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01 / 09 / 20 1 2
CINCO COSAS QUE LOS MEXICANOS DEBEN
SABER SOBRE CHINA
Aldo Musacchio y Marusia Musacchio
Sin embargo, pese a que en términos mediáticos el ascenso de China se tradujo
en una mayor cobertura de lo que sucedía en el plano político, cultural y sobre
todo económico (resalta, por su importancia, la decisión del influyente
semanario The Economist de iniciar una sección dedicada exclusivamente a
publicar artículos sobre China y la aparición de los portales en chino
delFinancial Times y de The New York Times), en México aún no hay un
esfuerzo concreto y matizado por entender las transformaciones que atraviesa
la República Popular China (RPC). Por ello, he aquí una lista de las cinco
cosas que son imprescindibles saber sobre la segunda economía más gra nde del
mundo.
Lo primero que es necesario entender es que China es un régimen autoritario
con una ardua competencia hacia adentro del Partido . Contrario a la visión
que existe desde el extranjero, el liderazgo del Partido Comunista Chino
(PCCH) no es monolítico, opera más bien bajo un sistema de consenso (un
arreglo muy similar al que existía antes de la Revolución Cultural) donde los
nueve integrantes del Comité Permanente del Politburó toman decisiones
conjuntas sobre el futuro del país. Sin embargo, se ría un error interpretar el
consenso como falta de competencia. Dentro de la cúpula del PCCH hay dos
facciones claras que tienen visiones distintas de hacia dónde se debe encaminar
el Estado. Están, por un lado, los “populistas” encabezados por Hu Jintao y
Wen Jiabao, el primero y tercer hombres más poderosos del país,
respectivamente, que tienen sus raíces y parte de su base de poder en la Liga
de la Juventud Comunista o tuanpai. En general, este grupo se formó en la
China rural y en las provincias del interior, de ahí que estén muy pendientes
del pulso del campesinado, los trabajadores migrantes y los desempleados. Para
ellos el Estado debe continuar con las políticas de apertura que se iniciaron en
los años ochenta, en particular en el sector financiero, al tiempo que crea los
andamios necesarios para amortizar las desigualdades sociales a lo largo y
ancho del país.
Por el otro lado, se encuentran los “elitistas” que agrupan a la vieja camarilla
de Shanghai, es decir, la base de poder del ex presidente c hino Jiang Zemin y a
los “principitos” o, en términos más prosaicos, a los hijos de la vieja guardia
revolucionaria china. Este grupo tiene una visión liberal de la economía: entre
más crezca la economía, los beneficios se desparramarán eventualmente para
todos los sectores sociales, aunque no suceda al mismo ritmo. De ahí que
tengan conexiones sólidas con el empresariado. Sin embargo, una característica
definitoria de los elitistas es que han impulsado el crecimiento, sobre todo en
las regiones costeras, por medio de grandes inyecciones de capital estatal para
proyectos de infraestructura. Como muestra está Shanghai, el estandarte de su
triunfo.
Ambas facciones se reparten el poder en un intrincado sistema de pesos y
contrapesos a tal punto que Cheng Li, el politólogo del Instituto Brookings,
utilizando la tradicional frase para definir la relación entre China y Hong Kong
como “un país, dos sistemas”, ha planteado esta danza como “un partido, dos
facciones”. Por ejemplo, en el Comité Central del Politburó, Hu Jintao ocupa el
primer puesto, mientras que el segundo lo tiene Wu Bangguo, el actual líder de
la facción elitista. Lo mismo sucede en la Comisión Central de Asuntos
Militares, el órgano más importante de poder en China, donde Hu comparte su
poder con otro de los miembros del bando opuesto, Guo Boxiong. Incluso,
ambos grupos se alternan los periodos de 10 años al frente del gobierno: Jiang
Zemin, le cedió el puesto a Hu Jintao, quien hará lo mismo con Xi Jinping,
otro principito.
El ahora muy sonado caso de Bo Xilai, ex alcalde de Chongqing, es una
muestra de cómo opera la cúpula del PCCH. En el 2007, después de servir
como ministro de Comercio Exterior, uno de los cargos a nivel ministerial más
poderosos en China, Bo Xilai fue enviado a Chongqing como alcalde para
sacarlo del juego político que sucedía en Beijing.
