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UNIVERSIDAD DE PALERMO
CARRERA DE PSICOLOGÍA
TRABAJO FINAL INTEGRADOR
“La evolución del comer emocional de los pacientes del grupo de descenso”
Autor: Rosa María Curcho
Tutora: Dra. Vanesa Góngora
INDICE
1. Introducción
2. Objetivos
2.1 Objetivo General
2.2 Objetivos Específicos
3. Marco Teórico
3.1. Obesidad
3.1.1 Criterios para el diagnóstico de la obesidad
3.2. Teorías psicológicas de la obesidad
3.2.1. Comer emocional.
3.3. Tipo de tratamientos
3.3.1. Las técnicas cognitivas-conductuales
3.3.2. El tratamiento de Ravenna
4. Metodología
4.1 Tipo de estudio
4.2 Participantes
4.3 Instrumentos
4.4 Procedimiento
5. Desarrollo
5.1. Situaciones que desencadenan el comer emocional
5.2. Intervenciones para modificar el comer emocional
5.3. Uso de las herramientas para modificar el comer emocional.
6. Conclusiones
7. Bibliografía
8. Anexos
1) INTRODUCCIÓN
La práctica de habilitación profesional V se desarrolló en una institución que se dedica al
tratamiento de la obesidad y otros desórdenes alimentarios, y tiene como objetivo principal la
modificación de hábitos nocivos relacionados con la comida a partir de la toma de conciencia
respecto a los límites, excesos y comidas. Hasta la fecha han sido atendidos en la Institución
más de 30.000 pacientes.
Para todas las etapas vitales (la niñez, la adolescencia, la adultez y la tercera edad) y distintos
niveles de sobrepeso, se brinda planes nutricionales personalizados, educación alimentaria,
terapias individuales o grupales y Actividad Física Adaptada. Todos los programas a seguir
están basados en el concepto de Corte, Medida y Distancia con la comida y en la detección
de los vínculos adictivos con ciertos alimentos.
La pasantía realizada tuvo una duración de 280 horas prácticas. Las actividades llevadas a
cabo fueron: observaciones directas en los grupos de descenso y mantenimiento, y
participación en talleres y jornadas.
2) OBJETIVOS
2.1. Objetivo General
Analizar las características y evolución del comer emocional de los pacientes del grupo de
descenso y las intervenciones realizadas por los terapeutas para modificar dichas conductas.
2.2. Objetivos Específicos
1. Describir las situaciones que desencadenan el comer emocional en los pacientes de grupos
de descenso.
2. Describir las intervenciones que hacen los terapeutas para modificar el comer emocional en
los pacientes de grupos de descenso.
3. Analizar si los pacientes logran utilizar a lo largo del tratamiento las herramientas brindadas
en los grupos de descenso para modificar el comer emocional.
3) MARCO TEÓRICO
3.1 Obesidad
La Organización Mundial de la Salud hace referencia al aumento de la prevalencia de
sobrepeso y obesidad en los últimos años. La obesidad es una enfermedad crónica,
multifactorial que, junto con el sobrepeso, afecta a más de la mitad de la población en los
países desarrollados, por lo que ha sido considerada como la epidemia del siglo XXI (WHO,
2000).
La palabra obesidad deriva del griego, ob (exceso) y edere (comer). De este modo, se
entiende obesidad como exceso de comida, como sobrealimentación, estigma que ha
permanecido durante muchísimo tiempo caracterizando unilateralmente a la obesidad
(Braguinsky, 1987).
Según Albala, Kajn, Burrows y Díaz (2000), la obesidad se produce por un desbalance o
desequilibrio entre el gasto y la ingesta calórica. El exceso de energía es almacenado en las
células adiposas que se hipertrofian y aumentan en número. Las complicaciones médicas de
la obesidad son secundarias a esta hiperplasia e hipertrofia de los adipocitos. El aumento del
tejido adiposo tiene un efecto de masa en los diferentes sistemas del cuerpo humano.
La obesidad deja de ser un problema estético cuando altera la calidad de vida de quien la
padece. Hay complicaciones crónicas derivadas de la obesidad como el aumento de
morbimortalidad general; factores de riesgos cardiovasculares; alteraciones endocrinológicas,
respiratorias, digestivas; alteraciones nefrológicas; relación con neoplasias; problemas
durante la gestación; alteraciones circulatorias y aumento de riesgo quirúrgico, entre otras. La
obesidad abdominal se ha vinculado con un riesgo mucho más elevado de enfermedad
coronaria y sus principales factores de riesgo, como la hipertensión arterial y la diabetes
mellitus 2. (López Jimeneza y Cortes Bergoderia, 2011)
Existen riesgos de otras enfermedades asociadas a la obesidad como:
Hipertensión: El riesgo de hipertensión es hasta cinco veces mayor entre las personas obesas
en comparación con las de peso normal, y aproximadamente dos terceras partes de los casos
de hipertensión están asociados con exceso de peso. Se ha demostrado que las dietas
grasas, especialmente con grasas insaturadas, inducen tanto aumento en la presión arterial
sistólica y diastólica como hipercolesterolemia.
Enfermedad coronaria y accidente cerebrovascular: La hipertrofia ventricular izquierda se
desarrolla en el 70% de las mujeres con obesidad e hipertensión, y se considera que
alrededor del 14% de los casos de insuficiencia cardíaca en la mujer y el 11% en los hombres
son atribuibles a la obesidad.
Diabetes mellitus: Alrededor del 90% de los individuos que desarrollan diabetes tipo 2 tienen
un IMC > 23 kg/m2; el riesgo de diabetes aumenta en las personas con obesidad abdominal,
en las mujeres que presentaron diabetes gestacional y en individuos con historia familiar de
diabetes.
Alteraciones de la fertilidad debidas a la obesidad: la obesidad es responsable probablemente
del 6% de la infertilidad primaria.
Cáncer: El sobrepeso y la inactividad serían responsables de un cuarto a de los cánceres de
mama, colon, endometrio, riñón y esófago.
Artrosis y artritis: La obesidad lleva a dolores de las articulaciones y no es rara la artrosis de la
rodilla y de la cadera
Efectos sobre el sistema respiratorio: conocida como apnea del sueño la obesidad restringe la
capacidad vital y el efecto del tejido graso alrededor del cuello induce obstrucción de la
respiración, con disrupción de la respiración hasta más de 30 veces por la noche, ronquidos y
pausas mayores de 10 segundos.
La obesidad, como se ha indicado, es actualmente una epidemia en gran parte del mundo y
es considerada una enfermedad crónica de etiología multifactorial, que se asocia a mayor
morbimortalidad. De ahí deriva la importancia de buscar las mejores estrategias para su
tratamiento.
El aumento mundial de la obesidad es atribuible a varios factores, entre ellos, la modificación
de la dieta con una ingesta de alimentos hipercalóricos y ricos en grasas y azúcares y la
tendencia a la disminución de la actividad física. A su vez, es influenciada por diversos
factores: genéticos, ya que si los padres son obesos, el riesgo de un niño de sufrir obesidad
es diez veces superior a lo normal; sociales, en los que destacan el nivel socioeconómico, los
hábitos alimenticios, la tendencia a repetir los patrones de obesidad de padres a hijos; y
emocionales, los estados afectivos como la ansiedad y la depresión, considerados
sentimientos que propician el comer en exceso. (Ayela Pastor, 2009)
Hay signos y síntomas relacionados con la obesidad. Los malos hábitos son los responsables
del aumento de peso de las personas cada día, presentando alteraciones externas como
internas en el cuerpo humano. Entre los signos del aumento de peso se pueden mencionar:
tejido adiposo alrededor del cuerpo, estrías cutáneas, dolor de columna lumbar, cadera y
rodillas. También pueden observarse síntomas cardiorespiratorios, aumento de la presión
arterial, depresión, baja autoestima, ansiedad y soledad (Morales, 2010).
