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POBLACIÓN, DESARROLLO Y GLOBALIZACIÓN
Eramis Bueno Sánchez
Profesor Consultante de la Universidad de la Habana, CUBA
Responsable Académico del Programa de Población y Desarrollo
de la Unidad Académica de Ciencias Sociales de la
Universidad Autónoma de Zacatecas, MÉXICO
“Prepared for delivery at the 2003 meeting of the
Latin American Studies Association,
Dallas, Texas, March 27-29, 2003”
POBLACIÓN, DESARROLLO Y GLOBALIZACIÓN
“Hacia el final del segundo milenio de la era cristiana,
varios acontecimientos de trascendencia histórica han transformado
el paisaje social de la vida humana.
Una revolución tecnológica, centrada en torno a
las tecnologías de la información, está modificando la base material de la
sociedad a un ritmo acelerado. Las economías en todo el mundo
se han hecho interdependientes a escala global, introduciendo una nueva
forma de relación entre economía, Estado y sociedad
en un sistema de geometría variable”- Manuel Castells i
A modo de introducción
En la historia de la demografía mundial los investigadores distinguen dos períodos que
consideran decisivos en cuanto al crecimiento de la población: la llamada revolución
neolítica y la revolución industrial.
Se desconocen los elementos acerca de la manera en que se produce la transición
demográfica del Paleolítico al Neolítico, así como el período implicado por ésta; lo que sí
está claro es que la población experimentó un significativo aumento en esa etapa. Desde el
Neolítico hasta los albores de la revolución industrial la población crece lentamente.
Durante el paleolítico inferior, se estima que en el planeta residían 125.000 habitantes
humanos, todos ellos en lo que hoy conocemos como África. Se calcula que en el
paleolítico medio, el tamaño de la población alcanzaba la cifra de un millón de habitantes
humanos y su ubicación geográfica ya se extendía hasta Eurasia y, poco antes de comenzar
el neolítico, las estimaciones indican que ya poblaban al mundo en su conjunto unos cinco
millones de habitantes humanos.
Hace diez mil años, la revolución neolítica, mediante la aplicación de técnicas agrícolas y
ganaderas, permitió la primera gran expansión de la especie humana; se calcula que a partir
de entonces la población comenzó a crecer a un ritmo que la duplicaba cada mil setecientos
años. Los indicios más confiables nos permiten suponer que, para los tiempos del Imperio
Romano, poblaban el planeta ciento cincuenta millones de habitantes, concentrados en lo
fundamental en torno al Mediterráneo (unos 50 millones) y China (otros 50 millones) Los
50 millones restantes habrían estado dispersos por del resto de la geografía mundial.
La crisis del Imperio Romano se presentó acompañada por las primeras grandes epidemias
que provocaron despoblación. En el año 1348 se extiende por Europa la Peste Negra que,
de acuerdo con estimaciones practicadas, pudo haber reducido la población europea en un
tercio. A pesar de ello, hacia el año 1600, la Tierra había alcanzado casi los quinientos
millones de habitantes. A partir de ese momento se produce la explosión demográfica y la
población empieza a crecer en un ritmo que la duplica cada doscientos años. En 1800, dos
años después de la publicación del Primer Ensayo sobre el Principio de la Población de
Tomás R. Malthus, se alcanzan los novecientos millones de habitantes. El ritmo se sigue
acelerando; en 1900 se alcanzan los mil seiscientos millones; en 1960 había tres mil
millones. A mediados de 1999 el mundo saludaba el advenimiento del ciudadano 6000
millones.
Esta cifra que, como se aprecia, es casi dos veces y media la que existía al iniciarse la
segunda mitad del presente siglo XX, de mantenerse la actual tasa de crecimiento de la
población mundial, alcanzará para el 2025, esto es en 23 años más, los 7 823,7 millones de
habitantes. Lo destacable de esta situación es que el grueso del crecimiento actual de la
población se produce en los así llamados países en desarrollo, que tienen a su haber el
80% del incremento demográfico, esperándose que, para el 2025, dicho porcentaje se eleve
al 85. Se trata precisamente de los países que son los más deficitarios, técnicamente
atrasados y con menos disponibilidad de insumos materiales para la producción de
alimentos. Mientras que a principios del siglo XX el 70% de la población vivía en las
regiones menos desarrolladas, hacia finales del mismo, aproximadamente el 80 % de la
población mundial, o sea, las cuatro quintas partes de la población, vivía en los países en
desarrollo. Para el año 2050, o sea en cincuenta años más, la población de las hoy regiones
menos desarrolladas se habrá elevado al 90%ii. Entre 1950 y 1985 la población en los
países desarrollados se ha incrementado en un 41%, mientras que los menos desarrollados
lo han hecho en un 118%.
Ahora bien, todo este desenvolvimiento demográfico, si bien se reserva su propia inercia,
ha sido impactado y ha influido, a su vez, sobre diversos factores sociales, económicos,
políticos, culturales, etc., que, en su momento, fueron considerados como “determinantes”
y como “consecuencias” de los factores demográficos y que, a la postre, condujeron a la
conformación del campo de estudio que hoy en día se denomina “Población y Desarrollo”,
denominación, esta última, a la que se han agregado los nuevos apellidos de humano y
sustentable.
El presente trabajo se propone examinar el momento actual y el contexto en que se dan las
relaciones entre población y desarrollo con referencia especial a la región de América
Latina y el Caribe.
Desarrollo humano sustentable en el contexto de la globalización
Cuando la población mundial alcanzó los 6000 millones de habitantes, para continuar
inexorablemente su apresurado crecimiento, el mundo recibió a aquel ciudadano en el
contexto de una compleja situación sociodemográfica marcada por profundas desigualdades
tanto en el desempeño demográfico de los países, como en el acceso a los así denominados
beneficios del desarrollo social y económico.
Avances significativos en la transición demográfica acompañados de incrementos de
pobreza y marginación cuestionan enunciados que relacionaban la disminución del ritmo de
crecimiento de la población con mejoras sustantivas de su calidad de vida.
A propósito, el descenso sin precedentes de las tasas de crecimiento demográfico en Europa
que estimularon a Van de Kaa a adelantar su hipótesis de la segunda transición demográfica
se acompaña por un cotidiano crecimiento del número de afectados de lo que, para muchos
europeos y analistas mundiales, se ha desprendido de una política monetarista y antisocial
establecida en Maastricht. El propio Soros al dar cuenta de lo que denomina, siguiendo la
terminología de Popper, un gigantesco experimento de ingeniería social, reconoce que el
proceso de creación de la Unión Europea “topa con dificultades. Ha sido impulsado por una
élite política y está perdiendo el apoyo de las masas”. iii
En América Latina aun retumban los cacerolazos de Argentina, uno de los punteros de la
región en cuanto a transición demográfica se refiere, y en algún momento vitrina del
neoliberalismo en la Región.
