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V. DESCARTES. TEORÍA DE LAS SUSTANCIAS.
I. INTRODUCCIÓN.
1. Descartes y la filosofía moderna.
2. Características de los filósofos moderno.
3. Racionalismo y empirismo.
4. Diferencias entre racionalismo y empirismo.
II. DESCARTES. TEORÍA DE LAS SUSTANCIAS.
1. Vida y obras.
2. La necesidad de un método.
3. Reglas del método.
III. LA DUDA METÓDICA.
*
*
Características de la duda
Motivos de duda
IV . LA PRIMERA VERDAD Y EL CRITERIO DE VERDAD.
V. LA SUSTANCIA PENSANTE.
VI. LA SUSTANCIA INFINITA.
*
*
La Ideas.
Dios.
VII. LA SUSTANCIA EXTENSA.
*
*
Características.
La física cartesiana.
VIII. EL DUALISMO ANTROPOLÓGICO.
IX. LA MORAL PROVISIONAL.
*
Reglas
X. CRITICA.
107
V. DESCARTES. TEORÍA DE LAS SUSTANCIAS.
I. INTRODUCCIÓN.
1. Descartes y la Filosofía Moderna.
Podemos situar, como tradicionalmente se ha hecho, el comienzo de la Filosofía
moderna con Descartes (1596-1650). Este hecho parece implicar una ruptura entre la
filosofía medieval y la del siglo XVII; incluso los propios filósofos modernos estaban
convencidos de que iniciaban algo nuevo, un pensamiento original y propio, centrado
en el sujeto.
Durante mucho tiempo se aceptó la opinión de que la Filosofía griega se apagó durante la Edad Media, fue reanimada en el Renacimiento y fortalecida y avivada en el siglo XVII. El mejor conocimiento posterior de la Filosofía medieval condujo a considerar exagerada la opinión anterior y algunos autores subrayaron cierta
continuidad entre ambos períodos.
No es este el lugar apropiado para insistir en la polémica y consideramos rechazable la alternativa de optar por una u otra de las tesis expuestas. Creemos que las
dos han de ser tenidas en consideración. Es innegable el cambio y la novedad en la
Filosofía del siglo XVII, pero también lo es que no constituye una creación a partir de
la nada.
Descartes es considerado como fundador de la filosofía moderna y como el primer filósofo racionalista de la modernidad. Estas dos afirmaciones aparecen retiradamente cuando pretendemos acercarnos al pensamiento cartesiano.
Ya Hegel, en un texto célebre presentaba a Descartes como un héroe, como
el autor de una revolución del espíritu que marca el comienzo de los tiempos modernos, apareciendo en la historia como el liberador del pensamiento.
*
Descartes inaugura, pues, un período del pensamiento filosófico calificado de
Moderno. Este término sirve para delimitar el pensamiento que se desliga de la autoridad de los antiguos y de la filosofía Escolástica, gracias en gran parte a los hombres renacentistas y a la ciencia que resurge en el siglo XVI. Leonardo, Kepler y
Galileo se habían comprometido en el camino del pensamiento moderno. Pero sus
puntos de vista no habían sido aún sistematizados y sus descubrimientos, que ofrecían
apariencia de sucesos aislados, no habían sido encuadrados en una filosofía del hombre
y de la naturaleza. Sin embargo, es ya el genio cartesiano el que les inspira.
*
La autoridad de la Iglesia se debilita ante el auge creciente de la autoridad científica intelectual, que apela no a criterios fideistas (de fe), sino intrínsecos al hombre, a
la razón humana parcial, fragmentaria, y como tal sujeta a modificación.
Frente a una Edad Media centrada en el problema de Dios, la novedad del
pensamiento cartesiano es la de construir un edificio filosófico completamente
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nuevo, sin dogmatismo, no respetando la autoridad de maestro alguno, un descubridor y explorador que pretende comunicar a todos lo encontrado, al margen de
los centros culturales tradicionales -Las Universidades- y su vehículo de comunicación -el latín-, borrando tanto la lengua como el gusto de la Escuela.
De esto es consciente Descartes cuando afirma:
“Y no me precio tampoco de ser el primer inventor de mis opiniones sino solamente de no haberlas admitido ni porque las dijeran otros ni porque no las dijeran, sino sólo porque la razón me convenció de su verdad”.
Con ello abre el camino de la subjetividad, pretendiendo deducir nuestro conocimiento del mundo a partir del propio pensamiento.
2. Características de los filósofos modernos.
a. En los filósofos modernos encontramos un uso creciente de las lenguas vernáculas; en cambio los filósofos medievales escribieron en latín.
b. En la Edad Media era frecuente escribir comentarios a determinadas obras clásicas, mientras que los filósofos modernos -escribieran en latín o
no- prefirieron el tratado original, abandonando la forma del comentario.
c. Al contrario de lo ocurrido durante el período medieval, la filosofía
original y creadora de la Edad Moderna, al menos durante su primer período, se desarrolló fuera de las Universidades. Las Universidades entran en
decadencia: son controladas o por los protestantes o por los católicos, sin autonomía propia y sin libertad de pensamiento.
d. Prácticamente todos los filósofos medievales, incluido Guillermo
de Ockam, fueron teólogos, en tanto que los principales filósofos de los siglos
XVII y XVIII no lo fueron.
Suele asociarse el cambio en la posición de la filosofía respecto a la teología con
un desplazamiento del interés desde los temas teológicos hacia el estudio del hombre
y de la naturaleza, sin referencias explícitas a Dios. Sin embargo es conveniente matizar un poco esta afirmación; la emancipación de la filosofía respecto de la teología es
progresiva y si es cierto que el movimiento humanista del Renacimiento se interesó
fundamentalmente por el hombre, también lo es que no debemos olvidar a Dante,
Juan Salisbury o Petrarca.
e. En conexión con el punto anterior, hemos de resaltar la influencia
del movimiento científico del Renacimiento (Copérnico, Kepler, Galileo), en
el rumbo que tomará el pensamiento filosófico del siglo XVII.
La ciencia del Renacimiento, y más tarde la obra de Newton, estimuló una concepción mecanicista del Universo. Esta concepción será un factor que
contribuirá en gran medida a que se centrase la atención en el conocimiento de
la Naturaleza.
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f. Al mismo tiempo, el desarrollo de la ciencia física estimuló la ambición de que la filosofía se emplease también en el descubrimiento de nuevas verdades acerca del mundo. Por todo ello, hemos de resaltar que el talante de la época es de confianza optimista en el poder del hombre, de la
mente humana, estimulada por el gran avance de la ciencia física fundamentalmente.
g. Se señala continuamente que esta nueva época se caracteriza fundamentalmente por la autonomía de la Razón. Sin poner en duda esta afirmación
y resaltando su importancia, queremos hacer notar la necesidad, en algunos pensadores modernos, de un fundamento de la Razón, sin que ello afecte a la autonomía de ésta.
La afirmación, anticipada ya en el Renacimiento, de que la Razón autónoma implica:
1. Que su ejercicio no debe ser coartado o regulado por ninguna
instancia exterior y ajena a la propia Razón, ya sea la tradición, la
autoridad o la fe religiosa.
2. Que la Razón es el principio y juez supremo de lo verdadero y
conveniente, tanto desde el punto de vista teórico como del punto de vista
moral y político.
h. Constante en los pensadores modernos será la preocupación por el
criterio de verdad, un criterio que nos permita discernir entre lo erróneo, lo
probable y lo verdadero.
3. El Racionalismo y el empirismo.
Aunque suele aplicarse en distintos campos y recibir distintas acepciones, el
término Racionalismo se utiliza fundamentalmente para designar a la corriente filosófica del siglo XVII a la que pertenecen Descartes, Spinoza, Leibniz y Malebranche, como filósofos más significativos.
Afirmar simplemente que un filósofo racionalista es el que confía en el uso de la
razón y no recurre a intuiciones místicas ni a sentimientos sería insuficiente, para
definir la corriente racionalista que se desarrolla en este momento histórico, pues
esto sería también válido para otras corrientes de la Filosofía Moderna, como el
Empirismo, e incluso para Platón, Aristóteles etc.
Una manera de definir el Racionalismo es oponiéndolo a la otra corriente de
la Edad Moderna, a la filosofía Empirista inglesa del siglo XVIII. En los orígenes
de la Edad Moderna se desarrollan, de forma casi paralela, estas dos corrientes de
pensamiento: el Racionalismo en el continente europeo, y el Empirismo en las Islas
Británicas.
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El empirismo moderno es una respuesta histórica al racionalismo aunque, en
general, empirista es toda filosofía que defiende que el origen y el valor de nuestros
conocimientos dependen de la experiencia. Entendido así es una constante en la historia de la filosofía: existió antes de la modernidad y resurgirá en la época contemporánea.
Aunque algunos autores incluyen como empiristas a Francis Bacon y T. Hobbes, podemos decir que el primer pensador de esta corriente es Locke, tendencia continuada
por Berkeley y radicalizada por Hume. Estos pensadores participarán plenamente de
las ideas ilustradas.
Para realizar dicha distinción se recurre, habitualmente, a la teoría del conocimiento.
4. Diferencias entre racionalismo y empirismo.
1. El origen del conocimiento.
a) Los racionalistas afirmarán la existencia de principios y verdades innatas,
a priori, es decir, el entendimiento los posee en sí mismo al margen de la experiencia
sensible. Estas verdades no son generalizaciones inductivas a partir de la experiencia y
no están necesitadas de confirmación empírica. Decir que existen verdades innatas no
significa afirmar que esas verdades están siempre conscientes en nosotros. Las verdades innatas son virtualmente innatas en el sentido de que la experiencia no proporciona más que la ocasión para que la mente, por su propia luz, perciba la verdad y
esa verdad innata sea despertada. Pero una verdad innata es verdadera en sí misma,
su verdad es lógicamente anterior a la experiencia aunque, desde el punto de vista
psicológico, sólo podamos alcanzarla mediante la experiencia. En definitiva la
conciencia está cargada de ideas innatas.
b) Los empiristas rechazan la existencia de principios y verdades innatos y,
por el contrario, mantendrán que todos los conocimientos humanos proceden,
en último término de la experiencia, de los sentidos. La conciencia es como un
papel en blanco, que tendrá que ir escribiéndose a partir de las sucesivas experiencias.
Los contenidos mentales son adquiridos, la experiencia es la fuente de conocimiento. El conocimiento no puede ir más allá de la experiencia sensible, sea interna
o externa.
2. Las ciencias modelos.
a) La convicción racionalista de la existencia de principios y verdades innatos
tendrá como consecuencia inmediata el ideal de deducir, a partir de tales verdades,
un sistema que nos proporcione información acerca de la realidad, del mundo. Este
ideal de un sistema deductivo de verdades tendrá como modelo a las matemáticas:
verdades absolutamente válidas y seguras, necesarias, intemporales...método fiable
y fructífero. Las matemáticas les proporcionarán el modelo de claridad, certeza y
deducción ordenada que les permita el descubrimiento de verdades antes desconocidas
y la ordenación de todas ellas como un sistema. No debemos olvidar, en este contexto, el gran avance de la Ciencia Moderna y su componente matemático. Para Gali111
leo, por ejemplo, la naturaleza es de estructura matemática: “el libro de la naturaleza
está escrito en lenguaje matemático”.
Esto indica la conexión existente entre el pensar científico y el filosófico. Las
matemáticas y los principios matemáticos serán la base para todo pensar científico y
filosófico; serán el auténtico modelo del saber a las que habrá que acudir como modelo
de todo razonamiento lógico.
b) El modelo filosófico de la Filosofía empirista, lo constituyen las ciencias
empíricas, fundamentalmente la física. La influencia de Newton se dejará notar profundamente.
Estas dos corrientes no se desarrollaron aisladamente, sin diálogos ni influencias mutuas. Aún siendo distintas, mantuvieron ciertas conexiones, disputas e
intercambios de ideas e influencias.
3. Características generales del racionalismo:
1. Hay una confianza total en el conocimiento racional: el único conocimiento
válido es el que se obtiene por la razón, que es la facultad cognoscitiva más importante.
