Download la monarquía hispánica bajos los austrias: aspectos políticos

Document related concepts
no text concepts found
Transcript
LA MONARQUÍA HISPÁNICA BAJOS LOS AUSTRIAS: ASPECTOS
POLÍTICOS, ECONÓMICOS Y CULTURALES.
EL REINADO DE CARLOS I
Con CARLOS I -1517-1556- se inicia la dinastía de los Austria en el trono español. Sus
inmensos dominios son resultados de cuatro herencias:
 La Borgoñona, formada por los P. Bajos y el Franco Condado.
 La Castellana, con la corona Castellana y las Indias.
 La Aragonesa, formada por los territorios tanto españoles como italianos de
dicha corona.
 Los dominios de los Habsburgo.
Cuando recibió en herencia los tronos de sus abuelos maternos, Carlos que se había
educado en Flandes, desconocía sus nuevos reinos, y a su llegada a España se
encontraba bajo el dominio de sus consejeros borgoñones que siguieron obteniendo los
más apreciados favores y continuaron como consejeros principales.
Comunidades y Germanías
En la primera reunión de las Cortes castellanas en Valladolid -1518-, Carlos fue
reconocido como rey de Castilla pero se rechazo la presencia de los extranjeros. El
monarca no dudo en jurar respeto a las leyes de Castilla, de la que obtenía un fuerte
crédito.
Cuando se presentó en Aragón, en la primavera de ese mismo año las presiones fueron
más complejas, pues no deseaban reconocer a Carlos rey cuando aún vivía su madre, la
reina Juana. Además todavía quedaban separatistas, que apoyaban al infante Fernando.
A pesar de las dificultades, las Cortes lo reconocieron como rey, tras jurar sus fueros.
En Cataluña los tratos entre Carlos y sus nuevos súbditos fueron todavía más difíciles y
las negociaciones más complicadas. Se repitieron las objeciones a sus consejeros
flamencos, así como las diferencias de procedimiento y sobre los créditos a otorgar
crearon mayores dificultades, recibiendo su juramento aunque con reservas.
La crisis se precipitó cuando Carlos, muerto su abuelo Maximiliano, se comprometió
con la idea imperial, que no tenía cabida en las tradiciones españolas y solicitó de las
Cortes castellanas enormes subsidios.
La pequeña nobleza y las ciudades castellanas se rebelaron, contra un régimen al que
consideraban contrario a sus intereses y que amenazaba con sacrificar
Castilla a la política imperial. Se organizaron en Cominidades -Hermandades juradas- y
más tarde se constituyó la Junta Santa.
.La revuelta de los comuneros no fue sólo un movimiento político, sino una revolución
en una región profundamente dividida por intereses opuestos y en una sociedad en
conflicto.
Fueron revueltas populares espontáneas, aunque también participó el patriciado urbano,
y en Zamora, estuvo al frente del movimiento el obispo-soldado, Acuña.
El levantamiento Comunero lo encabezó Toledo que ya había expulsado a su corregidor
y estableció una comunidad. En las semanas siguientes a la salida de Carlos, la revuelta
se extendió a la mayoría de las ciudades de Castilla la Vieja, de las que se fueron
expulsando los funcionarios reales y proclamando la comunidad.
En septiembre de 1529 el movimiento alcanzó el punto álgido. Tenía una causa, una
organización y un ejército ya no pedía reformas sino que imponía condiciones. Pero
enseguida comenzaron a producirse divisiones entre revolucionarios y reformistas, al
tiempo que las fuerzas reales entraban en acción y en el campo de batalla los
Comuneros no eran enemigo para el ejército real y las fuerzas de la nobleza que los
derrotaron en la batalla de Villalar, abril 1521, ejecutando a sus jefes más destacados –
Padilla, Bravo y Maldonado-. Las ciudades hicieron las paces con el rey, salvo Toledo
donde María Pacheco, viuda de Padilla, organizó una resistencia que duró seis meses.
La derrota de las comunidades confirmo el poder de la corona en el plano político y de
la aristocracia en el social, peor algunas peticiones fueron llevadas a la práctica, en lo
sucesivo, Carlos I hispanizo su gobierno y su persona.
Todavía tuvo Carlos I que continuar la lucha en otro frente a causa de las Germanías.
