Download SUDESTE ASIÁTICO, RUSIA Y AMÉRICA LATINA

Document related concepts

Crisis financiera asiática wikipedia , lookup

Crisis financiera rusa de 1998 wikipedia , lookup

Crisis económica de México de 1994 wikipedia , lookup

Crisis financiera wikipedia , lookup

Sistema monetario internacional wikipedia , lookup

Transcript
SUDESTE ASIÁTICO, RUSIA Y AMÉRICA LATINA:
EL FANTASMA DE LA CRISIS DE GLOBALIZACION
Hugo Fazio Vengoa *
Hace 150 años Carlos Marx afirmaba en
el Manifiesto comunista que "Un fantasma
recorre Europa, es el fantasma del comunismo". Difícilmente se puede sostener
que esa amenaza tenga vigencia hoy en
día. La caída del muro de Berlín, la desintegración de la Unión Soviética y la
reorientación de China y Cuba hacia sistemas que conjugan elementos planificadores con capitalismo son una clara
demostración de que el comunismo
constituyó una fase en el desarrollo del
siglo xx que, como lo señalara Erick
Hobsbawm1 , culminó prematuramente:
en 1989.
Pero ese aforismo puede resultar muy
pertinente para denotar el sentimiento
generalizado que se ha apoderado del
mundo 150 años después que Marx escribiera su célebre libro: "Un fantasma
recorre el mundo, es el fantasma de la
crisis de globalización". Este año que ya
se aproxima a su fin ha sido tan convulsionado desde el punto de vista económico
que no han faltado voces que comparan
la situación actual con la experimentada
por el mundo en ese fatídico año de 1929.
Un reciente informe del Fondo Monetario Internacional publicado en el Financial Times del pasado 17 de septiembre anunció que el crecimiento mundial
para 1998 será del 2%, menor a las previsiones anunciadas en mayo (3,1%) y la
mitad de lo que el mismo organismo
preveía en 1997:4,25% y que los oasis de
prosperidad (Estados Unidos y Europa)
ya estaban comenzando a manifestar
los primeros síntomas de desgaste, sobre todo en la industria manufacturera
y en los intercambios con las regiones más
azotadas por la crisis. Incluso en zonas
aparentemente tan distantes del epicentro de esta crisis y tan poco "globalizadas" como el África Subsahariana, se estima que la situación mundial ha hecho
revisar a la baja la tasa proyectada de
crecimiento real y se ha elevado en unos
dos puntos el déficit de cuenta corriente
(6% del PiB)2. Además de la incertidumbre que depara la fragilidad de varias de
las economías del Sudeste Asiático, del
comportamiento ulterior que tengan
cuatro regiones y países depende la evolución en un futuro cercano de la econo-
*
Profesor del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional
de Colombia y del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes.
1
Erick Hobsbawm, Historia del Siglo xx, Barcelona, Crítica, 1997.
2
"Efectos de la crisis de Asia en otras regiones", en Finanzas y Desarrollo, Washington, septiembre de
1998, p. 14.
6 • Colombia Internacional 43
mía mundial: la crisis financiera japonesa, las incertidumbres que depara el
futuro de Rusia, la estrategia monetaria
de China y la inestabilidad de América
Latina3.
Independientemente de si los acontecimientos actuales son más intensos que
los de la "Gran Depresión", lo que resulta evidente es que una vez que queden
atrás los efectos de esta gran crisis, el panorama mundial con seguridad va a ser
diferente al que hemos conocido en los
ocho primeros años de la década de los
noventa.
Dos tipos de escenarios se pueden
prever: el primero es que la crisis económica asiática y sus efectos en otras latitudes, a lo que cabría sumar las políticas
restrictivas aplicadas en el Viejo Continente para dar nacimiento al euro4, pueden significar "la segunda caída del muro
de Berlín", como decía uno de los arquitectos del modelo económico chileno,
Jorge Pinera5, inmediatamente después
del estallido financiero en el Asia Pacífico. Es decir, como resultado de la crisis
puede ocurrir que los países en problemas practiquen políticas de liberalización,
desregulación y privatización, lo que se
traduciría en un ulterior fortalecimiento
y universalización del modelo liberal de
corte anglosajón.
El otro escenario viene sugerido por
los recientes cambios electorales en Europa, que pueden interpretarse como
una reacción ciudadana en contra de los
desequilibrios sociales que han generado
las políticas macroeconómicas y financieras inducidas por los órganos comunitarios de la Unión Europea. En ese sentido,
una reacción socialdemócrata constituye un llamado de atención de que el
mercado no conduce a ningún mundo
ideal y que se requiere conservar la autoridad y el poder de los órganos de regulación. De otra parte, seguramente se
fortalecerá la sensibilidad en torno a que
los modelos económicos deben ser socialmente justos. Todo ello puede redundar
en un debilitamiento de las tendencias
que comúnmente se asocian con la globalización y en un fortalecimiento de modelos de desarrollo que, sin renegar del
mercado y de la interdependencia, se alejen del fundamentalismo esencialista.
Difícil es por el momento decir cuál
de estos dos probables esquemas triunfará o si se optará por un modelo híbrido
que conjugue indistintamente elementos
de ambos o si se profundizará la división
del mundo en divergentes modelos de
acumulación y desarrollo. Lo único que
por el momento podemos hacer es tratar
de comprender la profundidad de esta
crisis así como los factores que la han detonado para distinguir algunos elementos que nos permitan entender la trayectoria que, probablemente, seguirá el
mundo en su conjunto en los años venideros.
3
Le Monde, 18 de septiembre de 1998.
4
Véase Hugo Fazio V, "La batalla del euro ha comenzado", en Análisis Político No. 33, enero-abril de
1998.
5
Le Monde, 12 de julio de 1997.
Sudeste Asiático, Rusia y América Latina
Con esta preocupación en mente, dividiremos el trabajo de la siguiente manera: en un primer momento, realizaremos una breve comparación de la crisis
del Sudeste Asiático con situaciones similares que se presentaron en Europa en
los años 1992 y 1993 y en México y América Latina a finales de 1994 e inicios de
1995. Este proceder nos permitirá distinguir la especificidad de la crisis asiática.
En segundo lugar, veremos cómo esta crisis de alcance global ha afectado a Rusia
y a nuestro continente y, por último, a
manera de conclusión, intentaremos extraer algunas conclusiones útiles para
los países latinoamericanos.
UNA MIRADA A LA DINÁMICA DE
LAS CRISIS DE 1992 Y 1994
Desde inicios de la década de los años
noventa tres grandes crisis han sacudido
al mundo. La primera tuvo lugar en Europa poco después de aprobado el Tratado de Maastricht. Esta crisis financiera
atacó al Sistema Monetario Europeo, SME,
y en ese entonces pareció poner en entredicho la posibilidad de seguir avanzando en el proceso de integración monetaria que debía conducir a la creación
de la moneda única.
El factor detonante fue la reunificación alemana. El Bundesbank se había
comprometido con una política monetaria restrictiva para combatir el recalentamiento y la inflación producidas por
los gastos de la reunificación de las dos
Alemanias. El aumento de las tasas de
interés y la mejor remuneración del mercado financiero alemán atrajeron los capitales internacionales. Esto repercutió
en los restantes países europeos, los cua-
les mantenían artificialmente la paridad
de sus monedas para conservar bajos los
costos de importación y contener la inflación sin tener que llegar a situaciones
extremas en materia de salarios y gasto
social.
El desencadenamiento de la crisis se
inició en septiembre de 1992 con el desenganche de la markka finlandesa del
ecu y la caída de las monedas más débiles de la Comunidad Europea: la lira italiana y la libra esterlina. La especulación
se abalanzó sobre ellas y en pocos días
se depreciaron entre un 20% y un 30%.
El franco francés pudo capear el temporal porque dispuso de 160 mil millones
de francos en divisas y contó con el apoyo incondicional del Banco Central germano para mantener la estabilidad de la
moneda.