2. Minusvaloración del conocimiento sensible. Los sentidos nos engañan y
nos inducen a error. El conocimiento sensible es limitado: no puede ser universal
(sólo vale para los casos experimentados) ni necesario (no nos dice que tenga que ser
así, o que no pueda ser de otra manera).
3. Afirma la existencia de ideas innatas que están en la mente, independientemente de la experiencia. La experiencia no aporta más que la ocasión para que la
mente perciba la verdad como evidente en sí misma, por pura reflexión racional, sin
necesidad de la experiencia. La validez del conocimiento no está en la experiencia
sensible.
4. Afirma la necesidad de una ciencia universal y necesaria: las matemáticas
se construyen “a priori” y por eso los juicios son universales (para todos los casos) y
necesarios (tienen que ser así). La ciencia no es válida si no posee esa necesidad y
universalidad. Los filósofos racionalistas del siglo XVII se sienten imbuidos por el
razonamiento matemático, porque las matemáticas proporcionan un modelo de
claridad, certeza, y deducción ordenada, que no tenía la Filosofía.
5. Defiende la racionalidad del mundo, todo tiene una justificación,
nada es casual ni fortuito. Además, podemos conocer esa justificación (es accesible
a la razón) y la puede conocer la razón por sí sola.
112
II. DESCARTES. TEORÍA DE LAS SUSTANCIAS.
I. Vida y obras. (1596-1650).
*
Nace en 1596, en La Haye, en Turena, de familia noble y acomodada -su padre
es consejero del Parlamento de Bretaña-, que le permite después dedicarse al estudio.
Su apellido es des Cartes (Descartes), de ahí que se diga “filosofía cartesiana”.
*
Estudia -desde 1604- en el colegio de los jesuitas de La Flèche, donde recibe
una sólida educación, fundamentalmente matemática y filosofía escolástica. Tras pasar años estudiando tiene la sensación de no haber aprendido nada sólido:
“Desde la niñez fui habituado en el estudio de las letras y tenía un apasionado deseo de conocerlas, pues me persuadían de que mediante tales estudios se podía adquirir un conocimiento claro y al abrigo de dudas sobre todo lo
que es útil para la vida. Pero modifiqué por completo mi opinión tan pronto como hube concluido mis estudios, momento en el que existe la costumbre
de ser recibido en el rango de los doctos. Tantas dudas y errores me embargaban que, habiendo intentado instruirme, me parecía no haber alcanzado resultado alguno si exceptuamos el progresivo descubrimiento de mi ignorancia. Y sin embargo, realizaba mis estudios en una de las escuelas más notables
de Europa, centro en el que consideraba que debían encontrarse hombres sabios si es que existían en algún lugar de la tierra”. Discurso del método. Primera parte.
*
Se despide del colegio de los jesuitas de La Flèche con un profundo desengaño en la mayor parte de las ciencias, excepto en las matemáticas.
“Por estas razones, tan pronto como la edad me permitió alejarme del
acatamiento a mis preceptores, abandoné de forma total el estudio de las letras y tomando la decisión de no buscar otra ciencia que la que pudiera encontrar en mí mismo o en el gran libro del mundo, dediqué el resto de mis
años de juventud a viajar, conocer cortes y ejércitos, tratar con gentes de diversos temperamentos y condición social, coleccionar experiencias, ponerme
a prueba en las ocasiones que la fortuna me ofrecía y reflexionar en cualquier
ocasión de forma tal sobre las cosas que se presentaban que siempre pudiese
obtener algún provecho. ...Tenía un gran deseo de aprender a distinguir lo
verdadero de lo falso con la finalidad de ver claro en mis acciones y de
avanzar con seguridad en esta vida”.
*
Después de continuar sus estudios en las universidades de Poitiers y París,
donde estudió Derecho, decidió seguir la carrera de las armas para obtener nuevos conocimientos “en el gran libro del mundo”. En 1618 estalla la Guerra de los Treinta
Años entre católicos y protestantes. Ese mismo año se alista voluntario en el ejército
protestante de Mauricio de Nassau y al año siguiente en el ejército católico de Maximiliano de Baviera.
113
*
Durante el 1619 tiene una visión nocturna en la que se le manifiesta la
necesidad de buscar un método universal que dé consistencia a todo el saber. De ahí
que se dedique a buscar un fundamento sólido para los conocimientos y un método
para descubrir nuevas verdades y no sólo repetir las ya conocidas. Considerándose
joven para tarea tan difícil, pasa unos años ocioso en París y se dedica a viajar por
Europa.
“...También es verdad que durante la época en que no hacía sino considerar atentamente las costumbres de los otros hombres, apenas encontraba alguna de cuya validez pudiera convencerme, observando que en esta cuestión existía tanta diversidad como la anteriormente indicada en relación con
las opiniones de los filósofos”.
*
Tras estos viajes decide consagrarse definitivamente a la meditación y al
estudio, se retira en 1629 a Holanda, donde residirá durante 20 años -salvo visitas
esporádicas a Francia-. En esta época escribió sus principales obras: Discurso del método escrito en francés como prólogo a tres ensayos científicos: Dióptrica, Meteoros y
Geometría, publicado en 1637, Meditaciones (1640), Principios de Filosofía (1644),
etc.
“Pero después de haber empleado varios años en realizar un estudio del libro del mundo, intentando adquirir alguna experiencia, tomé un
día la resolución de analizar todo según mi razón y de emplear todas las fuerzas de mi ingenio en seleccionar los caminos que debía seguir. Estimo que esto
me permitió obtener un provecho mayor del que hubiera podido alcanzar permaneciendo en mi país y atendiendo a mis libros”.
*
Alcanza pronto gran fama, por lo que su persona y doctrina es combatida. Es
acusado de ateísmo y condenada su filosofía; más tarde es nuevamente acusado -esta
vez de pelagianismo-. Abandona Holanda, y tras una breve estancia en París, marcha
a Suecia, invitado por la Reina de Suecia, buscando un lugar donde pensar con libertad. Da clases a la reina.
*
Descartes llevó una vida retirada y tranquila, considerándola esencial para su
vida; creyente convencido, evitó las discusiones teológicas, dedicándose a problemas
que pudieran resolverse con la razón.
*
No se atrevió a publicar su obra, Tratado del mundo, construido sobre las hipótesis de Copérnico, al tener noticia de la condena de Galileo.
*
Muere en Estocolmo en 1650.
114
II. El Método Cartesiano.
1) Visión de la filosofía.
La variedad de opiniones filosóficas era un espectáculo deprimente para
Descartes; era preciso buscar una Filosofía única y verdadera un saber universal válido
para todos, lo mismo en el orden teórico que en el práctico, un saber que fuera el rector
de la vida humana.
Filosofía significa estudio de la sabiduría “y por sabiduría entiendo
no solamente la prudencia en la acción sino también un conocimiento perfecto
de todas las cosas que el hombre puede conocer, tanto para la conducción de
su vida y la conservación de su salud como para la invención de todas las artes”.
Esto supone:
*
La búsqueda de la verdad filosófica mediante el uso de la razón, no de verdades aisladas. Pretende construir un sistema de proposiciones verdaderas en el que
no se diese por supuesto nada que no fuera evidente por sí mismo e indudable. Habría
entonces una conexión entre todas las partes del sistema y el edificio entonces reposaría sobre un fundamento seguro.
*
La sabiduría -o filosofía- la compara Descartes con un árbol, cuya raíz sería
la metafísica, el tronco la física o filosofía natural, y las ramas procedentes de ese
tronco las otras ciencias, las tres principales de su momento histórico: medicina, mecánica y moral. La moral sería la más alta y perfecta ciencia, pues, presupondría un
conocimiento completo de las demás ciencias, es el último grado de la sabiduría.
*
Quiere comenzar por el principio, confiar en su propia razón y no confiar en la
autoridad de ningún filósofo anterior, no ampararse en la autoridad de Aristóteles o Sto
Tomás.
*
Evitar confundir lo claro y evidente de la confusa conjetura. Lograr un conocimiento cierto.
*
Alcanzar ideas claras y distintas sin usar términos confusos.
El que no se haya llegado antes a esta filosofía definitiva, universal y necesaria -excepto en las matemáticas-, es porque no se ha utilizado un método válido y adecuado.
2) Necesidad de un método.
La necesidad de un método en filosofía ya se había sentido en el Renacimiento.
Bacon la puso de relieve; pero en Descartes es ya una verdadera obsesión: convencido de la certeza y seguridad de las matemáticas, quiere emplear en filosofía un método que conduzca a la misma seguridad. Admira la certeza, la claridad y la seguridad
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a la que llegan los científicos. Al mismo tiempo que aborrece la Escolástica que ha estudiado. Todo ello le lleva a una verdadera obsesión por encontrar un método adecuado.
El fracaso de los filósofos anteriores está en que no han sabido encontrar ese
método para su reflexión filosófica. Un método que nos haga llegar a la verdad
absoluta sin posibilidad de error. Descartes busca un “fundamento absoluto inconmovible de verdad” en el que poder basar el conocimiento científico. Este conocimiento no puede obtenerse sin Método, hasta el punto de que es preferible no buscar la
verdad que ponerse a hacerlo sin método.
La matemática sirve de modelo, pero es una ciencia que trata de seres posibles
y no de los existentes.
3) Reglas del método.
Es necesario un método, un conjunto de reglas, que nos permita emplear adecuadamente las capacidades naturales y las operaciones de la mente.
En Las Reglas para la dirección del espíritu nos dice que:
“entiendo por método reglas ciertas y fáciles, mediante las cuales el
que las observe exactamente no tomará nunca nada falso por verdadero, y, no
empleando inútilmente ningún esfuerzo de la mente, sino aumentando siempre
gradualmente su ciencia, llegará al conocimiento verdadero de todo aquello de
que es capaz”.
Descartes ve la necesidad de someter a riguroso control y orden las operaciones de la mente, evitar la precipitación en los razonamientos, o el que la mente se
deje arrastrar por los prejuicios o la autoridad, con objeto de llegar a conocimientos
ciertos y que nos permitan la invención o descubrimiento de nuevas verdades. La
educación recibida no le sirve para ello. El silogismo no puede ser método de descubrimiento puesto que las premisas ya contienen la conclusión, sirviendo más para exponer lo ya conocido o defender verdades y no para hallarlas.
El seguimiento de unas cuantas regles serán suficientes, “con tal de que tomase
la firme y constante resolución de no dejar de observarlos ni una sola vez”. Estas
reglas se pueden resumir en cuatro fundamentales, en el Discurso del método.
1ª Regla de la evidencia. “No aceptar nunca cosa alguna como verdadera que no la conociese evidentemente como tal, es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención y no admitir en mis juicios nada
más que lo que se presentase a mi espíritu tan clara y distintamente, que no tuviese ocasión alguna de ponerlo en duda”.
No hay que admitir nada que sea dudoso. No hay que precipitarse; hay
que admitir solamente aquello que se presente a nuestra inteligencia con tal
claridad que no quepa la menor duda. “Sólo lo que se percibe con evidencia es
verdadero.
Más que una regla, es el principio fundamental: es el criterio de verdad.
Lo claro y distinto, por un lado, y lo evidente, por otro, son la misma cosa.
116
2ª Regla del análisis. “Dividir cada una de las dificultades que examinase en tantas partes como fuera posible y como se requiriese para su mejor resolución”.
El análisis -procedimiento matemático, ya utilizado por los griegoses, en verdad, el primer gran momento del método. Dada una dificultad, planteado un problema, es preciso considerarlo en bloque y dividirlo en tantas partes como sea posible. Hay que dividir o descomponer las ideas compuestas
en simples. La división podrá detenerse cuando nos hallemos en presencia
de elementos del problema que puedan ser conocidos inmediatamente como
verdades y de cuya verdad no pueda caber duda alguna. Estos elementos simples serán las ideas claras y distintas, las naturalezas simples. Lo simple
es, pues, aquello cuyo conocimiento es tan claro y distinto que la mente
no puede dividirlo más.
3ª Regla de la síntesis. “Conducir ordenadamente mis pensamientos, comenzando por los objetos más simples y fáciles de conocer para ascender poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los más
complejos, suponiendo, incluso, un orden entre los que no se preceden naturalmente”.
