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ENCUENTROS CON JESÚS
JESÚS
Y
MARÍA MAGDALENA
MIRADA A LA VIDA
Hay experiencias que “marcan” una
vida. Y estamos convencidos/as de que
esos momentos son tan profundamente
únicos y significativos, que -para bien o
para mal, según el valor vivido y
experimentado-, volvemos a ellos con
cierta asiduidad.
Cuanto más adultos somos y más
conscientemente
vivimos
esas
experiencias, muy posiblemente, su
significación sea más especial en
nuestro caminar como hombres y
mujeres, así como también en nuestro
peregrinar como creyentes.
Acaso fue aquel “paso” que cambió el rumbo de mi vida; o fue aquel
“encuentro” con aquellas personas y que tanto ha supuesto en mis
planteamientos futuros; o tuvo lugar en “aquellos días” de silencio y que…;
quién sabe si no fue aquella situación de enfermedad en la plenitud de la
madurez de la vida…; o, incluso, en situaciones más “cotidianas”, pero que
fueron introduciendo en mi corazón de persona y de creyente aquella
“semilla” que, poco a poco, fue creciendo en mí y que llegó a producir
unos frutos copiosos y realmente gozosos…
También es verdad este otro dato: por desgracia, en nuestra espiritualidad
cristiana, en “demasiados” momentos, han tenido más fuerza y
significación el “temor” y el “miedo” que la experiencia gozosa, con
capacidad en nosotros de tantas cosas. Es muy posible que ese “lado
oscuro” de la espiritualidad se haya dado en nosotros. ¡Dios quiera que sea
un momento superado!
Pero ese último dato no es posible entresacarlo desde los Evangelios. Al
contrario, muchas de las páginas evangélicas nos muestran la
ACTITUD y el ESTILO tan diferente que mantuvo Jesús de Nazaret;
sus palabras y sus gestos nos “hablan” de otra cosa muy diferente. Su
ACOGIDA de los marginados de aquella cultura; su cercanía con los “no
cumplidores” (según los jefes religiosos de Israel)… era bien diferente. El
contacto con él tenía poder sanador de la persona, desde sus mismas
raíces, afectando a todo su comportamiento y a la forma de plantearse
la vida misma. Éste es un hecho innegable para quien lea y contemple los
Evangelios con una mirada y corazón limpios.
MARÍA MAGADALENA es un caso especial de esto que constatamos.
Sin saber con exactitud sus datos biográficos ni su proceso, el hecho es que
se ENCUENTRA con JESÚS, se siente acogida y sanada por él y
pertenece al grupo de mujeres que seguían a Jesús. Y según el
testimonio de los relatos evangélicos, fue la que tuvo un ENCUENTRO
ÚNICO con su Señor resucitado. Y es que el AMOR… siempre llega
“primero” al encuentro con el amado, al que se le busca y anhela.
Contemplemos su figura y descubramos su profundo amor para con su
Maestro y Señor.
A LA LUZ DEL EVANGELIO
EVANGELIO: Juan 20, 11-18
En aquel tiempo, estaba María junto al sepulcro, fuera, llorando.
Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de
blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies donde había
estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan:
- «Mujer, ¿por qué lloras?».
Ella les contesta:
- «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».
Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús de pie, pero no sabía que
era Jesús. Jesús le dice:
- «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?».
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta:
- «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo
recogeré».
Jesús le dice:
- «¡María!».
Ella se vuelve y le dice:
- «¡Rabboni!» (que significa Maestro).
Jesús le dice:
- «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis
hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y
Dios vuestro”».
María Magdalena fue y anunció a los discípulos:
- «He visto al Señor y ha dicho esto».
HOY Y AQUÍ
Es verdad que no podemos ofrecer unos datos verificables del encuentro
primero entre María de Magdala y Jesús de Nazaret. Sólo unos pocos
testimonios evangélicos donde intuimos lo que supuso para aquella “pobre” mujer,
que además de ser mujer, parece que era una pecadora pública. Por lo tanto,
menospreciada y señalada públicamente como tal. Por lo tanto, doblemente
marginada y más en aquella sociedad.
Pero los relatos nos “dejan caer” el dato/hecho de su encuentro con el
Maestro, que andaba de pueblo en pueblo, anunciando una Buena Nueva
donde la MISERICORDIA era la nota dominante y destacada. Ése era el
Dios que anunciaba Jesús a cuantos escuchaban y acogían su Buena Nueva.
Entre esas personas (se dan varios nombres diferentes en los Evangelios) está
también MARÍA, la de Magdala (posiblemente su lugar de origen). Y ese
encuentro transforma su vida en todas sus dimensiones. El relato del evangelio
de Juan que se nos ha ofrecido, muestra, a las claras, lo que ahora mismo vive ella
y cómo percibe cuanto está sucediendo. Resulta que el Maestro (“Rabboni”),
aquel con quien se encontró y al que ha seguido por los caminos de Palestina,
ahora se ha convertido en “Señor resucitado”: “He visto al Señor y ha dicho
esto”. Ésta es la confesión de fe, sencilla, pero cargada de toda la fuerza de un
testimonio vivo y que se asemeja a la de otros testigos cualificados de la
Primera Comunidad Cristiana.
