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LA ETICA FILOSOFICA
Rodríguez Luño, Ángel
ETICA GENERAL: ÉTICA FILOSOFICA. EUNSA – 1993 – España.
Libros de Iniciación Filosófica, páginas 17 – 27.
NOCION PRELIMINAR DE ÉTICA
1. Puesto que el largo diálogo con
el lector que ahora iniciamos
tiene como tema la Ética, nos
parece necesario decir cuanto
antes, y de la manera más
sencilla
posible,
qué
entendemos por Ética. Ya habrá
tiempo
de
corregir
las
imperfecciones de esta noción
preliminar. La Ética Filosófica o
Filosofía Moral, es la parte de la
Filosofía que estudia la vida
moral del hombre, es decir, su
comportamiento libre. La Ética
es,
pues,
una
disciplina
filosófica,
esto
es,
una
investigación
racional
y
sistemática que estudia su
objeto propio (la vida moral)
desde
una
perspectiva
de
totalidad, y con el propósito de
sacar a la luz sus aspectos más
profundos y universales. Todo
esto implica que la Ética se
distingue, por una parte, del
conocimiento moral espontáneo
y, por otra, de las disciplinas
teológicas y de las ciencias
positivas.
2. La distinción entre la Ética
Filosófica y el conocimiento
moral espontáneo consiste en lo
siguiente.
El conocimiento
moral espontáneo es parte
integrante de la vida moral y,
como ella, es ante todo una
realidad vivida, una dimensión
esencial
de
la
existencia
humana.
Todo hombre, haya
estudiado
o
no
Ética,
protagoniza cotidianamente una
existencia moral, y posee un
conjunto de ideas y criterios de
acuerdo con los cuales toma
determinadas
decisiones
relativas a su comportamiento
concreto y a la dirección de su
vida (“qué tipo de persona
quiero ser?”), y de acuerdo con
los cuales enjuicia también el
comportamiento y la vida de los
demás. La Ética Filosófica es,
en
cambio,
una
reflexión
sistemática
y
críticamente
elaborada, que no todo hombre
realiza.
La Ética pretende
esclarecer
filosóficamente
la
esencia de la vida moral y las
relaciones fundamentales en ella
implicadas, con el propósito de
formular normas y criterios de
juicio que puedan constituir una
válida
orientación
para
el
ejercicio responsable de la
libertad personal. Obviamente,
la vida moral y el conocimiento
ético espontáneo constituyen el
punto de partida y la fuente
principal de la reflexión éticofilosófica.
La distinción formal entre Ética
Filosófica y conocimiento moral
espontáneo subsiste a pesar de
que ambos saberes tengan de
suyo un mismo objeto: la
verdad acerca de la vida moral
(la verdal moral), ya que cada
uno de ellos la alcanza y la
explica de diversa manera. Algo
similar ocurre en muchos otros
terrenos: el campesino y el
especialista en
meteorología
alcanzan de muy distinta forma
el conocimiento de las lluvias y
demás factores climáticos, así
como también son muy diversas
las justificaciones que pueden
dar
de
sus
predicciones
climáticas.
3. La Ética Filosófica se distingue
del estudio teológico de la vida
moral (Teología Moral) porque
ésta última, además de incluir
todo lo que la razón nos enseña
acerca de la vida moral,
contiene también lo que acerca
de ella enseña la Fe, luz
intelectual superior a la razón,
fundamentada en la Revelación
divina. Cabe decir por ello que,
con relación a la totalidad del
conocimiento moral que el
hombre puede de hecho tener,
la Ética Filosófica y la Teología
Moral se relacionan entre sí
como
lo
incompleto
y
lo
1
completo . Esta tesis, que en la
Para la adecuada comprensión y justificación de esa
tesis, cfr. MAN/ONI. A., Osservazioni sulla morale
1
práctica hace algo problemático
el estatuto y el valor de la Ética
Filosófica, será estudiada con
detenimiento en el capítulo III.
4. La Ética Filosófica se distingue
de las ciencias positivas, y
particularmente de aquéllas que
estudian
realidades
morales
(Psicología y Sociología de la
moralidad), por la perspectiva
de totalidad y por el grado de
profundidad que le es propio.
La perspectiva de totalidad es
una característica esencial de
todo estudio verdaderamente
filosófico.
