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EL REGRESO DEL ACTOR
Alain Touraine
L0S MOVIMIENTOS SOCIALES: ¿OBJETO PARTICULAR , O PROBLEMA
CENTRAL DEL ANALISIS SOCIOLOGICO
La sociología, definida generalmente como análisis del funcionamiento del sistema
social, ¿puede dejar un lugar para el estudio de los movimientos sociales? ¿0 más bien
hace falta intentar reconstruir la sociología alrededor de éste? Tal segunda solución ya
fue propuesta bajo dos formas muy diferentes. Para algunos debía renunciarse a la idea
de sistema social y reconocer que todo es cambio y que los movimientos sociales son
los actores del cambio; para otros, al contrario, debía mantenerse la idea de sistema
social, pero reconstruirla a partir de un análisis de los movimientos sociales, del campo
cultural donde están ubicados y de las formas de institucionalización de sus conflictos.
Ante todo, debe rechazarse claramente la ilusión empirista: es imposible definir un
objeto denominado "movimientos sociales" sin elegir primero un método general de
análisis de la vida social, a partir del cual podría constituirse determinada categoría de
hechos llamados movimientos sociales. Existen numerosos estudios puramente
empíricos sobre conflictos: pero a menudo no se sabe de qué están hablando realmente,
a pesar de la gran calidad descriptiva de muchos de ellos al referirse a acontecimientos
particulares bien delimitados.
Si, por el contrario, nos quedamos con el enfoque de la construcción y el análisis de
categorías generales, desde el vamos debemos reconocer la existencia de por lo menos
tres tipos de conflictos orientados hacia la modificación de uno o varios aspectos
importantes de la organización social cultural. Para aclarar el vocabulario propongo
Ilamar conductas colectivas a aquellas acciones conflictivas que pueden ser entendidas
como ~ un esfuerzo de defensa, de reconstrucción o adaptación de un elemento '
enfermo del sistema social, trátase de un valor, una norma o de la sociedad misma. En
este sentido, Neil Smelser 1 ~ usó la expresión collective behaviour. Si, al revés, los
conflictos se analizan como mecanismos de
modificación de decisiones y por lo tanto como factores de cambio (fuerzas políticas en
el sentido más amplio del término), propongo hablar de luchas. Por fin, cuando las
acciones conflictivas tratan de transformar las relaciones de dominación social ejercidas
sobre los principales recursos culturales -la producción, el conocimiento, las reglas
éticas utilizaré la expresión movimiento social. Naturalmente, puede elegirse otras
convenciones de léxico: preferí éstas porque me parecen más cercanas a los usos
actuales. Lo esencial es diferenciar claramente estos tres ' modos de construcción de
este campo de la realidad observable -el mismo conflicto puede referirse a uno, dos o
tres de estos tipos- de manera que el análisis sociológico no puede reemplazar aquí al
análisis histórico, el cual abarca el conflicto en su complejidad específica.
Las conductas colectivas
Pueden analizarse mejor numerosos conflictos si se los considera como efectos de la
descomposición y los esfuerzos de reconstrucción de un sistema social amenazado. Por
ejemplo, algunos inmigrantes crean una comunidad homogénea; poco a poco se
diferencia, pues unos se enriquecen, otros se empobrecen y algunos se casan fuera del
grupo: por lo tanto, la comunidad está amenazada. Aparece, entonces, un mesías o un
profeta para restablecer las antiguas costumbres, es decir la homogeneidad e integración
de la comunidad. Esta dimensión es importante en los movimientos llamados
reformistas y hasta en las revoluciones como la de lnglaterra en el siglo XVII, además
de los movimientos mesiánicos o integralistas que acabo de evocar.
De la misma manera, una parte importante de la acción sindical consiste en defender
calificaciones y remuneraciones -contra las consecuencias de un cambio técnico, de una
modificación del mercado o de una decisión de la empresa. Estos ejemplos muestran
que el campo de semejantes conductas sigue restringiéndose en sociedades de cambio
rápido, altamente diversificadas, y por consiguiente cuyo grado de homogeneidad e;
integración es más débil que en las sociedades llamadas tradicionales. En las sociedades
industriales las acciones colectivas se definen más a menudo por un esfuerzo para
dominar el cambio y orientar el porvenir ,que por una voluntad de conservación o de
vuelta al pasado.
