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DIRECCION DE CAPACITACION CURSO DE CAPACITACIÓN EN CIENCIAS NATURALES PARA NIVEL PRIMARIO REGIÓN 10 AÑO 2014 Curso : Enseñando Astronomía en la Escuela. Uso de Analogías y Recursos TIC Capacitador: Lic. Leonardo Aón Actividades Encuentro N°1 1-Lectura y Análisis de: El mensajero de los astros Cae la noche. La luna brilla sobre el cielo. Un hombre se acomoda para poder observar el disco lunar a través de su telescopio. Poco tiempo después volcará su mirada sobre nuestro satélite natural, en una serie de espléndidos dibujos. El aspecto de la Luna vista por Galileo Galilei hoy nos resulta familiar. Pero los trazos con los que delineó sus dibujos mostraban un cuerpo plagado de cráteres e irregularidades, muy diferente de como los astrónomos la habían imaginado hasta entonces: lisa y perfecta. En su obra, El mensajero de los astros, publicada en 1610 describe con cierta emoción sus observaciones: Muy hermoso y encantador espectáculo es el contemplar el cuerpo de la Luna....Ciertamente que no posee una superficie lisa y pulida, sino más bien accidentada e irregular y, al igual que la faz de la Tierra, se encuentra colmada de grandes protuberancias, abismos profundos y sinuosidades. La visión aristotélica del universo lo dividía en dos regiones: la supralunar y la sublunar. La región supralunar correspondía a los cielos, inmutables y con sus cuerpos lisos y perfectamente esféricos, moviéndose eternamente en órbitas también esféricas. El mundo de Dios. La región sublunar correspondía al mundo de la Tierra, imperfecto y corruptible. De esta forma el mundo aristotélico-ptolemaico definía un orden jerárquico, donde bajando escalón por escalón, órbita por órbita, nos desplazamos desde la perfección de los cielos al imperfecto mundo de la Tierra. Por lo tanto describir la Luna como una enorme roca marcada por surcos y desniveles, implicaba cuestionar la imagen de este universo en el cual gran parte de la sociedad se veía reflejada, desde la Iglesia y la monarquía hasta llegar al nivel más pobre y débil de los hombres. Las observaciones de Galileo no sólo modificaban la forma de ver los fenómenos astronómicos, también iban a afectar el mundo social que ya no podría justificar las diferencias entre los hombres sosteniendo que eran reflejo del orden de las órbitas de los astros. Consignas para discutir después de la lectura ¿Cuál es la novedad que aporta Galileo Galilei al conocimiento que se tenía hasta 1610 sobre la apariencia de la Luna? Intercambien opiniones sobre cómo se ve la Luna llena desde la Tierra a simple vista, ¿aparece tan “lisa y pulida” como decían? ¿Por qué algo tan obvio para cualquiera de nosotros en la actualidad fue tan discutido en su momento? Actividad N° 2: A continuación lea el texto “Sigamos la historia…”, guiado por las siguientes preguntas ¿Qué relación se puede establecer entre los dichos de Ptolomeo y las observaciones directas que realizamos del cielo a ojo desnudo? Relacionen estas observaciones con las frases citadas en el lenguaje cotidiano. ¿Por qué planteamos que la “observación” es cultural? Seguimos la historia… SUPRALUNAR En aquel mismo libro, Galileo describe según sus palabras, cuatro nuevos planetas. Conocidos hoy como los más grandes satélites de Júpiter, forman parte de las primeras observaciones de astros girando en torno a otros astros, que cuestionaban la validez del modelo ptolemaico del universo. Claudio Ptolomeo fue un brillante astrónomo del mundo greco romano. Vivió en la magnífica ciudad de Alejandría en el siglo II d.C. Tomando en consideración las ideas cosmológicas de Aristóteles, según las cuales, el universo estaría formado por una serie de esferas concéntricas cuyo movimiento provoca el desplazamiento de los cuerpos celestes alrededor de una Tierra inmóvil, Ptolomeo propuso un modelo del mundo que le permitía describir y predecir con gran exactitud, la posición de los planetas en el cielo. SUBLUNAR Este modelo del universo, que podríamos llamar con justicia Aristotélico-ptolemaico, se basaba, tal como dijimos, en una Tierra inmóvil con el sol, la