Desde ahí lanzó una intrincada ofensiva para ascender al Comité Permanente
del Politburó que mezclaba inversiones en infraestructura urbana, campañas
mediáticas utilizando símbolos maoístas y una despiadada lucha contra el
crimen que, por momentos, pasó por alto las reglas informales del poder en
China. Mucho se ha especulado sobre los motivos de su caída, este artículo no
pretende ahondar sobre el tema, más bien, lo que es importante analiz ar es que
el escándalo de Bo Xilai y su subsecuente derrumbe no alteró el balance de
poder entre los grupos. El reemplazo de Bo en Chongqing fue Zhang Dejiang,
de la camarilla de Jiang Zemin y no del grupo de Hu Jintao. Así, el sistema
chino se define por la fortaleza de las facciones, no de los líderes.
El segundo punto que hay que entender sobre China es que el liderazgo
político chino no es todopoderoso. Contrario a lo que se piensa en el
extranjero, la cúpula del Partido Comunista Chino no tiene el po der de ejercer
sus directrices sobre la totalidad del territorio. Para muestra cabe mencionar la
imposibilidad de Wen Jiabao, el primer ministro, de enfrentarse a influyentes
grupos de interés en temas tan variados como la reforma financiera o la
construcción de presas. Esta falta de poder la ejemplifican un par de frases que
circulan en las redes sociales chinas: “Los alcaldes tienen más poder político
que el premier” o “ El premier no puede controlar a los directores de las
empresas”.
Por ejemplo, en 2004 Wen Jiabao se opuso a la construcción de una presa en el
río Nu, en la provincia de Yunnan, al sur de China, por el impacto negativo
que iba a tener en el medio ambiente. Dos años después, pese a la oposición
del premier, los planes se volvieron a poner en marcha. Lo mismo sucedió con
la reforma financiera que, a meses de que se acabe el periodo de Hu Jintao y
Wen Jiabao al frente del gobierno, se quedó pendiente.
Quizá aún más importante sea el hecho de cómo se recaudan los dineros en
China y quién los gasta. Una primera vista sugeriría que en un sistema
centralizado Beijing mueve los hilos de la recolección y la distribución de los
recursos; sin embargo, las provincias también juegan un papel central no sólo
en la recaudación de impuestos, sino en la contratación de deuda. En términos
de recaudación, el IVA se divide en tres cuartos para el gobierno central y un
cuarto para las provincias, el resto se recolecta de manera separada: los
impuestos para el gobierno central corren a cargo de las oficinas ce ntrales,
aquellos que son de carácter local, por oficinas provinciales (agricultura,
ingreso y comercio, por nombrar algunos).
Pese a que contraer deuda es una prerrogativa exclusiva del gobierno central,
es una práctica común en todas las provincias que se hace con el fin de
incentivar el crecimiento económico. Los bancos y las empresas paraestatales
son las fuentes más comunes de financiamiento, una dispensa que le da un
enorme margen de maniobra a los gobiernos locales frente a la capital,
particularmente porque son los mismos oficiales que solicitan los préstamos
los encargados de facilitar (o complicar, según sea el caso) las actividades de
la banca en la región a su cargo. Así pues, la norma absoluta de “quien paga
manda” establece relaciones complej as de poder entre el centro y la periferia.
Tercero, China ya no es más un país pobre, sino un país de ingreso
medio. Desde que se abrió la economía china, en 1978, la tasa de crecimiento
promedio ha sido de 9.7% anual, con un periodo de bonanza del 2003 al 2007,
cuando la economía creció 11% al año. Esto ha ocasionado que más de 450
millones de personas superen la línea de pobreza y que hoy el ingreso per
cápita sea de siete mil 536 dólares si se toma en cuenta la diferencia en paridad
de poder de compra (Banco Mundial, 2010). Aunque ese nivel de ingreso
parezca lejano al de México (14 mil 566 dólares), es muy cercano al de
Colombia (nueve mil 392 dólares) y al de Perú (nueve mil 470 dólares). Sin
embargo, es interesante analizar cómo, de acuerdo con nues tros cálculos, el
PIB per cápita de la región del este de China es de casi 11 mil dólares (una vez
más, utilizamos el tipo de cambio por dólar que toma en cuenta paridad de
poder de compra). Es decir, la parte más rica de China es tan rica como Brasil
(11 mil 127 dólares) o Venezuela (11 mil 956 dólares).
