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Transcript
XIII SESIÓN PLENARIA
DE LA ACADEMIA PONTIFICIA DE CIENCIAS SOCIALES
Caridad y Justicia
en las Relaciones entre Pueblos y Naciones
(27 de abril – 1º Mayo 2007)
INTRODUCCIÓN
La próxima sesión plenaria de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales estará dedicada
al estudio de la Caridad y la Justicia en las Relaciones entre Pueblos y Naciones. En el pasado
reciente la Academia ha dedicado sus sesiones al estudio de la globalización lo que nos ha
permitido contemplar que existe una falta de caridad y justicia en el mundo en que vivimos.
Esto puede resumirse de forma general como: reasignaciones desproporcionadas de recursos,
promesas incumplidas, y divisiones desiguales. Además nos enfrentamos con nuevos signos
de los tiempos muy inquietantes. Todo lo cual ha sido presentado por la renovada llamada a la
caridad y la justicia hecha por el Papa Benedicto XVI, en particular en su encíclica “Deus
Caritas Est”. Estos hechos y esta llamada constituyen una parte importante de los
antecedentes de nuestra reunión.
El tema de la sesión será el de las relaciones entre los pueblos y entre las naciones: los
desarrollados, los en desarrollo, los emergentes y los pobres. Nos cuestionaremos si estas
relaciones, a la luz del Magisterio Social de la Iglesia, pueden ser más justas, equitativas, y
más pacíficas, y cual debe ser el camino para alcanzar tales fines. En otras palabras ¿es
posible en el mundo globalizado una vida en común de caridad y justicia?
1. Inquietantes signos recientes de los tiempos
A pesar de que son tiempos de una convicción generalizada de que la prosecución de
caridad y justicia en los niveles internacionales son de importancia clave para la sociedad
contemporánea, al mismo tiempo nos encontramos con signos que actúan en dirección
contraria:
La reemergencia del nacionalismo. En países desarrollados y en desarrollo hay signos de
crisis respecto a dos características clave del proceso de globalización: uno es un problema
humano y se refiere al incremento de las migraciones legales e ilegales y la resistencia política
a ellas; el segundo es económico y se refiere a las tensiones entre proteccionismo y libertad
comercial.
Débil convergencia. A pesar del rápido crecimiento económico en muchos países en
desarrollo, las señales de convergencia económica y social entre países desarrollados y en
desarrollo esta reducido a unos pocos de estos últimos. No solo se trata del nivel económico
sino que es verdad también para el nivel educativo.
Generalizada pobreza. Al mismo tiempo, incluso en países con un rápido crecimiento
económico, la incidencia de la pobreza y de la extrema pobreza es todavía muy alta.
Debilitamiento del multilateralismo. El bilateralismo esta creciendo con fuerza y la
mayoría de las instituciones multilaterales, tales como ONU, OIT, Fondo Monetario
Internacional, Banco Mundial, e incluso alguno de sus organismos afines regionales, están
demostrando signos de debilidad y cansancio. Sin embargo ninguna institución esta
emergiendo en el presente para reemplazarlas.
Objetivos del milenio. Estuvieron basados en un amplio consenso internacional pero hay
ahora dudas bien fundadas acerca de la posibilidad de realmente implementarlos en el tiempo
previsto. El consenso previo en los Objetivos del Milenio está comenzando a desmoronarse.
En consecuencia, existe la necesidad de una más extensa reflexión sobre los mecanismos por
los que estos objetivos pueden conseguirse, junto con la formulación de nuevas propuestas.
Ayuda insuficiente e ineficiente. Las ayudas dadas han sido bastante más cortas del
objetivo de asignar el 0.7 % del PIB de los países desarrollados a ayuda internacional.
Además la ayuda dada ha sido, a menudo, ineficientemente distribuida y utilizada tanto por
las organizaciones internacionales como por los gobiernos y organismos locales.
Terrorismo y guerra. Como indicaron los sucesos del 11 de septiembre de 2001, el
comienzo del nuevo siglo se ha caracterizado por un notable incremento del azote social y
moral del terrorismo. Al mismo tiempo el mundo se ve aun afligido a gran escala por guerras
entre países y guerras en el interior de países.
2. La Encíclica Deus Caritas Est del Papa Benedicto XVI
Nuestra reunión desea inspirarse en la primera encíclica del Papa y sus importantes
implicaciones. En particular este documento nos recuerda que la virtud teológica y humana de
la caridad debe presidir totalmente la enseñanza social y los trabajos sociales de la Iglesia y de
sus miembros. En primer lugar esta encíclica nos conduce al centro de nuestra fe, a la verdad
de que “Dios es amor”. Así el Papa declara que “Jesús une en un solo precepto su
mandamiento de amar a Dios y el mandamiento de amar al prójimo”. El Papa llama nuestra
atención sobre el hecho de que esta enseñanza es tanto oportuna como significante “En un
mundo donde el nombre de Dios se asocia algunas veces con la venganza o incluso con el
deber de odio y violencia”.
