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Corpus Christi 2005
"NADIE SIN FUTURO"
Mis queridos diocesanos:
El Día del Corpus Christi, el pueblo cristiano adora a su Señor real, verdadera y
sustancialmente presente en el Sacramento de la Eucaristía, y proclama ante el
mundo entero que la "fracción del pan" se continúa en la comunicación cristiana de
bienes al servicio de los pobres (cf. Hch 21,42)
El Papa Benedicto XVI dice, que para los seguidores de Jesús, "la Eucaristía hace
presente constantemente a Cristo Resucitado, que se sigue entregando por nosotros,
llamándonos a participar en la mesa de su cuerpo y de su sangre".
1. Compartir el pan y el vino
En esta fiesta del cuerpo y la sangre del Señor, no podemos olvidar que Cáritas quiere
invitar a toda la comunidad cristiana y a toda la sociedad, a la solidaridad y a la
fraternidad, a compartir el pan y el vino.
Cáritas diocesana, en sus Bodas de Oro, nos recuerda, una vez más, que tenemos
que unir "Eucaristía" y "partir el pan con el hambriento": la comunión del cuerpo de
Cristo con el servicio a los pobres. Es la dimensión social de la Eucaristía, sacramento
de la caridad que se expresa, también, en el amor al prójimo.
2. Nadie sin futuro
"Nadie sin futuro" es el lema que Cáritas nos propone en el día del Corpus de 2005. Es
la oportunidad de sentirnos juntos para celebrar la vida, para construirla juntos, para
impulsar un tiempo nuevo, un nuevo proyecto social compartido. No importa de donde
venga, no importa si piensas distinto... Cáritas apuesta porque construyamos un
modelo de sociedad en donde todos tengamos cabida, en el que cada uno tenga un
lugar, una oportunidad, para intercambiar nuestros dones y ponerlos al servicio del
otro, para que hagamos, entre todos, visible el Reino de Dios entre nosotros.
3. Testigo humilde de la caridad
1
D. José Carlos Isla Tejera
Director de la Oficina de Información de los Obispos del Sur de España
Plz. Alonso Cano, s/n
18001 Granada
Tlf. 958 215 675 Fax 958 260 316
Móvil 630 614 746
Email: [email protected]
Un testigo humilde de caridad de nuestro tiempo ha sido la Madre Beata Teresa de
Calcuta, que escribe: "Vemos a Cristo bajo dos aspectos. Lo vemos en el altar como
hostia y lo vemos en los barrios pobres. Encontrémoslo en un cuerpo devorado por los
gusanos. Sé que cuando lo tomo en mis brazos, toco el cuerpo de Cristo. De lo
contrario, ningún poder humano podría moverme a hacer eso".
4. Llamados a colaborar
Cáritas nos llama hoy a la generosidad, que se nutre del amor a la Eucaristía. Cáritas
diocesana de Cádiz, que este año celebra su cincuenta aniversario de servicio a los
pobres y excluidos, nos recuerda que es posible realizar esta tarea, gracias a que
muchos hombres y mujeres de nuestra Diócesis ponen sus manos, su tiempo y sus
bienes en común para que todos tengamos un futuro más justo, para que nadie se
quede fuera, para que nadie se quede a un lado.
5. Tiempo de renovar
Es tiempo de renovar, de cambiar la mente, de imaginar otro mundo mejor, como
decía Juan Pablo II (cf. NMI 50). El nuevo milenio es una oportunidad para imaginar la
caridad y hacernos pobres con los pobres, y así dar mejores respuestas a los que
esperan de Cáritas y de la Iglesia su oportunidad para salir adelante, de una nueva
ocasión para reconstruir su vida.
6. Sed generosos
Os llamo a la generosidad: compartid vuestros bienes, lo que sois y lo que tenéis. Y a
todos los hombres y mujeres de buena voluntad, que confiáis en la acción caritativa y
social de la Iglesia, os invito, también, a uniros a este esfuerzo de la comunidad
cristiana para servir a los pobres.