Cuatro, China ya no es un productor barato de manufacturas. Desde que China
dejara desplazar su moneda en una banda fija de flotación, el reminbi se ha
apreciado 25% frente al dólar. Este factor coincidió con el alza en los salarios
en los últimos cinco años. Desde 2007 a la fecha el precio de la mano de obra
se incrementó entre 10% y 15%.
Como resultado, los productos Made in China están perdiendo competitividad
y otros países productores como Bangladesh, la República de Mauricio o
Vietnam, se han convirtiendo en los nuevos centros textiles del mundo. Es
importante resaltar que el encarecimiento de la mano de obra ha tenido dos
efectos sobre la maquila en China: primero, ha llevado a que las empresas se
especialicen en manufacturas de alto valor agregado y, segundo, ante el alza
salarial las industrias han tendido hacia una mayor mecanización de su línea de
producción. En una visita reciente a una de las fábricas de textiles más grandes
de China pudimos ver cómo máquinas italianas y alemanas han reemplazado a
los trabajadores que antes se encargaban de teñir telas e hilados básicos.
Cinco, como lo acabamos de mencionar, China está transformando su base
productiva, y una de las consecuencias más visibles es que de un país que
fabrica únicamente imitaciones está cambiando a un país que incentiva la
innovación. Consiente de las limitaciones de un sistema basado en copiar
productos, el decimosegundo plan quinquenal chino se ha enfocado en
promover la investigación y desarrollo de productos. En términos de patentes
las cifras son claras: el año pasado China rebasó a Estados Unidos en número
de solicitud de patentes (China solicitó más de 600 mil patentes, comparado
con 480 mil solicitadas por Estados Unidos) y, d e acuerdo con un estudio de la
consultora Thomson Reuters, para 2015 se estima que China duplicará en
número de patentes a Estados Unidos. Aún más, en energía renovable, uno de
los sectores estratégicos para cualquier país actualmente, Beijing es el
gobierno, a nivel mundial, que más invierte en investigación y desarrollo de
nuevos productos. Mientras que Washington destinó 16 mil millones de dólares
para estos rubros, en 2010 Beijing duplicó esta cifra al colocar 32 mil millones
de dólares. El resultado es que hoy los chinos no sólo han adquirido la mejor
tecnología de países como Dinamarca, Japón y Taiwán, sino que han
comenzado a desarrollar sus propios productos.
Por ejemplo, China es el líder actual en producción de paneles solares. En
otros campos aún les queda mucho camino por recorrer, pero la ventaja que
tienen sobre sus competidores es que el tamaño de su mercado les permite
utilizar economías de escala para producir a precios más económicos. En el
largo y mediano plazos esto será sumamente benefic ioso para la industria
china. Por el momento, en la ciudad de Shenzhen, al sur del país, ya se
estableció un programa piloto para taxis eléctricos con estaciones de recarga, y
quizá aún más interesante es que en 2011 el llamado sector verde generó 63.9
mil millones dólares en ingresos, lo que equivale a 1.4% del PIB nacional.
Sólo en Dinamarca este sector contribuyó más al desarrollo económico del país
al aportar 3.1% del PIB.
Así pues, el cambio incesante por el que ha pasado China en las últimas tres
décadas debe servir como invitación para revalorar nuestros supuestos acerca
de lo que sucede en ese país. El reto es hacerlo de manera frecuente, de no
hacerlo corremos el riesgo de despertar en el siglo chino sin darnos cuenta
cuándo empezó.
Aldo Musacchio. Profesor asociado en Harvard Business School.
Marusia Musacchio. Maestra en estudios orientales por la Universidad de
Harvard. Wang Hui, el líder intelectual de la nueva izquierda china, critica la
falacia de esta postura pues el liberalismo en China ha sido guiado no por las
fuerzas del mercado, sino por las directrices estatales.
http://www.nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=2102904