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Novena a la Inmaculada. www.josemariaescriva.info
Textos de San Josemaría
Novena a la Inmaculada
30 de noviembre. María, la llena de gracia
Es la llena de gracia, la suma de todas las perfecciones: y es Madre.
Con su poder delante de Dios, nos alcanzará lo que le pedimos; como
Madre quiere concedérnoslo. Y también como Madre entiende y
comprende nuestras flaquezas, alienta, excusa, facilita el camino, tiene
siempre preparado el remedio, aun cuando parezca que ya nada es
posible.
Quizá ahora alguno de vosotros puede pensar que la jornada ordinaria,
el habitual ir y venir de nuestra vida, no se presta mucho a mantener el
corazón en una criatura tan pura como Nuestra Señora. Yo os invitaría
a reflexionar un poco. ¿Qué buscamos siempre, aun sin especial
atención, en todo lo que hacemos? Cuando nos mueve el amor de
Dios y trabajamos con rectitud de intención, buscamos lo bueno, lo
limpio, lo que trae paz a la conciencia y felicidad al alma. ¿Que no nos
faltan las equivocaciones? Sí; pero precisamente, reconocer esos
errores, es descubrir con mayor claridad que nuestra meta es ésa: una
felicidad no pasajera, sino honda, serena, humana y sobrenatural.
Una criatura existe que logró en esta tierra esa felicidad, porque es la
obra maestra de Dios: Nuestra Madre Santísima, María. Ella vive y nos
protege; está junto al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, en cuerpo y
alma.
Amigos de Dios, 292
Cumplido el tiempo de la purificación de la Madre, según la Ley de
Moisés, es preciso ir con el Niño a Jerusalén para presentarle al Señor.
Y esta vez serás tú, amigo mío, quien lleve la jaula de las tórtolas. —
¿Te fijas? Ella —¡la Inmaculada!— se somete a la Ley como si
estuviera inmunda. ¿Aprenderás con este ejemplo, niño tonto, a
cumplir, a pesar de todos los sacrificios personales, la Santa Ley de
Dios? ¡Purificarse! ¡Tú y yo sí que necesitamos purificación! —Expiar,
y, por encima de la expiación, el Amor. —Un amor que sea cauterio,
que abrase la roña de nuestra alma, y fuego, que encienda con llamas
divinas la miseria de nuestro corazón.
Santo Rosario, comentario al IV misterio de gozo
Acudimos a Ella —tota pulchra!—, con un consejo que yo daba, ya
hace muchos años, a los que se sentían intranquilos en su lucha diaria
para ser humildes, limpios, sinceros, alegres, generosos. Todos los
pecados de tu vida parece como si se pusieran de pie. No desconfíes.
Por el contrario, llama a tu Madre Santa María, con fe y abandono de
niño. Ella traerá el sosiego a tu alma.
Amigos de Dios, 189
Oración
Es justo, dulce Señora, que me hagas un regalo, prueba de cariño:
contrición, compungirme de mis pecados, dolor de Amor... Óyeme,
Señora, Vida, Esperanza mía, condúceme con tu mano —tenuisti
manum dexteram meam!— y si algo hay ahora en mí que desagrade a
mi Padre-Dios, haz que lo vea y entre los dos lo arrancaremos.
(Apuntes, 7-X-1932)
Textos de San Josemaría
Novena a la Inmaculada
1 de diciembre. Madre de todos, de cada uno
La Maternidad divina de María es la raíz de todas las perfecciones y
privilegios que la adornan. Por ese título, fue concebida inmaculada y
está llena de gracia, es siempre virgen, subió en cuerpo y alma a los
cielos, ha sido coronada como Reina de la creación entera, por encima
de los ángeles y de los santos. Más que Ella, sólo Dios. La Santísima
Virgen, por ser Madre de Dios, posee una dignidad en cierto modo
infinita, del bien infinito que es Dios. No hay peligro de exagerar. Nunca
profundizaremos bastante en este misterio inefable; nunca podremos
agradecer suficientemente a Nuestra Madre esta familiaridad que nos
ha dado con la Trinidad Beatísima.
