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Sueños de la Resistencia : Ed. Comisión Provincial por la Memoria., septiembre de 2008 Capítulo VII La construcción del olvido El problema de la memoria en la resistencia “La única solución que existe para el problema de los Derechos Humanos es el olvido.” 1 El problema del olvido es, también, el problema de la memoria, de la decisión tanto individual como grupal y social, tanto ética como político-ideológica de determinar qué conmemorar y qué abandonar, hasta dónde y cómo debe ser la memoria y cuáles deberían ser las características del olvido. Desde 1976 los sectores de la sociedad, incluso en Saladillo, que apoyaron a la dictadura militar tienen y tuvieron el interés de imponer el olvido y de ‘falsificar’ deliberadamente el pasado. La primera, y más despiadada, metodología utilizada para ello fue la de la desaparición de personas, es decir, arrancar a aquel disidente de su entorno inmediato y su contexto político y social para aislarlo de todo lo que lo constituía como sujeto y borrarlo así de la faz de la tierra. Dicha metodología es también conocida como ‘sacar la manzana podrida antes que se pudra el cajón’. Ésta funcionaba como amenaza, tanto del horror en los tiempos de la dictadura, como la ocultación de los hechos a futuro, de borrar los rastros de aquellos hombres y mujeres que tenían ambiciones, deseos, sueños e ideas que sólo eran diferentes. Otro de los mecanismos fue la intervención y censura de los medios de comunicación; la desinformación pensada y coordinada que tuvo como responsable a la Junta Militar y por objetivo ‘limpiar’ el fiel reflejo de la historia de la vida cotidiana plasmada en los medios masivos. El mayor y más complejo mecanismo fue la instauración del miedo como estrategia de construcción del olvido. Oír hoy a personas decir:“Por algo será”; “Acá no pasó nada”;“Algo habrá hecho”;“Con los militares estábamos mejor”, hace evidente que la penetración fue intensa. La complicidad de una sociedad autoritaria y represora fue uno de los factores que permitió dicha penetración, así como la adhesión por parte de varios grupos sociales que aplaudieron de pie la toma del poder y la ‘reorganización’ que se proponía. La manipulación del término subversivo es un claro ejemplo de lo anterior. Un subversivo es, según definición académica, aquel que tiende a subvertir el orden público, entendiendo por subvertir desordenar, revolver. La dictadura militar transformó ese término en sinónimo de guerrillero, asesino, aquél que utiliza la violencia como forma de tomar el poder. El olvido, entonces, fue impulsado por una sociedad que se resistía al cambio, a los nuevos criterios, a la sugerencia de nuevas alternativas, proveniente de una cultura que se preocupaba por esconder o desaparecer lo que era distinto, en vez de asimilarlo y hacerlo parte de sí. Habla la sociedad de Saladillo Un sondeo de opinión fue realizado en el casco urbano de la ciudad a fines del año 2003 a un total de 510 personas, de las cuales 304 eran mujeres y 206, hombres, entre 45 y 85 años. Las preguntas del sondeo eran cinco y se basaban en la dictadura, enfatizando la memoria de las personas, lo ocurrido en el ámbito local y la relación entre El Argentino y sus lectores. Con relación a los cuestionamientos ahondados, al indagar a los vecinos si leían el periódico, en el cual se denunciaba e informaba sobre la situación durante la dictadura, el 40% de las personas respondió que lo leía. Sin embargo, cuando se les preguntó si recordaban a alguna persona, grupo u organización que se resistiera a la dictadura, sólo el 24,7% de los consultados mencionó a alguien, ya sea Javier Quinterno, Jorge Cura, Horacio Pedraza, el chico de García, el Director de El Argentino, etc. 1.Augusto Pinochet Ugarte, 4 de septiembre de 1995 Por otra parte, cuando se interrogó qué recordaban de la década de los ’70, el 86% de los encuestados manifestó recordar poco o nada de lo sucedido