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Anuario de Pregrado 2004
En torno a una confusión metafísica y moral
En torno a una confusión metafísica y moral*
Por Tamym Eduardo Maulén Muñoz.
Kaì a1gaq?++òn kaì kakón e7n e1stin.
[El bien y el mal son uno.]
HERÁCLITO.
1. INTRODUCCIÓN
Dentro de los papeles de su legado póstumo, hay una sencilla anotación de Nietzsche
que, tal vez, pueda resumir todo su proyecto filosófico. Proyecto que para muchos, por lo
demás, nunca llegó a puerto. Friedrich Nietzsche (1844-1900), en aquel invierno de 1870-71,
gozaba de veintiséis años de edad. No había publicado ninguno de sus libros y apenas
comenzaba su existencia como pensador mediático. Sea la sentencia: « Mi filosofía es un
platonismo al revés»1
Mi propósito, en lo sucesivo de este artículo, será el de examinar las implicancias,
condiciones y pretensiones que esta frase pueda acarrear en ‘la crítica a la metafísica occidental’
llevada a cabo en la obra del filósofo alemán. Y me parece de vital importancia ―si lo que se
quiere es tener una global visión de su pensamiento― pues durante todo el transcurso de su
vida filosófica, siente Nietzsche un profundo y agudo malestar hacia aquella figura insigne de la
filosofía griega, Platón. Ve en éste el comienzo de la historia de la decadencia y del error.
Historia que no es sino la historia de occidente; nuestra historia. Y ha sido así pues ella «ha
versado sobre los errores fundamentales del hombre, pero como si fueran verdades
fundamentales»2. A esta ‘historia de los errores fundamentales’ Nietzsche la hermana con el
vocablo Metafísica.
La identificación de la metafísica con el platonismo es más que evidente: para Platón, el
fundamento del mundo y aquello que responde a la pregunta metafísica fundamental, qué es lo
ente, tí e1stì tò o5n, lo encontramos en la Idea, i1déa, (forma, visión). La Idea es la visión de
una cosa, la concepción que yo tengo de una cosa, pero justamente por ello no es la cosa misma.
NIETZSCHE, FRIEDRICH. Die Unschuld des Werdens. Kröners Taschen ausgabe, Sttutgart, § 79. En: El puesto de
Nietzsche en la Filosofía. F.C.E. 1993, p. 15.
2 NIETZSCHE, FRIEDRICH. El crepúsculo de los ídolos. Aforismo 18. Alianza Editorial.1987. p. 42. (Traducción
por Andrés Sánchez Pascual)
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De esto se sigue que la Idea no es otra cosa que aquello que trasciende al mundo, pues no es el
mundo mismo, sino que se ubica más allá (metá) de él, más allá de lo físico (tà fusiká), y por
ende meta-física. Para Nietzsche, el platonismo es el intento de explicar el mundo físico, esto
es, la totalidad de los entes, la fúsiç de los griegos, recurriendo a otro mundo inventado por la
razón, un mundo suprasensible representado por la Idea.
El mundo físico es un mundo inestable y fluyente, sujeto al nacimiento y a la
desaparición. Por el contrario, el mundo de las Ideas es permanente e inmóvil, intemporal y
divino; es por tanto el verdadero mundo, el mundo que es más, el mundo Bueno. En Platón, lo
fundamental es que el ser, tò o5n, se une de manera directa con el bien, tò a1gaqón, pues éste es
el ser que más verdadero es.
Y es precisamente este paso de lo terreno a lo ultra-terreno por medio de la idea lo que
a Nietzsche le parece absolutamente inadmisible, pues ello consistiría en otorgar apariencia al
mundo que nos es dado a través de los sentidos y veracidad a otro que se nos da, por medio de
la idea, sólo en la razón. Los instintos y la sensibilidad pasan a ocupar un plano absolutamente
secundario en relación a la facultad del pensar, que es la única capaz de manifestar el ser de las
cosas ―lo que para Nietzsche representa el «más singular signo de la Décadence». A su vez, el
mundo Ideal de Platón, al intentar buscar un fundamento fuera del mundo sensible, termina
irremediablemente por encontrar aquel sostén en la idea de Dios (qeóç).