Sin embargo estas actitudes reformadoras e integradoras parecen, desde hace algún
tiempo, volver a ocupar un lugar importante por el hecho de que los valores "modernos"
-cambio, crecimiento, desarrollo- considerados durante mucho tiempo como intangibles
en la
misma forma que el progreso y el movimiento natural de la historia están ':~
nuevamente cuestionados, especialmente en países dependientes o colonizados donde la
modernización y la industrialización, importadas desde . el extranjero, trastornaron la
organización social y cultural tradicional.. Semejantes movimientos ya observables en
Asia, América Latina o África ; durante el gran período de expansión colonial del siglo
XIX se desarrollaron recientemente en forma notable. Como ejemplo sirve el éxito del
khomeinismo en Irán. En el mundo comunista también resurgen las con'' ciencias
nacionales, mientras que en el "primer mundo", el de los países industriales
occidentales, los temas de comunidad e identidad se difunden y desencadenan acciones
que corresponden adecuadamente a lo que llamé conductas colectivas.
El significado de las conductas colectivas se encuentra necesariamente, muy lejos de la
conciencia de los actores, puesto que se define en términos de funcionamiento del
sistema social no de representaciones o proyectos de los actores (de la misma manera
que el suicidio en el análisis durkheimiano. Por eso las conductas colectivas son
heterónomas, orientadas por restricciones económicas o políticas externas, o más ' aún
impulsadas por un jefe que encabeza una secta o movimiento integrista, y quien se
identifica con el orden a restablecer.
Las luchas
Así, la referencia a la sociedad y al orden social tiende cada vez más, en nuestros países,
a definir no tanto acciones vinculadas con el cambio, sino más bien acciones que lo
combaten en nombre de un orden antiguo o nuevo. Esto nos lleva muy lejos de lo que
llamamos espontáneamente "movimiento" . Por consiguiente, la tendencia natural de los
participantes y observadores de los conflictos sociales en las sociedades industriales 'es
insistir, por el contrario, en considerar a estos conflictos como mecanismos de cambio.
Pero esta definición ya no tiene el mismo sentido que en el siglo pasado, cuando el
movimiento obrero era el actor de los conflictos más importantes y parecía representar
valores nuevos -aquellos del progreso e industrialización-~ al mismo tiempo que
luchaba contra sus formas sociales de apropiación.
Actualmente se cuestiona ese rol central de un movimiento social como agente principal
de transformaciones históricas. No se visualiza con claridad lo que unifica a estos
múltiples conflictos, que no se refieren a valores centrales ni luchan contra un poder
dominante, y sí tratan únicamente de transformar algunas relaciones de fuerza o
mecanismos específicos de decisión. En este caso, es evidente que los agentes de
cambio no pueden definirse de manera global en nombre de algún "sentido de la
Historia" . Tanto más que dentro del mundo laboral, en la vida urbana se comprueba ese
pasaje de los movimientos sociales centrales hacia luchas específicas. Numerosos
estudios realizados sobre las luchas urbanas contemporáneas demuestran que, en la
mayoría de los casos, se trata de acciones limitadas, dirigidas contra propietarios o
autoridades administrativas, para conseguir mejores condiciones de alojamiento. Aun un
creciente número de luchas urbanas tienden a acercarse a lo que llamamos aquí
conductas colectivas, al defender un medio amenazado. Por ejemplo, las luchas
-victoriosas- realizadas en Madrid para salvaguardar el centro histórico de la ciudad.
Estas luchas adquieren mayor importancia cuando tratan de acceder en forma más
directa al poder de decisión y se asocian más estrechamente ~ con los partidos políticos.
Por tal causa en varios grandes países industriales la socialdemocracia (tanto su rama
revolucionaria como la reformista) asoció íntimamente las luchas sociales con Ia acción
política y de hecho las subordino a esta ultima, ya que su objetivo fundamental era la
toma del poder..
