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Compañía de Jesús y de María
Monasterio Nuestra Señora de Guadalupe
La Realidad y sus figuras
“Muchos pastores han destrozado mi Viña; pisotearon mi propiedad, transformaron mi
porción en una espantosa soledad” (Libro del Profeta Jeremías cap. 12., v. 10).
Hace tiempo que la pluma estaba quieta, al menos en estos rubros, pero nó porque
ella no quisiera devorar al papel y hacer brotar en él los conceptos, las ideas, las verdades.
Si uno considera el panorama visible, audible y legible de la iglesia oficial, si uno escucha la
cadencia de sus actos, su orientación y sus efectos no puede dejar de concebir una multitud
de ideas, o de escribir cientos de hojas; pero todas parecerían atrasadas ya que los cambios
no dejan de sucederse día a día.
Aún en su realidad pasajera y temporal la Santa Iglesia Católica tuvo siempre algo de
estable, de sólido y eterno en sus acciones, en sus palabras, en sus fines, en sus ritos y aún
en el obrar sucesivo de sus jerarquías.
A diferencia de esa serenidad de siglos, serenidad que no fue absurda inmovilidad
porque consiguió hacer al mundo cristiano, contrasta en la iglesia oficial de este último
medio siglo una realidad cambiante, una variable incesante. La iglesia oficial se mueve
como un alma tentada que no sabe reaccionar bien, sin paz, sin reflexión, sin hacer pié, de
tumbo en tumbo.
¿Que no es tanto el cambio? Cambiaron las consagraciones de obispos, las
ordenaciones sacerdotales, redujeron el número de las órdenes sagradas, cambiaron la
misa, el ritual y el breviario; modificaron los procesos de canonización y beatificación; las
horas del ayuno eclesiástico; alteraron el santoral, y de algunos santos conocidos se
atrevieron a decir que no existieron; cambiaron reglas y constituciones de las órdenes
religiosas; cambiaron palabras esenciales del Credo de Nicea por palabras arrianas que
fueron condenadas en Nicea; aceptaron a los anglicanos en la iglesia sin reordenar sus
sacerdotes que eran inválidos según definición de S.S. León XIII y manteniéndoles su libro
de oraciones del obispo hereje Crammer.
Hemos señalado solo algunos cambios, todos los obrados necesitarían toda una
colección con el riesgo de olvidar algunos. Aún así, en medio de esa catarata de cambios
que merece centenares de artículos y que ya tuvo muchos, curiosamente, hay algo
permanente, estable, inamovible: La dirección invariable que rige esos cambios. No creo
que podamos decir que todos los tripulantes de esa nave sepan que buscan un torbellino,
ciertamente nó, pero los que hacen los cambios, los que los organizan y ejecutan no
pueden no saberlo. Hay puestos que no admiten torpeza.
- Pero, “¡Roma ha hecho gestos a favor de la Tradición, reconoció por fin que la Misa
de siempre, la de San Pio V, nunca estuvo prohibida. Usted exagera!”
Es cierto que reconocieron el derecho a no ser mala ni prohibida de la Misa Católica
de siempre, la que la Santa Iglesia celebró durante 17 siglos o más. ¿No le parece a Usted
casi un absurdo que se reconozca lo evidente? ¿Peor aún, que se reconozca que lo evidente
es sólo evidente de manera extraordinaria?
-“Bueno, dirá Usted, pero, algo es algo, bastante que nos dan la Misa que, en
definitiva, es por lo que peleábamos”.
