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Transcript
SERMÓN DEL VIERNES
04-02-2011
El Sagrado Corán ordena a los creyentes aconsejar
el bien y prohibir el mal.
“Sois el mejor pueblo exaltado para el bien de la humanidad;
ordenáis lo bueno, prohibís lo malo y creéis en Al-lah. Y si el pueblo
del libro hubiese creído, en verdad hubiese sido mejor para ellos.
Algunos de ellos son creyentes, pero en su mayoría son desobedientes”
( Ál Imrán, 111)
El versículo que acaban de escuchar, lo he mencionado varias veces
con anterioridad y engloba temas, consejos y evocaciones, que
merecen ser recordados repetidas veces desde perspectivas diferentes.
En él, Dios ha encargado una gran responsabilidad a aquéllos
creyentes, que no sólo proclaman la fe de palabra, sino que la
preservan y la mantienen de forma regular. Estos, procuran proteger y
fortalecer la fe de sus descendientes, y su esfuerzo no se limita en
preservar y aumentar la fe de sus allegados, sino que aconsejan a los
seguidores de las demás religiones de su entorno, incluso a los ateos,
para que crean en Dios y consigan su agrado a través de buenas obras.
Estos son los verdaderos creyentes, los que demuestran su fe firme en
Dios y en el Imam de la época, fiel amante del Santo Profeta (s.a.w.).
Al igual que los musulmanes de la primera época del Islam,
observaron continuamente los mandamientos coránicos, y los consejos
y recomendaciones del Santo Profeta (s.a.w.) y aunaron esfuerzos para
aplicar en sus vidas los preceptos de la Shari´a y del Corán, y de esta
forma alcanzar el agrado de Al-lah. Su éxito se fundamentó gracias a
los favores de Dios.
Hoy día, nuestra obligación como áhmadis, -los que proclamamos
tener una fe firme y completa en el Sagrado Corán y en el Santo
Profeta (s.a.w.), y los que hemos aceptado al Imam de esta época, para
producir una revolución en nuestras vidas y aplicar sobre nosotros los
mandatos del Corán- es que debemos reflexionar sobre nuestra
1
situación, y ver hasta qué punto estamos cumpliendo nuestro deber de
ser “el mejor pueblo”. ¿Estamos cumpliendo nuestro compromiso con
la humanidad, y de cómo padecemos por su sufrimiento, hasta qué
punto ordenamos el bien a través de nuestras palabras y hechos, e
intentamos salvar el mundo del mal ofreciendo consejos y siendo un
modelo para ello?
No podemos hacer este análisis según nuestro criterio fijando nosotros
mismos las normas, sino que debemos medirnos a la luz de los
baremos que ha establecido el Santo Profeta (s.a.w.), y que más
adelante mencionaré. Siempre que intentemos realizar esta autoreflexión, haciendo cambios positivos en nosotros mismos y
reformándonos, permaneceremos en las sendas del progreso, Insha-allah (Dios mediante).
La decadencia de las naciones comienza cuando se basan en sus
propias normas, seducidos por los deseos fútiles y olvidan su objetivo
principal. El Sagrado Corán evoca a los profetas pasados, y llama
nuestra atención en este respecto. Cuando los pueblos anteriores
olvidaron sus enseñanzas, y se desviaron de sus objetivos, fueron o
bien destruidos, o pervertidos a tal extremo, que sustituyeron sus
enseñanzas fundamentales por innovaciones y banalidades, y esa fue
la causa de su destrucción espiritual y de su inmoralidad.
Consideraban a los viciosos como virtuosos, mientras que el pudor y
la pureza eran consideradas enseñanzas arcaicas. Explicaban su
religión según sus deseos, y de esta forma cambiaron por completo las
instrucciones de sus profetas. Introdujeron en los libros sagrados
enseñanzas falsas e inventadas, y considerándolo parte de ellos, se lo
atribuyeron a los profetas, lo que les condujo a la pérdida de la
santidad de Dios y de sus profetas de sus corazones, y a su muerte
espiritual. Éste es el estado actual de las naciones de occidente, y de
las religiones anteriores al Islam.