Los movimientos sociales
Hablar de conductas colectivas es considerar los conflictos como respuestas a una
situación que debe valorarse por si misma, es decir en términos de integración o
desintegración de un sistema social, definido por un principio de unidad. Hablar de
luchas, por el contrario, implica una concepción estratégica del cambio social. Las
luchas no son respuestas sino iniciativas, cuya acción no lleva, ni lo pretende, a
construir un si tema social. En consecuencia, la idea de luchas está más o menos directamente relacionada con la representación de la sociedad como mercado o campo de
batalla. Además de la competencia y la guerra existen muchas ' otras estrategias
conflictivas, pero tampoco se refieren a la idea de un sistema social definido por
valores, normas e instituciones.
El pasaje de luchas a movimientos sociales restablece, al contrario, la relación entre
acción colectiva y sistema social, pero invirtiéndola. Demos un ejemplo. En una fábrica
surgen movimientos reivindicativos para luchar contra desigualdades salariales entre
obreros de calificación parecida (ejemplo sencillo de conducta colectiva) o para
aumentar la influencia de los asalariados sobre las decisiones que afectan sus
condiciones de trabajo, lo que constituye una lucha. Pero la propia organización de la
empresa no es la expresión de una racionalidad técnica; tampoco es el resultado directo
de una relación de fuerzas siempre cambiante. de la industria es que la influencia de los
poseedores de capital se extienda de la venta de productos a las condiciones de trabajo
de los productores, reunidos en una fábrica y sometidos autoritariamente a determinada
organización colectiva del trabajo. La acción obrera lucha contra esta dominación y
trata de brindar a los trabajadores, o al conjunto de la colectividad el control de la
organización del trabajo y de los recursos creados por la actividad industrial.
Un movimiento social según esa definición, no resulta de ninguna manera una respuesta
a una situación social. Al revés ésta constituye el resultado del conflicto entre
movimientos sociales que luchan por el control de los modelos culturales y de la
historicidad, conflicto que puede desembocar en una ruptura del sistema político o, por
el contrario, en reformas institucionales y que se manifiesta cotidianamente en la forma
de organización social y cultural y en las relaciones de autoridad. Un movimiento social
es una acción conflictiva mediante la cual se transforman las orientaciones culturales y
un campo de historicidad en formas de organización social, definidas a 1a vez por
normas culturales generales y por relaciones de dominación social.
El debilitamiento cada vez más rápido de la noción de sociedad y de la sociología
clásica nos obliga a elegir entre dos caminos: por un lado una sociología de puro cambio
en la cual ocupa un lugar importante la noción de lucha; por otro, una sociología de la
acción basada en nociones de modelos culturales y movimientos sociales. Gran parte de
los debates generales de la sociología puede encararse como competencia, conflicto o
compromiso entre estas tres orientaciones.
La sociología clásica nació en países -Gran Bretaña, Alemania, Estados Unidos,
Francia- que constituían 'conjuntos políticos económicos y culturales tan diferentes que
se podía hablar no sólo de sociedades sino también de actores sociales (sindicatos o
empresariado por ejemplo) definidos nacionalmente. Ya no es la situación actual:
numerosos actores sociales defienden sus intereses en mercados, campos de
competencia de conflictos definidos sobre todo por una tecnología, una coyuntura
económica, conflictos estratégicos, corrientes intelectuales de acción internacional, y no
tanto por una realidad nacional global. Hoy, ningún movimiento social puede
identificarse con el conjunto de conflictos y fuerzas del cambio social en una sociedad
nacional.
De tal manera, el campo de luchas se vuelve cada vez más autónomo- -tendencia que
podría volcarse en otras situaciones sociales- relacionado con la acción de movimientos
sociales, y las conductas colectivas tienden cada vez más a transformarse en lo que
llamé antimovimientos sociales. La disociación entre el modo de desarrollo económico
y las formas de funcionamiento de los sistemas económicos y sociales en 1a mayor
parte del planeta, en efecto, provocó una reaparición masiva de conflictos sociales y
acciones colectivas sustentados en nombre de la integración social y cultural de una
comunidad. Esta fuerte disociación de los. movimientos socioales, de las luchas y
conductas colectivas protege a la sociología, centrada en el análisis de los movimientos
sociales, del peligro de transformarse en filosofía de la historia.