Pese a la recesión económica hay más ricos que nunca en el mundo. Entre ellos controlan
cerca de un tercio de la riqueza del planeta. Esto quiere decir que poco menos del uno por
ciento de la población mundial controla un tercio de la riqueza. Según la encuesta del 2003
de la revista Forbes sobre las personas más ricas del mundo unas 476 personas se
incorporaron a la lista. El club de los millonarios del mundo perdió 21 miembros entre
2002 y 2003 a causa de la caída de los mercados bursátiles y los que quedan son mucho
menos ricos, según la célebre lista establecida anualmente por la revista estadounidense
Forbes, A propósito, publicaciones como Fortune, Business Week, Forbes, The Wall Street
Journal, y The Economist, todas ellas ardientes defensoras del liberalismo corporativo,
raramente, o nunca, elogian una economía por su progreso hacia la eliminación de la
pobreza, que deja a más de mil millones de personas viviendo en la privación absoluta, o
hacen avances hacia una mayor equidad.
La brecha entre pobres y ricos dentro de los países (tanto los más avanzados como los
menos desarrollados) se amplió aún más durante el último auge económico. “Hay tantos
nuevos ricos – comentaba un artículo del Periódico La Jornada de México – que hasta
existe una nueva enfermedad sicológica denominada “síndrome de la riqueza repentina”iv .
El Periódico da cuenta de encuestas que registran la ansiedad entre los ricos por los efectos
nocivos de tener demasiada lana para sus hijos”v . Viene al caso un fragmento del libro
Propagandas Silenciosas de Ignacio Ramonet, cuando afirma que “dada su confusión y su
extravío, los ricos, como ignoran la autocrítica, suelen olvidarse de impugnar la lógica y los
principios de su sistema; prefieren buscar razones ajenas (siempre “imprevisibles”) que les
expliquen sus dificultades y la calamidad que les aqueja. Sienten entonces la gran tentación
de especular con las fuerzas oscuras, con las potencias ocultas, con la magia o la
irracionalidad”vi.
Cuando se hace referencia al desarrollo en el mundo y en particular cuando se le relaciona
con la demografía mundial, se le confieren dos cualidades, o mejor, dos aspiraciones
legitimas de la parte mayoritaria de los moradores de este planeta.
Que sea humano, para dar cuenta de los deseos de que esté centrado en el ser humano, esto
es que el desarrollo económico y social de un país o región ha de estar dirigido,
fundamentalmente, a elevar la calidad de la vida de la población en su totalidad, y de cada
individuo que la integre.
Que sea sustentable, esto es, que permita legar a las generaciones venideras de forma
equitativa y con pleno respeto al medio ambiente, el mismo acceso a los recursos naturales
y la misma oportunidad de mejor calidad de vida que supuestamente ha disfrutado la
humanidad, aunque en verdad se trate sólo de una pequeña parte de aquélla.
“El desarrollo humano –recuerda el ultimo Informe sobre el Desarrollo Humano elaborado
con la finalidad de vincular este concepto con el adelanto tecnológico que caracteriza
nuestra época - entraña mucho mas que el simple aumento o disminución del ingreso
nacional. Significa crear un entorno en el que las personas puedan hacer plenamente
realidad sus posibilidades y vivir en forma productiva y creadora de acuerdo con sus
necesidades e intereses. Los pueblos son la verdadera riqueza de las naciones y, por ende, el
desarrollo consiste en la ampliación de las opciones que ellos tienen para vivir de acuerdo
con sus valores. Por eso el desarrollo significa mucho mas que crecimiento económico, el
cual solamente constituye un medio, aunque muy importante, para ampliar las opciones de
la población”vii
Con este enfoque se ha querido plantear lo que en buena cuenta pudiéramos llamar "Utopía y
realidad", o tal vez, "deseos y frustraciones". Una manera más realista de acudir a dos de los
problemas más agudos que han afectado a la humanidad en el siglo que ha culminado:
crecimiento de la población y pobreza. Los deseos, que la población llegue a reproducirse en
forma simple, que los pobres de siempre sean menos pobres, que los nuevos pobres regresen a
su modesta posición de clase media, que el desarrollo satisfaga las necesidades de la
generación presente sin comprometer el bienestar de las generaciones futuras, que el
crecimiento económico no implique degradación ambiental, etc.; las frustraciones todos las
conocemos: están en las tozudas estadísticas que nos aportan los organismos especializados.
El mundo en el que nos encontramos hoy, -ha comentado Giddens- sin embargo, no se
parece mucho al que pronosticaron. Tampoco lo sentimos de la misma manera. En lugar de
estar cada vez más bajo nuestro control, parece fuera de él –un mundo desbocado-. Es más,
algunas de las tendencias que se suponía harían la vida más segura y predecible para
nosotros, incluido el progreso de la ciencia y la tecnología, tienen a menudo el efecto
contrario. Por ejemplo, el cambio climático global y sus riesgos inherentes resultan
probablemente de nuestra intervención sobre el medio ambiente. No son fenómenos
naturales. Ciencia y tecnología están inevitablemente implicadas en nuestros intentos por
contrarrestar tales riesgos, pero han contribuido también, y en primer lugar, a crearlos.viii
El desarrollo humano sostenible transcurre dentro y se condiciona fuertemente por un
proceso de mundialización creciente de los procesos sociales, económicos, culturales
políticos, etc.
El estado actual de esa mundialización es efecto indiscutible de un sistema mundial
emergente sustentado, entre otras cosas, en grandes revoluciones tecnológicas ocurridas en la
informática, las comunicaciones y el transporte; y a su vez, entre los efectos perversos de ese
sistema emergente, en las condiciones de la unipolaridad predominante, está la así llamada
globalización, en su versión neoliberal.
El proceso que ha conducido a este estado guarda relación con un ensanchamiento desmedido
del poder en manos de un pequeño número de empresas multinacionales; en el terreno
internacional se ha producido y reforzado una tendencia en la cual algunas firmas y actores
sociales tienen mayores posibilidades de ser “incluidos” en lo que hoy denominamos “Aldea
Global”ix , mientras que otros tienen cada vez menos acceso a las partes dinámicas de la
economía mundial y al círculo vicioso del cambio tecnológico, quedando por tanto
“excluidos” de sus beneficios materiales.
Es en este contexto en que habrían de examinarse dos de los legados del siglo XX:
información y globalización, cuya trascendencia e impacto en la sociedad y geografías
mundiales han contribuido a que nos refiramos hoy a una especie de “era de la
información-globalización”
De la misma manera que en el decursar del siglo XIX el impacto de la mecanización sobre la
producción de bienes de todo tipo sentó las bases de la sociedad industrial, las nuevas
tecnologías de la información y las telecomunicaciones están modificando profundamente la
economía en todas sus etapas y dando lugar a nuevas formas de relaciones sociales, que a la
larga habrán de conducir a un nuevo tipo de sistema social en el que el conocimiento y la
información jugarán un rol protagónico.