Escribe Pieper que
“filosofar significa reflexionar
sobre el significado último y
profundo de la totalidad de lo
que nos sale al encuentro”2. La
pregunta filosófica es en cierto
sentido
omniabarcante,
no
excluye ninguna dimensión de la
realidad.
No
se
puede
responder a esa pregunta sin
hablar de algún modo de la
totalidad de lo real: del mundo,
del hombre y de Dios. Esto no
quiere decir que la Filosofía sea
una enciclopedia de todas las
ciencias, ni tampoco que esté
condenada a permanecer en lo
vago y abstracto. Significa más
bien que pretende llevar el ideal
de la inteligibilidad hasta su
católica. Ed. Paoline. Cinisello Balsamo (Milán)
1986, pp. 55 ss.
2
PIEPER, J. Per la filosofía. ARES, Milán 1976, p.
20. Mi actividad docente se desarrolla desde hace
muchos años en Italia, y por ello no siempre me es
posible disponer de las traducciones españolas de las
obras citadas. En esos casos, hago yo mismo la
traducción desde el original o desde la edición
italiana. Pido disculpas al lector.
realización más cumplida. A un
médico, por ejemplo, le es lícito
hablar de la muerte desde un
punto de vista muy particular,
con relación exclusiva, por
ejemplo, a los parámetros
proporcionados
por
el
electroencefalograma.
La
muerte de un ser humano
plantea al filósofo cuestiones
más profundas y universales,
pero no más vagas, ni menos
interesantes para el hombre
común.
La perspectiva de
totalidad
no
es,
pues,
consecuencia de la abstracción –
el comportamiento del médico
ante
la
muerte,
antes
mencionado,
sí
que
hace
abstracción
de
realidades
importantísimas-, sino del grado
de
profundidad
de
la
comprensión filosófica.
5. El
origen
etimológico
del
término “Ética” puede aclarar
ulteriormente la naturaleza de
esta ciencia.
“Ética” es un
término muy antiguo. Aparece
ya en el título de los tres
tratados morales del corpus
aristotélico (Ética a Nicómaco,
Ética a Eudemo y Gran Ética).
Procede del vocablo “éthos”
(έ os), que significa “carácter”,
“modo de ser”.
Aristóteles
advierte
por
“hábito”
o
“costumbre”3. Ellos nos permite
Aristóteles, Ética a Nicómaco, II, I, 1103 a 17-18.
Utilizamos el texto griego de Burneo, ed. Methuen,
Londres 1900. Para la traducción castellana tenemos
en cuenta la realizada por Patricio de Azcárate, ed.
Anaconda, Buenos Aires 1947, y la de Julián Marías
y María Araujo, ed. Instituto de Estudios Políticos,
Madrid 1970. Existe también un significado más
3
precisar que el carácter o modo
de ser de que aquí hablamos no
es el temperamento o la
constitución
psicobiológica
innata, sino la forma de ser que
la persona adquiere para sí
misma a lo largo de su vida,
emparentada con el hábito
(“héxis”), que es bueno (virtud)
o malo (vicio). Comparando la
Ética
con
otros
tratados
filosóficos escritos por él mismo,
como la Metafísica, Aristóteles
añade que la Ética es un tratado
“no teórico como los otros (pues
no investigamos para saber qué
es la virtud, sino para ser
buenos, ya que en otro caso
sería totalmente inútil), y por
eso tenemos que considerar lo
relativo a las acciones (práxeis),
y al modo de realizarlas; son
ellas,
en
efecto,
las
que
determinan la calidad de los
hábitos”4
La etimología del vocablo “Ética”
nos permite completar la noción
de Éica con dos aspectos
nuevos. Por una parte, la Ética
es un tratado práctico, porque
se refiere a las acciones
antiguo de éthos, que podríamos traducir por
“morada”, “residencia” o “lugar donde se habita”. La
literatura griega empleó esa palabra para referirse a
las cuadras de los animales, a las guaridas de las
fieras y al país donde habitan los hombres. Este
significado arcaico de éthos ha sido realzado por
Heidegger, principalmente en su Carta sobre el
humanismo, con objeto de mostrar que la Ética es la
reflexión que afirma la “morada” del hombre en el ser
o, con otras palabras, que afirma que la relación con
la verdad del ser sería el elemento originario y
constitutivo de la existencia humana, Heidegger
aproxima exageradamente la Ética a la Ontología.