Una vez que hemos reducido los conceptos compuestos en ideas simples, debemos volver a recomponerlos por medio de la síntesis. Se trata de formar una cadena de intuiciones, una enumeración o sucesión de intuiciones, por
medio de la cual vamos pasando de una a otra verdad evidente, hasta llegar a
la que queremos demostrar.
Es el camino inverso -del análisis-: se trata de llegar, a partir de proposiciones más simples, a lo más complejo, mostrando ordenadamente cómo
esto se deriva o deduce de lo más simple.
4ª Regla de la revisión o enumeración del análisis y de la síntesis.
“Hacer en todas partes enumeraciones tan completas y revisiones tan generales que estuviese seguro de no omitir nada”.
Se trata de revisar todo el proceso para estar seguros de no omitir nada. Es la comprobación de todo el proceso para obtener una intuición general y
una evidencia simultánea en su conjunto.
El cumplimiento de estas reglas nos permitirá realizar bien las operaciones naturales de la mente, que son las que hacen que podamos conocer:
*
La intuición, especie de “luz o instinto” natural que nos permite captar
conceptos o ideas simples emanados de la razón. La intuición nos permite llegar a la
evidencia. Por intuición entiende:
“no el testimonio fluctuante de los sentidos o el juicio falaz de una imaginación que compone mal, sino la concepción de una mente pura y atenta tan
fácil y distinta, que en absoluto quede duda alguna sobre aquello que entendemos: o, lo que es lo mismo, la concepción no dudosa de una mente pura y
atenta, que nace de la sola luz de la razón y que por ser más simple, es más
cierta que la misma deducción” Reglas para la dirección de la mente, III.
117
Es un acto inmediato, que se fundamenta y justifica a sí mismo. Es como una
visión intelectual tal clara y distinta que no ofrece dudas.
*
La deducción. Una vez captados por intuición los primeros principios, el
razonamiento deductivo nos permite llegar, a partir de ellos, a otras verdades que
se derivan de esos principios necesariamente. La describe como “todo aquello que se
sigue necesariamente de otras cosas conocidas con certeza”. Presupone la intuición,
ya que, para pasar de una proposición a otra deductivamente, tenemos que “verlo” intuitivamente.
Intuición y deducción no constituyen el método, no son reglas, pero la finalidad del método es posibilitar el ejercicio de la intuición, y en señalar la manera
adecuada de realizar deducciones.
Todo el método se reduce a la evidencia: hay que lograr una evidencia de la
que se puedan derivar todas las demás. Son preceptos o reglas simples y constituyen
el modelo del saber, porque la claridad y distinción evitan los posibles equívocos o
generalizaciones apresuradas. Con esto evitamos las nociones imperfectas, fantásticas o verosímiles.
III. LA DUDA METÓDICA.
Como paso previo a la búsqueda de la certeza absoluta, era necesario dudar
de todo lo que se pudiese dudar y tratar, provisionalmente, como falso todo aquello
de lo tuviésemos la menor duda. De lo que se trata es llegar a distinguir lo verdadero de lo falso y poder encontrar el fundamento sólido de la certeza, una verdad sobre la que no sea posible dudar en absoluto y que sirva de punto de partida del sistema filosófico.
El tema de la duda es tratado en el Discurso del método en un sentido débil y
didáctico. Posteriormente, en las Meditaciones Metafísicas la lleva a un nivel metafísico y a una radicalización total.
*
Se trata de una duda Universal: hay que dudar de todo; hay que someter a la
duda todas las certezas que ha tenido hasta ahora; de todos los principios filosóficos en
los que se apoyaba.
*
Es una duda metódica: la duda cartesiana no es una duda escéptica: no
se propone una finalidad demoledora, sino constructiva. Pretende alcanzar la verdad, una verdad firme de la que no se puede dudar. Por tanto, no se puede confundir
con la duda escéptica: la duda escéptica es estacionaria, no lleva a nada, se convierte
en un estado permanente, es un hábito del pensamiento. Descartes no participa de
esta duda. La duda es un instrumento para alcanzar la verdad, un instrumento para elaborar la filosofía, por eso la podemos llamar metódica (aunque este término no fue
empleado por Descartes); no es dudar por dudar, sino para asegurarnos más en la certeza: es la manera de combatir a los mismos escépticos y poder llegar a la verdad absoluta. No es un fin en sí misma, sino un método para edificar la filosofía.
118
*
Es una duda teorética: en el sentido de que no debe extenderse al plano de las
creencias o comportamientos éticos, sólo al plano de la teoría o la reflexión filosófica; lo que se propone Descartes es re-pensar la Filosofía, desde sus fundamentos.
Pero, ¿de qué duda en concreto?. ¿Cómo proceder?.
“Ya me percaté hace algunos años de cuántas opiniones falsas admití
como verdaderas en la primera edad de mi vida y de cuán dudosas eran las
que después construí sobre aquéllas, de modo que era preciso destruirlas de raíz
para comenzar de nuevo desde los cimientos si quería establecer alguna vez
un sistema firme y permanente; con todo, parecía ser esto un trabajo inmenso, y esperaba yo una edad que fuese tan madura que no hubiese de sucederle ninguna más adecuada para emprender esa tarea. Por ello, he dudado
tanto tiempo, que sería ciertamente culpable si consumo en deliberaciones el
tiempo que me resta para intentarlo. Por tanto, habiéndome desembarazado
oportunamente de toda clase de preocupaciones, me he procurado un reposo tranquilo en apartada soledad, con el fin de dedicarme en libertad a la
destrucción sistemática de mis opiniones.
Para ello no será necesario que pruebe la falsedad de todas, lo
que quizá nunca podría alcanzar; sino que, puesto que la razón me persuade a
evitar dar fe no menos cuidadosamente a las cosas que no son absolutamente
seguras e indudables que a las abiertamente falsas, me bastará para rechazarlas todas encontrar en cada una algún motivo de duda. Así pues, no me será
preciso examinarlas una por una, lo que constituiría un trabajo infinito, sino
que atacaré inmediatamente los principios mismos en los que se apoyaba todo
lo que creí en un tiempo, ya que, excavados los cimientos, se derrumba al
momento lo que está por encima edificado”. Meditaciones.
Descartes no pretende analizar todos y cada uno de los conocimientos, tarea que se le presenta imposible e interminable. Irá directamente a la fuente -raíz o
cimiento- de la que derivan los conocimientos, pues si la fuente no es segura tampoco lo serán los conocimientos fundamentados en ella.
1. Duda de los sentidos.
“Todo lo que he admitido hasta el presente como más seguro y verdadero, lo he aprendido de los sentidos o por los sentidos; ahora bien, he experimentado a veces que tales sentidos me engañaban, y es prudente no
fiarse nunca por entero de quienes nos han engañado una vez”. Meditaciones
Metafísicas, 1ª.
Podemos dudar de que las cosas sean como las percibimos por los sentidos.
Efectivamente, nuestros sentidos nos han engañado alguna vez; ¿qué garantía tenemos de que no nos engañen siempre?. Todos consideramos muy improbable que los
sentidos nos induzcan siempre a error, pero la improbabilidad no equivale a certeza. No
podemos fiarnos de ellos.
Descartes utiliza los viejos argumentos escépticos contra el conocimiento
sensible (por ejemplo, el remo introducido en el agua aparece como torcido a la vista
119
y recto al tacto). Este motivo de duda es relativo a un sujeto que siente, pero es un
motivo real. A esto se puede objetar que es imposible negar la verdad de una experiencia; por ejemplo, esto aquí sentado, junto al fuego...Pero ni siquiera esto es una garantía.
2. Duda del mundo exterior.
Es cierto que los sentidos nos engañan, pero esta duda no echa aún por tierra
la existencia de las cosas sobre las que me engañan. Es decir, para que los sentidos
nos engañen sobre las cosas, deben existir cosas; el poner en duda el testimonio de los
sentidos nos permite dudar de que las cosas sean como las percibimos, pero no
permite dudar de que existan las cosas que percibimos.
Pero, añade Descartes, “¡Cuántas veces no me habrá ocurrido soñar, por la noche, que estaba aquí mismo, vestido, junto al fuego, estando en
realidad desnudo y en la cama!...Y fijándome en este pensamiento, veo de un
modo tan manifiesto que no hay indicios concluyentes ni señales que basten
a distinguir con claridad el sueño de la vigilia, que acabo atónito, y mi estupor
es tal que casi puede persuadirme de que estoy durmiendo”.
El sueño es un argumento muy a la usanza de la época. Si a veces es imposible
distinguir la realidad exterior del sueño, si los sueños nos muestran mundos de objetos
con la misma viveza que la que percibimos cuando estamos despiertos, ¿cómo
podemos distinguir el estado de sueño del de vigilia?, ¿cómo podemos tener la certeza absoluta de que el mundo que ahora percibimos es real y no el fruto de una ensoñación. ¿cómo podemos estar ciertos de que exista ese mundo exterior?. Yo lo percibo
como real, pero...también eso me ha pasado durante el sueño y creía que era real. Es
un motivo probable y relativo de duda, pero no universal.
Descartes ha dado un paso más en la radicalización de la duda. Ni estoy seguro
de los sentidos, ni de las cosas del mundo. Sin embargo, “duerma yo o esté despierto, dos más tres serán siempre cinco, y el cuadrado no tendrá más de cuatro lados; no
pareciendo posible que verdades tan patentes puedan ser sospechosas de falsedad o
incertidumbre alguna”. La duda no alcanza en principio a las verdades matemáticas.
3. Duda de los razonamientos matemáticos.
La imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño nos permite dudar de la
existencia de las cosas y del mundo, así como de la existencia de nuestro propio cuerpo, sin embargo, aún nos quedan verdades en pie; las verdades de las matemáticas,
geometría...
“Hace tiempo que tengo en mi espíritu cierta opinión, según la cual
hay un Dios que todo lo puede, por quien he sido creado tal como soy. Pues
bien: ¿quien me asegura que el tal Dios no haya procedido de manera que no
exista tierra, ni cielo, ni cuerpos extensos, ni figura, ni magnitud, ni lugar, pero
a la vez de modo que yo, no obstante, sí tenga la impresión de que todo eso
existe tal y como lo veo? Y más aún: así como yo pienso, a veces, que los demás
se engañan, hasta en las cosas que creen saber con más certeza, podría ocurrir
120
que Dios haya querido que me engañe cuantas veces sumo dos más tres, o
cuando enumero los lados de un cuadrado, o cuando juzgo de cosas aún más fáciles que esas, si es que son siquiera imaginables. Es posible que Dios no haya
querido que yo sea burlado así, pues se dice de él que es la suprema bondad.
Con todo, si el crearme de tal modo que yo siempre me engañase repugnaría
a su bondad, también parecería del todo contrario a esa bondad el que permita que me engañe alguna vez, y esto último lo ha permitido, sin duda”.
Mi entendimiento se puede equivocar cuando razona, aún de las propias demostraciones matemáticas. Pero Dios, que es bueno, no puede engañarme constantemente. Para evitar problemas con una sociedad cristiana y radicalizar totalmente la
duda, Descartes propone una hipótesis distinta, más inofensiva y menos incómoda.
4. El genio maligno.
“Así pues, supondré que hay, no un verdadero Dios -que es fuente suprema de verdad-, sino cierto genio maligno, no menos artero y engañador que
poderoso, el cual ha usado de toda su industria para engañarme”.
Descartes añade el más radical motivo de duda, pues alcanza a todos los conocimientos y a todos los seres racionales: tal vez (hipótesis) exista un espíritu maligno que, con gran poder e inteligencia, me induce a error. Entendamos esta hipótesis del “genio maligno”: tal vez mi entendimiento es de tal naturaleza que necesariamente se equivoca siempre cuando piensa captar la verdad.
Con la duda, Descartes ha barrido todas las opiniones, ha dejado en suspenso
toda certeza, todo menos las verdades de fe y las normas de moral “para seguir viviendo”...todo lo demás, se ha puesto en duda...No se trata de una duda escéptica,
como afirmamos antes, sino de una duda hipotético-metodológica, un paso para
llegar a la certeza.