No sólo ya no es posible ubicar el análisis sociológico dentro de la representación
evolucionista que llevaba de lo tradicional a lo moderno de la solidaridad mecánica a la
solidaridad orgánica de la comunidad a la sociedad, sino que, además, la desaparición
de la he hegemonía de los países capitalistas centrales sobre el conjunto mundial no
permite identificar su historicidad y sus propios movimientos sociales con una Historia
universal cuyas etapas debieran ser recorridas necesariamente por todos los países.
Por consiguiente, debemos romper con la idea clásica que identificaba la creatividad
humana con sus obras, y la historicidad definida como razon y progreso, con el dominio
de la naturaleza por la ciencia y la técnica. Y como corolario, reintroducir en el análisis
sociológico otra concepción del sujeto, colocando el acento sobre la distancia entre la
creación y las obras, entre la conciencia y las prácticas. Pues si bien es cierto que los
modelos culturales se transforman en prácticas sociales a través de conflictos entre
movimientos sociales opuestos, también es necesario que, se desprendan de estas
practicas para constituirse como modelos de inversiones y creaciones de normas, lo que
supone reflexión, distanciamiento y, retomando esta palabra tan arraigada en la
tradición cultural de Occidente, conciencia.
En determinadas épocas el pensamiento social insiste más dentro de la historicidad,
sobre la inversión económica y la producción de conocimiento; en otros momentos se
muestra más receptivo para la creación y la transformación de modelos éticos, lo que
tiende a otorgar mayor importancia al distanciamiento que a la inversión. A decir verdad
ambos movimientos se complementan y sería tan peligroso caer en la filosofía moral
como en la filosofía de la historia.
La noción de movimiento social es inseparable de la de clase. El movimiento social se
opone a la clase porque ésta puede definirse como una situación, mientras que el
movimiento social es una acción, la del sujeto, es decir del actor que cuestiona la
formalización social de la historicidad. Durante demasiado tempo el estudio del
movimiento obrero se redujo al del capitalismo, sus crisis y su coyuntura. En grado más
extremo aún los estudios sobre movimientos sociales y nacionales en el Tercer Mundo
siguieron dominados por los análïsis del imperialismo y el sistema económico mundial,
hasta tal punto que la formación de movimientos masivos parecía imposible lo que llevó
a prestar mayor importancia a la lucha armada, ya sea de guerrillas, o la lucha militar
masiva dirigida por un partido revolucionario.
A partir del momento en el cual se evita recurrir a un principio metasocial, por
consiguiente a la idea de una contradicción entre sociedad y naturaleza, se hace
necesario concebir a las clases como actores ubicados en conflictos y no en
contradicciones. Entonces resulta preferible, para subrayar este importante cambio,
hablar de movimientos sociales antes que de clases sociales. El movimiento social
es la acción, a la vez culturalmente orientada y socialmente conflictiva, de una
clase social definida“ por su posición dominante o dependiente en el modo de
apropiación de la historicidad, de los modelos culturales de inversión, de
conocimiento y moralidad, hacia los cuales él mismo se orienta. ''
Los movimientos sociales no quedan nunca aislados de los demás tipos de conflictos. El
movimiento obrero, que cuestiona el poder social de los dueños de la industria, es
inseparable de las reivindicaciones y presiones destinadas a aumentar la influencia de
los sindicatos en las decisiones económicas, sociales y políticas. Pero lo que indica su
existencia es presencia de elementos no negociables en las concertaciones, y en consecuencia la imposibilidad para un sindicato, exponente del movimiento obrero de llevar
a cabo una acción puramente instrumental en lo que concierne a costos y ventajas. Lo
que se llamó sindicalismo de mercado no pertenece al movimiento obrero, de donde,
como contragolpe, el desarrollo de conductas de ruptura: huelgas ilegales, ausentismo,
merma acentuada de las tareas, actos de violencia o de sabotaje que traducen la
presencia reprimida del movimiento obrero en un sindicalismo de mercado, o cuyas
reivindicaciones están muy fuertemente institucionalizadas.