No obstante la concertación de los bancos centrales, la especulación prosiguió
su curso. Las divergencias de la clase política francesa en torno a la pertinencia
de mantener el franco fuerte y la decisión de los directivos del Bundesbank de
no rebajar las tasas de interés hicieron
explotar el SME. Los ministros de finanzas
de los Doce decidieron, el lo. de agosto
de 1993, aumentar el margen de fluctuación de las monedas comunitarias que
participaban en el mecanismo de intercambio del sistema a un 15% en lugar del
2,25% anterior. La ampliación de la banda
de oscilación se tradujo de hecho en que,
a partir de ese momento, cada país miembro podía practicar una política monetaria
casi completamente autónoma. Ello significaba que no sólo cada gobierno disponía
de un mayor grado de independencia para
valorizar su moneda, sino además para
definir una política económica mucho
Colombia Internacional 43
más autónoma frente a las directrices comunitarias. No fue gratuito que Jacques
Delors calificara esa decisión "como la peor
para Europa"6.
Esta crisis del sistema monetario europeo fue un fiel testimonio de las dificultades que enfrentaban los países comunitarios para realizar la convergencia
hacia la unión económica y monetaria.
La caída de la mayoría de las monedas
entrañó para esos países un aumento en
el costo de las importaciones, lo cual estimuló un crecimiento de las tendencias
inflacionarias. Algunos beneficios, como
las que obtuvieron España, Italia, Suecia y el Reino Unido, como resultado del
desenganche de sus monedas del Sistema
Monetario Europeo, lo que les permitió aumentar sensiblemente sus exportaciones,
al cabo de poco tiempo tuvieron que comenzar a ser abandonados. En condiciones de tránsito hacia la moneda única, el
único mecanismo de control inflacionario real de que se disponía en ese momento consistía en la adopción de políticas
de reducción salarial y de disminución
del gasto social, imposibles de generalizar en momentos en que las huelgas y el
descontento social se hacían sentir con
gran fuerza en Francia, Alemania, España, Italia y Bélgica.
No obstante esta crisis, ya desde los
años ochenta, el avance hacia la unión
monetaria había recibido un sólido estímulo que se fortaleció con la liberalización del movimiento del capital entre los
Estados miembros. A no ser en situaciones particulares como las de 1992, aquellos países que tenían monedas débiles
6 Le Monde, 3 de agosto de 1993.
ya no podían impedir la fuga de capitales a través de la manipulación de las tasas de cambio y de interés. Tuvieron finalmente que enganchar sus monedas
al marco. De ahí a la moneda única no
había más que un paso.
La crisis financiera europea si bien
afectó a algunas de las grandes economías del planeta, no desbordó los marcos regionales y no derivó, por ende, en
una crisis de dimensión mundial. Con el
tiempo, este remezón financiero contribuyó para que la clase política de los países miembros de la Unión Europea tomara mayor consciencia de la necesidad
de crear una moneda única que impidiera que el país más poderoso utilizara
las tasas de interés en beneficio propio y
que los otros, los más débiles, dejaran de
practicar devaluaciones competitivas
que de modo recurrente paralizaban los
esfuerzos de concertación de las políticas monetarias y financieras.
La segunda crisis se presentó en diciembre de 1994 y tuvo como epicentro
a México, país que registraba graves desequilibrios macroeconómicos en condiciones en que se aplicaba una política
monetaria expansiva, a lo que se sumó
una serie de hechos políticos y sociales
que comprometían la estabilidad del régimen. El lo. de enero de 1994, el preciso
día en que entraba en vigencia el acuerdo suscrito por México con Estados Unidos y Canadá para crear una zona de libre comercio en América del Norte (el
NAFTA), el Ejército Zapatista de Liberación Nacional desencadenó una insurrección en el sureño estado de Chiapas.
Sudeste Asiático, Rusia y América Latina
Los objetivos del movimiento eran la
realización de elecciones sin fraude,
acabar con la corrupción, protestar contra la entrada en vigor del tratado de
libre comercio de América del Norte y
exigir la repartición de tierras.
Este levantamiento armado no fue, sin
embargo, un hecho aislado. El 23 de marzo de ese año, en Tijuana, al finalizar una
reunión electoral, fue asesinado el candidato del PRI a la Presidencia, Luis Donaldo Colosio. Este hecho golpeó duramente la opinión pública y tuvo directas
repercusiones en las finanzas mexicanas,
lo que llevó al Departamento del Tesoro
y a la Reserva Federal a otorgar una línea de crédito de US$ 6.000 millones para
sostener el peso mexicano y menoscabar
las inquietudes del mercado financiero.
La ola de violencia siguió su escalada.
El 28 de septiembre fue asesinado José
Francisco Ruiz Massieu, Secretario General del PRI, uno de los principales
ideólogos del partido gobernante y actor
fundamental en el proceso de modernización y democratización del mismo.
Un informe del Banco de México cifró el
impacto que tuvieron estos acontecimientos políticos en las reservas mexicanas:
Se estima que el asesinato del candidato
presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio, le costó al país la salida de US$ 10.338
millones. La tensión política en Chiapas
tuvo un impacto en las reservas de US$
1.549 millones. La efervescencia política
que causó el amago de renuncia del ministro de Gobernación del presidente Salinas, jorge Carpizo, provocó también una
fuga de capitales de US$ 2.902 millones y
el asesinato de Francisco Ruiz Massieu
derivó en una pérdida en reservas de
US$ 3.173 millones7.
En este adverso contexto político,
México, el otrora mejor alumno del Fondo Monetario Internacional, en diciembre de 1994, se hundió en una profunda
crisis financiera. El incremento del déficit de la balanza de pagos corrientes que
de US$ 13.900 millones en 1991 aumentó
a los US$ 28.900 millones en 1994, debido al enorme desequilibrio de la balanza
comercial que bordeó los US$ 24.000 millones y una estrepitosa disminución de
las reservas internacionales que en un año
se contrajeron de US$ 24.000 millones a
US$ 6.500 millones, en condiciones en
que el endeudamiento externo no dejaba de aumentar, aproximándose a los
US$ 150.000 millones, obligó al recién
electo presidente Ernesto Zedillo, a anunciar la devaluación del peso. Al igual que
ocurriera en Europa años atrás, la especulación se hizo sentir en toda su dimensión, lo que desencadenó la espiral
de la crisis. Sólo gracias al oportuno apoyo del presidente norteamericano y de
la banca multilateral, México pudo beneficiarse de un importante paquete de
ayuda por un monto superior a los US$
40.000 millones.
Pese a que la crisis fue el resultado de
la conjugación de un enrarecido ambiente político, caracterizado por la violencia
política y la movilización social, y el
deterioro de los principales indicadores
macroeconómicos, como producto de la
aplicación de una estrategia de crecimiento fundamentada en la presencia
7 Base de Datos del Cenda, Santiago de Chile, 14 de febrero de 1995.
10
Colombia Internacional 43
masiva de capitales foráneos, eventualidades de orden externo contribuyeron
también a agravar la delicada situación
del país azteca.
Lester Thurow, en su trabajo La crisis
del capitalismo, al respecto, escribió que:
Si uno quiere saber las causas fundamentales de la crisis mexicana será mejor
echar un vistazo a los Estados Unidos.
Debido a las bajas tasas de interés bancario destinadas a combatir la recesión norteamericana de 1990-91, cientos de millones de dólares pasaron de las cuentas de
ahorro norteamericanas a los fondos
mutuales de altos rendimientos. Para pagar más altos rendimientos, los gerentes
de los fondos mutuos tenían que obtener más altas ganancias y con esa finalidad enviaban su dinero a México. Cuando las tasas de interés de Estados Unidos
volvieron a subir, los mismos gerentes
comenzaron a repatriar el dinero. Con el
dinero que salía a montones y manejando un déficit en la cuenta corriente, era
sólo cuestión de tiempo hasta que México
agotara sus reservas de divisas (...). Al tener información interna con respecto a lo
que estaba sucediendo con sus menguantes reservas de divisas, los ciudadanos mexicanos comenzaron una estampida en pos del éxito financiero. Una vez
que los extranjeros se enteraron de lo
que estaba sucediendo, ellos también corrieron tras el éxito8 .