IV. LA PRIMERA VERDAD. EL CRITERIO DE VERDAD.
¿Es insalvable el escepticismo?. ¿No habrá una certeza que resista todos los
ataques de la duda y de la que sea imposible dudar?. Descartes reconoce la confusión ante la que se encuentra; busca algo cierto en lo que apoyarse, o por lo menos
estar seguro de que no hay nada cierto.
“Supongo, por tanto, que todo lo que veo es falso; y que nunca ha existido nada de lo que la engañosa memoria me presenta; no tengo ningún sentido
absolutamente: el cuerpo, la figura, la extensión, el movimiento y el lugar son
quimera. ¿Qué es entonces lo cierto? Quizá solamente que no hay nada seguro.
¿Cómo sé que no hay nada diferente de lo que acabo de mencionar, sobre lo
que no hay ni siquiera ocasión de dudar? ¿No existe algún Dios, o como quiera que le llame, que me introduce esos pensamiento?. Pero, ¿por qué he de
creerlo, si yo mismo puedo ser el promotor de aquellos? ¿Soy, por lo tanto,
algo? Pero he negado que yo tenga algún sentido o algún cuerpo; dudo, sin
embargo, porque, ¿qué soy en ese caso? ¿Estoy de tal manera ligado al cuerpo
y a los sentidos, que no puedo existir sin ellos. Me he persuadido, empero, de
121
que no existe nada en el mundo, ni cielo ni tierra, ni mente ni cuerpo; ¿no
significa esto, en resumen, que yo no existo? Ciertamente existía si me persuadí de algo. Pero hay un no sé quién engañador sumamente poderoso, sumamente listo, que me hace errar siempre a propósito. Sin duda alguna,
pues, existo yo también, si me engaña a mí; y por más que me engañe, no podrá nunca conseguir que yo no exista mientras yo siga pensando que soy algo.
De manera que, una vez sopesados escrupulosamente todos los argumentos, se
ha de concluir que siempre que digo “Yo soy, yo existo” o lo concibo en mi
mente, necesariamente ha de ser verdad”
Descartes encuentra una primera verdad absolutamente válida, una verdad
fuera de toda duda por muy radical que ésta sea: la existencia del sujeto que piensa
y duda, Cogito ergo sum. Puedo dudar de todo, pero no puedo dudar de que estoy
dudando; no puedo dudar de mi pensamiento. Mi pensamiento y mi existencia lo percibo simultáneamente. Para dudar tengo que existir; si me engaño tengo que existir
para ser engañado; si sueño, tengo que existir para soñar. Mi existencia como sujeto
pensante está fuera de toda duda y de todo error posible. El cogito es, pues, la
primera verdad del sistema cartesiano. ¿Qué notas características posee esta primera
verdad?.
*
Es una idea clara y distinta: es una idea que se impone con evidencia inmediata, sin necesidad de ningún raciocinio. Es una experiencia directa se me manifiesta sin oscuridad, sin dificultad.
*
Es una idea clara, que se manifiesta sin oscuridad, sin dificultad a la inteligencia que la intuye. Lo claro es aquello que está presente y manifiesto para una mente atenta.
*
Y distinta, que está separada de cualquier otra, que no contiene en sí otra
ideas. Lo distintos es aquello que, siendo claro (puede ser claro y no distinto, pero no
viceversa) de tal modo está separado y recortado de lo demás que no contiene en sí nada más que aquello que es claro; es decir, es una intensificación de la claridad.
Por consiguiente todo aquello que perciba clara y distintamente será verdadero y se podrá afirmar con absoluta certeza. De ahí el criterio cartesiano de verdad y
certeza. Todo aquello que perciba con las mismas características que el cogito -la claridad y la distinción- podrá ser considerado como cierto y verdadero; es el prototipo de
toda verdad y certeza.
Hay que tener dos cosas muy en cuenta:
*
No hablamos de claro y distinto en sí, sino para un sujeto, una mente. Es una
evidencia subjetiva.
*
El ámbito de aplicación del criterio es el cogito. En las demás cosas, la aplicación del criterio de claridad y distinción es problemática por la duda y el genio maligno. El cogito es lo único que ha resistido a la duda. De ahí el recurso a Dios -como
veremos posteriormente-.
122
El cogito:
*
No es un silogismo. El silogismo sería: “todo el que piensa, existe; yo pienso, luego yo existo”. No se trata de eso. Es una intuición mental: intuyo la conexión
necesaria entre mi pensar y mi existir directamente, sin ninguna deducción.
*
Es una verdad inmutable: Es una verdad de la que no se puede dudar. En
ella quiere sentar todo el edificio de la filosofía. Es el primer juicio existencial seguro
y evidente, absolutamente verdadero y el más seguro. De esta verdad no se puede dudar. Se puede dudar de que Dios exista o de que exista el mundo, pero nadie puede
dudar de su propia existencia.
V. LA SUSTANCIA PENSANTE (RES COGITANS).
De todo el proceso mental anterior, Descartes ha encontrado una base firme
para construir toda su Filosofía: el cogito, la existencia del sujeto que piensa y duda
es la primera e indudable verdad.
“Tomé resolución de fingir que todas las cosas que habían penetrado en mi espíritu no tenían mayor verdad que las ilusiones de mis sueños. Pero
inmediatamente después me di cuenta que mientras quería pensar que todo es
falso, necesario era que yo que lo pensaba fuera algo. Y apercibiéndome
de que esta verdad: pienso, luego soy (existo), era tan firme y segura que las
más extravagantes suposiciones de los escépticos serían impotentes frente a
ella, juzgué que podía sin escrúpulo alguno considerarla como el primer
principio de la filosofía que buscaba”. Discurso del método, IV.
*
Pero ¿Qué significa pensar?.
“Por la palabra “pensar” entiendo todo aquello de lo que somos conscientes como operante en nosotros. Y por eso, no solamente el entender, querer
e imaginar, sino también el sentir, son aquí la misma cosa que el pensar”. Principios de la Filosofía.
Y en la segunda Meditación afirma:
“Pero ¿qué soy yo entonces? Una cosa que piensa. ¿Qué es una cosa
que piensa?. Es una cosa que duda, que entiende, que afirma, que niega, que
quiere, que no quiere, que imagina también y que siente”.
El ser del cogito consiste en pensar, el cogito es una sustancia pensante, el pensar y el existir intrínsecamente ligados. Parece imponerse la conclusión de que el pensamiento no puede separarse del yo sin que cese la existencia
de éste: “soy, existo; pero, ¿por cuanto tiempo? Es decir, tanto tiempo como
pienso; pues acaso podría suceder, si dejase de pensar, que cesaría al mismo
tiempo de ser o de existir”. Meditaciones, II.
123
Lo que Descartes hace es dar por supuesto, de un modo no crítico, el concepto
escolástico de substancia. Los actos remiten a un sujeto, a una sustancia; conocemos
la sustancia por los actos que expresan su naturaleza: “Conocí, con eso, que era una
sustancia, toda la esencia o naturaleza de la cual no es sino pensar, y que no necesita,
para ser, de ningún lugar, ni depende de cosa material alguna” Discurso del método, IV.
Para Kant es un paralogismo: de la relación entre nociones se pasa a la
afirmación de una sustancia, de una serie de pensamientos o ideas distintas a un ser
permanente que las posee. Hemos de decir, que Descartes trata el tema de las sustancias después de probar la existencia de Dios, y estaba convencido de que, en el Cogito
ergo sum, capto no sólo un pensar o un pensamiento, sino también un yo-pensante,
un entendimiento o una razón.
Cuando le critican a Descartes que podría igualmente decirse: “respiro, luego
existo”, “paseo, luego existo”, etc., lo admite; pero únicamente en la medida en que la
conciencia de respirar o pasear es también un pensamiento, nunca como prueba del
cuerpo que ejerce esas acciones de respirar, pasear, etc.
VI. LAS IDEAS. DEL COGITO A DIOS (SUSTANCIA INFINITA).
El cogito es el criterio de certeza. ¿Quien me garantiza este criterio? (pues la
hipótesis del genio maligno aún sigue en pie, pues Dios, en su omnipotencia, tal vez
me haya creado de tal manera que me engañe en lo más evidente). ¿Cómo demostrar la existencia del mundo material?, ¿Cómo afirmar que al objeto pensado le corresponde una realidad fuera del pensamiento?. Si la filosofía de Descartes no pudiese
salir de aquí sería un solipsismo: existo yo y mis pensamiento, y nada más; existo
yo, como sujeto que piensa, y las ideas que yo pienso. ¿Cómo salir de la capsula del yo?.
Se hace necesario probar la existencia de un Dios bueno y veraz como garantía
última. Pero ¿Cómo demostrarlo?.
El problema no parece fácil: Descartes no puede recurrir a las vías tradicionales que remontan de las criaturas a la causa primera; las pruebas cosmológicas y
teleológicas suponen la existencia del orden de este mundo, aún dudosa.
Descartes debe partir de las conclusiones del Cogito y, por eso, hasta ahora sólo contamos con dos elementos:
*
*
el yo o sujeto pensante, el cogito.,
y los pensamientos que piensa ( las cogitaciones).
Ahora bien, según Descartes, el pensamiento siempre piensa ideas, el pensamiento no recae sobre las cosas (por ahora no es segura la existencia de cosas), sino
sobre las ideas. Para la filosofía anterior el pensamiento no recae sobre las ideas,
sino directamente sobre las cosas: si pienso que el mundo existe, estoy pensando en
124
el mundo y no en mi idea de mundo. Para Descartes, si pienso que el mundo existe, pienso en la idea de mundo, no en el mundo.
Las ideas son los contenidos del pensamiento, del cogito. Son formas del
pensamiento, inmediatamente percibidas y poseen un valor representativo. Yo no
conozco las cosas sino las ideas de las cosas (el modo como se me ofrecen).
Descartes distingue claramente dos aspectos en las ideas:
1º Las ideas en tanto que actos mentales (modos del pensamiento), son
todas iguales, todas poseen la misma realidad “...si tales ideas se consideran
sólo como ciertos modos de pensar, no reconozco entre ellas ninguna diferencia o desigualdad y todas y todas me parecen lo proceder de mí de una misma
manera”.
2º Las ideas en cuanto representativas de las cosas (en cuanto que poseen un contenido objetivo), son diferentes entre sí, “...pero si las considero
como imágenes que representan unas una cosas y otras otra, es evidente que
son muy diferentes unas de otras”.
Atendiendo a este segundo criterio podemos distinguir tres tipos de ideas:
a) Ideas adventicias: son aquellas que parecen provenir de la
experiencia externa (aún no nos consta la existencia de una realidad
exterior): ideas de hombre, árbol, perro...
b) Ideas facticias: son aquellas que provienen de nuestra voluntad e imaginación, es decir, las que construye la mente, a voluntad, a
partir de otras ideas: ideas de sirena, de caballo con alas...
Ninguno de estos dos tipos de ideas puede, obviamente, servirnos como punto
de partida para demostrar la existencia de la realidad extramental.
c) Ideas innatas: son aquellas que el entendimiento posee por
naturaleza, no provienen de la experiencia externa ni tampoco de la propia construcción mental, el entendimiento las tiene por naturaleza: cogito (pensar, existir), infinito y las ideas matemáticas.
Ahora bien, todas las ideas son, de algún modo causadas. Y “es manifiesto
por la luz natural que tiene que haber al menos tanta realidad en la causa eficiente y
total como en su efecto. Aquello que es más perfecto, es decir, que tiene más realidad en sí mismo, no puede proceder de lo menos perfecto.”. Medit. III.
Entre mis ideas encuentro la idea de Infinito, o de perfección, que Descartes
identifica con Dios.
“Por Dios entiendo una sustancia que es infinita, independiente, omnisciente, todopoderosa, y por la cual yo mismo, y todo lo que existe, hemos sido
creados”. Medit. III
125
Esta idea de infinito o de perfección no puede ser, según Descartes, ni facticia ni adventicia. No es una idea meramente negativa porque vemos claramente que
hay más realidad en la sustancia infinita que en la finita; es una idea lo suficientemente clara y distinta como para convencerme de que tiene más realidad que cualquier
otra idea y que no puede ser una mera construcción mental de mí mismo; no es una
ficción mental, que podamos variar a voluntad. Evidentemente tal idea no puede
haber sido derivada de la percepción sensible.