4
Ibid., II, 2, 1103 b 26-31.
humanas y a la vida moral no
sólo
para
conocerlas,
sino
principalmente para dirigirlas.
Por otra parte, la Ética considera
las acciones humanas en su
relación con el modo de ser
(éthos) que la persona adquiere
a través de ellas.
Podemos
decir entonces que el ámbito de
la realidad estudiado por la Ética
está constituido por la persona
humana,
considerada
directamente no en su ser físico
o psicológico, sino en el ser y en
la
configuración
buena
(virtuosa) o mala (viciosa) que
se da a sí misma mediante sus
acciones.
EL OBJETO DE LA ÉTICA
El objeto material: los actos
humanos
6. Se llama objeto material de una
disciplina científica a la realidad
o conjunto de realidades que
constituyen
su
objeto
de
estudio. Acabamos de decir que
la Ética se ocupa de las acciones
humanas
en
cuanto
que
relacionadas con la forma de ser
de la persona; las acciones
humanas son, pues, el objeto
material de la Ética. Pero es
preciso determinar mejor cuáles
son estas acciones, porque no
todo lo que es el hombre hace ni
todo lo que en el hombre ocurre
modifica su forma de ser, su
“ethos”.
Para esclarecer esta
cuestión la Filosofía ha utilizado
tradicionalmente la distinción
entre actos humanos y actos del
hombre, que explicamos
renglón seguido.
a
Actos humanos son aquéllos que
el hombre es dueño de hacer y
de omitir, de hacerlos de un
modo o de otro.
Son las
acciones libres, esto es, las que
proceden de la deliberación
racional y de la voluntad, ya sea
inmediatamente (amor, deseo,
odio), y entonces se habla de
actos elícitos de la voluntad, ya
sea a través de otras ponencias
(hablar, trabajar, golpear), y
entonces se habla de actos
imperados por la voluntad (nn.
80-81). Actos del hombre son,
en cambio, los que no son
libres, bien porque en el
momento en que se realizan
falta el necesario conocimiento y
voluntariedad, bien porque se
trata de procesos sobre los que
el hombre no posee un dominio
directo
(desarrollo
físico,
circulación de la sangre, etc.)
La distinción existente entre los
actos humanos y los actos del
hombre puede hacerse intuitiva
mediante los conceptos de obrar
y ocurrir.
Cuando realiza un
acto humano, el hombre tiene la
conciencia, más o menos refleja,
de ser él mismo el autor, la
causa de ese acontecimiento
personal: la acción humana está
unida a la vivencia de ser yo el
agente activo y responsable, la
verdadera causa de lo que hago.
Cuando se da un acto del
hombre, el sujeto humano tiene,
por el contrario, la conciencia
de que algo ocurre en él, como
si su ser fuese un escenario en
el que algo acontece sin su
activa participación personal: al
acto del hombre está ligada,
cuando más, la vivencia de ser
simple sujeto de un cambio5.
7. La
distinción
entre
actos
humanos y actos del hombre
cuenta con una larga historia en
la tradición filosófica.
Para
entender mejor cuál es su
fundamento resulta de interés
saber cómo la explica Santo
Tomás de Aquino: de entre
todas las acciones hechas por el
hombre, se llaman humanas
sólo aquéllas que son propias
del hombre en cuanto que es
hombre; como lo propio del
hombre en cuanto tal es ser
dueño de sus actos, sólo son
humanas las acciones de las que
el hombre es dueño, y por tanto
las que proceden de la voluntad
deliberada, ya que el hombre
ejerce el dominio sobre sus
actos a través de la razón y de
la voluntad, de las que es propia
la libertad6. El criterio distintivo
de estos dos tipos de actos, es
pues, el ser o no propios del
hombre en cuanto hombre.
Obsérvese que esta apropiación
no hace referencia a la sustancia
o contenido de la acción, sino
únicamente al modo de obrar,
Para el estudio fenomenológico del obrar
específicamente humano, cfr. WOJTYLA, K.,
Persona y acción, BAC, Madrid 1982.