La crisis financiera mexicana no fue,
empero, un fenómeno exclusivamente nacional. Rápidamente se propagó por varios países latinoamericanos (el efecto
tequila). Brasil asistió en pocos meses a
una masiva fuga de capitales y casi se re-
pitió una situación análoga a la azteca
en la República Argentina. La semejanza en el comportamiento de varios indicadores macroeconómicos y financieros
avalaba la pertinencia de esta compara-'
ción. Al igual que en México, en Argentina existía un abultado déficit del comercio exterior (US$ 5.400 millones) y un
deficiente comportamiento de la balanza de pagos. Pero el factor de mayor riesgo era que en el país austral la moneda
nacional también se encontraba enormemente sobrevaluada lo que hada evidente
una radical transformación en tipo de
cambio fijo. En este país el temporal pudo
ser capeado porque existía confianza por
parte del mercado financiero y de la comunidad internacional en las habilidades del ministro Domingo Cavallo, y
porque era evidente que no habría devaluación, por lo menos, hasta después
de las elecciones presidenciales previstas para el 14 de mayo de 1995, en las
que Carlos Menem se presentaba para
su reelección. Por su parte, la devaluación
en el corto plazo era improbable porque
desataría la espiral de la inflación, cuya
contención era el eje central del proyecto
económico argentino.
Estas dos crisis que acabamos de reseñar, e inclusive si llevamos la analogía
a la situación que se vivió en América Latina a inicios de la década de los ochenta, tienen en común el hecho de que se
produjeron en condiciones de desequilibrio macroeconómico y, a veces, también político, y que un factor decisivo resultó ser el comportamiento de las tasas
de interés en Alemania para Europa y
8 Lester Thurow, El futuro del capitalismo, Buenos Aires, Javier Vergara Editor, 1996, p. 242.
Sudeste Asiático, Rusia y América Latina • 11
en los Estados Unidos en lo que respecta
a América Latina. No obstante, el impacto que tuvieron en otros mercados, estas
crisis no desbordaron los marcos regionales y por ello no pueden catalogarse
como crisis mundiales.
LA CRISIS ASIÁTICA: PRIMERA CRISIS DE
GLOBALIZACIÓN
El tercero y más importante remezón
que ha sacudido a la economía
mundial, se inició en julio de 1997 en
el SudesteAsiá-tico y sus efectos
todavía se hacen sentir en regiones y
países tan distantes como América
Latina y Rusia.
Al igual que en los casos
anteriores, en la crisis del Sudeste
Asiático estuvo también presente un
fuerte e inesperado aumento en la
cotización
de
la
divisa
norteamericana. Esta tendencia de
apreciación del dólar se había
iniciado en 1996 y fue esto lo que
llevó a los países del Sudeste
Asiático a verse en la incapacidad
de mantener la paridad con el
dólar en razón del deterioro de su
balanza comercial 9 . En 1997, el
dólar se apreció un 12,1% con
respecto al yen y un 15,3% si se le
compara con el marco.
La crisis comenzó con la
devaluación el 2 de julio de 1997 del
bath tailandés. El factor que
desencadenó la crisis en este país
fue un déficit de cuenta corriente
de 7% del PIB. La devaluación si
bien mejoró la competitividad de las
exportaciones provocó un duro
golpe en los sectores que habían
contraído deu-
9
das en monedas extranjeras y tuvo
un
impresionante
impacto
inflacionario y contractivo. El
bath posteriormente contagió y
arrastró la caída con respecto al dólar
de las monedas de Filipinas, Malasia,
Singapur, Indonesia, Corea y Japón.
En diciembre de 1997, la moneda
indonesia se había devaluado en un
52,5% con respecto a la cotización
que tenía el lo. de julio de ese
mismo año, la tailandesa, un 42%, la
coreana un 48%, la malasia un 33%,
la filipina un 30% y el dólar de
Singapur un 13,5%.
Como lo demuestran estas
experiencias, escasos son los países
que han logrado mantener los tipos
de cambios fijos y, por lo general,
son éstos los más duramente
golpeados por la especulación financiera. Siempre se llega a un
momento determinado en que se
desmoronan como resultado de
desequilibrios que tienen lugar en
el sector externo, por la casi
inevitable acción especulativa o por
el propio accionar de capitales que
buscan protección en una moneda
distinta a la local. Desde 1992,
Finlandia, Noruega, Reino Unido,
Italia, España, Portugal, México, la
República
Checa,
Tailandia,
Indonesia, Malasia, Filipinas, Corea
del Sur y Vietnam debieron
abandonarlos10.
Un primer elemento interesante
de esta crisis es que no sólo los
países del Asia Pacífico que
registraban
desequilibrios
macroeconómicos sufrieron una
caída
de
sus
principales
indicadores. Singapur, con una
economía muy sana,
Francpis Chenai, "La face financiére d'une crise de superproductíon", en Le Monde Diplomatique, Pa
rís, febrero de 1998.
10 Hugo Fazio R., El "tigre" chileno y la crisis de los "dragones" asiáticos, Santiago, Lom Ediciones, 1998, p. 37.
12
Colombia Internacional 43
que disponía de elevadas reservas internacionales (US$ 75.000 millones) y un
significativo superávit en su cuenta corriente también sufrió la depresión de
su moneda (el dólar de Singapur), aun
cuando en una dimensión mucho menor. Una situación parecida se presentó
en Taiwan, país que si bien no fue arrastrado por la vorágine de la crisis, tuvo
que recurrir a la devaluación para sostener la competitividad de sus exportaciones. En tal sentido, la crisis afectó al
conjunto de la región, con efectos muy
dispares en unos y otros casos.
El segundo elemento que se desprende de esta crisis es que sus inmensas
proporciones y el efecto de "contagio"
fue el producto de que todos estos países han concebido modelos de acumulación y crecimiento con base en el desarrollo del sector externo a lo que se suma
el enorme peso que tiene el comercio intrarregional (40,4% del total de exportaciones)11, que agrava en lugar de minimizar el impacto.
Para el conjunto de la región, las colocaciones en el extranjero representan
un porcentaje elevado del PIB: mientras
los países europeos registran un promedio de relación exportaciones/PlB del
22% y Estados Unidos del 13%, los países más afectados por la crisis en Asia alcanzan una participación elevada: Singapur 132%, Malasia 80%, Tailandia
31%, Corea del Sur 27%, Filipinas 25% e
Indonesia 24%. La importancia del sector exportador en estas economías se
convirtió en una agravante de la crisis
en la medida en que todos estos países
son muy vulnerables a los vaivenes del
comercio exterior y también porque,
cuando, con la devaluación quisieron
equilibrar sus cuentas corrientes se enfrentaron a un contexto regional que
exacerbaba la competición por nuevos
mercados en condiciones en que las importaciones tendían a estrecharse.
Sin embargo, lo más importante es
que por sus características así como por
sus dimensiones, la crisis asiática muestra tendencias diferentes a la europea de
1992 y 1993 y a la mexicana de 1994. Si
bien, también en estos países se observaban desequilibrios macroeconómicos
y en algunos agudos problemas políticos, como la Indonesia de Sukharto
donde se produjo un impresionante levantamiento popular contra el dictador,
las circunstancias que desencadenaron
esta crisis obedecen más a una lógica de
funcionamiento de la economía mundial que a factores internos (como en
México) o regionales (como en Europa).
Dicho en otras palabras, la magnitud y
duración de la crisis es imputable a la
globalización de los mercados financieros y de la economía más que a problemas económicos internos.
Varias característica de estos países
convirtieron a esta crisis en un acontecimiento específico: el carácter principalmente privado del endeudamiento exterior, las interconexiones de las economías
dependientes de los mercados externos,
la incapacidad de Japón, debido a sus
propias dificultades para desempeñar
11 John Lipsky, "Crisis de Asia. Una perspectiva de mercado", en Finanzas y Desarrollo, Washington,
junio de 1998.
Sudeste Asiático, Rusia y América Latina • 13
un papel similar al de Estados Unidos
en relación con México en 1994, la entrada de Japón y Corea en la crisis, es decir,
que la crisis afectó por igual a dos de los
países más grandes, países que eran, a
su vez, los principales receptores de las
exportaciones de los Estados más afectados. En 1997, más del 50% de los intercambios de Tailandia, Indonesia, Malasia
y Filipinas y China eran intrarregionales
y de ellos la mitad se realizaba con Japon12.
La crisis asiática es una crisis que puede catalogarse de larga duración porque
se extiende por diferentes países y porque ha conducido a sensibles transformaciones en las estructuras de la propiedad, ha significado el inicio del
desmonte de los concentrados sistemas
patrimoniales de la propiedad y, por último, porque se ha traducido en un punto
importante de inflexión que está acelerando la transnacionalización de estas
economías. No está de más señalar que
en la magnitud de la crisis asiática ha influido igualmente la debilidad de los sistemas financieros y el estrecho vínculo
que guardan con el Estado. La importancia de este vínculo con el Estado radicaba en que el apoyo de éste creaba la
idea en los bancos y en las grandes empresas que no se les dejaría quebrar, aumentando así la cuantía de las operaciones especulativas y riesgosas13.