“...Y, en consecuencia, la única alternativa es que sea innata en mí, lo
mismo que es innata en mí la idea de mi yo”.
Como dijimos anteriormente, la idea como realidad objetiva requiere una
causa real proporcionada. Esto quiere decir que la idea de un ser Infinito requiere
una causa infinita; yo no puedo ser su causa, en tanto que yo soy finito. Luego esa idea
ha sido causada en mí por un ser infinito; en consecuencia, el ser Infinito existe.
Además de este argumento, basado en la causalidad aplicada a la Idea de
Dios, Descartes utiliza otros, para demostrar la existencia de Dios, por ejemplo
el argumento ontológico, ya propuesto por San Anselmo, y criticado por Sto Tomás. Dios, pensado como absolutamente perfecto, no puede, sin contradicción, no ser;
su esencia incluye su existencia. “La existencia está más cerca de la esencia de Dios
que de la esencia de un triángulo rectángulo, la dimensión de cuyos tres ángulos
suma dos rectos” Medit. V.
“En nuestro entendimiento hay verdades necesarias e inmutables, el
fundamento de esas verdades sólo puede ser Dios; esas verdades son eternas
porque reciben su valor de la verdad eterna que es Dios. El pensamiento humano, que es imperfecto, no puede ser el creador de las verdades perfectas e
inmutables”.
Dios existe, y no puede ser engañador. El engaño procede de algún defecto. Al
ser perfecto, Dios no puede habernos engañado; en consecuencia, aquellas proposiciones que veo clara y distintamente tienen que ser verdaderas.
“Aquello mismo que he tomado antes como regla, es decir, que las cosas
que concebimos muy clara y muy distintamente son todas verdaderas, solamente es seguro porque Dios es y existe, y porque es un ser perfecto, y todo lo
que es en nosotros procede de él. De donde se sigue que, siendo nuestras ideas o
nociones de las cosas reales y que proceden de Dios, en todo aquello que son
claras y distintas no pueden ser sino verdaderas” Discurso del Método, IV.
Por tanto, si cumplo la condición de abstenerme de formular juicios acerca
de aquello que no veo clara y distintamente, no caeré en el error. Dios, pues, es la
garantía del criterio de verdad y, en último término, quien me permite salir legítimamente del aislamiento solipsista.
Este es el famoso círculo vicioso cartesiano, que ya le reprocharon sus
primeros críticos: fundamentar a Dios por el criterio, el cual ya está fundamentado
126
por Dios. Unas veces dice que sólo le persuaden las cosas que percibe con claridad
y distinción, y otras que la verdad de toda ciencia depende únicamente del conocimiento de Dios. Una posible solución al círculo vicioso sería que el criterio de
claridad y distinción valdría para conocimientos simples, y Dios valdría para conocimientos complejos, donde interviene la memoria.
VII. LA SUSTANCIA MATERIAL. RES EXTENSA.
A partir de la existencia de Dios es demostrada la existencia del mundo: puesto
que Dios existe y es infinitamente bueno y veraz, no puede permitir que me engañe al
creer que el mundo existe, por lo tanto el mundo existe.
Dios me garantiza, pues, que a mis ideas corresponde una realidad extramental. No es que Dios garantice que a todas mis ideas corresponda una realidad extramental (al igual que Galileo y la ciencia moderna, Descartes niega la existencia de
las cualidades secundarias -subjetivas-), pero sí nos garantiza al menos la existencia
de un mundo constituido exclusivamente por la extensión y el movimiento (cualidades primarias -objetivas).
Percibimos el mundo, las cosas físicas, los cuerpos, como cosas que tienen extensión; es el atributo de la sustancia corpórea:
“La extensión en longitud, anchura y profundidad constituye la naturaleza de la sustancia corpórea” (Principios, I, ).
El mundo existe, esas sensaciones -primarias- que tenemos no las hemos fabricado nosotros, sino que son causadas por algo exterior a la mente, algo objetivo y real.
La física cartesiana es una física mecanicista. Defiende, desde el inicio, que
la verdad en este campo sólo puede indagarse mediante las matemáticas, rechazando
así la causalidad final y las cualidades secundarias de las cosas, admite sólo las
matematizables.
*
La materia de los cuerpos es inerte, es una sustancia extensa, tridimensional (longitud, anchura y profundidad). No se puede admitir la existencia de átomos,
pues la parte más pequeña, si es extensa, es divisible. Cielos y Tierra están formados
de una misma materia y la extensión del mundo es infinita. Las partículas que
constituyen los cuerpos poseen una caracterización geométrica (diversas formas) y
mecánica (se mueve con mayor o menor rapidez).
*
Se niega, pues, la existencia de materias cualitativamente diferentes; basta
pensar que las partículas que integran los cuerpos son de mayor o menor grosor y
están dotadas de mayor o menor velocidad. El universo es un lleno (niega el vacío) compuesto de tres elementos:
a) Las partes más gruesas de la materia, agrupadas
miento universal vortiginoso en distintos centros, los planetas.
por el movi-
127
b) Partículas más sutiles y redondas, en movimiento continuo, introducidas en los intersticios de la materia gruesa. Llena los espacios interplanetarios.
Descartes las denominó “éter”.
c) Partículas más diminutas, que forman el tejido de las estrellas y
ocupan los intersticios del éter: constituyen la luz.
El movimiento de las partículas obedece a las leyes mecánicas, se requiere
siempre el contacto (la acción a distancia, por fuerzas gravitatorias o atractivas, es rechazada).
Estas son sus leyes:
1. Principio de inercia: “todos los cuerpos que están en movimiento continúan moviéndose hasta que su movimiento es detenido por otros
cuerpos”.
2. Dirección del movimiento: todo cuerpo en movimiento tiende a continuarlo en línea recta.
3. Ley del bloque: “si un cuerpo que se mueve y encuentra a otro cuerpo, tiene menos fuerza para continuar moviéndose en línea recta...y si tiene
más fuerza, arrastra consigo a otro cuerpo”.
Pero dijimos que la materia es inerte. ¿No supone una contradicción?.
Nuevamente Descartes tiene que recurrir, como observó Pascal, a Dios. Dios es la
causa primera del movimiento y lo ha introducido en la materia. Pero no queda ahí la
cosa: no sólo “Dios es la causa primera del movimiento”, sino que también “conserva
siempre una misma cantidad en el Universo”. Principios de la Filosofía, II.
Hemos de resaltar que encontramos, en Descartes, una reducción de los fenómenos biológicos a los físicos: los animales actúan como si fuesen máquinas, “así
como un reloj que está compuesto solamente de ruedas y pesas”. Este automatismo, base de la hipótesis de los animales-máquinas, aparece en la quinta parte del
Discurso del Método. Nada hay en el comportamiento animal que nos induzca a pensar
que posean alma. La perfección del instinto y la adquisición, por repetición, de reacciones y comportamiento nuevos, manifiestan precisamente la maravillosa excelencia de
esa máquina:
“Creo que si golpeara fuertemente un perro cinco o seis veces al son de
un violín, tan pronto como volviera a oír la misma música empezaría a ladrar y
escaparía” (Carta a Mersenne, 18-III-1630). Esos gritos o ladridos no suponen
emoción alguna, no implican sentimientos, pues éstos remiten a una conciencia análoga a la nuestra.
*
El concepto de substancia.
128
El término latino substancia significa “el estar debajo de” y “lo que está debajo
de”, suponiendo que la sustancia está debajo de -es el soporte de- cualidades o accidentes. Así, las cualidades o accidentes pueden variar mientras que las sustancias permanecen. Este concepto se mantuvo durante la Edad Media.
Descartes, siguiendo esta línea, define la sustancia destacando su independencia, y la define de modo negativo. Sustancia es “aquello que existe de tal modo
que no necesita de ninguna otra cosa para existir”.
Si tomamos esta definición cartesiana de forma literal, está claro que solamente existiría una sustancia: la sustancia infinita o Dios; los seres finitos son
creados y conservados por él. Dios, en sentido estricto, es la única sustancia. Dios
tendría dos atributos, dos propiedades esenciales: el pensamiento y la extensión. Los
modos serían las propiedades accidentales de la sustancia: posición, movimiento,
ideas. etc.
Sin embargo, tal definición puede aplicarse también, por analogía, al yo
(sustancia pensante) y a los cuerpos (sustancia extensa), en cuanto que son independientes, en cuanto que no necesitan uno del otro para existir.
Por esto Descartes distingue tres esferas o ámbitos de la realidad:
*
Res infinita: Dios. El ser pensante que piensa, que duda, es imperfecto (más
perfecto sería no dudar), y esta imperfección reclama un ser perfecto, infinito, y éste es
Dios.
*
Res cogitans: sólo soy un pensamiento, una cosa que piensa, duda, quiere, una
sustancia pensante, una cosa que existe de tal manera que no necesita de otra cosa
para existir. Mi pensar no necesita del cuerpo para existir.
*
Res extensa: ese ser pensante tiene cuerpo y todo ser corpóreo tiene extensión,
longitud.
VIII. EL DUALISMO ANTROPOLÓGICO.
El hombre es un compuesto de dos sustancias totalmente distintas. El alma
pertenece a la sustancia pensante y el cuerpo a la sustancia material o extensa, por
lo tanto son cosas totalmente distintas, que pueden subsistir independientemente la
una de la otra, puesto que el entendimiento las concibe de manera separada.
Por una lado, afirma Descartes: “Aún cuando quizá...tengo un cuerpo
al que estoy estrechamente ligado, no es menos cierto que, por un lado, tengo
una idea clara y distinta de mí mismo, en la medida en que soy solamente una
cosa que piensa y no extendida y, en otro aspecto, tengo también una idea
clara y distinta del cuerpo, en cuanto es solamente una extensión que no piensa, es cierto que este yo es totalmente distinto de mi cuerpo” Medit. VI
Por otro lado, en el Compendio de esa misma Meditación VI, leemos:
129
“muestro cómo el alma del hombre es realmente distinta del cuerpo,
y no obstante le está tan estrechamente unida que compone una misma cosa con
él”.
El hombre está compuesto por un espíritu, cuya esencia lo constituye el
pensamiento, y una máquina corporal, cuyo funcionamiento biológico es autónomo. Sin embargo el hombre es una sola y única persona.
Cuerpo y alma están unidos, hay un “Yo” que las une: el mismo Yo que piensa
es el que sufre, el que habla, el que crece, el que muere...Esa unidad por una parte ha
de ser accidental: dada la independencia de las dos no puede ser una unión sustancial
a la manera aristotélica sino de corte platónico; por otra parte la experiencia indica que
una unidad íntima une todo eso: la misma realidad que piensa es la que siente...
¿Cómo salvar esta unidad?. ¿Cómo explicar las relaciones e interacciones
entre el cuerpo físico de cada hombre -sujeto a las leyes de la materia- y su alma inmaterial?. El problema se plantea a dos niveles:
a) Nivel del conocimiento: ¿cómo es posible que el alma pueda conocer el mundo material siendo ambos de naturaleza tan diversa?. ¿Cómo
puede afectar al alma los acontecimientos del mundo físico?.
b) Nivel de la relación cuerpo-alma: ¿cómo puede relacionarse el
cuerpo y el alma en la unidad del hombre afectándose recíprocamente?.
La solución ofrecida por Descartes es especulativa y no confirmada por
ninguna ciencia posterior. Según Descartes, en cierto lugar del cerebro se encuentra
la glándula pineal. En la glándula se encuentra una sustancia intermedia entre el espíritu y la materia que es el pneuma vital. Esta sustancia intangible, fluida y sutil recoge en la glándula pineal las afecciones del alma que deben tener repercusiones en el
cuerpo y las traslada a los correspondientes órganos produciendo en ellos las reacciones
correspondientes. De igual manera el pneuma vital recoge en los diferentes órganos
corporales las afecciones físicas del cuerpo, del mundo físico en contacto con el mismo y las traslada a la glándula pineal comunicándolas al alma. De ahí que Descartes afirme: “lo que es acción en el alma es pasión en el cuerpo, y lo que es acción en el
cuerpo es pasión en el alma”.