El principal factor causal de obesidad destaca los malos hábitos de vida, seguido de falta de
disciplina, problemas emocionales, trastornos endocrinos, influencia de los padres, genética y
falta de apoyo social. (Gismero González, 2012)
3.1.1 Criterios para el diagnóstico de la obesidad
La OMS (1998) ha propuesto una clasificación del grado de obesidad utilizando el Índice de
masa corporal (IMC) como criterio:
Normopeso 18,5-24,9 Kg/m2.
Obesidad grado I (sobrepeso) 25-29,9 Kg/m2.
Obesidad grado II 30-34,9 Kg/m2.
Obesidad grado III 35-39,9 Kg/m2.
Obesidad grado IV Mayor de 40 Kg/m2.
Existe un método simple que establece la clasificación de la obesidad a través de las medidas
de peso y talla. Para medir el peso se requiere de una balanza electrónica o balancín que
tenga intervalos mínimos de 100 en 100 gramos, en tanto que para establecer la talla, el
paciente debe medirse sin zapatos y con la cabeza alineada (Moreno et al., 2000).
Otro parámetro para valorar factores de riesgo de la obesidad es el cociente cintura-cadera
como indicador de pronóstico de riesgo cardiovascular, para ello se mide:
Circunferencia de la cintura que se mide en la línea media entre el margen costal inferior y la
cresta iliaca. Los valores patológicos se manifiestan cuando exceden de 102 cm en el varón y
de 88 cm en la mujer.
Circunferencia de la cadera: medida a la altura de los trocánteres mayores del fémur.
Circunferencia del muslo: perímetro de la raíz del muslo en sentido oblicuo y paralelo al
pliegue inguinal.
Cociente cintura-muslo: los valores normales para este índice son superiores a 1,6 para el
hombre y a 1.4 para la mujer.
El peso corporal en función del cálculo del IMC también se ha convertido en un método
estándar para caracterizar el sobrepeso y la delgadez en función del tamaño del individuo. El
IMC se calcula dividiendo el peso en kilogramos por la altura en metros al cuadrado.
El IMC se correlaciona en forma significativa con la morbimortalidad. Un IMC de 25 kg/m2 es
el umbral para la identificación de pacientes con riesgo de desarrollar comorbilidades,
principalmente diabetes mellitus, hipertensión arterial y enfermedades cardiovasculares Más
del 80% de las muertes ocasionadas por comorbilidades asociadas a la obesidad ocurren con
un IMC 30 kg/m2.
Existen varias clasificaciones de la obesidad, entre ellas, la que divide la obesidad en
endógena y exógena. La obesidad exógena es provocada por los hábitos de cada persona.
Esto significa que la mayoría de personas padecen obesidad por un inadecuado régimen de
alimentación y falta de gasto energético. La obesidad endógena, por otro lado, es menos
frecuente y se debe a problemas como el hipotiroidismo, Síndrome de Cushing, diabetes,
entre otros. (Ríos Nava, 2010)
3.2 Teorías Psicológicas de la obesidad
Las teorías psicológicas en torno a la obesidad buscan dar una explicación del problema a
partir de diversos enfoques psicológicos. Entre ellas se encuentran la teoría psicoanalítica, la
teoría psicosomática, la teoría de la externalidad y la teoría psicobiológica.
Desde el punto de vista del psicoanálisis, la obesidad es un síntoma que se forma como una
reacción de compromiso ante un afecto que no es tolerado por el yo consciente de la persona.
Esto lleva a establecer que la obesidad de tipo exógeno constituye la parte manifiesta de un
problema o conflicto psíquico que no pudo ser resuelto ante fallas de los mecanismos de
defensa (Van der Merve, 2007).
Desde la teoría psicoanalítica, Chiozza (2008) advierte que el peso puede dejar de ser un
signo para convertirse en un síntoma, desplazando y ocultando al síntoma inicial que ha
motivado y sostiene el deseo de adelgazar. Este deseo de adelgazar lo ubica como un deseo
que se inicia frente al espejo, no ante la balanza, cuyo significado es desconocido para la
persona que lo manifiesta. Este planteo difiere del propuesto por el psicoanálisis clásico
centrado en la oralidad, ya que se centra en el síntoma en donde las fantasías adiposas se
vinculan con la meta pulsional.
El tejido adiposo tiene, entonces, dos funciones, en relación a las fantasías que genera. La
función del tejido adiposo de ser un depósito de grasa de reserva, implicaría esta fantasía
primaria; mientras que las funciones de dar forma y de disminuir la pérdida de calor
implicarían fantasías adiposas secundarias. La reserva de energía adiposa es la más eficaz
materialización de la autonomía, ya que conlleva la fantasía de autoabastecimiento.
Para el psicoanálisis, la obesidad es un síntoma que se forma como una reacción de
compromiso ante un afecto que no es tolerado por el yo consciente de la persona. Hay,
entonces, un significante que da nombre al goce, ya que los pacientes gozan de manera
directa en el acto compulsivo de comer. En relación con el comer emocional se señala el
vínculo de apego con la lactancia materna, como cuando las madres les dicen a los niños “si
te portas bien te compro un helado o vamos al kiosco”. Se convierte en premio o castigo.
Bruch (1973) propone distinguir entre dos fases de la obesidad: la primera es de tipo
dinámico, en donde se observa un incremento de peso progresivo; y la segunda es de tipo
estacionario, que se da después de haber alcanzado un cierto peso que permanece estable.
Como se ha señalado, para muchos obesos su obesidad puede representar una función
positiva, como un mecanismo compensatorio ante una vida frustrante y estresante, en donde
podrían ubicarse las funciones del yo como mecanismo de adaptación a la realidad externa de
la persona.
La teoría psicosomática, por su parte, propone que las personas obesas tienen una mayor
propensión a comer en exceso cuando experimentan emociones negativas. Este tipo de
patrón de alimentación se considera que tiene un papel relevante en la etiología de la
obesidad (Bruch, 2002). En efecto, según esta teoría, la obesidad es una consecuencia de la
incapacidad de distinguir el hambre de otros estados internos de aversión o de la utilización
de alimentos para reducir la angustia emocional, probablemente debido a las experiencias de
aprendizaje temprano. Se ha sugerido que el comer emocional aumenta el consumo de
alimentos dulces y ricos en grasa (Macht, 2008).
La teoría psicodinámica explica cómo las personas obesas utilizan la comida como
mecanismo de afrontamiento de las emociones y hace referencia al individuo obeso como un
sujeto dependiente al que le cuesta lidiar con sus conflictos. Asimismo, esta teoría considera
que el individuo se sobrealimenta para disminuir sentimientos de ansiedad y depresión,
producto de su baja autoestima (Velázquez Cervantes, 2012)
Existen factores emocionales que desinhiben y provocan que las personas coman mucho más
de lo debido, por ejemplo, cuando se sienten cansadas del trabajo o cuando se encuentran
frente a situaciones de ansiedad. Como señalan Silvestri y Staville (2005) y Bruch (1973)
pone énfasis en las dificultades que enfrenta el obeso para poder identificar sus propias
sensaciones no pudiendo, quizás por la herencia de la incapacidad empática materna sufrida
en forma reiterada, diferenciar el hambre de la saciedad o el hambre de otras emociones que
cotidianamente lo abruman. Esta conducta se observa en pacientes que encuentran en el
comer una respuesta a las más
diversas emociones. En un adulto, este comportamiento repite su trauma específico
temprano: haber sido alimentados cuando manifestaban a sus madres un estado de tensión
interna.
Por otro lado, la teoría de la externalidad de Schachter destaca que la ingesta del obeso se
encuentra influenciada por estímulos externos, por ejemplo, la hora del día, los olores, la
apariencia y el sabor de los alimentos, entre otras. El origen de esta teoría reside en un
estudio sobre supuestos estilos de alimentación del obeso, en donde se determinó que los
individuos que padecen obesidad presentaban un ritmo de ingesta más rápido, una selección
de alimentos más calóricos, un menor número de comidas diarias y un mayor hábito de la
conducta de picar (Sánchez Carracedo & Saldaña, 1998). Siguiendo el planteo propuesto por
los autores, los tratamientos conductuales de la obesidad tuvieron en cuenta muchas de estas
ideas para la elaboración técnica de control de los estímulos, que será explicado en apartados
subsiguientes.
