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EL HOMBRE FRENTE A LA NECESIDAD DE APREHENDER EL
MUNDO
Alumno: BENEDETTI, María Carolina
Escuela: Instituto de Enseñanza Secundaria, Villa Carlos Paz, Córdoba
Profesor Guía: GONZÁLEZ, Nicolás
Introducción:
Si se nos pidiera que definiéramos la característica principal del ser humano, que lo
diferencia del resto de los animales, seguramente la mayoría de nosotros citaría la racionalidad.
Quizás sea porque al igual que Nicholas Rescher (1993) consideramos que “(…)Todas las
capacidades más <<altas>> que caracterizan al hombre se encuentran ligadas de una manera u
otra con su capacidad de razón”. Tal es el caso de la inteligencia, como la habilidad de adquirir
conocimientos a través del aprendizaje inductivo y de empapelarlo mediante el pensamiento
discursivo gobernado por la razón. Pero antes de este proceso cabe destacar la necesidad inherente
en el hombre de conocer, entender, y poder explicar el mundo en el que vive, la que luego le
permite utilizar estos atributos de la razón para satisfacerla. Es entonces, a partir de esta búsqueda
de aprehender lo que nos rodea, como podemos explicar el surgimiento de instrumentos de
conocimiento como la ciencia y la religión, entre otros.
Desarrollo:
Desde donde se remonta nuestro conocimiento de la historia de la humanidad, la religión
formó parte importante del cotidiano de las personas, puesto que se cree que este fue el primer
sistema que permitió conocer de alguna manera el medio, para luego intentar dominarlo. Algunos
de los que piensan que la religión ya prácticamente ha caducado, aseguran que sirvió al hombre
primitivo como el primer instrumento de dominación de masas, o fuente de moralidad. Es decir,
frente a la “incertidumbre”, se necesitaba algún modelo que permitiera eliminar el temor a lo
desconocido, para así poder entablar una relación con él. Modelo indiscutiblemente vigente, hasta
principios del siglo XVII, cuando la ciencia empieza a ganar cada vez más terreno en cuanto a lo
que la explicación del mundo respecta, e inclusive sacándole protagonismo a la religión.
Con Kepler y Galileo, se comenzaron a poner en cuestión las bases de los dogmas
religiosos, pero no fue hasta más adelante con la revolución industrial (ya en el siglo XVIII), que se
coloca a la ciencia en el cotidiano de los individuos cambiándoles la forma de pensar.
Pierre Bourdieu (1999) explica al respecto, que la ciencia y la religión son instrumentos de
conocimiento y construcción del mundo de los objetos, es decir formas o sistemas simbólicos que
tilda de “estructuras estructurantes”. Ahora bien, ¿es posible que estas dos estructuras tengan algún
punto en común?, y si así fuese ¿necesariamente deberían estar en discordia en dicho punto?
En una primera aproximación, la historia nos conduce a pensar que sí hay puntos en común,
y que estos dos modelos de explicación no suelen coincidir en los mismos. Bertrand Russell (1935)
por ejemplo, cita la revolución Copernicana como primer desacuerdo entre ciencia y religión.
Copérnico no solo destrona a la Tierra como el centro del universo, sino que también pone
en duda uno de los dogmas centrales del Catolicismo1, la esencial importancia del hombre. Luego
Kepler continúa desarrollando las teorías copernicanas, pero puede considerarse que no tiene
enfrentamientos con instituciones religiosas por su eminencia científica. No obstante, Galileo
Galilei apenas unos pocos años después, se ve obligado a retractarse frente a la Inquisición,
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Quizás se pueda observar que a lo largo de toda la monografía, parece que cuando se habla de religión o teología se
hace referencia únicamente al catolicismo. Cabe destacar que sólo se cita esta doctrina porque es la que ha tenido mas
confrontamiento con la ciencia, pero esto no quiere decir que debamos entender que es la única que toma posición sobre
estos tópicos particulares
1
patentando así la famosa frase “sin embargo se mueve”, ya que su teoría se comprobaba mediante
la relación con el movimiento del péndulo.