El siglo XX dejó planteada una marcha hacia la sociedad de la información, una sociedad que
habrá de devenir, como afirman muchos, en una gran urbe mundial, en la que las grandes e
inusitadamente veloces redes de comunicación (autopistas de la información) conducirán a
que al menos una parte significativa de la humanidad pueda satisfacer sus necesidades
básicas en forma similar a como se realizan actualmente en los límites de países, ciudades,
comunidades, etc. En el campo de los servicios deben esperarse cambios dramáticos. La
elección de un determinado prestador generalmente estuvo siempre vinculada a razones de
proximidad y conocimiento. En la medida que el consumidor tenga acceso ilimitado a través
de su computadora (y video conferencia) a prestadores distantes, estos conceptos cambian.
Hoy es posible acceder a determinados servicios directamente a través de INTERNET por la
facilidad de manejo, más la ampliación de la oferta que esto ha producido, donde es posible
conocer un profesional o locador de obra en otro pueblo, jurisdicción o país (en la medicina
esto ya es realidad en los EE.UU.)x .
“Cuando el sistema social mundial se pone en movimiento y se moderniza, -comenta Iannientonces el mundo empieza a parecer una especie de aldea global. Poco a poco o de repente,
según el caso, todo se articula en un vasto y complejo todo moderno, modernizante,
modernizado. Y el signo por excelencia de la modernización parece ser la comunicación, la
proliferación y la generalización de los medios impresos y electrónicos de comunicación,
articulados en tramas multimedia que llegan a todo el mundo”xi.
Al cuestionársele por las consecuencias que tiene la enorme capacidad tecnológica de que se
ha dotado a nuestra especie, el autor de la trilogía sobre “La era de la información” ha
respondido: “En estos momentos cualquier efecto de lo que ocurra en nuestros valores e
instituciones se amplifica en muchos grados. Esto vale para nuestros ángeles y para nuestros
demonios. Una sociedad igualitaria, democrática y dispuesta a corregir problemas tiene
enormes posibilidades de hacerlo. Pero una sociedad ferozmente individualista y competitiva,
despreciadora de la preservación de la naturaleza e indiferente ante la miseria humana, se
puede convertir en totalmente implacable, despiadada y autodestructiva. Aumentar la
capacidad de un organismo enfermo implica crear patologías sociales”.xii
Seguramente los historiadores se ocuparán de reportar la etapa final del siglo XX y la inicial
del XXI como un cambio paradigmático de la trascendencia de la revolución copernicana. Se
trata del advenimiento de la era global a cuyo surgimiento estarían contribuyendo las
reconocidas revoluciones en las comunicaciones, el transporte y la información. Sin embargo,
la humanidad ha ido heredando también problemas que con la llegada de la nueva era han
adquirido una dimensión global. “Es fascinante ser testigos de la globalización, de la
búsqueda de sentido, del avance tecnológico, de las crecientes posibilidades de
comunicación e integración entre personas y pueblos. Pero, como toda realidad humana,
esta fascinación no está exenta de aprehensiones. Por eso, en medio de estas megatendencias
esperanzadoras, nos preguntamos por los grandes megausentes: los pobres, los excluidos,
las poblaciones nativas, los discapacitados. En este Continente pródigo en riquezas, en
espacio físico, ¿seremos capaces de crear espacio humano para todos? ¿Cómo no va a ser
posible que el alba esperanzadora del Tercer Milenio no integre también a todos los
excluidos? ¿Por qué un amanecer para algunos y un ocaso para otros?”xiii.
En el advenimiento del siglo XXI la humanidad se enfrenta a problemas de una indudable
trascendencia. Tales son, entre otros, los relativos al cambio climático, la disminución de la
capa de ozono, la degradación del medio ambiente, y los problemas de un desarrollo
demográfico desigual, asociado a niveles inaceptables de pobreza y marginación, con su
complicada red de determinaciones, efectos y condicionantes, y cuyas soluciones han
quedado pospuestas. Las “nuevas tecnologías aumentan de manera espectacular el acceso a
la información y las comunicaciones, con lo que eliminaran los obstáculos a los
conocimientos y la participación. Sin embargo, ¿pueden estos instrumentos llegar a los
pobres?”xiv
La “aldea global” tiene una base demográfica que no puede dejar de tomarse en cuenta en
cualquier análisis de un tema como el que nos ocupa. La población mundial que hace apenas
40 años (1960) era de 3000 millones de habitantes, alcanzó, antes de concluir el siglo XX la
cifra de 6000 millones de personas. Este crecimiento implica una importante redistribución
de la población sobre el Globo. Así, mientras que la población de África era menos de la
mitad que la de Europa en 1950, para el año 2150 será más de cuatro veces y media mayor.
América Latina y el Caribe que tenía 6 millones menos que América del Norte en 1950,
superará a esta última en 502 millones para el 2150. De esa forma, el crecimiento proyectado
indica que se producirá una disminución significativa de la población que vivirá en Europa y
América del Norte, contra un crecimiento en la proporción ubicada en África y otras partes
del mundo calificadas como regiones menos desarrolladas.
Según los resultados del escenario de fecundidad media (considerado como el más probable)
utilizado en las proyecciones de los organismos especializados de las Naciones Unidas, la
población mundial se multiplicará un poco más de cuatro veces en los años que van de 1950
al 2150, lo que implica que en cincuenta años más vivirán sobre la tierra 9 367 millones de
habitantes.
Lo que sobresale de esta situación como se indicó en la introducción es que el crecimiento
proyectado se producirá básicamente en los países menos desarrollados del planeta.
Junto a esto, fenómenos tales como la pobreza, la redistribución del ingreso y su solución
que caracterizan el panorama social de esos países, y temas específicos como la situación
de la mujer, el medio ambiente, entre otros, no parecen haber corrido la misma suerte que
los adelantos alcanzados en la tecnología.
Digámoslo a la manera del Informe sobre el Desarrollo Humano: El desarrollo humano
sigue planteando grandes desafíos en el nuevo milenio. En distintas partes del mundo se
aprecian niveles inaceptables de privaciones en la vida de la gente. De los 4.600 millones
de habitantes de los países en desarrollo, más de 850 millones son analfabetos, casi 1.000
millones carecen de acceso a fuentes de agua mejoradas, y 2.400 millones no tienen acceso
a servicios sanitarios básicos. Cerca de 325 millones de niños y niñas no asisten a la
escuela. Además, 11 millones de niños menores de 5 años mueren cada año, es decir, más
de 30.000 niños cada día, por causas que podrían evitarse. Alrededor de 1.200 millones de
personas viven con menos de 1 dólar al día (PPA en dólares EE.UU. de 1993), y 2.800
millones con menos de 2 dólares al día. Esas privaciones no se limitan a los países en
desarrollo. En los países miembros de la OCDE más de 130 millones de personas padecen
pobreza de ingreso, 34 millones se encuentran desempleados y la tasa media de
analfabetismo funcional de adultos alcanza el 15%xv .