Amigos de Dios, 276
No existe corazón más humano que el de una criatura que rebosa
sentido sobrenatural. Piensa en Santa María, la llena de gracia, Hija de
Dios Padre, Madre de Dios Hijo, Esposa de Dios Espíritu Santo: en su
Corazón cabe la humanidad entera sin diferencias ni discriminaciones.
—Cada uno es su hijo, su hija.
Surco, 801
Juan, el discípulo amado de Jesús, recibe a María, la introduce en su
casa, en su vida. Los autores espirituales han visto en esas palabras,
que relata el Santo Evangelio, una invitación dirigida a todos los
cristianos para que pongamos también a María en nuestras vidas. En
cierto sentido, resulta casi superflua esa aclaración. María quiere
ciertamente que la invoquemos, que nos acerquemos a Ella con
confianza, que apelemos a su maternidad, pidiéndole que se
manifieste
como
nuestra
Madre.
Pero es una madre que no se hace rogar, que incluso se adelanta a
nuestras súplicas, porque conoce nuestras necesidades y viene
prontamente en nuestra ayuda, demostrando con obras que se
acuerda constantemente de sus hijos. Cada uno de nosotros, al evocar
su propia vida y ver cómo en ella se manifiesta la misericordia de Dios,
puede descubrir mil motivos para sentirse de un modo muy especial
hijo de María.
Es Cristo que pasa, 140
Porque María es Madre, su devoción nos enseña a ser hijos: a querer
de verdad, sin medida; a ser sencillos, sin esas complicaciones que
nacen del egoísmo de pensar sólo en nosotros; a estar alegres,
sabiendo que nada puede destruir nuestra esperanza. El principio del
camino que lleva a la locura del amor de Dios es un confiado amor a
María Santísima. Así lo escribí hace ya muchos años, en el prólogo a
unos comentarios al santo rosario, y desde entonces he vuelto a
comprobar muchas veces la verdad de esas palabras. No voy a hacer
aquí muchos razonamientos, con el fin de glosar esa idea: os invito
más bien a que hagáis la experiencia, a que lo descubráis por vosotros
mismos, tratando amorosamente a María, abriéndole vuestro corazón,
confiándole vuestras alegrías y vuestra penas, pidiéndole que os ayude
a conocer y a seguir a Jesús.
Es Cristo que pasa, 143
Oración
Madre nuestra, te damos gracias por tu intercesión por nosotros
delante de Jesús; sin ti, no hubiéramos podido ir a Él. ¡Qué verdad es
que a Jesús siempre se va y se vuelve por María!
Camino, Ed. Crítico historica, comentario al n. 514
Textos de San Josemaría
Novena a la Inmaculada
2 de diciembre. María, Maestra de oración
El Señor os habrá concedido descubrir tantos otros rasgos de la
correspondencia fiel de la Santísima Virgen, que por sí solos se
presentan invitándonos a tomarlos como modelo: su pureza, su
humildad, su reciedumbre, su generosidad, su fidelidad... Yo quisiera
hablar de uno que los envuelve todos, porque es el clima del progreso
espiritual: la vida de oración.
Para aprovechar la gracia que Nuestra Madre nos trae en el día de
hoy, y para secundar en cualquier momento las inspiraciones del
Espíritu Santo, pastor de nuestras almas, debemos estar
comprometidos seriamente en una actividad de trato con Dios. No
podemos escondernos en el anonimato; la vida interior, si no es un
encuentro personal con Dios, no existirá. La superficialidad no es
cristiana. Admitir la rutina, en nuestra conducta ascética, equivale a
firmar la partida de defunción del alma contemplativa. Dios nos busca
uno a uno; y hemos de responderle uno a uno: aquí estoy, Señor,
porque me has llamado
Somos cristianos corrientes; trabajamos en profesiones muy diversas;
nuestra actividad entera transcurre por los carriles ordinarios; todo se
desarrolla con un ritmo previsible. Los días parecen iguales, incluso
monótonos... Pues, bien: ese plan, aparentemente tan común, tiene un
valor divino; es algo que interesa a Dios, porque Cristo quiere
encarnarse en nuestro quehacer, animar desde dentro hasta las
acciones más humildes.