Las teorías psicobiológicas más recientes señalan que todas las sustancias potencialmente
adictivas, como la droga y la comida, tienen en común la capacidad de provocar
transformaciones duraderas en las estructuras del sistema nervioso implicadas en el refuerzo
y en la motivación apetitiva, como son los sistemas dopaminérgicos. Por lo tanto, los factores
contextuales relacionados con la ingestión de la comida progresivamente adquieren la
cualidad de incentivos (Rodríguez, Mata & Moreno, 2007).
Zukerfeld (1979) propone un enfoque de la obesidad como adicción a la comida. Una serie de
conductas son características que expresan la existencia de un grado de conflicto y
dependencia frente a la comida y a determinados tipos de alimentos, especialmente los
hidrocarbonados. A estas conductas se las clasifica como impulsivas, caracterizadas por la
avidez y el descontrol; y compulsivas, cuando se agrava la culpa persecutoria y las
racionalizaciones y persecuciones.
En igual sentido, Ravenna (2004) describe la personalidad adictiva como aquella que no sólo
tiene necesidades físico-químicas, sino también que manifiesta un estado emocional particular
relacionado con factores químicos conectados con los sentimientos y con las necesidades
biológicas de cada individuo.
La enfermedad adictiva depende de cuatro elementos:
Objeto droga: la comida abandona su función nutricional y placentera para transformarse en
un elemento tóxico, generando dependencia, enfermedad física y psíquica.
La persona: no tienen límites con la ingesta, ni con su cuerpo, ni con su comportamiento,
actuando en forma demandante, invasora y a la vez que se deja invadir.
La familia: ciertas familias fomentan la adicción, sobre todo en las que está alterada la
relación entre uno y otro.
Factores socioculturales: la mirada y el gusto del otro intervienen como presión en el
comportamiento social de la persona. Esta dependencia hace que el obeso adapte su estilo
de vida al mantenimiento de la conducta adictiva, la que, de mantenerse, sigue negando y
minimizando los efectos agresivos y el autoengaño.
3.2.1. Comer emocional
Es sabido que nuestras emociones tienen un efecto poderoso sobre la elección y los hábitos
alimentarios. Hernández Lira y Sánchez Sánchez (2007) acuerdan que altos niveles de
ansiedad terminan muchas veces en episodios de voracidad con la intención equivocada de
aplacarla. Ese tipo de conductas constituyen lo que se conoce con el nombre de comer
emocional, un comportamiento que ocurre cuando las personas aumentan su ingesta en
respuesta a cualquier situación de estrés emocional. Este tipo de actitud da inicio a un circuito
con una doble dirección, ya que luego de la sobreingesta, la persona obesa se siente llena de
sentimientos negativos justamente por el mismo hecho de haber comido de más, se
autorreprocha por este acto y esto genera que en poco tiempo vuelva la ansiedad.
El concepto de comer emocional, entonces, implica la tendencia a comer en respuesta a
emociones negativas. Comer en exceso emocional se considera que es una respuesta
inadecuada a la angustia (Heatherton, Herman & Polivy, 1991). Como se ha señalado, las
emociones pueden influir decisivamente en la selección de alimentos y en los hábitos
alimentarios de un individuo, es por ello que el comer emocional es una respuesta a una serie
de emociones negativas, como la ansiedad, la depresión, la ira y la soledad (Garaulet, et al.,
2012).
El comer emocional puede ocurrir en ausencia del hambre y puede fomentar comer más allá
del punto de saturación, aumenta el consumo de calorías y, a su vez, puede conducir a
exceso de peso con el tiempo. El comer emocional ya está presente durante la infancia y aún
más durante la adolescencia.
Según Roosen (2012) antes de que se pueda romper con el ciclo de comer emocional,
primero se tiene que aprender a distinguir entre el hambre físico y el emocional. El hambre
físico surge de manera más gradual y puede ser esperado, por el contrario, el hambre
emocional aparece de repente, y se siente abrumador y urgente. Existe un ansia de alimentos
grasos o alimentos azucarados que proporcionan un subidón instantáneo que a menudo
conduce al lamento, la culpa o la vergüenza.
El comer emocional, en realidad, proviene de una sensación de impotencia sobre las
emociones. Las causas comunes de comer emocional pueden ser:
Estrés: Cuando el estrés es crónico, el cortisol provoca antojos de alimentos salados, dulces y
ricos en grasa que proporcionan una explosión de energía y placer.
Emociones Relleno: Comer puede ser una manera de silenciar temporalmente emociones
incómodas, que incluyen la ira, el miedo, la tristeza, la ansiedad, la soledad, el resentimiento y
la vergüenza.
El aburrimiento o sentimientos de vacío: la comida es una manera de ocupar la boca y el
tiempo. En el momento, llena y distrae de sentimientos subyacentes, de falta de propósito o la
insatisfacción con la vida.
Hábitos de la infancia.
Las influencias sociales.
Se ha encontrado evidencia empírica de que la influencia de las emociones sobre la conducta
alimentaria es más relevante en las personas obesas que en las no obesas. Siebold (2010)
define las principales diferencias de pensamiento y de hábitos entre ellos:
Las personas obesas o con sobrepeso comen por placer, mientras que las delgadas para
alimentarse o para nutrirse. En este sentido, estas últimas buscan una alimentación saludable,
que los nutra y aporte energía y no sólo de calorías vacías.
Las personas con obesidad son más propensas a comer según las emociones. Es decir
comen porque están tristes, enojadas, mal humoradas, etc. Pero también lo hacen cuando
están felices, alegres, contentas. En cambio, las delgadas, comen solo por hambre, por
necesidad física y no emocional. Por lo que cuando, sus emociones los traicionan, optan por
otro tipo de estrategias como una salida, un paseo, entre otras.
Algunas de las herramientas psicológicas (Platas Acevedo y Gómez Peresmitré, 2013)
utilizadas para el estudio de la conducta alimentaria son:
TFEQ, que explora tres dimensiones de la conducta alimentaria: restricción (restricción
cognitiva de comer), la desinhibición y el hambre.
Comer Cuestionario Consciente (MEQ), describe una conciencia sin prejuicios de
sensaciones físicas y emocionales asociados con la alimentación, se ha propuesto como una
herramienta de pérdida de peso útil.
DEBQ y la Escala de comer emocional (EEE) también son útiles para evaluar las emociones y
otros factores no tradicionales que contribuyen a sobrepeso y la obesidad.
La comida se convierte en un conflicto entre la culpa y el placer. Por ejemplo, los alimentos
con un alto contenido de calorías, tales como helados, galletas y chocolate están relacionados
con descontrol y se emplean para combatir emociones negativas.
La obesidad severa es un problema de salud que tiene consecuencias emocionales. Se sabe
que los hábitos de alimentación representan un factor importante en su desarrollo. Los hábitos
alimentarios que es necesario modificar para lograr la pérdida de peso son: tomar poco agua,
comer más rápido que la mayoría que las personas, tener ayunos prolongados, antojos
dulces, picar alimentos y comer hasta sentirse incómodo. (Monserrat Reséndiz Barragán et al,
2015)
Geliebter (2002) plantea cómo determinadas situaciones emocionales pueden afectar la
ingesta de alimentos. En tal sentido, los individuos con bajo peso comen menos y las
personas con sobrepeso comen más durante episodios negativos y situaciones emocionales
positivas. Los resultados de una investigación de Geliebter se presentan para ambos sexos
combinados. Individuos con bajo peso informaron comer menos que las personas con
sobrepeso durante situaciones emocionales negativas. Sorprendentemente, los individuos con
bajo peso también reportaron comer más que los otros grupos durante las situaciones
emocionales positivos.
