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SOBRE MORIN Y LA ÉTICA COMPRENSIVA
Wilson Alberto Espinosa Soto
Gustavo Adolfo Moreno Restrepo
1. Uno se ve –llevado por las tesis de Morin– impelido a proferir que “lo que más da que
comprender es que todavía no comprendemos”. Este tipo de pensamiento (paradojal),
amén de sumergir en el profundo océano de la incertidumbre a quién se arrime a el, indefectiblemente, lo arrastra hacia la perplejidad; esto es, algo así como el “desfondamiento”
del sujeto, teniendo como guía la hermenéutica –el desfondamiento hermenéutico del sujeto-.
¡Este sí que es otro de los tantos cantos de sirena del discurso posmoderno! Tanto es así,
que, el filosofo español Daniel Innerarty, invirtiendo la celebre tesis de Marx, dice: “Hemos
estado mucho tiempo tratando de transformar la realidad y lo que necesitamos es que alguien nos ayude a
comprenderla.”1
He ahí pues, el caldo de cultivo, el pábulo irresponsable para los Morin y su cohorte de
hermeneutas del pensamiento complejo.
Así las cosas, el planteo morinista cree recuperar lo que la dialéctica materialista había avistado; es decir, la fundamental regla del comprender el todo desde las partes y cada parte
desde el todo. Esta monumental regla, los hermeneutas la tornan en un comprender como
juego del lenguaje y con ello proclaman a píe juntillas: Toda comprensión es un proceso de
interpretación de fusión de horizontes o perspectivas.
Ahora bien, el problema estriba para Morin y los pensadores postmodernos radica en que
las partes que aluden al todo son jerárquicamente iguales. Al menos esto se colige a partir
de lo que Morin mismo dice: “reducir el conocimiento de lo complejo al de uno de sus elementos, considerado como el más significativo, tiene consecuencias peores en ética que…”.2
Pues bien, esto es válido para el pensamiento complejo y, de contera, para el conocimiento
científico. Por tanto !Adiós a la epistemología¡ …es el corolario de fondo.
La consecuencia de fondo que se desprende de esta “hermenéutica del comprender” es la
“entente cordiale” entre los horizontes; algo así como la búsqueda de acuerdo mediatizada por la ética que pide argumentar y refutar, en vez de excomulgar, como dice Morin.
Esto es ni más ni menos, puro racionalismo critico (la ideología del liberalismo) como método expedito pera decretar la imposibilidad de que una de las partes (el materialismo histórico y dialéctico) pretenda ser mas verdadera.
2. Este modelo hermenéutico del comprender se entronca la urgencia que llega hasta el
punto de hacer de la búsqueda de acuerdos (consenso pluripartidista) el objetivo primordial
del quehacer ético-político.
Por todas partes se habla de “acuerdos sobre lo fundamental” y de la posibilidad de resolver por consenso pluripartidista y multiclasista todos los problemas de la sociedad. Esta
estrategia desconoce maliciosamente el elemento dominante del capital.
INNERARTY, Daniel. El Colombiano, Suplemento Dominical. Medellín.
11 de Marzo 2001.
2 MORIN, Edgar. Los siete saberes para el siglo XXI. Editorial magisterio. Bogotá: …
1
1
No podemos olvidar que, precisamente, el consenso “sólo es posible cuando la confrontación ideológica ha llegado a su más bajo perfil.”3
El interés del pensamiento complejo y de las minorías del poder burgués, es prohibir –léase
reprimir- y cerrar el paso a una nueva reconstrucción de la política desde el marxismo, por
ejemplo.
Ésta, es la razón para que florezcan por doquier tesis de las más peregrinas cataduras. En
efecto, la razón cínica nos viene a decir algo así como que: “ninguna capacidad de pensamiento
mantiene el paso con lo problemático y de ahí la auto-renuncia de la crítica… dado que todo se hizo problemático, también todo de alguna manera da lo mismo. Y este el rastro que hay que seguir…”4
Estamos pues, según esta “línea discursiva”, frente a la inasible dimensión del caos, otro de
los cantos de sirena del postmodernismo.
3. El resultado de lo que se viene diciendo está rubricado por el establecimiento de unos
conceptos ontológicos como los de Vattimo, que, bien vistos, no son más la Vulgata postmoderna de la filosofía del debilitamiento – cosa que por extensión cabe para Morin y su
idea de la ética comprensiva-.
Así es, estos tufirerarios del postmodernismo (Vattimo por ejm.), son los agentes del oscurantismo filosófico y de su acción en lo político. Su Vulgata planetaria se puede sintetizar
de la siguiente manera:
a. Debilitamiento de estructuras fuertes
b. Reducción de las pretensiones
c. Caída de la centralidad y de la hegemonía política
d. Verdad como consenso, escucha y participación en una empresa común
e. Reducción de toda forma de violencia en lugar de afirmación de afirmación de principios
metafísicos o adhesión a modelos científicos de sociedad
f. Una filosofía de la universalidad secularizada y debilitada argumenta, discute, incomoda.