Reza por vosotros, os quiere y bendice,
+ Antonio Ceballos Atienza
Obispo de Cádiz y Ceuta
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DIOS ESTÁ AQUÍ
Carta Pastoral de D. Antonio Dorado Soto, Obispo de Málaga
Solemnidad del Corpus Christi 2005
29 de Mayo
1. La Iglesia vive de la Eucaristía.
Desde pequeños hemos descubierto con motivo de la preparación para la Primera
Comunión, con la misma celebración anual del Día del Corpus Christi, con la
importancia del domingo y con el respeto y la invitación a rezar que se nos ha
inculcado cuando nos acercamos al Sagrario de nuestras Parroquias y de los otros
templos, que la Eucaristía es una realidad sacramental que está especialmente
presente en la fe de los cristianos y de todas las asociaciones, cofradías, movimientos
y comunidades, sin distinción alguna.
La solemnidad del Corpus Christi, celebrada en este año especialmente dedicado a la
Eucaristía, es el motivo de que os dirija la presente Carta Pastoral que tiene la
finalidad de ayudar a la comunidad cristiana de Málaga a profundizar en la importancia
central de la Eucaristía y en su significación en la vida personal, eclesial y social.
En estos tiempos de tanto intercambio cultural, de secularización de la vida, de
presencia de otras religiones, debemos reafirmar nuestra fe en el Sacramento de la
Eucaristía que Jesús nos ha entregado, “Haced esto en memoria mía”, y conocer su
significación porque es la fuente de nuestra vida cristiana y nuestros comportamientos
deben ser coherentes con el Sacramento celebrado y adorado.
El venerado Papa Juan Pablo II, escribe en su Encíclica “La Iglesia vive de la
Eucaristía”:
“La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia
cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia. Ésta
experimenta con alegría cómo sea realiza continuamente, en múltiples formas, la
promesa del Señor: “He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del
mundo” (Mt. 28,20)... Desde que, en Pentecostés, la Iglesia, Pueblo de la Nueva
Alianza, ha empezado su peregrinación hacia la patria celeste, este divino sacramento
ha marcado sus días, llenándolos de confiada esperanza.” (n.1)
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Deseaba el Papa que la comunidad cristiana suscitara “el asombro eucarístico”.
Acostumbrados a celebrar y a participar la Eucaristía con frecuencia, tenemos el
riesgo de perder esa frescura interior que nos ayuda a admirar todo lo que ha hecho
Dios en favor nuestro. La entrega de la Eucaristía a la Iglesia debe hacer crecer en
cada uno de los creyentes cristianos el “asombro”, “la admiración” porque nadie puede
imaginar que el designio salvador de Dios llegue a tanto.
Y es que la Eucaristía es el Mysterium Fidei, el misterio de la fe. Como se dijo en el
Congreso Eucarístico de Sevilla,
“Podemos decir que la Eucaristía es una fiesta, que es un encuentro, que es una etapa
del camino, etc. Pero con todo esto todavía no hemos entrado en la identidad propia
de la Eucaristía y sería apresurado, y pronto resultaría pernicioso, organizar una
pastoral eucarística a partir de estas aproximaciones que no llegan siquiera a tocar el
misterio.”
“El punto de partida de la reflexión sobre la Eucaristía está en el misterio del que ella
es sacramento... el acercamiento verdadero a la Eucaristía sólo se promueve a través
de la fe en Jesucristo y en el don que Él nos ha hecho de su misterio.” (P.Tena, “Este
es el Sacramento de nuestra Fe”, en La Eucaristía, alimento del pueblo peregrino,
Edice, Madrid, 2000, 105-106
Al mismo tiempo recordamos que el PPD nos invita en una de sus líneas a “apostar
por la caridad”, que tiene su fuente en la celebración de la Eucaristía, como os
ayudaré a reflexionar más adelante.
2. La Eucaristía, entrega de Cristo en favor nuestro.
¿Cuál es el centro de la fe eucarística?