Este reconocimiento avalado por las estadísticas internacionales ha conducido al
planteamiento de un nuevo paradigma de desarrollo que genere un proceso:
-centrado en la gente, es decir, capaz de cubrir verdaderamente las necesidades humanas
básicas, entre ellas la garantía del ejercicio del papel primordial de la gente en la formulación
y ejecución de los programas de desarrollo.
-sustentable, lo que significa que sea socialmente justo y equitativo así como sostenible desde
un punto de vista ecológico.
-autosuficiente, lo que significa que haga uso al máximo posible de las capacidades propias de
los paísesxvi.
Se ha querido avanzar hacia la idea de que el desarrollo económico y social de un país o
región ha de estar dirigido, fundamentalmente, a elevar la calidad de la vida de la población en
su totalidad, y de cada individuo que la integre. De aquí que las estrategias de desarrollo y sus
correspondientes políticas sociales que tracen los países deberían apuntar en ese sentido, de tal
forma, que las acciones que se emprendan ofrezcan oportunidades a sus pobladores de mejorar
sus condiciones de vida, y en definitiva, crear las condiciones para la realización plena de la
personalidad humana.
“El punto crucial de una alternativa de desarrollo será replantearse el objetivo mismo del
desarrollo. No se puede seguir buscando simplemente el aumento cuantitativo de algunas
variables macroeconómicas, sobre bases de un frágil y hasta imposible equilibrio. Se precisa
definir con claridad su objetivo final: el bienestar de la sociedad, a partir de una serie de
principios rectores claramente comprendidos: eficiencia económica y social, competitividad
sistémica; equidad social, de género e intergeneracional; solidaridad; y, sustentabilidad
ambiental”xvii
Por otra parte, se ha insistido en que, para que el desarrollo concebido en términos de su
sustentabilidad pase de la teoría a los hechos, tiene que implicar indudablemente cambios en la
manera de concebir el crecimiento económico y la distribución de sus beneficios, y esta última
no puede operacionalizarse de otro modo que a través de la actuación de la población como
base fundamental de la actividad económica, en tanto que productor y consumidor de bienes y
servicios que se producen en la sociedad, sin dejar de considerar el rol que los recursos
redistributivos del estado debieran jugar en cuanto a educación, salud y seguridad social se
refieren. Es en ese sentido que se ha estado planteando con fuerza la cuestión de que el
empleo pleno y productivo es el modo más eficaz para luchar contra la pobreza.
Pero cual es la realidad. No obstante que las Naciones Unidas declararon al año 1996 como el
de la eliminación de la pobreza, el siglo XXI recibió una voluminosa herencia de más de 1200
millones de pobres.
En el marco de una de las reuniones anuales del Fondo Monetario Internacional-Banco
Mundial, su presidente declaraba que: “Las cifras sobre el aumento de pobreza, les puedo
asegurar, que me quitan el sueño...”. Según se reconoció, “si las cosas no cambian” en 25
años el número de pobres será de más de dos mil quinientos millonesxviii.
Según lo reconoce el Informe sobre el Desarrollo Humano de 1997, si bien durante el Siglo
XX la pobreza se redujo notablemente en muchas partes del mundo, una cuarta parte de la
población mundial sigue sumida en la pobreza severa. La mayoría de estos millones de
habitantes más pobres del planeta son personas que viven en un entorno ambiental en rápido
proceso de degradación y en unas condiciones cada vez más difíciles y desesperadas, mientras
las comunicaciones globales les permiten ser más conscientes que nunca de los niveles de
prosperidad alcanzados en el resto del mundoxix . "En una economía mundial de 25 billones de
dólares esto es un escándalo, que refleja desigualdades vergonzosas y el fracaso inexcusable
de la política nacional e internacional”xx .
Ese mismo Informe reconoce que hacia fines del siglo XX más de la cuarta parte de la
población del mundo en desarrollo continuaba viviendo en la pobreza medida por el índice de
pobreza humana (IPH), 160 millones de niños sufren de malnutrición moderada o severa, las
mujeres son pobres en medida desproporcionada; las personas de edad suelen vivir sus últimos
años en la pobreza y el abandono, y se estima que casi la tercera parte de la población de los
países menos adelantados no sobrevivirá hasta la edad de 40 añosxxi. Los pobres no sólo sufren
la falta de ingresos y de acceso a bienes y servicios básicos, sino también experimentan un
estatus social limitado; marginación en el espacio urbano y un entorno de vida degradado; un
acceso limitado a la justicia, a la información, a la educación, al poder de toma de decisiones,
y a la ciudadanía; así como una vulnerabilidad a la violencia y perdida de seguridadxxii.
La acumulación capitalista no ofrece desarrollo para todos: incluye desempleo y
desigualdad. A mayor desarrollo del capital, más depauperación relativa, en el sentido de
que hay cada vez más pobres en comparación con las posibilidades de producción del
capitalismo. Pero ahora, aparece una marginación creciente y no como un ejército industrial
de reserva transitorio, sino como un producto de la automatización en la industria, de la
creciente productividad del trabajo y de las peores condiciones laborales.
Con la incorporación más generalizada de las nuevas tecnologías el ejército industrial de
reserva es cada vez menos de “reserva” y cada vez más permanentemente una población
marginada debido a la automatización en las industrias avanzadas y el incremento de la
productividad.
La pobreza constituye sin lugar a dudas uno de los efectos visibles de un sistema que
engendra simultáneamente riqueza concentrada en un reducido porcentaje de la población a
cambio de la pobreza distribuida entre la mayor parte de ella, un sistema que tanto en lo
económico como en lo social, lo político e ideológico ha sido desde sus inicios
diferenciador y promotor de crecientes sojuzgamientos y dependencias en términos de los
diferentes actores y clases sociales, así como regiones y países.
En términos de países, el avance de unos y el atraso de otros son resultados
complementarios y lógicos de este sistema de explotación que va generando a la vez, en
estrecha e indisoluble relación recíproca de causa y efecto, bienestar y adelanto para una
minoría, atraso y explotación para la mayoría. Este es un hecho que se reconoce al cabo de
los 50 años de creación de las Naciones Unidas. "Lo que se percibe son un impresionante
panorama de adelantos humanos sin precedentes y de padecimientos humanos
inenarrables, del progreso de la humanidad en varios frentes a la par del retroceso de la
humanidad en varios otros, de una pasmosa propagación de la prosperidad a escala
mundial junto a una deprimente expansión a escala mundial de la pobreza" xxiii.