Es Cristo que pasa, 174
Repasad en la oración esos argumentos, tomad ocasión precisamente
de ahí para decirle a Jesús que lo adoráis, y estaréis siendo
contemplativos en medio del mundo, en el ruido de la calle: en todas
partes. Esa es la primera lección, en la escuela del trato con
Jesucristo. De esa escuela, María es la mejor maestra, porque la
Virgen mantuvo siempre esa actitud de fe, de visión sobrenatural, ante
todo lo que sucedía a su alrededor: guardaba todas esas cosas en su
corazón ponderándolas.
Es Cristo que pasa, 174
Nuestra Madre ha meditado largamente las palabras de las mujeres y
de los hombres santos del Antiguo Testamento, que esperaban al
Salvador, y los sucesos de que han sido protagonistas. Ha admirado
aquel cúmulo de prodigios, el derroche de la misericordia de Dios con
su pueblo, tantas veces ingrato. Al considerar esta ternura del Cielo,
incesantemente renovada, brota el afecto de su Corazón inmaculado:
mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu está transportado de gozo en el
Dios salvador mío; porque ha puesto los ojos en la bajeza de su
esclava. Los hijos de esta Madre buena, los primeros cristianos, han
aprendido de Ella, y también nosotros podemos y debemos aprender.
Amigos de Dios, 241
El Santo Evangelio, brevemente, nos facilita el camino para entender el
ejemplo de Nuestra Madre: María conservaba todas estas cosas dentro
de sí, ponderándolas en su corazón. Procuremos nosotros imitarla,
tratando con el Señor, en un diálogo enamorado, de todo lo que nos
pasa, hasta de los acontecimientos más menudos. No olvidemos que
hemos de pesarlos, valorarlos, verlos con ojos de fe, para descubrir la
Voluntad de Dios.
Amigos de Dios, 285
Oración
Supliquemos hoy a Santa María que nos haga contemplativos, que nos
enseñe a comprender las llamadas continuas que el Señor dirige a la puerta
de nuestro corazón. Roguémosle: Madre nuestra, tú has traído a la tierra a
Jesús, que nos revela el amor de nuestro Padre Dios; ayúdanos a reconocerlo,
en medio de los afanes de cada día; remueve nuestra inteligencia y nuestra
voluntad, para que sepamos escuchar la voz de Dios, el impulso de la gracia.
Es Cristo que pasa, 174
Textos de San Josemaría
Novena a la Inmaculada
3 de diciembre. María, Mujer de fe
Maestra de fe. ¡Bienaventurada tú, que has creído!, así la saluda
Isabel, su prima, cuando Nuestra Señora sube a la montaña para
visitarla. Había sido maravilloso aquel acto de fe de Santa María: he
aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. En el
Nacimiento de su Hijo contempla las grandezas de Dios en la tierra:
hay un coro de ángeles, y tanto los pastores como los poderosos de la
tierra vienen a adorar al Niño. Pero después la Sagrada Familia ha de
huir a Egipto, para escapar de los intentos criminales de Herodes.
Luego, el silencio: treinta largos años de vida sencilla, ordinaria, como
la de un hogar más de un pequeño pueblo de Galilea.
Amigos de Dios, 284
que te alimentaron, el Señor responde: bienaventurados más bien los
que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica. Era el elogio
de su Madre, de su fiat, del hágase sincero, entregado, cumplido hasta
las últimas consecuencias, que no se manifestó en acciones
aparatosas, sino en el sacrificio escondido y silencioso de cada
jornada.
Es Cristo que pasa, 172
Se lo decimos con las mismas palabras nosotros ahora, al acabar este
rato de meditación. ¡Señor, yo creo! Me he educado en tu fe, he
decidido seguirte de cerca. Repetidamente, a lo largo de mi vida, he
implorado tu misericordia. Y, repetidamente también, he visto como
imposible que Tú pudieras hacer tantas maravillas en el corazón de tus
hijos. ¡Señor, creo! ¡Pero ayúdame, para creer más y mejor!
Amigos de Dios, 284
La Virgen no sólo dijo fiat, sino que cumplió en todo momento esa
decisión firme e irrevocable. Así nosotros: cuando nos aguijonee el
amor de Dios y conozcamos lo que El quiere, debemos
comprometernos a ser fieles, leales, y a serlo efectivamente.
