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Algunas consideraciones sobre memoria lúdica
“RECORDAR: Del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón.”
Eduardo Galeano
Introducción
Nos proponemos abordar en este artículo el concepto de memoria lúdica,
entendiendo que cada uno de nosotros en tanto sujetos sociales construimos una trayectoria
de las prácticas lúdicas desarrolladas a lo largo de nuestra vida, principalmente en la
infancia.
La posibilidad de reconstruir
y resignificar esta memoria lúdica nos brindará
herramientas para el desarrollo de propuestas, considerando que cada sujeto posee una
historia, que dará cuenta de su capacidad de despliegue lúdico y por la tanto la posibilidad
de habilitar el juego con otros.
Biografía lúdica y memoria lúdica
La construcción de la biografía lúdica implica un trabajo de memoria, pero la memoria
lúdica es mucho más que la propia biografía. En ésta última se realiza un recorrido de los
juegos que se jugaban en la infancia, en la adolescencia, en la adultez, hasta se puede
incluir el día anterior a escribirla. Refiere a aquel recorrido de juegos y juguetes que nos han
acompañado a lo largo de nuestra historia y que han dejado una huella en nuestro cuerpo y
en nuestra mente.
Recordar aquellos juegos implica nombrarlos y también es traer al presente las
imágenes y escenarios que los rodeaban. Es evocar las sensaciones que hemos sentido al
jugarlos y que, en el instante en qué las nombramos, vuelven a atravesarnos con la misma
emoción de antaño.
Construir la biografía lúdica es una tarea personal y recomendable para cualquier
adulto pero indispensable para aquellos que trabajan en actividades recreativas, lúdicas y
educativas. Quien tiene su biografía lúdica descubrirá la cantidad de recursos que posee y
que puede incluir en su práctica profesional. Es muy probable que al acordarse de los
juegos de la infancia, los lugares y los amigos vayan surgiendo las experiencias que el
cuerpo aún recuerda y que luego se podrán transformar en nuevas dinámicas lúdicas para
ser adaptadas al trabajo de recreación.
Por otro lado, el concepto de memoria lúdica refiere al entramado de emociones y
recuerdos que se construye a través de las huellas producidas por los momentos de juego
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vivido, solo o con otros, durante toda la vida, centralmente en la infancia, etapa en la que
jugar es la actividad central. Entendemos la memoria lúdica desde dos dimensiones; una
subjetiva y otra social. La dimensión subjetiva refiere al modo en que los juegos infantiles
atravesaron al propio sujeto, es la historia lúdica intrapersonal que condiciona quiénes
somos, a qué hemos jugado, y por ende, a qué jugamos hoy. Esta dimensión a su vez
podemos desagregarla en aquello que queda como huella o marca vinculada a la primera
infancia, que permanece latente hasta el momento en que siendo adultos jugamos con un
niño. Son aquellos momentos lúdicos que favorecen el vínculo entre el bebé y el adulto a
cargo de su crianza, nos referimos a los juegos de sostén, ocultamiento y persecución,
como por ejemplo: la sabanita, el escondite, ico caballito, hamaquita, etc. La manera y el
estilo en que jugaron, o mejor dicho, como “nos jugaron” durante los primeros años de vida
deja marcas que nos atraviesan inconcientemente y que se vuelven presentes en el
momento de jugar como adultos con un niño. Los juegos que se despliegan durante la
crianza de un niño son parte del bagaje de juegos que el adulto ya conoce, recreando el
código de sus antepasados y poniendo en funcionamiento su saber en actos. (Calmels,
2010)
Cada sujeto fue jugado por otros, por aquellos otros cercanos que dejan marcas en
el cuerpo y que se pueden recuperar al momento en qué se vuelve a jugar desde el lugar de
adulto. Un sujeto se implica en el juego de la manera en que ya lo ha jugado poniendo el
cuerpo en función de cómo otros han jugado con él.