El alma o razón es arrastrada a veces por la servidumbre de las pasiones. La
razón tiene que someterlas, descubre y muestra el bien que puede ser querido por la
voluntad.
Esta explicación -de la glándula pineal- resultaba muy poco convincente y
por ello Spinoza (1632-1677) le echará en cara el no ajustarse a su principio de no
aceptar lo que no sea claro y evidente como criterio de verdad. Spinoza evitará el problema al afirmar que mente y cuerpo son una y la misma cosa, que se conciben bajo
el atributo del pensamiento o bajo el atributo de la extensión respectivamente. Malebranche(1638-1715), discípulo de Descartes, afirmará el ocasionalismo: las sustancias
no actúan unas sobre otras, sino que es Dios quien actúa realmente. Por ejemplo, una
lesión cerebral no es la causa de la pérdida de la memoria, sino que con ocasión de tal
130
lesión Dios actúa causando la pérdida de la memoria. Leibniz (1646-1716) responderá
a esta cuestión como la armonía preestablecida.
En resumen: El Yo que piensa se encuentra con una realidad que está escindida en dos: el cuerpo y el alma. El cuerpo debe entenderse como materia constituida
por la extensión, el espacio lleno. El alma debe entenderse como espíritu, constituido
por el pensamiento, como una cosa completamente distinta del cuerpo y que no necesita de él para ser, para pensar; el pensamiento es independiente de la materia, del
cuerpo, de los sentidos. La coordinación de estas dos realidades se lleva a cabo por
medio de la glándula pineal, ese lugar del cerebro donde el alma hace sentir especialmente su eficacia hacia todas las partes del cuerpo.
Por otra parte la independencia del alma respecto al cuerpo trata de salvarla
Descartes para defender la libertad del hombre: la conexión mecanicista del mundo,
de la materia, no deja espacio para la libertad y todos los valores espirituales del hombre que Descartes trata de defender no se pueden defender si no es liberando al
alma del mundo, de la concepción mecanicista del mundo. Se afirma así que el alma
está en una esfera autónoma e independiente de la materia. Esta independencia del
alma y del cuerpo es una idea central en la filosofía cartesiana.
La libertad consiste en elegir lo que es propuesto por el entendimiento como bueno y verdadero, en someter la voluntad al entendimiento.
Debemos apuntar que este dualismo antropológico rindió grandes frutos para
el conocimiento del hombre y el desarrollo de la medicina, al señalar que las respuestas a los problemas de reproducción, respiración, locomoción, etc., han de buscarse en la mecánica.
Pero ¿cómo saber si los otros hombres no son máquinas puras, con reacciones
bien establecidas? En oposición al animal, el hombre se caracteriza por la ductibilidad de su adaptación a las circunstancias y por la invención de signos para comunicarse con otros. Los hombres vemos, sintiendo o pensando que vemos; los animales,
no. Un autómata perfecto no poseería la facultad de formar expresiones adecuadas y
diversas a cada situación; aunque esos autómatas estuvieran dotados de los mecanismos
que poseemos para hablar, su uso nunca sería ilimitado, les faltaría el aspecto creador del uso del lenguaje.
IX. LA MORAL PROVISIONAL CARTESIANA.
Ya hemos visto, anteriormente, que Descartes buscaba un conocimiento
cierto y evidente, un punto de Arquímedes en el que apoyar todo su sistema; esto le
llevó a no dar nada por válido, a poner entre paréntesis todos los conocimientos.
131
no
que:
En el ámbito de la moral su proceder será distinto, el hombre tiene que vivir,
puede dejar de actuar -suspender momentáneamente sus actuaciones-, por lo
“Con el fin de no dejar de vivir por ello con la mayor dicha que pudiera,
elaboré una moral provisional que no constaba sino de tres o cuatro máximas
de las cuales deseo haceros partícipes”. Discurso del método, 3.
Su moral será “provisional”, las mantendrá hasta que no encuentre otras mejores por las que regirse. Descartes asumirá varias normas para desenvolverse en la
vida, ser feliz y estar satisfecho.
*
“Por la primera debía obedecer las leyes y costumbres de mi país, conservando la religión en la cual Dios me ha concedido la gracia de ser instruido, regiéndome en cualquier otra cuestión por las opiniones más moderadas y más alejadas de
todo extremo, que fuesen comúnmente practicada por los más sensatos de aquéllos con
los que me tocase vivir”.
 Descartes justifica aceptar las opiniones más moderadas, no sólo por
comodidad, pues el exceso es pernicioso, sino porque las considera más verdaderas y mejores, y en caso de error podría fácilmente rectificar, no así si hubiese
elegido las más extremas.
 “Mi segunda máxima prescribía que debía ser lo más firme y decidido
que pudiera en mis acciones y que no debía seguir las opiniones más dudosas,
después de haberme determinado a ello, con menor constancia que si hubiesen sido
muy seguras...”.
Hay que alejarse de las opiniones dudosas, y en caso de que no esté seguro, seguir las más probables, pero tomando estas como si fuesen tan verdaderas como las
primeras. Con esto evita el arrepentimiento y el remordimiento que:
“turban generalmente las conciencias de esos espíritus débiles y volubles que, con inconstancia, se dejan arrastrar a practicar como buenas las
mismas acciones que posteriormente han de considerar como malas”.
*
“Mi tercera máxima aconsejaba que debía intentar siempre vencerme a mí
mismo antes que a la fortuna y modificar mis deseos antes que el orden del mundo”.
Debemos procurar lo mejor para nosotros, pero también asumir que hay cosas
que escapan de nuestras manos. Hay cosas que no podemos alcanzar. Es consciente de
que esta actitud no es fácil de seguir, y se requiere un gran fuerza de voluntad y ejercicio para acostumbrarse a actuar a de esta manera.:
“En esto consistía, según mi opinión, el secreto de aquellos filósofos
que fueron capaces en otro tiempo de sustraerse al imperio de la fortuna y, a
pesar de los dolores y la pobreza, de estimarse tan felices como los dioses”.
132
Para Descartes el entendimiento humano tiene unas posibilidades de conocimiento que son finitas y limitadas. La voluntad humana, por el contrario, tiene unas
posibilidades de querer y desear que son ilimitadas. Sin embargo, querer algo no es
lo mismo que tenerlo; para tenerlo es necesario poder tenerlo. ¿Qué es lo que está en
nuestro poder?.
La solución para Descartes está clarísima: solamente debemos desear las cosas que podemos conseguir. Pero ¿puedo modificar los deseos que me llevan hacia
cosas inasequibles, ¿puedo imponerme la prohibición de ser feliz, rico, poderoso...?.
Si, porque puedo modificarlos al igual que la mayor parte de mis pensamientos,
sirviéndome de un examen crítico de los prejuicios y de los hábitos contraídos. Los
deseos son una especie de pensamientos y pueden ser modificados.
Descartes distingue dos tipos de cosas: las que dependen totalmente de nosotros y las que no dependen de nosotros en lo más mínimo (las cosas exteriores).
Las cosas exteriores, son externas a nosotros en un doble sentido:
*
No somos los autores. No depende de nosotros el ser grande o pequeño, guapo o feo, el nacer enfermo o sano, en tal país, tal ciudad, tal familia...De esta manera
el orden del mundo sólo designa las vicisitudes de la fortuna: nosotros no podemos
cambiar nada de ese mundo y lo único que podemos hacer es aceptarlo o agotarnos
inútilmente al oponernos a él.
*
Las cosas exteriores no nos conciernen. Las cosas exteriores pertenecen a un
ámbito totalmente extraño al de las cosas que sólo dependen de nosotros. Si deseo
realizar esas cosas que no dependen de mí sólo puedo acumular tristeza e insatisfacción.
El hombre debe intentar poseer las cosas que está seguro de poder alcanzar, porque dependen de él, a las demás hay que renunciar.
Tengo pues, que subordinar lo deseable a lo asequible, sustituir un poder ilimitado e incierto por otro restringido, pero seguro. De esta manera la decepción es
eliminada y sustituida por la satisfacción de poder controlarme a mí mismo. Este último es el más seguro de todos los poderes.
La voluntad humana elige algo, o lo rechaza, porque nuestro entendimiento
se lo presenta como bueno o malo. De ahí cierto intelectualismo moral, “basta con
juzgar correctamente para obrar bien y juzgar lo mejor que se pueda para obrar de
igual modo”, de esta manera el hombre será feliz, dichoso.
La filosofía, la sabiduría, nos muestra cuáles son los medios para conseguir
esto:
“Vivir sin filosofar equivale a tener los ojos totalmente cerrados,
sin ni siquiera intentar abrirlos;...su estudio es más necesario para regular
133
nuestras costumbres y nuestra conducta en esta vida, que el uso de nuestros
ojos para guiar nuestros pasos” Carta-prefacio a los Principios de la filosofía.
X. CRÍTICA SOBRE DESCARTES.
En el siglo XVII se cambia el punto de vista que se tenía en la época medieval;
antes se partía de la certeza de Dios, y se llegaba a la certeza de sí mismo; ahora, se
parte de la certeza de sí mismo y se llega a la certeza de Dios.
Esto supone un giro copernicano de l80º: en lugar del teocentrismo, se
coloca el antropocentrismo; se pasa del geocentrismo al heliocentrismo; antes
Dios era el centro, y el hombre giraba en torno a El; ahora, el Hombre es el centro, y
es Dios, el que gira en torno suyo. El centro es el Sol, y es la Tierra la que gira a su
alrededor.
La Razón del Hombre está en el centro, sostenido sobre sí mismo, no sobre la
Fe, y todo gira en torno a ella; así, este Racionalismo se abre paso para dar lugar a
la Ilustración: en el siglo XVIII imperará la diosa Razón, la razón natural, la religión natural, el derecho natural, la naturaleza humana.
Con Descartes empieza la era de la primacía del sujeto sobre el objeto, la conciencia sobre el Ser, la epistemología sobre la ontología, la libertad de pensamiento,
etc.
1. Descartes se queda encerrado en su cogito y no sabe salir de él: comienza a
confiar en las ideas claras y distintas, pero al encontrarse con la existencia de Dios, y
de las realidades extramentales, ya no confía en ese criterio de certeza, y confía en la
veracidad de Dios que es perfecto y no le puede engañar.
La autonomía de pensamiento que esperábamos encontrar en su epistemología queda sofocada por la teología; seguimos igual que antes: nuestras ideas y conocimientos son reales porque vienen de Dios, autor de todo lo creado, y son verdaderas
porque son ideas claras y distintas que también vienen de Dios, ya que éste no nos puede
engañar.
Es posible que esto le venga porque en realidad no duda de todo: deja aparte su
fe y sus creencias, y parece que son éstas las que de algún modo le traicionan en la
construcción de su nueva Filosofía.
2. Toda la verdad se apoya en el sujeto pensante: toda realidad en tanto es
real, en cuanto se piensa. ¿Cómo salir de la estrechez de la mente? ¿Cómo puedo
yo afirmar una realidad que esté fuera de mi pensamiento?. Descartes para salir de
este embrollo, se ve precisado de acudir a Dios, a la teología; entonces, se ve claro
que su Filosofía no la puede construir al margen de estas creencias.
3. A pesar de todo, hay que reconocer que a Descartes le debemos agradecer el
nuevo rumbo que va a tomar la Filosofía a partir de él. Desde Descartes se va a valorar
134
más el sujeto que el objeto. Y por supuesto se valora la autonomía del pensamiento del
Hombre, como síntoma claro de la modernidad.
TEXTOS DE SELECTIVIDAD.