Esta observación puede ser ampliada. Lo propio de la democracia representativa es la
dependencia de los actores políticos con respecto a los actores sociales a quienes
representan, al mismo tiempo que conservan mayor o menor autonomía, y de esta
manera actúan, simultáneamente, en función de su posición en sistemas de decisión y
como mandatarios de grupos de interés o de movimientos. La opinión percibe con ironía
este fenómeno cuando pone en evidencia el doble discurso de los diputados, según
hablen en sus circunscripciones electorales o en las sesiones de comisión del
Parlamento. Asi un debate político puede ser al mismo tiempo, lo que llamo lucha y
traducir un movimiento social.
De igual modo, el funcionamiento de una organización no puede analizarse únicamente
en términos de relaciones de autoridad. Las decisiones tomadas por los ejecutivos se
explican también por las políticas de los dirigentes de empresas o de los dueños; y el
comportamiento de los obreros o empleados en sus talleres u oficinas está ampliamente
influido por su representación de un conflicto general de intereses que supera al marco
de su existencia profesional.
Estamos demasiado acostumbrados a hablar del pasaje de la clase "en sí" a la clase
"para sí” , de la situación soportada a la conciencia que se forma con el traslado a la
acción política. En realidad no existe clase "en sí", no existe clase sin conciencia de
clase. Por otro lado, lo que conviene diferenciar es la conciencia social de clase -es
decir, un movimiento social siempre presente aunque sea de manera difusa, al haber
conflicto sobre la apropiación social de los principales recursos culturales- y la
conciencia política, la cual asegura la traducción del movimiento social en acción
política. Un acto dirigido contra una dominación social no se reduce nunca a una
estrategia con respecto al poder político.
La definición brindada hasta aquí de los movimientos sociales los presenta como
agentes de los conflictos estructurales de un sistema social. ¿Pero acaso no encontramos
movimientos sociales en el nivel mismo de los modelos culturales y no en su utilización
social? Por otra parte, ¿el análisis de los movimientos sociales debe limitarse a una
perspectiva sincrónica o puede extenderse hasta el terreno del cambio? La innovación
cultural -o la resistencia a ésta- no puede constituir por sí misma un movimiento social,
pues este por definición combina la referencia a un campo cultural con la conciencia de
una relación social de dominación. Pero un conflicto cultural puede abarcar una
dimensión social, y en última instancia siempre la abarca: no existe modelo cultural en
sí, enteramente independiente del modo de dominación ejercido sobre él. Entre el puro
conflicto cultural, por ejemplo en el interior de una comunidad científica o artística, y la
expresión cultural de un conflicto directamente social se delimita un campo ocupado por
movimientos culturales definidos a la vez por su oposición a un modelo cultural,
antiguo o nuevo, y .por un conflicto interno entre dos modos de utilización social del
nuevo modelo cultural.
El movimiento cultural más importante actualmente es el de la mujer. Por un lado, se
opone a la condición femenina tradicional, y por eso mismo transforma nuestra imagen
del sujeto; por otro, se divide en dos tendencias que representan en los hechos fuerzas
sociales opuestas. Una tendencia liberal, que lucha por la igualdad y atrae a categorías
sociales altas (es más interesante reclamar el acceso al ejercicio de la medicina o al
Parlamento que a tareas no calificadas); y una tendencia radical que lucha por la
especificidad más que por la igualdad desconfiando de esta última, hasta de sus trampas,
y combate una dominación a la vez social y sexual, ya sea ligando su accionar al del
proletariado, denunciando la dominación netamente sexual, o finalmente oponiendo una
concepción relacional de la vida social, más próxima a la experiencia biopsíquica de la
mujer que a una concepción tecnocrática de origen masculino.
Los movimientos culturales resultan importantes, sobre todo al comienzo de un nuevo
período histórico, cuando los actores políticos no son todavía representantes de
demandas y movimientos sociales nuevos y cuando, por otra parte, la transformación
del campo cultural abre debates fundamentales sobre la ciencia, la inversión económica
o las costumbres.
Al lado de movimientos sociales, en sentido restringido del término, y de movimientos
culturales, o más exactamente socioculturales, debemos aceptar también la existencia de
movimientos sociohistóricos. Estos últimos no se ubican en el interior de un campo de
historicidad, como los
movimientos sociales, sino en el pasaje de un tipo de sociedad a otro (pasaje del cual la
industrialización es históricamente la forma más importante). Aquí el elemento nuevo
consiste en que el conflicto se organiza alrededor de la gestión del desarrollo y, en
consecuencia, el actor dominante no es una clase dirigente, definida por su rol en un
modo de producción sino una élite dirigente, es decir un grupo que conduce el
desarrollo y el cambio histórico y se define en primer lugar por la dirección del Estado.