6
Cfr. STO. TOMAS DE AQUINO, Summa
Theologiae, I-II, q. I, a. I; ed. Leonina, Typographia
Polyglotta S.C. De Propaganda Fide, Roma 1891.
5
es decir, al modo en que la
acción procede del hombre; sólo
es humana la acción realizada
libremente. Así, por ejemplo,
cuando
un
hombre
toma
deliberadamente un alimento, la
Ética habla de acto humano,
aunque la acción de comer no es
exclusiva del ser humano. En
cambio, la percepción inmediata
de
los
primeros
principios
intelectuales, aun siendo un acto
espiritual exclusivo del hombre,
no es para la Ética un acto
humano:
esa
percepción
pertenece constitutivamente a la
inteligencia, y se realiza de
modo necesario según leyes
independientes de la decisión
del sujeto, por lo que no puede
ser para éste motivo de mérito
ni de culpa.
Cabe explicar desde otro punto
de vista en qué consiste el modo
específicamente
humano
de
obrar. A diferencia de lo que
sucede con el obrar de otros
seres vivos, los actos humanos
no se acomodan instintiva y
automáticamente a la realidad
en que el hombre vive y a los
bienes que le solicitan; tiene
que ajustarlos él mismo. Sólo
con
relación
a
los
actos
humanos hablamos propiamente
de conducta humana, porque
con
ellos
el
hombre
se
“conduce” a sí mismo hacia sus
objetivos, sirviéndose para ello
de su conocimiento de la
realidad y del ambiente en que
vive7.
Las acciones humanas
dependen enteramente de ese
centro de autodecisión que
llamamos persona, y por eso
son las acciones propias del
hombre en cuanto persona.
Sólo ellas pueden ser puestas en
relación con el modo de ser
moral de la persona (“ethos”),
esto es, sólo ellas implican
responsabilidad moral; ya que el
sujeto
personal
puede
“responder” (dar razón) de
aquellas acciones y sólo de
aquéllas que ha proyectado y
organizado él mismo, es decir,
sólo puede responder de las
acciones de las que él es
verdaderamente autor, causa y
principio. Ya el uso común del
lenguaje establece una estrecha
relación entre la organización y
control personal de la conducta
y la moral: de la persona que
renuncia
a
gobernar
racionalmente
su
conducta,
abandonándose al vaivén de los
estados emotivos o al curso d
elos acontecimientos, decimos
que “ha perdido la moral”, que
está “desmoralizada” o, al
menos, que “está baja de
moral”.
siguiente: el hombre es un ser
moral en la exacta medida en
que es un agente racional. La
expresión “agente racional” se
refiere
directamente
a
la
voluntad, facultad apetitiva que
obra en estrecha unión con la
razón práctica.
El término
“razón práctica” nombra una de
las dos vertientes o funciones de
nuestra
única
facultad
cognoscitiva racional (la otra
función es la especulativa). La
razón actúa especulativamente
cuando se detiene en el saber y
en
la
verdad;
actúa
prácticamente cuando se deja
penetrar por la intencionalidad
propia de la voluntad, cuyo
horizonte
fundamental
está
constituido por el bien (y en
sentido negativo por el mal),
con el fin de dirigir y organizar
las
operaciones
voluntarias.
Basta reflexionar sobre lo que
hacemos
cada
día
para
comprobar que una parte no
pequeña de nuestra actividad
racional consciente se refiere a
intereses prácticos: selección de
los
objetivos
del
obrar,
planificación y organización de
la conducta, etc. Es claro que el
uso práctico de la razón se
distingue y a la vez presupone el
especulativo: dirigir el obrar no
es lo mismo que saber, pero
sólo quien sabe puede dirigir
racionalmente el obrar, y tal
dirección es sin duda una forma
de sabiduría8. En la Segunda
8. Como proyectar y organizar la
conducta son actos de la razón,
cuanto hemos dicho podría
resumirse en la afirmación
Sobre el sentido de la justificación como ajuste y
como justicia, conceptos procedentes de la
antropología de X. Zubiri, así como sóbre las
observaciones de Ortega y Gasset acerca de la
conducta como ducción de sí mismo, cfr. LÓPEZ
ARANGUREN, J. L., ÉTICA, 2ª ed., Revista de
Occidente, Madrid 1959, pp. 63 ss.
