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Novena
A Nuestra Señora de las Angustias.
Puestos de rodillas ante la imagen de Nuestra Señora de
las Angustias, y hecha la señal de la cruz, se dirá el acto
de contrición con toda la atención posible, procurando
excitar el espíritu a un dolor profundo de haber ofendido a
Dios.
Acto de contrición para todos los días.
¡Adorada Virgen de las Angustias!: Yo os amo Señora con todo mi corazón, y me
pesa de haber ofendido a vuestro Hijo, mi Señor, mi Padre y mi verdadero Dios, en
quien creo, en quien espero y a quien amo sobre todas las cosas. Me pesa en el alma ¡oh
Madre mía!, haber sido con mis culpas la causa de las angustias que padecisteis en toda
la vida, Pasión y muerte de mi santísimo Redentor. Yo propongo firmemente, Madre y
Señora mía, nunca más cometer el pecado, y consolar vuestro angustiado corazón con la
enmienda de mi vida. ¡Madre del alma! yo os suplico humildemente que ofrezcáis a
vuestro Hijo y mi Dios, todas las penas de vuestra inmaculada vida, en satisfacción de
mis muchos pecados. Así os lo suplico y confío de vuestra bondad que me alcanzaréis
de su misericordia infinita, el perdón de mis culpas. Amén.
Oración para todos los días.
¡Oh Reina del dolor y Madre bendita de las Angustias! a tus plantas se acerca un
alma amante de tus dolores, a buscar en ellos el consuelo de sus pesares. Bien sé,
Señora, que mis pecados y mis ingratitudes son las espinas que coronaron la cabeza de
tu divino Hijo, los azotes que cubrieron su cuerpo sacratísimo, las salivas y burlas con
que le escarnecieron y la Cruz en que le crucificaron.
Pero Tú, que eres Madre de misericordia, alcánzame del Señor el perdón de todos, y la
gracia de que os llore con lágrimas de verdadera penitencia. Yo quisiera Señora, que
volvieras a mí tus ojos llenos de amor y de piedad y me alcanzases las gracias que
necesito, para que estas súplicas le sean gratas a tu divino Hijo. No olvides que eres
nuestra Madre… ¿y qué le pedirá un hijo a su madre que no le sea concedido? Con esta
seguridad me acerco a tu trono y lleno de confianza te ruego me concedas que no pida
en esta novena nada que no sea de tu agrado, fervor para enjugar con él el llanto de tus
maternales ojos, y que siempre ¡Oh Madre! estéis a mi lado disipando con la lumbre de
tus miradas las sombras del pecado. En tus manos pongo mi alma, con la esperanza de
que la presentarás a tu Hijo y le pedirás que la conduzca a la vida eterna. Amen.
Día primero. – Oración
¡Oh Virgen angustiadísima!, que después de haber permanecido con Jesús, treinta
años en el seno de aquel hogar de Nazaret, cercado de purísimos amores y de santas
dulzuras, visteis cómo un día se despedía de Vos para internarse en el mar del mundo
judaico donde habían naufragado tantos profetas: por el dolor que experimentaríais al
dar a vuestro Hijo el adiós de despedida, y por las angustias que sentiría vuestra alma al
verlo partir, os suplico, Señora, me concedáis gracias , para que, con santa resignación y
con tranquilidad de ánimo pueda contemplar cómo se disipan y se van las ilusiones de la
vida , sin que mi corazón se apegue a nada que no seáis Vos o la gloria de vuestro
Santísimo Hijo. No me neguéis esta gracia, que me atrevo a pediros al contemplar la
primera de vuestras angustias, para que así, no amando otra cosa sino a Vos, logre algún
día la vida eterna. Amén.
Después de la oración particular de cada día, se rezaran
tres Padres nuestros, Ave María y Gloria Patri, en memoria
de las tres horas de agonía que tuvo la Santísima Virgen al
pie de la Cruz en el Monte Calvario, y se hace la petición
que se desee conseguir.
Oración final para todos los días.