Es por ello por lo que Deus Caritas Est ha sido correctamente descrita como siendo, en
parte, una encíclica social. Es el amor (caritas) lo que anima la atención de la Iglesia por los
necesitados, el trabajo de hombres y mujer es laicos por la justicia y la paz en la esfera
secular, y es la fuerza fermentadora de la Iglesia en la sociedad. Y sin amor, como Pablo dijo
a los Corintios, nuestras palabras y trabajos se convertirán en nada.
En verdad, Deus Caritas Est, se auto coloca en el largo linaje de otras encíclicas sociales
(Cf. N. 27), no solo porque se dirige a la virtud de la caridad sino porque atribuye importancia
primaria a la virtud de la justicia. De hecho ella hace una referencia significativa a la famosa
sentencia sobre esta virtud de una de las grandes figuras de la tradición: ‘Como Agustín dijo
una vez un Estado que no se rigiera según la justicia se reduciría a una gran banda de
ladrones’: “Remota itaque iustitia quid sunt regna nisi magna latrocinia?”’.
Tomando en consideración doctrinas tradicionales filosófico políticas y también (en una
forma crítica) la demanda marxista para una distribución equitativa de los bienes por los
poderes públicos, Benedicto XVI declara: ‘En la difícil situación en la que nos encontramos
hoy, a causa también de la globalización de la economía, la doctrina social de la Iglesia se ha
convertido en una indicación fundamental, que propone orientaciones válidas mucho más allá
de sus confines: estas orientaciones —ante el avance del progreso— se han de afrontar en
diálogo con todos los que se preocupan seriamente por el hombre y su mundo’ (n. 27).
Cuando se discute la relación entre la Iglesia, una ‘Comunidad de Amor’, y política, el
enfoque del Papa a la justicia es particularmente relevante para las ciencias sociales y el papel
del Magisterio de la Iglesia. En primer lugar el Papa ofrece la mas fuerte visión que nunca se
ha formulado en la edad contemporánea sobre la relación entre política y justicia: ‘El orden
justo de la sociedad y del Estado es una responsabilidad central de la política’. En verdad, ‘la
justicia es tanto el objeto como la medida intrínseca de toda política’. Para el Papa la justicia
(y la política) no es una técnica meramente utilitaria o contractual sino ‘por su naturaleza está
relacionada con la ética’ (n. 28). En contraste con la mera descripción y la comprensión
ausente de valores de la acción humana propuesta por muchos en las ciencias sociales y
humanas, el Papa apoya la importancia de la razón práctica renovando la cuestión del orden
político más justo.
Sin embargo el percibe el peligro moderno de separar la razón de la fe: ‘si la razón ha de
emplearse adecuadamente, debe sufrir purificación constante, ya que no puede nunca estar
completamente libre del peligro de una cierta ceguera ética causada por el efecto
deslumbrante del poder y de los intereses particulares’. En verdad, no podemos sino
comprometernos en una valoración de nuestro sentido de la justicia a la luz de la fe: ‘Desde el
punto de vista de Dios, la fe libera la razón de sus puntos ciegos y por ello la ayuda a que sea
incluso mas completa’.
Este trabajo crítico de la fe libera a la razón de sus límites: ‘La fe permite a la razón
desempeñar del mejor modo su cometido y ver más claramente lo que le es propio’. No solo
la dimensión histórica del significado de la justicia, fundado tanto en las tradiciones judía y
cristiana y en la herencia romana y griega, sino también su significado contemporáneo,
deriva de la constante purificación que la fe aporta a la razón: ‘En este punto se sitúa la
doctrina social católica: no pretende otorgar a la Iglesia un poder sobre el Estado. Tampoco
quiere imponer a los que no comparten la fe sus propias perspectivas y modos de
comportamiento.’ Para concluir, aquí, también, el Papa atribuye al cristiano una tarea
fundamental y recalca que el objetivo de la doctrina social de la Iglesia ‘es simplemente
ayudar a la purificación de la razón y contribuir, aquí y ahora, al conocimiento y logro de lo
que es justo’ (n. 28a).
El Santo Padre, de conformidad con esta enseñanza sobre caridad y justicia, hace una
llamada a las estructuras de servicio caritativo en el contexto social actual para promover el
bienestar de los individuos, de los pueblos y de la humanidad: ‘El momento actual requiere
una nueva disponibilidad para socorrer al prójimo necesitado… La solicitud por el prójimo
supera los confines de las comunidades nacionales, tiende a extender su horizonte al mundo
entero’ (n. 30).
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