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Auge y Crisis en Asia. Víctor López Villafañe. El llamado rápido desarrollo de posguerra y la crisis de Asia que se inicia con la devaluación del baht tailandés en julio de 1997 son expresión de los grandes cambios que ha experimentado esta región del mundo en los últimos cuarenta años. Los dos fenómenos forman parte de un mismo proceso. Un ciclo largo de auge, especialmente conducido por los sectores exportadores, como resultado de la expansión económica mundial que se inicia con la reconstrucción de posguerra y que prácticamente se alarga hasta que los cambios generados por la incorporación de China a la economía mundial y el fin de la guerra fría modifican las reglas de la participación de Asia en el mercado mundial. La crisis de Asia de fines del siglo XX, aunque pueda ser transitoria, es estructural e histórica en el sentido de que provocará enormes cambios dentro de la propia región y en el entorno mundial en las primeras décadas del siglo XXI. El desarrollo rápido de Asia y su crisis tienen dos caras. El periodo de auge en Asia se inicia con Japón, que desde 1955 inicia una fase de recuperación de la posguerra y expansión sin igual y cuya curva de descenso aparece en los ochenta y se convierte en un ciclo recesivo en los noventa. En Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong y Singapur el ciclo de auge se da a partir de la conversión a programas de exportaciones manufactureras en la mitad de los sesenta y que mantienen la línea de crecimiento hasta principios de los noventa. Finalmente, los países de la llamada región de la Asociación de Naciones del Sureste de Asia (ASEAN), como Malasia, Indonesia y Tailandia, en realidad inician su ciclo de expansión a través del desarrollo de industrias intensivas de mano de obra a principios de los ochenta, con tasas de crecimiento elevadas hasta la crisis de 1997. En estos países, no sólo con menor tiempo en la maduración de su ciclo de auge, sino más débiles estructuralmente, es en donde se rompe la cadena del crecimiento sostenido y los que hacen posible que la crisis se transmita por toda la región. China, que debe ser vista como un continente, está en otra situación. Allí el ciclo de auge que se inició en los ochenta, como en los países del ASEAN, tiene su propia geografía de desarrollo y aun con la crisis regional parece que seguirá todavía por un largo periodo. Las costas, que tienen como fondo el proyecto de convertirse en la sede de la apertura y la modernización de China, presentan en general altísimas tasas de crecimiento, niveles de exportación, inversión extranjera, desarrollo tecnológico, etc. En las provincias del interior el auge espera ser desplazado en las próximas décadas y en las zonas más pobres, en el extremo occidental y oriental, el desarrollo económico será una esperanza que podrá abarcar incluso todo el siglo XXI. Como podemos apreciar, el ciclo de auge que en algunos casos alcanzó hasta cuarenta años fue esparciéndose en diferentes subregiones con impactos diferenciados. El creciente desarrollo japonés empujaba el crecimiento por oleadas, en especial de los sectores exportadores de varios de los países de la región, al suministrarles maquinaria y componentes para sus industrias. Cuando la contracción del sistema económico surgió como una tendencia central del sistema mundial en los noventa, la última reestructuración estaba en marcha en el sureste asiático, especialmente en los sectores de electrónica y en el automotriz. La explicación de la sorprendente deuda alcanzada en tan poco tiempo por estos países y Corea debe ser analizada en el entrecruce del cambio en la demanda mundial de signo negativo para estos países y la exigencia de la rápida transformación endógena para continuar con las reestructuraciones industriales y tecnológicas que se estaban operando en estas economías con la idea de seguir no sólo alargando su ciclo de crecimiento sino incluso sacar ventajas en la nueva división del trabajo regional y mundial. También por la abundancia internacional de fondos de capital atraídos por el espectro de auge regional asiático frente a otros entornos de crisis como el de la economía mexicana de 1995, que arrastró a otros países en América Latina hacia un patrón de inestabilidad. Por eso la llamada crisis de Asia debe ser acotada y precisada tanto en su geografía como en su conceptualización. Se trata principalmente de la crisis de la economía japonesa y su difusión en las economías del sureste asiático y Corea, a la que se le une coyunturalmente el ingreso y la salida de capitales de corto plazo. Japón es la economía de la región más fuerte en todos los campos. No se puede separar la inserción de toda la región de Asia en el ámbito mundial y la influencia y el papel desempeñado por Japón en el área desde la posguerra. Este proceso habría acontecido en cualquier región atrasada del mundo en la que hubiera surgido una economía como la japonesa. Así, en términos generales, Japón tiene mucho que ver con el periodo de auge y con la crisis actual de Asia. En el otro extremo, el