¡Oh Virgen de las Angustias, la más amante de todas las madres!; faro luminoso
que alumbra al hombre en medio de las tinieblas de la vida; Divina Estrella que guías
los pasos del mísero mortal en su carrera por el mundo; Puerto seguro de paz y de
bonanza; bálsamo prodigioso que curas las heridas del alma y los dolores del corazón. A
tus plantas rendidos los hijos de tus dolores, vienen a llamarte Madre, a enjugar las
lágrimas de tus ojos, aliviando así tus acerbos dolores. Prometemos trabajar Señora,
porque tu nombre sea de todos conocido y por todos amado. Detestamos el pecado que
tanta sangre y lágrimas costó a vuestro Hijo y a Vos. Quisiéramos, que nuestra vida toda
se empleara en serviros. Y pues nos adoptasteis por hijos en la altura del Calvario, no
nos abandonéis jamás, para que siempre seas Tú la que reine entre nosotros. Bendecid
nuestros hogares y nuestras familias, en las que queremos vivir siempre la llama de tu
purísimo amor. Atraed hacia Vos tantas almas como andan por los caminos de la
perdición. Señora, que vuelvan y sepan que no sólo les espera en la puerta del hogar un
padre dispuesto a perdonarles, sino una madre cariñosa que les abre los brazos para
darles todo su corazón. Concedednos las gracias que os pedimos en esta novena si
conducen a nuestra salvación, y si no, dadnos solo vuestro amor. ¡Oh Virgen de las
Angustias!, dadnos siempre vuestro amor que con él seremos felices en la vida y en la
eternidad. Amen.
Día segundo. – Oración.
Angustiada Virgen María, encanto de los Cielos y consuelo de esta miserable tierra;
Madre afligidísima con la separación del Hijo de vuestros amores, que sabiendo que
había sido condenado a muerte de Cruz, saliste a su encuentro en la calle de la
Amargura para darle el último adiós; por la angustia y el dolor que experimentasteis al
ser rechazada por aquellos crueles soldados, para que no os acercarais al Hijo de vuestro
corazón; por la pena que sentisteis cuando alzando el divino Nazareno sus apagados
ojos, los fijo en Vos al mismo tiempo que con voz temblorosa os llamaba ¡Madre!,
palabra que resonó en vuestros oídos como fúnebre campana que destrozaba el alma; te
suplico me alcances de tu divino Hijo, resignación para saber llevar la cruz que el Señor
ha puesto sobre mis hombros, y que ésta sea para mí, no motivo de condenación, sino
fuente de inagotable de merecimientos para la vida eterna. Amén.
Después de la oración particular de cada día, se rezaran
tres Padres nuestros, Ave María y Gloria Patri, en memoria
de las tres horas de agonía que tuvo la Santísima Virgen al
pie de la Cruz en el Monte Calvario, y se hace la petición
que se desee conseguir.
Día tercero. – Oración.
Angustiada Virgen María, que ansiosa y anhelante por contemplar de nuevo a
vuestro Hijo, subisteis bajo un sol abrasador las faldas del Calvario, hasta llegar a la
cumbre del monte santo del Gólgota, y allí de pie, junto a la Cruz, le visteis agonizar y
morir, quedando sola y desamparada, sin más alivio que amarguras y sin más compañía
que tormentos. Por el dolor que experimentasteis al contemplar, cómo aquellos bárbaros
verdugos, más crueles que las fieras, clavaban los pies y manos del que había pasado
por la tierra haciendo el bien y sembrando beneficios, te ruego me alcances del Señor
una encendida claridad para amar siempre a vuestro Hijo, que por mí murió crucificado,
y que mis pasos en la vida siempre se encaminen por la senda de la virtud, para así
llegar algún día a la patria celestial. Amén.
Después de la oración particular de cada día, se rezaran
tres Padres nuestros, Ave María y Gloria Patri, en memoria
de las tres horas de agonía que tuvo la Santísima Virgen al
pie de la Cruz en el Monte Calvario, y se hace la petición
que se desee conseguir.
Día cuarto. – Oración.
Angustiada Virgen María, que firme como una roca, permanecíais al pie de la Cruz
escuchando las últimas palabras que salían de los labios del que era vuestra vida.