En el centro del interés por la elevación de los niveles de vida en los países en vías de
desarrollo se encuentran dos hechos interrelacionados: el crecimiento económico, referido
al nivel, estructura y posibilidades de crecimiento de bienes y servicios que condicionan la
base material para el bienestar de la población; y la equidad, es decir, una distribución justa
de los satisfactores entre los distintos grupos de la población. Ambas aristas del problema,
establecen a su vez las dimensiones absolutas y relativas del bienestar.
El vínculo entre estos dos aspectos actúa a su vez, a través de la relación empleo-ingresos
como factor de producción y determinante del bienestar. Mientras tanto, es marcado el
desequilibrio que existe entre la oferta y la demanda de fuerza de trabajo en la mayoría de
los países en desarrollo.
Aquí mantiene su influencia el aún relativamente rápido crecimiento de la población, cuyo
tamaño y estructura por edades y sexo combinados con las tasas de actividad específicas,
provoca que la demanda de empleo crezca a una tasa mucho más rápida que la oferta de
empleo, lo que impide una ocupación efectiva de toda la fuerza de trabajo disponible en
muchos países, en las condiciones del sistema internacional en que están insertos, las
propias características de sus sistemas sociopolíticos, los efectos de la deuda externa y las
medidas de ajuste ante la crisis.
América Latina. Pobres y vulnerables
El caso de América Latina merece algunos comentarios especiales. En su último balance
sobre la economía de la Región la CEPAL señala que las economías de América Latina y el
Caribe sufrieron una contracción de 0.5% en 2002. Con este resultado, el PIB per cápita de
este año se situó por debajo del nivel de 1997, completando “media década perdida”. El
promedio regional estuvo marcado por las economías de América del Sur, especialmente
Argentina, Uruguay y Venezuela, pero el bajo dinamismo fue generalizado en
prácticamente toda la región. La tasa de desocupación de la región alcanzó un máximo
histórico de 9.1% de la fuerza de trabajo, a pesar de un aumento importante del empleo
informal. Las condiciones sociales se deterioraron concomitantemente, y en 2002 hubo 7
millones de latinoamericanos y caribeños que engrosaron las cifras de pobreza de la
región.xxiv
La región no solo se caracteriza por un bajo nivel de ingreso por habitante de los países
que la integran, sino que guarda para sí el triste expediente de ser la región en el mundo con
los más elevados niveles de desigualdad. Esa desigualdad se traduce en insuficiencia de
recursos de los hogares para satisfacer las necesidades más elementales de sus miembros y
se expresa en altos niveles de pobreza y de miseria. "...la coexistencia de crecimiento
económico y polarización social, de enriquecimientos espectaculares y empobrecimientos
persistentes, constituyen la realidad contradictoria de los escenarios generados por la
reestructuración de nuestras economías y sociedades en clave de una nueva fórmula de
poder. Lo que se está presenciando en términos de precarización laboral, fragmentación del
tejido social, preservación e incluso ahondamiento de las desigualdades sociales, es la
dimensión social del ajuste económico "realmente existente" que al mismo tiempo que
favorece la reactivación de la economía y la elevación sostenida de los ingresos de las
élites, deteriora la condición social y excluye a un arco amplio de actores sociales. No se
trata de limitaciones o cuestiones pendientes de ser encaradas por el ajuste, sino los efectos
del mismo"xxv .
Las estadísticas revelan que la distribución del ingreso tradicionalmente desigual en la región,
mejoró en la década del ´70, empeoró seriamente en la década del ´80, y no registró mejoras e
incluso en diversos casos continuó deteriorándose en los ´90.
Datos reunidos por Kliksberg destacan la regresividad de la distribución del ingreso en
términos comparativos. En América Latina el 20 % más rico de la población posee el 52,9
% del ingreso, proporción muy superior a la del sudeste Asiático, e incluso a la de África.
Del otro extremo el 20 % más pobre sólo accede al 4,5 % del ingreso.xxvi
Tal como lo reconoce la CEPAL en un análisis del Panorama Social de América latina,
“hacia fines de los años noventa —según lo evidencian las encuestas de opinión—
porcentajes crecientes de la población declaran sentirse sometidas a condiciones de riesgo,
inseguridad e indefensión. Ello encuentra sustento en la evolución del mercado de trabajo,
el repliegue de la acción del Estado, las nuevas formas institucionales para el acceso a los
servicios sociales, el deterioro experimentado por las expresiones tradicionales de
organización social, y las dificultades de la micro y pequeña empresa para lograr un
funcionamiento que las proyecte económica y socialmente”. xxvii Por otra parte, como se
afirma en otro informe del mismo organismo, el desarrollo y las políticas sociales en los
países de América latina y el Caribe no han logrado históricamente las características del
Estado de bienestar, en tanto no se han alcanzado los niveles de universalidad, solidaridad e
integralidad esperados. La inequidad y la segmentación social han estado siempre presentes
en el desarrollo de la región.xxviii
Hechos tales han conducido a investigadores y analistas como Roberto Pizarro, a promover la
hipótesis de que el rasgo social dominante en la Región a comienzos del siglo XXI es la
vulnerabilidad. El predominio del mercado en la vida económica, la economía abierta al
mundo y el repliegue del estado de las funciones que tuvo en el pasado han dejado expuestas
a la inseguridad y abandono a amplias capas de población de ingresos medios y bajos, aún
más allá de las condiciones de pobreza y concentración del ingreso que imperan en los países
de la región.
Recientemente –comenta Rodríguez Vignoli- se ha destacado el creciente papel de la
vulnerabilidad como generadora de desventaja social. Esta importancia obedece tanto a una
frustración conceptual por el carácter estático de los factores generadores de desventaja
social clásicos, en particular la pobreza y la marginalidad, como a la necesidad de
actualizaciones teóricas al nuevo escenario mundial, caracterizado por el crecimiento de la
llamada “nueva economía”, la expansión de la globalización y la liberalización de los
mercados, procesos que golpean a segmentos sociales que anteriormente, en la modalidad
previa de desarrollo, estaban protegidos, integrados y tenían gran centralidad productiva y
sociopolítica.xxix
En el plano de la percepción subjetiva, parece haber aumentado un sentimiento de
indefensión en las capas medias y de bajos ingresos generado por el repliegue del estado de
la función protectora que tuvo en el pasado e incluso por la preponderancia que han
adquirido los valores que fomentan el esfuerzo individual en la lucha por la vida por sobre
las lógicas colectivas.