Así, y al otorgar validez a la razón, resulta imposible escapar de los márgenes de la
lógica, es decir, que con la idea de Dios la metafísica adquiere inevitablemente un carácter Teológico. Una sistematización prolija de esto último es llevada a cabo posteriormente por
Aristóteles. Éste, con su teoría de la causalidad, muestra la imposibilidad de hallar una causa
primera dentro del mundo sensible, por lo que nos es necesario dar un paso más allá de aquel.
Dios representa el primer motor inmóvil del que provienen todas las cosas, mas él es eterno,
incausado, nobilísimo. «famén dh tòn qeòn ei3nai zv?on a1i:dion a5riston, w7ste zwh kaì ai1wn
sunechç kaì a1i:dios u2parcei tv_ qev_* tou_to gàr o2 qeóç. »3. Estas consideraciones fueron
recogidas por el Doctor Angelicus Tomás de Aquino en el medioevo y por sus necesarios
sucesores: el mundo tiene un principio que está dado por Dios, quien se transforma en
imperativo y centro de toda valoración. Lo mundano y sensible se vuelve pecaminoso, un
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lugar de simple tránsito y que ahora se debe superar por vía moral; por una vía moral cristiana.
En consecuencia, la metafísica y sus conceptos terminan por transmutarse en el fundamento
de toda moral.
Grosso modo, este es el panorama de la historia de occidente que tiene a la vista
Nietzsche, que en términos religiosos podría resumirse como «el triunfo de Judea sobre
Roma», y que para el pensador no es otra cosa que «la rebelión de los esclavos en la moral.»
2. PROYECTO NIETZSCHEANO
«No os habíais buscado aún a vosotros: entonces me encontrásteis. Así hacen todos lo
creyentes, por eso vale tan poco toda fe».4
La antipatía de Nietzsche hacia la religión, y en particular hacia la religión cristiana,
como bien lo manifiestan las palabras de Zaratustra, tiene su fundamento en que ésta no es
sino una consecuencia inmediata de aquel error instaurado por Platón, la metafísica. La tarea
que se impone entonces como necesaria, su proyecto filosófico, es librar al mundo de la
decadencia en que se encuentra. Los fenómenos morales son la máxima expresión del estado
crítico en que se encuentra la humanidad, por lo que es necesario extirpar la enfermedad. Pero
cuidado: el diagnóstico parece ser terminal. Ya no hay cura posible. Los daños han sido tan
devastadores que «ni siquiera nos hemos dado cuenta de ellos». El perjuicio realizado por el
platonismo es imposible de modificar; sólo queda negarlo, aniquilarlo, destruirlo. Y hacer esto
es decir sí a la vida que realmente debiéramos llevar, pues «negar y aniquilar son condiciones
del decir sí. »5 Y lo que se quiere destruir es la metafísica. Lo que se quiere es situarse fuera de
ella, por encima de ella, pues ésta ha sido la causante de crear los conceptos más abstractos y
decadentes de nuestra historia, como lo son los conceptos de Moral, de Verdad, de Causalidad, y
finalmente de Dios. Pero, si la instauración de la metafísica junto con sus inherentes conceptos
ha sido algo equivocado y erróneo, ¿qué es entonces para Nietzsche lo correcto?
Para responder bastaría tomar el platonismo y negarlo; de este movimiento, si fuese este
mismo posible, el resultado no sería otra cosa que la vida, que la naruraleza misma, que la fúsiç.
ARISTÓTELES, Metafísica, L, XII, 1072b. “Afirmamos, pues, que Dios es un viviente eterno nobilísimo, de suerte que Dios
tiene vida y duración continua y eterna; pues Dios es esto.” Edición trilingüe por Valentín García Yebra. Ed. Gredos,
Madrid, 1998, p. 625.
4 NIETZSCHE, FRIEDRICH, Así habló Zaratustra. De la virtud que hace regalos. Alianza Editorial. Madrid, 1995. p.
123. (Traducción por Andrés Sánchez Pascual.)
