manifestaciòn institucionalizada con relaciòn a sus
percepciones habituales, sus necesidades e intereses en la esfera de lo real cotidiano y en
los planos de las relaciones domésticas.
Los estados de esquizofrenia social se producen también cuando hay una disonancia
significativa entre los discursos institucionales oficiales y la interpretación de la vida social
tal y como es experimentada por los sujetos sociales en su realidad concreta ( lo que se
hace, tal vez, más visible con relación a algunos espacios noticiosos y otros de los medios
de comunicación).
Esta situación de fragmentación de la persona aumenta cuando a esas distancias se agrega
un componente de presión coercitiva (ya se trate de presión social o ideológica a través del
comportamiento social cotidiano o de la presión de normas institucionales excesivamente
restrictivas) para el cumplimiento de las prácticas y políticas derivadas de esos discursos.
Se trata aquí, no de negar la existencia, hasta un punto necesaria de mecanismos de presión
e inclusión social, espontáneos o institucionales, sino de alertar acerca de su conversión en
un mecanismo opresivo de las potencialidades humanas.
La manifestación de doble moral es una expresión de esta esquizofrenia, en que el
individuo (grupo) está dividido entre las formas en que piensa y las que tiene que pensar,
entre lo que necesitaría hacer y lo que tiene que hacer, entre lo que dice y lo que siente o
debe decir; es un ser escindido y, por tanto alienado.
Las expresiones de esquizofrenia social son paralizantes y distorsionantes de la acción
social efectiva, constructiva y desarrolladora en cualesquiera de sus manifestaciones. La
consecuencia es la deformaciòn de los espacios participativos, que se comienzan a convertir
en inertes, asfixiantes, inoperantes y formales. Por tanto, van dejando de ser,
Como señala C. de la Torre, citada (pag.118): Con algunos modelos la relación afectiva será tan positiva que
generará una identificación análoga a la del otro, mientras que en otros casos lo único que los modelos podrán
lograr, mientras más se empeñen, es el deseo de ser diferente.
6
Término en que hemos coincidido el colega Jorge Luis Acanda y yo, tal vez con distinción de matices, para
describir ciertos procesos de la subjetividad social
5
13
progresivamente, espacios de construcciòn de sentido social real, mientras que los espacios
de configuraciòn de sentidos eficientes circulan en las esferas informales de lo cotidiano,
más tolerantes a la diversidad y expresiones humanas. Todo ello plantea el peligro de
excisión oculta o no siempre visible, de conformación de un doble plano –contradictorio-de
la sociedad: la declarada y la real cotidiana, con intervínculos y vasos comunicativos
conflictuados.
Los espacios institucionales inertes tambièn forman sentido, pero entonces son dimensiones
cargadas negativamente (catèxis negativas), en los que emergen zonas de incredulidad
social, de desconfianza y de vulnerabilidad.
La construcciòn de esa percepciòn de ficción acerca de los espacios y discursos
institucionales oficiales (al menos, en un cierto nivel de sus manifestaciones) contrasta, en
ese caso, con la credibilidad y sustentación de las elaboraciones de sentido en la esfera de
las relaciones reales informales, más apegadas a las experiencias y condiciones de
reproducción cotidiana de la vida.
El mismo proceso hace que las dos esferas, la institucional oficial y la informal cotidiana se
conviertan en esferas de oposiciòn, a veces irreconciliables y conducente a crisis y neurosis
individuales y colectivas de cierta magnitud, muchas veces sólo observadas a través de
síntomas
indirectos
–manifestaciones
sociales
disrruptivas-
con
consecuencias
impredecibles.
Esos efectos indirectos y de larga acciòn pueden corroer desde dentro la homogeneidad
social imaginada, desdibujándose en un cuadro de heterogeneidad no reconocida y llegar a
la fragmentación interior (de los individuos y los colectivos). La propia formación de la
identidad colectiva (nacional) es un proceso de integración y desintegración (Fernando
Ortiz), en el que el balance constitutivo de ambos procesos puede contener fuertes
elementos virtuales de inclinación hacia el polo desestructurador y tener consecuencias
sociales imprevisibles, aunque se exprese también en manifestaciones integrativas–reales o
aparentes en parte-.