Aunque podemos encontrar como estos, miles de ejemplos en la historia que nos permitan
afirmar que la religión y la ciencia son posturas que Dominique Lambert(2001) clasifica como
discordistas, hay otras teorías que buscan el acuerdo entre ambas, las denominadas concordistas.
Dentro de las teorías discordistas, no solo encontramos las expuestas anteriormente sino también las
que no creen que haya puntos en común. Es decir que estas dos estructuras son tan opuestas que no
se tocan, están tan distantes que una no puede de ninguna manera influir a la otra.
Por otro lado, retomando a Bourdieu, podemos explicar las concordistas, ya que parece
viable suponer que estas estructuras estructurantes tienen necesariamente temas comunes porque
“(…) la objetividad del sentido del mundo se define por el acuerdo de las subjetividades
estructurantes”, es decir que la “realidad” se construye con el acuerdo entre ambas. Los datos
científicos pueden servir directamente a las teologías, o simplemente se supone la existencia de un
“Dios comodín” que ocupe los lugares que la ciencia aún no puede explicar.
Pero en realidad ninguna de las dos posturas contempla el problema en su totalidad, incluso
pareciera que ambas se han quedado en el tiempo.
En primer lugar analizaremos las discordistas. Después de leer la última encíclica del Papa
Benedicto XVI(2007) “Spe salvi”(SS), parece hasta demasiado inocente pensar que entre la ciencia
y la religión no puede haber roces por falta de lugares comunes. Ya desde sus comienzos como
Sumo Pontífice, cargo que lo coloca al frente de la Iglesia Católica como institución, Ratzinger le
dejo muy en claro a la sociedad su postura ultra conservadora. En la encíclica citada anteriormente,
reafirma esta postura y pone en relieve el desacuerdo entre la ciencia y la religión. Por ejemplo,
pide un distanciamiento del cristianismo moderno mediante autocrítica a individualismos y al
racionalismo, ya que estas últimas han producido un indebido reemplazo de la fe. Explica que la
teología es la única capaz de organizar todo tipo de conocimiento humano, y que por otro lado, las
leyes de la materia y de la evolución no son las que gobiernan al universo, ya que no liberan al
hombre sino que lo esclavizan. Pero más allá de la postura que se tome oficialmente en dicha
institución, podemos encontrar en lo vanal un basto conjunto de temáticas, en las que no se puede
asegurar con total certeza terreno de quien es, (ciencia o teología), generándose de este modo
conflicto entre las partes. Por ejemplo, cuando se plantea el origen y el destino del universo, la
aparición del hombre en el mismo, o simplemente cuestiones que apuntan más a lo moral, como el
aborto, los métodos anticonceptivos, la clonación de células madre, etc. Suponer que son tan
opuestas que nunca se tocan, es colocar arbitrariamente ciertos tópicos en manos de una estructura
en particular y alejarlos de la otra sin un análisis demasiado profundo. Como el caso particular del
aborto, donde la discusión sobre el momento en el que comienza la vida puede admitir varias
posturas, sin que ninguna resulte incoherente, porque tiene que ver con el sistema de creencias de la
persona, producto de una construcción social. . Algunas lo pueden señalar como un atentado contra
la vida (visión teológica), o una protección a la misma en caso de que el embarazo sea de alto riesgo
(visión científica).
En segundo lugar consideraremos las concordistas. Particularmente, creo que surgen a partir
del avance de la ciencia sobre la vida cotidiana del común de los hombres. La explicación de
algunas particularidades de la naturaleza ha generado tanta credibilidad en las sociedades que,
paradójicamente, la leyenda “científicamente comprobado” se ha convertido en un dogma. Por lo
tanto toda explicación que provenga de la ciencia resulta indiscutible, dejándole a la religión sólo
los espacios en blanco donde no se haya encontrado aún ninguna teoría que encaje sistemáticamente
con las otras ya científicamente comprobadas. Por más que de la impresión que con el “Dios
comodín” todo se enlaza a la perfección, ¿Qué sucederá cuando la ciencia logre ocupar estos
blancos?, ¿Qué lugar le quedará entonces a la religión?. Lambert sostiene: “(...) Dios no aporta aquí
ningún elemento de explicación; pasa a ser una mera causa física inmersa en otras causas físicas”.
