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La unificación de Egipto: el rey Escorpión y Narmer Algunos autores utilizan los términos “Dinastía 00” y “Dinastía 0” para encuadrar a una serie de gobernantes egipcios anteriores a las dinastías faraónicas. Pero no todos los egiptólogos aceptan esas denominaciones, principalmente porque no son dinastías propiamente dichas, ya que esos gobernantes eran jefes locales de distintas ciudades o territorios, y por lo tanto no tenían ningún parentesco. Por ello, todavía se sigue hablando de Predinástico al referirnos a este período de las Dinastías 00 y 0. Poco se sabe de los orígenes de la civilización egipcia. Hacia el 10.000 a. C., la desertización del Norte de África obliga a las tribus nómadas a desplazarse hacia el Nilo en busca de un hábitat adecuado a sus necesidades. Sobre el 3.500 a. C., ya sedentarizadas, las tribus nómadas empezaron a asentarse a lo largo del río Nilo, y estos asentamientos se fueron haciendo estables gracias a la fertilidad de la tierra, y convirtiéndose en aldeas y ciudades. Esto a su vez fue creando lazos de amistad y enfrentamientos entre los distintos poblados. Hacia finales del cuarto milenio a. C. se habían formado ya dos grandes entidades políticas de tipo monárquico: un reino en el norte, o Bajo Egipto, con capital en Buto, y otro en el Sur, o Alto Egipto, cuya capital era Hieracómpolis (de ahí el nombre de Doble País o Las Dos Tierras, como se conoce a Egipto). En este momento ya estaban establecidas las bases de la futura cultura egipcia: la escritura jeroglífica, la irrigación, la jerarquización política y social, los cultos básicos del panteón religioso (casos de Horus, Set, Hathor, Min...), etc. En un determinado momento, el Norte conquistó al Sur, pero más tarde volvieron a separarse. Hacia el 3.100 a. C. el reino del Sur emprendió una ofensiva contra el Norte que acabaría con la unificación de todo el estado bajo la tutela de un solo rey o faraón. El proceso debió ser largo y en él intervinieron varios reyes, entre ellos el llamado rey Escorpión, y Narmer, en cuyo reinado ya era un hecho la unificación del Alto y el Bajo Egipto. La evidencia de esta unificación es la llamada Paleta de Narmer, hallada en Hieracómpolis, en la que se representa en una de sus caras a Narmer portando la Corona Blanca (típica del Alto Egipto) golpeando a un enemigo del Norte, mientras que en la otra cara se ve al mismo rey ciñendo la Corona Roja (del Bajo Egipto) inspeccionando los cuerpos decapitados de sus enemigos. La existencia de Escorpión la conocemos principalmente por su cabeza de maza, objeto hallado curiosamente junto a la paleta de Narmer (la maza fue hallada en 1897-98 por J.E. Quibell), y que actualmente se encuentra en el Ashmolean Museum de Oxford. La maza es un cetro usado como arma desde los orígenes de la historia egipcia, y ésta en concreto es de tipo ritual. Es uno de los símbolos del poder real egipcio más antiguos, y en las representaciones aparecen los reyes destrozando los cráneos de sus enemigos con estas armas. La maza de Escorpión está hecha de piedra caliza, tiene forma ovalada y su decoración está dividida en 3 registros. En la parte superior aparecen una serie de pértigas con representaciones de provincias vencidas por Escorpión en su invasión del Norte, demostrando de esta forma que es un rey guerrero. En el registro medio aparece el rey con la corona blanca del Sur llevando en sus manos una larga vara (probablemente un instrumento de arado). Su actitud es la típica de los reyes egipcios: en marcha (con una pierna adelantada), oreja y rostro de perfil, ojo y busto de frente... Le cuelga de la parte trasera de su cintura un rabo de toro, símbolo del poder real. El rey se prepara para inaugurar un canal. Delante de él se encuentra un personaje agachado que lleva en las manos un cesto con el que recoge la arena que el rey va sacando. Detrás del rey están unos servidores portando grandes abanicos. Frente al rostro del rey se encuentran dos signos jeroglíficos interpretados como su nombre: un rosetón (posiblemente relacionado con el concepto de realeza) y un escorpión. No se sabe exactamente cómo se lee, de ahí que se le conozca como Rey Escorpión. En el registro inferior aparecen varios personajes trabajando la tierra, y una palmera. La cabeza de