La trayectoria lúdica se hace presente en modo de escenas donde se representan
los primeros juegos, con quienes se compartían, en que lugares, con qué juguetes, y cómo
se jugaba. Aquello que nos aparece como registro de lo vivido, de lo jugado que se hace
presente al recordarlo a través de la biografía lúdica y puede ser mencionada como aquellas
vivencias del sujeto experimentadas con placer o displacer. Llamamos biografía lúdica al
“entramado tónico-emocional que se va construyendo a través de todas las huellas de placer
o displacer producida durante los momentos de juego desde la primera infancia.” (Porstein,
2009)
Por otro lado la dimensión social de la memoria lúdica refiere a la cultura ludica en
tanto la presencia de una cultura preexistente que define el juego, lo hace posible para
realizarlo- y comprende sobre sus mismas formas solitarias- una actividad cultural que
supone la adquisición de estructuras que el niño va a retomar de manera más o menos
personalizada para cada nueva actividad lúdica (Brougère, 1998)
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Son aquellas prácticas lúdicas que se transmiten de boca en boca, de generación en
generación, y se sostienen colectivamente. La memoria lúdica en su dimensión social
incluye los aspectos interpersonales del jugar, es decir, el jugar con otros.
La memoria lúdica de una sociedad refiere a los juegos que históricamente han sido
jugados por varias generaciones de niños y nos permite comprender que la cultura atraviesa
dicha práctica social y, a su vez, ésta determina la construcción cultural.
Finalmente, al momento de rescatar la memoria lúdica en todas sus dimensiones
proponemos poner el foco también en el lugar o los lugares que ocupaban los adultos y la
referencia de estos en cuanto habilitan y posibilitan el juego. Durante los primeros años de
vida, el adulto es el sostén corporal del niño cada vez que lo agarra, lo mece, lo mima y con
el paso de los años ese sostén desde el cuerpo da lugar a la mirada y a la palabra que el
adulto tiene sobre ese niño.
Recuperar la memoria lúdica sirve para conocerse y descubrir cuáles fueron nuestros
juegos favoritos, cómo los desarrollamos, en qué contextos y con quién jugamos. El
descubrimiento personal es de tal impacto que abre puertas que despliegan la creatividad
para adaptar aquellos juegos en nuevas propuestas lúdicas. Es decir, al construir nuestra
biografía lúdica descubrimos herramientas y recursos personales a nuestra disposición,
partiendo de las experiencias vividas y de resignificarlas.
Las experiencias lúdicas vividas a lo largo de la historia de cada sujeto forman parte
de lo que Bordieu (1991: 92) define “habitus”, es decir, un “sistema de disposiciones
duraderas y transferibles, generadores y organizadores de representaciones y prácticas”.
Dichos esquemas interiorizados construidos a partir de las vivencias lúdicas pasadas
tienden a actualizarse en el momento en que jugamos como adultos en nuestra práctica
profesional. En este sentido, consideramos que para entender una práctica presente hay
que tener en cuenta la trayectoria biográfica de los sujetos, como también hay que
considerar la historia social que ese sujeto comparte con otros. Ambas instancias están
ligadas entre sí toda vez que la historia colectiva se produce y se transmite en diversas
experiencias vividas de los sujetos. (Alliaud 1998)
Revisar nuestra biografía lúdica constituye un modo de interpelar lo que hacemos
como trabajadores de la recreación y/o de la educación y de qué modo aquello que vivimos
y jugamos influye hoy sobre nuestra práctica. Aquel recorrido lúdico es lo que habilita u
obtura lo que hacemos con otros y de qué modo nos ponemos en juego, por ello, es
importante generar espacios de reflexión que favorezcan la recuperación de la memoria
lúdica.
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Bibliografía
 Alliaud, Andrea: “EL maestro que aprende” Ensayos y experiencias Nº 23. Buenos Aires.
Novedades Educativas.1998
 Bourdieu, P.: “El sentido práctico”. México. Taurus. 1991.
 Brougère, Gilles: El niño y la cultura lúdica. Revista da Faculdade de Educaçao, USP, v.
24, nº2, jul/dic, 1998.
 Calmels, Daniel: “Juegos de crianza” Editorial Biblos. 2010.
 Galeano, Eduardo: El libro de los abrazos. Ediciones La Cueva.
 Porstein, Ana María: “Cuerpo, juego y movimiento en el Nivel Inicial” Homo Sapiens. 2009.
Lic. Virginia Guardia
Lic. Prof. Anahi Kuiyan
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