Efectivamente, los fuertes impactos sociales provocados por los programas de ajuste han
incorporado tanto al análisis político como al académico los términos “vulnerabilidad” y
“grupos vulnerables”. El concepto de vulnerabilidad social remite en primer lugar a la
inseguridad y desvalimiento que experimentan las comunidades, familias e individuos en
sus condiciones de vida a consecuencia del impacto provocado por algún tipo de evento
económico-social de carácter traumático y; por otra parte, el manejo de recursos y las
estrategias que utilizan las comunidades, familias y personas para enfrentar los efectos de
ese evento.
Por cierto, asociado al concepto de vulnerabilidad social se ha estado promoviendo el de
vulnerabilidad demográfica, definida como un conjunto de características demográficasxxx
de las unidades domésticas que, en una sociedad moderna, limitan la acumulación de
recursos y tiene una asociación significativa con otras manifestaciones de desventaja social.
La vulnerabilidad demográfica es un eslabón de la compleja cadena de limitaciones y
precariedades que aqueja a los grupos postergados de la región. xxxi
El sentido de introducir la noción de vulnerabilidad para la interpretación de la situación
social y demográfica actual se asocia en primer lugar, a su carácter esencialmente
dinámico, ya que es, por definición, una condición interactiva y en constante mutación
dependiente de los riesgos, pasivos y activos relevantes. En segundo lugar, la
vulnerabilidad no se agota en un segmento determinado de la población (por ejemplo no
son sólo los pobres), pues puede afectar a cualquier grupo social. En tercer lugar, se acepta
que la vulnerabilidad está estrechamente asociada a los principales cambios que implica la
globalización y la revolución tecnológica, pues da cuenta de la creciente centralidad del
cambio, de la diversidad de opciones y de la incertidumbre para la vida de las comunidades,
los hogares y las personas.xxxii
En otro orden de cosas, a los pobres de siempre se suman más y nuevos tipos de pobres, tal
vez para recordamos que vivimos bajo un sistema que no renuncia a reproducirse, y con
ello engendra como efecto necesario riqueza para unos pocos y pobreza para casi todos. El
proceso de globalización económica y de apertura comercial en la región -reconoce la
CEPAL- ha generado nuevos focos de pobreza. Se trata de una nueva pobreza, una pobreza
educada, que afecta a la clase media especialmente, desplazada por el impacto de los
ajustes económicos.
A juicio del organismo internacional, el fenómeno se produce porque los ajustes provocan
que "la gente pierda los beneficios" que tenían en una economía cerrada. "Es una nueva
pobreza, una pobreza distinta, de gente habituada a un nivel de consumo, con acceso a
servicios que ya no pueden tener".
La pobreza tiene articulación directa con el empleo, dado que se trata de la forma principal
de utilización productiva y remunerada de la fuerza de trabajo, y en consecuencia la
principal fuente de satisfacción de las necesidades básicas de la parte mayoritaria de la
población. Por tanto, quienes no satisfacen sus necesidades básicas tienden a coincidir con
aquellos que tienen problemas de empleo. El vínculo más directo se da entre la pobreza —
que acarrea insatisfacción de aquellas necesidades esenciales vinculadas al consumo
privado—y el subempleo.
Mientras que el mercado de trabajo fue durante muchas décadas el ámbito en el que los
sectores medios y las clases populares encontraron posibilidad de empleo remunerativo —
comenta Vila— la situación actual es diferente. La precarización laboral y el deterioro de
los ingresos del trabajo ahondan las desigualdades sociales, contribuyen decisivamente al
crecimiento de la pobreza y cuestionan la hipótesis de un futuro mejor. Pocos son los que
creen que trabajando duro se progresará en la vida. Enfocar el impacto del ajuste en el
mercado de trabajo permite advertir el carácter sistémico de los efectos sociales de las
reformas económicas. La precarización afecta ante todo a los trabajadores urbanos y rurales
asalariados y a los micro y pequeños empresarios, pero golpea también a segmentos
amplios de la población que se ubican en lo que convencionalmente se denominan clases
medias, que protagonizan conspicuamente el fenómeno de la llamada “nueva pobreza”.xxxiii
En general se están desdibujando valores y políticas socioeconómicas que daban sentido a
las estrategias individuales y familiares de vida de una parte significativa de la población.
Refiriéndose a los factores que han contribuido a expandir la fuerza de trabajo de América
latina y el Caribe durante los últimos 20 años un documento de la CEPAL comenta que el
persistente aumento del desempleo y el empleo de baja productividad constituyen una gran
amenaza para el desarrollo social en todo el mundo. La falta de un trabajo productivo en el
que las personas se sientan realizadas también contribuye a la migración, el conflicto y la
desintegración sociales.
En particular, tal extensión de la pobreza y las privaciones humanas se asocia a la aceleración
del crecimiento de la población humana, con referencia a los países en vías de desarrollo, hasta
niveles sin precedentes. Así y todo, el avance de la transición demográfica en la región no ha
implicado una mejor absorción de la fuerza de trabajo, ni ha contribuido a superar la
situación de pobreza y miseria que afecta a una buena parte de la población
latinoamericana. Se reconoce que en la "década perdida" uno de los grandes perdedores ha
sido la equidad. El poder de compra real de los salarios disminuyó más que el producto per
cápita en la mayor parte de los países, el desempleo aumentó en forma significativa a
mediados de los ochenta y era aún elevado en muchos países al llegar a 1990, la
distribución primaria del ingreso cambió regresivamente, y como corolario el porcentaje de
la población en situación de pobreza en la región aumentó a cerca de un 40 por cientoxxxiv .
Pero además, ya en el transcurso de la década presente se ha creado un fuerte contraste
entre la reactivación económica y la recuperación de la estabilidad, por un lado, y por el
otro el deterioro de la condición social de segmentos amplios de la población, incluidas
porciones importantes de las clases medias urbanas que en las décadas anteriores se habían
apropiado de una proporción importante del producto. La persistencia y en algunos casos el
agravamiento de la pobreza y la desigualdad social indican que carece de sustento real la
hipótesis de la teoría económica convencional según la cual la recuperación de la inversión
y del crecimiento conduce a una distribución progresiva espontánea de los beneficios del
crecimiento una vez que se permite al mercado operar de acuerdo a su propia dinámica y
racionalidad. Después de una década de reformas orientadas hacia el mercado la
recuperación de la inversión y del producto y el restablecimiento de los flujos externos
prueban ser compatibles con el deterioro de las condiciones de vida y el empobrecimiento
de segmentos amplios de la población. Destaca en particular el incremento de la
polarización social y la progresiva configuración de sociedades de minorías muy ricas y
mayorías empobrecidasxxxv .
El inventario de problemas heredados, que se desprende del breve análisis de la situación
sociodemográfica mundial y de América Latina en particular, constituye un desafío para el
siglo que comienza y que se vislumbra como una era de la información y la globalización.