Un estudio francés realizado sobre una población de mujeres obesas (Pinaquy et al., 2012)
muestra las relaciones entre la alexitimia y el comer emocional en las mujeres obesas. La
alexitimia es la incapacidad de identificar y expresar las emociones y una prevalencia de
pensamiento orientado hacia el exterior. Se halló que las mujeres obesas que tienen dificultad
para identificar y comunicar sus sentimientos también tienen tendencia a comer en respuesta
a las emociones. De este modo, se determinó que los pacientes con trastornos alimentarios
son considerablemente más predispuestos a no identificar emociones.
En síntesis, existe una relación entre comer, emociones y el aumento del aporte calórico. Esta
relación debería ser medible para comprender mejor cómo se utilizan los alimentos bajo
determinados estados de ánimo y cómo las emociones afectan a la eficacia de los programas
de pérdida de peso.
Por otro lado, la forma en que los pacientes afrontan problemas y conflictos puede deberse a
la poca confianza que tienen en su capacidad para resolverlos. Por ello, no ponen en marcha
estrategias de afrontamiento como la confrontación o la búsqueda de apoyo social. En un
principio, la evitación puede servir para disminuir el estrés y la ansiedad. Lo que ocurre en
estos pacientes es que usan la evitación no para prepararse para la aproximación a su
problema, sino para escapar de las emociones negativas que les provocan las situaciones
estresantes, que están relacionadas con la comida y con aspectos corporales (Quiles Marcos
& Terol Cantero, 2008).
Una investigación demostró la asociación de las emociones con el consumo de alta densidad
energética de los alimentos y el potencial efecto por sexo y sintomatología depresiva. Se
encontró que las emociones se asociaron positivamente con el consumo de alta densidad
energética de alimentos, en particular con los alimentos dulces y grasos. Estas asociaciones
fueron más pronunciadas en las mujeres con síntomas depresivos en comparación con
aquellas sin síntomas depresivos. Los participantes con las puntuaciones más altas comían,
por ejemplo, más papas fritas y dulces de chocolate en una película triste, o después de una
tarea de estrés en comparación con aquellos con puntuaciones más bajas. También es
posible que el consumo de este tipo de alimentos en comedores emocionales se basara en su
capacidad para distraer la atención de las emociones negativas (Camilleri et al., 2014). El
estudio de Hirsch muestra que también podría ser beneficioso para tratar componentes como
las conductas alimentarias, que parecen influir en el peso corporal (Hirsch et al., 2014).
El comer emocional puede estar relacionado con la aparición de la obesidad, que a su vez
puede exacerbar los síntomas de la depresión. Los estudios futuros deberían apuntar a
visualizar los síntomas de depresión y obesidad. El bajo estado de ánimo persistente puede
promover el uso de comer para aliviar la angustia. (Goldschmidt, 2015)
En síntesis, el comer emocional se refiere a comer en exceso en respuesta al estrés
emocional. En nuestra sociedad existe una alta presión para ser delgado, y la dieta se ha
convertido en un patrón de alimentación normal para muchos. Elementos centrales de todas
las intervenciones deben ser una dieta saludable (más frutas y verduras, azúcar reducida y la
ingesta de grasa) y el aumento de la actividad física combinada con actividades sedentarias
reducidas.
3.3 Enfoque del Tratamiento para la obesidad
En el tratamiento de la obesidad el plan de alimentación y la actividad física son pilares
fundamentales (Rubio et al., 2007). La restricción energética de 500 a 1.000 kcal/día respecto
a la dieta habitual se traduce en una pérdida ponderal de 0,5-1,0 kg/semana, lo que
representa un promedio de un 8-10% del peso corporal inicial a lo largo de 6 meses.
Los beneficios de la realización de actividad física son los siguientes:
Ayuda a mantener el peso perdido.
Contribuye a la prevención del sobrepeso y la obesidad.
Disminuye el riesgo de enfermedad biliar asintomática.
Disminuye el depósito de grasa abdominal.
Previene las enfermedades cardiovasculares.
Mantiene la integridad de la densidad ósea.
Mejora el perfil lipídico, disminuyendo las concentraciones de triglicéridos.
Mejora la sensibilidad a la insulina, el metabolismo de la glucosa y el control metabólico de las
personas con diabetes.
Mejora el control de la presión arterial en sujetos hipertensos.
Tiene efectos psicológicos positivos: aumenta la autoestima, disminuye la ansiedad y la
depresión.
Mejora la capacidad respiratoria.
Según Cormillot (1977) la obesidad no tiene una cura definitiva. Los tratamientos buscan
reducir el peso y mantenerlo en niveles considerados saludables y apuntan a modificar
hábitos de estilo de vida como la alimentación y la actividad física.
Un programa para perder peso puede incluir: consultas con médicos especialistas, consultas
nutricionales, comidas dietéticas o productos sustitutos de alimentos, talleres educativos,
terapia psicológica, medicamentos para personas con IMC superior a 27 e intervenciones
bariátricas como balón o bypass gástricos para personas con IMC superior a 35 ó 40. Las
técnicas quirúrgicas para adelgazar, por otro lado, sólo deberían ser utilizadas en pacientes
con fracaso demostrado en los programas médicos de adelgazamiento. (Rodríguez Saborio y
Vega, 2006)
La psicoterapia en la obesidad consiste en un esfuerzo para comprender la estructura de la
personalidad de los enfermos, los mecanismos mentales que operan en ellos y las relaciones
específicas. Se trata de brindarle al paciente un clima afectivo, intentar que reemplace la
comida y ayudarlo a transformar el mundo que lo rodea. La necesidad de confesarse obedece
a la necesidad de desahogo y desplazamiento de responsabilidad.
Zukerfeld (1979) asegura que los tratamientos de obesidad deben reemplazar la avidez por la
comida por otros objetos suplementarios más gratificantes. Deben tener condiciones y
técnicas de control y autocontrol y mostrar la realidad, informar, comprender e interpretar la
omnipotencia, negación, idealización e intelectualización de los pacientes.
Tal como sostienen Montero, Cuneo, Facchini y Bressan (2002) el tratamiento de la obesidad
consiste en reducir el ingreso de calorías al cuerpo e incrementar el gasto energético. Desde
lo psicológico el tratamiento consiste en la adquisición de habilidades para lograr modificar los
hábitos alimentarios y acercarse a la actividad física, cambiar las falsas creencias y
acompañar al enfermo en el tratamiento para que descubra por sí mismo las fallas, a fin de
que logre percibir la existencia de caminos más saludables.
El comer emocional resultante de los intentos de manejar los trastornos psicológicos, como la
ansiedad, la depresión y el estrés es considerado como un importante contribuyente a la
obesidad. La práctica de Mindfulness ha demostrado estar relacionada con hábitos de comida
desordenada: "Me resulta difícil mantener la concentración en lo que está sucediendo en el
presente" o "podría estar experimentando una emoción y no ser consciente de ello hasta
algún tiempo después." Los resultados del estudio sugieren que la atención plena es una vía
prometedora para explorar en el tratamiento y prevención de comer emocional y la obesidad.
Los resultados sugieren que las habilidades mindfulness reducen la tendencia a comer en
respuesta al estrés, la ansiedad y los bajos niveles de depresión. En este sentido, un paciente
señaló: "Yo meriendo sin ser consciente de lo que estoy comiendo" (Pidgeon, 2013).
La aplicación de DBT la terapia de comportamiento dialéctica para mejorar el comer
emocional fue enseñarle a los pacientes habilidades de regulación emocional de adaptación
mediante el uso de tres módulos: Mindfulness, Emoción Reglamento, y la tolerancia de
socorro.
En primer lugar, Mindfulness son habilidades que incluyen la capacidad de observar y
describir las experiencias emocionales y pensamientos momento a momento. En segundo
lugar, las habilidades de regulación emocional fomentan la comprensión de cómo funcionan
las emociones, la disminución de la vulnerabilidad a las emociones negativas, el aumento de
las emociones positivas, y el cambio de los estados emocionales específicos, actuando frente
a uno de emoción actual. Por último, se encuentran las habilidades de socorro de tolerancia
adaptativa, que constituyen medios eficaces para tolerar las tensiones y dolores inevitables
de la vida sin recurrir al comer emocional, facilitando así la aceptación de las realidades del
momento actual..(Pidgeon, 2013).