Nó Señor, la Iglesia no peleaba sólo por tener y mantener la Misa de siempre, la
instaurada por Jesucristo mismo; la Iglesia pelea por sobrevivir a los cambios generalizados
que están haciendo y que conducen a la destrucción de la Fe, a la instauración de una
nueva iglesia, de una religión cómoda para todo hombre menos para los católicos. Es la
instauración de una iglesia saducea, como aquél partido religioso de los tiempos de Cristo,
los acomodaticios al gobierno de turno en el mundo, que no creían en la resurrección, cuya
vida se vivía aquí en la tierra y nada más. Es necesario un microscopio para llegar a ver en
las encíclicas y discursos emanados de la Roma actual una referencia siquiera a la vida
eterna, a la Gracia, a la vida sobrenatural, a la necesidad del Bautismo y de la Fe para poder
salvarse. “Id y bautizad a todas las gentes en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo, quien creyere y se bautizare se salvará, quien no creyere y no se bautizare se
condenará” (S. Mateo 28, 19).
Tener sólo la Misa y de forma extraordinaria, tener la misa nueva y de manera
ordinaria, habitual y permanente es aceptar algo que se aleja de manera impresionante de
la teología católica de la Misa (Breve examen crítico).
Es evidente que la Misa de siempre tiene derecho. La que no tiene derecho a la
existencia es la misa nueva, la nueva teología, la nueva religión que quieren instaurar. Nos
dejan decir la Misa de Jesucristo sólo si aceptamos la misa de Bugnini; la de siempre tiene
derecho si Usted admite la de ahora que tiene para ellos más derecho que la de siempre.
-“Pero, Usted no entiende, si la Misa tiene libertad, si la Tradición entra en la Iglesia,
la iglesia oficial se convertirá”.
No sólo no es cierto sinó que la afirmación es engañosa y mentirosa. Es engañosa
porque ignora el concepto católico de la Iglesia. La Iglesia es Tradición, es Ella la que
siempre y en todo lugar enseñó la misma Verdad y Doctrina ¿Cómo podemos decir que la
Tradición podría así entrar en la Iglesia? La Iglesia no puede carecer de la Tradición, es su
sangre, su entidad propia y permanente. Si no la tiene, si le falta, entonces eso no es la
Iglesia de Jesucristo sinó el engendro conciliar que nos quieren hacer reconocer. Más
todavía, aquella afirmación es mentirosa. La Misa católica por santa que es o que fuere no
tiene porqué destruir por si sola el error, la herejía o el modernismo. Vaticano II fue el
comienzo de los males y durante todo Vaticano II se celebró la Misa de siempre. Si la Misa
basta y sobra para convertirlos ¿Por qué no impidió el mal durante Vaticano II? Porque no
es suficiente. Misa, Doctrina, Validez de Sacramentos como medios eficaces de la Gracia y
vida cristiana, todo eso y todo junto sí pueden contra el modernismo. Nó que la Misa no
importe, pero nó sin lo otro. El diablo no tiene ni la Fe ni la Gracia pero sabe qué creemos
los cristianos, qué necesitamos y qué nos hace mal. Un musulmán no necesita tener la Fe
para odiar a la Santísima Trinidad. Roma modernista sabe qué puede hacerle mal y qué no
por eso acepta al bien si nosotros aceptamos el mal; perdona a los que no pecaron por ser
fieles si perdonamos a los que quieren seguir infieles, nos deja doblar a Dios la rodilla en la
Misa de siempre si también la doblamos en la Misa nueva y si les damos más derechos que
los nuestros. San Gregorio VII dijo antes de morir “Amé la justicia y odié la iniquidad”, aquí
quieren que digamos “Amé a las dos y más a la iniquidad”.
Nos hemos alejado voluntariamente del cometido inicial porque parecía necesaria la
explicación dada.
Volvamos al punto que nos importaba: La dirección invariable que rige los cambios.
No estamos sólo ante una Misa cambiada, estamos ante otra religión, una religión
indiscriminada en donde todo tiene cabida, aún la Tradición pero en pié de igualdad con
todo lo otro y aún un escalón más abajo.
Todo tiene lugar allí y quizás peor. Poco a poco la iglesia nueva va girando su
realidad hacia la figura. ¿Qué queremos decir? Para la Fe católica todo el Antiguo
Testamento no es más que figura del Nuevo Testamento, sus Santos, Profetas, Patriarcas
hallan toda su santidad, sus anuncios sobrenaturales y su autoridad en la realidad del
Mesías por venir. Jesucristo vive latente en las páginas del Antiguo Testamento desde la
promesa del Redentor en el Génesis (Génesis 3, 15). Nada tiene sentido en el Antiguo
Testamento sin Jesucristo Mesías y Redentor.
