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ESCEPTICISMO, RELATIVISMO Y LAICISMO
1.- Presentación
Fue muy grande mi sorpresa cuando al programar las
conferencias de otoño de la Asociación Española de Militares
Escritores a la que pertenezco, se me asignó la que corresponde al
tema del enunciado. Mi preocupación aumentó cuando supe que
esta intervención había de tener lugar en la Universidad San
Pablo- CEU donde todo humanismo tiene su asiento y cuyo
profesorado brilla precisamente en cuestiones relativas al mismo
siempre a la luz de nuestra fe católica, hoy en día más necesaria
que nunca dada la situación de la antigua Cristiandad, abocada en
los tiempos que vivimos a una nueva evangelización.
Mi tendencia como militar a obedecer las indicaciones de
mis superiores si no en edad, sí en dignidad y gobierno, podría
justificar la osadía que en mí supone abordar unas cuestiones que,
si bien han sido siempre objeto de mi atención, no me han
convertido precisamente en un especialista en ellas.
En todo caso, sí es cierto que el difícil arte de mandar tiene
uno de sus fundamentos esenciales en el conocimiento de los
registros humanos de aquellos que deben obedecer, pues, en las
diversas cuestiones que componen el buen mandar, sí hay que
conocer y tener muy en cuenta cuestiones tan humanas y
extendidas como son, en determinados casos y situaciones, el
escepticismo y el relativismo.
En cuanto respecta al laicismo, no es menos cierto que sus
actuales brotes, a veces muy virulentos, no dejan de haber estado
presentes, de uno u otro modo, en la historia europea a partir de la
Reforma, y con singular acritud e intensidad como componente y
consecuencia de la Revolución francesa y de sus subsiguientes en
Europa y en Hispanoamérica.
Concretamente en España durante el siglo XIX, a partir de
1833 y en el XX hasta 1939, se han vivido tremendos episodios
de un laicismo que, precisamente en estos días, están presentando
de nuevo su amenazadora faz.
Por lo tanto, no está de más atender a una cuestión cuya
reaparición no augura precisamente días de paz y concordia para
quienes nos sigan en el camino de la vida, pues el laicismo en
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nuestra Patria ha sido uno de los más feroces y sangrientos.
Siendo yo niño lo puede comprobar personalmente. Hay
acontecimientos que jamás se olvidan ni olvidaré mientras viva
pesa a todas las propagandas y embustes hoy tan presentes en
España.
Ha llegado el momento en que, contando siempre con su
benevolencia, vayamos pues a la tarea.
2.- Las raíces de la filosofía
Dentro del conjunto armónico de la Creación el hombre es
el único ser dotado de razón, pues fue creado a “imagen y
semejanza” del Divino Hacedor. De ahí su capacidad para
conocer el mundo sensible y también para trasmitir sus
conocimientos a las generaciones que le sigan. Es el único ser de
la Creación que tiene historia y la capacidad de conocer el
Universo, aunque siempre quede sometido al error.
Cuando el hombre entró en contacto con lo creado, fuesen
seres vivientes, elementos inertes o fenómenos de la naturaleza,
su primera impresión fue de asombro.
Dejando aparte otras civilizaciones menos conocidas por
lejanas en el tiempo o en el espacio, los hombres occidentales
tenemos que acercarnos a la primitiva filosofía griega para
comprender aquel asombro --que estaba más que justificado-ante un mundo que rodeaba al hombre y cuyos frutos hacían
posible su supervivencia, en tanto que algunos fenómenos
naturales la hacían muy difícil, cuando no imposible.
La Filosofía occidental tuvo su cuna en la antigua Grecia
dispersa entre el continente europeo, las islas jónicas, la costa
occidental de Asia Menor y el sur de Italia junto con Sicilia.
La primera generación de pensadores occidentales que,
hacia el siglo VII antes de Cristo, aplicaron su inteligencia, su
razón natural, a explicarse el orden de la Naturaleza y lo que fuera
el Ser iniciaron la que más tarde se llamó Filosofía o “Filosofía
primera” en la versión original de Aristóteles que, por obra de su
editor romano Andrónico traductor y recopilador de la inmensa
obra aristotélica, pasó a llamarse Metafísica, designación con la
que ha llegado a nosotros como un compuesto de Ontología o
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conocimiento del Ser y de la Existencia, y la Epistemología o
Gnoseología conocida también como Teoría del conocimiento.
A medida que aumentaban los conocimientos de aquellos
hombres, las nuevas materias dieron lugar a nuevas ramas de la
Filosofía como la Lógica, la Ética, la Filosofía del Derecho, la
Filosofía del Arte o Estética, etc, etc.
A partir del Renacimiento, se produjo el fenómeno contrario
cuando el progreso científico fue desgajando de la Filosofía las
modernas ramas del saber.
------------------------------------------Los primeros cultivadores griegos de lo que después llegaría
a llamarse Filosofía, fueron los llamados sofistas, bien entendido
que el término no solo no tenía el carácter peyorativo que adquirió
más tarde sino que, por el contrario, se llamaba sofistas a los
hombres que, utilizando su inteligencia, su razón, descubrieron,
por primera vez en la Historia, que el hombre podía llegar a saber
qué son las cosas, cuales son las cosas que existen en sí mismas y
cuales son las cosas que tienen su existencia en otra. Buscaban
racionalmente lo que entendían como “principio” del cual se
derivaba el resto de los seres y cosas.