Celebrar la Eucaristía es hacer presente la vida entregada de Cristo “por nosotros y
por nuestra salvación” que culmina en su Pasión, Muerte y Resurrección. Toda la
discusión sobre el carácter sacrificial de la Misa reside en haber desdibujado la
realidad sacramental de la existencia entregada de Jesucristo. Con cuánta claridad
nos enseña la carta a los Hebreos:
“No has querido sacrificio ni ofrenda, pero me has formado un cuerpo; no has
aceptado holocaustos ni sacrificios expiatorios. Entonces yo dije: Aquí vengo, oh Dios,
para hacer tu voluntad.” (10, 5-7)
Queridos diocesanos, la historia de la salvación es la realización del inmenso amor de
Dios a nosotros. Etapas de la historia que están encaminadas a su plenitud en y por
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Jesucristo. A partir de Dios que nos contempla como Padre misericordioso es como
podemos acercarnos a la comprensión de los acontecimientos salvadores y, muy
especialmente, a Nuestro Señor Jesucristo, que sólo ha buscado hacer la voluntad del
Padre que es la salvación del hombre.
Por eso Cristo reitera que ha venido a hacer lo que el Padre quiere y no su voluntad.
Pero la identificación de esa voluntad supone en Jesús el olvido de sí mismo y la
entrega, permitid la reiteración, de sí mismo.
Con qué claridad lo expresó Jesús en el Huerto de los Olivos:
“Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa de amargura; pero que no sea
como yo quiero, sino como quieres tu” (Mt. 26,39)
Él ha venido para que “tengamos vida y vida abundante”. Su existencia es don para
nosotros. Él ha hecho posible con su entrega verdaderamente sacrificial que seamos
hijos de Dios, hermanos de todos y que caminemos con la esperanza de la vida
eterna.
Y es que la vida de Jesús es descenso continuo, donación de sí mismo. Como Pablo
cita en su carta a los Filipenses,
“... se despojó de su grandeza, tomó la condición de esclavo y se hizo semejante a los
hombres. Y en su condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente
hasta la muerte, y una muerte de cruz.” (Filip. 2,7-8).
Esa entrega total de Jesucristo -su Pasión, Muerte y Resurrección- anticipada en la
Cena queda manifestada en sus propias palabras:
“Esto es mi Cuerpo que es entregado por vosotros... Esta es mi sangre que será
derramada por vosotros y por todos los hombres...”
El gesto de Jesús de tomar el pan y después el cáliz con el vino, al mismo tiempo que
las palabras que pronuncia, dan a entender que son a manera de testamento de
alguien que está próximo a morir. Sentido y explicación que descubrimos a partir de
los acontecimientos que tienen lugar desde el viernes que conocemos como santo,
hasta la madrugada del domingo de resurrección.
El “Cuerpo entregado” y la “sangre derramada” se refieren al sacrificio de la cruz.
Recordemos las palabras de Jesús en el Sermón del Pan de Vida: “mi carne por la
vida del mundo”.
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A este respecto la Didajé denomina a la eucaristía en dos ocasiones, “sacrificio”.
Justino, explica la eucaristía como “memorial de la pasión”. Hipólito enseña el carácter
de ofrenda sacrificial que es cada celebración de la Eucaristía.
Cuando celebramos la Eucaristía hacemos memorial de esta entrega de su vida y lo
proclamamos: “Este es el Sacramento de nuestra Fe... Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu Resurrección, Ven, Señor Jesús.”
San Juan Crisóstomo lo enseñó así:
“Siempre ofrecemos al mismo Cristo, no hay hoy un cordero y mañana otro, sino
siempre el mismo. Y por tanto es uno solo el sacrificio... Nuestro pontífice ofreció el
sacrificio, purificándonos a nosotros y ahora nosotros ofrecemos ese sacrificio que
entonces el ofreció, que es incesable”
Entrega por la que damos gracias a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Entrega al
Señor que se “da” en favor nuestro de tal manera que celebrar la Eucaristía es
convertirnos en “hostia” como tantas veces enseñó el Beato Manuel González,
queriendo manifestar no sólo la vida sacrificial de Jesús, sino nuestra propia vida, que
se olvida de sí para darse como oblación, como entrega, en favor del prójimo.