Las actitudes y discursos de los pontífices de la misa nueva remarcan la figura como si
ella fuera la realidad y nuestra Fe solamente su eco y resonancia. Paulo VI vistiendo el efod
del Sumo Sacerdote judío; las visitas a las sinagogas; la absolución inválida del deicidio que
desde San Pedro todos los Papas y los Santos consideraron el crimen más grave de la
historia “Vos autem interfecistis Auctorem vitae” “Vosotros empero matasteis al Autor de
la vida” (Actas 3, 15); las oraciones de los nuevos pontífices ante el muro de los lamentos.
Se agrega ahora la explicación de los gestos sobrenaturales de Jesucristo como enmarcados
en la religión judía y sin la cual sus obras no tendrían sentido.
El 25 de enero del 2012 Benedicto XVI en su catequesis de la Audiencia General
afirmó que para entender la oración sacerdotal de Jesucristo en la Última Cena es necesario
situarla en la fiesta hebraica del Yom Kippur (Día del Perdón). A continuación el texto oficial
del Vaticano (VIS 120125, jueves 26/1/2012)
El texto contiene dos errores que aquí señalamos:
1º “Para comprender esta oración en su extrema riqueza es preciso situarla en el contexto
de la fiesta hebraica de la expiación del Yom Kippur”.
2º La glorificación que Jesús pide para si, como Sumo Sacerdote es el ingreso en la plena
obediencia al Padre una obediencia que lo conduce a su plena condición filial”.
Vayamos por partes para bien entender.
1º No se entiende la oración sacerdotal de Cristo sin situarla en el marco o contexto del día
de la expiación o perdón (Yom Kippur) de los hebreos.
¿Qué es esa fiesta hebraica? Dejemos hablar al rabino Philip S. Berstein en su
opúsculo “Lo que los judíos creen”, editado en Buenos Aires con traducción de Miriam S. de
Varon e introducción de su esposo el Ingeniero Jaime Varon Modiano en su pág. 23 y
siguientes:
“El Año Nuevo judío principia en el temprano otoño. Sus observanzas difieren mucho en
espíritu, de las celebraciones alrededor del primero de enero, porque es precedido de un periodo de
diez días de penitencia que culminan en el ayuno del día del Yom Kippur (pág. 23)… El interés
espiritual de Yom Kippur es nuestra maldad humana, pero ¿qué es pecado? Para contestar esta
pregunta hemos de voltear a ver la balanceada interpretación judaica de la naturaleza del Hombre. En
una mano, en la tradición judía no hay santos perfectos. Aún a Moisés el judío más grande de todos
los tiempos, le fue negada la entrada a la tierra prometida porque desobedeció a Dios. Jacob en las
etapas tempranas de su vida era egoísta y astuto, y aún así su nombre fue cambiado por el de Israel y
se convirtió en el progenitor de su grey (pág 24)… El judaísmo en la otra mano no ve al hombre como
pecador innato y depravado. Nuestras inclinaciones son consideradas buenas porque Dios nos las
dio. El matrimonio no es considerado como una especia de concesión limitada a la naturaleza
malvada, sino como la satisfacción de los maravillosos sentidos que Dios nos ha dado. Así es que el
ascetismo es raro. No hay ermitas, ni retiros a monasterios. El celibato no es requerimiento de los
rabinos. No solamente las necesidades humanas sino la Ley Divina, dice el poeta medieval, Gabirol,
insisten en que se dé cumplimiento a cada facultad humanamente hablando. Uno de los más nobles
documentos éticos del judaísmo, el Bachya del siglo once, “Deberes del Corazón” dice, “En el día del
Juicio cada hombre va a ser llamado para dar cuenta de todo placer y diversión inocente que se ha
negado o privado”. Dice que el sexo ha producido el amor, el matrimonio, la familia y la perpetuación
de la especie. Sin instinto posesivo, ellos claman, no se hubieran construido casas, ni los campos se
hubieran arado (pág. 25)… En Yom Kippur Dios perdona nuestros pecados contra El, pero no los
males que les hemos hecho a nuestros hermanos. Actos de penitencia restitutiva pueden solos limpiar
el camino hacia la gracia Divina… En el ritual de Pascua, la cabeza de la casa levanta el pan sin
levadura y recita: Este es el pan de aflicción, que comieron nuestros padres en tierra de Egipto. Que
todo el que esté hambriento entre que coma. Que todo el que no tenga entre y pascue (pág. 26)… El
judío no tiene explicación teológica y general para el pecado tal como la ofrece el cristianismo en la
doctrina de la caída del hombre. Llegar a cometer pecado es en la religión judía algo para lo cual el
hombre no está destinado, a causa de su destino preordenado” (pág. 29).
