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ORDENACIÓN SACERDOTAL DE CRISTIAN VÁZQUEZ Río Grande, 10 de abril de 2010 Queridos hermanos todos: Una vez más damos gracias a Dios Padre por este regalo que nos hace de haber elegido a uno de nosotros para consagrarlo en el ministerio sacerdotal, y ponerlo al servicio del Pueblo de Dios. Más significativo es aún este momento ya que, por un lado, estamos celebrando hoy un nuevo aniversario de la fundación de nuestra Diócesis. Hoy, 10 de abril, se cumplen 49 años. Entramos así en las vísperas del año jubilar, momento de gracia y bendición para todos y cada uno de nosotros. Y, por otro lado, estamos en el corazón del año sacerdotal, propuesto por el Papa Benedicto XVI. El Papa nos ha invitado a meditar sobre la fidelidad de Cristo y la fidelidad del sacerdote. En las lecturas bíblicas que Cristian ha elegido para esta celebración, resaltan las palabras de Jesús en la última cena en su oración al Padre: “Por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad”. (Jn 17, 19) Querido Cristian, estas palabras que has elegido como lema, te ayudarán a tener siempre presente esta presencia nueva de Jesús en tu vida sacerdotal. En este último tiempo hemos recibido muchas y hermosas reflexiones acerca del sacerdocio. Les comparto algunas de ellas para poder meditar y contemplar lo que significa, y debe significar, el sacerdote para nosotros, Pueblo de Dios. (1) En primer lugar, el sacerdote es el hombre identificado con Cristo buen Pastor. Los presbíteros son en la Iglesia y para la Iglesia un signo sacramental de Cristo Cabeza y Pastor. El sacerdote está llamado a ser signo fecundo del amor de Cristo a su Iglesia, pastor y padre de la comunidad. Es alguien que ama a los hombres como los ama Jesús. Los hombres, Cristian, verán en vos al mismo Jesús. Por eso, pensarás, sentirás y vivirás como Jesús. (2) El sacerdote es mensajero de la Palabra de Dios. El sacerdote en nombre de Cristo Pastor hace presente en el mundo de hoy la Buena Noticia del Reino y la ofrece como la respuesta esperada a las preguntas y a los desafíos del corazón humano. Es un hombre que asume, vive y se compromete gozosamente con el Evangelio. Vive comunicado con Dios por la Palabra de cada día. Sabe muy bien que sólo hay evangelización donde hay Evangelio que se hace vida. Por eso, Cristian, como sacerdote deberás ser capaz de leer e interpretar y discernir la realidad en la que estás encarnado. (3) El sacerdote es ministro de los sacramentos. El sacerdote ofrece al Pueblo de Dios la gracia que santifica a los hombres. La celebración de cada sacramento será para vos un momento de gracia, un acontecimiento de salvación, una experiencia del amor de Dios. En este camino, privilegia la Eucaristía como fuente de toda la vida cristiana y de toda la vida de la Iglesia. No dejes de esforzarte por comprenderla, gustarla, vivirla, como si cada Misa fuera la primera, la última, la única de tu vida. (4) El sacerdote es instrumento de reconciliación. En una sociedad que cada vez genera más violencia y engendra rupturas y desencuentros, el sacerdote se ofrece como servidor del perdón y de la reconciliación. El sacramento de la penitencia nos ofrece la alegría del encuentro con el Dios de la Misericordia. Cada una de tus palabras y de tus consejos serán un “anuncio” y cada gesto un “signo sagrado” de la compasión del corazón de Jesús. (5) El sacerdote es el servidor de la “caridad en la verdad”. El sacerdote actualiza en su vida la entrega de Cristo, con una ejemplar disposición al sacrificio, a la entrega de su tiempo y de su salud y hasta de su propia vida. El buen párroco está siempre dispuesto a servir. Serás un hombre que “se deja comer”. Nunca podrás decir “hasta aquí hemos llegado.” Tu amor sacerdotal no tiene límites. Tu medida es la infinita entrega de Cristo a favor de todos. Querido Cristian, deberás tener siempre los ojos bien abiertos para descubrir, aceptar y asumir la cruz, el dolor y las necesidades de tu gente. (6) El sacerdote es el artesano de la espiritualidad de comunión. La misión del sacerdote es construir la unidad en la comunidad. La razón de ser del sacerdote es servir a