Un movimiento sociohistórico puede estar ya asociado con el Estado industrializador,
ya opuesto a él. Los campos enfrentados tienen ~ en común el desarrollo y la
modernización, pero uno desea reforzar la capacidad de inversión movilización del
Estado, cualquiera sea, mientras que su adversario recurre a la Nación y la participación
popular.
Existe cierto parentesco entre estos tres tipos de movimientos, lo que da pie a que
algunos, colocándose en una tradición revolucionaria, afirmen la unidad fundamental
del movimiento obrero, de los movimientos de liberación nacional y del movimiento de
liberación de la mujer. Sin embargo, más importante es subrayar las profundas
diferencias que los separan y les impiden unirse. Así, en el Tercer Mundo predomina
constantemente la oposición entre movimientos clasistas y nacionalistas, y no su
unificación. Estos dos tipos de movimiento sólo pueden unificarse bajo la égida de un
partido revolucionario, siempre al precio de la destrucción tanto de uno como de otro,
volviéndose totalitario el partido que los absorbe. Igualmente, las tentativas de
acercamiento entre el movimiento obrero y el movimiento de la mujer chocaron con
tantas dificultades que 1a mayoría de las militantes radicales han empezado por alejarse
de una acción, sindical o política, que consideraban sorda a las demandas específicas de
la mujer.
Acción, orden, crisis y cambio
El conjunto de los problemas que acabamos de considerar constituye una de las grandes
"áreas" del análisis sociológico, la de la acción social. Pero existen igualmente otras
"áreas" . Lo propio de la acción social es analizarse siempre en función de relaciones
sociales desiguales (poder, dominación, influencia, autoridad); pero las relaciones
sociales no quedan siempre completamente "abiertas". Ya dijimos que también se
cierran, se transforman en orden social, mantenido por agentes de control social,
cultural y, finalmente, por el poder estatal. Este orden social también es susceptible de
entrar en crisis sobre todo cuando su estabilidad se opone a los cambios del medio de
manera que, al área de la acción social y a la del orden, se agrega la de la crisis. Para
terminar, siempre en un mismo tipo de sociedad, en este caso la sociedad industrial, las
relaciones sociales y el orden están constantemente en cambio. ¿El análisis de los
movimientos sociales puede salir de su área propia y penetrar en aquellas del orden, la
crisis y el cambio?
Hay que descartar toda pretensión hegemónica de la sociología de los movimientos
sociales: no dirige directa y enteramente al estudio del orden (es decir también de la
represión y exclusión), ni tampoco al de la crisis o del cambio. Actualmente, todo
transcurre como si la sociología de los movimientos sociales fuera uno de los dominios
más débiles y menos elaborados del análisis sociológico.
Sin embargo, no podemos quedarnos satisfechos con un total pluraÏismo metodológico
que llevara a desmembrar completamente la realidad social y su análisis.
La penetración de una sociología de los movimientos sociales dentro de lo que llamé el
área del orden parece casi imposible, por la posición tan opuesta de estas dos
orientaciones intelectuales. Desde hace por lo menos veinte años, de Marcuse a
Foucault, de Althusser a Bourdieu, todo un conjunto de reflexiones, por otra parte muy
diferentes unas de otras, conquistó una amplia influencia en las ciencias sociales al
sostener que la sociedad contemporánea se controla y vigila cada vez más
estrechamente, de manera que la vida social se reduce sólo a un sistema de signos de
una dominación no compartida. De esta manera se excluye todo movimiento social al
cual, como si fuera una revuelta, se rechaza rápidamente hacia los márgenes de una
"sociedad unidimensional" . La influencia creciente de la sociedad sobre sí misma lleva
en lugar de ampliar el espacio publico, a hacerlo desaparecer al otorgar al poder central
los medios para intervenir en todos los aspectos de la vida cultural y de la personalidad
individual. Es cierto que, por otro lado, a la intensa actividad de protesta de la década
del sesenta sucedió un debilitamiento duradero de los movimientos sociales.