5 NIETZSCHE, FRIEDRICH. Ecce Homo, Por qué soy un destino. Alianza Editorial, Madrid, 1989 p. 126.
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A pesar de ello, seremos más específicos. Para Nietzsche, lo más afín y correcto se encuentra
en la filosofía pre-platónica, y más específicamente en la figura de Heráclito, pues su
pensamiento aún no se ha manchado con el tinte metafísico posterior:
«Es en cuya cercanía donde siento más calor y me encuentro de mejor humor que
en cualquier otro lugar. La afirmación del fluir y del aniquilar, que es lo decisivo en
la filosofía dionisiaca, el decir sí a la antítesis y a la guerra, el devenir, el rechazo
radical incluso al mismo concepto de «ser», -en esto tengo que reconocer, bajo
cualquier circunstancia, lo más afín a mí entre lo que hasta ahora se ha pensado».6
Para Nietzsche lo que es en verdad es el devenir incesante del mundo. Y para responder
por «lo que es» no es necesario recurrir hacia un trasmundo; antes bien, la respuesta se halla en
éste mundo mismo, que para el pensador es inestable y caótico, mutable y viviente. Tal y como
lo concibe Heráclito; «kósmon tónde, tòn au1tòn a2pántwn, ou5te tiç qewn ou5te a1nqrwpwn
e1poíhsen, a1ll 1 h3n a1eì kaì e5stai pu=r a1eízwon, a1ptómenon métra kaì a1posbennúmenon
métra.»7 Pues, «la filosofía, de la única manera que yo la admito, como la forma más general de
la historia: Como describir el devenir de Heráclito y de reducirlo a signos.»8
Lo que intenta Nietzsche es regresar a ese ingenuo instante contemplativo
pre-
socrático, pre-platónico, pre-metafísico. Y este propósito solo parece posible mediante la
aniquilación.
3. LA DESTRUCCIÓN METAFÍSICA DE LA METAFÍSICA
Si vis pacem, para bellum. Así perece rezar el lema que pretende escapar de los márgenes
de la metafísica, por lo que resulta imposible escapar a la confrontación. Y Nietzsche firma la
declaración de guerra atacando a la metafísica desde su propio seno. Ve él en la moral –y sus
erróneos conceptos de bueno, verdad, Dios, etc.– la tierra fértil en que ha podido florecer la
metafísica en todo su esplendor. «Definición de moral: Moral ―la idiosincrasia de Décadents, con la
intención oculta de vengarse de la vida, y con éxito.»9 Es preciso entonces, para regresar a la
Ibíd, p. 71.
HERACLITO, Frg. 30 ª. En Diels, Hermann, ‘Die Fragmente der Vorsokratiker’. Ed. Weidmannshe
Verlagsbuchhandlung, Berlín, 1960. p. 161. Empleo en esta, y en las sucesivas citas de Heráclito, mi propia
versión castellana: “ Este cósmos, que es el mismo para todos, ni por los dioses ni por los hombres fue hecho, sino que fue, es y será
fuego siempre viviente, que se enciende y extingue medidamente.”
8 NIETZSCHE, FRIEDRICH, Die Unschuld des Werdens I, § 336, Opus cit.
9 NIETZSCHE, FRIEDRICH. Ecce Homo, Op. cit. p. 131.
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real vida, destruir el fundamento de aquella moral y, a su vez, destruir el más metafísico de
todos los conceptos; “Dios”.
«¡El concepto de ‘Dios’, inventado como concepto antitético de la vida –en ese
concepto, concentrado en horrorosa unidad todo lo nocivo, envenenador,
difamador, la entera hostilidad a muerte contra la vida! ¡El concepto ‘más allá’,
‘mundo verdadero’, inventado para desvalorizar el único mundo que existe –para
dejar a nuestra realidad terrenal ninguna meta, ninguna razón, ninguna tarea! ... ¡ y
todos estos [conceptos] fueron creídos como morales!»10
Recapitulemos lo que hemos dicho hasta ahora; para Nietzsche, el fundamento de la historia
de occidente había sido el platonismo y sus necesarias consecuencias morales. Dios representa
el fundamento de aquel mundo suprasensible, equívoco, decadente, por lo que es necesario
suprimirlo. «Gott ist tot» representa, por tanto, el quiebre y derrumbe de toda esa tradición
instaurada por la metafísica. La muerte de Dios es el rayo que «divide en dos partes la historia de la
humanidad» y el estruendo que anuncia su muerte es tan grande y trascendente que el mismo
Zaratustra se extraña al descubrir que el viejo ermitaño aún no se haya enterado de tamaño
acontecimiento: «¡Será posible! ¡Este viejo santo en su bosque no ha oído nada todavía de que Dios ha
muerto!».11
La muerte de Dios trae consigo la muerte del hasta entonces ‘mundo verdadero’; es la
muerte del fundamento divino del mundo suprasensible, incluyendo, por ello, al Dios de
Platón y Aristóteles, y no sólo la muerte del Dios cristiano, que nos es el más familiar. Pero,
¿implica la muerte de Dios la consolidación de un mundo falso, de un mundo aparente, pues
sublata causa, tollitur effectus? :

 -V ?