agotamiento de la capacidad de absorción de la economía de Estados Unidos de los modelos exportadores de Asia, su dominio político sobre Japón y su reconversión económica fueron determinantes en la aceleración y profundización de la crisis asiática. Un par de elementos que quisiera volver a subrayar y que vinieron a modificar el entorno, especialmente del sureste asiático, fueron en primer lugar la dinámica que el desarrollo de las industrias exportadoras de China (y más recientemente las de Vietnam) impusieron a las economías del sureste asiático que se vieron presionadas para aumentar la reconversión industrial y tecnológica y depender menos de las industrias intensivas en mano de obra. En lo anterior tuvo mucho que ver igualmente la devaluación del yuan en el año de 1994, que aumento la competitividad de los bienes de exportación de China a los mercados mundiales y en especial a Estados Unidos. Este país ha destacado por el aumento de las compras a China, que han sustituido a las de muchos países del sureste asiático. Por ejemplo, en el rubro de artículos de plástico para el hogar, China aumentó su participación en el mercado de Estados Unidos del 1% en 1989 al 44% en 1996, mientras que el sureste de Asia lo redujo del 60 al 25%. En lámparas y accesorios éstas aumentaron del 5 al 53%, mientras que las provenientes del sureste cayeron del 61 al 16%. En maletas y carteras, el porcentaje de lo importado aumentó del 26 al 47% y las del sureste decrecieron del 47 al 14% en esos mismos años. En el caso de Corea, la presión provino de su desarrollo en industrias más sofisticadas que enfrentaban la competencia directa de productos japoneses como en la electrónica y la automotriz, y también por la generada por los países del sureste que a su vez querían desplazarse hacia sectores más avanzados. Mucha de la deuda coreana sirvió como pivote para los planes de expansión, cambio tecnológico e internacionalización de los grandes grupos empresariales de Corea ante el nuevo reto de la competencia mundial. Como se sabe, Taiwán y Hong Kong son los principales inversionistas en China. En el caso de Taiwán incluso mucha de su inversión se canalizó hacia Vietnam en sectores exportadores intensivos en mano de obra, de hecho integrando prácticamente al sureste de China con Vietnam en cuanto a su estrategia de competencia global. Taiwán y Hong Kong han replicado el esquema japonés de los ochenta de crear redes exportadoras off shore a fin de mantener su competitividad en los esquemas de proteccionismo y regionalización de los noventa. Por estas razones, Taiwán no tuvo necesidad de acudir a los fondos de deuda ni ser presa de una gran desestabilización con la crisis asiática, ya que el mercado chino, al igual que en el caso de Hong Kong, ha sido un gran colchón para enfrentar el periodo de crisis y ajuste que predomina en Asia. Por ejemplo, en el caso de Hong Kong, no sólo cada vez es más importante el traslado de su industria intensiva en mano de obra a China, sino el propio mercado de China es uno de los objetivos de su reconversión industrial hacia bienes de alta tecnología. Una de las consecuencias factibles de la crisis de Asia será la mayor integración de lo que podemos llamar economías chinas de la región, así como una intensificación del papel de los inversionistas chinos de ultramar (ciudadanos de otros países de Asia pero de origen chino), cuya riqueza financiera es determinante en Malasia, Tai, Indonesia y Singapur, en el mercado de China y otras partes de la región y el mundo. El segundo elemento que quisiera mencionar como factor que agudizó la competencia regional y que obligó a muchas empresas a tomar capitales para aliviar las tensiones consistió en el proteccionismo que se radicalizó una vez terminado el sistema comercial heredero de la guerra fría. Como hemos explicado, la guerra fría fue un tremendo aliciente para el desarrollo comercial de Asia. Ninguna zona del mundo se benefició más de la estructura del comercio mundial que Asia durante la posguerra y en concreto frente a la amenaza comunista soviética y China. Japón, Taiwán, Corea, Hong Kong, Singapur y todavía en los ochenta los países del sureste asiático lograron disfrutar el acceso al mercado de Estados Unidos. Pero esto se modificó cuando Japón se convirtió en una amenaza económica para Estados Unidos a fines de esa década y Europa también decidió acelerar sus metas de integración económica. Además los países de Europa Oriental después de terminada la guerra fría se incorporaron a la competencia mundial. Las negociaciones que finalmente llevaron al Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, México y Canadá en 1994 fueron un indicador de que el mapa comercial debería modificarse para favorecer a las empresas norteamericanas. Después de varios años de vigencia de este tratado, sólo Japón y China han podido mantener crecientes sus exportaciones a Estados Unidos; esta presión por conducto de la regionalización comercial fue un elemento importante en la crisis de los países que sufrieron el desmantelamiento del velo protector comercial de Estados