El tratamiento farmacológico en pacientes con obesidad se recomienda si el IMC es mayor de
30 Kg / m2 ó cuando el IMC es mayor de 27 Kg / m2, si existe alguna morbilidad asociada
(Rodriguez Saborio et al., 2006). Este tratamiento debe formar parte de un programa integral
que incluya psicoterapia. En Estados Unidos, las únicas drogas aprobadas por la FDA para el
tratamiento de la obesidad son la sibutramina y el orlistat. La sibutramina es un inhibidor de la
recaptación de serotonina, que produce supresión del apetito, mientras que el orlistat actúa
disminuyendo la absorción de las grasas ingeridas en la dieta.
Con respecto a las cirugías bariátricas, fueron investigadas diferentes variantes:
Procedimientos restrictivos - Banda gástrica: consiste en una gastroplastía vertical con banda.
Procedimientos malabsortivos - Derivación yeyunoileal: Derivación biliopancreática.
Procedimientos mixtos - “Bypass” gástrico.
3.3.1. Las técnicas cognitivo-conductuales
Estas técnicas colaboran al corregir las falsas creencias que distorsionan el comportamiento.
De este modo, la psicoterapia cognitivo-conductual pone el acento en que el paciente observe
primero su conducta, sus pensamientos y sentimientos, así como la relación que existe entre
ellos y sus hábitos alimentarios. Incluyen el masticar despacio, llevar a la boca bocados más
pequeños o no comer mientras se ve televisión. Se aprenden técnicas de relajación para
reducir la ansiedad frente a los estímulos externos y poder así corregir los estados
emocionales inadecuados con el fin de controlar la sobreingesta. (Rubio et al., 2007).
Las características observadas mediante esta intervención son:
Registro diario en forma detallada de la ingesta de alimentos.
Control de estímulos, por ejemplo comer en exceso mientras se mira televisión.
Reestructuración cognoscitiva: identificar sentimientos y pensamientos de autoderrota
ayudando al paciente a identificar actitudes relacionadas con expectativas poco realistas
sobre la imagen corporal.
Cambios de actitud al comer. Por ejemplo, utilizar platos pequeños para regular las porciones.
Relaciones interpersonales y manejo de estrés: meditación y terapias de relajación.
Desde la primera entrevista es necesario que el paciente sepa que la obesidad se trata de un
padecimiento para toda la vida, y que la familia también deberá ser tratada debido al fuerte
componente de herencia y a que el ambiente familiar puede influir en la etiopatogenia y
persistencia de esta enfermedad (Vázquez, 2004). Asimismo, es necesario que el terapeuta le
pregunte al paciente:
¿Qué es lo que considera que ha causado la obesidad?
¿Cuándo empezó la obesidad y por qué cree que empezó en ese momento?
¿Qué efectos tendrá la obesidad sobre usted?
¿Qué tan perjudicial cree que es su obesidad?. ¿Cree que durará mucho tiempo o que
mejorará pronto?
¿Qué tipo de tratamiento le gustaría tener?
¿Cuál es el resultado más importante que espera tener con el tratamiento?
¿Cuáles son los problemas más importantes que le ha causado la obesidad?
¿Cuál es el mayor temor que tiene de su obesidad?
La terapia cognitivo conductual es un ámbito de intervención en salud que trabaja con
respuestas físicas, emocionales, cognitivas y conductuales desadaptadas de carácter
aprendido. El individuo tiene responsabilidad en los procesos que le afectan y puede ejercer
control sobre ellos y posee, en esencia, un carácter auto-evaluador a lo largo de todo el
proceso.
Cuando el paciente está en las primeras fases del tratamiento, los hábitos de alimentación
inadecuados todavía permanecen sin modificarse, hasta que un mejor control de la comida
esté activado. Los problemas que mejor reconocen son los de la imagen corporal, la belleza y
la salud, pero no la disfuncionalidad de sus interacciones. Para muchos obesos su obesidad
puede representar una función positiva, como un mecanismo compensatorio ante sus
frustraciones y estrés, en donde podrían ubicarse las funciones del yo, como mecanismo de
adaptación a la realidad externa de la persona. (Ruiz Fernández et al., 2012)
La terapia cognitiva está centrada en los pensamientos automáticos y su postulado central
reside en que los individuos sufren por la interpretación que realizan de los sucesos y no por
estos en sí mismos. Durante el proceso terapéutico se busca que el paciente flexibilice la
adscripción de significados y encuentre él mismo interpretaciones más funcionales y
adaptativas.
Algunas técnicas importantes son:
Detección: consiste en buscar las creencias irracionales que conducen a las emociones y
conductas perturbadoras.
Discriminación: se enseña al paciente, mediante ejemplos, la diferencia entre las creencias
racionales e irracionales.
Definición: se enseña a utilizar el lenguaje al paciente de manera más racional y correcta, por
ejemplo cambiar el “no puedo” por “todavía no puedo.”
Técnicas referenciales: se pide al paciente hacer un listado de aspectos positivos de una
característica o conducta, para evitar generalizaciones polarizantes.
Se ha comprobado que las terapias cognitivo-conductuales (Ruiz Fernández, et al, 2012)
facilitan un mejor mantenimiento de la pérdida de peso y mejoran la restricción dietética, ya
que proporcionan estrategias de alimentación adaptativa y desalientan las prácticas
alimentarias no adaptables, así como también aumentan la motivación para ser físicamente
más activo.
Entre las actividades de las técnicas conductuales se encuentran:
Tareas para casa de tipo exposición a situaciones evitadas. Se anima al paciente a recordar
hechos incómodos como manera de tolerarlos.
No demorar tareas: no dejar tareas para mañana, para no evitar la incomodidad.
Uso de recompensas y castigos: se anima al paciente a reforzarse sus afrontamientos
racionales y a castigarse sus conductas irracionales.
Entrenamiento en habilidades sociales.
Técnicas de relajación y autocontrol.
El encuadre grupal debe ser sistémico, tomando en cuenta no solo la historia del paciente
sino su vida actual, su entorno familiar, laboral y social y los ámbitos correspondientes en los
que el paciente despliega su vida. Cambios que irá elaborando en sus vínculos (Braguinsky,
1987). En los grupos terapéuticos los pacientes comparten sus avances y fracasos.
Del Toro et al., (2011) sostiene que el paciente debe recibir el apoyo, la información y la
educación suficiente brindada por el terapeuta. Dada la magnitud de importancia que tienen
los factores psicológicos en el tratamiento de la obesidad se debe fortalecer y facilitar la
catarsis y la expresión de los conflictos. La persona obesa tiene que ser contenida al ponerse
de manifiesto sus problemas afectivos, de autoestima y su pobre imagen corporal. Un
tratamiento debe facilitarle no sólo herramientas que le permitan un cambio de hábitos
alimentarios y de estilo de vida, sino también debe proveer de herramientas básicas para
lograr un fortalecimiento interno.
3.3.3. El tratamiento de Ravenna
Este tratamiento aborda la obesidad como un problema de conducta y una adicción (Ravenna,
2004). El método ofrece una terapia que trata a las personas con sobrepeso como adictos a la
comida, con recaídas y con problemas para superarlas. Se hace hincapié en adelgazar para
cambiar los hábitos ya que a medida que se desciende de peso, los hábitos se modifican al
verse los pacientes bien. El método se basa en el Corte inmediato con los excesos, la Medida
en la porción y la Distancia con las comidas.
Siguiendo el plan de adelgazamiento se puede llegar a perder entre 200 y 350 gramos al día.
Una vez que se llega al peso deseado se inicia el plan de mantenimiento, donde se trabaja en
profundidad el reconocimiento de la nueva imagen corporal y la consolidación de la relación
del paciente consigo mismo y con el medio y sus vínculos.
