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La mujer en el Islam
Ndeye Andújar
Universidad de Córdoba, 4 de febrero de 2008
Seminario “La mujer en las tres religiones monoteístas”
Introducción
Me gustaría empezar compartiendo con ustedes una reflexión sobre el título de mi
intervención. Pienso que hubiera sido más acertado hablar de “Las mujeres en el Islam” en
lugar de “La mujer en el Islam”. Es algo en lo que suele insitir porque me parece importante
reflejar la diversidad que hay dentro del Islam y huir de las visiones esencialistas. El concepto
“mujer” no es más que una abstracción y limita y encajona la dimensión rica y plural que
existe y que siempre ha existido.
El tema es además sumamente complejo ya que es transversal y los análisis que se suelen
llevan a cabo son de diferentes tipos (sociológico, económico, histórico, jurídico o espiritual,
entre otros). Pero debido al poco tiempo de que disponemos me centraré en tres puntos que
me parecen esenciales: la historia, la espiritualidad y la hermenéutica coránica.
Historia: necesidad de recuperar aspectos importantes del pasado que han sido ocultados pero
no se trata de una simple adulación acrítica y anticuada. No todo tiempo pasado fue
necesariamente mejor.
Espiritualidad: recuperación del mensaje espiritual del Islam a través de la reivindicación de
los derechos humanos en general y de las mujeres en concreto, y en consecuencia, esto
repercutirá en la mejora de las sociedades. Esto no tiene que ver sólo con un compromiso
ético-moral sino que para los musulmanes se trata de un deber sagrado.
Hermenéutica coránica: la lectura feminista de las fuentes del Islam encuentra su
justificación en la propia cosmovisión coránica. La igualdad ontológica propugnada por el
Qur’an se sitúa por encima de las diferencias biológicas.
Además, la dificultad para abordar el tema tiene que ver con la percepción negativa que se
tiene del Islam y de los musulmanes. Se trata de una visión sesgada, muchas veces vehiculada
por los medios de comunicación y apoyada por ciertos sectores al servicio de la propaganda
neoconservadora y más reaccionaria ante la diversidad cultural.
En 1996 una organización británica llamada Runnymede Trust acuñó el término “islamofobia”
que recogía ocho prejuicios recurrentes acerca del Islam: una visión monolítica, separada (los
musulmanes no comparten los mismos valores que los demás), son inferiores (bárbaros,
misóginos), son nuestros enemigos (estamos en guerra contra ellos), una visión manipuladora
(el islam como ideología política, los musulmanes en Europa son “quintacolumnistas”), el
rechazo de la crítica a Occidente, la defensa de la discriminación y por último, la hostilidad
hacia los musulmanes sería algo habitual y justificado.
Para tratar el tema de las mujeres musulmanas y del Islam, debemos tener en cuenta por lo
tanto el contexto negativo en el que se inserta. Los debates y discursos están demasiado
polarizados y es difícil plantearlos con cierta serenidad. En general, podemos afirmar que
existen dos discursos acerca del Islam, que a pesar de parecer antinómicos en realidad se
alimentan mutuamente.
Por un lado, un discurso que diaboliza el Islam. Se utilizará como argumento el estatuto de las
mujeres en los países de mayoría musulmana como si fuera el mismo en cualquier lugar o
época.
Por otro lado, un discurso que idealiza el Islam. Según esta visión, la mujer ya tendría todos
los derechos, pero no debido a la igualdad sino a la complementariedad. El problema que
presenta este discurso es que se pone a la mujer en un pedestal; se habla de ella como de una
“perla” frágil y bella a la que hay que cuidar y proteger. Con esa excusa se le negará el acceso
al espacio público y se le adjudicará un papel subalterno en la sociedad.
Ambos discursos presentan, pues, dos visiones falseadas de la realidad. Los que diabolizan el
Islam buscarán aquellos ahadiz (dichos del Profeta) que en apariencia son misóginos y
descontextualizarán algunos pasajes del Qur’an para justificar su posición. Esta manera de
utilizar las fuentes del Islam es muy peligrosa porque conduce a elaborar unas conclusiones
interesadas y falsas ya que no se tiene en cuenta una visión global del mensaje.