Dios ha preservado su favor a los musulmanes salvaguardando el
último libro de la ley religiosa, el Sagrado Corán, tal como prometió.
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A pesar de que la mayoría de los musulmanes, antes de la venida del
Mesías Prometido (a.s.) eran musulmanes sólo de palabra, y se les
podía aplicar el dicho de que “no quedaba del Islam más que el
nombre”, sin embargo siempre permaneció un grupo de entre ellos que
se esforzaba en practicar los dictámenes del Sagrado Corán y proteger
sus enseñanzas, y posteriormente en la última época, Dios mandó al
Mesías Prometido (a.s.) y Mahd, según Su Promesa. Hoy día, todos
los áhmadis proclamamos haber aceptado al Masih y al Mahdi, y
proclamamos pertenecer y apoyar al hombre que vino para traer de
nuevo la fe de las pléyades, y proclamamos ser los seguidores de este
Imam que asumió el compromiso de llevar el verdadero mensaje de la
fe de Hazrat Muhammad (s.a.w.) a los cuatro rincones del mundo, que
será cumplido por su Yama´at, insha-al-lah (Dios mediante).
Nosotros los áhmadis, somos afortunados al encargarnos de transmitir
este mensaje a los rincones del mundo. Se nos dijo que debíamos
apoyar este decreto divino. Dios le dijo al Mesías Prometido (a.s.): “
Yo llevaré tu mensaje hasta los confines de la tierra”, y vosotros como
áhmadis, tenéis que conseguir la recompensa de Al-lah participando en
este proyecto. Pero, ¿cómo formar parte de este decreto divino?
Tendremos que generar en nosotros mismos una revolución con el fin
de alcanzar el agrado de Al-lah, y consagrarnos sinceramente a Dios y
abandonar cualquier tipo de pecado, de modo que exista coherencia
entre nuestras palabras y nuestros actos. Si poseemos las cualidades
citadas en esta revelación, si predicamos el mensaje que hay en ella, y
hacemos Tabligh, atraerá a personas de buena naturaleza. No es
necesario que nuestra predicación se limite siempre a temas
religiosos, pues los temas que Dios cita en esta revelación, atraerán
también a las personas que se inclinan por el materialismo. Cualquier
persona, independientemente de su religión, desea las excelencias de
la moralidad, ya que su naturaleza pura ama los altos valores, e incluso
los ateos y agnósticos buscarán las virtudes y condenarán el mal. Dios
Glorioso dijo: debéis ser conscientes de vuestra responsabilidad,
ordenad el bien y prohibid el mal, por el bien del mundo y para
obtener el agrado de Al-lah. Debéis atraer la atención de la gente hacia
el cumplimiento de los derechos humanos, y aconsejad a los que
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violan los derechos de los demás, mostrando vuestro enojo y
desacuerdo con sus actos, prohibiéndoles llevar a cabo estas acciones.
Pero antes de nada, surge la necesidad de hacer nuestro propio análisis
de conciencia, como dije hace poco. Si reformamos nuestro sistema
interno, nuestras palabras tendrán un efecto mayor. Y para reformar
nuestro ser, debemos creer en cada instante que Dios conoce nuestros
dichos y nuestros actos, y observa nuestras acciones. Un creyente debe
decirse a sí mismo: explicaré al mundo los caminos del bien y del mal,
enseñando primero las cualidades morales mundanas, les aconsejaré
hacer el bien y les definiré el mal para que puedan evitarlo. En cuanto
a mí, debo convertirme en seguidor de la directiva divina “Y creéis en
Al-lah”… pues es así como actúan los que prodigan consejos a los
demás. La verdadera fe en Al-lah no será completa, hasta que el
agrado y amor de Dios no superen a todos los demás deseos y
placeres, y como dijo Dios mismo: “Pero los creyentes son más
fuertes en su amor por Al-lah” (Al Baqarah, 166)
Normalmente, el hombre se preocupa más por aquello que ama. Si
proclamamos creer en Dios, debemos dar supremacía a su amor, y
cuando se siente amor por Al-lah Taala, se presta mayor importancia a
la obediencia de sus órdenes. Cuando reflexionamos sobre nosotros,
nace el sentimiento de que ser “Jaire Ummah” (el mejor de los
pueblos), no es sólo una declaración de fe, pues ello no nos conducirá
a alcanzar nuestro objetivo. Seremos “el mejor de los pueblos” cuando
realicemos progresos en el amor por Al-lah, y para obtener el agrado
de Dios, tendremos que recomendar el bien y prohibir el mal. En este
caso, seremos considerados el mejor de los pueblos. Cuando un
verdadero creyente progresa en esta esfera, lo primero que se
preguntará es: ¿poseo realmente las virtudes que predico a la gente, y
el mal que prohíbo a los demás, seré yo reo del mismo? Por un lado
declaro que amo a Dios como resultado de mi fe en Él, y cuando se
ama a alguien no se le oculta nada, sino que se le manifiesta todo y se
le confiesan todos los secretos. Dios es el amado que conoce lo oculto,
está por encima de que le informemos, pues Él es conocedor de lo
visible e invisible.