Estas concepciones pesimistas tuvieron tanto más influencia en cuanto a que los
estudios sobre la enseñanza o el trabajo social demuestraron su impotencia para luchar
contra las desigualdades sociales y hasta ,su tendencia a reforzarlas con mecanismos de
selección. De tal forma la sociología de los movimientos sociales choca hoy no tanto
con la sociología de las Instituciones y del sistema social -debilitada por las crisis
culturales sociales y sino mas bien con determinada sociología de los aparatos
ideológicos del Estado, de donde surge la importancia de hacer penetrar la sociología de
los movimientos sociales dentro de ese territorio aparentemente hostil.
Subrayemos, ante todo, la posibilidad actual de destacar las limitaciones de las tesis que
presentan la escuela o el trabajo social como instituciones incapaces de modificar
sensiblemente las desigualdades sociales lo que lleva implícito que docentes o
educadores no pueden en manera alguna ser realmente actores. A estas a afirmaciones
perentorias pueden o oponerse muchas investigaciones, 2 de las cuales surge claramente
que la desigualdad se da de entrada sólo en forma parcial y luego se desarrolla en el
seno del sistema escolar impulsada por este último. Conviene sustituir la
responsabilidad impersonal del "sistema" con la responsabilidad individual y colectiva
de los docentes. Todo lo que permita limitar la formalidad escolar en provecho de un
aprendizaje activo donde el niño no sea solamente un escolar sino un individuo
aceptado con su pluralidad de roles (incluida su ubicación en clase), contribuye a
reducir la desigualdad de oportunidades 3.
En segundo lugar el orden no reina nunca de manera absoluta. Se habla de control
ideológico, de manipulación, de alineación, pero lo que, ante todo existe, en realidad, es
la represión física, la violencia y la revuelta, reducidas en formas degradadas. Lo mismo
que el silencio no reina nunca totalmente en el mundo de la esclavitud o en los campos
de concentración, pues siempre subsiste cierta resistencia y como corolario una
represión directa, detrás de la apariencia del orden sobreviven siempre relaciones
sociales de dominación y protesta.
Z Cf. Roger Girod, Politiques de I'Educat~on, P.U.F., 1981.
3 Este tema fue desarrollado por Jean Foucambert: Evolution comparative de quatre types d'organrsation
à l'école élémentaire, INRDP, 1977-1979.
No hace mucho tuvimos una excepcional demostración que despedazó la idea,
demasiado fácilmente aceptada, según la cual los regímenes totalitarios tienen la
capacidad de estabilizarse al punto de reducir a la impotencia o completa marginación
toda oposición. Polonia, casi de un día para otro, vio desmoronarse el orden oficial y
renacer la vida social, cual Lázaro saliendo del sepulcro. En pocas semanas actores,
debates, conflictos y negociaciones surgieron de todas partes: prueba de la impotencia
del régimen, si no le quedara el recurso de la violencia del Estado. Del mismo modo, en
otro países .aparentemente silenciosos un debilitamiento o una crisis del sistema
represivo pueden liberar una vida social aún viva, a pesar de las persecuciones y del
reino de las "bocas amordazadas". ¿No es, acaso, notable verla resurgir en lugares
donde parecía aplastada, en Brasil y hasta en Chile, en Polonia, Rumania y hasta en
China? Lo más conmovedor en la obra de Solyenitsyn no es tanto la descripción del
horror de los Gulag (que por otra parte ya se conocía) sino la exteriorización de las
voces que la exterminación no pudo reducir al silencio.