A modo de conclusiones
El de las relaciones entre población y desarrollo se mantiene como tema de actualidad y de
análisis por especialistas y científicos de diferentes campos del conocimiento que
mantienen, igualmente, muy diversas preferencias políticas e ideológicas. Se sigue
reconociendo el de que el conocimiento sobre las relaciones entre el comportamiento de las
variables demográficas y el cambio socioeconómico en las situaciones históricas concretas
de los países, constituye un elemento básico para lograr la integración de las llamadas
políticas demográficas al proceso de programación y planificación del desarrollo.
Cabe afirmar que en general, el campo de las relaciones entre población y desarrollo se ha
transformado en los últimos años debido a un rápido incremento de los conocimientos
empíricos. Asimismo, las teorías formuladas con anterioridad se han ensayado, formulado
de nuevo, o descartado a la luz de los análisis estadísticos de sus hipótesis básicas. Esto
ocurre tanto con los aspectos relativos a los determinantes y consecuencias de los factores
demográficos como a la propia teoría de la transición demográfica...
Lo destacable de ese proceso es el énfasis que se pone en la relación misma, más que en
alguno de sus elementos y el avance hacia conceptos del desarrollo que involucran su
dimensión humana y la cuestión de la sustentabilidad.
Todos los nuevos planteamientos presuponen, aunque fuere en el ámbito teórico, una
estrategia de desarrollo comprensiva de todas las esferas de la vida económica y social que
dé como resultado una distribución más equitativa de los beneficios del desarrollo y todo
ello bajo la consideración de que los verdaderos obstáculos que se oponen a éste residen, no
solamente en la demografía de la población, sino también en los efectos combinados de
factores como los desequilibrios en la distribución de recursos, así como en las
desigualdades que caracterizan y se acentúan en el mundo globalizado de hoy.
Lo importante es que fenómenos tales como la pobreza, la redistribución del ingreso y su
solución están siendo enfocados dentro del contexto de las relaciones entre población y
desarrollo humano sustentable, y donde los elementos fundamentales de la relación no
podrían continuar siendo abordados, el primero como simple dato estadístico y elemento
exógeno al sistema económico, y el último como idéntico a crecimiento económico.
El somero examen de la herencia del siglo XX que hemos querido cumplimentar en las
páginas anteriores y la abundante literatura disponible ponen de manifiesto las diferencias y
evidencias económicas y sociales que resaltan la idea de los incluidos y excluidos en la
aldea global. En las condiciones del sistema inequitativo imperante, las tecnologías de
información
y
comunicaciones
pueden
producir
simultáneamente
resultados
contradictorios: Para algunos, desde la perspectiva que se le vea, la globalización constituye
un factor principal mientras que para otros no lo es; el proceso de transformaciones
asociado puede crear homogeneidad y fragmentación, igualdad y desigualdad, destruir y
crear empleos. Unos consideran que se agudizan las diferencias entre individuos, familias,
comunidades, países y regiones, mientras otros defienden lo contrario.
Se pone de manifiesto que en la sociedad de la información también llamada sociedad del
conocimiento o sociedad informacional como prefiere Castells, la adquisición,
procesamiento, organización, almacenamiento, recuperación, utilización, monitoreo,
distribución y comercialización de información, han devenido en actividades prioritarias
para la economía de los países que las fomentan, dado a su alto índice de generación de
valor agregado. Pero, igualmente, las brechas que existen entre incluidos y excluidos en la
aldea global han sido ilustradas en las obstinadas estadísticas que aportan los organismos
especializados. Hay brechas significativas en cuanto a equipamiento de todo tipo como es
el caso por ejemplo, de las líneas telefónicas donde la mayor cantidad, en una relación de
más de 650 a 10 por mil habitantes se encuentra al haber de los países desarrollados.
La red pudiera dar enormes posibilidades para que un número creciente de personas en
toda la geografía mundial puedan acceder a la información y con ello reducir la desigualdad
que persiste en dicho acceso, pero como se desprende de uno de los más recientes informes
sobre el desarrollo humano las expectativas están muy lejos de alcanzarse
Esas realidades y tendencias que han sido comentadas no parecen encontrar un punto de
rectificación en el corto, ni aun en el mediano plazos: son las consecuencias inevitables,
históricas, de la reproducción del sistema en su actual versión neoliberal. Revertirlas
presupone una nueva utopía que parta necesariamente de la adopción de una alternativa de
desarrollo que, celebrando el advenimiento de la era de la información y reconociendo la
inevitavilidad de la globalización, revierta su tendencia neoliberal, hacia otra centrada en la
gente; que tenga como objetivo primordial el alcance de una sociedad sin excluidos y sin
exclusiones, que incorpore a toda la población como el verdadero sujeto y objeto del
desarrollo, como la base fundamental de la actividad social, económica y cultural, y en
consecuencia le permita acceder a todos los beneficios del legado del siglo XX y a una
calidad y nivel de vida acorde a sus necesidades y satisfactores. Una alternativa tal, debe
replantearse, en consecuencia el objetivo mismo del desarrollo, que no puede reducirse al
simple incremento cuantitativo de determinadas variables macroeconómicas, y avanzar
hacia la gran utopía viable, de que el objetivo final del desarrollo es el bienestar de toda la
sociedad.
Una utopía tal presupone la existencia de un estado racional y eficiente que vaya al
reencuentro de sus funciones inalienables en la búsqueda permanente de una mejor calidad
de vida para toda la población, que fomente la salud, la educación, el empleo, la seguridad,
la justicia, la vivienda, la preservación del medio ambiente, el desarrollo de la familia, un
acceso equitativo a las modernas tecnologías y sus beneficios, y en fin de cuentas, un
verdadero desarrollo integral y humano.
Siendo estos los comentarios, los cerraremos con los últimos versos de lo que Chusa
Lamarcaxxxvi denominó: “Plantando pensamientos entre las cenizas”.
........................................
Tal vez alguien pregunte
por qué razón los versos
ya no despiden olor a primavera.
No se pueden hacer ofrendas
con rosas mutiladas
y la tormenta acalla los violines.
Las margaritas ya no dicen si o no,
sus hojas nacen muertas.
Y ante tanta agonía
es hora de sembrar
una nueva cosecha.
Plantemos pensamientos
entre las cenizas.
1.
1.
2.
3.
4.
5.
Manuel Castells. La era de la información. Economía Sociedad y Cultura. Vol. I “La sociedad red”.
Siglo XXI Editores. Primera Edición en español. México 1999. Pág. 27
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George Soros: La crisis del capitalismo global. La sociedad abierta en peligro. Plaza Janés. Primera
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La Jornada. México D. F. Miércoles 12 de diciembre del 2001
La Jornada. Ob. Cit.