luna y los planetas girando a su alrededor en órbitas circulares debido a que se encontraban ligadas a sus correspondientes esferas celestes. La última de esas esferas correspondía a la de las estrellas, llamadas “estrellas fijas” porque aparentaban moverse al unísono, como fijadas a la esfera más lejana y externa. Este universo geocéntrico no sólo estaba de acuerdo con una idea que percibimos a diario: la Tierra está quieta y lo que parece moverse es el cielo. Además describía y predecía el movimiento de los astros que noche a noche, mes tras mes y a lo largo de los años transcurren inalterables por el cielo. Pero este modelo suponía algo más... Estos diagramas ilustran los modelos geométricos que explicaban as trayectorias aparentes, que se observan desde la Tierra, de los planetas que se conocían en la antigüedad y del Sol. EPICICLOS Actividad N° 3: Seguimos con la lectura y análisis: Las revoluciones de las órbitas celestes. Las observaciones de Galileo sobre la Luna y los satélites de Júpiter fueron precedidas en 1543 por la publicación de un extenso libro llamado Sobre las revoluciones de las órbitas celestes del canónigo Nicolás Copérnico. En dicha obra, donde revoluciones se refiere al movimiento circular de los cuerpos celestes, Copérnico planteó un modelo heliocéntrico del universo, lo que significa que el Sol es el centro alrededor del cual giran los planetas y las estrellas. La Tierra ya no ocupaba un lugar especial, sino que giraba en torno al sol como los demás planetas. Galileo adhirió a las ideas de Copérnico y sus trabajos parecían confirmar la razón del canónigo polaco. En primera instancia, porque las características de la luna desmentían la división entre un mundo supralunar perfecto y un mundo terrestre sublunar que no lo era. En segunda instancia, porque el descubrimiento de los satélites jovianos mostraban que no todos los cuerpos celestes giraban en torno a la Tierra, e incluso ponía en tela de juicio la existencia de esferas cristalinas a las que se aferraban los planetas y estrellas, debido a que de existir, serían atravesadas por los satélites observados. Pero en 1616, la Iglesia colocó al libro de Copérnico en el índice de obras prohibidas. A pesar del apoyo experimental que mostraba la falsedad del modelo geocéntrico, aunque aún fuese una herramienta útil para calcular el movimiento de los planetas, Galileo Galilei fue juzgado y condenado por la Inquisición por sostener la veracidad del modelo heliocéntrico. Pero pese a la condena, el mundo europeo de aquella época no podía eludir el significado de la nueva astronomía que obligaba a considerar falsa la idea de una Tierra inmóvil. Galileo había mostrado una forma de decidir acerca de la veracidad o falsedad de las ideas sobre los fenómenos naturales. Las explicaciones sobre los hechos de la naturaleza deben ser convalidados por la experimentación y la observación. Esto es lo que intentó Johannes Kepler, un astrónomo contemporáneo de Galileo. ANEXO 1 Modelos mentales y ciencia escolar ¿Qué sucede en las mentes de nuestros alumnos cuando estamos explicando un tema de ciencias naturales? ¿Por qué algunos de ellos nos siguen los razonamientos como si estuvieran leyendo nuestra mente y otros se quedan mirando como si habláramos en arameo? ¿Cómo se le ocurrió a ese alumno que nunca participa, aquella pregunta que me descolocó? ¿Por qué un experimento sencillo puede despertar en los chicos un sin fin de cuestionamientos? En este documento, no se pretende responder a todas esas preguntas, no porque no queramos hacerlo, sino porque pertenecen a un campo del conocimiento que comprende la psicología cognitiva y no es nuestra intención entrar en estas discusiones. No obstante, son preguntas que nos hacemos los docentes a diario y, a partir de las cuales, creamos esquemas que guían nuestra propia práctica. Tanto la pedagogía como la didáctica elaboran teorías que intentan explicar y dar cuentas de cómo aprenden las personas y como debemos enseñar los docentes para que nuestras clases sean más efectivas. Uno de esos postulados, es el de la construcción de modelos mentales. Según