Los efectos desintegradores pueden ser muy perjudiciales cuando se instalan como
mecanismos habituales de la subjetividad y pueden conformar verdaderos estilos de vida
14
colectivos que hipotequen cualquier acción reconstructiva de la identidad individual y
social basada en valores de honestidad y dignidad humana7.
Puesto en juego el discurso oficial normativo y los valores declarados frente a las
necesidades de supervivencia, se producen deslizamientos por los resquicios de la
institucionalidad social que son vivenciados como actos normales y hasta legítimos por
amplias capas, sin distinción de ideologías y militancias.
Por eso, cuando una norma instituída atenta directa o indirectamente contra los principios
de la vida, inmediatamente se instaura una conducta social que la viola, apoyada por
mecanismos de racionalización o por el reconocimiento de la dualidad moral inevitable del
comportamiento propio.
En un paradigma social de tipo participativo-movilizativo de tendencia verticalista, aunque
una parte importante de su visión se dirija a la atención de las necesidades sociales8, la
acogida a los sucesos cotidianos con su carga de necesidades, angustias y expectativas, se
lastra por carencia (o mutilación) de mecanismos de expresión y acción social de amplio
diapasón en la ejecución, representación y control social de las políticas, como los que se
pueden asumir desde la más amplia proyección de los enfoques emancipatorios socialistas.
El paradigma centralista o verticalista tiende a reafirmarse contìnuamente en su propio
orìgen, a manera de autosatisfacciòn que acomoda la realidad desde las premisas iniciales
que lo constituyen9. La incredulidad y las acciones desviadas o evasivas resultantes, en
tensión con valores y experiencias positivas de construcción social a partir del paradigma
vigente, compartidos por amplias capas de la población, ahondan los procesos de
esquizofrenización que llevan a expresiones de conflicto y comportamiento formal en los
espacios de movilización pública.
La esquizofrenia social presenta, entonces, al menos dos caras: la conflictuación de los
individuos que perciben los aspectos contradictorios y, no obstante, por compulsión social
introyectada o real, deben continuar el doble juego aún a costa de sus convicciones, y la
otra cara que es la del cinismo y el oportunismo, el aparecer haciendo como sí su acción en
Véase si no, la extendida red de mercadeo ilegal subterráneo de la que participan amplios sectores de la
población, atenazados por los costos de la vida actuales, unos, o medrando a costa de ello, otros.
8
En nuestro país, la atención explícita y real de un sinnúmero de necesidades sociales, desde la salud, la
educación, la seguridad social, la atención en situaciones de catástrofes, etc., constituyen elementos fundantes
del programa social revolucionario.
9
Posiblemente habría que enmarcar en una escala muy amplio las formas de manifestación de los casos
concretos, como el nuestro, para determinar en que nivel del paradigma centralista se ubicarían.
7
15
el plano de lo público fuera una expresión de convicciones y no de mimetismo o
conveniencia. Muchas veces comportamientos que se racionalizan en aras de expresiones
como las siguientes: no hay otra solución, hay que seguir viviendo, es mejor no buscarse
problemas, evitar señalarse, etc.
Relaciones entre la Política, la Subjetividad social y una Ética emancipatoria para el
Desarrollo Humano .La Política, en su comprensión teórica, se orienta por modelos filosóficos e ideológicos
elaborados. No obstante, como disciplina de la práctica social, es sensible a las expresiones
de la realidad contextual, incluídas aquéllas correspondientes al campo de la subjetividad
social.
Se trataría de encontrar las correspondencias y coherencias del modelo teórico-práctico de
la Política con las expresiones de la subjetividad social, para explorar vías constructivas que
anticipen la reconstrucción más amplia posible del paradigma ético emancipador10.
En este sentido, las elaboraciones políticas tendrían que estar muy atentas al estado de la
subjetividad social en el contexto y momento histórico determinados. Estar abiertas a
dialogar con la cotidianeidad desde marcos de apertura y receptividad, orientado a la
retroalimentación mutua y no a la imposición de normas que puedan estar lacerando, aún de
manera oculta, el sentir latente. La política debe así considerar el emergente (sintiente,
deseante, pensante) de los diversos sujetos sociales componentes de la nacionalidad, el
estado real de preocupaciones expresado de diversas maneras en las manifestaciones de la
subjetividad social (en el habla popular, en las alegorías y silencios, en la exaltación y la
quietud) como momentos de producción que elaboran las ansiedades sociales y generan
consecuencias posibles.