maza está atravesada por un orificio por donde se introducía el mango. Pero ¿existió este rey en realidad? Durante mucho tiempo algunos egiptólogos creían que tanto él como otros reyes de esa época eran personajes míticos, no reales, sobre todo a causa de esa dualidad hombre-animal tan característica de la religión egipcia, y que en el caso del rey Escorpión parece tan obvia. Pero las excavaciones que se llevan a cabo en los desiertos del sur de Egipto están desenterrando evidencias de que esos primeros gobernantes “predinásticos” fueron reales. Sin embargo todavía hay controversia en torno a si el epíteto de Escorpión es un nombre propio o un título real (de realeza). A Escorpión le sucedió un rey llamado Ka, del que poco se sabe, y al que se atribuye una tumba en Abydos. Algunos estudiosos piensan que este Ka podría ser el padre de Narmer, y a éste último le sucedería su hijo Aha, que comenzaría la etapa faraónica propiamente dicha, pues es el primer faraón que se representa con doble corona (la roja y la blanca). Se suele identificar a Aha con el mítico Menes, fundador de la ciudad de Menfis, que se convertiría en la capital de Egipto junto a Tinis. Por tanto, con Aha comienza la Primera Dinastía egipcia. Pero volviendo al rey Narmer, de éste sí se conservan más restos y no se duda de su existencia. Aparte de su tumba en Abydos y algunos objetos como una escultura de su cabeza, tablillas y cerámicas o una maza ceremonial parecida a la de Escorpión, tenemos la famosa paleta votiva en la que se le representa como unificador del país. Narmer, el último rey de la Dinastía 0, es quien terminó la unificación de Egipto, y con él comienza oficialmente la historia de Egipto. La paleta de Narmer fue hallada en 1898 por Quibell en el Templo de Horus en Hieracómpolis (Nejen en el antiguo Egipto), y actualmente se encuentra en el Museo Egipcio de El Cairo. A la derecha se puede ver el anverso de la paleta votiva, en cuya parte superior se ve el nombre de Narmer dentro de un serej (o estandarte con la fachada de palacio) entre dos cabezas de toro, símbolo del poder real. En el registro inmediatamente inferior podemos observar a Narmer con la barba ceremonial y la cola de toro golpeando a un enemigo arrodillado con una maza mientras lo sujeta por el cabello. El rey porta en su cabeza la corona blanca típica del Alto Egipto. Sobre la cabeza del prisionero, que parece libio, está escrito un nombre en jeroglífico, que bien podría ser su nombre o el de su pueblo. Frente a la cara de Narmer se representa a un halcón, símbolo de la ciudad de Nejen (Hieracómpolis), que pisotea unas plantas de papiro, símbolo del Bajo Egipto. Detrás del rey se halla un personaje más pequeño que lleva las sandalias de Narmer (un cargo típico de la monarquía egipcia que recibe el nombre de portador de sandalias). El rey se encuentra descalzo y ello quizá sea porque dedica a los dioses ese sacrificio que está haciendo. Por último, en la parte inferior se representan dos enemigos caídos en la tierra, lo que confirma el triunfo de Narmer sobre el Bajo Egipto. A la izquierda podemos ver el reverso de la paleta de Narmer, donde se vuelve a repetir la misma representación del nombre del rey en el serej entre las cabezas de toro. El nombre de Narmer se traduce como Siluro furioso. Bajo el serej nos encontramos una escena en la que Narmer luce la corona roja del Bajo Egipto, y donde es seguido por el portador de sandalias y precedido por una procesión de portaestandartes que se dirigen hacia un grupo de prisioneros decapitados. Debajo se ven a dos personas que atan los cuellos de dos animales, que bien podrían ser panteras, y que tienen sus cuellos entrelazados, lo que podría interpretarse como la unión entre el Alto y el Bajo Egipto. En la escena inferior se ve a un toro pisoteando a un enemigo del Delta que está en el suelo. El toro es uno de los símbolos de los reyes, y más adelante se usará el epíteto de Toro Victorioso para designar al Faraón. Por lo tanto, parece claro que Narmer fue el que finalmente consiguió la unificación de las Dos Tierras, pues esta paleta es la primera prueba arqueológica en la que podemos ver a un rey luciendo las dos coronas de Egipto. En adelante, todos los faraones llevarían la doble corona, que no es más que la unión de las dos coronas mencionadas. I.G.