En dos sentidos esta crisis adquirió
proporciones mundiales. Primero, porque involucró a dos Estados altamente
industrializados -Corea del Sur y a Japón- y, segundo, porque indujo a una
drástica caída en los precios de numerosos productos básicos, lo que afectó duramente a economías de regiones distantes como la latinoamericana.
En la crisis coreana intervinieron factores políticos y económicos. Entre los
primeros se encontraba la proximidad
de la elección presidencial, que auguraba el triunfo del candidato de oposición,
el cual suscitaba serios recelos por parte
de la banca internacional, y entre los segundos cabe mencionar la caída de las
reservas internacionales de US$ 22.500
millones en octubre a US$ 6.000 millones a comienzos de diciembre y la elevada deuda externa (US$ 154.000 millones
en 1997), buena parte de la cual era de
corto plazo.
De otra parte, ésta es una crisis de
globalización no sólo porque involucró
a un amplio abanico de países, sino porque su rápida difusión fue estimulada por
las facilidades que existen para el veloz
movimiento de los capitales a través del
planeta. La novedad que reviste esta crisis es que como se produce en un contexto de internacionalización de las
economías, el movimiento mundial de
capitales adquiere una gran autonomía.
Esto precisamente es lo que ha permitido que, no obstante la crisis se iniciara
en un país de escaso peso en la economía mundial, como Tailandia, se convirtiera en el inicio de un acontecimiento
que alcanzó dimensiones planetarias.
12 Francois Chesnais, "La crise menace les digues de l'economie mondiale", en Le Monde Diplomatique,
París, septiembre de 1998.
13 Hugo Fazio R., op. cit., p. 14.
14
Colombia Internacional 43
Esta globalización financiera no se
debe entender a la manera como usualmente es utilizada por los medios de
comunicación, a saber: como el surgimiento de una espacialidad financiera
única a escala mundial. La globalización
financiera se ha nutrido de numerosos
procedimientos que emplean los agentes básicamente privados para soslayar
las reglamentaciones multilaterales y nacionales, lo que mina el poder de los Estados, desvirtúa la relación entre mercados
y Estados y acaba con los compromisos
nacionales14. Dicho en otras palabras, si
realmente hiciésemos frente a una genuina globalización financiera, este tipo
de desequilibrios no podría tener lugar
porque en todos los países "globalizados" se emplearían normas similares. Lo
que en realidad significa esta globalización financiera es que el capital internacional fluye a través de las fronteras
para sacar tajada de las diferencias nacionales.
De modo más preciso, el sistema financiero internacional a través de tres
procedimientos ha contribuido al estallido y a la profundización de esta crisis
en el Sudeste Asiático: primero, por la
excesiva disponibilidad de créditos de
corto plazo que pueden eliminarse con
demasiada rapidez; segundo, por la demasiada fácil capacidad de los especuladores de hacer grandes utilidades en un
círculo descendente, provocando que
un ajuste se transforme en pánico; y tercero, por los métodos del típico paquete
de rescate del FMI que tienden a convertir las crisis económicas en políticas15.
También desde otro ángulo puede
considerarse esta situación como una
crisis de globalización. La inclinación a
poner en práctica modelos de desarrollo, cuyo eje central se ubica en el sector
exportador, conduce a exacerbar la competición por recursos, mercados y tecnología. En este plano, uno de los principales problemas que han debido afrontar
los "dragones" asiáticos en los últimos
años es el peso desmedido que ha alcanzado China en la economía regional y
mundial.
Antes de la crisis, en 1991, Tailandia y
Malasia, por ejemplo, recibían respectivamente el 10% y el 20% de todas las inversiones extranjeras que se realizaban
en Asia. En 1994 su participación disminuyó al 1,3% y al 8% mientras que a China se destinaba el 67%. Una situación
análoga se presenta a nivel del comercio. El gran crecimiento de las exportaciones chinas se ha realizado a expensas
de los países del Sudeste Asiático. En tal
sentido, se puede inferir que los importantes déficit comerciales y de cuenta
corriente que han registrado estos países son imputables en gran medida a la
política china de estructurar también su
crecimiento con base en el desarrollo de
las exportaciones.
De otra parte, la importancia que ha
alcanzado China en la economía mundial ha llevado a numerosos empresarios
del sudeste asiático a realizar grandes
14 Jacques Adda, La mondialisation de l'economie, París, La Decouverte, 1997, tomo 1, pp. 62,94.
15 Base de datos de Cenda, Santiago de Chile, 2 de marzo de 1998.
Sudeste Asiático, Rusia y América Latina • 15
inversiones en este país para beneficiarse de los bajos salarios que registran los
productos de exportación desde este país.
China, por ejemplo, ha atraído a 16.000
filiales de transnacionales, sobrepasando a Estados Unidos y Alemania en lo
que respecta a este tipo de inversiones16 .
Este país fue asimismo en 1993 el segundo receptor de inversión extranjera
directa (IED) en el mundo, con aproximadamente US$ 46 mil millones, sólo
superado por las inversiones en EE.UU.,
donde la IED ascendió a US$ 49 mil millones. Un dato que permite visualizar la
importancia que las corporaciones internacionales le asignan a China es que la
inversión extranjera directa en este país
dobló la registrada en 1993 por América
Latina, el África Subsahariana y el Medio Oriente en su conjunto.
Por sus dimensiones y su peso económico y político, el papel desempeñado por China debe ubicarse en el centro
de cualquier explicación de esta crisis.
Por el hecho de que China no haya sido
arrastrada por la vorágine de la crisis,
ello no significa que este país no sintiera
los efectos recesivos de los países vecinos. China está protegida por sus importantes reservas de divisas (US$ 125 mil
millones) y por su escaso nivel de endeudamiento público interno (aproximadamente el 5% de PIB), lo que le permite
cubrir, en caso de necesidad, las deudas
contraídas por sus bancos sin poner en
peligro los equilibrios financieros17.
Pero tal vez más importante que ello
es que mientras los otros países del Sudeste Asiático han sido receptores de grandes cuantías de capitales especulativos
de corto plazo que se utilizaron para
equilibrar las cuentas internas o se destinaron a la especulación inmobiliaria,
China ha sido un lugar de ubicación de
capital principalmente productivo, de largo plazo, que genera nuevas fuentes de
trabajo y oportunidades para consolidar
su inserción en la economía internacional.
China, no obstante, no ha sido del
todo ajena a la crisis. Mientras en los años
anteriores registraba tasas de crecimiento
superiores al 10%, las previsiones de crecimiento para 1998 se sitúan en el 7%. En
buena parte esta merma en el crecimiento es el producto de la prolongada e inestable situación económica regional. Esta
tasa de crecimiento, de por sí envidiable,
es completamente insuficiente para suplir las necesidades del país. Las autoridades consideran que un 87o es el mínimo
necesario. Por debajo de ese porcentaje,
se considera que no basta para generar
suficientes empleos y mitigar así el auge
del desempleo provocado por el "aligeramiento" de las 300 mil empresas públicas
-se prevé 3.500.000 de desempleados en
1998- y la reducción de una administración pública sobredimensionada. Las necesidades de crecimiento son aún más
importantes dado que la fábrica, casi
siempre de grandes proporciones, no era
16 Frédéric F. Clairmont y John Cavanach, "Sous les aíles du capitalisme planétaire", en Le Monde Diplomatique, París, marzo de 1994.
17 Stephen Cohén, "Le commerce mondial otage de la Chine?", en he Monde Diplomatique, París, enero
de 1998.
16
Colombia Internacional 43
sólo una fuente de empleo, sino que también proporcionaba una vivienda, atención médica, una jubilación e incluso,
hasta hace poco, era un lugar donde se
distribuían los alimentos básicos18.
China se enfrenta a un gran dilema:
o se traza como objetivo continuar con
su impresionante expansión económica
y devalúa el yuan y, de ese modo reactiva las exportaciones, o mantiene la paridad de su moneda, ve mermada parcialmente su capacidad de ampliar sus
potencialidades de exportación y se
convierte así en un actor con el cual la
economía mundial tendrá que contar.