Las ansiedades sociales (de igual manera que ocurre en un grupo pequeño) pueden
expresarse en forma de temores (sentimientos de pérdidas reales o potenciales), de
incertidumbre y miedo a lo desconocido o a consecuencias perjudiciales (persecutoriasparanoides), de elaboración constructiva (tareas, proyectos), etc.
En la construcción de las realidades posibles, siempre estará en juego el nivel de las presiones e intenciones
de dominio de las potencias internacionales, pero también el peligro latente de su dimensionamiento como
causa determinante o única de limitaciones y restricciones internas.
10
16
Ante medidas políticas de alta sensibilidad en la población, la generación de ansiedades
puede conducir a diferentes comportamientos, más enmascaradores de la realidad en la
medida en que la presión y la coerción social e institucional se haga más pronunciada.
Este es uno de los mecanismos generadores de la doble moral, la apatía social y otras
manifestaciones. Requiere, por tanto, ser interpretado y elaborado en contextos
participativos de apertura y construcción creativa, con una transparencia comunicativa que
ponga de manifiesto los intereses diversos institucionales y sociales, que abra margen a la
comprensión mutua, a la negociación y al consenso constructivo, con respeto para todos los
puntos de vista comprometidos en la construcción social.
Por otro lado, se trata de la necesidad de crear los espacios adecuados a la
autoorganización y la autoexpresión de los diversos actores sociales11, en los marcos
amplios que se determinen por consenso social, admitiendo la naturalidad del disenso
constructivo y en aras de la realización de los principios de una ética emancipatoria social.
Entonces, la política social armonizaría más con las expresiones de la subjetividad social en
contextos normales de contradicción y potencial (o real) conflictividad, permitiendo
elaboraciones más debatidas y razonadas desde todos los ángulos de implicación posibles12.
La política deviene, entonces, en una acción social de primer orden de todos los actores
sociales, en lo real y profundo de sus comportamientos y su praxis social.
Hacia una cultura del diálogo, empoderadora, reflexiva y creativa13.La creación de una cultura del diálogo reflexivo, crítico y creativo, como forma de
manifestación
social basada en el respeto de la diversidad, en lo emergente de la
subjetividad social y a tono con los valores y metas sociales consensuadas, constituyen una
de las más elevadas formas de participación social para la construcción de la autonomía, la
libertad social y el desarrollo de la calidad de vida humana.
La tendencia actual en el país parece responder a la idea de que la organización de los canales de
expresión de los actores sociales debe estar generada y controlada desde arriba y responder a misiones
organizativas genéricas, de más o menos igual aplicación para todos en todas partes.
12
Recordemos que en las dialécticas hegeliana y marxista el concepto-ley de contradicción es considerado el
motor del desarrollo, parejamente con el de unidad y lucha de contrarios. En los enfoques de la hermenéutica
crítica, igualmente, toda situación debe enfocarse desde sus diversos y opuestos ángulos para operar la síntesis
de desarrollo de la espiral dialéctica.
13
Sobre el término cercano de cultura política y participativa, consúltese a Hernández, Rafael (1999).
También resulta interesante el concepto de democracia cultural ( Linares C.y otros, 1996)
11
17
El paso desde el énfasis en los mecanismos movilizativos y orientadores, impositivos o
coercitivos, a mecanismos de elaboración comprometida, respetuosa de la diversidad y la
autonomía, y autogeneradora de sus propias propuestas, decisiones y mecanismos sociales
de control popular, es un momento esencial constructivo de la ética social emancipatoria.
La Política podría entonces, en este marco interpretativo y práctico, sintonizar
estrechamente con las manifestaciones de la subjetividad social en una interpelación abierta
a la construcción de los escenarios posibles generados y consensuados -y, por tanto,
dotados de compromiso real de los diversos actores sociales, ya que poseen carga de
energía significativa en los asuntos, necesidades e intereses emergidos desde la base y
desde los propios actores sociales- coherentes con un paradigma ético emancipatorio en el
que las necesidades sociales e individuales y las oportunidades y posibilidades de
construcción de proyectos de vida satisfactorios y desarrolladores, constituya una máxima
de todos.