El hecho de que se nos presente que ella, María, fue al sepulcro y estuviera
llorando, es una muestra más de lo que lleva dentro de su corazón de mujer y,
ahora, de creyente: su AMOR por Jesús, convertido ya en Señor Resucitado.
Así, María se convierte en “Apóstol” entre los mismos apóstoles.
He aquí lo que sucede en el ENCUENTRO con el Señor resucitado: una nueva
luz, esto es, la nueva luz del Señor Jesús, ilumina la vida del testigo, llenándole
de esperanza, de alegría, de testimonio vivo. Y… PARA SIEMPRE.
Aquí surge la pregunta: ¿Es posible, hoy y aquí, ese “ENCUENTRO
TRANSFORMADOR” y que hace nuevas todas las realidades y dimensiones
del creyente?
Muchos siguen (seguimos) afirmando que SÍ, que ese ACONTECIMIENTO
se da, también, hoy y aquí, en esta nuestra realidad concreta. Tantas
comunidades, tantos Grupos de Oración, tantos Movimientos eclesiales, tantos
compromisos a favor de los demás… nos hablan de ese ambiente apropiado
que ayuda y posibilita el ENCUENTRO con el Señor Jesús. Y ese encuentro
mantiene su fuerza transformadora. ¡Estamos de enhorabuena!
En el caso de María, la de Magdala, es el AMOR la nota dominante de su
búsqueda y de su encuentro. Es bueno y necesario tenerlo en cuenta. Hasta el
momento de escuchar el propio nombre (“María” o el que fuere) e identificar
esa “VOZ”, conocida y familiar para quien le busca con asiduidad y deseo
profundo.
Aquí se nos “señala el camino”. Será necesario recorrerlo personalmente y
con el corazón despierto. ¡Buen ánimo!
ORACIÓN
Padre misericordioso y bueno,
a quien te sentimos siempre cercano
y dispuesto a escuchar nuestra oración
y los “latidos” de nuestro corazón.
Tú nos has enviado a Jesús
para que nos podamos ENCONTRAR contigo.
¡Así es, Padre, tu amor para con nosotros!
Padre,
sigue obrando llevado por la fuerza
de tu corazón bueno y misericordioso,
y no, precisamente, por nuestros méritos
ni nuestros cansancios y olvidos de ti.
Muéstranos siempre tu inmensa bondad,
iluminando así nuestros ojos
y llenando, de igual modo, nuestros corazones.
Así, Padre, seremos siempre y en todo lugar,
tus TESTIGOS vivos,
testigos de tu Buena Noticia
para todos los que te buscan con sincero corazón.
PLEGARIA
RODEADOS DE TU BONDAD
¡Qué bien trabas, Señor,
en el corazón de algunas personas!
¡Cuánto bien nos haces
a través de ellas!
Me dicen que este mundo es malo,
que abunda el pecado
y que el hombre de hoy está perdido
sin más futuro que el fracaso.
Sin embargo,
yo veo éstas y otras muchas cosas.
Veo gente estupenda:
niños que ríen y saludan con simpatía;
jóvenes dispuestos a trabajar por los pobres;
padres entregados a sus hijos
con una profunda ilusión;
ancianos que reparten por la calle
serenidad y ganas de vivir;
trabajadores que exigen
lo que en justicia se les debe;
médicos que, a través de su amabilidad,
transmiten esperanza a tantos pacientes;
conductores que tratan a la gente con respeto;
enfermeras que colman de atenciones a tantos desanimados;
estudiantes que ya han hecho planes para ir al Tercer Mundo;
y gente sencilla
que siempre está dispuesta a ayudar a un vecino
y a hacer el favor que sea…
Y junto a todo esto, veo también el pecado,
el que hay en el mundo y el mío.
Deseo partir de tu bondad, Señor,
para ser capaz de ver mis debilidades
y las del mundo, para verlo todo
desde la sorprendente ventana de tu misericordia.
Sigue trabajando, Señor,
en el corazón del ser humano
y, aunque no nos demos cuenta,
rodéanos con tu bondad.
CANTO
CRISTO MAESTRO,
TÚ ERES EL CAMINO,
VIDA VERDADERA Y ETERNA VERDAD.
Para el hombre que avanza desolado
de espaldas al amor que Dios nos brinda;
para el hombre que vaga perdido y solitario,
Tú eres Camino, Verdad y Vida.
Para el hombre sediento de verdades
y hundido en un mar de ideologías;
para el hombre que busca la luz sin sombra alguna,
Tú eres Camino, Verdad y Vida.
Para el hombre que vive sin fronteras
y cifra en el progreso su alegría;
para el hombre que sueña con no morirse,
Tú eres Camino, Verdad y Vida.
(Cesáreo Gabarain – Disco: “Camino, Verdad y Vida” – Ed.
Paulinas)