Antonio de Pro Bueno (2003), podemos decir que un modelo es una herramienta creada por la mente humana que ayuda al que lo usa, en la comprensión de los hechos y de las situaciones, en las interpretaciones de las mismas, en la realización de predicciones y conjeturas, en sus argumentaciones y demostraciones o en la comunicación de lo que piensa. Todos, cuando intentamos apropiarnos de una idea o conocimiento nuevo, llevamos a cabo mentalmente una serie de procedimientos que intentan generar una imagen mental (en sentido amplio) de aquello que queremos comprender. Además, esta representación mental, debe estar de acuerdo con nuestras creencias e interpretaciones del mundo que conocemos, y con ellas creamos ideas que están de acuerdo con nuestros esquemas interpretativos del mundo. Nuestros alumnos no son una excepción. Ellos también van construyendo mentalmente modelos interpretativos de los escenarios que vamos presentándoles con cada tema que llevamos a las aulas. De acuerdo con varios autores, los alumnos no aprenden los conceptos "sueltos" sino conformando conjuntos que tienen sentido para ellos, es decir, construyendo modelos mentales sobre los fenómenos que les mostramos en cada experiencia cuando intentamos introducirlos en el aprendizaje de las ciencias naturales. Desde esta perspectiva, los modelos serán muy simples (tendientes a lo descriptivo) en las primeras aproximaciones al conocimiento científico para ir siendo suplantados por modelos más complejos que den cuenta del funcionamiento y causas del fenómeno natural estudiado, de acuerdo al desarrollo cognitivo que los alumnos vayan experimentando. Por ejemplo, es clásica ya en las aulas de ciencias naturales, la experiencia de flotabilidad dándole diferentes formas a una bolita de plastilina. Las primeras aproximaciones al fenómeno de flotabilidad suelen construirse a partir de interpretar que lo más liviano flota sobre lo más pesado. Ver un trozo de telgopor o un corcho que flota en el agua son experiencias cotidianas que generan un modelo mental de flotabilidad de los cuerpos. La experiencia introducida en el aula de ciencias naturales, permitiría modificar o ampliar este modelo teniendo en cuenta que la forma de objeto es una variable importante en el fenómeno observado y, cuestionando a la vez, la validez del modelo anterior. Esta simple experiencia no da cuenta del principio de flotabilidad de los cuerpos en su totalidad, pero es una buena aproximación en la EP para la construcción de conocimientos de ciencia escolar en los primeros años de formación. Las actividades que presentamos en esta instancia de capacitación, fueron seleccionadas de acuerdo a la posibilidad de generar en los alumnos preguntas que permitan seguir observando, experimentando, prediciendo y enunciando generalizaciones. Estas capacidades están estrechamente ligadas a los modelos de los fenómenos naturales que los alumnos vayan construyendo en las clases de ciencias naturales, y la vez, constituyen un núcleo importante de lo que se dio en llamar ciencia escolar. Favorecer este tipo de situaciones de aprendizaje, no sólo hace de nuestras clases de ciencias naturales en la aulas, un momento de construcción real de conocimientos sino que motivan a tomar conciencia que podemos conocer el mundo con nuestras propias herramientas mentales. ANEXO 2 Las armonías de los mundos Para la misma época en que Galileo Galilei experimentaba con su telescopio, Johannes Kepler, nacido en Alemania en 1571, se dirigía al encuentro de Tycho Brahe, uno de los más importantes astrónomos de aquellos tiempos, por la precisión de las observaciones astronómicas a simple vista consignadas en tablas denominadas ticónicas en su honor. Kepler, hombre profundamente místico, supuso que Dios había creado el universo tomando como base algunas ideas matemáticas fundamentales. Ideó un modelo del cosmos que se apoyaba en las ideas heliocéntricas de Copérnico. En este modelo que Kepler llamó el Misterio Cósmico, los planetas se movían en órbitas circulares alrededor del sol Kepler en su afán por corroborar que el Misterio Cósmico, era una