El balance entre objetivos del sistema político para su autocumplimiento y el balance de las
necesidades, intereses, preocupaciones, expectativas, estados de ánimo de los individuos y
grupos sociales, debe ir dirigido hacia la búsqueda de verdades compartidas más que a la
ejecución de esquemas de verdades que, por la formalización de los espacios participativos,
tiendan a convertirse, realmente, en unilaterales o absolutas.
La política, conducida en esa dirección, brindaría oportunidades a la construcción de una
autonomía integradora, basada en las aportaciones de los diferentes actores sociales, en sus
posibilidades autoorganizativas y autopoiéticas ( Varela, Maturana, Capra) dentro de un
marco de expresión amplio y no restrictivo de sus potencialidades, tendientes a la búsqueda
del consenso hacia objetivos compartidos y negociados de desarrollo individual y social.
La autonomía integradora configura, en nuestra elaboración, un elemento central de la
construcción social de una ética emancipatoria dirigida a los objetivos del desarrollo
humano en libertad, solidaridad y dignidad, para la realización de la justicia social, el
progreso y la elevación de la calidad de vida de todos.
Si la integración es la base de la cohesión social, ello sólo es posible en el contexto de la
complejidad social marcado por la incertidumbre, la diversidad, la autoorganización de los
procesos y sistemas, la dinámica de procesos emergentes ( a veces regresivos, otras
adaptativos y otras anticipadores y proyectivos), si se fomentan orientaciones productivas
18
autorrealizadoras -en los individuos, grupos y a escala de toda la sociedad- (Maslow,
Rogers, etc.).
Marx había planteado la prioridad de la satisfacción de las necesidades materiales respecto
a las espirituales, aún siendo ambas un par dialéctico caracterizado por la unidad y las
tensiones. Inspirado en esta idea, A. Maslow elaboró su teoría sobre las escalas de
necesidades humanas. En sentido general, él plantea la prioridad de satisfacción de las
necesidades de supervivencia (de alimentación, protección física, etc.); en un sitio
intermedio ubica la satisfacción de las necesidades de autoestima (la importancia de la
consideración, el respeto, la pertenencia e identidad – en lo individual y social- y el amor de
los otros y de sí mismo) y considera que, sobre estas bases de apoyo, se hace posible el
desarrollo y satisfacción, entre otras, de las necesidades superiores de autonomía y
autorrealización.
La Política tiene que tener en cuenta esta conformación de la jerarquía de necesidades
humanas, no de manera rígida, pero sí en sus significaciones principales. Este conjunto de
necesidades operan de manera integrada en la persona (sociedad) sana, madura y
desarrolladora. Son constitutivas de los Proyectos de Vida desarrolladores, individuales y
colectivos.
En nuestra realidad, ello nos llevaría a una reflexión: ¿existen posibilidades de cubrir las
necesidades de supervivencia básicas de las amplias capas de la población con los
dispositivos y políticas actuales?, ¿se toma en cuenta la emergencia de procesos que afectan
la identidad, integración y autoestima de todas las capas sociales?, ¿ se han explorado las
aperturas posibles a la autonomía creadora de los diversos actores sociales en su
diversidad?, ¿se han analizado creativamente las posibilidades de incremento de la igualdad
de oportunidades para todos en todos los campos de la vida económica, política y social,
capaces de satisfacer las necesidades de autorrealización vital?14
Podríamos apoyar algunas de estas interrogantes en datos de investigaciones realizadas en el país (véase
D´Angelo O.(2001, 2002), contentivos de algunas referencias de ese tipo), pero rebasan las posibilidades de
este trabajo.
Estas interrogantes siempre corren el riesgo de ingenuidad o de utopismo, por desconocimiento de las
situaciones de confrontación del mundo actual y del país, las políticas de bloqueo contra Cuba, etc. Frente a
esos argumentos, en parte válidos, y los que presentarían todo el abanico de esfuerzos y logros de la política
social cubana, en el intento de satisfacer unas u otras necesidades vitales -en distintos campos dela vida
social-, no obstante, cabría mantener la interrogante acerca de las posibilidades de los espacios inexplorados
(o de otros limitados por la tradición o los estilos predominantes) que podrían, con la aportación de todos,
14
19
Se trata de la posibilidad de nuestra reconstrucción social a partir de las propias
potencialidades y posibilidades emergentes de la creatividad de los sujetos autónomos
integrativos, para la (su) autorrealización vital de todos.
