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Una noche inspirada bajo las estrellas en el parque Manantiales. Ana L’Homme Llegamos un poco atrasados, y del parque Manantiales solo se veía luz en la Cafetería. Cuando nuestros ojos se habían acostumbrado a la oscuridad, dimos con ellos y con ese gran telescopio que Pablo confeccionó para este tipo de ocasiones. Nos olvidamos del parque y empezamos a navegar por esta insondable bóveda celeste. Carlos iba explicando que prácticamente todas las estrellas que veíamos ahí, son parte de nuestra galaxia, aunque a pedido de algunos, logramos ver “la cola” de 2 galaxias a una distancia abismal, que se parecían a una mancha gris en la que había una luz tenue de estrella. Luego nos explicaron el plan o la línea elíptica que representa el desplazamiento solar. Pero de noche esa misma elíptica es la que une los diferentes signos zodíacos, nos iba mostrando cada uno de ellos: Escorpión, enorme con su cola y su estrella más conocida, Antares, de la que hace sólo 3 semanas atrás se dijo que tiene condiciones para albergar vida; ahí estaban también los gemelos, Virgo, Cáncer, los signos, uno tras otro. A veces tenías la “visita” de un planeta, ya que los planetas son errantes y no son parte de estas configuraciones de estrellas. Estos signos zodíacos por lo demás no son una herencia del Occidente, sino de los babilónicos, asi nos iban contando nuestros guías del cielo. Con el ojo del telescopio pudimos ver la nebulosa de Orión: es una serpiente gris, salpicada de estrellas en un trasfondo de polvo gris, coronada en la cabeza por una nubecilla separada del resto. Tiene 4 estrellas brillantes que parecen darle dirección a esta enorme serpiente. En otro ángulo, cerca de la cruz del Sur, Omega Centauri, una amalgama de 100.000 estrellas que en el telescopio parecía una lluvia de estrellas, o una espiral de gotitas que iban creando ese maravilloso dibujo. A la derecha de la Cruz del Sur, “el joyero”, un conjunto de estrellas de diferentes colores que a esa altura de la noche, parecían rubíes y piedras preciosas en nuestras mentes exaltadas. En otro ángulo, Saturno, con un enorme anillo a su alrededor, como protegiéndolo, y encima sus satélites, como pequeñas lunas. Con el gigante telescopio nos fuimos en dirección del poniente, y ahi está Betelgeuse, una estrella a punto de transformarse en una supernova. Cuando eso suceda, lo veremos en plena luz del día, tal va a ser su fulgor! Y por último, justo encima de nuestras cabezas, en el cénit de la bóveda, a las 23 hrs de ese día, pudimos ver, o quizás adivinar, NGC 3621, la galaxia que aparece en “El viaje”, galaxia que succiona al viajero, a pesar de él, hacia su centro y hacia su punto luminoso . Agradecidos por esta aventura, íbamos saboreando un cafecito caliente, mientras sentíamos al interior de nuestras cabezas un espacio mental mucho más amplio y sereno, difícil de percibir en el ajetreo de la vida cotidiana.