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África subsahariana en la dinámica global del
siglo XXI: Entre mitos y realidades
Hilda Varela∗
La absoluta ignorancia de las costumbres ajenas es
en gran parte un privilegio de los poderosos
Kwame Anthony Appiah
África subsahariana. ¿Irrelevante a nivel internacional?
Es ampliamente aceptado en forma acrítica y pasiva el mito de
que África subsahariana carece de importancia en las relaciones
internacionales y en especial en el marco de la globalización1
(término que Kwame Anthony Appiah prefiere denominar
∗
Profesora-Investigadora de tiempo completo en el Centro de Estudios de Asia y
África (CEAA), El Colegio de México.
1
En los últimos años del siglo XX y principios del XXI, el proceso histórico y
complejo conocido como globalización se convirtió en el rasgo más distintivo de la
pos-Guerra Fría, en un referente común en el ámbito de la política mundial. Aunque
casi siempre percibido como una noción vaga y a veces vacía de realidad, ha sido
asumida como el concepto clave para articular la nueva retórica de la pos-Guerra
Fría. A la sombra del discurso dominante y asociada con las grandes
transformaciones mundiales, la globalización es percibida como un fenómeno
básicamente económico —con consecuencias políticas—, impulsado por las fuerzas
de mercado y por los avances tecnológicos, lo que favorecerá, a largo plazo, la
convergencia de las distintas sociedades (homogeneización), con el surgimiento de
valores, ideas, preocupaciones, conocimientos e instituciones mundiales cimentados
en el liberalismo. Véase: Kidane Mengisteab, “Globalization and State-Society
relations in Africa”, Africa Development, XXXIII (2), 2008
1
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“comopolitismo”2), tomando en cuenta ciertos aspectos cuantitativos
(¿y subjetivos?) como su débil participación en la economía política
global y el hecho de que en la región subsahariana haya varios
países definidos como Estados calificados como fallidos (en términos
políticos) y como Estados frágiles (en términos económicos).
A pesar de que se afirma que África podría ser la cuna de la
humanidad, su estudio académico es relativamente reciente y sigue
estando opacado por la persistencia de mitos racistas, cuyos
antecedentes datan de la época de la Grecia clásica.
La “idea de África”3, como sostiene el filósofo V.Y. Mudimbe, se
fue gestando en la imaginación de los griegos en el periodo clásico,
los cuales -sin evidencia histórica- describieron en sus textos a los
africanos como la otredad, como lo opuesto a la civilización occidental
superior, como antítesis del “ideal” del ser humano, como pueblos
“bárbaros” y como una especie subhumana sin historia e incapaces
de crear cultura4. A partir de esos textos, en los siglos XV y XVI los
europeos inventaron la idea de que eran pueblos salvajes. Más tarde,
en el siglo XIX y en el marco de los primeros viajes de expedición al
continente, los fantásticos relatos de viajeros sirvieron de base para
el nacimiento de la denominada “biblioteca colonial”: un conjunto de
conocimientos construidos con el propósito explícito de traducir y
descifrar al africano como objeto.5
Con el paso de los años, la “idea de África” en el imaginario
colectivo ha asumido una forma más sofisticada, pero en esencia se
mantiene inalterable. A finales de la década de 1950 y principios de
1960 surgió un relativo interés –en América Latina sobre todo en
círculos intelectuales- por los grandes líderes africanos, pero con el
estallido de los primeros golpes de Estado, de guerras civiles, de
brotes de violencia étnico-política y de hambrunas, tomó nueva
fuerza la “idea de África”, suponiendo que en dicho continente la
situación no cambia y convirtiendo los problemas africanos en simples
“espectáculos mediáticos”.
Este hecho explica, por ejemplo, que a pesar de que a partir de
la década de 1990 en diversos países surgieron importantes
manifestaciones de protesta popular, protagonizados por una
incipientes “sociedad civil”6, con la irrupción de movimientos de
2
Kwame Anthony Appiah. Cosmopolitismo. La ética en un mundo de extraños.
Buenos Aires/Madrid, Katz Editores, 2007.
3
V.Y. Mudimbe. The Idea of Africa. Bloomington e Indianapolis: Indiana University
Press, 1994.