En Pekín no son pocos los partidarios de
la devaluación ya que se prevé en 1998
un crecimiento de las exportaciones de
sólo el 5,5% en condiciones en que el año
1997 alcanzó el 20,6%, lo que permitiría
a China recuperar la competitividad
perdida por las devaluaciones de los vecinos y por la contracción del mercado
regional (4% frente a Japón, 30% frente
a Corea del Norte y un 12% frente a la
Asociación de Países del Sudeste Asiático). En 1994 China ya había ensayado
devaluar su moneda en un 33% lo que le
permitió aumentar la participación de
sus exportaciones en los mercados internacionales, desplazando a varios de sus
pares regionales.
Si esa política no ha sido adoptada se
debe a que para importantes sectores del
círculo dirigente una estrategia de devaluación traería consigo secuelas negativas mayores a largo plazo que las ventajas que se alcanzarían en el corto plazo.
El beneficio comercial que se consegui18 El País, Madrid, 21 de septiembre de 1998.
ría en una primera instancia rápidamente sería superado por el auge del precio
de los productos importados, lo que podría desencadenar la espiral de la inflación y, sobre todo, porque incentivaría a
los demás países a estimular devaluaciones competitivas lo que agravaría la situación regional.
Quizás más importante que ello es
otra argumentación de tipo político. Esta
crisis financiera es la primera en la que
China participa en calidad de "miembro"
y protagonista de la economía mundial.
Si mantiene la actual paridad, China demuestra ser un actor responsable con el
cual la comunidad financiera mundial no
sólo debe sino que además puede contar.
Asimismo, al conservar el valor de su moneda el gobierno de Pekín quiere enviar
señales claras a los consumidores nacionales y a los inversionistas extranjeros de
su compromiso con las políticas de reforma. En esta misma línea, Pekín, consciente de los problemas de la región, también
ha tendido la mano a los vecinos en problemas. El compromiso de China con la
región ha quedado una vez más demostrado con los créditos que, a través del
FMI, ha puesto a disposición de Tailandia
(US$ 1.000 mülones) e Indonesia (US$ 500
millones).
Esta actitud "responsable" de Pekín,
sin duda, le traerá enormes beneficios.
La confianza que se tiene en sus dirigentes y en la solidez de su economía acrecentará la tendencia de concentrar los
flujos de inversión lo que contribuirá a
fortalecer la presencia económica china
en la región y en el mundo. De otra par-
Sudeste Asiático, Rusia y América Latina • 17
te, con ello asistiremos a la emergencia
de una China más segura de sí misma
ya que la crisis ha golpeado duramente
a sus más serios contendientes: Rusia,
Japón y Corea. De ello se puede desprender un cambio geopolítico de gran
envergadura que incrementará el posicionamiento de China en la región y el
mundo.
Evidentemente, Asia tendrá grandes
dificultades para salir de la crisis mientras Japón prosiga en estado recesivo y
no se recupere. La crisis japonesa viene
de tiempo atrás. No ha podido superar
el peso de los préstamos no cancelados
que se concedieron durante la burbuja
especulativa y el explosivo crecimiento
del mercado inmobiliario de finales de
la década de los ochenta. En 1989 el Nikkei cayó en un 70%. Con ello se inició
una larga recesión que ha durado toda
la década de los noventa. Para tratar de
salir de la recesión, el archipiélago reorientó su economía con destino a los vecinos países asiáticos. En 1997 hacia la
región se destinó el 41% de sus exportaciones y el 23% de la inversión extranjera directa.
En dos sentidos, la situación del archipiélago contribuyó a exacerbar las
tensiones que culminaron en la crisis del
Sudeste Asiático. De una parte, la debilidad del yen ha fortalecido las exportaciones, mientras que el bajo nivel de
actividad económica interna ha ocasionado una disminución de las importaciones. Para sufragar los desequilibrios
comerciales en que incurrían los países
vecinos, los bancos japoneses tuvieron
que ampliar los créditos a los "dragones
asiáticos" para que éstos pudiesen, a su
vez, comprar los productos japoneses.
De esta manera, los bancos japoneses tienen préstamos otorgados en la región
muy elevados. Las instituciones financieras niponas han concedido financiamiento por US$ 265.000 millones. Los
bancos nipones mantienen un total de
US$ 580.000 millones en créditos impagos, monto equivalente al 15% del PIB.
De otra parte, la disminución de la
actividad económica en el Sudeste Asiático no sólo ha comprometido los créditos otorgados por la banca nipona, sino
que también ha conllevado a una severa
reducción de las exportaciones japonesas hacia la región. Se prevé que, en 1998,
el comercio con el resto de países de la
región sea negativo, por primera vez
desde 1980. Esta situación se vuelve más
complicada porque con la devaluación
Corea ha entrado a rivalizar con la producción japonesa. Aproximadamente un
70% de las exportaciones coreanas compiten con productos japoneses.
Esta multitud de factores en juego en
la crisis asiática es lo que explica su larga
duración y la dificultad de encontrar una
vía que permita a estos países salir prontamente de la crisis. Todo se ha vuelto
una espiral de contradicciones que se retroalimentan mutuamente y que en lugar de allanar el camino para su solución
han creado las condiciones para que se
prosiga en una situación crítica.
En síntesis, a la concurrencia china
finalmente se le añade el hecho de que
los países del Sudeste Asiático, a excepción de Corea del Sur, no pueden estimular la exportación de productos con
un alto valor agregado, debido a que en
este plano entrarían a competir con Japón, país que dispone de una altísima
18
Colombia Internacional 43
tecnología y ha mantenido un constante
superávit comercial con los dragones
asiáticos. De esta manera, los países
emergentes del Asia Pacífico han quedado atrapados en medio de dos fuegos:
de una parte, la concurrencia china y, de
la otra, de la imposibilidad de competir
con Japón.
Una segunda consecuencia geopolítica de esta crisis, además del aumento
de la importancia de China en la región,
consiste en que se ha creado un escenario idóneo para que se refuerce la influencia norteamericana en el Asia Pacífico debido al fortalecimiento del dólar,
que se ha valorizado y convertido en la
moneda refugio de los países problema
y por la mayor penetración de las empresas multinacionales norteamericanas
que se han beneficiado de la caída de las
acciones, de las monedas, así como de la
apertura de estas economías19 .
RUSIA.- UN ESTADO EN RUINA
El 2 de enero de 1992, la Federación Rusa,
en su recién estrenada independencia,
decretó un vasto programa de transformación económica, que tuvo, como columna vertebral, la liberalización de los
precios. En aquel entonces, esta medida
se motivaba en el deseo de las autoridades de propinarle un golpe de gracia al
moribundo sistema de planificación, con
lo que el Estado quedaría privado de un
atributo esencial en el manejo económico. El objetivo anhelado consistía en
crear las bases de un sistema capitalista
de tipo occidental.
En el presente, este tema ha vuelto a
ubicarse en el centro del debate político
ruso. Pero ahora no se trata de liberalizar. Lo que está en juego es el anhelo de
numerosos rusos por reintroducir el control estatal de precios. ¿A qué se debe
este abrupto cambio de actitud? A que
todavía Rusia se encuentra muy distante de poder dar inicio a una economía
de mercado de tipo occidental.
Al igual que en muchos países en desarrollo y de la Europa Centrooriental,
el programa de reconversión económica
se apoyó en cinco políticas de reformas
interconectadas. Estabilización: restricción
presupuestal y monetaria para frenar la
inflación y reducir los déficit en la balanza comercial y financiera. Liberalización:
libertad de precios, supresión del exceso
de liquidez monetaria en circulación,
eliminación de la fijación estatal de los
intereses, convertibilidad de la moneda
y liberalización del mercado de trabajo.
Privatización: creación de un sector empresarial privado y transformación de
las empresas estatales industriales, agrícolas y de servicios enjoinstock companies
y desaparición de las empresas poco o
nada rentables. Institucionalización: reformas en la Constitución, en el sistema
legal, en la administración fiscal y en el
sistema bancario para favorecer la creación de la economía de mercado. Por último, apertura de la economía rusa para
atraer capitales internacionales e intro-
19 Laurent Schgwab y Nguyen Thi My Dung, "La crise finandére, en Asie", en Futuríbles No. 227, París,
enero de 1998, p. 18.
