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SENTIDO DE LOS SÍMBOLOS:
Vamos a acompañar nuestra oración con el símbolo del Escudo de la Compañía. Iremos
construyéndolo en una sucesión de cuatro pasos iluminados por una reflexión de cada uno de los votos:
pobreza (llama), castidad (corazón), cruz (obediencia), lema (servicio al pobre).
SALUDO INICIAL (Hna. Sirviente):
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
“Mañana
Mañana es nuestra gran fiesta, en la que debemos mostrarnos agradecidas por la merced que
Dios hizo, en tal día, a las cinco primeras que su bondad
bondad quiso le estuvieran del todo entregadas en el
empleo de la pequeña Compañía.” (SLM).
SLM). Con estas palabras expresaba Santa Luisa a San Vicente su
profunda alegría en la víspera de la Encarnación. Unidas a sus sentimientos, antes de comenzar nuestra
oración,
ión, pedimos el don del Espíritu cantando:
Canto de invocación al Espíritu.
AMBIENTACIÓN
«Se acordarán con frecuencia del nombre de Hijas de la Caridad que llevan y procurarán hacerse
dignas de él por el santo amor que siempre tendrán a Dios y al prójimo” (San Vicente de Paúl).
Si el nombre es el lugar de la identidad de la persona, es también el lugar donde se revela la misión y
el estilo de vida de las Hijas de la Caridad.
Caridad Esta identidad tiene su raíz en la vida misma de Dios, porque
«Dios es Amor» (1 Jn 4, 16).
Como decía Madre Guillemín, la Hija de la Caridad «En
«En todas partes donde se encuentre, debe ser:
‘expresión de la caridad’.. El testimonio de la caridad es la profecía de hoy. Su mirada, sus gestos, todo su ser
debe ser expresión de amor,, que es vida que ha de comunicarse a su comunidad y a los hombres y mujeres
que Dios pone en su camino”.
Dichosas, agradecidas y habitadas por el Espíritu de Amor, aceptemos la invitación de nuestra Madre
a reflexionar y orar juntas sobre tan hermoso nombre apostando por “permanecer en el amor”; una nueva
llamada a renovar y actualizar un año más nuestra entrega por medio de los votos
votos de castidad, pobreza y
obediencia manteniéndonos disponibles para el fin de la Compañía: El Servicio a Cristo en los Pobres.
CANTO:
Urgidas por la Caridad de Cristo nos reunimos en nombre del Señor,
traemos el fuerte clamor de los Pobres
y oramos en nombre de ellos a Dios.
Nos instruye tu Palabra, tu comida es fortaleza
con que alientas nuestro vivir.
Que tu espíritu nos una y nos dé alma de siervas
en humildad y sencillez.
(Una Hermana introduce la llama)
Canto: Ubi caritas et amor. Ubi caritas Deus ibi est.
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«… Bienaventuradas las Hijas de la Caridad por haber elegido una forma de vida que tiene como fin
principal la imitación del Hijo de Dios, el cual, a pesar de que podía tener todos los tesoros de la tierra, los
despreció y vivió tan pobremente que no tenía ni una piedra donde reposar su cabeza». (San
(
Vicente de Paúl)
(Breve silencio)
“Reaviva el don de Dios que hay en ti” (2 Tim 1, 6). Sí, Hermana, reaviva, vuelve a encender ese don
divino, como se hace con el fuego bajo las cenizas. Acógelo y vívelo sin perder ni olvidar jamás aquella
“novedad permanente” que es propia de todo don de Dios, que hace nuevas todas las cosas.
• Reaviva el don de Dios, alimenta el fuego del amor de Dios que hay en ti. Haz siempre
siem
nueva esta
experiencia de encuentro que enamora y transforma.
• Reaviva el don de Dios, renueva tu apertura al Espíritu de Dios, que te impulsa a salir una vez más de tu
tierra, a venderlo todo porque has encontrado el Tesoro.
• Reaviva el don de Dios, haz nueva tu confianza en el Padre, tu abandono en sus manos y tu
disponibilidad para «seguir
seguir paso a paso»
paso su Providencia.
• Reaviva el don de Dios, renueva tu experiencia de vida fraterna, celebra su riqueza y acepta en paz sus
pobrezas,
brezas, reconoce tu necesidad, vive en libertad tu dependencia y ábrete al don de la comunión.
• Reaviva el don de Dios, haz nueva tu opción por la pobreza, que te mantiene en constante actitud de
discernimiento, que te acerca a los más pobres y te lleva a vivir en comunión con tus «amos
«
y
señores».
• Reaviva el don de Dios, ábrete al dinamismo de su gracia, deja que Él sea el que reavive su propio don y
haga de ti, como María, una Bienaventurada.
⇒¿Cómo me ayuda este voto a vivir la Caridad?
(Breve silencio)
Una Hermana introduce el corazón)
Canto: Creo en el amor y en su gratuidad, creo en el Señor que me ha enseñado a amar; creo también ti
con tu fragilidad.
«La castidad, vivida en la fe y la esperanza, nos libera por la caridad» (M. Guillemin)
Permanecer en su Amor es una llamada a ser testimonio de una castidad que expresa un corazón sin
fronteras, un amor entregado a los pobres en una actitud de disponibilidad.
Esto nos lleva a vivir:
• Un amor sin reservas y por eso precisamente no puede vivirse más que en y por Cristo, que, en cierta
manera, ama Él mismo a través de nuestro corazón.
• Un amor sin límites ni fronteras pues ninguna miseria es ajena al corazón de una Hija de la Caridad.
• Un amor totalmente abierto, tanto para dar como para recibir, con la misma humildad y sencillez.