Los defensores de este discurso justificarán su crítica a la “aplicación” del Qur’an a partir de
la constatación objetiva de la situación discriminatoria que viven muchas mujeres
musulmanas. El problema es que en sus análisis parten de una premisa errónea ya que
confunden el Qur’an, un mensaje espiritual para todos los hombres y mujeres, con las leyes
humanas que se codificaron en el siglo X.
Los códigos de familia son discriminatorios en muchos sentidos pero no se trata de la “palabra
divina” sino de unas leyes elaboradas a partir de una comprensión humana y, hoy en día, en
muchos aspectos, anacrónica. Tampoco debemos olvidar que la mayoría de los códigos de
familia del Magreb se inspiran en el código napoleónico.
Los que piensan que el Islam es un compendio de leyes que no dejan espacio para la libertad
de los creyentes desconocen profundamente esta vía espiritual. Como dato ilustrativo, el
Qur’an contiene unos 6.000 ayat o versículos y tan solo aparecen 300 temas legales. En
cuanto a los ahadiz, se calcula que hay unos 60.000, de entre los cuales sólo 2.000 tendrían
que ver con cuestiones legales.
Algunas corrientes dentro del Islam presentan los ahadiz como superiores al Qur’an en caso
de que haya contradicción entre las dos fuentes. Pero este procedimiento no respeta las
normas básicas de interpretación que establecen que el Qur’an se explica a través del Qur’an.
Por lo tanto, un hadiz nunca puede contradecir el Qur’an. Puede evocar algún aspecto
importante sobre cuestiones sociales y espirituales, pero no puede defender una visión
contraria.
Así, la visión idealizada del Islam oculta expresamente la situación injusta que sufren muchas
mujeres musulmanas. Repiten hasta la saciedad que con la llegada del Islam ya no se
enterraban a las niñas recién nacidas, lo que fue todo un avance en el siglo VII, pero hoy en
día no nos podemos vanagloriar sin más de ese recuerdo selectivo del pasado y obviar las
injusticias evidentes que existen en muchas sociedades de mayoría musulmana.
Por último, me gustaría terminar esta introducción presentándoles el objetivo de mi
intervención. Intentaré proporcionarles las herramientas necesarias para deconstruir ambos
discursos (el que diaboliza y el que idealiza el Islam) y les propondré un discurso alternativo
que supera esa dicotomía. Se trata del discurso de muchos hombres y mujeres musulmanes
que luchan por la igualdad de género dentro del Islam y denuncian el patriarcado como
sistema de opresión.
Medina: historia de una revolución abortada
El Profeta Muhammad (sas) recibió la revelación a través del ángel Yibril (Gabriel) que fue
descendiendo durante 23 años. De esta manera se iría dando respuesta a las necesidades
coyunturales de la época. Además se distinguen las ayat de la etapa de Meca y de Medina, el
contenido de los mismos y el tono serán diferentes. Las ayat que descendieron en la primera
etapa tratarán sobre las bases del Islam, los pilares y los deberes de los musulmanes. En
cambio, las ayat pertenecientes a la segunda etapa, después de la Hégira, responden a los
problemas a los que se enfrentaba el Profeta (sas) y a las preguntas que se hacían los
musulmanes como comunidad.
Sin embargo, a lo largo de los siglos (y de manera más acusada hoy en día) la literatura
islámica ha minimizado e incluso ha ocultado voluntariamente el papel fundamental que
desempeñaron las mujeres en este exilio. Es necesario recuperar el verdadero lugar que
ocuparon las mujeres en los inicios del Islam que, como veremos más adelante, lejos de ser
subalterno, fue clave para el desarrollo y la organización posterior de la sociedad medinense.
En el Qur’an no sólo aparecen mencionadas mujeres importantes, modelos de conducta para
todos los musulmanes, sino que además se dirige tanto a las mujeres como a los hombres.