Sudeste Asiático, Rusia y América Latina • 19
ducir la competencia entre las firmas rusas y las extranjeras'20
Esta terapia, o mejor dicho, esta "cirugía" que finalmente se ha convertido
en un shock sin terapia, creó una situación diferente a la esperada. La primera
medida adoptada el 2 de enero de 1992
para acelerar el tránsito hacia la economía de mercado fue la liberalización de
los precios. La decisión se proponía crear
un equilibrio real entre la oferta y la demanda, corregir los desajustes en las relaciones entre ingresos y gastos, recuperar las funciones económicas de la
moneda e impulsar la formación de un
sistema financiero. En términos estrictamente económicos, la liberalización de
los precios tuvo efectos totalmente opuestos a los esperados porque las capacidades productivas se desplomaron, las finanzas escaparon a todo control y la
vinculación con el mercado exterior se
debilitó.
La veloz caída de la producción industrial y de los productos que tradicionalmente se destinaban al mercado externo
estranguló la actividad exportadora cuando la propensión a importar aumentaba. Esto originó un enorme déficit de la
balanza comercial y se ha convertido en
un verdadero problema porque el aumento de las capacidades exportadoras debía transformarse en la pieza esencial para
obtener divisas convertibles.
Con la liberalización de los precios y la
hiperinflación se produjo un gran desorden monetario y financiero, círculo
vicioso del que nunca se ha podido salir.
La rápida devaluación del rublo se tradujo en un aumento descontrolado de
los precios. Si se buscaba estabilizar la
moneda en una atmósfera de descenso
de la producción, se provocó un aumento de las importaciones y la destrucción
del tejido productivo21.
En este campo las autoridades no
han encontrado fórmula alguna para salir de tan difícil situación. Por esta razón,
la circulación monetaria ha escapado al
control gubernamental. El trueque se ha
vuelto una práctica tan corriente en determinados sectores que los inicios de
monetarización de la economía iniciada
por Gorbachov han quedado completamente atrás. En la actualidad, el trueque
se practica en aproximadamente el 70%
de los intercambios, dado que ante la
penuria financiera crónica a los empleados se les cancelan sus salarios con productos de las empresas y las firmas, en
ausencia de liquidez, intercambian sus
productos para dotarse así de los insumos necesarios.
Estas características de la economía
rusa, que han conducido a una mercantilización primitiva, favorecen el surgimiento y la consolidación de una "economía de bazar" que alimenta y se basa
en las actividades especulativas. La constante depreciación del rublo y la dolari-
20 S. Islam, "Russia's rough road to capitalism", en Foreign Affairs, primavera de 1993, Nueva York, pp.
59-61.
21 Véase, F. Luengo, "La convertibilidad externa del rublo. Un horizonte problemático", en Cuadernos del
Este No. 9,1993, Madrid, pp. 25-33.
20
Colombia Internacional 43
zación de vastos segmentos de la economía han estimulado el saqueo de los
recursos naturales. Estos bienes han podido ser comprados en rublos y revendidos mucho más caros en divisas a
compradores occidentales. Así, por ejemplo, mientras en el mercado interno una
tonelada de petróleo se adquiría por 17
dólares, a través de la exportación el
mismo producto se revendía a 150 dólares la tonelada22 .
La depreciación del rublo también se
manifestó en un abaratamiento de los
activos públicos que podían ser adquiridos en divisas. Con mil dólares se podían comprar activos reales en promedio por un monto de 300 mil dólares. Por
estos y otros conductos -la venta de diamantes, manganeso, titanio, oro, etc.- se
amasaron inmensas fortunas que fueron
a parar a los bancos internacionales23.
También estimularon la especulación
financiera. Los bancos realizaban préstamos a corto plazo en dólares a tasas
muy elevadas. Los directores de empresas estatales y también los particulares adquirían divisas que, por la rápida depreciación del rublo, les
reportaban, al cabo de poco tiempo,
grandes dividendos. Estas inmensas ganancias se depositaban en cuentas en
bancos extranjeros.
Este aspecto es muy revelador del tipo
de capitalismo que se originó en Rusia.
Los aspectos fundamentales son dos: de
una parte, la hipermercantilización que
se produce en el ámbito especulativo
está acompañada por una descapitalización de las empresas productivas, donde todo se vende y todo se compra. Esta
"economía de bazar" es un
Gran bazar que provoca un impresionante trasvase de rentas cuyo origen no
es la creación de nuevos excedentes,
sino la descapitalización de lo acumulado en períodos anteriores. De este modo,
se produce una fuerte concentración monetaria en manos de aquellos núcleos reducidos de la población que controlan
los principales resortes de la actividad
mercantil24.
De otra parte, de estas actividades especulativas se desprende la precaria base
social para el establecimiento de un capitalismo productivo. El sector mercantil que se nutre de la "economía de bazar"
es el gran beneficiado con la desarticulación del viejo orden y ha consolidado
sus posiciones con la mercantilización
de la economía. Los directores de empresas también se han favorecido en
este período de transición por la libertad
para decretar los precios que ha llevado
a muchos a acumular un significativo
capital particular. Por último, existe un
pequeño segmento privado dedicado a
actividades productivas. Pero su reducida base de acumulación no les ha
permitido ir más allá de las actividades
informales. De no transformarse las re-
22 M. Chossudovsky, "Richesse et misére du grand "bazar" russe", en Le Monde Diplomatique, París, enero
de 1993.
23 le Monde, 24 de julio de 1993.
24 E. Palazuelos, "¿Qué está pasando, verosímilmente, en la economía de Rusia? Los dilemas entre Antígona y Electra", en Cuadernos del Este No. 8,1992, Madrid, p. 23.
Sudeste Asiático, Rusia y América Latina •
laciones sociales que beneficien el proceso productivo, Rusia difícilmente podrá salir del estado de mercantilismo
primitivo en que se encuentra.
Esto último se ha convertido en una
tarea tanto más urgente en la medida en
que el desorden económico, administrativo a lo que se suma la inexistencia de
un verdadero Estado de derecho ha posibilitado la consolidación de poderosas
redes mañosas, las cuales a veces tienen
un origen étnico (mafia chechena), territorial (mafia de Kazan), corporatista (de
los antiguos funcionarios de la KGB) o
económica (del petróleo, de los metales
preciosos). Los representantes del mundo criminal se han infiltrado en los órganos y en las estructuras del poder del
Estado, controlan de hecho secciones
enteras de la administración territorial
de Rusia y amplios sectores de la economía. Las mafias rusas tienen bajo su control 40 mil sociedades y 550 bancos,
entre los cuales se destacan los 10 más
importantes25.
Además, de los grupos mafiosos, en
Rusia se ha consolidado una imponente
oligarquía, principalmente financiera y
de grandes conglomerados productivos,
que ha tomado control de los bienes del
Estado o usufructúa del mismo debido a
la inmensa fragilidad de éste26. En ausencia de un tesoro público, los bancos
comerciales colectan y administran los
fondos públicos, lo que les permite sacar
el máximo de beneficios. En julio de
21
1997 se inició una indagación por la desaparición de 237 millones de dólares
provenientes de los fondos presupuéstales después de haber transitado por
un banco de Vladimir Potanin, quien se
desempeñara como Ministro de Hacienda en 1996. Esta oligarquía igualmente
se ha apropiado en condiciones muy
ventajosas de los bienes públicos. Así,
por ejemplo, la empresa petrolera siberiana Sibneft fue subastada por el Estado en US$ 100 millones y su comprador
propuso a unos inversionistas franceses
el 8% de las acciones por un valor de
US$ 118 millones27.
Es decir, en este largo y penoso período de reconstrucción, Rusia no ha
podido ni sabido encontrar el camino
que la conduzca por la senda de la reconstrucción de un sistema económico
que funcione y satisfaga las apremiantes
necesidades del país. El PIB ha caído desde 1991 en un 47% y todo deja prever
que en los años venideros proseguirá la
misma tendencia; la tan ansiada inversión directa extranjera dista mucho de
satisfacer las necesidades del país, ya
que en ocho años sólo se ha registrado
una entrada de poco más de US 10 mil
millones en condiciones en que la fuga
de capitales se calcula en más o menos
US 400 mil millones; la reconversión industrial no es más que anhelado sueño,
por cuanto la mayor parte de las empresas funcionan de acuerdo con los estándares técnicos y organizacionales de la
época soviética; la normalización econó-
25 Le Monde, 22 de septiembre de 1998.
26 Nina Bachkatov, "Qui détient le pouvoir en Russie?", en Le Monde Diplomatique, París, marzo de 1998.
27 Le Monde, 18 de septiembre de 1998.
22
Colombia Internacional 43
mica dista mucho de la realidad, ya que
casi el 70% de los vínculos interindustriales se realizan con base en el trueque
y el déficit fiscal no se ha podido reducir
ni siquiera en los años en que los préstamos de la banca internacional se incluyeron en el presupuesto estatal. Algunos análisis sugieren que un plan
Marshall para salvar a Rusia requeriría
una inyección de más de US 300.000 millones, lo que desborda la capacidad financiera de los organismos multilaterales.