La Eucaristía lleva consigo el dinamismo de la vida oferente de Jesucristo y la
asunción de nuestra propia existencia a una forma de vida que, como el apóstol Pablo,
se gasta y desgasta en favor de los demás.
3. El estilo de la entrega.
Jesús, en la última Cena, de forma inesperada, lavó los pies de los apóstoles que era
tarea encomendada a los esclavos. Pedro reacciona oponiéndose al deseo de Jesús,
que le contesta con aquellas palabras que no podemos olvidar.
“Si no te lavo los pies, no podrás contarte entre los míos” (Jn. 13, 8)
Jesús no sólo quería purificar con el perdón a los apóstoles y darles a comer de su
Cuerpo y a beber de su Sangre. Todo el misterio también está contenido en la forma
de hacerlo, situándose a los pies de los apóstoles, como un servidor.
Cuando Pablo VI fue elegido Papa, al comenzar la segunda sesión del Concilio
Vaticano II, dijo: “El mundo ha de saber que la Iglesia lo mira con gran amor,... no para
dominarlo sino para servirlo.” Porque no se trata de hacer el bien, que es mucho, sino
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de hacerlo con el estilo de Jesús, que se hace presente en la primera Eucaristía
celebrada y que debe señalar todas las Eucaristías que celebremos.
Nos lo dejó encargado el Señor:
“¿Comprendéis lo que acabo de hacer con vosotros? Vosotros me llamáis “Maestro y
Señor” y tenéis razón, porque efectivamente lo soy. Pues bien, si yo, que soy el
Maestro y el Señor, os he lavado los pies, vosotros debéis hacer lo mismo unos con
otros.” (Jn. 13, 12)
Es la reiteración de una enseñanza. Jesús no ha venido a ser servido, sino a “servir y
dar su vida como rescate por muchos” (Mc. 10,45)
En este sentido, cada vez que celebramos la Eucaristía somos invitados a asumir la
condición de “siervo”, que es algo más que “hacer el bien”. También el estilo de Jesús,
“siervo de los siervos” nos arrebata de nuestras propias maneras de querer ayudar a
otros. Sólo una forma se hace presente en la Eucaristía, la que asumió Jesús en la
Ultima Cena, la del siervo.
Por eso cada vez que celebramos la Eucaristía somos invitados no sólo a trabajar en
la misión que Cristo ha encargado a su Iglesia, sino a configurarnos con Cristo que se
arrodilla ante los apóstoles. Si así lo hacemos no encontraremos competidores porque
éstos sólo se encuentran en la disputa de los primeros lugares.
La Eucaristía hace de la Iglesia, hace de cada uno de nosotros, discípulos que quieren
vivir y servir la misión evangélica “en pobreza y humildad” que es la fórmula de los
Ejercicios de San Ignacio, tan densa y tan de acuerdo con lo acontecido y enseñado
en la tarde de la Ultima Cena.
Todo lo dicho por Jesús, todo lo hecho por Jesús, se expresa en la frase evangélica
que tanto debe señalar nuestra vida: “nos amó hasta el extremo”. Sólo desde el amor
de Jesús podemos entender la entrega hasta el sacrificio total de Jesús y el sentido de
su ejemplo que decide lavar los pies a los que han sido llamados por El a compartir
vida, estilo y enseñanza.
Celebrar la Eucaristía es hacer presente de forma sacramental la entrega total de
Jesucristo. Celebrar la Eucaristía es dejarnos conducir por el Espíritu para que nuestra
vida sea cada vez más “en Cristo” y, por tanto, también sea existencia entregada,
oblación unida a la del Señor.