Porque no todo aquel que dice Señor, Señor, entrará en el reino de los
cielos; sino aquel que hace la voluntad de mi Padre celestial.
Es Cristo que pasa, 173
Pero, fijaos: si Dios ha querido ensalzar a su Madre, es igualmente
cierto que durante su vida terrena no fueron ahorrados a María ni la
experiencia del dolor, ni el cansancio del trabajo, ni el claroscuro de la
fe. A aquella mujer del pueblo, que un día prorrumpió en alabanzas a
Jesús exclamando: bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos
Oración
¡Madre! —Llámala fuerte, fuerte. —Te escucha, te ve en peligro quizá,
y te brinda, tu Madre Santa María, con la gracia de su Hijo, el consuelo
de su regazo, la ternura de sus caricias: y te encontrarás reconfortado
para la nueva lucha.
Camino, 516
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Novena a la Inmaculada
4 de diciembre. María, Madre del Amor Hermoso
Yo soy la Madre del amor hermoso, del temor, de la ciencia y de la
santa esperanza. Lecciones que nos recuerda hoy Santa María.
Lección de amor hermoso, de vida limpia, de un corazón sensible y
apasionado, para que aprendamos a ser fieles al servicio de la Iglesia.
No es un amor cualquiera éste: es el Amor. Aquí no se dan traiciones,
ni cálculos, ni olvidos. Un amor hermoso, porque tiene como principio y
como fin el Dios tres veces Santo, que es toda la Hermosura y toda la
Bondad y toda la Grandeza.
Pero se habla también de temor. No me imagino más temor que el de
apartarse del Amor. Porque Dios Nuestro Señor no nos quiere
apocados, timoratos, o con una entrega anodina. Nos necesita
audaces, valientes, delicados. El temor que nos recuerda el texto
sagrado nos trae a la cabeza aquella otra queja de la Escritura: busqué
al amado de mi alma; lo busqué y no lo hallé.
Esto puede ocurrir, si el hombre no ha comprendido hasta el fondo lo
que significa amar a Dios. Sucede entonces que el corazón se deja
arrastrar por cosas que no conducen al Señor. Y, como consecuencia,
lo perdemos de vista. Otras veces quizá es el Señor el que se
esconde: El sabe por qué. Nos anima entonces a buscarle con más
ardor y, cuando lo descubrimos, exclamamos gozosos: le así y ya no lo
soltaré.
Amigos de Dios, 277
La pureza limpísima de toda la vida de Juan le hace fuerte ante la
Cruz. —Los demás apóstoles huyen del Gólgota: él, con la Madre de
Cristo, se queda. —No olvides que la pureza enrecia, viriliza el carácter
Camino, 144
Este corazón nuestro ha nacido para amar. Y cuando no se le da un
afecto puro y limpio y noble, se venga y se inunda de miseria. El
verdadero amor de Dios —la limpieza de vida, por tanto— se halla
igualmente lejos de la sensualidad que de la insensibilidad, de
cualquier sentimentalismo como de la ausencia o dureza de corazón.
Amigos de Dios, 183
¿Por qué no te entregas a Dios de una vez..., de verdad... ¡ahora!?
Camino, 902
María, la Madre santa de nuestro Rey, la Reina de nuestro corazón,
cuida de nosotros como sólo Ella sabe hacerlo. Madre compasiva,
trono de la gracia: te pedimos que sepamos componer en nuestra vida
y en la vida de los que nos rodean, verso a verso, el poema sencillo de
la caridad, quasi fluvium pacis, como un río de paz. Porque Tú eres
mar de inagotable misericordia: los ríos van todos al mar y la mar no se
llena.
Es Cristo que pasa, 187
Oración
Debes suplicar confiadamente a la Virgen, ahora mismo, en la soledad
acompañada de tu corazón, sin ruido de palabras: Madre mía, este pobre
corazón mío se subleva tontamente... Si tú no me proteges... Y te amparará
para que lo guardes puro y recorras el camino al que Dios te ha llamado.