Por ejemplo, Tales de Mileto creía que todo lo existente
procedía del agua, es decir que todas las cosas que existen en el
universo, según él, derivan del agua que es “principio” de todo.
Al contrario, Anaximandro creyó que el principio de todas
las cosas era algo material, desconocido, a lo que llamó ápeiron
de lo que se derivaba todo lo demás. En cambio, para
Anaxímenes el “principio” de todo era el aire.
Empédocles estableció una nueva teoría, pues para él los
“principios” de los que se derivan todos los demás son cuatro: el
agua, el aire, la tierra y el fuego. La fortuna de esta teoría pasó a
través del pensamiento griego, incluido Aristóteles, y llegó hasta
el Renacimiento. Para Demócrito el átomo era el “principio” de
toda la materia.
En su misma época vivió un hombre tan insigne como
Pitágoras pera quien el verdadero “principio” no es nada material,
pues la esencia última del ser que percibimos con los sentidos no
reside en algo material, no es accesible a ellos; es algo inmaterial,
el “número”.
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Con Platón se llega a una definición de Filosofía como
“saber racional, saber reflexivo”, adquirido mediante un método
que no era otro que la dialéctica, como quedó plasmado en sus
conocidos Diálogos.
3.- Heráclito y el escepticismo
Ahora bien, para llegar a Aristóteles, en quien culminó la
filosofía griega y cuyo influjo ha llegado hasta nuestros dias,
hubo que pasar por sus antecesores, entre ellos Heráclito de quien
vamos ahora a ocuparnos.
Heráclito, nacido el año 480 (a.d.C) en Éfeso en la costa
occidental de Asia Menor, fue el gran debelador de las teorías de
sus antecesores sofistas.
Heráclito se plantea el problema metafísico de forma
diferente a sus antecesores. No busca el “principio” de las cosas
sino que constata que las soluciones aportadas por ellos son falsas
pues las cosas que tenemos ante nosotros no son algo estático y
firme sino que cambian continuamente; el ser, todos los seres,
están constantemente variando, no son estáticos; por lo tanto su
principio, su “esencia” –diríamos hoy--, es el cambio continuo. A
esto Heráclito lo llama el devenir, el continuo fluir y el cambio
permanente, la verdadera esencia o “principio” del ser, de todo ser.
Gráficamente, Heráclito nos anuncia que nadie se puede
bañar en el mismo río pues el fluir del agua hace que ese río
simultáneamente sea el mismo y, a la vez, otro distinto.
Nada existe porque lo que existe, existe solo un instante y, al
siguiente, ya es otra cosa. La existencia es un cambio continuo
pues las cosas no son sino que devienen y ninguna o todas pueden
tener la pretensión de ser el ser en sí
La consecuencia de esta concepción es muy desalentadora
pues supone que el hombre no es capaz de saber qué es lo que
realmente existe.
Así aparece en el pensamiento filosófico el escepticismo que
llega hasta nuestros días a través de los empiristas ingleses como
Locke, Hume y Berkele y Bergson.
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En definitiva, podemos considerar a Heráclito como el
padre del escepticismo filosófico.
Las cosas no habían de quedar así pues Parménides, nacido
en Elea en el sur de Italia en el siglo VI (a.d.C.) en su crítica a
Heráclito rechaza sus afirmaciones por contradictorias pues
afirma que lo que es, es; el no ser, no es.. Así aparece el llamado
después “principio de identidad”, según el cual una cosa no puede
ser y no ser, al mismo tiempo.
Ahora bien, el mundo que percibimos a través de nuestros
sentidos es el mundo sensible. Lo que ocurre es que, además de
este mundo, hay otro mundo que es el mundo inteligible, el
mundo del pensamiento o de las Ideas que definiría Platón..
Parménides considera que “ser y pensar son la misma cosa”.
Es decir que todo lo que pensamos, es, tiene existencia real;
todo ello equivale a identificar el pensamiento con el ser real y a
aplicar rigurosamente las condiciones del pensar a la
identificación del ser.
Aquel filósofo creyó que, utilizando la razón, el
pensamiento, iba a poder descifrar inmediatamente todo el
misterio que oculta la realidad; lamentablemente, esto no es así.
4.- Otros escepticos: Protágoras y Gorgias.
Protágoras nació en Abdera en el año 490 (a.d.C.); por lo
tanto fue contemporáneo de Sócrates. Residió en Atenas donde
fue acusado de ateísmo y condenado por ello; en su huida
naufragó y se ahogó en el mar.
Su doctrina se resume en la conocida proposición “El
hombre es la medida de todas las cosas”.
Este principio es representativo de un profundo escepticismo
pues, según Protágoras, afirmar que todas las percepciones de
nuestros sentido son verdaderas, es cosa que va en contra de la
mas elemental experiencia, puesto que una misma percepción
varía de acuerdo con al situación ambiental y con el estado y
facultades del sujeto que las percibe. Tanto valdría decir que todas
nuestras percepciones son falsas.
La materia está en un proceso continuo de cambio y lo
mismo ocurre con los sentidos; ahora bien el fundamento de las
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percepciones de los sentidos reside en la materia y ambas cosas
cambian continuamente como afirmaba Heráclito.
De ello se sigue que, según Protágoras, el hombre es el
único criterio de lo que existe y de lo que no existe. Todo lo que a
cada hombre le parece que existe, existe realmente y todo lo que a
cada hombre le parece no existente, no existe..