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Al-lah Taalá dice: por un lado declaráis que creéis en Mí y me amáis,
y por otro, Yo como conocedor de vuestra interioridad, veo falsedad en
vuestros corazones, pues decís lo que no hacéis. Este sistema interno
de reforma que actúa automáticamente en un verdadero creyente, lo
empujará hacia el camino recto, siempre y cuando tenga la certitud de
que Dios conoce lo oculto y lo visible, y que Él contempla cada una de
sus acciones. Si este sistema de autoprotección no se activa en
nosotros, será motivo de preocupación, pues ello significa que nuestra
fe no ha alcanzado el nivel deseado. Cada defecto que haya en la
sociedad, nos refleja lo que hay en nuestro interior, pero el hombre
sólo puede ver este espejo, cuando su corazón está atraído por el amor
de Al-lah. En el caso de que no tenga este sentimiento, que su amor
por Dios no supere a todos los demás deseos, y el mundo reina en su
corazón, la escala que mide lo bueno y lo malo cambiará.
Nuestra Comunidad tiene tradiciones y costumbres que fueron
establecidas por el Mesías Prometido (a.s.) y tras él, sus sucesores lo
hicieron a la luz de las enseñanzas del Islam. Acciones disciplinarias
severas se tomaron en ocasiones para evitar la entrada de cosas
nefastas al seno de nuestra Yama´at. La razón de esta severidad, es que
un verdadero creyente, debe comprender que el objetivo de su vida es
practicar buenas obras, pues sin esto no se pude recomendar el bien y
prohibir el mal. Una vez que os habéis asociado al Imam de la época
para producir cambios puros en vosotros, y ser parte del “Jaire Umma
(el mejor de los pueblos)”, tendréis que abandonar los asuntos
mundanos, y no podréis fijar vuestra propia escala de virtud. La norma
que concierne las virtudes fue establecida por el Islam, y explicada por
el Mesías Prometido (a.s.), que a su vez recibió esta guía por parte de
Dios. Él (a.s.) aconsejó a su comunidad seguirle y practicar las buenas
obras, pues este es un asunto muy importante que cada áhmadí debe
comprender.
Hace algunos días, durante la celebración de un matrimonio, algunos
áhmadís cometieron actos contrarios a las enseñanzas de la comunidad
musulmana áhmadí, por lo que tomé contra ellos medidas
disciplinarias punitivas. Entre estas personas, había algunos que no
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tenían gran comprensión de la religión, y no estaban al tanto de las
costumbres de la Yama´at, pero eso no constituye una excusa. Es deber
de todo áhmadí mostrar su verdadera fe en este tipo de ocasiones, e
intentar llegar a esta posición. Pero entre los presentes en la boda,
había otras personas que comprendían bien la religión, servían a la
comunidad y conocían sus enseñanzas y tradiciones. Aún así,
mostraron ostentación y debilidades varias. En vez de prohibir el mal,
estas personas se limitaron a mirar como espectadores siguiendo el
espectáculo. Observaron las banalidades permaneciendo indiferentes,
y en vez de prohibir el mal, se convirtieron en parte de ello. Estas
mismas personas me han escrito diciendo que han participado en la
boda con el fin de reformar a esas personas. ¿Reformar a los demás
significa no prohibir el mal, ni ordenar el bien? Incluso si han
aconsejado el bien, el consejo fue inoperativo. ¿Reformar es participar
en el mal siendo testigo, diciendo de palabra que estoy aconsejando el
bien? No sé si han ordenado el bien o no, pero en cualquier caso, estas
personas no hicieron nada para impedir el mal que se cometió en esa
boda. Es como ver a un ladrón robando, y en lugar de impedírselo y
detenerlo para que no perjudique a alguien, le ayudan en el robo.