En el plan de descenso de peso se tiene en cuenta lo siguiente:
Beber 2 o 3 litros de líquido en forma de café, infusión, refrescos light o zumos sin azúcar,
agua con o sin gas, caldos y gelatinas.
Hacer cuatro comidas al día.
Elegir lácteos descremados
Tomar verduras y frutas frescas en todas sus variedades.
Comer carnes blancas y rojas magras.
Ingerir una porción medida de legumbres
Limitar los azúcares, dulces y harinas refinadas.
Evitar alimentos con gran contenido en sodio como fiambres, snacks, aceitunas, quesos duros
y salsa de soja.
Los pacientes tienen un seguimiento médico y orientación conductual con psicólogos a
quienes expresan sus inquietudes y sensaciones. Asimismo, participan en grupos terapéuticos
coordinados por los mismos profesionales que los atienden en consulta individual, médicos,
nutricionistas, psicólogos y terapeutas.
Ya avanzando sobre el concepto de grupo de descenso como herramienta fundamental para
el tratamiento, Ravenna (2006) afirma que la inserción del obeso dentro de un grupo
terapéutico es de verdadera importancia para su recuperación, ya que constituye una de las
formas más eficaces para desarraigar creencias erróneas. Al mismo tiempo se adquieren
nuevos conocimientos que permiten modificar las antiguas conductas.
4) METODOLOGÍA
4.1. Tipo de estudio y diseño
Estudio descriptivo y diseño no experimental
4.2 Participantes
Los 50 pacientes participantes del grupo de descenso eran hombres y mujeres de entre 25 a
70 años. En relación al estado civil de los pacientes, un 50% estaba casado en segundas
nupcias, un 45% era soltero y el 5% restante era viudo. Se observó una gran diversidad
sociodemográfica entre los pacientes: la mayoría eran profesionales, en tanto que otros se
dedican al hogar o eran estudiantes. El grupo estaba coordinado por una psicóloga, un
médico nutricionista.
4.3 Instrumentos
Se realizó una observación participante y se llevó a cabo un registro de las observaciones
dentro de los grupos semanales. Por medio de estos se recolectaron datos sobre las
conductas y la sintomatología que presentaban los pacientes.
4.4 Procedimiento
En primer lugar, se observó y se confeccionó un registro de las actividades de los pacientes
en la institución. En segundo lugar, se observaron las conductas emocionales, verbales y los
síntomas de los mismos. En tercer lugar, se observaron las intervenciones del profesional a
cargo. Por último, con toda esta información, se elaboró el Trabajo Final de Integración
cumpliendo las 280 horas prácticas.
5) DESARROLLO
En primer lugar se describirán aspectos generales considerados importantes para
contextualizar la dinámica de las sesiones observadas. Luego, se desagregarán tres puntos
correspondientes a los objetivos específicos planteados, a fin de organizar el desarrollo y
lograr una mejor comprensión del mismo. Cabe destacar que las observaciones irán
acompañadas de frases textuales dichas por los pacientes que ejemplifican y dan sustento al
carácter empírico del trabajo.
Los horarios del grupo fueron, por la mañana (a las 8hs); por la tarde (a las 14hs); y por la
noche (a las 19hs), cada uno con una duración de una hora y media. En este trabajo se
observó el turno de las 19hs. Cada vez que ingresaban al edificio, los pacientes decían su
peso. En caso de que no se hayan pesado previamente, podían hacerlo allí mismo, dado que
en la recepción se encontraban ubicadas dos balanzas. Todos los pacientes, además de
participar de los grupos, asistían también a consultas médicas y nutricionales. Con respecto a
la distribución espacial de la sala, cabe señalar que había una tribuna donde se sentaban los
pacientes y en frente de ellos, se ubicaban los profesionales.
En muchas ocasiones, las sesiones de grupo comenzaban con una caminata de cinco
minutos por la sala, donde los pacientes debían tomarse el pulso a fin de tomar conciencia
del reposo y del movimiento, y mantenerse entrenados para cuidar el corazón. Luego, se
proponían temas para iniciar la temática del grupo, como por ejemplo, las frustraciones.
5.1 Situaciones que desencadenan el comer emocional
Con respecto al primer objetivo del trabajo, se observó una heterogeneidad en las situaciones
que desencadenan el comer emocional. Algunos pacientes manifestaron malestar al
renunciamiento del placer de comer de todo o angustias por ciclos de vida, como jubilación,
embarazos, divorcios, viudez. Otros plantearon que comían por estrés; que no hacían
actividad física por falta de tiempo; que comen para no tener que afrontar las malas
elecciones que ya han hecho y; en algunas ocasiones, el problema lo constituye un trauma al
que no pueden hacer frente.
Los pacientes manifestaban sensación de impotencia sobre el manejo de las emociones. Por
ejemplo al sentir estrés en lo laboral mostraban preferencia por alimentos salados, dulces y
ricos en grasa. En el momento de consumir estos alimentos se exponían al placer y luego
sentían culpa.
Se mencionaron emociones como relleno para cubrir la falta, como el ejemplo de la paciente
que había perdido a su hijo de ocho meses antes de nacer, y ella desde ese día solo se
dedicó a comer y subió 20 kilos, de esta manera silencio temporalmente la emoción incomoda
que estaba viviendo: la tristeza por el ser querido perdido, el miedo de que le vuelva a
suceder.
Los sentimientos de vacío que muchos pacientes manifestaban eran cubiertos con comida,
como un paciente que hacía un mes que su esposa había muerto y él desde ese momento
había tomado la comida como una manera de ocupar la boca y el tiempo. Llenaba su vida con
comida para no conectarse con la angustia que le generaba la partida de su mujer por 40
años.
Los factores socioculturales, intervienen como presión en el comportamiento social de la
persona. El obeso adapta un estilo de vida de negación y autoengaño (Ravenna, 2004).
Se observó cómo altos niveles de ansiedad terminaban en episodios de voracidad. Las
personas aumentan su ingesta en respuesta a cualquier situación de estrés emocional y da
inicio a un circuito con una doble dirección, ya que luego de la sobreingesta, la persona obesa
se siente llena de sentimientos negativos justamente por el mismo hecho de haber comido de
más, se autorreprocha por este acto y esto genera que en poco tiempo vuelva la ansiedad.
(Hernández Lira & Sánchez Sánchez, 2007)
Algunas frases dichas por los pacientes dan cuenta de la diversidad de los motivos del comer:
“No me banco el nido vacío y me como todo”, “antes tapaba mi angustia comiéndome la vida”,
“vengo por la impotencia de estar pegado a la comida”, “sobreviví llenándome de cosas y me
abandone como persona y mujer”, “Mis hijos me decían… es importante que no te alteres
para no comer”, “Tenía atracones todas las veces que no expresaba lo que sentía para no
quedar mal”, “Como para tapar las emociones, desde que mi padre enfermo he cargado con
10kilos en tres meses”. “Cuando estoy triste, ir a comer a la heladera, es la única cosa que me
hace sentir mejor.” De este modo, el comer para estas personas quita del medio una situación
incómoda y permite que se sientan temporalmente mejor, lo que no resuelve ni hace
desaparecer el problema, sino que por el contrario, lo agudiza.
En vinculación al uso de la comida como una estrategia de evasión, se observó que en
muchos casos se trata de una conducta aprendida por influencia de los padres: consuelan a
sus hijos con comida cuando se enfrentan a contratiempos o problemas. Al ser una conducta
repetitiva, se aprende el hábito de dirigirse a la comida cada vez que se enfrentan a un
problema o conflicto. Muchos niños reciben dulces como premios por sus logros como
recompensa. Buscan consuelo en una golosina (Silvestri & Staville, 2005).
En algunos casos surgieron temas como el miedo a la vida social, a mantener relaciones
sexuales, a entrar en una vida en pareja.