Al hacer del criterio de cada hombre lo único capaz de
distinguir entre la existencia o la inexistencia de algo, se llega a la
consecuencia de que el hombre es incapaz de discernir entre lo
cierto y lo falso.
Una segunda consecuencia de tal principio es que ni
podemos diferenciar la verdad del error, ni la apariencia de la
realidad. Estamos pues ante un escepticismo radical.
En consecuencia, el sistema de este sofista se puede
concretar en varias proposiciones, a saber:
La primera proposición es que no existe la verdad absoluta
por lo que todas las verdades son relativas.
La segunda proposición es que su percepción sensible es
para cada hombre la medida y la razón o causa de la realidad
objetiva de cada cosa.
La tercera proposición es que es verdadero todo lo que el
hombre percibe por sus sentidos.
Por lo tanto el hombre es criterio de lo que es y de lo que no
es de tal forma que no existen las verdades absolutas sino las
relativas hasta tal punto que lo que cada hombre percibe por
medio de sus sentidos es la razón o causa de la realidad objetiva
de las cosas; todo lo que cada hombre percibe por medio de los
sentidos es verdadero, pero sólo para quien lo percibe.
Fácil es comprender el caos que tal doctrina puede llegara
crear. Una primera y evidente consecuencia de tal doctrina la
recogía su autor, Protágoras, al afirmar que la dificultad de la
cuestión y la brevedad de la vida no le permitían saber si existían
o no los dioses y cual sería su naturaleza si realmente existiesen;
afirmaciones estas que eran muy peligrosas en la Grecia clásica y
por las sufrió persecución pues fue desterrado de Atenas y
quemados sus libros.
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Curiosamente, igual que en el caso de Heráclito, el
escepticismo de Protágoras llega hasta la Edad Moderna, esta
vez a través de la filosofía de Fichte y otros.
Otro representante importante, dentro de la cohorte de
sofistas seguidores de la corriente filosófica que nos ocupa, es
decir del escepticismo, es Gorgias, nacido hacia 450 (a.d.C.) en
Leontium radicada en lo que hoy es Sicilia, que los antiguos
conocían como la Magna Grecia.
Desde su ciudad natal fue enviado a Atenas como
Embajador hacia el año 427 (a.d.C.) donde fue recibido con
mucha admiración como retórico. Platón nos lo presenta en su
Diálogo titulado Gorgias o la Retórica, orgulloso de ser capaz de
responder con éxito a cuantas preguntas se le formulasen.
Expondré a continuación las proposiciones principales que
comprenden la filosofía de Gorgias.
Primera proposición.- Nada existe
Naturalmente, si se trata de la nada no puede existir, dado
el principio de contradicción; si nos referimos a la realidad
sensible a nuestro sentidos tampoco existe pues, en caso de existir,
sería eterna o creada. Si es eterna no tuvo principio y sería infinita,
pero lo infinito no existe y si existiese estaría contenido en algo
Si ha sido creada, existía ya en quien la creó; sería
contradictorio decir que una cosa existía ya cuando fue creada.
Segunda proposición.-Si alguna cosa existiese, no podría
ser conocida por el hombre.
Para que podamos conocer la existencia y realidad de algo
es preciso que haya una relación entre nuestro concepto y la
realidad, es decir que la representación en nuestro pensamiento
sea idéntica a la misma realidad y que ésta sea tal y como la
concebimos; cosa absurda pues si yo concibo que existe una
sirena tal sirena debería existir en la realidad.
Tercera proposición.- Suponiendo que un hombre conociera
una cosa, no podría explicarla y darla a conocer a otros.
El medio de comunicación entre los hombres es el lenguaje
y éste no es idéntico a las cosas reales que se suponen conocidas
pues el lenguaje y la realidad objetiva son dos esferas totalmente
diferentes.
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Como puede apreciarse, las propuestas de Protágoras y
Gorgias suponen un escepticismo llevado a sus extremos de
forma que, en el fondo, niegan al hombre toda posibilidad de
conocimiento, llegando al mayor de los extremos al afirmar que
nada existe, como hace Gorgias.
5.- Sócrates, Platón y Aristóteles
Me voy a referir a estas grandes figuras de la filosofía griega
para disipar la impresión que les haya podido producir la
exposición anterior, dedicada exclusivamente a los creadores del
escepticismo filosófico, corriente de pensamiento que, a través de
otros filósofos conocidos, ha llegado hasta nuestros días
produciendo efectos que los propios griegos trataron de evitar
pero que insisto, han llegado hasta nuestros días e incluso son hoy
moneda corriente en el mundo occidental.
Sócrates que antecede a Platón atribuía a la filosofía un
gran interés ya que de todas sus ramas la más importante para él
era la moral. La filosofía moral permitiría tener de las virtudes y
de la conducta del hombre conceptos tan puros y tan perfectos
que la moral pudiese enseñarse y aprenderse como se enseñan y
aprenden la matemáticas. Para este filósofo quien obra mal, es
malo, pero la causa de esa malicia es la ignorancia.. Naturalmente
fue condenado a beber la cicuta por unos políticos que todo lo
ignoraban.
Platón separa el mundo sensible del mundo inteligible
formado por lo que él bautiza como Idea. Los seres que
contemplamos por los sentidos son el mundo sensible pero no
son sino la sombra efímera, transitoria, imperfectas y, en fin,
malas reproducciones de las ideas puras, perfectas, eternas e
inmutables cuyo conjunto forma el verdadero mundo, el mundo
de las Ideas .