Luego le instan a que decir la verdad es bueno. En efecto, decir la
verdad es bueno, pero en esa situación, "ordenar lo que es bueno y
prohibir el mal" implica impedir que el ladrón cometa el robo y de esta
forma, detenerlo.
Si creéis en el Mesías Prometido (a.s.) entonces, como áhmadís no
debéis ser intimidados por la sociedad, sino que debéis dar prioridad a
la religión. El Mesías Prometido (a.s.) oró por sus descendientes y sus
seguidores para que Dios les salve de la influencia del anticristo
(Dayyal). Si las personas áhmadis que viven en Occidente caen en el
dominio del Dayyal, entonces ¿qué quedará de su fe? Muchas
personas se han visto implicadas en el incidente que acabo de
mencionar. Muchos están involucrados en este asunto, y ello puede
provocar cierto desasosiego y congoja en la Yama´at. He respondido
recalcando que, sin duda, se tomarán medidas disciplinarias contra los
implicados. Si ello genera molestias y algunos deciden separase de la
Yama´at, tienen la puerta libre. Ello no me preocupa lo más mínimo.
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Vamos a aplicar las enseñanzas del Islam, y lo que nos enseñó el
Mesías Prometido (a.s.), es decir evitar las malas prácticas y la
banalidad. La contradicción entre las palabras y las acciones, está
condenada por Dios y por su Profeta (s.a.w.).
He dicho varias veces, al igual que los Jalifas que me han precedido,
que los invitados áhmadis deben abandonar aquellas celebraciones y
bodas donde las familias cometen frivolidades. Por el contrario será
una cobardía, y equivaldrá a apoyar el mal. Con este comportamiento,
demostraréis que anteponéis el amor de la sociedad al amor de Al-lah.
Ruego a Dios que ayude a todos los áhmadís para que puedan entender
esta cuestión.
Ahora voy a presentar un hadith del Santo Profeta (s.a.w.), que nos
aclarará la posición que debe alcanzar un creyente. La verdad es que la
lectura de este hadith nos hace un nudo en la garganta. Abdu-llah Bin
Amr, relata que el Santo Profeta (s.a.w.) dijo: “Hay cuatro rasgos que,
cuando se encuentran en una persona, lo convierten en un hipócrita
absoluto, y el que posee una de estas características, es un hipócrita, a
menos que abandone este hábito. Son: c¡uando está a cargo de algo,
traiciona la confianza; cuando habla, miente; cuando promete, rompe
la promesa; y cuando discute, utiliza un lenguaje grosero.”(Sahih Al
Bujári, libro, La fe ).
Hazrat Shah Sayed Waliul-lah Sáhib (quién compiló los dichos de Al
Bujari en la Yama´at), escribió que “incluir la hipocresía en las
cuestiones de fe, equivale a incluir el kufr (incredulidad), el shirk
(asociar socios a Dios) y todo tipo de desmesura y de vulgaridad en
este asunto”. Es decir que la hipocresía disminuye la fe. Cuando la
persona posee una de las características citadas antes, su fe disminuye,
y su hipocresía aumenta. La hipocresía significa la disparidad entre lo
que es evidente y lo oculto, es decir manifestar opiniones opuestas al
sentimiento interior, o contradecir la verdad. Las características que ha
citado el Santo Profeta (s.a.w.), son la verdadera definición de la
hipocresía. En la mentira, se oponen las palabras de la persona a la
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verdad. Al romper las promesas, los hechos se confrontan con la
verdad, y en el caso de la traición, la intención de la persona se aleja
de la verdad.