Aunque en principio esto parece evidente no lo es tanto si tenemos en cuenta la construcción
patriarcal que se ha ido elaborando a lo largo de los siglos y a partir de la cual sólo “existe” el
hombre. De ahí que el Qur’an haya sido leído por y para los hombres únicamente.
Para interpretar el Qur’an se deben tener en cuenta las asbâb an nuzûl (las causas de la
revelación). Se trata de una primera etapa que sirve para contextualizar los hechos a los que
hace referencia. Cabe matizar, no obstante, que aunque en un primer momento el Mensaje iba
dirigido a la comunidad de Medina, su alcance, en su conjunto, es universal.
Al-lâh se dirige a las mujeres
Uno de los pasajes más citados por los defensores de la igualdad de género en el Islam es el
que hace alusión a la reivindicación de Umm Salama, mujer del Profeta (sas) sobre por qué el
Qur’an sólo se dirigía a los hombres. Fue cuando descendió la siguiente aya:
(33-35) EN VERDAD, para [todos] los hombres y mujeres que se han sometido a Dios,
los creyentes y las creyentes, los hombres y mujeres realmente devotos, los hombres y
mujeres fieles a su palabra, los hombres y mujeres pacientes en la adversidad, los
hombres y mujeres humildes [ante Dios], los hombres y mujeres que dan limosna, los
abstinentes y las abstinentes, los hombres y mujeres que guardan su castidad, y los
hombres y mujeres que recuerdan mucho a Dios: para [todos] ellos ha preparado
Dios perdón de los pecados y una magnífica recompensa.
Este pasaje es sumamente importante por varios motivos:
1. No deja lugar a dudas sobre la igualdad entre los hombres y la mujeres.
2. El Qur’an se dirige tanto a los hombres como a las mujeres.
3. El cuestionamiento es totalmente legítimo. La libertad de expresión y la reivindicación de
los derechos de las mujeres hunden sus raíces en el Islam.
4. Al-lâh escucha a las mujeres.
Cuando el Qur’an se dirige a los hombres (o mejor dicho, a las gentes) utiliza la palabra “annas” en sentido genérico. Es decir, al igual que en español, el masculino incluye el femenino.
Pero vemos que en las interpretaciones más tempranas del Qur’an se identificaba “an-nas”
con el sexo masculino.
Según un hadiz recogido por Muslim, una sirvienta de Umm Salama estaba peinándola
cuando oyeron la llamada del Profeta (sas) desde su minbar: “Ayyuhâ n-nas!” (¡Oh, gentes!).
Umm Salama se levantó para unirse al grupo pero su sirvienta le dijo que la llamada no
concernía a las mujeres. Ella le respondió: “¡Pero si yo formo parte de las gentes!”
Si Umm Salama se vio obligada a reivindicar la participación de las mujeres es porque desde
los inicios del Islam se ha hecho una lectura machista. Tal y como queda reflejado en el hadiz
vemos, además, que no hace falta ser un hombre para interpretar las palabras de manera
machista. A pesar de que se dirigía a todos, es obvio que la sociedad medinense seguía siendo
patriarcal.
La participación social
Otra aya interesante es la que se conoce bajo el nombre de “la escena de la mubâhala” (de la sura
al-Imrân). Se trata del episodio que hace referencia a la visita de los cristianos de Naÿrân a la
mezquita del Profeta (sas) para hablar con él sobre las diferencias entre el Islam y el
Cristianismo.
(3-61) Y si alguien disputa contigo acerca de esta [verdad], después de todo el
conocimiento que te ha llegado, di: "¡Venid! Convoquemos a nuestros hijos y a vuestros
hijos, a nuestras mujeres y a vuestras mujeres, y acudamos también todos nosotros;
recemos [juntos] con humildad y fervor, e invoquemos la maldición de Dios sobre
aquellos [de nosotros] que mientan."1
El Profeta (sas) respetó el mandato divino y no dudó en solicitar la participación social
aunque fuera para un tema tan importante. Además escogió a su propia familia (a sus nietos
Hasan y Hussain, a su hija Fátima Zahra y a su primo y yerno Ali) para darle mayor valor a su
gesto y así dar ejemplo al resto de la comunidad.