En resumen, Platón considera las Ideas como entes reales
que existen por sí y ante sí y que constituyen el mundo del Ser
distinto y separado del mundo sensible, que es el mundo del No
ser. Nótense las coincidencias entre Platón y Parménides.
Dentro de su sistema idealista, para Platón, la Idea suprema
que rige y se sitúa sobre las demás ideas es la Idea del Bien y su
plasmación, en la realidad sensible de este mundo, es el Estado.
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Aristóteles es, junto con Santo Tomás de Aquino, uno de
los hombres de más talento que ha dado la Humanidad, El
estagirita rechaza la duplicidad de mundos sostenida por Platón
ya que, si así fuese, nos conduciría a un infinito número de ideas:
no solo habría ideas para las cosas que son, sino que habrá que
añadirles otro número infinito de ideas para las cosas que no son:
belleza y fealdad; grande y pequeño, frío y caliente; rojo y azul
etc. etc.
Para Aristóteles, el ser de las cosas sensibles es
problemático dada la falta de fiabilidad de nuestros sentidos; por
lo tanto, para descubrir lo que realmente son aquellas, hay que
descubrir detrás de cada una de ellas, lo intemporal, lo eterno.
Para comprender lo que son verdaderamente las cosas,
Aristóteles distingue en ellas tres elementos: Substancia, Esencia
y Accidente. Con ello, queda destruida la dualidad entre el mundo
sensible y el mundo inteligible; La Substancia es, en definitiva la
Materia de que está hecha la cosa y la Esencia es la Forma o el
conjunto de caracteres que hace que una cosa sea lo que es. El
Accidente, son las notas no esenciales que acompañan a la cosa
como, por ejemplo, la forma, el color, el tamaña etc. etc.
La Materia y la Forma son los ingredientes necesarios para
la aparición de la cosa. De modo que a la Materia se la añade la
Forma como conjunto de notas esenciales que hacen de la cosa lo
que es y que le dotan de sentido y finalidad, lo que los griegos
llamaban telos. Esto recuerda la Idea platónica, pero en este caso
la Idea se trasforma en cosa gracias al encuentro de la Substancia
con la Esencia.
Según todo ello, resulta que cada cosa es lo que es porque ha
sido hecha por una causa inteligente: de ahí llega Aristóteles a su
convicción de que existe un Causa, Eterna, Inmóvil e Inteligente,
Considera asimismo que las cosas existentes en el mundo son
contingentes, es decir, podrían no existir, de donde deduce el
filósofo que hay una causa necesaria que tiene en sí misma la
razón de su existencia: Dios que es pensamiento puro.
Este es el “realismo” que penetra todo el pensamiento y la
obra de Aristóteles
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Sería Santo Tomás de Aquino quien bautizase e hiciese
cristiana en el siglo XIII esta convicción de Aristóteles y toda su
filosofía.
Creo que ahora estamos en condiciones de adentrarnos en lo
que representan el escepticismo y el relativismo.
6.- Dogmatismo y escepticismo
Antes de entrar en el escepticismo, de cuyo origen filosófico
ya he dado cuenta, conviene aludir al dogmatismo como una
actitud vital que, si bien hoy en día no está muy extendida en
España, no deja de aparecer en la Historia, precisamente en las
situaciones de crisis como en la que ahora nos encontramos, cuyo
desarrollo y evolución futura son impredecibles.
¿Qué es el dogmatismo? Simplemente es la renuncia a toda
actividad dirigida a dilucidar qué es el Ser de las cosas, esa
cuestión que tanto apasionaba a los filósofos griegos y a quienes
les han sucedido. La autoridad humana y, a veces la que ellos –no
siempre con acierto- suponen divina, niega a los dogmáticos toda
posibilidad de utilizar la razón para descubrir nuevas verdades,
renunciando de antemano al mero intento en este sentido.
Dogmatismo es fiarse sin reservas de la capacidad del
entendimiento humano, sin reparar en sus conocidas limitaciones.
Por el contrario, el escepticismo niega o desconfía, según los
casos, la posibilidad de alcanzar la verdad. Conviene distinguir
entre lo que supone un escepticismo total y aquellos otros que se
limitan a una o a un determinado número de cuestiones.
Ya hemos visto la existencia de un escepticismo total en
alguno de los sofistas, pero esta posición del pensamiento resulta
muy difícil mantenerla de forma absoluta y total, pues todo
hombre cuenta en su experiencia vital con la existencia de
verdades .Sí cabe el escepticismo parcial en relación con
determinadas cuestiones.
El escepticismo total o radical es hostil a la discusión pues
no reconoce una sola verdad que pueda servirnos de punto de
apoyo para llegar a otra u otras verdades. Quienes lo padecen se
encierran en sí mismos de forma que nada podemos saber ni del
Universo ni de todos los demás hombres. Hasta el clásico nosce te
ipsum les es ajeno. Por ello resulta completamente inútil aludir
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repetidamente al llamado sentido común para tratar de convencer
a un escéptico total ya que, precisamente es la existencia de tal
sentido común lo que ellos rechazan
Al referirse a los escépticos totales –no a los que fingen
serlo-- Menéndez Pelayo dice lo que sigue “los escépticos con
preocupaciones filosóficas, lo son con dolor y angustia, con
verdadero desgarramiento del alma, con cierta tristeza serena y
resignada, o bien con arranques demoledores”
Las mismas preocupaciones aparecen en toda la obra de
Miguel de Unamuno quien escribe: “….en el fondo del abismo
se encuentran la desesperación sentimental y volitiva y el
escepticismo radical frente a frente, y se abrazan como
hermanos….”