durante esos diez años agitados. Entre los que poco se acordaban, giraban respuestas entre “violencia, militares y secuestros” o “todo estaba mejor”. En conclusión, la comunidad creó una protección basada en el olvido de los sucesos de toda una década y de la desinformación creada por propios filtros de censura individuales. El caso de Luis García Muchos se preguntarán quién era Luis García; y los que saben quién fue dirán qué relación tiene con nuestra comunidad. En principio, Luis García es uno de los 30.000 desaparecidos que se cobró la dictadura, víctima inocente de un genocidio que identificaba a las personas por su color político o social. En resumen, su historia es así: Luis nació en 1955, dentro de una familia donde se defendía la opinión política de cada uno de sus integrantes. Fue un militante activo del Partido Comunista en los tiempos anteriores al golpe, al igual que su hermano mayor, mientras que su hermana participaba de la rama progresista del Partido Demócrata Cristiano.Vivía en San Antonio de Padua, localidad del Gran Buenos Aires. En 1975, cuando se creó la triple A (Alianza Anticomunista Argentina) fue víctima de persecuciones. “Cuando aparece la triple A comienza una persecución política-ideológica, terrible y, bueno, ellos la sufrieron muchos porque estaban en una militancia muy activa [...] y no frenaron su militancia.” (Wenceslao García)2 En febrero de 1976 fue llamado a realizar el servicio militar en el Colegio Militar de Campo de Mayo. Cuando se produjo la toma del poder y se afianzó la persecución, desapareció el tío de Luis,un ex-sacerdote de fuerte militancia peronista y Secretario de Gobierno de la ciudad de Mendoza durante la presidencia de Cámpora. “[...] se lo llevaron el 24 de marzo de 1976 y estuvo detenido hasta el mes de octubre [...]”(Wenceslao García) El 12 de agosto de 1976, Luis Daniel García fue sacado de su departamento en Parque Centenario, donde vivía con su esposa embarazada, debido a que cumplía un régimen especial por haber entrado al servicio militar estando casado. “[...] A la 1:30 de la madrugada del 12 de agosto de 1976 siente golpear la puerta. Él estaba haciendo los trámites para lograr la baja, porque a los conscriptos casados , y sobre todo él, que tenía su mujer embarazada, les daban de baja antes de término [...] Golpean la puerta y desde afuera oye una voz que dice ‘Venimos del Colegio Militar a traer una nota para Luis Daniel García’ [...] Él le abre la puerta [...] de inmediato lo agarran, lo atan de manos; y la mujer, ve el asunto como es y se mete en un lavadero que tenía una entrada estrecha y cierra de adentro. El lavadero tenía una ventanita y de ahí empieza a gritar:‘ ¡Están secuestrando a mi esposo! ¡Seis tipos lo quieren secuestrar!’ [...] En un momento dado, empiezan a oír ruido de puertas y de gente caminando por los pasillos. Entonces, los energúmenos estos lo agarran a mi hijo, lo arrastran. Tanto es así que pierde una pantufla en la escalera. Lo arrastran hasta la calle y se lo llevan [...] Se lo llevan y no lo vimos más.” (Wenceslao García) Desde entonces, el matrimonio García, la mujer de Luis y algunos familiares comienzan las averiguaciones para encontrarlo. Además de un montón de mentiras y engaños, logran encontrarse, principalmente Wenceslao, cara a cara con el entonces Director del Colegio Militar, o sea, Reynaldo Bignone, posterior Presidente de Argentina. En ese encuentro Bignone le declara al señor García que Luis estaba muerto. “[...] Yo quería entrevistarlo a Bignone y el 4 de agosto del ’79 lo logré. 2.Padre de Luis Me recibió a solas en su despacho [...] No podía hablar tranquilo con el tipo porque ya sabíamos que él era el responsable de la desaparición de mi hijo [...] ‘Usted supondrá, le digo, para que le pedí la entrevista. [...] Quiero que me diga dónde está mi hijo. ’‘Mire, dice ,tengo que decirle algo concreto: no busque más a su hijo, porque está muerto. ’‘Bueno, si mi hijo está muerto el asesino es usted [...]’”