“El primero consistía en no admitir cosa alguna como verdadera si no se la había
conocido evidentemente como tal. Es decir, con todo cuidado debía evitar la precipitación y la prevención, admitiendo exclusivamente en mis juicios aquello que se presentara tan clara y distintamente a mi espíritu que no tuviera motivo alguno para ponerlo en
duda. El segundo exigía que dividiese cada una de las dificultades a examinar en tantas
parcelas como fuera posible y necesario para resolverlas más fácilmente. El tercero requería conducir por orden mis reflexiones comenzando por los objetos más simples y
más fácilmente cognoscibles, para ascender poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más complejos, suponiendo inclusive un orden entre aquellos que no se
preceden naturalmente los unos a los otros. Según el último de estos preceptos debería
realizar recuentos tan completos y revisiones tan amplias que pudiese estar seguro de no
omitir nada”. DESCARTES, Discurso del método.
Preguntas:
1. Explica el significado del término “evidentemente” y de la expresión “clara y
distintamente”.
2. ¿Qué quiere decir “evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención”?.
3. Exponga el contexto histórico y filosófico del texto.
4. Razón y método: el criterio de verdad en Descartes..
5. Los juicios sintéticos a priori en Kant.
TEXTO
“Posteriormente, examinando con atención lo que yo era, y viendo que podía
fingir que carecía de cuerpo, así como que no había mundo o lugar alguno en el que me
encontrase, pero que, por ello, no podía fingir que yo no era, sino que por el contrario,
sólo a partir de que pensaba dudar acerca de la verdad de otras cosas, se seguía muy
evidente y ciertamente que yo era, mientras que, con sólo que hubiese cesado de pensar,
aunque el resto de lo que había imaginado hubiese sido verdadero, no tenía razón alguna
para creer que yo hubiese sido, llegué a conocer a partir de todo ello que era una sustancia cuya esencia o naturaleza no reside sino en pensar y que tal sustancia, para existir,
no tiene necesidad de lugar alguno ni depende de cosa alguna material. De suerte que
este yo, es decir, el alma, en virtud de la cual yo soy lo que soy, es enteramente distinta
del cuerpo, más fácil de conocer que éste y, aunque el cuerpo no fuese, no dejaría de ser
todo lo que es”. DESCARTES, Discurso del método.
Preguntas:
1. Explique el significado en el texto de la expresión “muy evidente y ciertamente”.
2. ¿Cómo llega Descartes a afirmar la existencia de la sustancia pensante a partir
de la primera verdad?.
135
3. Exponga el contexto histórico y filosófico del texto.
4. La estructura de la realidad: la teoría de las tres sustancias en Descartes5. Conocimiento y realidad en Platón.
TEXTO
“A continuación, reflexionando sobre que yo dudaba y que, en consecuencia, mi
ser no es omniperfecto pues claramente comprendía que era una perfección mayor el
conocer que el dudar, comencé a indagar de dónde había aprendido a pensar en alguna
cosa más perfecta de lo que yo era; conocí con evidencia que debía ser en virtud de alguna naturaleza que realmente fuese más perfecta”. El discurso del método.
Preguntas:
1. Explique el significado de los términos “conocer” y “dudar”.
2. Explique por qué, según Descartes, es más pefecto el conocer que el dudar en
la búsqueda de la verdad.
3. Exponga el contexto histórico-filosófico del texto.
4. La estructura de la realidad: la teoría de las tres sustancias en Descartes.
5. Los límites del conocimiento en Kant.
136
Texto. Descartes.
“Ahora bien, me parece que cada uno puede procurarse contento de sí
mismo y sin esperar nada de otra parte sólo en la medida en que observe tres
cosas con las que se relacionan las tres reglas de moral que he puesto en el
Discurso del método.
La primera es que cada uno trate de servirse siempre, lo mejor que
pueda, de su espíritu, para conocer lo que debe hacer o no en todas las circunstancias de la vida.
La segunda, que cada uno tenga la firme y constante resolución de ejecutar todo lo que la razón le aconseje sin que las pasiones o los apetitos lo apar137
ten de ello; creo que la firmeza de esta resolución es lo que debe tomarse como virtud...
La tercera, que mientras cada cual se conduce así, tanto como puede,
según la razón, considere que todos los bienes que no posee están absolutamente fuera de su poder tanto unos como otros, y que de este modo se acostumbre a no desearlos, pues sólo el deseo, el pesar o el arrepentimiento son capaces de impedirnos estar contentos; pero si siempre hacemos todo lo que nos
dicta nuestra razón, nunca tendremos motivos de arrepentirnos aunque los hechos nos hagan ver después que nos equivocamos, puesto que no habría sido
por culpa nuestra” Carta a Elisabeth, 4-VIII, 1645.
TEXTOS.
“Así, pues ahora que mi espíritu está libre de todo cuidado, habiéndome
procurado reposo seguro en una apacible soledad, me aplicaré seriamente y con
libertad a destruir en general todas mis antiguas opiniones. Ahora bien, para
cumplir tal designio, no me será necesario probar que son todas falsas, lo que
acaso no conseguiría nunca; sino que, por cuanto la razón me persuade desde el
principio para que no dé más crédito a las cosas no enteramente ciertas e indudables que a las manifiestamente falsas, me bastará para rechazarlas todas con
encontrar en cada una el más pequeño motivo de duda. Y para eso tampoco hará falta que examine todas y cada una en particular, pues sería un trabajo infinito; sino que, por cuanto la ruina de los cimientos lleva necesariamente consigo la de todo el edificio, me dirigiré en principio contra los fundamentos mismos
en que se apoyaban todas mis opiniones antiguas.
Todo lo que he admitido hasta el presente como más seguro y verdadero,
lo ha aprendido de los sentidos o por los sentidos; ahora bien, he experimentado
a veces que tales sentidos me engañaban, y es prudente no fiarse nunca por entero de quienes nos han engañado alguna vez.”. Meditaciones I.
“Pues, en primer lugar, incluso lo que anteriormente he adoptado como
una regla, a saber, que las cosas que concebimos muy clara y distintamente son
todas verdaderas, no es cierto sino porque Dios es o existe, porque es un ser
perfecto, y porque todo lo que hay en nosotros depende de Él. De donde se sigue
que nuestras ideas o nociones, en tanto que son claras y distintas, siendo cosas
reales, y procediendo de Dios, no pueden ser por ello sino verdaderas...Pero si
no supiéramos que todo cuanto en nosotros es real y verdadero proviene de un
ser perfecto e infinito, por claras y distintas que fuesen nuestras ideas, no tendríamos razón alguna que nos asegurase que tienen la perfección de ser verdaderas”. DESCARTES. Discurso del método, 4.
138
EL RENACIMIENTO.
CUESTIONES.
1. HECHOS, CAMBIOS Y DESCUBRIMIENTOS SIGNIFICATIVOS.
2. HUMANISMO, DEFINICIÓN, CORRIENTES REPRESENTATIVAS:
*
*
*
*
Platonismo
Aristotelismo
Estoicismo
Epicureísmo
139
*
Escepticismo
3. PRINCIPALES HUMANISTAS UTÓPICOS.
*
*
*
*
Erasmo de Rotterdam
Thomás Moro
Tomás de Campanella
Francis Bacon
4. MAQUIVAVELO.
5. NICOLÁS DE CUSA. GIORDANO BRUNO. BACON
6. LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA:
*
*
*
Copérnico
Kepler
Galileo
7. EL MÉTODO CIENTÍFICO.
TEXTOS.
MAQUIAVELO
“No es, por tanto, necesario a un príncipe poseer todas la cualidades
anteriormente mencionadas, pero es muy necesario que parezca tenerlas. E incluso me atreveré a decir que si se las tiene y se las observa siempre son perjudiciales, pero si aparenta tenerlas son útiles; por ejemplo: parecer clemente,
leal, humano, íntegro, devoto y serlo, pero tener el ánimo predispuesto de tal
manera que, si es necesario no serlo, puedas y sepas adoptar la cualidad contraria. Y se ha de tener en cuenta que un príncipe -y especialmente un príncipe
nuevo- no puede observar todas aquellas cosas por las cuales los hombres son
tenidos por buenos, pues a menudo se ve obligado, para conservar su Estado, a
actuar contra la fe, contra la caridad, contra la humanidad, contra la religión.
140
Por eso necesita tener un ánimo disputo a moverse según le exigen los vientos y
las variaciones de la fortuna y, como ya dije anteriormente, a no alejarse del
bien, si puede, pero a saber entrar en el mal si se ve obligado.
Debe por tanto un príncipe tener gran cuidado de que no le salga jamás
de la boca cosa alguna que no esté llena de las cinco cualidades que acabamos
de señalar y ha de parecer, al que lo mira y escucha, todo clemencia, todo lealtad, todo integridad, todo humanidad, todo religión. Y no hay cosa más necesaria de aparentar que se tiene que ésta última cualidad, pues los hombres en general juzgan más por los ojos que por las manos ya que a todos es dado ver, pero palpar a pocos: cada uno ve lo que pareces, pero pocos palpan lo que eres y
estos pocos no se atreven a enfrentarse a la opinión de muchos, que tienen además la autoridad del Estado para defenderlos. Además, en las acciones de todos
los hombres y especialmente de los príncipes, donde no hay tribunal al que recurrir, se atiende al fin. Trate, pues, un príncipe de vencer y conservar su Estado, y los medios siempre serán juzgados honrosos y ensalzados por todos, pues
el vulgo se deja seducir por las apariencias y por el resultado final de las cosas,
y en el mundo no hay más que vulgo. Los pocos no tienen sitio cuando la mayoría tiene donde apoyarse. Un príncipe de nuestros días, al cual no es correcto
nombrar aquí, no predica jamás otra cosas que paz y lealtad; pero de la una y
de la otra es hostilísimo enemigo y de haber observado la una y la otra, hubiera
perdido en más de una ocasión o la reputación o el Estado”. El Príncipe. Cap.
XVIII.
BACON.
“Cuatro son las especies de ídolos que bloquean la inteligencia humana. Para
entendernos los he designado con ciertos nombres: los de la primera especie son los
Ídolos de la Tribu; segunda especie: Ídolos de la Caverna; tercera: Ídolos del Foro;
cuarta: Ídolos del Teatro.
XLI. Los Ídolos de la Tribu radican en la índole de la propia naturaleza
humana, en la misma Tribu o especie humana. Porque se afirma, sin razón, que
el sentido humano es la medida de las cosas; muy al contrario: todas las percepciones, tanto de los sentidos como de la inteligencia, guardan más analogía
con el hombre que con el universo. El entendimiento humano es a manera de un
espejo que no refleja de igual manera los rayos de las cosas; al cual confunde
su propia naturaleza con la de las cosas mismas, y de este modo las tuerce y corrompe.
XLII. Los Ídolos de la Caverna son los Ídolos propios del hombre considerado como individuo. Porque cada hombre lleva (además de los errores que
afectan a la naturaleza humana en general) una caverna o espelunca peculiar
que desvía y adultera la luz de la Naturaleza: bien por la índole propia y singular de cada cual, bien por su educación y conversación con los demás, bien por
las lecturas de los libros y la autoridad de aquellas personas que cada cual trata y admira, o, en fin, por la diferencia de las impresiones según que tengan lugar en un espíritu adecuado y predispuesto o, por el contrario, en un ánimo se141
reno y ecuánime. De modo que, manifiestamente, el espíritu humano (tal como
se halla constituido en cada uno de los hombres) es una cosa variable.
LIII. Los Ídolos de la Caverna tienen su origen en la propia contextura
anímica y corporal de cada uno; y también en la educación, en las costumbres y
en las circunstancias...
XLIII. Hay también Ídolos procedentes, en cierto modo, de la reunión y
alianza recíproca de los individuos pertenecientes a la especie humana, a los
que llamamos Ídolos del Foro porque derivan del comercio y asociación humana. Los hombres, en efecto, se asocian por medio del lenguaje, pero las palabras
se emplean con el sentido que tienen en boca del vulgo. Por consiguiente, el empleo indebido e inadecuado de las palabras pone de manera extraña dificultades
al entendimiento. Sino que las palabras coaccionan, sin duda, al entendimiento,
y todo lo perturban, y arrastran a los hombres a innumerables controversias y
comentarios sin sentido.