Generalmente, aunque a veces revista formas agresivas, el
escepticismo lleva consigo cansancio y pesadumbre y una
decepción respecto a nuestra propia posibilidades, tal vez porque
se ha esperado demasiado de ellas.
Con frecuencia, para justificar su actitud el escéptico insiste
en que nuestros sentidos nos engañan o en que somos objeto de
muchos engaños con desesperante frecuencia. A ello debemos
responder que esa constatación revela que poder comprobar esos
engaños o nuestros propios errores, ya constituye una importante
verdad. Partiendo de ahí se puede vencer el escepticismo.
Ortega y Gaset estima que “ la fe en la verdad es un hecho
radical de la vida humana; si la amputamos queda esta
convertida en algo ilusorio y absurdo”.
Es muy cierto que las limitaciones del entendimiento
humano son causa de muchos errores que a todos han alcanzado,
como demuestra la historia de la filosofía, pues la búsqueda de la
verdad ha llevado a veces a conclusiones aberrantes. El error es
consubstancial con la razón humana pero ello no justifica el
escepticismo sistemático sino que, por el contrario, debe ser
estímulo para seguir buscando la verdad.
Recordemos la escena narrada en el Evangelio de S. Juan
(Jn, 18,33-38) durante la Pasión del Señor.
Pilato pregunta a Jesús: “¿Eres Tú el Rey de los judíos?”
A lo que Jesús responde, después de dar una breve
explicación: ”Mi Reino no es de este mundo”.
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La respuesta no satisface al Gobernador que insiste:
“ Entonces, ¿eres Rey?”
A lo que Jesús responde de nuevo: “Soy Rey, como tú dices.
Y mi misión consiste en dar testimonio de la verdad.
Precisamente para eso nací; para eso vine al mundo”.
A lo que Pilato responde:” ¡La verdad!, ¿qué es la verdad?
En esta escena dramática tenemos reflejada muy
exactamente la actitud de un escéptico –como, sin duda lo era
Pilato—ante la presencia viva de la Verdad, que era Cristo.
No solo no reconoce la Verdad encarnada que tiene ante sí,
actitud que puede ser lógica en aquella circunstancia, sino que se
pregunta a sí mismo, sin buscar respuesta: ¿Qué es la verdad?
La consecuencia del escepticismo de Pilato es la condena
más injusta de toda la historia.
Hay que rechazar enérgicamente el escepticismo absoluto
que ha sido y es fuente de desgracias sin cuento en la historia
humana.
Ni dogmatismos ni escepticismos: confianza en nuestra
razón sin olvidar las precauciones críticas imprescindibles para
evitar los errores de nuestra inteligencia.
7.- El relativismo
El relativismo aparece como una expresión reducida del
escepticismo, pues entre afirmar que no hay verdades absolutas y
creer que puede haberlas, pero mudables y dependientes de lo que
crea cada persona, hay bastante diferencia.
Inmediatamente hay que añadir que el relativismo hoy en
día es una peligrosísima plaga que infesta la mayoría de las
actividades públicas y privadas en lo que antaño fue la
Cristiandad y, muy especialmentge en España.
Hoy son muy escasos en Occidente quienes creen en la
existencia de unos principios éticos que el Creador ha situado en
la conciencia de cada hombre y que han de regir la vida de las
personas y las sociedades. Lo que hasta hace no mucho tiempo
informaba el sentir de las personas, es decir, la obligatoriedad de
una ley moral grabada en todas las conciencias ha desaparecido
del horizonte de la sociedad en que vivimos.
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Las mayores aberraciones como, por ejemplo el aborto, y la
mentira sistemática utilizada como arma política, la ambición
desmedida por el poder y la riqueza y el desprecio al prójimo, se
derivan de un relativismo que produce como fruto la inexistencia
de escrúpulos morales para frenar las peores apetencias de los
humanos.
Ya lo anticipó, a finales del siglo XIX, un poeta chirle como
Campoamor cuando escribió
Y es que en el mundo traidor
Nada es verdad ni mentira
Todo es según el color
Del cristal con que se mira.
Ahí tenemos una declaración de relativismo que anticipó los
tiempos actuales.
------------------------------------Si recorremos los escritos de S.S. Benedicto XVI y de su
antecesor, el Beato Juan Pablo II, encontraremos frecuentísimas
condenas del relativismo, que se ha adueñado de la vida del
Occidente cristiano y singularmente de Europa..
Recordemos la exhortación que hizo Juan Pablo II desde
Santiago de Compostela, en ocasión de la Primera Jornada
Mundial de la Juventud, dirigida a Europa para que retorne a sus
orígenes cristianos, para que sea ella misma, nacida cuando en su
crisol se fundieron Grecia y Roma con el Cristianismo triunfante.
Señalemos que en la, afortunadamente non nata,
Constitución europea presentada por Valéry Giscard d´Estaing se
eludió toda mención al Cristianismo a pesar de las solicitudes de
la Santa Sede y de algunos países católicos europeos. Tal vez la
pertenencia a la masonería de alguno de los miembros de tal
Comisión tuvo algo que ver con aquella negativa.
En todo caso, con Constitución europea o sin ella, se
reconozca o no hoy día oficialmente, los orígenes de Europa no
son otros que el pensamiento griego, el sentido jurídico de Roma
y su entronque y fusión con el triunfante cristianismo; esos
ingredientes proporcionaron a Europa una unidad moral que le
permitió crear una civilización que, con la denominación de
Occidental, se ha extendido hasta la casi totalidad del planeta.