la comunidad eclesial. El sacerdote ha de vivir en estrecha comunión con la Iglesia universal a través de la Iglesia diocesana y en íntima comunión fraterna con todos tus hermanos presbíteros y con el obispo. La comunidad que él preside se ofrece como lugar de encuentro, de acogida y de superación de barreras culturales, religiosas, territoriales. Deberás buscar siempre la unidad con el vínculo del amor. Tomarás conciencia de que el sacerdote es el hombre de todos. Nadie puede quedar afuera de tu corazón. (7) El sacerdote es testigo del Dios de la Vida. Es el hombre de oración sincera y confiada. La oración es la clave de su vida y de su ministerio. Es el auténtico amigo de Dios. Querido Cristian, antes que hablarle a los hombres de Dios tendrás que hablarle a Dios de los hombres. Sos discípulo de Jesús antes que apóstol, sos oveja del rebaño de Cristo antes que pastor. Deberás dar testimonio de lo que has visto y oído y encarnarás en tu vida la santidad de Dios. (8) El sacerdote es un pastor que anima la esperanza de su pueblo. Todo sacerdote debe ser un “experto en humanidad”. Solidario y cercano, que no significa identificarse con ideologías muchas veces desvariadas ni comportamientos no evangélicos. Significa que serás peregrino, acompañante, que buscás, defendés y respetás a las personas, y las “consagrás en la verdad” (Jn 17,19). Sos el hombre elegido entre los hombres y entregado a los hombres, con tus valores y tus fragilidades, que padecés los mismos sentimientos y dolores de tu comunidad, porque no estás fuera de la historia, sino que formás parte de esta historia de salvación. (9) El sacerdote es el hombre fiel a sí mismo y a los demás. Todo sacerdote es un hombre verdaderamente libre, con su propia y característica personalidad, con perfecto dominio de sí mismo, con madurez afectiva para vivir con entereza y sencillez el compromiso de su celibato. Con competencia y buena formación cultural. Estás llamado, como dice San Pablo, a “discernirlo todo y quedarte con lo bueno” (1 Tes 5, 21). El Señor te quiere profundamente humano. Y como escuchábamos en la carta a Timoteo: “trata de ser un modelo para los que creen, en la conversación, en la conducta, en el amor, en la fe, en la pureza de vida.” (1 Tim 12) (10) Finalmente, el sacerdote es evangelizador con nuevas expresiones y nuevos métodos. Debe estar convencido de que muchas personas están reclamando un nuevo estilo de parroquia, mucho más misionera y dinámica. Junto con los laicos y los religiosos saldrás a buscar a los que no vienen, a los que no creen o a los que se fueron o se han alejado. Sabrás distinguir lo esencial y lo accesorio para no vivir confundidos. Tendrás una especial predilección por los jóvenes. Por eso, los recibirás, dialogarás con ellos, los acompañarás en su itinerario de fe. ¡Cuánto que le pedimos al sacerdote! ¡Cuánto necesitamos de santos sacerdotes! ¡Cuánto tenemos que rezar por ellos y apoyarlos con nuestro cariño y nuestro afecto! Querido Cristian: desde hoy, el Espíritu Santo que te ha elegido, te va a cambiar, te va a transformar. Con la imposición de las manos serás “otro Cristo”, otro “buen Pastor” para el Pueblo de Dios que peregrina en esta querida Diócesis. No estás solo. Como escuchamos del profeta Jeremías, Dios te dice: “irás donde yo te envíe y dirás todo lo que yo te ordene… No temas… porque yo estoy contigo para librarte… Yo pongo mis palabras en tu boca”. (Jer 1, 8-9) Dios siempre está, te ama y te acompaña momento a momento, día a día. Agradezco mucho a tu familia: tu mamá Nilda, a tu papá Raúl y a tu hermana Carolina. ¡Gracias por habernos dado a Cristian y gracias por haber venido a los “confines de la tierra”! Y gracias también a todos aquellos que te han ayudado en la formación sacerdotal de tu vida. Dios les premie en abundancia todo el bien que han hecho por vos. Que la Santísima Virgen María, Madre de la Misericordia y de la Paz, te llene el corazón con los dones y las riquezas de Jesús Sumo y Eterno Sacerdote. Recuerda que nadie puede dirigirse a Nuestra Señora mejor que un sacerdote. Que la Virgen te bendiga y te proteja siempre. Que así sea. + Juan Carlos, Padre Obispo de Río Gallegos