¡Cuánto no sentiría vuestro pecho maternal al considerar, que cuando más derecho
teníais a escuchar palabras de consuelo que dieran vida a vuestro desolado corazón, se
entreabrieron aquellos labios para llamaros mujer y no madre. ¿Y un extraño os llamará
madre y vuestro Hijo sólo mujer…? Por el dolor y la angustia que sentiríais al ver como
se despedía de Vos, vuestro Santísimo Hijo, os ruego me concedáis el que yo os ame
siempre con toda la ternura del amor filial, y que Vos me améis siempre como a hijo, en
la vida y sobre todo en la hora de la muerte, porque así tendré segura la gloria eterna.
Amén.
Después de la oración particular de cada día, se rezaran
tres Padres nuestros, Ave María y Gloria Patri, en memoria
de las tres horas de agonía que tuvo la Santísima Virgen al
pie de la Cruz en el Monte Calvario, y se hace la petición
que se desee conseguir.
Día quinto. – Oración.
Angustiada Virgen, la más hermosa de todas las mujeres y la más afligida de todas
las madres, que al pie de la Cruz oíste de labios del Divino Nazareno que tenía sed, ¡Él!
que sacó agua de la peña dura y abrió cataratas del Cielo sin que a Ti, ¡pobre Madre!, te
fuera dado acercar la punta de tu velo humedecido, para refrigerar los labios del Hijo de
tu corazón; por el dolor que experimentasteis al no poder saciar la sed que abrasaba al
buen Jesús, te suplico hagas sentir en mi pecho una sed ardiente de la gloria de Dios y la
salvación de las almas, y sobre todo, una sed grande de mi propia salvación. Que mis
lágrimas de arrepentimiento sean el agua saludable que apague la sed de vuestro Hijo,
para que así lavado con ellas, pueda entrar en las regiones de la gloria. Amén.
Después de la oración particular de cada día, se rezaran
tres Padres nuestros, Ave María y Gloria Patri, en memoria
de las tres horas de agonía que tuvo la Santísima Virgen al
pie de la Cruz en el Monte Calvario, y se hace la petición
que se desee conseguir.
Día sexto. – Oración.
Angustiada Virgen, ¡Madre la más desconsolada de todas las del mundo!, que
contemplasteis al pie de la Cruz cómo expiraba vuestro Hijo, recibiendo en vuestra alma
la más honda de las penas que haya afligido el corazón de una madre. ¡Oh Madre!, que
escuchabas de sus labios que estaba desamparado, a pesar de estar allí Vos, sin que
pudierais prestarle ningún consuelo. Por el dolor que experimentasteis cuando en medio
del sentimiento de toda la naturaleza, le visteis entregar su espíritu al Eterno Padre; por
las angustias de vuestra alma, en la agonía y muerte de vuestro divino Hijo, te suplico
que esa muerte no sea infructuosa para mí; sino que, bañado por la sangre de Jesús y
purificado por tus lágrimas, vuele algún día a las mansiones eternas de la gloria. Amén.
Después de la oración particular de cada día, se rezaran
tres Padres nuestros, Ave María y Gloria Patri, en memoria
de las tres horas de agonía que tuvo la Santísima Virgen al
pie de la Cruz en el Monte Calvario, y se hace la petición
que se desee conseguir.
Día séptimo. – Oración.
Angustiada Virgen María, tesoro de aflicciones, que, después de haber adorado con
tierna devoción y besado con devota ternura la corona, las espinas y clavos de Jesús,
recibisteis amorosa al pie de la Cruz su bendito cuerpo ya difunto, en vuestro doloroso
pecho y regazo maternal, ¿cuál no sería vuestro dolor al contemplar cerrados aquellos
ojos que con una mirada habían convertido a Pedro? ¡Mudos aquellos labios que habían
pronunciado tantas palabras de vida eterna!; ¡inmóviles aquellos pies que tanto habían
corrido en pos de los pecadores…! ¡Oh Madre amantísima!, por el dolor que
experimentasteis en aquella tristísima hora, os suplico, ofrezcáis al eterno Padre ese
divino cadáver, cubierto de sangre y llagas, para que por ese sacrificio me conceda luz
con que conozca la malicia y fealdad del pecado mortal y una firme resolución de nunca
más pecar para que sirviéndole todos los días de mi vida, logre la bienaventuranza
eterna. Amén.