Amigos de Dios, 180
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Novena a la Inmaculada
5 de diciembre. Santa María, Esperanza nuestra
Maestra de esperanza. María proclama que la llamarán bienaventurada
todas las generaciones. Humanamente hablando, ¿en qué motivos se
apoyaba esa esperanza? ¿Quién era Ella, para los hombres y mujeres
de entonces? Las grandes heroínas del Viejo Testamento —Judit,
Ester, Débora— consiguieron ya en la tierra una gloria humana, fueron
aclamadas por el pueblo, ensalzadas. El trono de María, como el de su
Hijo, es la Cruz. Y durante el resto de su existencia, hasta que subió en
cuerpo y alma a los Cielos, es su callada presencia lo que nos
impresiona. San Lucas, que la conocía bien, anota que está junto a los
primeros discípulos, en oración. Así termina sus días terrenos, la que
habría de ser alabada por las criaturas hasta la eternidad.
¡Cómo contrasta la esperanza de Nuestra Señora con nuestra
impaciencia! Con frecuencia reclamamos a Dios que nos pague
enseguida el poco bien que hemos efectuado. Apenas aflora la primera
dificultad, nos quejamos. Somos, muchas veces, incapaces de
sostener el esfuerzo, de mantener la esperanza. Porque nos falta fe:
¡bienaventurada tú, que has creído! Porque se cumplirán las cosas que
se te han declarado de parte del Señor.
Amigos de Dios, 286
¡Esperanzados! Ese es el prodigio del alma contemplativa. Vivimos de
Fe, y de Esperanza, y de Amor; y la Esperanza nos vuelve poderosos.
¿Recordáis a San Juan?: a vosotros escribo, jóvenes, porque sois
valientes y la palabra de Dios permanece en vosotros, y vencisteis al
maligno. Dios nos urge, para la juventud eterna de la Iglesia y de la
humanidad entera. ¡Podéis transformar en divino todo lo humano,
como el rey Midas convertía en oro todo lo que tocaba!
No lo olvidéis nunca: después de la muerte, os recibirá el Amor. Y en el
amor de Dios encontraréis, además, todos los amores limpios que
habéis tenido en la tierra. El Señor ha dispuesto que pasemos esta
breve jornada de nuestra existencia trabajando y, como su Unigénito,
haciendo el bien. Entretanto, hemos de estar alerta, a la escucha de
aquellas llamadas que San Ignacio de Antioquía notaba en su alma, al
acercarse la hora del martirio: ven al Padre, ven hacia tu Padre, que te
espera ansioso.
Amigos de Dios, 221
Oración
Pidamos a Santa María, Spes nostra, que nos encienda en el afán santo de
habitar todos juntos en la casa del Padre. Nada podrá preocuparnos, si
decidimos anclar el corazón en el deseo de la verdadera Patria: el Señor nos
conducirá con su gracia, y empujará la barca con buen viento a tan claras
riberas.
Amigos de Dios, 221
Textos de San Josemaría
Novena a la Inmaculada
6 de diciembre. María, refugio y fortaleza nuestra
En el escándalo del Sacrificio de la Cruz, Santa María estaba presente,
oyendo con tristeza a los que pasaban por allí, y blasfemaban
meneando la cabeza y gritando: ¡Tú, que derribas el templo de Dios, y
en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo!; si eres el hijo de Dios,
desciende de la Cruz. Nuestra Señora escuchaba las palabras de su
Hijo, uniéndose a su dolor: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
desamparado? ¿Qué podía hacer Ella? Fundirse con el amor redentor
de su Hijo, ofrecer al Padre el dolor inmenso —como una espada
afilada— que traspasaba su Corazón puro.
De nuevo Jesús se siente confortado, con esa presencia discreta y
amorosa de su Madre. No grita María, no corre de un lado a
otro.Stabat: está en pie, junto al Hijo. Es entonces cuando Jesús la
mira, dirigiendo después la vista a Juan. Y exclama: Mujer, ahí tienes a
tu hijo. Después dice al discípulo: ahí tienes a tu Madre. En Juan,
Cristo confía a su Madre todos los hombres y especialmente sus
discípulos: los que habían de creer en El.