4. Celebrar-Adorar la Eucaristía es crecer en COMUNIÓN.
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¿Qué sucede cuando celebramos la Eucaristía? Que el Señor Resucitado nos
incorpora a la Santísima Trinidad y a todos los hermanos que son miembros de su
Cuerpo.
Una es la fe, uno es el bautismo, una es la Eucaristía. Y, sin embargo, debemos
reconocer humillados que no somos UNO, que la COMUNIÓN está debilitada, porque
hay rupturas entre los que hemos sido bautizados “por el agua y el Espíritu Santo”. Por
eso Benedicto XVI desde el día de su elección ha reiterado en varias ocasiones la
prioridad de trabajar por la unidad entre los cristianos.
Doy gracias a Dios porque se ha publicado el documento conjunto de teólogos de la
Iglesia Anglicana y de las Iglesia Católica a propósito de la Virgen María. Es una
gracia que hace unos años podía parecernos imposible. Ha sido un signo de la Gracia
del Señor y de la acción del Espíritu Santo.
La fuente de la UNIDAD entre las diversas familias cristianas es la Eucaristía. Con
cuánta esperanza debemos esperar el día que podamos celebrar el Memorial de la
Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo unidos en única Asamblea.
Mas la Eucaristía nos lleva a vivir en COMUNIÓN entre nosotros. Entre los católicos,
tanto individualmente como asociativamente. El riesgo de vivir encerrados en nosotros
mismos es la negación de la verdadera fe en la Eucaristía.
Reconocemos la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía y profesamos: “un solo
Señor, una sola fe, un solo Dios y Padre...” Pero debemos reconocer la presencia del
Resucitado en la Iglesia, en la comunidad de los bautizados. El Cuerpo de Cristo
Eucarístico y el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, están íntimamente relacionados.
La Eucaristía “mysterium unitatis” se ha convertido en ocasiones en “escándalo”.
Siempre que no trabajamos por fortalecer la unidad sino que consolidamos la
desunión, no somos fieles al Señor y a lo que es la Eucaristía y dificultamos la
evangelización.
En el nombre del Señor os reitero la llamada de Jesús a ser UNIDAD que es el
principal argumento de credibilidad que estableció Jesús: “Que sean uno para que el
mundo crea”
Cuando presido la Eucaristía en la Catedral en especiales solemnidades y contemplo
los cientos de cristianos de diferentes parroquias, de distintos carismas, que
pertenecen al amplio mundo de las asociaciones, cofradías, comunidades y
movimientos, doy gracias a Dios y al mismo tiempo pido al Señor “que cada día sean
más uno”, que vivan en la unidad, que sean un solo Cuerpo de Cristo Resucitado.
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Al pensar en las muchas dificultades para vivir la COMUNIÓN, me llega la respuesta.
Es posible el milagro moral de la COMUNIÓN porque celebran la Eucaristía que es la
fuente principal de la unidad, de la fraternidad por encima de cualquier legítima
diferencia.
Al celebrar la Solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo debe resonar en
nosotros las palabras de San Pablo:
“El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no nos hace entrar en comunión con la
sangre de Cristo?. Y el pan que partimos, ¿no nos hace entrar en comunión con el
cuerpo de Cristo? Pues si el pan es uno solo y todos participamos de ese único pan,
todos formamos un solo cuerpo” (1 Cor. 10,16-17)
En Cristo todos formamos una sola familia, somos “su pueblo” y es Él quien crea los
más hondos vínculos fraternos que nos lleva a compartir la misma fe, la misma
celebración y los mismos bienes, tanto espirituales, como morales y materiales.
Al celebrar la Eucaristía, en este Día Solemne del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, os
invito a pedir al Señor la gracia de vivir la comunión al interior de la Iglesia, porque
somos el Cuerpo de Cristo Resucitado. Cada día debemos valorar más lo que es
común a todos los bautizados y que se renueva cada vez que celebramos la
Eucaristía. Las diferencias son siempre más adjetivas, aunque sean importantes, que
lo que nos une, lo que es igual, al incorporarnos a Cristo por los Sacramentos de la
Iniciación Cristiana.