Ignacio Ramonet: Propagandas silenciosas. Instituto Cubano del Libro. Ciudad de la Habana, Cuba,
10 de febrero del 2002. Pág. 57
6. PNUD: INFORME SOBRE DESARROLLO HUMANO 2001. Poner el adelanto
tecnológico al servicio del desarrollo humano. Publicado para el Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Ediciones Mundi-Prensa, México, D.
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7.
Anthony Giddens: Un mundo desbocado. Los efectos de la globalización en nuestras vidas. Grupo
Santillana Editores, S. A. Madrid 2000. Pág. 14-15
8.
Al decir de Chusa Lamarca, “una aldea esquilmada y desigual”. Las redes de comunicación ponen
en relación e interdependencia a todos los países y a todas las economías del mundo, nuestro mundo
se habría convertido en una aldea homogeneizada y global y, sin embargo, en esta gran aldea unos
son los beneficiados y otros los perjudicados, el planeta es una aldea desigual. Chusa Lamarca: La
aldea global, una aldea esquilmada y desigual. (d’Aedenat-Ecologistas en Acción y del Movimiento
de
Europa
de
Maastricht
y
la
globalización
económica).
http://nodo50.ix.apc.org/maast/aldeaglobal.htm
Ver: http://www.flawfirms.com.ar/html/part4.htm
Octavio Ianni: Teorías de la globalización. Edit. Siglo XXI, Tercera Edición. México, 1998. Pág. 74
Carlos F. Chamorro: Los Estados ya no pueden gobernar; solo negociar. Entrevista a Manuel
Castells
publicada
en
la
revista
Ajoblanco,
octubre
del
99.
http://www.diaridebarcelona.com/coneheme/castells.htm
El desarrollo de América Latina: Una agenda para el Tercer Milenio. Tegucigalpa, Honduras. Junio
29 a julio 2 de 1998. En: http://www.celam.org/secre...general/carta_intenciones.htm
PNUD: INFORME SOBRE DESARROLLO HUMANO 2001. Poner el adelanto tecnológico al
servicio del desarrollo humano. Publicado para el Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD). Ediciones Mundi-Prensa, México, D. F 2001. Pág. 34
PNUD: INFORME SOBRE DESARROLLO HUMANO 2001. Poner el adelanto tecnológico al
servicio del desarrollo humano. Publicado para el Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD). Ediciones Mundi-Prensa, México, D. F 2001. Págs. 11-12.
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15. Ver: Comisión Sur, Hacia una nueva forma de medir el desarrollo. Comisión Sur,
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16. Acosta, Alberto: Algunos elementos para repensar el desarrollo: Una lectura para pequeños países.
En: http://www.eleconomista.cubweb.cu/ec8/ponencias_99albe.html
17. Periódico “El Financiero”. México, 23 de abril de 1999. Año XVIII. No. 5103. Pág. 5
18. Ver: UNICEF. Estado Mundial de la Infancia 1994. Fondo de Naciones Unidas
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19. PNUD: Informe sobre el Desarrollo Humano 1997. Ediciones Mundi-Prensa,
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20. Id. Pág. 6
21. CENUAH, (Centro de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos): La
pobreza humana, un reto mundial. Declaración de Recife. Documento del
Encuentro Internacional de Recife sobre Pobreza Urbana (17 - 21 de marzo de
1996).
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http:habitat.unchs.org/unchs/ijup/decs.htm
22. PNUD: Informe sobre el desarrollo humano 1994. Publicado para el Programa de
las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) por el Fondo de Cultura
Económica. Primera Edición en español 1994. Pág. 1.
23. CEPAL: Balance preliminar de las economías de América Latina y el Caribe 2002. LC/G.2196-P.
Diciembre del 2002. Santiago de Chile. Pág. 7
24. Carlos M. Vilas: POBREZA, INEQUIDAD SOCIAL Y DETERIORO LABORAL EN AMERICA
LATINA:
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25. Bernardo Kliksberg: Inequidad en América Latina. http://.dpi.sg.gba.gov.ar/ipap/kliksberg.htm
26. CEPAL. Panorama Social de América latina 1999-2000. Documento informativo. Pág. 2
27. CEPAL. Equidad, desarrollo y ciudadanía. CEPAL 2000. Pág. 71
28. Jorge Rodríguez Vignoli: Vulnerabilidad demográfica: una faceta de las desventajas sociales.
CEPAL, Serie Población y Desarrollo No. 5. Santiago de Chile, septiembre de 2000, Pág. 14
29. Las características y la trayectoria sociodemográficas son cruciales para el
desempeño de todos los actores sociales. Como lo sostiene M. Livi-Bacci: “Los
comportamientos demográficos (incluida la mortalidad, que literalmente no es un
‘comportamiento’ en sí mismo) pueden considerarse componentes de la
‘capacidad’ de las personas para ‘funcionar’” (Pensamiento Iberoamericano n o 28
y Notas de Población n o 62, 1995, número conjunto, Pág. 117) y este
planteamiento es plenamente válido para las unidades domésticas. La capacidad de
crianza y de socialización, la disponibilidad de tiempo, las opciones de ahorro y de
inversión en las distintas modalidades de capital, e incluso las probabilidades de
tener un discurrir agradable y estimulante dependen, entre otros factores
demográficos, del tamaño de las unidades domésticas, de sus niveles de
dependencia demográfica, de su fase en el ciclo de vida y de sus arreglos familiares.
30. Jorge Rodríguez Vignoli: Vulnerabilidad demográfica: una faceta de las desventajas sociales.
CEPAL, Serie Población y Desarrollo No. 5. Santiago de Chile, septiembre de 2000.
31. Jorge Rodríguez Vignoli: VULNERABILIDAD DEMOGRÁFICA EN AMÉRICA LATINA: ¿QUÉ
HAY DE NUEVO?. Seminario Internacional Las diferentes expresiones de la vulnerabilidad social en
América Latina y el Caribe Santiago de Chile, 20 y 21 de junio de 2001. Pág. 57
32. Carlos M. Vilas: Seis ideas falsas sobre la globalización: argumentos desde América latina para
refutar una ideología, en John Saxe -Fernández (coordinador), Globalización: crítica a un
paradigma. México: Plaza & Janés, 1999, p. 69-101.
33. Ver: R. Bajraj y J. Bravo: Una visión sintética del ajuste económico y sus
consecuencias demográficas en América Latina. En CELADE, "Notas de
Población", Año XXII, No. 59, Santiago de Chile, junio de 1994. Pág. 58-59.
34. Vilas, Carlos M.: Pobreza, inequidad social y deterioro laboral en América Latina: ¿”Asignaturas
pendientes”
o
resultados
sistémicos?
En:
http://www.eleconomista.cubaweb.cu/ec8/ponencias_99/vila.html
35. Chusa Lamarca: Plantando pensamientos entre las cenizas. Poemas contra el neoliberalismo y la
globalización. http://idd00ng1.eresmas.net/poemas.htm