4
Amílcar Cabral expuso la imposibilidad de que haya un pueblo sin historia y sin
cultura, véase (Cabral, 1975).
5
Ibidem.
6
Tanto la definición de la sociedad civil como en particular las formas para
distinguirla de la política comunal informal y de formas de competencia política
2
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mujeres en algunos países y la proliferación de distintos procesos
internos y regionales, orientados hacia la democratización de las
estructuras y la elaboración de soluciones regionales –no exentas de
contradicciones- los medios masivos de comunicación difícilmente han
abordado esos casos. En una deformación reduccionista, se supone
que los problemas que enfrentan los países africanos en el siglo XXI
son los mismos que hace 50 años, ignorando los cambios cualitativos
surgidos en dicha región y que se expresan, entre otras cosas, en
nuevos desafíos para ubicarse en la nueva dinámica global. En esta
deformación
reduccionista,
en
los
análisis
de
relaciones
internacionales se tiende a “ignorar” los acontecimientos africanos,
afirmando que su problemática está al margen de la globalización.
Una simple revisión de la literatura especializada permite
apreciar la relevancia de África subsahariana: a nivel mundial, es la
región más abierta al comercio internacional; diversos organismos
internacionales (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional,
Organización Mundial de Comercio y la Unión Europea, entre otros)
han actuado como agentes dinámicos de la globalización –entre otras
cosas estableciendo la política desarrollo y las reglas que gobiernan al
sistema de Estados-, además del gran potencial de crecimiento
económico de dicha región, entre otros aspectos, permiten poner en
tela de juicio su “irrelevancia” en el sistema internacional del siglo
XXI. En esta ponencia se busca subrayar la gran ironía, en la que
África subsahariana históricamente ha atraído la atención
internacional de organismos internacionales tales como el FMI y el
BM, pero se le ha negado la posibilidad de expresar sus opciones. En
el siglo XXI emerge una nueva tendencia, que asume una forma
concreta en la proliferación de los procesos de democratización y de
integración regional, que demuestra una posición más pragmática de
las elites políticas y más participativa de la denominada sociedad
civil, en un contexto incierto. Por primera vez en su historia, los
africanos intentan elaborar una base común para su reinserción en el
sistema internacional.
formal son objeto de un amplio debate tanto político como académico, cuyo análisis
no es objeto de estudio de esta presentación. Para fines explicativos, se recurre a
la conceptualización de sociedad civil en África aportada por Anne Marie Goetz y
Shireen Hassim, quienes sostienen que la sociedad civil es el ámbito de las
actividades basadas en el grupo auto-escogido, la cual surge de la división de
intereses en la sociedad. Dichas actividades formalmente no son parte del Estado.
En el seno de la sociedad civil se distinguen distintos grupos, como movimientos
sindicales, trabajadores rurales, organizaciones no gubernamentales y movimientos
de mujeres. Anne Marie Goetz y Shireen Hassim. “Introduction. Women in power
in Uganda and South Africa” en Goetz y Hassim (eds.) No shortcuts to Power.
Londres y Nueva York, Zed Books, 2003. Véase también, entre otros, Nelson Kasfir
“Civil society, the State and democracy in Africa”, Commonwealth and Comparative
Politics, 36 (2), Julio 1998.
3
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La naturaleza del Estado
Kidane Mengisteab7 sostiene que la naturaleza del Estado
moderno, surgido después de los procesos de independencia, es
considerado como el principal “responsable” de los problemas básicos
económicos, políticos y sociales que aquejan a la región, ante su
incapacidad para cambiar las estructuras heredadas de la
colonización.
Los regímenes autoritarios —civiles o militares— contribuyeron
al profundo declive de las economías locales: por la mala
organización y administración de las finanzas públicas, por la
ausencia de recursos internos y por prácticas de despilfarro cayeron
en un endeudamiento externo desmedido, que aunado a la falta de
incentivos a la producción interna y al deterioro de los términos del
comercio internacional, entre otros factores, desencadenaron una
profunda crisis económica.