El Papa Benedicto XVI ha escrito:
“La Iglesia será tanto más la patria del corazón para los hombres, cuanto más le
prestemos nosotros atención, y su columna central sea sólo lo que nos viene de Él: la
palabra y los sacramentos que Él nos dió” (J. Ratzinger, La Iglesia, Paulinas, Madrid,
1992)
En esa obra suya, Benedicto XVI, denomina las reformas necesarias en la Iglesia
como un quehacer de “ablatio”, esto es, un eliminar para que se haga visible “la nobilis
forma”, el rostro de la Esposa y con él también el rostro del mismo Esposo, del Señor
vivo” (ib. 85)
Y que mejor forma que una Iglesia que se reconoce toda ella como “sacramento de
Cristo”, como “Cuerpo de Cristo”, como “Templo del Espíritu”. Ese don de vivir el
“Misterio” nos es dado por la Eucaristía que significa y hace la Iglesia que es UNA.
junto a otras propiedades o notas. que confesamos en el Credo, Santa, Católica,
Apostólica. Que bellamente lo recordó Juan Pablo II:
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“La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia
cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia” (Juan
Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, n.1)
Y más adelante:
“El don de Cristo y de su Espíritu que recibimos en la comunión eucarística colma con
sobrada plenitud los anhelos de unidad fraterna que alberga el corazón humano y, al
mismo tiempo, eleva la experiencia de fraternidad, propia de la participación común en
la misma mesa eucarística, a niveles que están muy por encima de la simple
experiencia convival humana.” (Ib.24)
5. La Eucaristía y el amor a los pobres.
Desde el principio la Eucaristía es vivida como memorial de la entrega del Señor,
como fuente de nuestra entrega a El y a los hermanos y, tal como he indicado
anteriormente, como experiencia de COMUNIÓN.
Esta COMUNIÓN incluye de forma preferente compartir los bienes, toda clase bienes.
Por eso San Pablo no alaba la celebración de la Eucaristía a la comunidad de Corinto,
porque ha olvidado “compartir”.
“El caso es que, cuando os reunís en asamblea, ya no es para comer la cena del
Señor, pues cada cual empieza comiendo su propia cena y así resulta que, mientras
uno pasa hambre, otro se emborracha. Pero, ¿es que no tenéis vuestras casas para
comer y beber? ¿En tan poco tenéis la Iglesia de Dios, que no os importa avergonzar
a los que no tienen nada? ¿Qué voy a deciros? ¿Esperáis que os felicite? Pues no es
como para felicitaros.” (1 Cor. 11,20-22)
El Papa Juan Pablo II hizo referencia al anterior texto de San Pablo en la homilía de
clausura del Congreso Eucarístico de Sevilla:
“Como exhortaba San Pablo a los fieles de Corinto, es una contradicción inaceptable
comer indignamente el Cuerpo de Cristo desde la división y la discriminación. El
sacramento de la Eucaristía no se puede separar del mandamiento de la caridad. No
se puede recibir el Cuerpo de Cristo y sentirse alejado de los que tienen hambre y sed,
son explotados o extranjeros, están encarcelados o se encuentran enfermos. Como
afirma el Catecismo de la Iglesia Católica, la Eucaristía entraña un compromiso en
favor de los pobres.”
En la homilía pronunciada por Benedicto XVI al comienzo de su ministerio como
Sucesor de Pedro y Obispo de Roma, al hablar de su misión como “pastor” indicó que
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no era indiferente para él que muchas personas vaguen por el desierto. Y señalaba
formas de desierto que son maneras de pobreza fuertes en la sociedad de hoy.
“Hay muchas formas de desierto: el desierto de la pobreza, el desierto del hambre y de
la sed, el desierto del abandono, de la soledad, del amor quebrantado.”
Sentido de comunión de bienes que se manifiesta en las “colectas” que San Pablo
ordena en favor de las comunidades más pobres y que es praxis de la comunidad
desde los primeros tiempos.