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Pues bien, hoy en día, olvidando sus raíces, el relativismo
empapa toda la vida política, económica y social de las naciones
europeas sometidas, en consecuencia, a un acelerado proceso de
descristianización y disolución de la vida social, acompañada de
una permanente crisis de virtudes y de valores, como ahora se
dice.
Si no existe el concepto de Bien y del Mal, grabado en la
conciencia de cada hombre por su Creador, tampoco puede haber
ninguna referencia que haga posible la vida en común pues las
varias éticas que pueden proponerse, no tienen ninguna referencia
superior a ellas que les dé fundamento seguro. No olvidemos que
el hoy rampante relativismo supone que la validez de todo
conocimiento, de todo principio ético depende de cada persona,
según la repetida sentencia de Protágoras.
Dostoieski dejó escrito que “ si no existiese Dios, todo
estaría permitido”. En el mundo actual, según nuestra experiencia,
cualquier observador puede comprobar que en la práctica diaria el
relativismo tiene carta de naturaleza, hasta tal punto que en el
ánimo popular se confunde con el equivocado concepto de
democracia que se ha imbuido en las personas.
Que cada hombre o cada colectividad humana sea el
definidor de la verdad o la mentira, de lo moral o de lo inmoral,
de lo justo o de lo injusto, es principio absolutamente rechazable
y no puede confundirse en modo alguno con la democracia, que
tiene también sus principios y condiciones, para ser efectivamente
lo que dice ser: un sistema para la elección de gobernantes,
siempre sometidos a la moral natural y al derecho emanado de la
sociedad.
El Beato Juan Pablo II en su Encíclica Centesimus annus
dice: ” Hoy se tiende a afirmar que el agnosticismo y el
relativismo escéptico son la filosofía y la actitud fundamental
correspondiente a las formas democráticas y que cuantos están
convencidos de conocer la verdad y se adhieren a ella con
firmeza no son fiables desde el punto de vista democrático, al no
aceptar que la verdad sea determinada por la mayoría o que sea
variable según los diversos equilibrios políticos. A este propósito
hay que observar que, si no existe una verdad última, la cual guía
y orienta la acción política, entonces las ideas y las convicciones
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humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para fines de
poder. Una democracia sin principios se convierte con facilidad
en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la
historia”.
Poco se puede añadir a tan clara advertencia pues, como
nos dice, en la actual práctica diaria, el relativismo hace
imposible la comunicación humana pues cada individuo queda
encerrado en su círculo de verdades, haciendo muy difícil la
discusión y el deseable acuerdo, que es imposible si no existen
bases ideológicas comunes.
De tal modo los posibles acuerdos se rompen fácilmente
pues no contamos con una común visión de las cuestiones
esenciales. Este fenómeno lo estamos presenciando diariamente.
Por ello, instalado este relativismo en una sociedad lleva
indefectiblemente, primero al caos, y luego a la tiranía absoluta
como muy bien señala el Sumo Pontífice en la cita anterior.
¿Será éste nuestro futuro?
Más recientemente, el día 22 de septiembre de 2011, S.S.
Benedicto XVI se dirigió en Berlín al Reichstag para hacer unas
consideraciones sobre el hoy aceptado generalmente por la
mayoría de las naciones Estado liberal de derecho.
“La política –dijo el Pontífice ante los parlamentarios
alemanes—debe ser un compromiso con la justicia y crear así las
condiciones básicas para la paz; un político buscará el éxito sin
el cual nunca tendría la posibilidad de una acción política
efectiva. Más adelante añadía: ¿cómo podemos reconocer lo que
es justo?¿cómo podemos distinguir entre el bien y el mal, entre el
derecho verdadero y el derecho solo aparente? En gran parte de
la materia que se ha de regular jurídicamente el criterio de la
mayoría puede ser suficiente. Pero es evidente que en las
cuestiones fundamentales en las que están en juego la dignidad
del hombre y de la Humanidad, el criterio de la mayoría no
basta…..
El Papa concluyó recordando que los teólogos cristianos
han reconocido a la razón y a la naturaleza, en su mutua relación,
como fuente jurídica válida para todos.
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San Pablo, en su Carta a los Romanos (Rm. 2. 14 sigs.) ya
dejó escrito que los paganos tienen escrita en su corazón las
exigencias de la Ley, contando con el testimonio de su conciencia.
Por lo tanto, nada más lejos del Cristianismo que el
relativismo radical que borra de las conciencias la ley natural.
Hace tiempo que los políticos españoles son relativistas.
Como ejemplo citaré lo que el Sr. Pérez Llorca dijo el 30 de
marzo de 1979 en las Cortes, al presentarse el primer gobierno
del nuevo Régimen: “el orden moral inquebrantable es un orden
dogmático y el pluralismo democrático representa una asunción
del valor ético del adversario que, por tanto, excluye el
monolitismo de ese orden moral inquebrantable”. Para este
diputado derechista, no existe un orden moral inquebrantable. He
aquí un nuevo Protágoras.
Muy recientemente el diputado Sr. Jáuregui nos ha enseñado
que “lo bueno es lo que decide el Parlamento; lo malo, lo que
rechaza”. He aquí el Decálogo de un socialista.