7
La dirección de la conducta que dejase de lado el
saber acerca de lo bueno y lo malo no sería racional,
sino arbitraria. Pero ni siquiera el arbitrio puede
8
Parte del libro estudiaremos con
detalle la intervención de la
voluntad y de la razón práctica
en la acción humana.
9. podemos concluir diciendo que
las acciones de la persona
humana son objeto material de
la Ética en cuanto que son
libres, esto es, en tanto que
presuponen la actuación de la
deliberación racional y de la
voluntad.
Las
exigencias
morales afectan a la persona
humana porque ésta es libre, y
no, por ejemplo, por haber
causado de algún modo un
efecto de cierta relevancia
humana. La siguiente hipótesis
lo aclarará. Si alguien pusiera
en peligro la propia vida para
salvar
la
de
su
prójimo,
difícilmente podríamos evitar un
movimiento de aprobación y de
alabanza moral.
Pero si
llegásemos a saber que aquel
aparente heroísmo no procedía
de la libre decisión interior, por
haber
sido
completamente
causado por el alcohol, por una
droga o por el hipnotismo,
desaparecería la tonalidad moral
del anterior juicio positivo. Al
desaparecer el querer libre y
consciente, desaparece también
la realidad moral del efecto
causado. Ello nos hace ver que
manifestaría
una
notable
incomprensión del punto de
quedar fuera del saber acerca del bien y del mal: el
arbitrio responde a la idea de que lo bueno es la
prosecución de determinados intereses, la satisfacción
de ciertos impulsos o la afirmación de la autonomía
decisional y operativa del sujeto racional.
vista ético quien, ante la
llamada del valor moral, quisiera
excusarse diciendo: “yo soy libre
de obrar como me parece”. La
moral concierne a la persona
humana precisamente porque
ella es libre de obrar como le
parece. Quien se excusa de esa
manera
está
diciendo,
en
realidad,
que
es
psicológicamente posible evadir
las exigencias morales, lo que
evidentemente es verdad. Pero
para la Ética lo decisivo es que,
en el mismo instante en que la
persona
humana
decide
desatender una exigencia moral,
advierte que esa decisión suya
es moralmente mala, lo que
muestra que su capacidad
psicológica de “obrar como le
parece”, lejos de ponerla fuera
del ámbito de la moral, es lo
que la incluye en él.
El
objeto
formal:
la
moralidad
de
los
actos
humanos
10. El objeto formal de un saber
es el aspecto o la propiedad del
objeto
material
que
directamente le interesa. Cabría
decir también que es el punto de
vista desde el que una disciplina
científica estudia su objeto
material, con tal de que se
advierta que el objeto formal es
un aspecto real de las cosas
mismas, y no un simple modo
de considerarlas, que, en cuanto
tal, podría ser injustificado o
incluso arbitrario. Es decir, la
moralidad es una dimensión real
y esencial de la acción humana,
y no un simple modo de
considerarla. El objeto formal
de la Ética es aquello según lo
cual
los
actos
humanos,
considerados formalmente en
cuanto tales (y no desde un
punto de vista particular o con
relación
a
una
finalidad
restringida, como actos de un
artista o de un deportista por
ejemplo) son calificados como
buenos o malos. La bondad o
maldad de las acciones humanas
en cuanto tales se llama
genéricamente
moralidad.
Decimos por ello que el objeto
formal de la Ética es la
moralidad
de
los
actos
humanos.
11. La moralidad –bondad o
maldadde
las
acciones
humanas
no
se
identifica
formalmente con las cualidades
naturales
(inteligencia,
habilidad, etc.) que la persona
pone en juego al obrar.
Las
dotes naturales del hombre
(inteligencia, habilidad y fuerza
física, firmeza de carácter, etc.)
son
moralmente
ambigüas,
porque pueden ser utilizadas
tanto para el bien como para el
mal. La agudeza intelectual se
manifiesta tanto en la forma de
planear un robo como en el
modo convincente de proponer
la verdad; lo mismo puede
decirse de la sangre fría, de la
constancia, etc.
Solamente
mediante una decisión libre
puede un hombre ser bueno o
malo moralmente. Este hecho,
de suyo bastante claro, ha sido
puesto de manifiesto repetidas
veces a lo largo de la historia
del pensamiento ético.