(Wenceslao García) Durante 1981, y con la ayuda de los padres y de un abogado amigo de Luis Steimberg, otro chico desaparecido, logran iniciarle una causa penal al Presidente de la Nación, Reynaldo Bignone. Por causas de la justicia y cuestiones puntuales del caso se transfirió el juicio del fuero civil al fuero militar, donde sin mayor ni menor progreso, prescribió a los diez años. El particular caso de Luis García es un claro ejemplo de la construcción del olvido porque se trata de una familia radicada en nuestra ciudad, pero que por varios motivos no tiene trascendencia en Saladillo. Lo extraño es que no hay registros de este caso en la conciencia de la gente, sabiendo que Luis sería un conciudadano, y que su caso, al igual que el de Steimberg, es conocido a un nivel nacional. Desterrados al olvido ¿Qué nos obligó a dejar atrás un pasado y cancelarlo definitivamente? No es extraño que quienes fueron responsables de ejercer un cierto autoritarismo desmedido quieran hacerlo olvido o, cuando ello no es posible, busquen aligerar el peso de la tragedia. Aquellos que sobrevivieron o escaparon a lo ocurrido en enero y febrero de 1977, los obreros del sindicato Luz y Fuerza, se encuentran frente a la posibilidad de considerar la amnistía, como amnesia, como omisión, poniéndose en un punto límite de tensión entre la memoria y el olvido. Es decir, qué han retenido de la desgracia y qué han negado de ella. Se trata de analizar qué papel juegan las políticas que inducen al olvido en la construcción de la memoria colectiva. Sin embargo, es un deber de toda la sociedad que las violaciones a los Derechos Humanos por la dictadura y sus cómplices jamás caigan en el olvido. ¿Quién recuerda la carta con 1600 firmas, elevada para pedir por la libertad de los obreros? ¿Se perdió en el andar del resto de los 28000 vecinos de Saladillo? ¿Y las declaraciones? ¿Y el juicio? ¿Y los compañeros? ¿Y el ‘patrón de la Cooperativa’? ¿Quiénes son unos y quiénes son los otros? ¿Dónde recaerá la memoria del colectivo saladillense, considerando que cuando buscamos en el pasado es posible alimentar la conciencia histórica hacia el futuro, actualizar el recuerdo y reencontrar las viejas injusticias bajo sus nuevas máscaras? Si pudiéramos, como ciudadanos, comenzar a construir identidad en torno a una memoria resistente que construya sus propios relatos y sus propias explicaciones del pasado ,entonces, seremos capaces de releer lo vivido, de reconstruirlo, de actualizarlo, para darle vigencia y, sobre todo, para hacerlo proyecto; para poder entender qué buscamos cuando decimos que volver el pasado a la luz de los desafíos actuales, nos permite explicar la dictadura de ayer. Por ello, podríamos afirmar que los mecanismos por los cuales la memoria colectiva es establecida, es construida, y junto a ella es constituido el olvido, tienen que ver con el contexto y la forma en la que se desencadena y desarrolla en todos los ámbitos la lucha por el poder. Nadie puede acumular la totalidad de la memoria, por ello hay diferentes formas de seleccionarla, manipularla, recortarla, adaptarla a las necesidades; pero es así como es imposible sostener toda la memoria, nadie puede vivir tampoco con una brutal amputación de ella. El estigma del olvido y el rótulo de Montonero La memoria no responde a una reconstrucción espontánea o por arte de magia, sino que tiene relación con un aprisionamiento de la visión general en la cual los sujetos continúan atrapados en aquel dilema “caos-orden”. Y así como la dictadura se encargo de eliminar cuidadosamente a los jóvenes del quehacer cotidiano como sinónimo de imagen subversiva, el común de la gente fue adoptando mecanismos de culpar a las víctimas con esa acusación categórica:“Por algo será...”,“es zurdito”,“ Algo habrá hecho”, y “Es montonero”, permitiéndose creer y negar, dejando en claro la necesidad de no tener nada que ver con aquellos intolerantes. Aquí confluyen el miedo, la negación; el