XLIV. Existen, por fin Ídolos que se han insinuado en el ánimo de los
hombres a través de los dogmas de los sistemas filosóficos, e inclusive de los
malos métodos de la demostración: los llamados Ídolos del Teatro; pues cuantas
son las Filosofías inventadas y admitidas, tantas son, a nuestro juicio, las fábulas creadas y representadas, las cuales figuran mundos ficticios y teatrales. Ni
tampoco nos referimos sólo a la Filosofía en general, sino también a muchos
Principios y Axiomas de las Ciencias, que han recibido vigencia gracias a la
tradición, la credulidad y la irreflexión”. BACON. Novum Organum.
KEPLER.
*
“Son principalmente tres las cosas cuyas causas, el saber porqué son así y no de
otro modo, investigué incansablemente, a saber, el número, la magnitud y el movimiento de las trayectorias planetarias. A tanto atrevimiento me decidió la hermosa armonía
de las cosas inmóviles, o sea El Sol, de las estrellas fijas y del espacio intermedio, con
la Trinidad del Padre, El hijo y El Espíritu santo”. Mysterium Cosmograficum. Prefacio al lector.
*
“A los insignes, magnánimos, nobles y justos Señores...
Lo que os prometí hace siete meses, una obra que según el testimonio de los entendidos fuera hermosa y condigna y muy superior a los
142
almanaques de un año, hoy lo traigo por fin ante vuestro alto círculo, insignes señores; una obra que sin duda es pequeña por su volumen y no
ha costado gran esfuerzo para componerla, pero que trata de una materia enteramente maravillosa. Si miramos a los antiguos, vemos que Pitágoras, hace dos mil años, ya se ocupó de ella. Si en cambio deseamos algo nuevo, soy yo ahora el primero que comunico esta materia generalmente a todos los hombres. ¿Se desea algo importante? Nada hay mayor
ni más amplio que el Universo. ¿Búscase lo valioso? Nada hay más precioso ni más bello que nuestro luminoso templo de Dios. ¿Quiérese descifrar lo escondido? Nada lo está ni lo estuvo más en la Naturaleza. Por
lo único que mi materia puede no gustar a todos, es porque su utilidad
no salta a la vista para el aturdido. Nuestro texto es el libro de la Naturaleza, tan alabado por la Sagrada Escritura. Pablo lo recomienda a los
paganos, para que en él vean a Dios reflejado como el Sol en las aguas o
en un espejo. ¿Y por qué nosotros, los cristianos, habríamos de gozar
menos de tal lectura, ya que nuestra misión es la de adorar, honrar y
admirar a Dios de justa manera? Al hacerlo, tanto mayor será nuestro
recogimiento, cuanto mejor entendamos la creación y su majestad. En
verdad, ¡cuántos cantos al Creador, al Dios verdadero, entonó David, su
verdadero siervo! Él nos enseña a adorarlo contemplando al cielo con
admiración: “los cielos proclaman la majestad de Dios -dice David-.
Miraré tu cielo, la obra de tus manos, la Luna y las estrellas que Tú hiciste. Grande es nuestro Señor, y grande su poderío. Él cuenta la multitud de las estrellas y las nombra todas por su nombre”. En otro pasaje,
David, henchido por el Santo Espíritu y por su santa alegría, invoca al
Universo: “Load, cielos, al Señor, loadlo, Sol y Luna”, etc. ¿Tienen los
cielos, voz, la tienen las estrellas? ¿Pueden loar a Dios como los hombres? Cierto: loan a Dios, por cuanto inspiran a los hombres pensamientos en su alabanza. Por esto en nuestras páginas dejamos que el cielo y
la Naturaleza hablen y eleven su voz; nadie nos reproche que, haciendo
esto, nos consagramos a una labor vana e inútil.
No me detendré en observar que mi tema constituye un valioso
testimonio del hecho de la creación, que ciertos filósofos han negado.
Vemos, en efecto que Dios ha intervenido en la formación del Universo
siguiendo un orden y una regla, asemejándose a un arquitecto humano y
disponiéndolo todo de tal modo que pudiera creerse que, lejos de haber
el arte tomado por modelo a la naturaleza, el propio Dios se ha inspirado para su creación en los modos de construir del futuro hombre”.
“... Y siempre aparecerá un nuevo Carlos, como el que siendo
dueño de Europa buscó en vano lo que, con El corazón fatigado, halló en
la estrecha celda de Yuste; el que en medio de tantas fiestas, títulos,
triunfos, riquezas, ciudades y reinos gozaba tanto con el planetario de
Turriano, o mejor El que éste compuso siguiendo a Pitágoras y Copérnico, que cambió El mundo entero por aquel instrumento, prefiriendo utilizarlo para medir las trayectorias en los cielos a gobernar con el cetro a
lo pueblos”.
143
Escrito El 15 de mayo, cuando hacía un año que había empezado
mi labor.
El humilde siervo de vuestras Señorías, Maestro Johannes
Keplerus de Württemberg, matemático en vuestra escuela de
Graz. KEPLER. Mysterium Cosmographicum. Dedicatoria.
GALILEO
*
“La Filosofía está escrita en ese vasto libro que está siempre abierto ante nuestros ojos, me refiero al universo; pero no puede ser leído hasta que hayamos aprendido
el lenguaje y nos hayamos familiarizado con las letras en que está escrito. Está escrito
en lenguaje matemático, y las letras son triángulos, círculos y otras figuras geométricas, sin las que es humanamente imposible entender una sola palabra” Il Saggiatore, 6.
*
“Si yo pregunto de quien son obra el Sol, la Luna, la Tierra, los astros, sus movimientos y posiciones, es de suponer que se me contestará: son obra de Dios. Si yo
pregunto luego quién es el autor de la Sagrada Escritura, sin duda se me contestará
que es obra del Espíritu Santo, es decir, obra de Dios también. Si finalmente pregunto
si el Espíritu Santo, para acomodarse al entendimiento de la masa generalmente ineducada, necesita emplear frases que evidentemente son contrarias a la verdad, estoy seguro de que, con el apoyo de la autoridad de lodos los escritores sagrados, se me contestará que en efecto a ello estaba obligada la Sagrada Escritura, ya que en cien pasajes
contiene frases que, tomadas literalmente, están llenas de herejías y pecados, presentando a Dios como un ser henchido de odio, arbitrariedad y frivolidad. Pero si se me
ocurre preguntar si Dios ha alterado alguna vez sus obras para acomodarse al entendimiento de la masa, o si no es más bien cierto que la Naturaleza, invariable e inasequible a los deseos humanos, ha preservado siempre la misma clase de movimientos,
formas y posiciones en el Universo, estoy seguro también de que se me contestará que
la Luna ha sido siempre redonda, por más que durante mucho tiempo se la tuviera por
plana. Para decirlo en una frase: nadie sostendrá que la Naturaleza se haya modificado para acomodar sus operaciones a la opinión de los hombres. Si ello es así, pregunto
yo ¿por qué, cuando deseamos conocer las diferentes partes del Universo, habríamos
de investigar las palabras de Dios en vez de sus obras?. ¿Son acaso los hechos menos
nobles que los dichos? Si alguien promulga que es herejía decir que la Tierra se mueve,
y si luego se mueve, ¡en qué dificultad se encontrará la Iglesia! En cambio, si en los
casos en que las obras no se muestran de acuerdo con las palabras, se considera como
secundaria a la Sagrada Escritura, poco daño habrá de causarse; bastantes veces se ha
acomodado su texto a la opinión de la masa, atribuyendo a Dios propiedades enteramente falsas. Por ello, digo yo, ¿por qué nos empeñamos en que cuando habla del Sol y
de la Tierra se exprese con tanto acierto?”. GALILEO. Carta a Elia Diodati. Florencia.
15 de enero de 1633.
*
“ Visto, que tú, Galileo, Hijo de Vicenzo Galilei, florentino, de setenta años de
edad, fuiste denunciado en El año 1615 a este Santo Oficio, por sostener como verdade144
ra la falsa doctrina que algunos enseñan de que el Sol es el centro del mundo y está
inmóvil y la Tierra se mueve, y también con un movimiento diario; por tener discípulos
a quienes enseñaste la misma doctrina; por mantener correspondencia con ciertos matemáticos de Alemania respecto de los mismos; por publicar ciertas cartas tituladas
Sobre las manchas solares en las que desarrollaste la mima doctrina considerándola
verdadera; y por oponerte a las objeciones de las Sagradas Escrituras de acuerdo con
la significación que tu le das; y visto que luego se presentó la copia de un documento
bajo la forma de una carta en que se dice que tú la escribiste a un ex discípulo tuyo y en
la que hay diferentes proposiciones que siguen a la doctrina de Copérnico y que contrarían el verdadero sentido y la autoridad de las Sagradas Escrituras:
Este Santo Tribunal, teniendo, pues, la intención de proceder contra el
desorden y daño resultantes, que fueron en creciente detrimento de la santa fe,
por mandato de Su Santidad y de los eminentísimos señores cardenales de esta
suprema y universal Inquisición, los calificadores teológicos calificaron del modo siguiente las dos proposiciones referentes a la estabilidad del Sol y al movimiento de la Tierra:
La proposición que el Sol es el centro del mundo y no se mueve de su lugar es absurda y falsa filosóficamente, y formalmente herética, porque contradice expresamente las Sagradas Escrituras.
La proposición de que la Tierra no es el centro del mundo y no está inmóvil, sino que se mueve, y también con un movimiento diario, es igualmente
absurdo y falsa en cuanto filosofía, y desde el punto de vista de la verdad teológica, es, por lo menos, errónea en la fe...
...Decimos, pronunciamos, sentenciamos y declaramos que tú, el dicho
Galileo, en razón de las cuestiones aducidas en el juicio y de lo que confesaste
antes, te has hecho, ante el juicio de este Santo Oficio, vehementemente sospechoso de herejía.
Te condenamos a la prisión formal de este Santo Oficio, durante el tiempo que nos parezca y, por vía de saludable penitencia, te mandamos que durante
los tres años venideros repitas una vez a la semana los siete salmos de penitencia. Nos reservamos la libertad de moderar, conmutar o anular, en todo o en
parte, los mencionados castigos y penas”. Sentencia del Tribunal de la Inquisición. 22 de Junio de 1833.
“Yo, Galileo Galilei, hijo del difunto Vincenzo Galilei, de Florencia, de
sententa años de edad, siendo citado personalmente a juicio y arrodillado ante
vosotros, los eminentes y reverendos cardenales, inquisidores generales de la
República universal cristiana contra la depravación herética, teniendo ante mí
los Sagrados Evangelios, que toco con mis propias manos, juro que siempre he
creído y, con la ayuda de Dios, creeré en lo futuro, todos los artículos que la
Sagrada Iglesia católica y apostólica de Roma sostiene, enseña y predica. Por
haber recibido orden de este Santo Oficio de abandonar para siempre la opi145
nión falsa que sostiene que el Sol es el centro e inmóvil, siendo prohibido el
mantener, defender o enseñar de ningún modo dicha falsa doctrina; y puesto
que después de habérseme indicado que dicha doctrina es repugnante a la Sagrada Escritura, he escrito y publicado un libro en el que trato de la misma
condenada doctrina y aduzco razones con gran fuerza en apoyo de la misma, sin
dar ninguna solución; por eso he sido juzgado como sospechoso de herejía, esto
es, que yo sostengo y creo que el Sol es el centro del mundo e inmóvil, y que la
Tierra no es el centro y es móvil, deseo apartar de las mentes de vuestras eminencias y de todo católico cristiano esta vehemente sospecha, justamente abrigada contra mí; por eso, con un corazón sincero y fe verdadera, yo abjuro, maldigo y detesto los errores y herejías mencionados, y en general todo error y sectarismo contrario a la Sagrada Escritura; y juro que nunca más en el porvenir
diré o afirmaré nada, verbalmente o por escrito, que pueda dar lugar a una
sospecha similar contra mí; asimismo, si supiese de algún hereje o de alguien
sospechoso de herejía, lo denunciaré a este Santo Oficio o al inquisidor y ordinario del lugar en que pueda encontrarme...
...En Roma, en el convento de la Minerva, 22 de junio de 1633; yo, Galileo Galilei, he abjurado conforme se ha dicho antes por mi propia mano”.
GALILEO. La Abjuración.
146