Va quedando claro que esta Vulgata postmoderna está transida por el deseo profundo de
neutralizar las cristalizaciones de un pensamiento como el marxismo. Marxismo que como
ideología todo poderosa del proletariado hace entrar en la historia al hombre nuevo, a través de las confrontaciones de clase
.
Ahora bien, el objetivo primordial de los mercachifles del poder gran burgués, es imposibilitar una organización de la masa amorfa. Veamos cómo se invierte el orden de las cosas:
“el protagonismo de masa con su escenario de manifestaciones callejeras y luchas sindicales, se sustituye por la protesta cívica inmediatista y multiclasista para pedir la prestación adecuada de los servicios públicos. Ya no se trata de luchar por un cambio del sistema sino de que las masas se conviertan en vigilantes en lo que concierne a su interés de usuarios. La lucha de clase por las demandas de participaciones políticas democráticas por los puestos y presupuestos del Estado, la injusticia
del sistema se supone ha terminado y que la batalla futura de la sociedad debe limitarse a controlar
3
4
CHILD, Jorge. Fin del Estado. Grijalbo. Bogota. 1994.
CHILD. Jorge. Ibid.
2
los abusos del poder del sistema. Ya no es solo el fin de la historia, sino el fin de las confrontaciones
y la era del consenso.”5
Esos son los resultados que la tan cacareada filosofía del postmodernismo destila a toche y
moche. Consecuencias agenciadas por modelos de pensamiento tales como: Deconstruccionismo, redescripciones del mundo, cristalizaciones del pensamiento débil, pensamiento
complejo, y demás morralla filosófica.
Estos pensadores van disparando sus meteoritos discursivos de manera sistemática. Sin
empacho alguno, el chafarote de Daniel Innerarty dice: “Han desaparecido sistemas coherentes y
completos de orientación y ahora tenemos que apañarnos un poco como en el bricolage, construir nuestras
opciones tomando de aquí y allá cosas que a veces no casan con una perfecta coherencia.”6
Pero este amanuense del poder, sigue diciendo: “Me pareció ver que las éticas que nos han explicado gravitaban fundamentalmente sobre la autonomía, la autodeterminación, la soberanía…, y en cambio
dejaban sin considerar aspectos como la vulnerabilidad, la imprevisibilidad, el deseo de reconocimiento…, y
el gran acento que necesita la cultura en estos momentos es el que tiene que ver con la patética y la vulnerabilidad.”7
Pues bien, a reglón seguido nos plantea que: “La diferencia entre el héroe épico y el pequeño héroe de
nuestra sociedad es que el primero sabía lo que quería –Ulises sería el paradigma– y entre él y su meta solo
había objetivos que vencer. Pero desde que se constituye el mundo moderno y se inventa la novela, los paradigmas de la orientación moral son para nosotros los personajes literarios. Y eso supone aceptar que, en el
fondo, no sabemos lo que queremos, sino solo aproximadamente.”8
En consecuencia, de ahora en adelante los “paradigmas” de la orientación moral ya no serán los héroes épicos, ni mucho menos las teorías que nos explican y gravitan, cuyo centro
originario, implica necesariamente la búsqueda de la centralidad como thelos del quehacer
humano. Antes bien, debemos estar a la altura del azar.
Por último, se destila en el ambiente académico una caterva filosófica apta para estos tiempos de nitroglicerina conceptual posmoderna. Su autor Odo Marquard, proclama la defensa
de una filosofía escéptica de la finitud humana. El ser humano no es un ser absoluto sino
que –como un ser finito que debe aplazar su perecer, descargarse de lo absoluto y hacer su
vida plural es principalmente un ser inútil, que de manera secundaria se convierte en homo
compensator. El objetivo es llegar a una especie de filosofía de la compensación.
Marquard nos dice que la salvación inmanente prometida por la historia universal (unitaria)
concreta a partir de la revolución, constituye mas que a la hora de la verdad, una hora dolorosa. La razón estriba la experiencia del salto revolucionario al buen final de la historia universal, es, o, constituye una experiencia mala. Ello es así desde el reinado jacobino con la
dictadura social y su terror. Así las cosas la libertad aparece como dictadura y terror. Por
tanto, el fin revolucionario de la historia universal no es un buen final, sino su tremendo
final. Esto constituye la decepción de la esperaza inmediata de emancipación.
En consecuencia, cuando la historia universal convertida en revolucionaria llega al final de
sus posibilidades de realizar la humanidad y salvarla, el arte y la naturaleza deben acudir
para salvar lo humano.9
CHILD. Jorge. Ibid.
INNERARTY,Daniel. El Colombiano, Suplemento Dominical, Medellín. 11 de Marzo. 2001.
7 Ibid.
8 Ibid.
9 Cfr. MARQUARD, Odo. Filosofía de la compensación.
5
6
3
A pesar de las diferencias –de estilo claro está– entre los autores de la mal llamada postmodernidad, algo los emparenta. En efecto, el gozne de su filistea filosofía, es, no cabe lugar a
dudas, cerrarle el paso a una nueva globalización de la política y la cultura que podría reconstruir, el Marxismo por ejemplo.
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