Afirmar que, suprimiendo a Dios y, por ende, suprimiendo al ‘mundo verdadero’, el
resultado debiera ser el ‘mundo aparente’ o ‘falso’, es una falacia. Y Nietzsche lo sabe. Pues se
habla de un mundo aparente sólo por contraposición al verdadero, pero cuando este
mundo‘verdadero, ‘ideal’, ‘platónico’, se desenmascara como una ilusión, no tiene sentido
entonces hablar de un mundo aparente. «Nos deshicimos del mundo verdadero, ¿cuál nos
queda? ¿quizás el aparente? ¡No, no! ¡Con el mundo verdadero nos deshicimos también del
10Ibíd.
pp. 131-132.
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aparente!». La muerte de Dios implica el «momento de la sombra más corta; el fin del más
antiguo error; la cumbre de la humanidad».12
Como se ve, la crítica de Nietzsche es una crítica destructiva contra la metafísica. Pero
no es una crítica racionalista al modo en que la ha hecho Kant en su Crítica de la razón pura. Este
último analiza los conceptos y razonamientos metafísicos, para mostrar los errores lógicos que
encierran. Nietzsche en cambio, lo que pretende es una crítica psicológica que analice la
existencia humana para sacar a flote las estructuras y motivaciones que impulsan a esbozar un
mundo metafísico. Lo fundamental de la crítica nietzscheana a la metafísica radica en las
implicancias éticas que ella trae consigo. Es radical preguntarse entonces por las motivaciones
que han excitado al hombre a este nefasto sentir metafísico.
3.1 EL PATHOS METAFÍSICO
«Es la disimulación el medio por el cual se conservan los individuos más débiles,
menos robustos, a quienes les está vedado llevar a cabo la lucha por la existencia con
cuernos y agudos colmillos de fiera».13
Es para Nietzsche el afán de conservación aquel vehículo que impulsa al hombre a
protegerse y refugiarse en la metafísica; ella es nuestro gran medio de disimulación ante los
peligros de lo real. Este sentimiento o pathos impulsa a huir de lo real, de la fúsiç, en la que el
hombre estaba instalado originalmente y es, simultáneamente, la raíz de la ficción del otro
mundo. Según Nietzsche, el momento en que surge en Grecia la metafísica, es un momento de
decadencia de la vitalidad. El pueblo griego se ha debilitado interiormente y no se siente seguro
del mundo real. Un estudio cabal de este crepúsculo vital griego lo encontramos en uno de sus
primeros trabajos titulado El Nacimiento de la Tragedia14, del que podemos citar lo siguiente:
«El griego conoció y sintió los horrores y espantos de la existencia: para poder vivir
tuvo que colocar delante de ellos la resplandeciente criatura onírica de los Olímpicos.
Aquella enorme desconfianza frente a los poderes tiránicos de la naturaleza (...) fue
NIETZSCHE, FRIEDRICH. Así habló Zaratustra. Op. cit. Prólogo. p. 34.
NIETZSCHE, FRIEDRICH. El crepúsculo de los ídolos. De como al fin el mundo verdadero se convirtió en una
fábula. Op. cit., p. 78.
13 NIETZSCHE, FRIEDRICH.Über Wahrheit und Lüge im aubermoralischen Sinn. Werke, Ed Schlechta, III, p. 310.
14NIETZSCHE, FRIEDRICH. El nacimiento de la tragedia. Alianza Editorial.1995. p52. (Traducción por Andrés
Sánchez Pascual)
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superada constantemente una y otra vez, por los griegos, o, en todo caso, encubierta y
sustraída a la mirada, mediante aquel mundo intermedio artístico de los Olímpicos».
Este refugiarse en los Olímpicos, en los dioses, es a la postre un refugiarse en la razón;
lejos de todo instinto. Tiene como figura insigne de este traspaso la imagen de Sócrates, quien
eleva a la razón como la más alta de las capacidades humanas. «‘La sabiduría consiste en saber’
(...)Esta es más o menos la norma de aquella extraña actividad misionera de Sócrates.»15, dirá
Nietzsche en un apartado del mismo escrito llamado “Sócrates y la Tragedia”.