Felix culpa, canta la Iglesia, feliz culpa, porque ha alcanzado tener tal y
tan grande Redentor. Feliz culpa, podemos añadir también, que nos ha
merecido recibir por Madre a Santa María. Ya estamos seguros, ya
nada debe preocuparnos: porque Nuestra Señora, coronada Reina de
cielos y tierra, es la omnipotencia suplicante delante de Dios. Jesús no
puede negar nada a María, ni tampoco a nosotros, hijos de su misma
Madre.
Amigos de Dios, 288
Admira la reciedumbre de Santa María: al pie de la Cruz, con el mayor
dolor humano —no hay dolor como su dolor—, llena de fortaleza. —Y
pídele de esa reciedumbre, para que sepas también estar junto a la
Cruz.
Camino, 508
No admitas el desaliento en tu apostolado. No fracasaste, como
tampoco Cristo fracasó en la Cruz. ¡Ánimo!... Continúa contra corriente,
protegido por el Corazón Materno y Purísimo de la Señora: Sancta
Maria, refugium nostrum et virtus!, eres mi refugio y mi fortaleza.
Tranquilo. Sereno... Dios tiene muy pocos amigos en la tierra. No
desees salir de este mundo. No rehúyas el peso de los días, aunque a
veces se nos hagan muy largos.
Via Crucis, XIII estación
Piensa que Dios te quiere contento y que, si tú pones de tu parte lo que
puedes, serás feliz, muy feliz, felicísimo, aunque en ningún momento te
falte la Cruz. Pero esa Cruz ya no es un patíbulo, sino el trono desde el
que reina Cristo. Y a su lado, su Madre, Madre nuestra también. La
Virgen Santa te alcanzará la fortaleza que necesitas para marchar con
decisión tras los pasos de su Hijo.
Amigos de Dios, 141
Oración
Di: Madre mía —tuya, porque eres suyo por muchos títulos—, que tu
amor me ate a la Cruz de tu Hijo: que no me falte la Fe, ni la valentía, ni
la audacia, para cumplir la voluntad de nuestro Jesús.
Camino, 497
Textos de San Josemaría
Novena a la Inmaculada
7 de diciembre. María, Maestra de vida ordinaria
Hemos de imitar su natural y sobrenatural elegancia. Ella es una
criatura privilegiada de la historia de la salvación: en María, el Verbo se
hizo carne y habitó entre nosotros. Fue testigo delicado, que pasa
oculto; no le gustó recibir alabanzas, porque no ambicionó su propia
gloria. María asiste a los misterios de la infancia de su Hijo, misterios,
si cabe hablar así, normales: a la hora de los grandes milagros y de las
aclamaciones de las masas, desaparece. En Jerusalén, cuando Cristo
—cabalgando un borriquito— es vitoreado como Rey, no está María.
Pero reaparece junto a la Cruz, cuando todos huyen. Este modo de
comportarse tiene el sabor, no buscado, de la grandeza, de la
profundidad, de la santidad de su alma.
Es Cristo que pasa, 173
Para ser divinos, para endiosarnos, hemos de empezar siendo muy
humanos, viviendo cara a Dios nuestra condición de hombres
corrientes, santificando esa aparente pequeñez. Así vivió María. La
llena de gracia, la que es objeto de las complacencias de Dios, la que
está por encima de los ángeles y de los santos llevó una existencia
normal. María es una criatura como nosotros, con un corazón como el
nuestro, capaz de gozos y de alegrías, de sufrimientos y de lágrimas.
Antes de que Gabriel le comunique el querer de Dios, Nuestra Señora
ignora que había sido escogida desde toda la eternidad para ser Madre
del Mesías. Se considera a sí misma llena de bajeza: por eso reconoce
luego, con profunda humildad, que en Ella ha hecho cosas grandes el
que es Todopoderoso.
Amigos de Dios, 172
No olvidemos que la casi totalidad de los días que Nuestra Señora
pasó en la tierra transcurrieron de una manera muy parecida a las
jornadas de otros millones de mujeres, ocupadas en cuidar de su
familia, en educar a sus hijos, en sacar adelante las tareas del hogar.