Después de la oración particular de cada día, se rezaran
tres Padres nuestros, Ave María y Gloria Patri, en memoria
de las tres horas de agonía que tuvo la Santísima Virgen al
pie de la Cruz en el Monte Calvario, y se hace la petición
que se desee conseguir.
Día octavo. – Oración.
Angustiada Virgen María, la más desamparada de todas las madres, que, sobre la
amargura que padecisteis por la muerte de vuestro Hijo, fuisteis martirizada viéndole
encerrar en el sepulcro. ¡Cuánto no padecería tu alma al tenerse que separar de aquella
tumba bajo cuya losa dejaba encerrados tesoros de amor y de esperanza!¡Cuanto no
sufriría tu corazón, al darle el último adiós a aquel cuerpo, en cuya posesión estaba tu
vida! ¡Cuánto no sufrirías al tener que volver a la ciudad de Jerusalén, sola, sin la luz de
tus ojos y pasando por el Calvario en donde cada peña, cada roca, te recordaba la Pasión
y muerte de tu querido Jesús! Yo te ruego amada Madre de mi alma, que por el dolor
que experimentasteis al tenerte que separar de Jesús, dejándole enterrado en el sepulcro,
me des fuerza y resolución para sepultar mis pecados bajo la losa de mis penitencias, y
así aleje el castigo que por ellos tengo merecido y logre verle en el Cielo resucitado y
glorioso. Amén.
Después de la oración particular de cada día, se rezaran
tres Padres nuestros, Ave María y Gloria Patri, en memoria
de las tres horas de agonía que tuvo la Santísima Virgen al
pie de la Cruz en el Monte Calvario, y se hace la petición
que se desee conseguir.
Día noveno. – Oración.
Angustiada Virgen, solitaria y purísima paloma, que después de haber dejado
enterrado a Jesús, os recogisteis en el retiro del Cenáculo en terrible soledad. ¿Qué dolor
no sufriríais al veros sola, recordando en el fondo de vuestra imaginación aquellas
escenas dulcísimos de Belén y Nazaret, cuando erais feliz con vuestro divino Hijo?
¿Qué amargura no sentiríais, al considerar que ya no le volveríais a ver más entrar por
vuestras puertas, ni sentarse a vuestra mesa, para consolaros con su divina
presencia?¿Qué angustia no experimentaríais al veros abandonada de todos, afligida y
sola sin que del Cielo ni de la tierra os viniese ningún consuelo? Por el dolor (la
angustia) que sufristeis en vuestra angustiosa soledad, os ruego no permitáis jamás que
yo me aparte de vuestra presencia. Asistidme con vuestra gracia para que dignamente os
pueda acompañar y servir todos los días de mi vida. Que mi alma jamás quede sola y sin
Dios por el pecado, sino que amándoos siempre con todas las energías de mi pobre
corazón, pueda conseguir vuestra protección en vida, vuestra asistencia en la hora de la
muerte y vuestra gloria en el Cielo. Amén.
Después de la oración particular de cada día, se rezaran
tres Padres nuestros, Ave María y Gloria Patri, en memoria
de las tres horas de agonía que tuvo la Santísima Virgen al
pie de la Cruz en el Monte Calvario, y se hace la petición
que se desee conseguir.
Letra de Francisco Herranz Blesa Música de Martín Alonso Pérez
Himno a Ntra. Sra. De las Angustias
Virgen de las Angustias
Tú que sufriste tanto
Benditas sean tus lágrimas
Bendito sean tu llanto
-------------Virgen de las Angustias
Madre del Redentor
Apiádate de nosotros
Y concédenos tu perdón
-------------¡Ay! Virgen de las Angustias
Con Jesús muerto en tus brazos
El corazón se me para
Y se rompe en mil pedazos
-------------¡Ay! Virgen de las angustias
Tu rostro lo va expresando
Pena, dolor y tristeza
Caminando hacia el calvario
Pena dolor y tristeza
Caminando hacia el calvario
-------------¡Ay! Virgen de las Angustias
Quisiera decirte tanto
Que la voz se me quiebra
Y solo queda mi llanto
-------------¡Ay! Virgen de las Angustias
Santa Madre del Señor…