Por otro lado, el mundo real de Nietzsche es un mundo dentro del tiempo; el mundo
del nacer y el perecer, de las contradicciones, del dolor y de la muerte. El mundo de las ideas
en cambio, es un mundo fuera del tiempo y perfecto, donde no existe el dolor ni la muerte, es
el centro de toda valoración, y que a la postre se transmuta en el paraíso cristiano. Y si aún no
se alcanza ese paraíso, pues somos parte del pecaminoso mundo terrenal, es preciso para el
hombre hallar un punto en el que sea posible sujetarse. Esta estaca inmutable se manifiesta
excelsamente en el concepto metafísico de «ser». El ser es la permanente presencia, a diferencia
del no ser, que es una mezcla de presencia y ausencia; es el devenir (Werden). El anhelo de
encontrar un punto de reposo y estabilidad le otorga al ser la categoría de verdad. Las cosas son
o no son; Pues, ¡qué más confuso que ser y no ser! ¡Qué más confuso que los anacolutos de
Heráclito!16: «Potamoî=ç toî=s au1toî=ç e1mbaínomén te kaì ou1k e1mbaínomen, ei3mén te
kaì ou1k ei3men.»
«El desprecio, el odio contra todo lo que perece, cambia, transforma...¿De dónde viene esta
valoración permanente? Evidentemente la voluntad de verdad no es aquí nada más que el
anhelo de un mundo permanente»17
El mundo permanente no es otro que el mundo racional, pues es el único que posibilita
la estabilidad, y lo logra a través de juicios que no pueden ser contradictorios. Así, la palabra, el
lógoç se transforma en el instrumento de interpretación de todas las cosas y aquello que
proyecta la realidad. Pero no como esta se presenta, sino como una fotografía que detiene e
inmoviliza su permanente fluir. El pathos metafísico nace, por tanto, debido a lo poco útil para
la vida que resulta lo real, pues si la fúsiç es caos, la vida debiera serlo también. La metafísica
Ibíd., p.234.
HERÁCLITO, Frg. 49, «A los mismos ríos entramos y no entramos; somos y no somos». Opus cit. p. 161.
17 NIETZSCHE, FRIEDRICH. Así habló Zaratustra. Op. cit., p. 51.
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es, en consecuencia, la Una salus victis, la única salvación para los vencidos, y, a su vez, el resultado
de un pathos que busca la conservación del individuo, que busca la estabilidad.
3.2 LA DESCONSTRUCCIÓN METAFÍSICA
Una vez conocidos los procesos psicológicos que nos excitan hacia la metafísica, y por
ende, hacia los valores morales, el siguiente paso es atacar y destruir, cosa que Nietzsche ya ha
hecho. Sin embargo, queda pendiente un ulterior paso, que consiste en crear; en construir y en
decir sí. Se destruye, por tanto, para construir; se desconstruye. Ya el mismo Zaratustra lo
profesó:
«Crear valores nuevos ―tampoco el león es aún capaz de hacerlo: mas crearse libertad
para un nuevo crear― eso si es capaz de hacerlo el león (...) ¿Por qué el león rapaz tiene
que convertirse todavía en niño? Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un
juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí.
Sí, hermanos míos, para el juego del crear se precisa un santo decir sí: el espíritu quiere
ahora su voluntad, el retirado del mundo conquista ahora su mundo».
El momento de esta creación, que pretende superar la metafísica, se lleva a cabo a través de
la transvaloración de todos los valores (Unwertung aller Werte). Se trata entonces de invertir el
platonismo18. Realizada esta inversión, que no es otra cosa que la inversión de los valores
morales y metafísicos instaurados por la tradición judío-cristiana lo que hasta el momento valía
como moral, ahora debe valer como inmoral, pero de esta inversión también se sigue que lo
que valía como inmoral debe valer ahora como moral. Los valores más elevados eran los
valores de la moral metafísica que ahora deben ser los más bajos, y por lo tanto «inmorales». La
antes obviada fúsiç, por su parte, es la que ahora debe ser valorada: ¿Qué es lo que se ha
creado entonces? Pues sí, una nueva forma de valoración.