La corrupción, el carácter artificial de un espacio político
limitado a la preservación del poder personal y la grave erosión de la
economía, entre otros aspectos, se tradujeron, por un lado, en la
extraordinaria vulnerabilidad de los Estados africanos ante las
presiones externas, en especial del BM del FMI y de la Unión Europea
(antes Comunidad Económica Europea) y, por otro, en la incapacidad
de las elites gobernantes para realizar tareas mínimas en el plano
interno, como el desarrollo de identidades de tipo moderno,
constituirse en mecanismo de integración nacional, garantizar un
mínimo de seguridad a sus ciudadanos y elaborar normas no escritas
de conducta social para el manejo de los conflictos y para asegurar la
convivencia de los distintos sectores sociales, en especial de los
grupos étnicos.
En la década de 1990, en el contexto de una profunda crisis
económica acelerada por la adopción de programas de ajuste
estructural de los años 1980, la profunda erosión de los regímenes
africanos y la irrupción en la escena política de sociedades civiles
emergentes, aunados a los cambios acelerados en la estructura de
poder y en las reglas del juego internacional, desencadenaron el auge
de una gran variedad de procesos de cambio político —que no
necesariamente son democráticos— inaugurados de manera simbólica
en 1991 con la realización de elecciones que permitirían un auténtico
cambio de régimen en Benin, Cabo Verde y Zambia. A esas
elecciones de inicios de la década de 1990 se les atribuye un carácter
7
Kidane Mengisteab, 2008.
4
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fundacional: fueron el inicio de una nueva etapa en la vida política de
África subsahariana, con la génesis de experiencias innovadoras. Es
importante mencionar que en algunos casos la erosión de los
regímenes autoritarios se ha registrado en un ambiente político
dominado por el incremento en intensidad y extensión de la violencia.
Debido a la trascendencia de estos procesos, definidos como “la
segunda liberación” de África subsahariana, alcanzaron una gran
popularidad los estudios de la democratización, lo que contrasta con
la falta de preocupación analítica por los temas de género vinculados
con la democratización: el papel jugado por movimientos de mujeres
en la apertura democrática, resistiendo a regímenes corruptos y
represivos a través de demostraciones públicas y otras formas de
activismo político –en Kenya, Mali, Sierra Leona, Guinea y Níger entre
otros países- rara vez es mencionado.
La nueva coyuntura se convirtió en el escenario propicio para
una mayor participación política de las mujeres, quienes empezaron a
hacer su marca en la política en los 1990s a un grado nunca visto en
la era pos independencia. 8 Uno de los aspectos más importantes fue
la creciente visibilidad de las mujeres como actores políticos, con el
incremento de organizaciones independientes de mujeres, enfocadas
a la educación cívica, al entrenamiento en liderazgo y animando a
mujeres para competir por puestos públicos, desde parlamentarios
hasta la presidencia.
Los procesos de democratización, con la creciente participación
autónoma frente al Estados de las organizaciones de la sociedad civil
y la imposición de reformas liberales, no han generado consecuencias
necesariamente uniformes y pueden tener efectos negativos para las
mujeres, creando problemas inesperados, por ejemplo en cuanto a la
transformación del discurso de género en leyes viables, que deben
ser sostenidas por un esfuerzo organizado, necesario para que los
temas de mujeres tengan vigencia. En la práctica se distinguen
grandes diferencias derivadas de aspectos tales como el contexto
socio-político y étnico y las desigualdades de género. En muchos
países africanos la ciudadanía plena y activa de las mujeres continúa
siendo un derecho condicional y elusivo, ante la persistencia de
tradiciones, leyes y creencias religiosas que inhiben la extensión del
derecho de ciudadanía a las mujeres.
A pesar de estas condiciones adversas, hay mujeres que –no
obstante tener poco poder- han podido aprovechar la nueva apertura
de espacios y establecer su presencia en la esfera pública. Este es un
aspecto especialmente problemático, no solo por la desigualdad entre
8
Aili MariTripp. “The new political activism in Africa”, Journal of Democracy, 12 (3)
2001
5
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hombres y mujeres sino por los altos niveles de desigualdad en la
sociedad en general, por ejemplo entre ricos y pobres y entre
sectores urbanos y rurales.