También se observó que los pacientes tienen dificultades para identificar sus sentimientos, a
la vez que ignoran los problemas con la esperanza de que desaparezcan. En tal sentido, una
paciente se preguntaba: “¿Cómo no me di cuenta que subí tanto?, ¿dónde estaba mientras
comía?”. Otra paciente destacó: “Me trajo mi marido a la clínica, dije basta cuando él y mi hijo
me tenían que ayudar a darme vuelta en la cama, cada vez que me peleaba con ellos comía.”
Lo que ocurre en estos pacientes es que usan la evitación no para prepararse para la
aproximación a su problema, sino para escapar de las emociones negativas que les provocan
las situaciones estresantes, que están relacionadas con la comida y con aspectos corporales
(Quiles Marcos & Terol Cantero, 2008).
Geliebter (2002) plantea cómo determinadas situaciones emocionales pueden afectar la
ingesta de alimentos. En tal sentido, los individuos con bajo peso comen menos y las
personas con sobrepeso comen más durante episodios negativos y situaciones emocionales
positivas.
5.2. Intervenciones para modificar el comer emocional
Se ha señalado que las emociones pueden influir decisivamente en la selección de alimentos
y en los hábitos alimentarios de un individuo, es por ello que el comer emocional es una
respuesta a una serie de emociones negativas, como la ansiedad, la depresión, la ira y la
soledad (Garaulet, et al 2012)
A medida que avanzan en el tratamiento, los pacientes toman conciencia de que es necesario
que renuncien a tapar cuestiones y situaciones con la comida, y que deben resolver la
patología del exceso. Comienzan a entender los problemas de comer de manera voraz y
descontrolada, la falta de límite, el abandono irresponsable y el aumento de las medidas en
las porciones. Muchos preferían quedarse solos y comer a escondidas ya que, como bien
indican en la clínica, “la obesidad es una adicción que te quiere solo.”
Del Toro et al., (2011) sostienen que el paciente debe recibir el apoyo, la información y la
educación suficiente brindada por el terapeuta. Dada la magnitud de importancia que tienen
los factores psicológicos en el tratamiento de la obesidad se debe fortalecer y facilitar la
catarsis y la expresión de los conflictos. La persona obesa tiene que ser contenida al ponerse
de manifiesto sus problemas afectivos, de autoestima y su pobre imagen corporal. Un
tratamiento debe facilitarle no sólo herramientas que le permitan un cambio de hábitos
alimentarios y de estilo de vida, sino también debe proveer de herramientas básicas para
lograr un fortalecimiento interno.
Con respecto a las intervenciones llevadas a cabo por los terapeutas para modificar la
conducta de los pacientes se observó que se enfocan en el entrenamiento hacia el vínculo
con las emociones. Recordemos que en el centro toman la obesidad como adicción y
focalizan en que a las adicciones no se las entienden, sino que se las expulsan. Algunos
ejemplos terapéuticos significativos de las intervenciones para modificar el comer emocional:
Si alguien cuenta algo en particular, se hace una pregunta general preguntando si alguno se
identifica con ese problema o tema.
No se dramatiza, lo que se hacen son representaciones o role plays.
Mantener un diario de alimentación emocional, anotar los sentimientos el estado de ánimo
diario: lo que se comió o se quería comer, lo que pasó que lo haya molestado, cómo se sintió
antes de comer, lo que se sentía como si estuviera comiendo, y cómo se sintió después.
Si están solos y deprimidos, llamar a alguien que siempre lo hace sentir mejor, jugar con los
hijos, mirar fotos.
Poder anticiparse y buscar una pasión que no sea solo la comida, como cantar.
Si están ansioso, gastar su energía nerviosa bailando o salir a caminar a paso ligero.
Si están aburridos, leer un buen libro, ver un espectáculo de comedia, explorar al aire libre, o
recurrir a una actividad que disfrute como carpintería, pintura.
Establecer una red de empatía, con los compañeros y terapeuta.
Las terapeutas también intervienen sobre problemas concretos de los pacientes, por ejemplo:
Una paciente de 21 años planteó: “La palabra no en mi vida no está, mi familia me hizo comer
picada este fin de semana. Nunca le hice la contra a mamá.” Se intervino y se dijo: “tampoco
nunca le hiciste la contra a la comida”.
Con respecto a la pregunta “¿En que pienso cuando no hay comida?” una paciente señaló
que siempre se fijaba en lo que falta: “hoy me falta terminar la tesis”. La psicóloga intervino
motivando a construir un nuevo proyecto, a poner ese vacío en el motor real del hacer, es
decir, tomar los libros y terminar la tesis. Y, así, revisar qué le ocurre en sus rasgos de
carácter que no termina de terminar.
Una paciente señaló: “me encuentro en la esquina de mi casa con la ex mujer de mi marido
hecha una diosa y al entrar a casa me baje la heladera”. El doctor intervino y le preguntó:
“¿qué hiciste vos con el factor desencadenante que desató el atracón?”
Estas técnicas colaboran al corregir las falsas creencias que distorsionan el comportamiento.
De este modo, la psicoterapia cognitivo-conductual pone el acento en que el paciente observe
primero su conducta, sus pensamientos y sentimientos, así como la relación que existe entre
ellos y sus hábitos alimentarios. Incluyen el masticar despacio, llevar a la boca bocados más
pequeños o no comer mientras se ve televisión. Se aprenden técnicas de relajación para
reducir la ansiedad frente a los estímulos externos y poder así corregir los estados
emocionales inadecuados con el fin de controlar la sobreingesta. (Rubio et al., 2007).
Se señalan otros ejemplos significativos para dar cuenta del matiz de las intervenciones de los
terapeutas:
“Cuando no te podes limitar te limita tu cuerpo, me enojo pero sigo comiendo.”
“No te cuestionas porque no tenés ganas de angustiarte.”
“No estés llorando a la gorda que fuiste porque le sacas energía a la flaca que debes ser”.
Algunos pacientes han logrado aprender a distinguir el hambre físico y el emocional: El
hambre físico que llega de manera más gradual y se puede esperar y el hambre emocional
que aparece de repente, se siente abrumador y urgente. (Roosen, 2012)
5.3 Uso de las herramientas brindadas para modificar el comer emocional
La forma en que los pacientes afrontaban los problemas, como se ha observado, podía
deberse a la poca confianza que tenían en su capacidad para resolverlos (Quiles Marcos &
Terol Cantero, 2008). En efecto, presentaban grandes dificultades en poner en marcha
estrategias de afrontamiento como la confrontación o la búsqueda de apoyo social. Estos
pacientes apelaron a la evitación durante mucho tiempo para escapar de las emociones
negativas que les provocaban las situaciones estresantes relacionadas con la comida y con
diferentes aspectos corporales.
La teoría psicodinámica explica cómo las personas obesas utilizan la comida como
mecanismo de afrontamiento de las emociones y hace referencia al individuo obeso como un
sujeto dependiente al que le cuesta lidiar con sus conflictos. Asimismo, esta teoría considera
que el individuo se sobrealimenta para disminuir sentimientos de ansiedad y depresión,
producto de su baja autoestima (Velázquez Cervantes, 2012).
El método empleado en la clínica se basa en el Corte inmediato con los excesos, la Medida
en la porción y la Distancia con las comidas. En el marco teórico se ha mencionado que para
adelgazar es sumamente importante modificar los hábitos (Ravenna, 2004). Esto resulta
central, dado que a medida que los pacientes descienden de peso y comienzan a verse bien,
también cambian sus hábitos.
Tal como sostienen Montero et al., (2002) el tratamiento de la obesidad consiste en reducir el
ingreso de calorías al cuerpo e incrementar el gasto energético. Desde lo psicológico el
tratamiento consiste en la adquisición de habilidades para lograr modificar los hábitos
alimentarios y acercarse a la actividad física, cambiar las falsas creencias y acompañar al
enfermo en el tratamiento para que descubra por sí mismo las fallas, a fin de que logre
percibir la existencia de caminos más saludables.