Mientras el enfrentamiento comunero tenía ante todo carácter político, los alzamientos
de las germanías o hermandades cristinas de Valencia y Mallorca de 1519 eran
esencialmente conflictos de clase, reflejo de la oposición popular al poder de la
aristocracia. Las germanias no entraron en contacto con los comuneros ya que su
revuelta fue de distinto carácter.
En 1519 los gremios de Valencia se habían armado para hacer frente a un ataque de los
piratas turcos, simultáneamente, un brote de peste vació la ciudad de gran parte de la
nobleza incluido el gobernador. En estas circunstancias, el pueblo aprovechó para tomar
cuentas a la nobleza opresora. Exigió representación en el gobierno municipal y justicia
ante el emperador, que le negaban sus señores locales.
El primer líder de la Germanía, LLorenc, quiso dotar a Valencia de una constitución
republicana, semejante a la de Génova o Venecia. Al morir éste se desvió el movimiento
hacia la violencia y atrocidades, sin un programa claro. Los rebeldes pronto controlaron
la capital valenciana, con el apoyo de los gremios, y desde allí, extendieron el
levantamiento a la mayor parte del reino de Valencia, enviando milicias contra el virrey
y nobles, obligando a los moriscos a bautizarse, suprimiendo todos los impuestos y
amenazando con intervenir en la distribución de la tierra.
En ese momento la rebelión perdió el apoyo de parte de la clase media, lo que permitió
al virrey Hurtado de Mendoza y a sus defensores nobles, restablecer la situación y
destruir las fuerzas de la Germanía en octubre de 1521; aunque hasta diciembre 1524 no
se aplastaron los últimos brotes de resistencia.
En Mallorca, que había seguido el ejemplo de Valencia, los sucesos tomaron el mismo
camino. En la isla también se vivía una profunda crisis económica y social que provocó
la movilización de los grupos populares urbanos y rurales contra los nobles,
eclesiásticos y mercaderes al igual que en el caso valenciano. El llamado Comité de los
Trece se hizo cargo del control del movimiento e impulsó medidas similares a las de la
Germanía valenciana. Bajo el mando de Joanot Colom se radicalizó la situación,
iniciándose una etapa de terror y ataque a todas las posiciones reales.
Carlos que había regresado a España intentó la paz por medio de negociaciones, que
fracasaron, volviendo a producirse una nueva radicalización de los rebeldes. El monarca
tuvo que emplear un fuerte contingente que fuehasta la derrota total de los agermanados
en marzo de 1523.
Política exterior
En líneas generales, la política internacional de Carlos V tuvo dos focos neurálgicos:
Italia y Alemania. El primero, en que se centró la rivalidad con Francia y la expansión
mediterránea otomana, ocupó la primacía entre 1519 y 1544, es decir desde que es
elegido emperador hasta la paz francoespañola de Crépy.
El segundo, pasó a ocupar la primacía desde 1544 hasta su abdicación en 1556, y estuvo
presidida por la cuestión protestante, la lucha por Alemania conoció las ramificaciones
francesas y otomana.
a) Guerras contra Francia
La oposición con Francia tuvo mucho de rivalidad personal con su rey Francisco I, que
estuvo atento a la posibilidad de fortalecer su posición atacando los puntos débiles de su
rival.
Primero saca parido de la revuelta comunera para invadir Navarra, pero llegó demasiado
tarde para explotar las convulsiones y es rechazado.
En la primera guerra (1521-1526) de las cinco guerras que mantendrá con Francia
Italia fue el principal escenario. El Canciller Gattinara deseaba convertir Italia en
núcleo central de los intereses del emperador, pensando que si expulsaba a los franceses
podía pactar con el Papa y controlar toda Europa. Para ello preparó una coalición entre
el Emperador, sus Estados vasallos, el papa Adriano de Utrecht, antiguo tutor de Carlos,
Venecia, Florencia e Inglaterra para ir contra Francia.
En 1524 Francia reconquista Milán y se alía con el nuevo papa Clemente VII y con
Venecia, pero Carlos vence a los franceses en Pavía (1525) donde el propio Francisco I
cae prisionero. Para obtener su libertad firmó el tratado de Madrid, por el que se
comprometió renunciar a sus derechos de Italia y Flandes y entregar Borgoña.