La Política, en este diseño, debe estar en estrecha conexión con las expresiones de la
Subjetividad social y dirigida al desarrollo de una Ética emancipatoria que pondere las
necesidades y los valores humanos para el predominio absoluto de la Vida en toda la
diversidad de sus manifestaciones y riquezas; por tanto, dirigida a propiciar
la
conformación de Proyectos de vida multifacéticos y enriquecedores de su realidad social–
individual y colectiva.
En este sentido, la Política deja de ser una esfera de acción preferencial del Partido-Estado,
ya que se estructura a partir de la relación primordial entre los sujetos sociales autónomos y
las instituciones estatales y sociales. Se confecciona en la interacción de abajo-arriba y de
arriba-abajo, en una tensión dialéctica que garantizaría la inclusión, los poderes
compartidos, la libertad de proposición y de control popular de las decisiones, más que el
poder institucional y el sometimiento; pondera la creatividad colectiva, abierta a soluciones
flexibles más que la visión institucional orientada al autocumplimiento del modelo teóricoideológico de partida.
Su fín, entonces, sería el de propiciar el consenso social en armonía, a partir de un
propósito emancipatorio dirigido al desarrollo multilateral de las esferas de actividad social
y de los individuos, con vistas a la satisfacción de las crecientes necesidades materiales y
espirituales de las personas, con la potenciación de sus oportunidades de autonomía,
progreso y autorrealización vital.
El propio modelo (político, económico, social) sería, en esas condiciones de las nuevas
formas de participación, un modelo abierto a las aportaciones y construcciones, con
capacidad de entrada a nuevas visiones realizadoras de la ética emancipatoria y, por tanto,
regido por las reconstrucciones posibles en todos los planos del conocimiento y de la vida
social.
En el marco de esta autonomía integradora se elaborarían (reelaborarían) nuevas normas
jurídico-sociales garantes de la construcción social emancipatoria. Nueva cultura
trazar caminos de solución novedosa y abrir las energías positivas al desarrollo del país desde la creatividad
de todos los sujetos sociales.
20
participativa como ambiente de transparencia, replanteamientos y diálogo reflexivo
constructivo, en la que se limitan y contrarrestan las condiciones para la reproducción de la
esquizofrenia social y la doble moral.
Por tanto, una cultura de la reflexión-participación que implica la consiguiente
deconstrucción autocrítica, develadora de los narcisismos y las castraciones posibles, como
paso a una reconstrucción creadora de lo social-ideológico sacramentado, de visibilidad de
las zonas preteridas u oscurecidas –devalorizadas o subvaloradas- de lo social, en sus
manifestaciones y actores olvidados y excluídos, para que ilumine nuestros derroteros,
como contribución al rediseño de los valores enaltecedores de la dignidad humana desde
nuestras construcciones y experiencias históricas concretas de la cotidianeidad
y la
cubanidad; nueva cultura como momento trascendente y creador, redimensionamiento
proyectado del sentir, pensar y actuar hacia una sociedad socialista cada vez más
humanizada.
Al quedar los sujetos mismos de la acción, en poder (empoderados) de imaginar, elaborar,
debatir, consensuar, actuar, ejecutar y controlar sus propias tesis y decisiones, se crea la
posibilidad de expresión de una mayor coherencia ética de los individuos, grupos,
instituciones y de toda la sociedad.
En una puesta de acuerdo debatida, argumentada y contraargumentada por todos, los
compromisos se generan también desde las bases y actores de la sociedad, con capacidad de
autonomía integradora, en balance adecuado con las metas más flexibles, entonces, de las
organizaciones centrales. Con ello, surgen las energías transformadoras y la posibilidad del
despliegue libre de las potencialidades. En resumen una sociedad solidaria, justa y digna,
con más oportunidades de realización, más plena y libre para todos.
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