La transvaloración es posible sólo en la medida en que se descubre un nuevo principio
valorador. Este principio es para Nietzsche la Voluntad de Poder, y es, además, la esencia de las
cosas mismas. Así, sin quererlo tal vez, la voluntad de poder se torna en el nuevo principio
valorante, pues trae consigo un nuevo orden de valores; trae consigo una nueva Moral, y por
Que la filosofía de Nietzsche ya como superación, ya como inversión del platonismo sea cuestionable, es una
interpretación que Heidegger ha explorado. Más adelante, por cierto, la retomaremos. Sin embargo, corresponde
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tanto una nueva metafísica. Y una nueva metafísica porque los valores no están en la vida, no
están en el mundo; la valoración siempre es metafísica, por lo que la transvaloración de los
valores, en tanto nueva valoración, también lo es.
4. LA CONFUSIÓN
La ‘superación de la moral’ por parte de Nietzsche, y sea puesto esto entre comillas,
tiende a confundirse y a confundirnos. El proyecto nietzscheano pretendía superar la
metafísica y la moral, traspasarla, destruirla, situarse más allá o más acá, y sin embargo resulta
que aquella «auto-superación» ha sido simplemente una «auto-negación». Se ha destruido la
Metafísica, es cierto, pero se ha creado otra nueva; se ha querido suprimir la moral, y sin
embargo sólo se la ha puesto de cabeza; sólo se la ha invertido. «Mi filosofía es un platonismo al
revés», y claro que lo es, pero la pretensión de superación del platonismo ha quedado truncada.
Hay tal vez una sutil contradicción entre la pretensión de querer superar la metafísica y
el anhelo de una filosofía como inversión del platonismo. Pero volvamos a plantearnos lo que
nos preguntamos en un comienzo, ¿Nietzsche pretende superar el platonismo o simplemente
invertirlo? Por lo hasta ahora hemos desarrollado debemos pensar que su pretensión era sin
duda la de superarlo. Y superar el platonismo equivalía a superar a la metafísica, a la moral, a
los valores. Sin embargo, la superación supone un ‘situarse más allá o más acá’ de lo que se
pretende superar, cosa que Nietzsche no logra. Él intenta destruir la metafísica desde su seno,
como ya hemos dicho, pero resulta que sigue encerrado dentro de ella. Nietzsche lo que hace
simplemente es volver la metafísica al revés, pero en ningún caso la supera. Justifiquemos lo
dicho.
Nietzsche no puede salir de los márgenes de la metafísica, por un simple pero
fundamental suceso: Nietzsche se encuentra atrapado dentro del lenguaje. Y el gran problema
es que el lenguaje, en tanto abstracción del mundo sensible por medio de palabras, es
enteramente metafísico.19 Nietzsche sabe esto, y en más de una ocasión lo manifiesta: «Las
palabras nos estorban el paso...Ahora, en todo conocimiento, hay que tropezar con palabras
tener presente interpretaciones que se oponen a ésta. Cf. G. Deleuze, J. Derrida, M. Haar, entre otros. Esperamos
volver en otra ocasión sobre este asunto.
19 A propósito de esto, recuerdo una conferencia dictada por el filósofo Italiano Gianni Vattimo en el invierno del
pasado año 2003, con motivo de la Feria internacional del Libro de Santiago, quien en torno a lo mismo y, por
supuesto, parafraseando a Nietzsche, dijo: «Hasta que no nos liberemos de la gramática no nos podremos liberar
de Dios».Cf El crepúsculo de los ídolos. Opus cit. p. 145.
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duras como piedras, y primero se rompe una pierna que una palabra.». El lenguaje es el
elemento en el que el hombre es lo que es. (Compárese también -si se quiere- la genealogía del
lenguaje que expresa Nietzsche en su breve texto Sobre Verdad y mentira en sentido extramoral.) Lo
que hace el filósofo es atacar los conceptos fundamentales del lenguaje metafísico, que, como
vimos, son los conceptos de Ser, Verdad, Valor, Dios, etc. Esto, sin embargo, no basta para
escapar de las aulas del lenguaje. El mundo lingüístico es el mundo inmediato del hombre. Por
lo que el mundo físico, aunque más cercano que el metafísico, nos llega de forma mediata a
través del lenguaje. Tal vez, una posible falla en el intento por superar la metafísica, sea haber
puesto más atención en la contemplación del mundo mediante el devenir y la transvaloración, y
no atención suficiente al medio que posibilitaba aquella relación, que es el lenguaje.