Al respecto Russel dice: “(…) los teólogos se han acostumbrado a agradecer pequeñas mercedes y
no les importa mucho que clase de Dios les proporcione el hombre de ciencia, siempre que les de
uno por lo menos.” De esta manera, siendo que la religión ha dominado casi completamente el
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sistema de explicaciones de la naturaleza hasta el siglo XVIII ¿hasta cuando podrá tan solo
conformarse con un Dios cuyo papel no es de suma relevancia, sino que se trata de una causa más?
Una vez detalladas las dos posiciones clásicas sobre el problema, retomaremos la idea de la
necesidad inherente en el hombre de conocer, entender, y poder explicar el mundo en el que vive.
Junto a esta necesidad surgen un conjunto de interrogantes que el hombre se plantea durante su
vida, por más que usualmente evite profundizarlos demasiado, porque considera que aún no posee
las herramientas necesarias para contestarlos. Preguntas como ¿de dónde venimos?, ¿hacia dónde
vamos? O ¿cuál es el sentido de nuestra existencia? son algunas de las más comunes. Sin embargo,
que hemos planteado una suerte de “pregunta general” de la que luego se disgregan con facilidad las
otras, y qué más general para el hombre común que plantearse cuál es el origen del “el universo.”
Podemos afirmar que, sin lugar a dudas, la teoría científica que tuvo más repercusión sobre
el origen del universo en los últimos tiempos, ha sido la postulada por el físico y sacerdote católico
Georges Lemaitre, ya entrado el siglo XX. En un principio se piensa que en el caso que el “Big
Bang” efectivamente hubiese ocurrido, tanto la ciencia como la religión tendrían cabida en dicha
teoría.
Tal es el caso si consideramos la teoría del “Big Bang Caliente”. Stephen Hawkins (2008)
explica que las diferentes regiones del universo debían estar con la misma temperatura, y que la
velocidad de expansión debía ser extremadamente específica, puesto que de esta única manera se
podría haber evitado un nuevo colapse. Pero luego, él mismo se cuestiona que la meticulosidad es
tal que se resulta imposible encontrar un objetivo que explique tal presición, salvo que este sea el de
un Dios que quería crear a los hombres, .
No obstante Hawking, no se queda con esto sino que desarrolla aún más estas teorías, pero
como sucedía con las concordistas, cada vez resulta más difícil encontrarle un lugar a Dios, como lo
concibe la teología.
Por ejemplo, explica que si hubo sucesos anteriores al Big Bang, estos no podrían utilizarse
para describir lo que sucedió a continuación, puesto que estaríamos hablando de densidades del
universo, y curvaturas del espacio-tiempo distintas. Por lo que lo anterior al Big Bang no influye en
lo posterior. Entonces si Dios generó el Big Bang, esa fue su única participación en la historia del
universo, puesto que no podría hallarse en nada posterior a esta gran explosión.
El modelo que venimos explicando hasta el momento, nos conduce traer a cuenta la
mecánica cuántica, a través de la “incertidumbre”. Suponiendo que el universo habría sufrido un
periodo de expansión rápida, las no uniformidades iniciales se fueron expandiendo a tal punto que
llegan a ser tan grandes como para poder explicar el origen de las galaxias. En estas no
uniformidades hayamos el principio de incertidumbre, es decir el punto en el que ya no se puede
explicar con total exactitud. Pero entonces en dichas no uniformidades no podemos hallar a Dios,
puesto que la decisión de un Dios creador, no permite lo aleatorio.
Ahora bien, que los últimos postulados de la ciencia no den lugar a la concepción de un Dios
como lo venía describiendo la teología, no necesariamente significa que no den lugar al mismo. La
búsqueda del conocimiento nos esta llevando a crear una nueva imagen de Dios, donde no se trata
más de un simple “Creador”, sino que ahora podemos entenderlo como un “Dios Matemático”. Dios
se dedicó al pensamiento y a la contemplación. Esto tiene sentido si suponemos como dice
Berkeley (1710) que las cosas existen desde el momento en que son pensadas, él afirma que: “ el
universo puede ser descripto mejor, aunque muy imperfecta e inadecuadamente, como un
compuesto de puro pensamiento” .
