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185.- Carta Montevideo, 16 de febrero de 1930 [domingo] “Me reprochas muy suavemente (no en vano tienes una mano admirable para el dulce) que no te haya escrito el domingo como te había prometido. Tú me escribiste esa misma noche esperando que tal vez a la misma hora yo lo haría también y dices que “una vez más” el corazón te engañó.” Mi negrita adorada: Sólo anoche tuve oportunidad de contestar a tu carta, porque no me gusta escribirte apresuradamente y, salvo casos excepcionales, me place tener la tranquilidad y el tiempo necesarios. Hoy, después de levantarme, y cuando iba a echar la carta al correo, el cartero me da otra carta tuya. ¡Qué perfumada viene, mi amorcito! Al abrirla, un efluvio me envuelve y me creo transportado junto a ti, cuando te arreglas para gustar más a tu novio. Y cuánto te quiere este novio que tienes, mi Chelita. ¡Y cómo te va a querer cuando tú llenes de gloria su vida, siendo su mujercita! Me reprochas muy suavemente (no en vano tienes una mano admirable para el dulce) que no te haya escrito el domingo como te había prometido. Tú me escribiste esa misma noche esperando que tal vez a la misma hora yo lo haría también y dices que “una vez más” el corazón te engañó. Vieja de mi alma ¿Cuántas veces te ha engañado ese pícaro de corazón tuyo, que ya sacas la consecuencia de que no puedes tener confianza en él? ¿Cuántas veces te engañó al hacerte pensar que yo no te quería, precisamente cuando yo te adoraba? ¿Cuándo te dijo ese corazón que yo iba enamorándome de ti cada vez más? ¿Te ha dicho alguna vez que yo te quiero con locura y con locura te voy a querer siempre, durante toda mi vida? Ya me encargaré yo de hacer volver a la veracidad a ese corazón que te engaña. Cuando él te diga, en adelante, que tu José te adora, que te idolatra, que piensa en ti siempre, créele, mi Felicita... Pero si se descarrila un poquito y pretende volver a las andadas haciéndote pensar mal, recuerda lo que al oído te he dicho muchas veces y ten presente que tras las palabras mías hay un corazón que siente profundamente y una mente que piensa con rectitud. Nunca dejará de quererte quien no tiene deseo más fervoroso que el de vivir una larga vida a tu lado, para gozar plenamente de tu amor. Siempre te querré. Siempre serás para mí la Única, la insustituible, la querida por encima de todas las cosas. Y yo, el más ferviente adorador tuyo, el más rendido, el más enamorado de tu gracia y de tu bondad, no deseo otra cosa que ser por muchos años tu José. Recuerdos. Te mando otro bebe para la colección.