autoritarismo en la construcción de olvido que parece haber dejado un pueblo sin posibilidad hasta de nombrarlo. Horacio permaneció escondido por cerca de treinta años, un hijo de Saladillo que no sabemos qué fue de él cuando se fue a estudiar; a continuar con su vida, pero ante la duda “parece que se hizo Montonero y desapareció en el ‘77”. El miedo de los más cercanos hizo que lo buscaran silenciosamente y en voz baja hasta que no se oyó nada más. A los que tomaron el discurso dominante y que aún permanece en ciertos lugares de la sociedad, les fue más fácil negarlo bajo el rótulo de Montonero, y para no hacerse cargo optaron por él:“Yo no tengo nada que ver, sólo quiero orden y una vida tranquila ”.Y por último, aquellos que hicieron del discurso de la dictadura sus propias palabras y lo recrearon en la vida cotidiana, condenaron y enterraron al subversivo para no volver a encontrar ninguna huella que se asociara con aquel innombrable. Sin embargo, cuando estos olvidos se convierten en la carga del pasado que cada vez obliga a superar el rastro, reclaman relanzar la memoria para poder pensar en un futuro sin condicionamientos. El problema de la deuda con el pasado es que la factura por renunciar a la memoria fija su monto en lo vuelto imposible por inmensurable. Conclusiones Reconstruyendo los pasos de la resistencia a la dictadura se evidencia, en forma directa, un proceso que fue más allá del despotismo instalado, que produjo más que 30.000 víctimas, y que tuvo por cómplices y damnificados a todos los ciudadanos de nuestro país, que fueron cómplices porque no se resistieron y permitieron la instauración de un olvido extremo y una serie de políticas alentadoras del mismo, como las leyes de impunidad. Lo que hoy sanciona el futuro de nuestro país ya que no podemos afirmar lo que pasó, ni mucho menos nos sentirnos responsables por lo que no hicimos como sujetos de derechos. La vida del que resiste es una tenue luz en un cuarto oscuro, y si no recuperamos la intensidad y el brillo de esas luces que persisten en el tiempo, seguiremos enceguecidos entre flashes que no perduran y que no se constituyen como base en el seno mismo de la Argentina. Resistir es, no sólo soportar, sufrir, tolerar, aguantar, sobrellevar, luchar, sino también es crear, pensar e intentar mejorar; es creer en el potencial que tenemos como pueblo y buscar esa utopía que deseamos. El revelar la historia es una forma de resistir al olvido y a la dominación. Recordar es, sin atosigar la mente de vanos detalles, recuperar lo que por legado es nuestro y lo que constituye nuestra identidad social e individual. Materializar la memoria es la mejor forma de recordar día a día lo que negamos. Construir es planear, basándose en lo que pasó, sin caer en antiguos errores y destacando las ideas que nos preceden, sin destruirlas, pero reformulándolas, adaptándolas. Edificar un proyecto de sociedad más justa e igualitaria que nos una en los recuerdos y en los anhelos. Pasado, presente y futuro tienen que ser parte del proceso de resistir-recordar construir. Quien hace memoria da fundamentos a los hechos del presente buscando sus raíces en el pasado. Quien construye olvido destruye la historia reciente y omite las equivocaciones pasadas. “La memoria de las víctimas [...] constituye el elemento dinámico que impulsa a la sociedad en su conjunto a mirar al pasado de frente.” 2. Bruno Groppo, (2001) Traumatismo de la memoria e imposibilidad de olvido en los países del cono sur, La Plata, Ediciones Al Margen AUTORES: Amanda Cavalli, Emiliano Clereci, Mariana Funez Díaz, Melina Moreno Cura, Ever Quattrini, Lucía Savone. COLABORACION AUTORAL: Natalia Alvaréz INVESTIGACIÓN: Federico Agostino, Paola Almada, Gisela Alvarez, Natalia Alvarez, Cristián Bernardez, Romina Carletti, Amanda Cavalli, Emiliano Clerici Nazareno Díaz Orrac, Mariana Funez díaz, Matías Lalanne, Melina Moreno Cura, Romina Nanni, Ever Quattrini, Lucía Savone. (Estudiantes EES N°2)