Estos son ejemplos simples y claros de la hipocresía, pues no poseer
una fe firme y profesarla de palabra, constituye una contradicción con
la realidad. En otros casos, puede que la fe verdadera esté presente,
pero no se acompaña con la declaración verbal. Muchas personas
dicen aceptar al Mesías prometido (a.s.) pero no quieren declarar su
fe: esta es una forma de hipocresía. Hay otros que sí manifiestan su fe,
pero que no actúan según sus preceptos, y sus actos son contrarios a su
fe, ésta también es otra manera de hipocresía. Son los diferentes
aspectos de la hipocresía.
Todos los defectos que se han mencionado en este hadith son hoy en
día muy comunes. Estas acciones se dan por todas partes en nuestro
alrededor, y desgraciadamente al vivir inmersos en esta sociedad
algunos de entre nosotros han sido afectados por ella y sus defectos.
Según el Santo Profeta (s.a.w.), poseer una de estas características,
significa proporcionar un lugar a la hipocresía en nuestro corazón.
Quizás por esto el Mesías Prometido (a.s.) declaró que si los hipócritas
que hubo en la época de Hazrat Muhammad (s.a.w.) sobrevivieran
hasta nuestra época, serían considerados como personas piadosas y
creyentes. Cuando el mal crece, la mínima cantidad de virtud adquiere
gran valor. Aquéllos que fueron considerados hipócritas, lo fueron
frente a los grandes compañeros del Santo Profeta (s.a.w.).
Debemos recordar que después de aceptar al Mesías Prometido (a.s.),
nuestro nivel debe ser mucho más elevado que el de los demás
musulmanes. No debemos seguir el ejemplo de los débiles de fe
durante la época del Santo Profeta (s.a.w.), sino que debemos tener
presente el modelo de sus compañeros. Las personas a quien Dios dio
la buena nueva del paraíso. Éste es el nivel requerido por Dios y su
Profeta (s.a.w.) que debemos alcanzar. Tenemos que demostrar gran
integridad.
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Los áhmadís, deben cumplir sus responsabilidades a un gran nivel,
tanto si el compromiso concierne a la sociedad, a los asuntos de la
comunidad o a temas personales. En vuestro lugar de trabajo, no
importa lo que hace el resto del personal, vuestra práctica os debe
distinguir de los demás. Si trabajáis en una empresa privada, tenéis
que destacar ante el resto de los compañeros y ser diferentes a los
demás por el hecho de ser áhmadís.
Hoy día, somos orgullosos de proclamar al mundo que el nivel de
integridad de los áhmadís supera con creces al de los demás. Pero
poseer honradez no es causa de orgullo, pues esta honestidad e
integridad serán motivo de verdadero orgullo, cuando sean las más
altas. En los países tercermundistas, donde el desarrollo está ausente, o
donde el progreso va en sentido contrario, la causa se debe a la
corrupción y a la traición que prevalece en cada esfera de sus vidas en
todos los niveles. Por ejemplo, Pakistán se jacta de ser un país
islámico, pero los últimos sondeos indican que está ocupando el
primer puesto de entre los países más corruptos del mundo. El mismo
caso es el de algunos países islámicos, o más bien, el estado de los
musulmanes de algunos países, cuyos dirigentes aumentan en su
traición, y avanzan en el mismo sentido.