San
Agustín caracteriza la virtud
moral diciendo que por ella se
vive rectamente y que nadie
puede usarla para el mal9, lo
que equivale a afirmar que la
virtud moral consiste en el buen
uso de la libertad10.
Santo
Tomás de Aquino sostiene en un
sentido parecido que sólo quien
tiene una voluntad buena es
bueno en sentido absoluto, pues
gracias a ella utilizará para el
bien todos sus recursos11.
Y
Kant afirma que nada hay en el
mundo que sin limitación pueda
ser tenido por bueno sino la
buena
voluntad,
aduciendo
como prueba la razón antes
indicada12.
Por
eso,
los
calificativos morales se reservan
para enjuiciar los actos de la
voluntad deliberada, por los que
la persona se autodetermina
hacia el bien o hacia el mal.
12. La bondad o malicia morales
tampoco se confunden con la
que pueden tener las acciones
humanas con relación a una
9
Cfr. S. AGUSTIN, De libero arbitrio, lib. II, cap. 19,
ML 32, 1268.
10
Cfr. S. AGUSTIN, Retractationum libri duo, lib. I.
cap. 9, 6; ML. 32. 598.
11
Cfr. STO. TOMAS DE AQUINO, De malo, q. I, a
5, c., en “Quaestiones Disputatac” II, 10.a ed.,
Marietti, Turín-Roma 1965. En adelante se cita De
malo.
12
Cfr. KANT, I., Fundamentación de la metafísica de
las costumbres, Aguilar. Buenos Aires 1973, pp. 5960.
finalidad restringida, como es la
perfección
técnica
en
la
consecución
de
objetivos
particulares o en la realización
de determinadas obras.
Se
trata de dos puntos de vista, el
moral y el técnico, formalmente
diferentes. Basta observar que
el sentido común distingue sin
dificultades entre el uso técnico
y el uso ético de calificativos
como “bueno”, “perfecto”, etc.
Quien desaprueba moralmente
el
robo
y
los
atentados
terroristas
no
tiene
inconveniente en hablar de un
“buen” robo y de un atentado
“perfecto”,
porque
advierte
espontáneamente
que,
utilizadas en cierta manera,
esas valoraciones ni siquiera
rozan
la
eticidad
del
comportamiento13. Cuando se
habla de bien y de mal con
relación
a
las
cualidades
naturales o técnicas de la acción
humana, se alude a un bien o a
un mal relativos; en ese
contexto,
bueno
y
malo
significan algo así como “bueno
o malo bajo un determinado
aspecto o en un cierto sentido”.
El robo de que hablábamos
antes, por ejemplo, es una
Pero del mismo uso lingüistico se desprende
también que lo técnico y lo ético no son
necesariamente dos campos distintos de objetos, sino
dos aspectos o formalidades que pueden convivir en
una misma realidad. Una misma acción humana
puede tener aspectos técnicos y aspectos éticos. La
abstracción presupuesta por el análisis racional no
deberá olvidad, por tanto, que aunque se trate de
aspectos formalmente diferentes, la técnica y la ética
mantienen con frecuencia relaciones mutuas muy
estrechas.
acción mala en sentido absoluto,
mientras que la inteligencia ola
perfección técnica con que fue
realizado hacen el robo “bueno”
o “perfecto” bajo una óptica
muy restringida y sólo bajo ella,
y hacen bueno a su autor sólo
bajo un aspecto particular: le
hacen “bueno” como ladrón (en
el sentido de experto, hábil,
etc.; otras perfecciones relativas
podrían hacerlo bueno como
músico, como artesano, como
militar, etc.), pero no como
persona. Profundizaremos en la
distinción entre obrar moral y
hacer técnico en el n. 108.
13. En cambio, cuando se utilizan
en su acepción ética, bien y mal
tienen un sentido absoluto. El
bien y el mal morales es el bien
y el mal que las acciones poseen
en tanto que humanas, y por
eso afectan a la persona
humana en cuanto tal, en su
totalidad: hacen al hombre
bueno o malo absolutamente y
sin restricciones, como persona
humana.
Cabe decir, por
consiguiente, que el bien moral
coincide con el bien de la
persona en la medida exacta en
que este bien está en juego en
la acción libre y ha de ser
realizado a través de ella14. La
13
Para un tratamiento más detenido de la relación
entre el valor moral de la acción y el valor o dignidad
de la persona, cfr. CAFFARRA, C., Viventi in Cristo.