representación real del universo, solicitó a Brahe sus datos sobre los movimientos planetarios. Poco después de la muerte de Tycho Brahe y siguiendo sus instrucciones, Kepler se concentró en el estudio del movimiento de Marte. Cálculo tras cálculo, el astrónomo y el místico que convivían en Kepler, no sólo debieron aceptar que el Misterio Cósmico no representaba realmente al cosmos. Para ajustar una descripción de las órbitas planetarias a los datos obtenidos por Tycho Brahe, Kepler propuso que los planetas no se mueven describiendo círculos sino elipses. Tiempo después Kepler escribió otro libro, Las armonías de los mundos, en el cual definía su imagen del universo y completaba el enunciado de sus tres leyes del movimiento de los planetas en sus giros en torno al sol. En 1642 moría en Italia Galileo Galilei y nacía en Inglaterra Isaac Newton, quien con su modelo de la gravitación universal no sólo le dio cohesión a un sistema del universo de carácter heliocéntrico sino que, además, aportó importantes herramientas matemáticas para el cálculo, que tiempo después ayudaría al descubrimiento de nuevos planetas en lo que hoy llamamos el Sistema Solar. Un nuevo lugar En la época que va desde fines del siglo XVI hasta el siglo XVIII ocurrieron importantes cambios sociales y políticos. Fue en ese período donde la imagen del universo cambió. Apoyados en la idea de que el hombre puede conocer el mundo a través de la razón y la experimentación, pensadores tan diferentes, como Copérnico, Galileo, Kepler y Newton demostraron que la Tierra no era el centro del universo, y este nuevo lugar para nuestro planeta significó también un nuevo lugar para los seres humanos. Lugar que nos llevaría a investigar acerca de nuestros orígenes. Actualmente, si bien consideramos el Sistema Solar desde una perspectiva heliocéntrica modificada: con el sol ocupando un lugar cercano al centro geométrico; de ningún modo se considera que ese centro sea el del universo. Nuestro universo carece de puntos privilegiados. Seis planetas, cuatro satélites naturales, y una miríada de estrellas todos girando en torno al sol, fue el legado de la astronomía desarrollada antes de la construcción de los grandes telescopios modernos. Pero el mundo moderno era una sociedad de inventores y personas que creían en la fuerza del conocimiento como forma de mejorar la condición humana. El espacio estaba allí, esperando que mentes inquietas se animaran a dar respuesta a los grandes interrogantes: ¿Cómo se originó el universo? ¿Cuál es su extensión? ¿Qué hay más allá de las estrellas que podemos ver a simple vista? ¿Habrá más planetas que aún no conocemos? William Herschel con sus extraños telescopios extendió las fronteras del universo conocido al ofrecernos algunas respuestas a los interrogantes planteados. Hacia 1871 descubrió un nuevo planeta, Urano. La órbita de este nuevo habitante del cosmos era difícil de explicar en función de las ideas propuestas por Newton. ¿Acaso significaba esto que había que desechar una teoría que había mostrado su eficacia en la explicación del movimiento de los astros? Generalmente una teoría no se abandona porque algunos hechos no encajen según lo esperado. Los investigadores tratan de defender sus ideas agregando nuevos argumentos en las fundamentaciones de sus teorías. De esta forma se postuló la idea de que la órbita de Urano podía ser explicada desde la teoría gravitacional de Newton si existía otro planeta que perturbase dicha órbita. Urbain J. J. Leverrier (1811-1877) calculó la órbita de ese nuevo planeta que posteriormente pudo ser observado en 1846 por Johann Galle y que recibió el nombre de Neptuno. El universo conocido se expandía. Y lo haría aún más a partir de las observaciones del propio Herschel quien catalogó una gran cantidad de nebulosas, definidas actualmente como galaxias. En idéntica línea de pensamiento que Leverrier, en 1905 Percival Lowell predijo la existencia de otro planeta más allá de la órbita de Neptuno. Finalmente en 1930 Clyde Tombaugh descubrirá Plutón, el noveno planeta de nuestro Sistema Solar, de naturaleza y órbita muy particulares.