¿Se presupone que por el solo hecho de ser musulmanes o anunciando
que van a imponer las leyes islámicas, pueden llegar a ser “Jaire
Umma” (el mejor de los pueblos)? No se trata de tener algunos
defectos; estas personas tienen todos los vicios del mundo, y siguen
considerándose creyentes, mientras que a los verdaderos creyentes les
califican de “Káfir” (incrédulos). El Mesías Prometido (a.s.) dijo a
propósito de los que se proclaman hoy creyentes, que los hipócritas de
la época del Santo Profeta (s.a.w.) fueron mejores que estos supuestos
musulmanes. Así pues hoy corresponde a los áhmadis alcanzar este
nivel requerido, y preservar esta honestidad, cuya garantía y buen
recaudo fue el Santo Profeta (s.a.w.). Únicamente el áhmadi podrá
encargarse de sus deberes a este respecto, con el fin de ser considerado
como un miembro del mejor de los pueblos. Para lograrlo tenemos que
dar ejemplo a las sociedades corruptas, y prodigar consejos a los que
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viven en nuestro entorno. La misión que se encargó a nuestro maestro
Hazrat Muhammad (s.a.w.), fue la de llevar el mensaje de la unicidad
de Dios a todo el mundo, y cumplir con los preceptos divinos y con
los derechos humanos. Hoy, hemos sido encargados de cumplir esta
misión, y por eso los áhmadis son los guardianes más adecuados de
este compromiso. Para desarrollar esta responsabilidad debemos
empezar primero por reformarnos, y por cumplir las órdenes de Al-lah
y conceder los derechos que le corresponden a la humanidad, pues
sólo así podremos cumplir con este compromiso. Para ello también
tendremos que ofrecer a nuestros hijos una educación correcta, para
que el espíritu de compromiso se transmita de generación en
generación.
Dios mencionó las características del hipócrita: “cuando habla,
miente”, es decir que sus palabras son mentiras. ¡Cuán severa es esta
advertencia para aquéllos que mienten! Si observamos el tema con
detenimiento, veremos que la disparidad entre la palabra y la obra es
la verdadera hipocresía. Por un lado, el hombre proclama creer en
Dios, y por otro miente. Es como si estuviera equiparando la mentira
con Al-lah Taala. Por eso Dios describió la mentira como la idolatría,
es decir que mencionó la mentira y el Shirk, de forma conjunta. Si
estos dos rasgos se reúnen en una persona, que tiene el hábito de
mentir, es un Mushrik , un “idólatra”. Si alguien declara ser musulmán
y al mismo tiempo miente, es una hipocresía como todos saben. Es
decir que la persona se acerca a la idolatría más que a la fe a causa de
su falsedad y de sus mentiras. Incluso si proclama ser musulmán de
palabra, sus actos lo niegan. Es una lástima que hoy en día la mayoría
de los musulmanes han olvidado la diferencia entre la verdad y la
falsedad.
Hoy día si los áhmadíes no ejercen la Yihad en contra de la mentira, y
si no intentan purificarse de sus entornos de la falsedad, se inculcará
una mancha en sus corazones y no tendrán ninguna relación con el
Islam ni con la Comunidad del Mesías Prometido (a.s.) después de
haber proclamado aceptar al Mesías Prometido (a.s.), que vino a
establecer la reforma y la shari´a, y para que la gente adquiera
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cualidades divinas. Vino como un obediente completo y un seguidor
sincero de nuestro señor y maestro Hazrat Muhammad (s.a.w.). ¿Si la
mentira sigue siendo una parte de nosotros, cómo podemos establecer
la shari´a, y cómo podremos realizar todo lo que proclamamos? En
lugar de mirar a los demás, hay una gran necesidad de auto-reflexión.
Cada uno de nosotros debe juzgarse a sí mismo antes de mirar a los
demás.
El tercer signo de un hipócrita que el Santo Profeta (s.a.w.) dio es que
el hipócrita rompe sus promesas y pactos. Este es el estado del mundo
en la actualidad, que tanto en el comercio y en las relaciones
cotidianas, las promesas no se respetan. A nivel nacional la deshonra
de las promesas supera lo imaginable, pues algunos hombres de
negocios hacen un pacto y luego lo traicionan sin contemplaciones.
Un comerciante que exporta arroz de alta calidad (Basmati) de
Pakistán al exterior, me dijo que lo mezclaba con arroz de calidad
inferior de una manera totalmente indetectable. Esta persona no se
preocupa por la reputación de su país, ni por el efecto que tendría
sobre los negocios si llegasen a descubrir su engaño. Además ocurren
cosas semejantes relacionadas con la deshonestidad, la traición y la
mentira. Rompen los pactos para ganar nimiedades, y olvidan lo que
esperaba de ellos el Profeta (s.a.w.) a quien pertenecen y el modelo
que nos ofreció. Él (s.a.w.) cumplió con los pactos de guerra con una
precisión infinita, cuyo parangón no existe en el mundo entero, por no
hablar de los acuerdos comerciales. Por ejemplo, cuando el pacto del
Al Hudaybiyya se estaba editando, y las negociaciones sobre algunas
cláusulas se llevaban a cabo, llegó uno de los compañeros desde la
Meca a Medina, pero el Santo Profeta (s.a.w.) le hizo volver cuando
los kuffár (los incrédulos) lo exigieron. Él (s.a.w.) no les dijo que esa
persona no volvería porque las condiciones del pacto no se han
determinado aún. En ese momento el pacto sólo era verbal y sus
condiciones se estaban escribiendo, pero el Santo Profeta (s.a.w.) le
ordenó regresar sabiendo que constituía una amenaza para su vida.