“Con relación a la colecta en favor de los hermanos de Judea, haced vosotros también
lo que ordené a las iglesias de Galacia. Que los domingos aporte cada uno lo que
haya podido ahorrar, para que no se hagan las colectas cuando yo vaya. Una vez que
esté ahí, proveeré de las correspondientes cartas de recomendación a los que hayáis
elegido y los enviaré a Jerusalén para que lleven vuestro obsequio.” (1 Cor. 16, 1-3)
Esta vivencia es tan arraigada que las iglesias la viven como una realidad inherente a
la fe que se celebra en la Eucaristía. La gran riqueza de la enseñanza de los Santos
Padres nos conmueve después de tantos siglos de distancia y constituye fuente de la
reflexión teológica.
Deseo recordar algunas de las vivencias y de las enseñanzas de aquellas
comunidades cristianas y de aquellos obispos de los primeros siglos:
Así San Justino nos relata la práctica de la Iglesia. Según el santo, al terminar la
Eucaristía, después de la celebración del Bautismo, comenta:
“Nosotros, después de esto, recordamos siempre estas cosas entre nosotros. Y los
que tenemos, socorremos a todos los abandonados y siempre estamos unidos los
unos a los otros”
Enseñanza que en San Juan Crisóstomo adquiere forma de denuncia y de prevenir
posibles desviaciones de la vivencia del amor fraterno, tan fundamental en la vida
cristiana.
“Sería un escándalo honrar el Cuerpo de Cristo en la iglesia con materiales de seda y
permitir que él mismo casi muera de frío por la desnudez. El que ha dicho: esto es mi
Cuerpo, ha dicho también: me visteis con hambre y me habéis dado de comer. ¿Qué
provecho puede tener Cristo si su mesa está cubierta de casos de oro, mientras el
mismo muere hambre en la persona de los pobres? Da primer de comer al hambriento
y, luego, con lo que te sobre, adornarás la mesa de Cristo”
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“¿Quieres honrar el Cuerpo de Cristo? No desprecies al mismo Cristo en el desnudo,
ni quieras honrarlo aquí con vestidos elegantes, mientras fuera desprecias al que sufre
de frío y desnudez.”
Doctrina que ha permanecido en la Iglesia y que estuvo muy presente en las
reflexiones de Juan Pablo II sobre la Eucaristía y el Sacerdocio como tema de sus
Cartas del Jueves Santo, En la del año 1991 hizo referencia al anterior texto de San
Juan Crisóstomo:
“Es aquí, en el sacramento en el que la Iglesia celebra la profundidad de su fe donde
debemos tomar conciencia de la condición de Cristo, pobre, sufriente, perseguido.
Jesucristo... que se nos da en la Eucaristía como alimento de vida eterna, es el mismo
que nos invita a reconocerlo en la persona y en la vida de aquellos pobres con los
cuales El ha mostrado su plena solidaridad. San Juan Crisóstomo ha expresado
magistralmente esta identificación al afirmar: si quieres honrar el Cuerpo de Cristo, no
lo desprecies cuando está desnudo.”
6. Cáritas y el servicio de la Caridad.
La liturgia eucarística tiene su especial momento de comunicación de bienes. Es la
repetida petición que se hace a la comunidad que celebra la Eucaristía con el “cestillo”
que se pasa por los bancos o por los sillas. Es una forma un tanto deteriorada cuyo
sentido debíamos recuperar.
Porque es una parte del “rito”. Aquella que hace posible el compartir los bienes con la
finalidad que los responsables de la atención de los pobres puedan solucionar los
problemas de los hermanos. “Rito” que es una parte de la celebración y que debería
ser más valorado por todos para, a continuación, ser presentado al obispo o presbítero
que preside la Eucaristía junto al pan y al vino.
Dado que los problemas de nuestros hermanos son muchos, es necesario que la
praxis de la comunión de bienes sea organizada para que así remedie más
necesidades, especialmente las de más compleja solución.