Por otro lado, Nietzsche no se conforma con describir aquel mencionado devenir de
Heráclito, sino que da una respuesta nueva a la pregunta fundamental ‘qué es’ diciendo que lo
que «es» es la vida, es el querer, es La Voluntad de Poder. Para Nietzsche el Ser, a mi juicio, es
Voluntad de Poder, con lo que la metafísica más que destruirse, se transmuta. «El hecho de que
todo retorna es la máxima aproximación de un mundo del devenir a un mundo del ser»20
Una reinterpretación de Nietzsche vista desde esta perspectiva, la han realizado numerosos
pensadores contemporáneos, en particular Martín Heidegger, quien fue uno de los primeros en
introducir la confusión metafísica dentro de la cual giraba Nietzsche.
Posterior a los cursos dictados en los años treinta, Heidegger publica Nietzsche, una
obra en dos volúmenes que aparece en el año 1941. En uno de los ensayos que lleva por título
La Metafísica de Nietzsche, Heidegger principia con la siguiente sentencia: « El pensamiento de
Nietzsche, en conformidad con todo el pensamiento de occidente desde Platón, es
metafísica.»21
Heidegger concibe la metafísica como «el tipo de pensar que piensa lo ente en total
respecto de su relación con el ser»22. La metafísica es aquel pensar que determina al ente en su
ser, y cuyo punto de partida es la fúsiç, pero lo particular de la fúsiç. Y eso es justamente lo que
NIETZSCHE, FRIEDRICH. La voluntad de poder (Der Wille zur Macht), § 617, En: El puesto de Nietzsche en la
historia de la Filosofía, Op. cit., p. 48.
21 HEIDEGGER, MARTIN. Nietzsche, II, Ed.Destino, Barcelona, 2000, p. 209, Traducción de Juan Luis Vermal.
22 HEIDEGGER, MARTIN. Heráclito, VII, p.101. Ed. Ariel, Barcelona, 1986.
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Niezsche hace cuando piensa en la voluntad de poder como transvaloración; allí lo que está en
juego es la ecuación que Platón profesaba: ser es igual a valor:
«Se piensa en el concepto de bien como el ‘bien moral’, interpretación que es ajena
al pensar griego, por más que Platón, al interpretar el a1gaqón como Idea, haya dado la
base para pensar ‘el bien’ como ‘bien moral’ y , finalmente, registrarlo erróneamente
como un ‘valor’. El concepto de valor que prospera en el siglo XIX como intrínseca
consecuencia de la moderna concepción de la ‘Verdad’ es el más tardío y a la vez el más
endeble retoño del a1gaqón. En tanto el ‘valor’ y la interpretación en base a los ‘valores’
sustentan la metafísica de Nietzsche, y esto en la forma incondicionada de una
Transvaloración de Todos los Valores, es también Nietzsche, en virtud de que para él
todo saber procede del origen metafísico del ‘valor’, el platónico más desenfrenado en la
historia de la metafísica occidental».23
Nietzsche más que invertir, ha intentado superar el platonismo.
Sin embargo, y
siguiendo las consideraciones de Heidegger, su filosofía no ha hecho más que ser la expresión
máxima de aquella filosofía valorativa que busca encontrar certezas y respuestas a las preguntas
metafísicas fundamentales, pues, ¿ no son la muerte de Dios, la transvaloración de todos los valores, la
voluntad de poder, aquello que responde al tí e1stì tò o5n, a la pregunta metafísica fundamental?
5. CONCLUSIÓN
Aunque la superación de la metafísica sea una tarea inacabada, la nueva metafísica
transmutada de Nietzsche, que se presenta bajo la máxima ego volo, parece ser el fundamento
más latente de la época en que vivimos. La metafísica y la moral parecen ser a su vez,
elementos de los cuales nos resulta imposible escapar.
Recuerdo fugazmente un ejemplo puesto en clases por el profesor de la cátedra de
Axiología, el Sr. Raúl Villarroel,
quien, a propósito de algo absolutamente distinto, nos
manifestaba la siguiente proposición:
«¡No lea esto!»
Imaginemos ahora que esta sentencia representa a la Metafísica y a la Moral. La
solución que propondría Nietzsche a esta aporía, de acuerdo a lo expuesto en este breve
artículo, sería ‘ No volver a leer’, pero es claro que de aquella encrucijada no podemos escapar.