Estas son las altas normativas que estableció el Santo Profeta (s.a.w.),
y hoy, los seguidores del fiel servidor del Santo Profeta (s.a.w.) deben
aunar esfuerzos en practicar estas cualidades. Una vez el Santo Profeta
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(s.a.w.) metió su mano en un recipiente de trigo o de maíz mientras
pasaba por un mercado, y percibió que el interior los granos estaban
húmedos. Dijo al comerciante que un musulmán no debe traicionar a
la gente. Este es el nivel que debemos alcanzar, entonces seremos
verdaderos consejeros, los que dan al mundo consejos que nacen de
una fe completa en Dios.
El cuarto signo de un hipócrita, es que cuando discute profiere insultos
e injurias. Esto lo vemos en nuestros oponentes. Queda evidente en
todos los canales de televisión y en las páginas web que diseñan en
contra nuestra . Los áhmadís deben evitar siempre esto y nunca deben
responder a la dureza de una manera que dé lugar a un lenguaje
grosero. Debemos mantener el modelo del bendito Santo Profeta
(s.a.w.) siempre a la vista, y recordar el ejemplo de su fiel servidor, el
Mesías Prometido (a.s.), pues la gente ha dañado su imagen de todas
las maneras, y en su misma cara. Pero nunca respondió a sus ataques
de la misma forma, sino que los perdonó y los ignoró. El Santo Profeta
(s.a.w.) fue "Misericordia para todos los mundos“. El mundo no
obtuvo de él (s.a.w.) sólo afecto, sino incluso misericordia y
compasión, frente a todo tipo de dureza y crueldad.
Dios guarde a todos los áhmadis de estos males que corrompen la fe y
destruyen la paz social, y que Dios haga que seamos los que obran (Al
Imrán. 111).
Desafortunadamente, hoy la mayoría de los musulmanes están
inmersos en estas enfermedades y por eso manchan la reputación del
Islam. La mentira, la traición, la infidelidad y el incumplimiento de los
pactos han destruido las sociedades. Hoy en día la situación de guerra
entre las masas, los dirigentes y los políticos de los países
musulmanes, es el resultado de la hipocresía descrita en el hadith del
Santo Profeta (s.a.w.). Esta situación de hipocresía existente en estos
países, ha dado la oportunidad a los no musulmanes la ocasión de
atacar el Islam, y deformar su cara. Un judío escribió en un periódico
israelí que el Islam no contiene enseñanzas de paz, y que ello queda
evidente por las acciones de los musulmanes. Añadió que las
12
enseñanzas pacíficas se encuentran en el cristianismo y judaísmo, y
que si hay alguna mención de paz en las conversaciones de los
musulmanes, es en una minoría.
Es una tragedia, pues aquéllos cuya enseñanza es claramente dura y
cruel, están apuntando con dedos acusadores al Islam, debido a las
malas acciones de los musulmanes. Nosotros los áhmadis no podemos
estar satisfechos si la indicación de la minoría pacífica, se refiere a
nosotros, o a cualquier otro grupo de musulmanes. No es motivo de
alegría que únicamente un grupo de musulmanes hablen de paz.
Nuestra felicidad será cuando se mencione que la mayoría de los
musulmanes son los embajadores del amor y la paz a causa de las
enseñanzas del Islam. Son falsas acusaciones contra el Islam, y los
enemigos no cesan en sus ataques, pero los musulmanes no prestan
ningún interés al respecto.