En forma contradictoria, junto a esta literatura de los procesos
de democratización en África subsahariana surgió una perspectiva
teórica enfocada al análisis de los Estados “fallidos” (en términos
políticos) y débiles (en términos económicos), subrayando que la
gran mayoría de los Estados “fallidos” estaban en África
subsahariana.9 El planteamiento de fondo es el tradicional
escepticismo ante las posibilidades de cambio positivo en África
subsahariana.
Los intentos de solución regional
En ese contexto, el entonces presidente de Sudáfrica, Thabo
Mbeki,10 aportó lo que se ha convertido en el planeamiento filosófico
de la región subsahariana –el renacimiento africano- para subrayar
una nueva era de África subsahariana en la nueva dinámica mundial
del siglo XXI, sin ignorar la persistencia de las lógicas externas de
dominación: de acuerdo con la opinión de expertos, sin desconocer
las incertidumbres derivadas del hecho de que la gran mayoría de los
Estados africanos siguen siendo débiles, el futuro de África
subsahariana en este siglo no es necesariamente negativo y
dependerá de nuevos equilibrios que se están gestando,11 con la
emergencia de procesos regionales sin precedentes, orientados a
aminorar la debilidad de los Estados, proporcionando a la población
los bienes políticos básicos y a reclamar un lugar para África
subsahariana en la nueva dinámica mundial. Esos procesos, aunados
a nuevos enfoques teóricos y políticos, permiten apreciar que
9
Uno de los estudios más conocido es el elaborado por Robert Rotberg “The new
nature of Nation-State failure”, The Washington Quarterly, verano de 2002. Para
una vision crítica véase: Eghosa E. Osaghae,. “Fragile States”, Development in
Practice, 17 84-5), 2007
10
Resulta interesante que la gran mayoría de los autores consultados enfatizan el
papel jugado por Mbeki en esta redefinición ideológica positiva del papel de África
en la dinámica mundial. Sin embargo, debido a pugnas políticas al interior del
gobernante Congreso Nacional Africano (ANC), Mbeki tuvo que renunciar y
actualmente en Sudáfrica difícilmente se menciona este término.
11
Esta afirmación corresponde a un informe, elaborado por un equipo de expertos
africanos y tomando como punto de partida los resultados de distintos seminarios
de trabajo, cuyo objetivo no es predecir ni proponer el futuro de esa región, sino
explorar el futuro a partir de un análisis riguroso del pasado reciente, de la
situación actual, de las prioridades africanas y del peso de factores externos. Cfr.
Africa 2025. What possible futures for Sub-Saharan Africa? Johannesburgo, African
Futures, 2006.
6
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predomina una imagen positiva de cómo los africanos se ven a sí
mismos a inicios del siglo XXI.
La redefinición de la posición internacional de África
subsahariana comenzó con procesos regionales y subregionales y
años más tarde asumió una nueva faceta, con el cambio en la
percepción del papel de África subsahariana en la globalización, en un
entorno internacional alterado por los acontecimientos de septiembre
de 2001.
Al inicio de la primera década del siglo XXI tuvieron lugar dos
acontecimientos que permiten apreciar cómo las nuevas elites
políticas y económicas africanas, reconociendo las incertidumbres de
la situación actual y definiendo la reconfiguración de los espacios
nacionales y su reposicionamiento en la dinámica mundial del siglo
XXI como prioridades, perciben el futuro de la región.
En primer lugar, la creación de la Unión Africana, con la
disolución formal de la Organización de la Unidad Africana (OUA),
creada en 1963 en el marco de la Guerra Fría. Este hecho dio
nacimiento a un organismo regional más acorde con nuevas reglas
del juego mundial. Reuniendo a todos los países africanos (con
excepción de Marruecos), entre los aspectos más sobresalientes de la
UA destacan el énfasis en la resolución de la problemática económica,
en lo que ha sido denominado como la nueva lucha continental
(liberación económica), y la renuncia (al menos teórica) de sus
miembros al principio de no intervención en asuntos internos,
reconociendo la necesidad de actuar colectivamente en casos graves
de amenazas a la seguridad y estabilidad del continente.12 En este
aspecto sobresale la importancia dada al logro de la estabilidad,
seguridad y cooperación entre los Estados miembros.13
En segundo lugar, la Nueva Asociación para el Desarrollo de
África (NEPAD: New Partnership for Africa’s Development). La Unión
Africana retomó una iniciativa, que tiene sus antecedentes desde
finales de la década de 1990, y que plantea una fórmula colectiva
(regional) para enfrentar los problemas del desarrollo económico,
político y social, conocido por sus siglas en inglés como NEPAD o
simplemente como partnership. Se trata de un documento ambicioso,
que el cual en una perspectiva amplia de paz y seguridad, se
formulan los lineamientos generales de una estrategia para la
recuperación económica de los países africanos, orientada a romper
con las tendencias históricas hacia la pauperización masiva y la
exclusión de África (incluida la parte norte), a partir de un
12
Africa Research Bulletin, 39 (7), pp. 14922-14925.