María santifica lo más menudo, lo que muchos consideran
erróneamente como intrascendente y sin valor: el trabajo de cada día,
los detalles de atención hacia las personas queridas, las
conversaciones y las visitas con motivo de parentesco o de amistad.
¡Bendita normalidad, que puede estar llena de tanto amor de Dios!
Porque eso es lo que explica la vida de María: su amor. Un amor
llevado hasta el extremo, hasta el olvido completo de sí misma,
contenta de estar allí, donde la quiere Dios, y cumpliendo con esmero
la voluntad divina. Eso es lo que hace que el más pequeño gesto suyo,
no sea nunca banal, sino que se manifieste lleno de contenido. María,
Nuestra Madre, es para nosotros ejemplo y camino. Hemos de
procurar ser como Ella, en las circunstancias concretas en las que Dios
ha querido que vivamos.
Es Cristo que pasa, 148
Oración
Nos acogemos a la protección de Santa María, porque bien seguros
podemos estar de que cada uno de nosotros, en su propio estado —
sacerdote o laico, soltero, casado o viudo—, si es fiel en el
cumplimiento diario de sus obligaciones, alcanzará la victoria en esta
tierra, la victoria de ser leales al Señor; llegaremos después al Cielo y
gozaremos para siempre de la amistad y del amor de Dios, con Santa
María.
Oración ante la Virgen de Guadalupe, 24-05-1970
Textos de San Josemaría
Novena a la Inmaculada
8 de diciembre. Santa María, Reina de los Apóstoles
No se puede tratar filialmente a María y pensar sólo en nosotros
mismos, en nuestros propios problemas. No se puede tratar a la Virgen
y tener egoístas problemas personales. María lleva a Jesús, y Jesús es
primogenitus in multis fratribus, primogénito entre muchos hermanos.
Conocer a Jesús, por tanto, es darnos cuenta de que nuestra vida no
puede vivirse con otro sentido que con el de entregarnos al servicio de
los demás. Un cristiano no puede detenerse sólo en problemas
personales, ya que ha de vivir de cara a la Iglesia universal, pensando
en la salvación de todas las almas.
Es Cristo que pasa, 145
Impregnados de este espíritu, nuestros rezos, aun cuando comiencen
por temas y propósitos en apariencia personales, acaban siempre
discurriendo por los cauces del servicio a los demás. Y si caminamos
de la mano de la Virgen Santísima, Ella hará que nos sintamos
hermanos de todos los hombres: porque todos somos hijos de ese
Dios del que Ella es Hija, Esposa y Madre.
Es Cristo que pasa, 145
Sed audaces. Contáis con la ayuda de María, Regina apostolorum. Y
Nuestra Señora, sin dejar de comportarse como Madre, sabe colocar a
sus hijos delante de sus precisas responsabilidades. María, a quienes
se acercan a Ella y contemplan su vida, les hace siempre el inmenso
favor de llevarlos a la Cruz, de ponerlos frente a frente al ejemplo del
Hijo de Dios. Y en ese enfrentamiento, donde se decide la vida
cristiana, María intercede para que nuestra conducta culmine con una
reconciliación del hermano menor —tú y yo— con el Hijo primogénito
del Padre.
Muchas conversiones, muchas decisiones de entrega al servicio de
Dios han sido precedidas de un encuentro con María. Nuestra Señora
ha fomentado los deseos de búsqueda, ha activado maternalmente las
inquietudes del alma, ha hecho aspirar a un cambio, a una vida nueva.
Y así el haced lo que El os dirá se ha convertido en realidades de
amoroso entregamiento, en vocación cristiana que ilumina desde
entonces toda nuestra vida personal.
Es Cristo que pasa, 149
Oración
María, Madre de Jesús, que lo crió, lo educó y lo acompañó durante su
vida terrena y que ahora está junto a Él en los cielos, nos ayudará a
reconocer a Jesús que pasa a nuestro lado, que se nos hace presente
en las necesidades de nuestros hermanos los hombres.
Sancta Maria, spes nostra, ancilla Domini, sedes sapientiæ, ora por
nobis!, Santa María, esperanza nuestra, esclava del Señor, asiento de la
Sabiduría, ¡ruega por nosotros!
Es Cristo que pasa, 149