En la Iglesia Católica este quehacer lo tiene encomendado CÁRITAS, que es el
órgano oficial de la Iglesia para promover la caridad entre los cristianos y expresar la
solicitud de la iglesia por los necesitados.
Su tarea es promover la fraternidad entre las personas y mostrar la Caridad de Cristo.
Por eso está al servicio de toda la comunidad diocesana para estimular a todos los
cristianos a dar testimonio de la caridad evangélica, ayudar a la promoción humana y
al desarrollo integral de todas las personas, especialmente de los más desfavorecidos
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y para promover la comunicación cristiana de bienes. Para facilitarnos a los cristianos
que crezcamos en la caridad.
Este año Cáritas pide la colaboración generosa de la comunidad cristiana, expresada
en las parroquias, en las asociaciones, movimientos, hermandades y cofradías,
comunidades, con un “slogan”: NADIE SIN FUTURO.
Cáritas ha experimentado un crecimiento de necesidades, debido, en gran parte, al
fenómeno de la inmigración. Son hermanos que han llegado hasta nosotros y a los
que debemos acoger y ayudar, muchos de ellos cristianos católicos a los que hay que
acompañar para que se integren en sus parroquias, en comunidades cristianas donde
se les ayude a vivir la fe y el amor de Jesucristo y a que se sientan queridos, acogidos.
A que encuentren la vivencia fuerte de la fraternidad.
Pero, recordemos la reflexión que he querido haceros presente. La Eucaristía,
sacramento de la fe, lleva consigo esta vivencia de la solidaridad fraterna, hijos de
Dios, salvados por Jesucristo, hermanos por encima de razas, clases, ideologías.
Cristo que se entrega por nosotros, nos invita a asumir esta misma actitud de vida. El
gozo de la celebración del Corpus Christi en las respectivas parroquias, en la capital,
en las ciudades y pueblos, cantando al Amor de los amores, nos lleva a descubrir la
riqueza y amplitud del Misterio celebrado. Cristo presente realmente en el Pan y en el
Vino consagrado, le adoramos. Cristo presente en el hermano pobre, le servimos por
el ejercicio de la caridad.
7. Agradezco a las comunidades cristianas mantengan la centralidad de la
Eucaristía en la vida de fe de los bautizados, tanto en la celebración como
en la adoración del Santísimo Sacramento.
La llamada del Papa Juan Pablo II en su Encíclica “Ecclesia de Eucharistía” debe
encontrar la mejor respuesta en nuestra vida personal y comunitaria.
Pero nuestras comunidades no pueden olvidar que profundizar en el sentido
eucarístico de la vida cristiana nos lleva al amor y servicio de los hermanos pobres, a
la comunicación de bienes. Así ha sido desde los primeros siglos de vida cristiana y en
esa coherencia de la vivencia de la fe debe caminar nuestro esfuerzo y nuestra praxis
de vida.
Reitero mi gratitud a todos los que trabajan en Cáritas porque así la generosidad de
los creyentes e incluso de los no creyentes encuentra el mejor cauce de comunicación
de bienes que hace posible sea mejor la solución de los problemas de los hermanos.
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D. José Carlos Isla Tejera
Director de la Oficina de Información de los Obispos del Sur de España
Plz. Alonso Cano, s/n
18001 Granada
Tlf. 958 215 675 Fax 958 260 316
Móvil 630 614 746
Email: [email protected]
Se del trabajo, de la preocupación, de la generosidad de muchos cristianos que
dedican días y horas al servicio de Cáritas. Ellos nos recuerdan la dimensión esencial
del amor fraterno entre nosotros, a partir del amor de Dios que es gratuito y universal.
Con mi reiterada gratitud y con mi mejor deseo de que vivamos en toda su riqueza el
misterio-sacramento de la Eucaristía entregado por Cristo a la Iglesia, os bendice,
+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga
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D. José Carlos Isla Tejera
Director de la Oficina de Información de los Obispos del Sur de España
Plz. Alonso Cano, s/n
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Tlf. 958 215 675 Fax 958 260 316
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