Si consideramos los análisis realizados en términos de crisis, vemos que captan más
adecuadamente la idea de movimiento social que aquellos basados en la noción de
orden. Tomemos un ejemplo muy actual, el de los efectos sociales del desempleo. Los
numerosos estudios dedicados a este tema tienden sobre todo a hablar sólo de anomia y
marginalidad. Evidentemente, era muy difícil en la década del treinta conformarse con
hablar de los efectos psicológicos de la desocupación y la marginación, mientras
Estados Unidos asistía a marchas del hambre y en Europa los movimientos fascistas se
alimentaban con los desocupados. Remontémonos más atrás en el pasado. ¿Era posible
en el siglo XIX separar completamente las llamadas, en aquel momento, "clases
peligrosas" de las "clases trabajadoras"? Más cerca de nosotros, ¿se podía hace pocos
años, en Oakland, considerar al pequeño grupo de los Black Panthers solamente como
una pandilla de jóvenes negros marginales? Lo mismo, hoy, ¿los jóvenes inmigrantes de
Les Minguettes * son simples "marginales" o también artesanos de un naciente
movimiento social.
Por cierto, la crisis da origen más a menudo a movimientos de superconformismo
disidente 4 -sectas y otras formas de antimovimientos sociales- que a movimientos
sociales. Pero en todos los casos aparece la insuficiencia de los análisis realizados en
términos de crisis y descomposición de la organización social.
* Les Minguettes: suburbio de París.
4 William Foote Whyte, Street Corner Society, University of Chicago Press, 1965.
Consideremos, por último, las conductas relacionada5 con el cambio, pues parecen tan
cercanas a los movimientos sociales que muchas veces se las confunde con éstos. Aquí
hemos subrayado nítidamente la distancia que los separa; en efecto, el espacio del
cambio social tiene dos pendientes: por un lado remite a las relaciones sociales y a los
efectos dé institucionalización de los conflictos, por consiguiente de las reformas; por
otro conduce hacia el desarrollo, es decir hacia el pasaje de un campo cultural y social a
otro. Esta necesaria descomposición de un conjunto artificialmente constituido permite
la penetración de la sociología de los movimientos sociales en esta área de la vida
social.
Una noción importante, pues es utilizable en todos esos casos, es la de refuerzo. Las
conductas observables pueden explicarse, por cierto, como respuestas a la integración o
exclusión, a la crisis o al cambio, pero semejantes explicaciones dejan siempre de lado
un residuo importante que sólo puede analizarse como conjunto de efectos indirectos,
sea de la formación, sea, por el contrario, de la ausencia de movimientos sociales. Allí
donde no se forma el conflicto reinan la unidad ficticia del orden y también la violencia
o el retraimiento. Esta noción de esfuerzo tiene la ventaja de respetar la autonomía de
los modos de análisis que corresponden más directamente a determinada área o a otra de
la vida social, manteniendo al mismo tiempo la existencia de principios generales de
análisis. Agreguemos que, al hablar de refuerzo, no queremos de ninguna manera
afirmar que la explicación en términos de movimientos sociales da cuenta, mejor que
otras, de toda la realidad histórica. El debilitamiento de muchos conflictos recientes, en
particular de la corriente ecológica, prueba al contrario su débil carga como movimiento
social y la presencia dominante, en su seno, de otros tipos de conductas. Reconozcamos
también que, según las perspectivas y objetivos de cada uno, es posible organizar el
conjunto del análisis sociológico alrededor de tal o cual enfoque general.
De tal modo, cuanto más se ubica uno en una perspectiva sociológica aplicada (por
ejemplo para preparar una política social), tanto más fecundo es el análisis en términos
de sistema social, de integración y crisis; a la inversa, cuando se trata de analizar vastos
y complejos conjuntos sociales y determinar la naturaleza de las fuerzas sociales
capaces de transformarlos, las nociones de historicidad y movimiento social deben ocupar el lugar central.
Numerosos son quienes estiman nuestra sociedad como incapaz de producir nuevos
movimientos sociales: ya porque éstos serían absorbidos por el irresistible ascenso de
los estados administradores, ya porque una sociedad enriquecida sería capaz de absorber
todas las tensiones, ya finalmente porque los movimientos sociales, al ser producto de
sociedades de acumulación con cambio rápido, no tienen cabida si volvemos a sociedades equilibradas.
Tratar, por el contrario, de entender los nuevos movimientos sociales es defender otra
representación de nuestra sociedad y de su porvenir. Según esta representación entramos
en un nuevo modo de producción, el cual al originar nuevos conflictos engendrará
nuevos movimientos sociales, extendiendo y diversificando el espacio público y quizás
también dará a luz formas de dominación y control social más profundas y con mayor
capacidad de manipulación.