Unidos. Prácticamente todos estos países, con la excepción de Japón y China, redujeron el tamaño de sus excedentes comerciales con Estados Unidos, incluyendo a aquellos que como Taiwán y Corea del Sur habían sido ampliamente beneficiados por la política de puertas abiertas de la guerra fría. Con el mercado tradicionalmente cerrado de Japón, todos los países exportadores de Asia empezaron a sufrir las modificaciones que la nueva geopolítica de posguerra fría impuso a esa región y provocó el surgimiento de contradicciones y tensiones que culminarían con un proceso intenso de endeudamiento de corto plazo y desequilibrios comerciales y financieros que serían la base de la crisis de 1997. Las fricciones comerciales entre Estados Unidos y Japón presentes desde fines de los sesenta y principios de los setenta se han resuelto prácticamente a favor de los intereses comerciales de Japón y han sido en cierta medida uno de los detonantes de la internacionalización comercial y productiva de Japón en el este y sureste de Asia. Según el profesor Chalmers Johnson, los norteamericanos sólo pudieron conseguir en un par de ocasiones en todo este tiempo alterar a su favor las condiciones comerciales. El éxito en estas negociaciones en efecto reforzaban el espíritu mercantilista japonés de mantenimiento sostenido de un gran superávit comercial y los reajustes se daban a través del ensanchamiento de las operaciones productivas y comerciales en la zona de Asia y en otras regiones del mundo. Además no se puede dejar de mencionar que en el nivel regional el proteccionismo comercial cobró la forma de liberalización gradual en el Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC) y los países integrantes colocarían sus propias metas de desregulación con diferenciación según sus niveles de desarrollo. Estados Unidos mantuvo por lo general una posición mucho más agresiva para que la desregulación se llevara a cabo más rápidamente y sin diferenciaciones, más o menos como acontecería con México y Canadá. El problema real de Japón, y que según nuestra visión subyace en el fondo de la crisis de su modelo de crecimiento, es precisamente su enorme éxito y la rapidez con la que creó su riqueza financiera. Todas las vías internas y externas apuntalaron un formidable aparato de ahorro interno, una gran masa de divisas por los constantes y crecientes excedentes comerciales y en general un aumento de su riqueza por la adquisición de activos financieros en el mundo. Japón pasó así a convertirse en muy poco tiempo en el primer acreedor del mundo, es decir, el país con la mayor cantidad de activos financieros, que se reflejaba en que los principales bancos del mundo eran japoneses, pero no tenían la hegemonía financiera mundial que descansaba fundamentalmente en las directrices emanadas por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y los acuerdos de los países más industrializados con Estados Unidos como concertador y beneficiario principal. Tanto en el Fondo Monetario Internacional como en el Banco Mundial, Japón ha estado subrepresentado y su peso económico no ha correspondido a su peso político en dichos organismos, fundamentales para la toma de decisiones financieras a escala global. A principios de los noventa, en el FMI, el personal japonés sólo ocupaba menos del 2% del total de empleados de esa institución, cuando sus aportaciones constituían el 7%. En el Banco Mundial el porcentaje de personal japonés era aún menor, cercano al 1%. Además los funcionarios japoneses son por lo general de carácter temporal y su papel no es destacado en la toma de decisiones. Así Japón podía triunfar en las negociaciones comerciales que apuntalaban su crecimiento pero no en las negociaciones financieras de carácter global, en la que su papel fue prácticamente subordinado a los intereses de Estados Unidos, que se vio favorecido por el financiamiento japonés. Desde el Acuerdo Plaza de 1985 en el que se decidió la devaluación del dólar, el alto valor del yen se convertiría en el factor desestabilizador de la economía japonesa. Inversiones inmobiliarias, aumento de los precios, en especial de los bienes raíces, compras en el exterior, muchas de ellas también en el sector inmobiliario, financiamiento para el aumento productivo en el interior y el exterior en sectores que presentaban signos de saturación. En retrospectiva, no fue el agotamiento del modelo japonés de alta productividad manufacturera lo que produjo principalmente la crisis de su economía, sino la limitación global a su extensión provocada por el cuello de botella financiero a sus flujos, cuya salida principal fue de carácter interno, lo que provocó el surgimiento de una montaña de deudas internas que con el tiempo se volvieron impagables, iniciándose la crisis financiera y deflacionaria que prácticamente acompaña a la economía japonesa en toda la década de los noventa. Otro elemento de carácter endógeno y que tiene que ver con el tipo de reestructuraciones industriales de Japón, prácticamente en toda la posguerra y hasta los ochenta, es el éxito que éstas tuvieron, pero que se alargaron incluso