Una vez iniciado el tratamiento, los terapeutas brindan a los pacientes herramientas para
modificar sus conductas. Se observó que independientemente de sus características
sociodemográficas, del sexo o del nivel de educación alcanzada, algunos demostraron un
cambio de actitud y de hábitos. Para ello, recurrieron a diferentes estrategias. Algunos
pacientes señalaron que se dieron cuenta de que pueden correr mejor, que antes no les
gustaba mirarse al espejo o que le tomen fotografías y sobre todo, muchos han adquirido
mayor seguridad para realizar cualquier cosa que se propongan. También son capaces de
expresar sus sentimientos, se conectan con lo que desean y eso les da satisfacción.
Otros pacientes tomaron distancia de muchos vínculos, familiares y amigos, que les
resultaban tóxicos y lograron detectar cuánto soportaban dejarse atravesar por emociones
que le provocaban tal o cuál situación. Aprendieron a detectar el sin sentido, y a tomar
conciencia que apelaban a la comida como una droga, ¿antidepresivos o hidrato de carbono?:
“Cambié mi mentalidad, hoy estoy primero yo”, “Tome conciencia de los alimentos que
consumen”, “El poder da poder, ¿por qué buscar algo de afuera cuando puedo manejarlo
yo?”, “Mentalizar los beneficios, como poder atarse los cordones, poder subir las escaleras”,
“Toda mi vida subí y bajé de peso, hoy estoy en mantenimiento. Este fue el último
adelgazamiento de mi vida”, “Me he dado cuenta que ahora ya puedo correr mejor, antes no
me gustaba ni verme al espejo, de hecho, ni siquiera me gustaba que me tomen fotografías”,
“Cuando tenía problemas comía mucho, ahora leo algo, pienso en la situación de antes que
era difícil y que no quiero regresar a esa época, hago una llamada, trabajo en la computadora,
voy a planchar”, “Mi hijo me reclamó toda la vida que no jugaba al fútbol, hoy después de
bajar 53 kilos juego al futbol con mis nietos.”
Como se ha señalado, un estudio francés sobre una población de mujeres obesas muestra las
relaciones entre la alexitimia y el comer emocional en las mujeres obesas (Pinaquy et.al,
2012). Se halló que las mujeres obesas que tienen dificultad para identificar y comunicar sus
sentimientos también tienen tendencia a comer en respuesta a las emociones. De este modo,
se determinó que los pacientes con trastornos alimentarios son considerablemente más
predispuestos a no identificar emociones.
Frente a la premisa “Encuentre otras maneras de alimentar a sus sentimientos”, se planteó
que la delgadez adquirida hay que mantenerla, ya que los hábitos están presentes. Hay un
cuerpo bueno con un estado interno malo, por eso es importante el mantenimiento. La comida
se corre de lugar, y surge la idea de que “hoy está en el centro del plato no en el centro de mi
vida.” Para ello, las situaciones externas no deben correr a los pacientes de lugar. Todos los
días ellos trabajan la relación con la comida y los vínculos con sus parejas, con sus hijos y
con el entorno.
Ravenna (2006) afirma que la inserción del obeso dentro de un grupo terapéutico es de
verdadera importancia para su recuperación, ya que constituye una de las formas más
eficaces para desarraigar creencias erróneas. Al mismo tiempo se adquieren nuevos
conocimientos que permiten modificar las antiguas conductas.
La llegada de las personas nuevas al grupo hacía recordar al resto quiénes fueron
anteriormente y cómo pensaban cuando llegaron. Esto tiene una doble función: animar y
motivar a al paciente nuevo, pero también recordar a la persona que se ha sido.
6) CONCLUSIONES
A lo largo del desarrollo de la práctica profesional se ha participado activamente en grupos de
descenso de peso. Esto permitió un involucramiento con la dinámica de grupo, un mejor
análisis de las características y de la evolución del comer emocional de los pacientes del
grupo de descenso y se ha podido observar con claridad intervenciones realizadas por los
terapeutas para modificar las conductas que afectan a los pacientes. Una de las primeras
percepciones al ingresar fue la dureza en las intervenciones para con algunos pacientes, sin
embargo, con el paso del tiempo se observó que este recurso resultaba eficaz para muchos
de ellos, ya que reaccionaban al ser confrontados.
El tratamiento no es simple, requiere abstinencia y presencia. Se coincide cuando se enfatiza
en que la presencia de la persona dentro de un grupo terapéutico es de suma importancia
para su recuperación, ya que ayuda a desarraigar creencias erróneas, se adquieren nuevos
conocimientos y se modifican antiguas conductas. Un claro ejemplo de ello lo constituye la
observación de una situación particular. Una paciente levantó la mano con timidez para pedir
la palabra y comentar la culpa que sentía porque antes de ir a la clínica, a la hora de la
merienda, además del yogurt y el café con leche había comido una golosina Rodhesia. Luego
de decir esto, intervino otra paciente que señaló que le preocupaba su tratamiento el siguiente
mes, ya que tenía que viajar a acompañar a su hijo de 4 años que padece una parálisis
cerebral y por ello, no sabía si podría manejar su relación con el comer emocional en esa
difícil situación. A continuación de este testimonio, otra paciente continuó contando que estaba
ahí por prescripción de su médico oncólogo, ya que tenía que bajar 20 kilos para continuar su
tratamiento contra el cáncer de mamas. Se produjo un silencio solo interrumpido por la
primera paciente, que volvió a solicitar la palabra. Profundamente apenada por la situación,
pidió disculpas por haber planteado como un problema que la angustiaba el haber comido una
Rhodesia frente a dos testimonios tan emotivos como los expuestos por sus dos compañeras.
Aquí es cuando se logra detectar que el grupo muestra otras realidades, otras vivencias y
experiencias, y que se genera empatía en muchos de los participantes. Desde la clínica
expresan que “el grupo es el espacio de trabajo donde el paciente empieza a poder
desdramatizar lo que le sucede, viendo que hay otras personas que comparten su mismo
problema, de esta forma, consiguen hacer la dieta perfecta”. Es decir, dejaron de “tragarse” la
vida para poder poner en palabras las emociones. Como un aporte personal, esta experiencia
sirvió para perder el miedo al manejo de pacientes de manera grupal.
El comer emocional mayormente está vinculado a sentimientos desagradables y negativos,
aunque también puede ser provocado por emociones positivas, como recompensarse por
alcanzar una meta o la celebración de un acontecimiento feliz. A partir de las herramientas
observadas en el tratamiento se detectó que las estrategias implementadas por los
profesionales funcionan en la medida que la persona es receptiva, muestra predisposición y
se logra una evolución. Además de las estrategias psicológicas, el cambio de hábitos, el
ejercicio y el apoyo de la red son imprescindibles para que un programa tenga éxito. El interés
se centra en crear conciencia en cada uno de los pacientes, lograr un estilo de vida más
saludable y detener los altos índices de obesidad.
Una de las limitaciones observadas reside en que al ser la dieta muy baja en calorías a mucha
gente le produce un efecto rebote. Por tal motivo, se considera que debería trabajarse mucho
más en la alimentación y la contención en mantenimiento del peso de los pacientes.
Asimismo, se sugiere agregar más talleres de nutrición y técnicas de alimentación que no
sean solo cada tres semanas, sino todas las semanas. En tal sentido, se señaló en varios
encuentros que “cuando se va la grasa, queda la persona y hay que acompañarla” y, es desde
allí donde los profesionales deben seguir trabajando con las personas que padecen esta
enfermedad.
Hay muchos pacientes que abandonan el tratamiento y otros recaen ya que les es difícil
mantener una dieta tan restringida en calorías.
Para finalizar, a nivel personal, esta práctica permitió conocer el complejo funcionamiento de
una dinámica grupal, y al trabajar con especialistas de diversas disciplinas, me dio la
posibilidad de explorar las lógicas del trabajo multidisciplinar. Asimismo, me enriqueció como
futura profesional y como persona, ya que a partir de ella pude tener un mayor acercamiento
al mundo interior de los pacientes, a sus miedos, emociones, sensaciones y frustraciones,
pero también a sus logros. Esta experiencia me brindó numerosas herramientas que
seguramente enriquecerán y fortalecerán mi desarrollo profesional.
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