8.- El laicismo
“Pues dad al César lo que es del Césarr, y a Dios lo que es
de Dios” (Mt. 22, 14, 21 y Luc. 20,18, 25)
Con esta respuesta de Jesús a fariseos y herodianos
quedaron marcadas para siempre las relaciones entre la Iglesia y
los poderes humanos.
Sin embargo, a lo largo de la historia estas relaciones no
siempre han sido fáciles pues abundan los períodos en los que las
discordancias entre ambos poderes han sido grandes. Recordemos
las luchas entre el Pontificado y el Imperio en tiempos medievales,
la aparición de teólogos como Guillermo de Occam (1298-1349)
defensor de la autonomía del Imperio frente a la Iglesia o de
Marsilio de Padua (1275-1343) quien iba más allá, pues
defendía la superioridad del Emperador sobre el Papa y desligaba
al Estado de toda sujeción al Derecho natural, como antecedente
de los modernos totalitarismos. En la historia están los conflictos
en Italia entre güelfos y ghibelinos.
Recordemos las guerras de religión que. como consecuencia
de la Reforma, ensangrentaron Europa –con la excepción de
España—en los siglos XVI y XVII.
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El siglo XVIII o de la Ilustración, llamado de las Luces por
sus prohombres, trajo nuevas dificultades en las relaciones entre
la Iglesia Católica y las Monarquías absolutas. Citemos el
galicanismo y jansenismo, nacidos en Francia, aunque no
solamente fenómenos franceses pues en España y otras naciones
también tuvieron cierta influencia.
Pero fue singularmente la Revolución francesa y sus
consecuencias quienes hicieron reaparecer las tensiones entre las
nuevas naciones que iban naciendo y la Iglesia católica.
En este contexto histórico hay que situar el moderno
laicismo que no es sino la consecuencia natural de las nuevas
ideas surgidas de la Ilustración, la Revolución francesa y la
aparición de los nuevos Estados liberales en Europa y América.
---------------------------------Antes de continuar y para concretar nuestras ideas conviene
fijar con la mayor claridad posible la terminología que vamos a
utilizar, para no perdernos en cuestiones semánticas.
Laicismo es la corriente ideológica que defiende la
autonomía y la independencia de las instituciones públicas con
respecto a toda religión, cuya influencia en la política rechaza.
El conjunto de los principios que el laicismo pretende
imponer a toda sociedad política son considerados en su totalidad
como laicidad.
Como esta corriente ideológica transcurre a lo largo de la
Historia, dentro del laicismo hay muchas variantes que van desde
la propuesta de un Estado ateo, que niega la existencia de Dios y
persigue a todas las Iglesias, --especialmente a la católica en los
países cristianos--, hasta posiciones menos radicales que no llegan
a la persecución, pero que van desde la negación de legitimidad a
las confesiones religiosas hasta la imposición de serias
restricciones que hacen muy difícil la vida de los creyentes y que,
en la práctica, los expulsan de la vida social.
De hecho, estos Estados al actuar de tal modo niegan el
derecho fundamental a la libertad de conciencia; algunas
tendencias, incluso en Estados cuyos ciudadanos profesan la
religión católica, tratan de negar a los católicos aquel derecho.
Ejemplos diarios de este totalitarismo los tenemos muy cercanos.
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Otras corrientes laicistas son mucho menos radicales:
atribuyen a las religiones determinados méritos históricos,
culturales y actuales y les reconocen plena libertad de actuación
pública y privada en atención al principio de libertad religiosa.
En este sentido los católicos debemos tener muy presente la
enseñanza del II Concilio Vaticano contenida en la Declaración
conciliar “Gaudium et spes” cuando dice: “…la comunidad
política y la Iglesia son independientes y autónomas, cada una en
su propio terreno. Ambas, sin embargo, aunque por diverso título,
están al servicio de la vocación personal y social de hombre. Este
servicio lo realizarán con tanta mayor eficacia, para el bien de
todos, cuanto más sana y mejor sea la cooperación entre ellas,
habida cuenta de las circunstancias de lugar y tiempo….”
Por eso, cuando se trata de laicismo, es muy necesario
determinar ante qué tipo de laicismo nos encontramos
----------------------------------------------Francia, durante todo el siglo XIX fue la avanzada del
laicismo más extremado; al final lo impuso en todo su territorio,
con excepción de la Guayana francesa, mediante la Ley de 1905.
Esa ley estableció una separación radical entre la Iglesia
católica y el Estado francés pues dice que “la República francesa
ni reconoce, ni paga, ni ayuda a ninguna Religión”. Proclamaba la
libertad religiosa y se desposeía a la Iglesia de todas sus
propiedades, incluidos los lugares de culto. El socialista León
Jaurès y la masonería fueron los impulsores de esta inicua ley.
Con el paso del tiempo, los guerras mundiales sostenidas
por Francia, la evolución sufrida por la Iglesia católica en
determinadas cuestiones, la acción de los católicos franceses y, tal
vez la aparición en Francia de un islamismo creciente, han
contribuido a que la Iglesia católica haya recobrado su plena
libertad de actuación sin despertar en la sociedad civil ningún tipo
de reacciones en su contra.