Volviendo a lo ya mencionado del Big Bang, resulta interesante tener en cuenta a Einstein ,
“Dios no juega a los dados con el universo” , es tanta la minuciosidad con la que parece haber sido
creado él universo , que aunque si bien la ciencia de hoy en día nos lleva a pensar que Dios no tuvo
otra opción más que idear el universo de la forma que lo hizo, considero imposible atribuirle
semejante genialidad a otra causa.
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Conclusión:
Podríamos pensar entonces que la tarea de Dios, paso por idear el universo, la forma
detallada en la que sería creado, y su funcionamiento, desde las galaxias hasta los seres vivos y
luego lo hecho a suerte. Si nos ponemos a reflexionarlo, una vez más la historia de la humanidad
nos lleva asegurar la idea del “libre albedrío”, Dios ideo un universo perfecto para nosotros, y en él
un planeta que se ajusta a nuestras necesidades(o viceversa), quizás el nunca hubiera deseado
ninguna de los desastres que tuvo que sufrir el hombre, sino que fueron consecuencias de la libertad
que le dio de hacer lo que desee con su medio. Tal vez también de esta forma podamos explicarnos
nuestra necesidad de aprehender el mundo.
Cabe destacar que esta posición del Dios matemático surge como resultado de la eminencia
que ha adquirido la ciencia en los últimos siglos. Pero sin embargo es menester aclarar que esto no
significa que las funciones que hoy tiene la religión vayan a desaparecer. Si bien se piensa que
instituciones como la Iglesia Católica actualmente se encuentran en crisis, los dogmas aún sirven a
las personas a enfrentar las presiones de la vida cotidiana. Cuando las situaciones límites han
llevado a perder la confianza en uno mismo para resolver los problemas, es muy normal acudir a la
ayuda de figuras sobrenaturales. Es por esto que, es de suma importancia que ambas estructuras
(ciencia y religión) prevalezcan.
Si bien se ha expuesto anteriormente por qué las posiciones concordistas y discordistas no
son completamente pertinentes para el análisis de estos sistemas de conocimientos, esto no quiere
decir que no haga falta algo que permita la coexistencia.
Tanto Hawking, Russell, como Lambert proponen (pero sin demasiada profundidad) a la
filosofía como posible mediadora. Pero en este caso, a titulo personal y a modo de cierre, voy a
ahondar sobre esta vaga idea, puesto que lo considero de suma importancia.
En sus principios el objeto de estudio de la filosofía abarcaba la totalidad de las cosas, por
lo que puede ser entendida como la madre de todas las ciencias. Por otro lado, también se encarga
de cuestiones morales y metafísicas, de un modo similar a la teología en algunas cuestiones. Quizás
no debemos encargarnos de pensar si la ciencia y la religión acuerdan en algún sentido, sino que la
prioridad debería ser buscar algún puente entre ambas, dada la indiscutible importancia de las dos
en la construcción de subjetividades de la mayoría de los seres humanos.
Propongo la filosofía no solo porque considero que su objeto de estudio a lo largo de la
historia la coloca como la más capacitada, sino porque también soy una convencida que la filosofía
parte de lo cotidiano, y no de abstracciones incomprensibles como se suele pensar. La capacidad de
comprender este “puente” debe estar necesariamente al alcance de cualquier ser humano, y la
filosofía, sin que nos demos cuenta vuelve a colocarse en nuestra vida de una manera encubierta. El
filosofar ya no es solo atributo de los grandes pensadores, puesto que no se trata de aportar
soluciones a nuestros cuestionamientos, sino que simplemente se basa en evitar que la
superficialidad se apodere de nosotros, por lo que encontraremos filosofía en cualquiera que
busque ir mas allá de lo que su contexto le propone, planteando un análisis medianamente serio de
todas las variables.
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