Queda Claro que no son esos los sentimientos de Nuestro Señor en la Última Cena.
Aún cuando fuera la expresión de sentimientos piadosos verdaderos, las festividades
que figuraban lo que vendría no son las que dan sentido a lo anunciado sinó que en eso
alcanzan plenitud. Así entonces la Pascua judía es símbolo de la cristiana y no viceversa.
2º La glorificación que Jesús pide para Si
es el ingreso a la plena obediencia al Padre
que lo conduce a su plena condición filial.
su ingreso a la plena obediencia al Padre
Brevemente pide
que lo conduce a su plena condición filial
Entonces, según esto, Jesucristo está pidiendo algo que no tiene o nó plenamente:
La plena obediencia
Su plena condición de Hijo
Dicho así y así entendido es esto un grave error teológico opuesto a la entidad misma
de Nuestro Salvador.
Para hablar justamente de Nuestro Señor es preciso hacerlo respetando siempre su
condición de Verbo Encarnado. Ante Jesucristo Nuestro Señor no estamos sinó delante de
un ser único e inigualable, una única persona, la del Verbo de Dios, unida substancialmente
a la naturaleza humana de Cristo, perfecto Dios y perfecto hombre pero sólo Persona divina
en El y nó persona humana. Por eso, hablando desde su divinidad dirá “Yo y el Padre somos
una misma cosa” (S. Juan 10,30).
Delante de Jesucristo estamos delante de algo infinito a no ser en lo que tiene de
humano, cuerpo y alma humanos con todos sus atributos, sin ninguna imperfección pero
sólo una Persona y esta infinita.
La Persona infinita de Jesucristo lleva necesariamente consigo todos sus atributos y
consecuencias de una manera especial lo que en teología llamamos la gracia de unión que,
por unir la Persona del Verbo a la naturaleza humana de Cristo (cuerpo y alma) le comunica
la santidad misma del Verbo, santidad infinita, irrevocable, permanente, eterna y que lo
hace intrínseca y absolutamente impecable.
Se llama “Hijo” a la persona y en Jesucristo no hay más que una por eso de ninguna
manera es hijo adoptivo de Dios (Suma Teol. III, 23, 4).
La unión con el Verbo de Dios en una única Persona divina no hace a Jesucristo en su
humanidad hijo adoptivo de Dios, Jesucristo es Hijo natural de Dios ya que tiene una sola
Persona que es divina por eso la gracia santificante en Jesucristo no lo hace hijo adoptivo
de Dios (como a nosotros) sinó que ya siendo Hijo por la filiación divina ésta redunda en el
alma de Jesucristo hombre (Suma Teol. III, 23, 4 ad 2).
Además Jesucristo no es viador sinó Comprensor= es decir que tuvo la visión beatífica
desde el primer instante de su encarnación, por lo mismo tuvo todas las virtudes que pudo
tener desde el comienzo y no de manera paulatina (Hugon, de Verbo Incarnato, París 1920,
págs. 155-156).
