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LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA, 2º BAC 18
SELECTIVIDAD
LA POESÍA DE A. MACHADO Y DE J. R. JIMÉNEZ.
Antonio Machado (Sevilla, 1875-Coillure, Francia, 1939) es uno de los autores más relevantes de nuestra literatura. Su personal trayectoria evoluciona desde una primera poesía de
influencia modernista hacia una expresión centrada en la reflexión filosófica. En sus inicios, Machado busca respuestas en el análisis del yo y, posteriormente, abre sus versos a la
atención de los otros y del mundo exterior. En su última etapa, se aprecia un nuevo cambio que ya no afecta al objeto observado, sino a la propia voz poética: Machado crea escritores que cantan por sí mismos y observa la realidad a través de la mirada de otros.
Para Machado «la poesía es la palabra esencial en el tiempo»; es decir, mediante el lenguaje poético se capta lo propio de las cosas en su devenir. Así, la esencia del ser humano
se encuentra, precisamente, en su conciencia temporal. Los sentimientos que el poeta refleja (la angustia, la soledad, la melancolía) son consustanciales al ser humano, que se pregunta por su destino y el sentido de su existencia que transcurre. Su poesía refleja, por lo
tanto, lo que el poeta denominó universales del sentimiento, que son las grandes emociones
que afectan al alma en su contacto con el mundo. Esos universales se refieren a tres grandes temas: el tiempo, la muerte y Dios. El Dios que aparece en la obra de Machado es a
menudo un sueño, un deseo que, no obstante, no se hace presente de forma clara.
A través de una conjunción entre lo narrativo, lo descriptivo y lo reflexivo, su obra
comprende tres etapas que se corresponden con obras emblemáticas:
1) La primera, representada por Soledades (1903), reelaborada en 1907 con el título de Soledades, galerías y otros poemas (suprime algunas composiciones y añade otras). En esta
obra combina los motivos modernistas con un tono melancólico y una reflexión sobre
cuestiones existenciales. El Modernismo de la obra se aprecia en la particular tendencia
simbolista de Antonio Machado: la fuente, las galerías, la sala familiar, el camino, el espejo, las ventanas, el río o la noria son algunas de esas realidades que, en ocasiones, cobran una dimensión simbólica en las páginas del libro. El paisaje se presenta a menudo
fusionado con los estados del alma del poeta. De este modo, no es necesariamente real,
sino que con frecuencia está evocado para expresar y representar los sentimientos, para
profundizar en el yo del poeta.
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.
Di, ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes hasta mí,
manantial de nuestra vida
de donde nunca bebí?
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;
y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas,
blanca cera y dulce miel.
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.
2) La segunda, representada por Campos de Castilla (1912) es su obra más celebrada, pues
supone la integración de Machado en la generación del 98, especialmente por tratar te-
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mas como el paisaje castellano y la decadencia española, sin abandonar la reflexión filosófica. El paisaje que ahora evoca ya no es simbólico, sino que es una ambientación
real. Soria, ciudad en la que vivió algunos años y que abandonó tras la muerte de su esposa, Leonor, es el centro de muchos poemas. En ellos se percibe el desaliento al recordar desde Andalucía los tiempos pasados junto a ella en Soria. Estos poemas enlazan
con la línea intimista y subjetiva de su etapa anterior. En ellos se debate con frecuencia
entre la esperanza de volver a encontrarse con ella y la desesperanza absoluta ante la
muerte.
Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.
Dice la esperanza: un día
la verás, si bien esperas.
Dice la desesperanza:
sólo tu amargura es ella.
Late, corazón... No todo
se lo ha tragado la tierra.
En la obra también se encuentra reflejada su preocupación por España: denuncia de
forma directa algunos de los vicios que observa en algunas tierras de España y que explican el atraso de la sociedad. Su descripción de Castilla no es sólo idílica; en ella aparece el hombre malo, la envidia, el contraste entre el pasado y el presente decrépito. Un
ejemplo de ello es el poema «La tierra de Alvargonzález», extenso ciclo de romances en
los que narra la historia de un campesino al que sus hijos asesinan y arrojan al fondo de
la Laguna Negra, en Soria, para quedarse con su tierra.
Feliz vivió Alvargonzález
en el amor de su tierra.
Naciéronle tres varones,
que en el campo son riqueza,
y, ya crecidos, los puso,
uno a cultivar la huerta,
otro a cuidar los merinos,
y dio el menor a la Iglesia […].
Tiene el padre entre las cejas
un ceño que le aborrasca
el rostro, un tachón sombrío
como la huella de un hacha.
Soñando está con sus hijos,
que sus hijos lo apuñalan;
y cuando despierta mira
que es cierto lo que soñaba.
3) La tercera etapa está representada por Nuevas canciones (1924), conjunto de cancioncillas de inspiración popular y Proverbios y cantares, conjunto de composiciones en las
que el poeta expresa alguna reflexión filosófica, frecuentemente en forma de paradoja:
El ojo que ves no es
ojo porque tú lo veas;
es ojo porque te ve.
Ayer soñé que veía
a Dios y que a Dios hablaba;
y soñé que Dios me oía...
Después soñé que soñaba.
Nuestras horas son minutos
cuando esperamos saber,
y siglos cuando sabemos
lo que se puede aprender
Todo pasa y todo queda;
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre la mar.
Junto a estas obras deben señalarse sus últimos poemas, entre los que cabe destacar las
composiciones escritas por poetas apócrifos (Abel Martín y Juan de Mairena) o las «Canciones a Guiomar», en las que expresa su amor tardío por Pilar Valderrama. Asimismo,
Machado escribe poesía durante la Guerra Civil en la que apoya la causa republicana. De
este período destaca, especialmente, la composición dedicada a la muerte de García Lorca:
El crimen fue en Granada.