Nosotros los áhmadis, consideramos que es un asunto muy doloroso, y
sólo nos alegraremos cuando se confiese que las enseñanzas de Hazrat
Muhammad (s.a.w.) son capaces de traer amor, tolerancia y
convivencia, y que no se pueden establecer las bases de la paz y la
seguridad en el mundo sin estas enseñanzas. Debemos hacer plegarias
para que Dios conceda sentido común a la Umma musulmana para que
honren verdaderamente la descripción de ser “Jaire Ummah” y
rogamos a Dios que nos ayude a cumplir con nuestra responsabilidad
de la mejor forma.
A continuación, debo hacer una corrección de una referencia del
último sermón del viernes, y que concierne a Abu Lahab. Dije que éste
había insultado al Santo Profeta (s.a.w.) por lo que fue muerto por
animales salvajes. Hubo una confusión. Por lo general, yo reviso
personalmente las referencias que cito del Sagrado Corán, de los
ahádith o de los dichos del Mesías Prometido (a.s.), y a veces encargo
la revisión a alguien. Leí esto en un artículo escrito por un erudito de
la Yama´at. Gracias a este error, hemos conocido un detalle más. Este
hecho no concierne a Abu Lahab, sino a su hijo Utayba. En cuanto a la
muerte de Abu Lahab, una narración relata que siete días después de la
13
batalla de Badr, se cumplió la profecía contenida en surat Abu Lahab,
y murió de peste. Su cuerpo permaneció tres días en ese estado, hasta
que empezó a despedir un olor fétido, y temiendo la humillación, sus
familiares lo empujaron con un palo, lo arrojaron en una fosa y lo
cubrieron con piedras. Otro relato de Al Tabári cuenta que su muerte
fue causada por unas úlceras que aparecieron en su cuerpo, sus dos
hijos no lo enterraron hasta después de 3 días, su cuerpo empezó a
despedir mal olor, por lo que fue enterrado muy lejos. En cualquier
caso, su fin y el de su hijo Utayba fueron trágicos.
Utayba se casó con la hija del Santo Profeta (s.a.w.) Umme Kulsum.
Antes de partir en un viaje hacia Shám (Siria), fue a ver al Santo
Profeta (s.a.w.) y le dijo: Oh, Muhammad, niego lo escrito en el Surat
Al Nallm y niego “Luego se aproximó más a Dios“. Escupió delante
del Santo Profeta (s.a.w.) y se divorció de su hija. El Profeta (s.a.w.)
rezó contra él, y durante la expedición fue devorado por lobos o
leones.
Ahora debo anunciar que voy a dirigir la oración fúnebre póstuma por
el señor Rasheed Ahmad Bat sahib, hijo de Mián Muhammad de
Lahore, que falleció el 18 de octubre de 2010 a la edad de 71 años, por
un ataque cardíaco. Inná lilahi Wa Inná Ilayhe Rálleún (Todos
pertenecemos a Al-lah y todos hemos de volver a él).
Había sido herido con una herida de bala en la pierna en Darul Zikr el
28 de mayo de 2010. Le trasladaron al hospital después de los
atentados, donde permaneció un día. Había perdido mucha sangre por
lo que se debilitó. Su corazón también fue vio afectado en el atentado.
A lo largo de su vida sirvió a la Comunidad en distintos puestos. Fue
secretario de Rishta Nata, Islahu Irshad, Zaim Ansarul-lah. Fue un
hombre piadoso que amaba predicar el mensaje del Islam y del
Ahmadía. También fue médico homeópata. Miles de personas se han
beneficiado de sus cuidados. Tenía una relación muy sincera con el
Jalifa. Todos sus éxitos los atribuía a las oraciones del jalifa. Después
de los eventos del 28 de mayo, comentó que había visto una visión: vi
un objeto flotaba en el espacio, y quise saber lo que era. Miré dentro y
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vi estrellas. Este objeto estuvo delante de mí bastante tiempo, y luego
subió al cielo. En mi corazón sentí que eran los mártires de Lahore.
Dijo que después de este sueño, yo hablé en mi sermón sobre los
mártires, y que ello fue motivo de consuelo para él. ¡Que Dios eleve
su posición y conceda paciencia a sus hijos!
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