Esto hace que Jesucristo no se “distraiga” ni pueda distraerse de la Divinidad ya que
es tan Dios como el Padre y el Espíritu Santo, por eso nos dirá: “Hablo de lo que he visto” (S.
Juan 8, 38).
Jesucristo entonces no puede jamás “entrar” en la plena obediencia al Padre ya que
Él mismo es Dios queriendo lo que quiere la Trinidad y su Voluntad humana no pudiendo
querer de otra manera ya que hay en El sólo una Persona que quiere lo mismo tanto con
su Voluntad divina como con su Voluntad humana. Por eso al encarnarse dice S. Pablo que
dijo: “He aquí Padre que vengo a cumplir tu Voluntad” (Hebreos 10,9). (En Jesucristo no hay
conflictos ni puede haberlos).
Jesucristo entonces no puede pedir la plena condición de Hijo de Dios siendo como lo
es el mismo Hijo de Dios encarnado.
Lo que Jesucristo pide en el Sermón Sacerdotal de la Última Cena es simplemente
que se realice en su naturaleza humana la glorificación externa que Él como Hijo de Dios
posee ya desde toda la eternidad y que la gloria que ya tiene por la unión hipostática (o
substancial entre su Persona divina y su naturaleza humana) trasunte ante nosotros por
triunfo de la Cruz y la Resurrección.
Quizás estas pocas líneas hagan ver qué es lo que queremos decir al indicar que la
iglesia nueva va girando la realidad hacia la figura, con todas las consecuencias que eso
supone para la Iglesia Católica y la vida cristiana.
Las frases que hemos comentado y comparado con la Doctrina Católica de siempre
son enseñanza dada al pueblo cristiano, desde Roma, en una Audiencia General en el
Vaticano. Si somos honrados en la consideración que hagamos de las mismas, se enmarcan
ellas en los cambios a los que asistimos desde hace 50 años, son expresión de un
pensamiento distinto al anterior; expresión y pensamiento que no pueden compaginarse
con la liturgia de siempre y con la teología de siglos. Un cambio exige al otro.
Fe y Liturgia, Misa y Doctrina van juntas. La Misa es lo que Jesucristo hizo “hoc facite
in meam commemorationem” “haced esto en memoria mía” (S. Lucas 22, 19) y la Doctrina
no es más que lo que Él enseñó y confirmó con su Sacrificio; su Doctrina no es más que la
Verdad revelada por la Santísima Trinidad “mea doctrina non est mea sed… qui misit me” “
mi doctrina no es mía sinó de Aquel que me envió”(S. Juan 7,16), dicho de otra manera, no
es cosa que tenga origen en mi santísima humanidad sinó en lo que hace santísima a mi
humanidad, en mi Persona del Verbo de Dios. Misa y Doctrina son una cosa así como en
Jesucristo es uno solo y a la vez el Verbo encarnado y la humanidad santa.
Alterar la Misa o tocar la Doctrina no es más que contrariar a Jesucristo, su Sacrificio
y su enseñanza.
No es cosa de poca monta, no es sólo una manera de rezar, es la esencia misma de
toda nuestra religión.
¿No saben los timoneles que eso lleva al torbellino?
¿Pueden argüir ignorancia? ¿Pueden no saber? ¿O simplemente piensan y quieren
distinto? ¿Puede eso ser católico?
Coinciden estas líneas con nuestro saludo pascual.
¿Podemos decir felices Pascuas en medio de este panorama tristísimo y sombrío? No
hay alegría comparable a la de tener la verdadera Fe y a recibir el amor infinito de
Jesucristo en nuestras pobres almas. Pena es no verlo en tantas almas a la deriva.
Compromiso es entonces ante Nuestro Señor de seguir su Voluntad y procurar que los
hombres lleguen a Dios como Dios quiere que lleguen a Él.
Así entonces,
¡Felices y Santas Pascuas!
La Fe Católica no admite matices.
Sábado Santo 2012.
+ Mons. Andrés Morello.