Como un ejemplo, conviene recordar que, cuando el
Presidente Sarkozy fue recibido el 20 de diciembre de 2007 como
Canónigo Honorario de San Juan de Letrán, sede del Obispado de
Roma, honor que corresponde al Presidente de la República
francesa, en un acto muy solemne Sarkozy dijo entre otras cosas
lo siguiente:
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“ …las raíces de Francia son esencialmente cristianas. Y
Francia ha aportado a la irradiación del Cristianismo una
contribución excepcional…..la laicidad no puede cortarle a
Francia sus raíces cristianas. Ha intentado hacerlo; no debiera
haberlo hecho. Como Benedicto XVI considero que una Nación
que ignora la herencia ética, espiritual y religiosa de su historia,
comete un crimen contra su cultura, contra esa mezcla de historia,
patrimonio, arte y tradiciones populares que impregnan tan
profundamente nuestra manera de vivir y de pensar…”
-----------------------------------------------En cuanto a España, es conocida suficientemente nuestra
historia que contiene elementos tan representativos de laicismo
radical como las matanzas de frailes de 1834, las sucesivas
desamortizaciones, sobre todo por la forma en que se llevaron a
cabo, esencialmente contra la Iglesia -- “inmenso latrocinio” las
llamó Menéndez Pelayo—y los repetidos atentados y violencias
contra la Iglesia y los católicos en los siglos XIX y XX.
No me voy a detener en el tremendo trauma que para la
Iglesia fue la sectaria y masónica II República pues, de niño,
presencie la quema de Iglesias y, ya en la guerra, los asesinatos de
clérigos y seglares católicos por el mero hecho de serlo. En la
hecatombe, algunos de cuyos sangrientos episodios presencié
desde muy cerca, perecieron algunos de mis profesores.
La Constitución de 1931, según Alcalá Zamora, que fue su
primer Presidente, “era una incitación a la guerra civil” que,
naturalmente se produjo, y acabó con aquel régimen nefasto y no
solo por la forma en que concluyó con una guerra civil.
Como de costumbre, en España por la ley del péndulo,
desde aquella masónica Constitución, pasamos a la Ley de
Principios del Movimiento Nacional (17 de mayo de 1958),
dentro de las Leyes Fundamentales (léase Constitución) que decía
en su apartado 2º lo siguiente: “La Nación española considera
como timbre de honor el acatamiento de la Ley de Dios, según la
doctrina de la Santa Iglesia, Católica, Apostólica y Romana, única
verdadera y fe inseparable de la conciencia nacional, que inspirará
su legislación”.
Una declaración de tal contundencia no se encuentra –que
yo sepa—en ninguna Constitución. Cuando se promulgó con el
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conjunto de Leyes Fundamentales, ya en 1967, no estaba de
acuerdo con la propia Iglesia católica, que había presenciado
cómo el Pontífice Juan XXIII había convocada e iniciado el II
Concilio Vaticano.
Viniendo a la actualidad señalo que, según el ilustre
Catedrático Sr. Ollero Tassara, la actual Constitución española de
1978 diseña claramente un Estado laico, pues el artículo 16,3 de
la misma al decir que “ninguna confesión tendrá carácter estatal”
rompe claramente con la confesionalidad del Estado español, que
era tradicional en todas nuestras Constituciones anteriores –salvo
en la republicana de 1931.
Estamos pues en presencia de un Estado laico pero esa
laicidad, según el mismo profesor es una laicidad positiva en la
que Iglesia y Estado conservan su propia autonomía con respeto
mutuo pero donde los poderes públicos deben cooperar para
conseguir los objetivos que se planteen las confesiones y,
singularmente, la Iglesia católica.
Sin embargo, siempre según el mismo profesor, hay un
enorme número de católicos que han llegado a asimilar la
pintoresca y absurda posición de que no deben actuar en el ámbito
público con arreglo a sus convicciones morales y éticas.
Hasta aquí el profesor, pero para confirmar su aserto
recuerdo que la actual Delegada del Gobierno en Madrid, pidió
en un Congreso, Simposio, Asamblea, Reunión o no sé qué de su
partido, que se eliminase de sus estatutos la alusión al
“humanismo cristiano”, por ser cuestión, según ella, sólo para la
intimidad de cada afiliado.
Antes de concluir no voy a entrar en la permanente ofensiva
laicista que presenciamos día a día en todos los aspectos de la
vida política y social y que llega a todas las instituciones públicas,
Fuerzas Armadas incluidas. A este respecto la posición de la
Iglesia es bien conocida, pues basta repasar los documentos
conciliares.
Mas, para recordar la enseñanza de nuestro actual Pontífice
Benedicto XVI, voy a concluir con citas del discurso que
pronunció ante el Parlamento inglés en el Palacio de Westminster
el 17 de septiembre de 2010.
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Dijo así el Papa:
“….el papel de la religión…. consiste más bien en ayudar a
purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento
de valores morales objetivos. Este papel….…no siempre ha sido
bienvenido, en parte debido a expresiones deformadas de la
religión, tales como el sectarismo y el fundamentalismo.
A su vez, dichas distorsiones de la religión surgen cuando se
presta una atención insuficiente al papel purificador y
vertebrador de la razón respecto a la religión…. Sin la ayuda
correctora de la religión, la razón puede ser también presa de
distorsiones, como cuando es manipulada por las ideologías…..”
Hasta aquí, el actual Pontífice pero, déjeseme añadir, que lo
peor, lo tenemos en casa, pues en nuestra vida pública, debido a
un laicismo extenso y extremo, y a la abulia de muchos católicos,
de hecho se ha prescindido de la Religión, pero tampoco se
atiende a la Razón, suplantada, en el menos malo de los casos,
por unas Ideologías superadas hace mucho tiempo.
Muchas gracias.
--Armando Marchante Gil -De la Asociación Española de Militares Escritores
14 DE NOVIEMBRE 2012
LAUS DEO