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Juan Ramón Jiménez (Moguer, Huelva, 1881-Puerto Rico, 1958) fue un autor con una trayectoria literaria muy personal. Tras la superación del Modernismo de su etapa inicial,
abrió con la poesía pura nuevos caminos que servirían de guía a los poetas posteriores.
También se le encuadra dentro de la llamada “Generación del 14”, cuya poesía refleja las
preocupaciones del Novecentismo, que busca un arte que contenga el sentimiento y que
se exprese con un lenguaje depurado.
J. R. Jiménez distingue tres etapas en su poesía: sensitiva, intelectual y verdadera.
a) Etapa sensitiva (1898-1915). Los libros de su primera época, entre ellos Arias tristes
(1903), Elejías puras (1909) y La soledad sonora (1911), están influidos por Gustavo Adolfo Bécquer, Rubén Darío y el poeta francés Paul Verlaine. En esta etapa el autor manifiesta un Modernismo simbolista e intimista; la poesía de estos años es sensorial y melancólica, como podemos observar en este poema:
Pájaro errante y lírico, que en esta floreciente
soledad de domingo, vagas por mis jardines,
del árbol a la yerba, de la yerba a la fuente
llena de hojas de oro y caídos jazmines...
¿qué es lo que tu voz débil dice al sol de la tarde
que sueña dulcemente en la cristalería?
¿eres, como yo, triste, solitario y cobarde,
hermano del silencio y de la melancolía?
¿Tienes una ilusión que cantar al olvido?
¿una nostaljia eterna que mandar al ocaso?
¿un corazón sin nadie, tembloroso, vestido
de hojas secas, de oro, de jazmín y de raso?.
b) Etapa intelectual (1916-1936). En 1917, Juan Ramón publica Diario de un poeta recién
casado, especie de diario personal con el que se desprende de lo que él llamó los «ropajes» del Modernismo. Muestra ahora una poesía intelectualizada que define como
«desnuda», es decir, sin adornos innecesarios8. A partir de esta obra, la poesía se convierte para Juan Ramón en un medio para acceder al conocimiento de las cosas y de su
propio mundo interior y para lograr la eternidad. Así lo expresa en Eternidades (1918):
¡Intelijencia, dame
el nombre exacto de las cosas!
... Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los que ya las olvidan, a las cosas;
que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas…
¡Intelijencia, dame
el nombre exacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!
8 La poesía pura consiste en la búsqueda de la palabra exacta, en la eliminación de lo accesorio. La belleza no reside en la ornamentación de las cosas, sino en la cosa misma. A través de la precisión de la palabra, la poesía aspira a transmitir las más complejas realidades
del alma. De este modo, la expresión de Juan Ramón exige un gran esfuerzo intelectual para ser interpretada. El propio autor renuncia a
llegar a todos; dedica su obra «a la minoría, siempre». Esta forma de concebir la poesía es asimilada por algunos de los poetas del 27.
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Otros libros que pueden incluirse en esta etapa son: Piedra y cielo (1919), Poesía (1923) o
Belleza (1923). En el Diario, escrito tras su boda con Zenobia Camprubí y durante su
viaje por América, Juan Ramón incluye prosas poéticas y otra serie de innovaciones
que manifiestan las estrechas relaciones entre el Novecentismo y la vanguardia: frases
en inglés, verso libre, ironía, etc.
c)
Etapa suficiente o verdadera (1937-1958). Comprende la obra escrita en su exilio de
Puerto Rico. En la línea que se inició en la etapa anterior, Juan Ramón muestra su plenitud espiritual y estética en obras como En el otro costado y Dios deseado y deseante. En
estas obras aparece la presencia de un dios que se identifica con la naturaleza, con la
belleza o con el propio poeta.
Estoy pasando la cuerda,
cuerda que Tú me has tendido,
Dios mío, mi dios, ¡Dios mío!
¡Dios mío, no soples, Dios!
Siento la inminencia del dios Dios,
del Dios con mayúscula,
-el que nos enseñaron cuando niños
y no aprendimos-.
¡Dios se me cierne en apretura de aire!
¡Se me está viniendo Dios
en inminencia de alma!
¡Se me está acercando Dios
en inminencia de amor!
¡Se me está llegando Dios
en inminencia de Dios!
Juan Ramón consideró siempre su obra como un corpus vivo, en constante evolución.
Su afán de perfección le llevaba a revisar y reescribir continuamente sus libros. En su estilo
destaca la musicalidad y el ritmo, una cualidad que cuidaba incluso en el verso libre y en
la prosa poética. Las metáforas, las imágenes y la sinestesia ocupan un lugar importante en
su poesía.
La obra de Juan Ramón es fundamental por sí misma, y constituye un elemento clave
para entender la evolución de la literatura en estos años, especialmente la poesía del 27.
ACTIVIDAD: Realiza un comentario literario del siguiente poema (contextualización, presentación del
tema, análisis del mismo –comentar aspectos de contenido y estilo al mismo tiempo– y conclusión).
Vino primero pura,
vestida de inocencia.
Y la amé como un niño.
Luego se fue vistiendo
de no sé qué ropajes.
Y la fui odiando, sin saberlo.
Llegó a ser una reina
fastuosa de tesoros...
¡Qué iracundia de yel y sin sentido!
… Más se fue desnudando.
Y yo le sonreía.
Se quedó con la túnica
de su inocencia antigua.
Creí de nuevo en ella.
Y se quitó la túnica,
y apareció desnuda toda…
¡Oh pasión de mi vida, poesía
desnuda, mía para siempre!