• Un amor que no tiene otras miras que el Reino que debe manifestarse
starse en nosotras y en nuestros
hermanos.
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• Un amor que exige poner al servicio de los pobres y la comunidad, todas nuestras posibilidades y dones.
• Un amor que libera el corazón ensanchando sus horizontes, convirtiéndonos en vehículos de la ternura de
Dios. Un amor que no proviene de nosotras, sino que viene de Él.
-⇒
⇒¿Cómo me ayuda este voto a vivir la Caridad?
(Breve silencio)
(una Hermana introduce la cruz)
Canto: Ven, no apartes de mí los ojos, te llamo a ti, te necesito para que se cumpla en el mundo el plan de
mi Padre.
“Las almas verdaderamente pobres y deseosas de servir a Dios deben tener gran confianza en que al
venir a ellas el Espíritu Santo y no encontrar resistencia alguna las dispondrá convenientemente para cumplir
la santísima voluntad de Dios, que debe ser su único deseo” (Santa Luisa de Marillac)
El voto de obediencia en la Compañía se orienta a facilitar la continuación
continuación de la misión de Cristo
entre los pobres. El empeño de San Vicente para que las Hijas de la Caridad no fueran religiosas, fue para
que la clausura no les impidiese ir a donde estaban los pobres.
Pero además de salvar ese obstáculo físico, a las Hijas de la Caridad «hermanas
hermanas que van y vienen»
vienen se les
pedía una gran disponibilidad y movilidad. Cuando San Vicente les hablaba de la obediencia, casi siempre la
traducía en disponibilidad para ir a donde los superiores las enviasen y los pobres las reclamasen.
Nos sentimos interpeladas a amar la voluntad de Dios, a dejarnos conducir por las mediaciones a
través de las cuales Él actúa. Unir la caridad con la obediencia no es más que dejarnos habitar por Dios: “Si
alguno ama, guardará mi palabra y mi Padre le amará
amará y vendremos a él y haremos morada en él”.
⇒¿Cómo me ayuda este voto a vivir la Caridad?
(Breve silencio)
(Una Hermana introduce el lema)
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Canto: Sigue habiendo tantos pies que lavar, sigue habiendo tanta oscuridad que iluminar. Tantas
cadenas que romper, pan y vino para el pobre quiero ser.
“¡Es por la Caridad, es por Dios, es por los Pobres…! ¡Y qué mayor acto de amor se puede hacer que
entregarse a sí mismo totalmente, por estado y por oficio, para la salvación y el alivio de los afligidos! (San
Vicente de Paúl).
DEL EVANGELIO DE LUCAS
Se levantó un letrado y le dijo a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué he de hacer para
heredar la vida eterna?» Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿qué lees en ella?» El letrado respondió:
«Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti
mismo». Jesús le dijo: «Bien dicho. Haz eso y vivirás». Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién
es mi prójimo?» Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de unos
bandidos, que lo desnudaron, lo golpearon, y se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por
aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le
vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y,
acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura,
le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo:
"Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva." ¿Quién de estos tres te parece que fue
prójimo del que cayó en manos de los bandidos?» El letrado dijo: «El que practicó la misericordia con él».
Jesús le dijo: «Anda, ve y haz tú lo mismo».
REFLEXIÓN
El buen samaritano ve, se conmueve y se deja interpelar guiado por las razones del corazón.
Trasladando esta realidad a nuestro terreno, nos encontramos que en muchas ocasiones vemos a las
personas y sus necesidades… ¿Las miramos con los ojos del corazón?, ¿nos llaman la atención hasta
conmovernos? ¿o nos hemos acostumbrado?
El samaritano va más allá del sentimiento interior e inmediatamente pasa a la acción. Lo cura, venda
sus heridas… Para nosotras, hoy, significa ofrecer acogida a quien está en el dolor, a través de gestos que
encarnan la bondad; echar el aceite de la esperanza y el vino de la consolación, es hacer vida el amor
afectivo y efectivo al que las Hijas de la Caridad nos sentimos llamadas.
Y da un paso más. Pidió colaboración para que los cuidados continúen. Entendió el principio de
Misión Compartida, se atrevió a contar con otro para hacer posible la recuperación del herido, se
comprometió y supo reconocer y aceptar sus límites, por lo que promovió el compromiso de otros que
también estaban llamados a ayudar al necesitado.
(Vídeo de la canción Hijas de la Caridad)
Compartimos nuestra oración…
Gesto: Cada hermana tiene una llama pequeña, al compartir la oración la dejará junto al escudo de la
Compañía como símbolo de esa caridad que nos urge, de ese amor que nos quema por dentro y que nos
hace acudir al pobre como quien acude a apagar un fuego.
CANTO: MAGNÍFICAT
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ORACIÓN FINAL
Oh Dios, Padre nuestro,
que, en tu Hijo Jesús,
nos hiciste hijas tuyas en las fuentes bautismales;
te damos gracias, en esta tarde, por los deseos de crecimiento
y las obras que tu Espíritu hace en nosotras.
Abre nuestro ser a tu ternura y bondad,
renueva nuestra vida en pobreza , castidad
cast
y obediencia
y conviértenos a tu amor.
Danos entrañas de misericordia
ante toda miseria humana,
inspíranos el gesto y la palabra oportuna
ante el hermano solo y desamparado.
Aviva el fuego de tu gracia,
que recree en nosotras
las actitudes de humildad
y sencillez de corazón,
para ser, como María,
auténticas siervas de los pobres.
Te lo pedimos a Ti, que vives y reinas
por los siglos de los siglos. Amén.
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