Ante tal oscuro panorama, no era de
extrañar que la crisis del Sudeste Asiático tuviera un impacto nefasto en Rusia.
El problema se presentó por el lado del
sector energético. Ante la imposibilidad
de reconvertir y restaurar las bases industriales, las autoridades rusas pusieron
todo su empeño en la modernización
del sector energético con el propósito de
convertirlo en el sector dinamizador de
la economía y en el generador de divisas. Como resultado de la crisis del Sudeste Asiático se asistió a una drástica caída de los precios de estos productos lo
que, sumado a la reducción de la demanda internacional de muchos artículos
rusos de exportación, desencadenó una
crisis financiera, que casi de inmediato
disparó el déficit fiscal, desató la inflación, el cierre temporal de la bolsa y la
depreciación del rublo en un 50%, lo que
llevó a las autoridades rusas a decretar
una moratoria de tres meses en el pago
de la deuda externa.
Es decir, la crisis del Sudeste Asiático
simplemente agravó el ya de por sí malogrado comportamiento económico de
Rusia en estos años, pero, de ningún modo,
se le puede considerar como la culpable
de los males por los que atraviesa el
otrora coloso euroasiático. Tampoco
sería correcto suponer que el errático
sistema capitalista que se ha implantado en el país es el responsable de la penuria generalizada, porque en Rusia
nunca se han podido trascender los marcos de una mercantilización primitiva.
Factores políticos también contribuyeron a ampliar la profundidad de la
crisis. El vacío de poder existente en el
país debido a la falta de liderazgo del actual presidente, Boris Yeltsin, las sucesivas crisis gubernamentales (que se
iniciaron en marzo de 1998, con la destitución del Primer Ministro Víctor Chernomirdin, la prolongada pugna entre el
Ejecutivo y el Legislativo ante la conformación del gobierno de Kirienko, la destitución del mismo el 23 de agosto, la
no-ratificación de Víctor Chernomirdin
como Primer Ministro por parte de la
Duma y finalmente la elección de Evgueni Primakov como Primer Ministro el 10
de septiembre, que ha encontrado grandes dificultades para designar un gabinete de compromiso entre reformistas y
antirreformistas) y la beligerancia de los
comunistas, que desde la Duma, luchan
por convertirse en una fuerza real de
poder, han contribuido a desangrar la
frágil economía y a plantear una gran
duda sobre la evolución a corto plazo
del país.
El verdadero problema consiste en
que en el caso de un país de las dimensiones de Rusia, con una fuerte tradición estatista y que siempre ha contado
con un Estado poderoso que, además de
propietario ha sido programador, los pía-
Sudeste Asiático, Rusia y América Latina • 23
nes de reconversión económica sugeridos por los organismos financieros internacionales y que fueron apropiados
por los dirigentes rusos, desde sus inicios, no correspondían a la realidad y a
las necesidades del país. Los únicos resultados tangibles que se obtuvieron fueron la transferencia de gran parte de la
riqueza a un puñado de oligarcas, provenientes del antiguo régimen, cuando
no de orígenes más dudosos (mafias), y
el correspondiente empobrecimiento de
la población, gran parte de la cual ni siquiera recibe su salario. A finales del año
pasado, el gobierno adeudaba más de
US$ 10 mil millones en salarios arrasados.
La gran tarea en Rusia, por lo tanto, no
consiste en más capitalismo o en un retorno al socialismo. Si no en la puesta en
marcha de un sistema acorde con las tradiciones del país que limite el poder y
el afán de riqueza de los poderosos y se
preocupe por sacar de la miseria a los
millones de necesitados.
América Latina se ha convertido en el
eslabón débil de la cadena mundial de la
economía. Si la crisis asiática fue un llamado de atención que obligó a revisar a
la baja las proyecciones de crecimiento
de la región (2%) en 1998 contra un 5,5%
en 1997, la posterior debacle de la economía rusa puso en evidencia las innumerables fragilidades de las economías
del hemisferio. El impacto de las crisis
asiática y rusa en la economía latinoamericana es bien real. La desaceleración
del crecimiento económico mundial y la
caída de los precios de los productos de
base, la disminución de la demanda en
Asia, la competitividad de los productos
de los países asiáticos que devaluaron,
el aumento del costo del financiamiento
exterior y la persistencia de un clima de
desconfianza en relación con los mercados emergentes constituyen las primeras causas de transmisión de la crisis28.
El ejemplo ruso, por último, también
demuestra los nefastos efectos que para
un país con grandes desequilibrios económicos, sociales y políticos, y que apuesta por convertir la inserción internacional en el elemento dinamizador y
transformador de la sociedad puede
traer consigo la globalización. Este caso,
que, guardando las proporciones, puede aplicarse a muchos países africanos,
asiáticos y latinoamericanos, constituye
una evidencia de que no todos los países
se convierten en ganadores en un contexto de globalización.
A través de tres situaciones se han
propagado los efectos de estas crisis externas en América Latina. La primera ha
afectado a los países que mantienen un
significativo tráfico regular de comercio
con los países del Sudeste Asiático. Entre éstos se destacan Chile, que realiza
más del 30% de su comercio con el Asia
Pacífico y Perú (25%). En ambos casos, la
disminución de la demanda en el Sudeste Asiático se ha traducido en una reducción del volumen de exportaciones,
en una significativa caída de los precios
de sus principales productos de expor-
28 Le Monde, 8 de septiembre de 1998.
AMÉRICA LATINA SE CONTAGIA
DE LA CRISIS ASIÁTICA
24
Colombia Internacional 43
tación (primordialmente el cobre, que se
encuentra en su precio más bajo de los
últimos 11 años) y en una radical aminoración del flujo de capitales, razón por la
cual el gobierno chileno, por ejemplo,
tuvo que suprimir el encaje a los capitales de corto plazo. Para evitar la fuga de
capitales y la reconversión de pesos en
dólares, las autoridades chilenas tuvieron que aumentar las tasas de interés
(30%), aceptar una ligera desvalorización
del peso (se utilizaron más de US$ 2.000
millones para defender la moneda nacional) y tener que hacer frente a un déficit de cuenta corriente del 6% del PIB,
uno de los más altos de América Latina.
Una situación similar, vinculada a la
caída del precio del crudo, ha evidenciado Venezuela, país que en el transcurso
de 1998 ha perdido US$ 7 mil millones
por concepto de reducción de ingresos
petroleros. Cuando se inició la devaluación en Rusia y se decretó la moratoria,
los grandes operadores se abalanzaron
sobre países con características similares
a éste: México y Venezuela, que, por ser
también productores de crudo, podían
llegar a una situación similar a la del
coloso euroasiático. Además, otros indicadores asemejaban a Venezuela con Rusia: poco compromiso de los gobernantes con las reformas y excesiva deuda a
corto plazo a punto de vencer29. Esta situación aumentó las amenazas de devaluación del bolívar, implicó un aumento
de las tasas de interés a corto plazo (70%),
con la consecuente contracción de los
créditos y del gasto y se ha traducido
también en una real aminoración de las
reservas internacionales.
La segunda, que ha golpeado con
dureza a Brasil, se ha presentado principalmente en aquellos países que registran significativos desequilibrios en su
cuenta corriente (-3,4% en 1996 y -4,2%
en 1997), una moneda sobrevalorizada,
un elevado déficit fiscal (8%) y una considerable reducción de las reservas internacionales (de US$ 70.000 millones
cayó a US$ 48.000 en pocos meses), tiene
amplias necesidades de refinanciamiento de sus deudas en condiciones en que
se ha hecho evidente un aumento del costo del financiamiento externo, ya que ha
crecido la desconfianza por parte del capital financiero sobre estos mercados
emergentes y prefieren capear el temporal en los seguros mercados de Estados Unidos y Europa.