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Lo que sí podemos rescatar y filtrar del análisis nietzscheano es, por un lado, aquella
voluntad genealógica que busca a toda costa desenmascarar, destruir la ilusión, y encontrar el
origen. Esta voluntad, sin dudas, ha impulsado a toda la tradición hermenéutica
contemporánea, y no es falso afirmar que tiene como pilar a esta filosofía genealógica incitada
por Nietzsche. « Soy el primero que ha descubierto la verdad, debido a que he sido el primero en oler la
mentira como mentira».24
Lo importante, a mis ojos, no es mostrar la frustración del proyecto nietzscheano de
superación de la metafísica y la moral; es más, creo que no ha sido frustrado en lo más mínimo,
pues, más que superar, lo que realmente importa es la ‘voluntad de querer superar’. Si esto último
resulta contradictorio con lo expuesto a lo largo de este articulo, quiere decir que he logrado
absolutamente mi propósito: caminar en torno a la confusión. Y es éste el merito de Nietzsche
y su filosofía: ser el primero en mostrar lo confundida que ha estado la filosofía desde Platón,
siendo él mismo la cumbre de la confusión.
Por otra parte, para finalizar, y pareciéndome más trascendental que lo anterior,
quisiera subrayar aquella categoría existencial fundamental en su psicología: ¿Por qué huimos
de la vida y nos refugiamos en la metafísica y en la moral? «Todo aquel mundo de ficción tiene
su raíz en el odio contra lo natural (contra la realidad); es la expresión de un profundo
desagrado frente a lo real».25
La moral y la metafísica, la razón y el orden, nos son sin duda lo más útil y provechoso
para nuestra conservación; y es que al parecer nuestra existencia terrenal es tan pesada,
agotadora y terrible como bella e increíble puede ser. La plegaria griega parece no cesar y
parece haberse conservado como si el tiempo fuese muerto. A propósito del poeta, sea nuestro
intempestivo clamor:
«Sucede que me canso de ser Hombre.»
Santiago de Chile, Julio de 2004.
HEIDEGGER, MARTIN. La doctrina de Platón acerca de la verdad.
NIETZSCHE, FRIEDRICH, Ecce Homo, Opus. cit., p. 126.
25 NIETZSCHE, FRIEDRICH, El anticristo. Aforismo 15, Op. cit., p. 34.
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Anuario de Pregrado 2004
En torno a una confusión metafísica y moral
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
-DIELS, HERMANN. Die Fgmente der Vorsokratiker. Ed.Weidmannsche
Verlagsbuchhandlung, Berlín, 1960.
-HEIDEGGER, MARTIN. Nietzsche, Vol. I y II. Ed. Destino, Barcelona, 2000.
_________________ Caminos del Bosque, Alianza editorial, 1995.
_________________ Heráclito. Ed. Ariel. Barcelona, 1986.
-NIETZSCHE, FRIEDRICH. El nacimiento de la Tragedia. Alianza Editorial.
Madrid, 2002
___________________ Aurora, Alianza Editorial. Madrid, 1993.
___________________ El crepúsculo de los Ídolos. Alianza Editorial, Madrid, 1996.
___________________Más allá del Bien y del Mal. Alianza editorial. Madrid, 1994.
___________________La genealogía de la Moral. Alianza editorial, Madrid, 1992.
___________________ Así Habló Zaratustra. Alianza editorial, Madrid, 1995.
___________________ Ecce Homo. Alianza Editorial, Madrid, 1992.
___________________El anticristo, Alianza Editorial, Madrid, 1989.
___________________Werke. Ed Karl Schlechta. Hanser, Berlín,1972.
RESUMEN
El presente artículo pretende mostrar el proyecto central de la obra del filósofo alemán
Friedrich Nietzsche. Tomando como puntos centrales los conceptos de metafísica y de moral, se
intenta manifestar la razón por la cual Nietzsche ve en éstos la causa y el origen de una
historia equívoca y decadente, que no es sino la historia de occidente mismo; nuestra historia.
De este modo, el proyecto filosófico del pensador será el de intentar destruir estos conceptos
para librarnos de un antiguo error instaurado por Platón y que repercute hasta nuestros días.
Pero la tarea se logra y no se logra. Pues aunque el proyecto parezca frustrado y confuso, esta
misma confusión es la que nos hace ser ─hoy─ concientes de ella misma.
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