cuando las nuevas industrias de la información se estaban convirtiendo en el sector líder en las economías avanzadas. Es decir, Japón fue muy exitoso al realizar transiciones industriales y tecnológicas en el sector manufacturero, pero el cambio hacia el sector de los servicios y en especial de la informática ha sido mucho más lento y difícil. Japón siguió explotando su ventaja en las manufacturas más allá del límite en que se imponía una transición verdaderamente estructural. Es probable que el sistema social japonés, basado en un sistema de información altamente personalizado y jerarquizado, fuera un factor de contención más bien inherente al modelo social y muy resistente al cambio que la información abierta en la era de la cibernética produciría. Aquí, de nueva cuenta, la estructura mundial del poder de Estados Unidos, basado en un sistema de información avanzado, sobre todo en el área militar, le permitiría establecer las bases de su dominio en el nuevo sector de la informática. El sistema político japonés también tuvo un papel estelar en la generación de la crisis, tanto en lo interno como en lo externo. Japón, como se sabe, ha sido gobernado por el Partido Liberal Demócrata (Jiminto) desde 1955 y aunque en 1993 perdió por vez primera la mayoría en el parlamento, Japón, en lugar de transitar hacia una renovación del viejo liderazgo conservador, ha mantenido un ciclo circular sin poder ver la salida hacia un nuevo futuro político. Se trata en esencia de un sistema político histórico en el sentido de que los factores que le dieron nacimiento, es decir, un sistema político funcional a los intereses estratégicos de Estados Unidos, fundamentalmente dentro de la región asiática, siguen en vigencia aún después de terminada la guerra fría. Japón ha carecido de un liderazgo político que le permitiera desplegar su papel internacional concomitante a su fuerza económica y financiera. Se trata de un sistema político muy fuerte en lo interno pero muy débil en el campo internacional, lo que quizás explica la dualidad del comportamiento japonés, de alto proteccionismo interno pero baja capacidad en las negociaciones internacionales que afectan a todo el sistema mundial. La crisis de Asia es por lo tanto una crisis con rasgos peculiares y con características geográficas especiales. Es una crisis de dos polos de la región de Asia, principalmente Japón y el sureste asiático más Corea del Sur. Es una crisis de explosión financiera provocada por la sobreproducción y sobreinversión dentro de un patrón de crecimiento industrial basado en las exportaciones, que se agota por las nuevas limitaciones surgidas en el propio mercado regional y en el mercado mundial. La de Asia es una verdadera contracción, no sólo cíclica, sino histórica. Es el fin de un periodo en el que factores internos, pero especialmente de orden internacional, que empujaron a la región en su conjunto y en sucesivas etapas de crecimiento, se han agotado. La transición de Asia hacia el siglo XXI marcará en cierto sentido una nueva evolución y dinámica al modificarse la política mundial de Estados Unidos; por la globalización de los mercados financieros, productivos y comerciales, y por los cambios intrarregionales que se derivarán de la evolución de Japón, la dinámica de China, así como de las respuestas que dentro de los países se gesten en busca de modelos funcionales para las condiciones económicas y políticas que se impondrán en el nuevo siglo. GLOSARIO: Activos financieros.- Importe del haber de la hacienda pública, de la banca o de las grandes empresas. Deflación.- Descenso del nivel general de precios. Off shore.- Territorios en los que se realizan con gran facilidad transacciones bancarias gracias a la existencia de normas fiscales, cambiarias y bancarias muy favorables. Nassau es, por ejemplo, un << off shore >>. Reconversión.- Adaptación de alguien o algo a una situación nueva, especialmente en economía. Yuan.- Moneda china. LECTURA: AUGE Y CRISIS EN ASIA DE: Víctor Flores Vellafañe ACTIVIDAD: Resuelve el siguiente cuestionario: 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. A partir de qué procesos inician su auge los NPI, China, Malasia, Indonesia y Tailandia Porqué razón creció rápidamente la deuda externa de los NPIs? Qué elementos modificaron el entorno del sudeste asiático? Qué sucede al término de la Guerra Fría en el sureste asiático? Identifica las causas económicas que originaron el gran desarrollo de Japón? Qué características tuvo la crisis de fines del siglo XX o “efecto dragón”? Qué deben hacer estos países para mantener los niveles de desarrollo alcanzados? Visita la biblioteca de tu escuela y busca en un Atlas un mapa que muestre el sureste de Asia y Oceanía; cópialo en papel albanene e ilumina con color rojo el país que inicia su gran desarrollo en la década de los cincuentas del siglo XX; de naranja los países que consiguieron su auge durante la década de los sesentas; con amarillo los que se desarrollaron a principios de los ochentas. Escribe el nombre de los países mencionados en la lectura. Profra. Martha Hernández Baños