2.a ed., Jaca Book, Milán 1981, pp. 50-51. Sobre el
sentido absoluto y relativo del bien, cfr. MILLAN
PUELLES, A., Fundamentos de Filosofía, 6,a ed.,
Rialp, Madrid 1969, pp 610 ss. Y SPAEMANN, R.,
Ética: cuestiones fundamentales, EUNSA, Pamplona
1987,
pp.
19
ss.
(Original:
Moralische
14
referencia al bien intengral de la
persona considerada en su
unidad y totalidad distingue la
dimensión propiamente moral
de la razón práctica, de la
dimensión artística y técnica, y
explica que éstas sean juzgadas
por aquélla. Todos nos hemos
arrepentido alguna vez de haber
ejecutado un proyecto operativo
que se demostró eficaz.
Me
remuerde la conciencia y me
arrepiento
no
por
una
deficiencia técnica de mi obrar,
sino porque, una vez alcanzado
con éxito el objetivo prefijado,
advierto que su consecución ha
sido una pérdida más que una
ganancia, y reconozco que me
había equivocado al proponerme
como
fin
lo
que
sólo
aparentemente era un bien. La
explicación de esta común
experiencia es que, en un nivel
más profundo que el definido
por los bienes que aquí y ahora
me atraen, existe “algo” que
necesaria e irrenunciablemente
deseo –en realidad, es el objeto
originante
y
la
medida
constitutiva de todo mi desear-,
y he advertido que la acción
antes
realizada
no
es
congruente con ese “algo”
mucho más precioso y querido,
que a partir de Aristóteles la
tradición filosófica ha llamado fin
último, vida feliz o felicidad15, y
Grundbergriffe,
C.H.
Beck´sche
Verlagsbuchhandlung
(Oscar
Beck),
GmbH,
München 1982.
15
Cfr. ARISTOTELES, Ética a Nicómaco. I, 1097 b
y ss; STO. TOMAS DE AQUINO, Summa
Theologiae, I-II, qq. I y 3-5.
que alude, en un sentido todavía
genérico, al bien perfecto de la
persona a la plenitud de sentido
de la condición humana.
EL ESTATUTO CIENTIFICO DE
LA ETICA
La
Ética
como
especulativo-práctica
normativa
ciencia
y
Explicaremos en primer lugar qué
quiere decir que la Ética es una
ciencia práctica, diremos después
por qué es además especulativa, y
por último aclararemos qué es una
ciencia normativa y por qué la Ética
lo es.
14. Comenzamos, pues, con la
explicación del carácter práctico
de la Ética. La moralidad de los
actos humanos, objeto de la las
realidades e independientes de
nosotros (los astros y su
movimiento, por ejemplo). Es,
por el contrario, una realidad
operable, y realmente efectiva
sólo en tanto que obrada por el
hombre. La moralidad es objeto
de
realización,
y
no
simplemente de contemplación.
La moralidad es un objeto
práctico, relativo a la acción
humana. Esta índole práctica de
la moralidad afecta también al
saber filosófico acerca de ella.
El objeto de la Ética no es
únicamente
comprender
la
moralidad de las acciones, sino
ayudar al hombre para que
realice la moralidad en sus
acciones.
Ya vimos cómo
Aristóteles subrayaba el carácter
práctico de la Ética (n. 5).
Ahora podemos añadir, glosando
un pasaje del comentario de
Sto. Tomás de Aquino a la Ética
a Nicómaco, que la Ética
pretende dirigir los actos libres
hacia el bien perfecto o fin
último de la persona16o, lo que
es igual, dirigir las acciones
humanas desde el punto de
vista del bien en sentido
absoluto (n. 13).
La Ética
Filosófia es un saber práctico …
CTCB/JMGG/jg, abril 2003
Documento reproducido con fines
docentes
16
Cfr. STO. TOMAS DE AQUINO, In decem libros
Ethicorum Aristotelis ad Nichomacum Expositio, 3,a
ed., Marietti, Turín-Roma 1964, lib. I, nn. 2-3. En
adelante se cita In (I, II, III…) Ethic.