El tener que adoptar un paquete de
medidas fiscales (incremento de impuestos, reducción del gasto fiscal de aproximadamente US$ 20.000 millones en 1999,
despidos masivos, eliminación de exenciones, incremento de los aranceles) y
aumentar las tasas de interés (50%) para
evitar la fuga del capital especulativo y
terminar con la especulación ha contribuido a que en Brasil aumenten las tendencias recesivas. El mayor problema que
se presenta con este remezón financiera
en Brasil es que por la interpenetración
con otras economías puede conducir a
América Latina a una grave recesión,
cuando no a una crisis, situación de la
que no escaparían ni siquiera Estados
Unidos, ya que los bancos de este país
29 The Wall Street Journal Americas, en El Tiempo, 24 de agosto de 1998.
Sudeste Asiático, Rusia y América Latina • 25
han realizado inversiones superiores a los
US$ 30.000 millones.
La tercera consiste en que la devaluación practicada por los países del Sudeste Asiático ha aumentado su competitividad en el mercado internacional
y sus productos entran a rivalizar en
mejores condiciones en los principales
mercados, sobre todo en los Estados Unidos cuando no en la propia América Latina. Como la mayor parte de los países
latinoamericanos no tiene grandes intercambios comerciales con el Asia Pacífico
la reducción de la demanda asiática le
costará a América Latina unos US$ 1.200
millones en exportaciones que no podrá
realizar. El abaratamiento de los productos asiáticos en América Latina implicará una pérdida adicional a nuestros países de más o menos US$ 2.100 millones.
Ninguna de estas dos cifras es alarmante para los países latinoamericanos. Pero
lo que sí es preocupante es la rivalidad
de los productos asiáticos a los latinoamericanos en los grandes mercados internacionales. Se cifra este efecto de sustitución en más de US$ 7.600 millones, y
los países más afectados serán México
con US$ 5.428 millones y Brasil con US$
1.583 millones30.
Como señala Jorge Castañeda,
existen dos razones para mostrar preocupación y escepticismo ante la capacidad
del hemisferio para capear la actual tormenta. La mayoría de las naciones de la
región empiezan apenas a salir de un do-
loroso, largo y costoso proceso de reformas económicas, justamente análogas a
las que ahora se le quiere recomendar a
Rusia y a los países de Asia. El objetivo de
las reformas de los ochenta era recuperar
el crecimiento y lograr que la región fuera menos vulnerable ante los choques
externos que habían destruido en varias
ocasiones sus economías, su tejido social
y sus regímenes políticos. La lógica principal de las reformas fomentadas durante los últimos quince años consistió
en la creación de un amplio y competitivo sector exportador de productos no
tradicionales. América Latina debía prosperar gracias a sus ventajas comparativas, su IED y la apertura a mercados foráneos 31.
Sin embargo, este paquete de medidas que debían prevenir las crisis, en las
actuales circunstancias, son las mismas
que han contribuido a que la crisis financiera mundial se haya importado y que
la región haya ingresado en una fase de
grandes desórdenes económicos.
América Latina pende de un hilo. Si
en el Sudeste Asiático, la crisis se inició
a partir de uno de los países más pequeños y de menos peso económico,
como Tailandia, en nuestro continente,
los países más amenazados son de grandes proporciones: Brasil, Venezuela y, en
menor medida, México. Si alguno de
ellos, y sobre todo el primero, llega a una
situación crítica, toda la región se verá
sacudida por la crisis, lo que tendrá efectos directos sobre Estados Unidos, uno
de los dos oasis de prosperidad.
30 The Wall Street Journal Americas, en E! Tiempo, 8 de julio de 1998.
31 El Vais, 10 de septiembre de 1998.
26
Colombia Internacional 43
ALGUNAS LECCIONES
De esta crisis se desprende un conjunto
de consecuencias que pueden ser de gran
utilidad para el futuro ulterior de América Latina y para la orientación que se
le dé a sus políticas de transformación.
De una parte, el recetario de los organismos financieros multinacionales que
presionan para que los países emergentes ubiquen el motor del desarrollo económico en el sector exportador tiene sus
límites naturales. Como lo demuestra la
experiencia china en la medida en que
aumente el número de países, cuyo motor del crecimiento se articula en torno
al sector exportador, la competencia por
los mercados internacionales se agudizará, lo que entrañará inevitablemente
que las ganancias que obtengan algunos
se traducirá en pérdidas para otros. Ello
significa que, como lo señala Lester
Thurow, el crecimiento basado en la exportación funciona cuando participa sólo
un pequeño número de países pequeños,
pero cuando en esta estrategia -se involucra un gran número de países y algunos de grandes dimensiones como China e Indonesia esta era llega a su fin32.
Las economías emergentes deben aprender a buscar conjugar un modelo que sin
renegar de la variable exportadora, explore una estrategia de crecimiento con
base en el estímulo a la demanda interna. Sólo así se podrá evitar o mitigar
los contagios adversos de la economía
mundial.
En segundo lugar, la experiencia histórica demuestra que no es del todo cierto que la apertura y la transparencia de
los mercados eviten crisis como las que
estamos viviendo. La experiencia de las
dos últimas décadas demuestra que en
algunos casos sistemas financieros controlados por el Estado (México 1982) y
en otros plenamente liberalizados (México 1994) han sido sacudidos igualmente por crisis. Lo que está en juego no es
la transparencia, sino la lógica de los
modelos de acumulación y desarrollo.
En tercer lugar, una globalización
como la que actualmente estamos conociendo requiere imperativamente que
se creen mecanismos que impidan que
los países más poderosos puedan utilizar la valorización de su moneda para
alcanzar ciertos objetivos nacionales.
Así, por ejemplo, después que Washington hubiera utilizado la devaluación del
dólar como un mecanismo de penetración de los productos norteamericanos
en los mercados extranjeros, desde 1997,
Estados Unidos ha dejado de tener entre sus principales preocupaciones la
apertura de nuevos mercados para sus
productos, mantener el crecimiento o disminuir la tasa de desempleo, sino que su
centro de atención se ha focalizado en
reducir suavemente su economía que
presentaba una tendencia a desenfrenarse lo que traería consigo el riesgo de
la inflación. Un dólar vigoroso contribuía a este fin, ya que frenaba las exportaciones al tiempo que disminuía el ritmo de la inflación importada33. Esta
32 Lester Thurow, "La crise financiére asiatique: un regard américain", en Esprit, París, mayo de 1998.
33 Le Monde, 26 de abril de 1997.
Sudeste Asiático, Rusia y América Latina • 27
política no es, sin embargo, un patrimonio exclusivo de los norteamericanos.
La misma obsesión ha tenido Alemania
que, con un marco fuerte, ha querido
combatir la inflación y valorizar el
patrimonio germano a costa, incluso, de
sus socios comunitarios.
Por último, el hecho de que los once
países de la Unión Europea que están
transitando hacia la moneda única sean
países que han encontrado los mecanismos adecuados para capear este temporal financiero internacional y que en el
Sudeste Asiático existan, por el contrario,
organizaciones regionales poco institucionalizadas que para nada han servido
en estas adversas circunstancias, sugiere
que la regionalización profunda e institucionalizada puede ser un buen instrumento de coordinación para superar crisis de esta naturaleza.
En este sentido, la crisis asiática parece
corroborar la tesis de que pueden existir
tres modos de regulación34: el primero,
y hoy el más difundido, se caracteriza por
el debilitamiento de las estructuras de
regulación públicas tradicionales y el
consiguiente crecimiento de poder e importancia de las empresas transnacionales y del capital financiero mundial.
Como la experiencia demuestra, este esquema ha favorecido la rápida movilidad del capital especulativo internacional y ha contribuido a exacerbar la crisis
mundial. El segundo consistiría en la
creación de mecanismos y de instituciones de carácter planetario, pero debido
a su gran heterogeneidad y a su lógica
intergubernamental, es improbable que
en el futuro cercano el mundo pueda
construir una institucionalidad tal. El
tercero, derivado de la experiencia europea, se caracterizaría por el surgimiento
de una institucionalidad a nivel macrorregional; es decir, supranacional, que
permita a los países miembros dotarse
de mecanismos de protección frente a las
adversidades externas y que sirva para
renegociar con otras institucionales regionales similares el gobierno financiero
mundial. Éste sería el esquema más deseado y podría representar un gran
avance para los países latinoamericanos
en su inserción internacional.
34 Véase, Kímon Valaskakis, "Mondialisatíon et gouvernance. Le défl de la régulation publique planetaire", en Futuribles No. 230, París, abril de 1998.