La segunda guerra (1526-1529) dio comienzo poco después, pues lejos de cumplir
con el tratado de Madrid, Francisco I organizó una liga anti-imperial –Liga Clementina
o de Cognac- con el papa Clmente VII, los Estados italianos e Inglaterra. Carlos decidió
atacar al más débil, el Papa, produciéndose el “Saco de Roma” (1527). Abandonado por
sus aliados el Papa firmó un tratado con Carlos que normalizó la relación entre ambos.
La entrada de las tropas imperiales en Roma hizo que la república de Génova dirigida
por el almirante Andrea Doria, se pasara al bando imperial. Gracias a esta alianza, los
franceses que habían sitiado Nápoles fueron derrotados, firmando el tratado de Cambrai
(1529) que confirmó los términos del de Madrid, salvo en lo referente a Borgoña.
Completada la victoria en Italia Carlos fue coronado emperador por el Papa en Bolonia
(1530) convirtiéndose de hecho en el dueño de Europa.
La tercer guerra (1535-1538) fue causada porque a la muerte de Francisco II Sforza,
duque de Milán, al renovar Francisco I sus pretensiones sobre dicho ducado. La
campaña fue un desastre total que endeudó y provocó la ruina militar de ambos
contendientes, lo que llevó en 1538 a la firma de la Tregua de Niza.
Al poco tiempo la lucha se reanudo, y la cuarta guerra dio comienzo cuando Francisco
I, aprovechando la expedición española a Argel, envió un ejército a los Países Bajos.
Carlos volvió a aliarse con Inglaterra y un ejército imperial penetró por Normandía y
llegó cerca de París. Por la paz de Crépy de 1544, Francisco renunció a sus
pretensiones en los Países Bajos y Nápoles.
La quinta guerra (1548-1556) se produjo ya con Enrique II que, aprovechando la
crítica situación de Carlos en Alemania, se alió con los protestantes para invadir Lorena.
A esta guerra se puso fin, momentáneamente, con la tregua de Vaucelles, dejando el
conflicto sin resolver. La guerra proseguirá con Felipe II tras la abdicación del
Emperador.
b) El Imperio Otomano
El enfrentamiento con el Islam no tuvo resultados tan favorables. El enemigo era doble:
De un lado el imperio turco Otomano, que desde comienzos del reinado de Solimán el
Magnífico protagonizaba una vigorosa ofensiva que les llevo a plantarse a las puertas de
Viena. Del otro los grandes corsarios de los que Solimán se había convertido en
protector y que dominaban el norte de África y atacaban los pueblos ribereños del
Mediterráneo. El más importante de ellos era Barbarroja.
Para contener el peligro turco Carlos ocupó Túnez, pero todas las demás operaciones se
saldarían en reveses, que harán que al final del reinado de Carlos se hubiera retrocedido
en el Mediterráneo.
c) El problema protestante
El reinado de Carlos V coincidió con el desarrollo de la reforma luterana en Alemania.
En la Dieta de Worms (1521) el emperador manifestó su oposición a Lutero y su
defensa de la iglesia romana.
Fernando de Austria, en representación de su hermano intentó evitar la guerra religiosa
convocando la Dieta de Espira (1529) contra cuyos acuerdos se alzaron seis príncipes
alemanes y catorce ciudades que expresaron su protesta -de ahí el nombre de
“protestantes” dado a los seguidores de Lucero.
En 1530 se volvió a intentar un arreglo pacífico, en la Dieta de Augsburgo, pero lejos de
acercar posturas terminó con la condena del luteranismo. La respuesta protestante fue
constituir la Liga de Smalkalda con lo que Carlos se vio enfrentado no sólo a la herejía
sino a una organización militar. La guerra contra la Liga comenzó con la victoria
imperial en Mulhberg (1547) tras la que Carlos impuso una solución intermedia, el
Interin de Augsburgo que no satisfizo a nadie.
Reanudado el conflicto, Carlos estuvo a punto de ser hecho prisionero en Innsbruck.
Ante la gravedad de la situación y, mientras se esperaban los resultados del Concilio de
Trento, la Dieta de Augsburgo acordó la libertad religiosa de los estados del Imperio y,
con ello, se rompió también su unidad política.