1 Acerca de la verdadera naturaleza de Dios. Según todas las autoridades más dignas de confianza, los versículos
59-63 de este sura fueron revelados en el año 10 heg., con ocasión de una disputa entre el Profeta y una
delegación de los cristianos de Naÿrán los cuales, como todos los demás cristianos, sostenían que Jesús era "el
hijo de Dios" y, por lo tanto, la encarnación de Dios. A pesar de que rehusaron el "juicio por la oración"
(mubahala) que les propuso el Profeta, este les concedió un tratado que garantizaba todos sus derechos civiles y
el libre ejercicio de su religión (Nota de la traducción del Qur’an de Muhammad Assad).
Por otro lado, las mezquitas eran lugares abiertos para todos los musulmanes y musulmanas. No
sólo hacían salat sino que la comunidad se reunía para debatir sobre cuestiones políticas,
económicas, espirituales. Eran verdaderas asambleas populares en las que las mujeres tomaban
decisiones junto a los hombres.
Los ahadiz nos explican que los hombres y las mujeres hacían salat juntos en la mezquita del
Profeta (sas), como pasa hoy en día en el Haÿy (la peregrinación a Mekka). No había ninguna
separación ni barrera entre ellos. Incluso cuenta un hadiz que el Profeta (sas) acortaba la jutba
cuando oía llorar a los bebés.
Según un hadiz de Asma bint Abu Bakr (hermanastra de Aisha) transmitido por al-Hafidh Ibn
Haÿÿar en Bujari cuenta que un día, debido al ruido que había en la mezquita de Medina, no
pudo escuchar el final de la jutba del Profeta (sas). Entonces Asma le preguntó a un hombre
que estaba sentado a su lado qué era lo que había dicho.
Vemos que la comunidad de Medina había iniciado una revolución social. Las mujeres ocupaban
el espacio público con total naturalidad y estaban seguras de los pasos que daban hacia la
emancipación porque el Qur’an y el Profeta (sas) estaban de su parte. A pesar de ello, no cabe
duda que había tensiones entre los miembros de la comunidad ya que la organización social
estaba cambiando. Hasta tal punto que estalló un verdadero conflicto: las mujeres se quejaban al
Profeta (sas) del maltrato físico, querían participar en las batallas para obtener el botín, se
expresaban libremente y mostraban su desacuerdo con sus maridos etc. Pero muchos hombres no
estaban dispuestos a perder sus privilegios.
Estos datos son muy importantes ya que se ha ocultado y minimizado deliberadamente el hecho
de que las mujeres ocupaban el espacio público, que protestaban y eran escuchadas, que eran
muftiyat (daban opiniones jurídicas), muÿtahidat (hacían esfuerzos por interpretar los textos) e
incluso corregían a los hombres cuando se equivocaban.
Ante la evidencia de las propias fuentes islámicas no se puede negar que eso fuera así, pero
actualmente algunos ulema reaccionarios justifican a través de un discurso apocalogético que la
mujer debe estar relegada al espacio privado. Según este discurso, vivimos en una sociedad
depravada y perversa y por ello las mujeres deben ser protegidas. En cambio, la comunidad de
Medina era perfecta y por eso las mujeres podían compartir el espacio público con los hombres.
Como hemos visto, esa visión es totalmente falsa, idealizada e interesada con el único fin de
encerrar a las mujeres.
Mujeres refugiadas políticas
Así pues, el papel de las muhaÿirat (refugiadas políticas) fue clave en la construcción de la
incipiente comunidad de Medina. Otra figura importante fue Asma bint Abu Bakr, que ayudó al
Profeta (sas) en su huida de Mekka a Medina. Éste se ocultó en una cueva junto a su padre, Abu
Bakr, y fue ella quien se ocupó de llevarles comida para que sobrevivieran. Además tuvo una
gran responsabilidad porque debía guardar el secreto. Ésta permaneció en silencio y nunca lo
entregó a pesar de que el enemigo del Profeta (sas), Abu Ÿahl, le interrogó y le abofeteó para que
hablara.
Ya hemos visto que Umm Salama era una mujer con mucho carácter y utilizaba de manera
inteligente los nuevos derechos que el Islam les había otorgado. Por eso reivindicó la
participación de las mujeres en la hégira2 y Allah le respondió de nuevo:
2 Tafsir de Tabari e Ibn Kathir.
(3-195) Y su Sustentador contesta a su súplica:
"No dejaré que se pierda la labor de ninguno de los que se esfuerzan [por Mi causa],
sea hombre o mujer: cada uno de vosotros ha surgido del otro. Así pues, a aquellos
que abandonan el ámbito del mal, y que son expulsados de sus hogares, y que padecen
por Mi causa, y que luchan [por ella] y caen muertos --ciertamente, les borraré sus
malas acciones y, ciertamente, les haré entrar en jardines por los que corren arroyos,
como recompensa de Dios: pues Dios tiene junto a Sí la más hermosa de las
recompensas."
A partir de la lectura atenta de este aya podemos sacar dos conclusiones centrales: el Qur’an
desmiente que la mujer fuese creada a partir del hombre (“cada uno de vosotros ha surgido
del otro” ba’dukum min bad), es decir, tanto el hombre como la mujer fueron creados a
partir de un mismo ser (noción central del Tawhid, la Unicidad). Y además reconoce la
importancia del exilio de las mujeres como acto político3. Esta réplica de Al-lâh a Umm
Salama fue revelada como una promesa divina, eterna, que trasciende el tiempo y la historia.
Las mujeres participaron en la construcción de la sociedad de Medina, no se les pidió que
esperaran en Mekka hasta que los hombres lo hubiesen decidido todo sino que ellas fueron
miembros activos de la sociedad en la que vivían. Su contribución fue decisiva en todos los
niveles (político, social, económico y espiritual).
Conclusión
Es necesario recuperar el proyecto igualitario del Islam que no llegó a desarrollarse
plenamente debido a que el patriarcado estaba demasiado arraigado en la sociedad. También
hay otras cuestiones que tuvieron una influencia nefasta en el proceso de liberación de las
mujeres promulgado por el Islam. La fitna, la guerra civil que enfrentó a los musulmanes
entre ellos y la consiguiente instauración del califato de los Omeyas con Moawiya, supuso el
inicio de una profunda crisis en el mundo musulmán. La reclusión de las mujeres no hizo más
que empezar.
Hemos visto que hoy en día se utiliza un discurso apologético para ocultar los derechos que el
Islam otorgó a las mujeres. Las reacciones ante este tipo de discuso suelen ser dos: las nuevas
generaciones se alejan del Islam (de esa visión de Islam) o bien las mujeres reniegan de sus
derechos debido a la ignorancia y a la presión social y comunitaria.
Actualmente existe un movimiento transnacional de hombres y mujeres que reivindica la
igualdad de género dentro del Islam. Se trata de un trabajo de relectura de las fuentes
islámicas, que retoma ese germen liberador que supuso la llegada del Islam y que es capaz de
superar el aparente callejón sin salida en el que nos encierran las visiones negativas del Islam.
Terminaré mi intervención con un hadiz del Profeta (sas). Éste hizo el siguiente augurio: “Al
final de los tiempos, el Islam vendrá de los emigrantes”. Es decir, vendrá de todos los que
sufren, de todos a los que se les obliga a dejar sus casas, a renunciar a sus derechos. De los
que son capaces de sacrificarse y de exigir la justicia. Hoy en día las mujeres sufren una
hégira en el seno de sus propias comunidades.
3 Muchas mujeres, además, se habían exiliado dos veces (a Abisinia y a Medina) por lo que su sacrificio era
doble. A la propia Umm Salama la llamaban “la mujer de los dos exilios”.