Norman Mlambo. “Evolution of the Peace and Security Council o0f the African
Union of the African Union and the African Standby force, up to 2006”, Africa
Insight, 36 (3-4), 2006
13
7
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reposicionamiento internacional del continente (partnership), con
principios justos de coparticipación, con los distintos países del
mundo: se reconoce que la pobreza y el atraso de África y la continua
marginalización en la economía global constituyen una grave
amenaza para la participación del continente en el sistema mundial y
propone revalorar a África por lo que internamente se está
construyendo y ofrece una nueva forma de asociación.
Mientras que los países africanos ofrecen, fundamentalmente,
convertirse en socios confiables, creando las condiciones internas
necesarias
para
el
desarrollo,
como
buena
gobernación,
transparencia, estabilidad y paz regionales, los socios no africanos se
comprometen a respaldar los esfuerzos africanos con apoyos
económicos.14
En el marco de los cambios internos y de estas dos iniciativas
(UA y NEPAD), han tomado fuerza o han sido creados nuevos
esquemas de integración subregional como mecanismo para lograr el
crecimiento económico, atraer nuevos recursos financieros y
renegociar su posición en la economía mundial. Esto sin embargo no
implica que las condiciones internacionales sean necesariamente más
favorables, en comparación con la situación en los primeros años de
vida independiente.
El nuevo enfoque de integración se basa en una perspectiva
que, al menos en el plano teórico, es más coherente con la realidad:
pretende ser compatible con la globalización de la economía y está
orientado hacia la apertura y la interdependencia. En el plano
internacional, organismos internacionales (en especial el Banco
Mundial, BM) impulsan la integración, que además parece contar con
el apoyo de las elites africanas.
En una dinámica contradictoria y en gran parte como resultado
de la imposición de programas de ajuste estructural y la expansión de
la ideología neoliberal, las estructuras económicas y políticas de los
distintos países africanos son más similares, lo que puede favorecer
la integración: las economías se abrieron, disminuyó el papel
intervencionista del Estado y tomaron fuerza sectores privados, casi
siempre en detrimento de los sectores más vulnerables (obreros,
campesinos pauperizados). Sin embargo, esas economías siguen
siendo débilmente competitivas en el nivel internacional.
14
Declaration on the implementation of The New Partnership for Africa´s
development (NEPAD). Addis Abeba, African Union; NEPAD Executive Summary.
Short Term Action Plan. Addis Abeba, African Union, mayo 2002; Kiki Edozie,
“Promoting African ‘Owned and Operated’ development: A reflection on The New
Partnership for African Development (NEPAD)”, African and Asian Studies, 3 (2),
2004
8
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Según el Banco Mundial, en la primera década del siglo XXI
sería necesario que las economías africanas alcancen un crecimiento
promedio anual de entre 5 y 7 por ciento para lograr un crecimiento
económico sostenido y durable, para responder al ritmo de
crecimiento de la población (más del 3 por ciento). Tomando en
cuenta la fragilidad y pequeñez de la gran mayoría de las economías
africanas, el BM sostiene que la interrogante no es si África
subsahariana debe o no integrarse para alcanzar el crecimiento
necesario, sino cómo hacerlo. En esta óptica, los esquemas de
integración deben necesariamente comprender, a nivel de región, el
desarrollo de instituciones, una política de infraestructura y
mecanismos de financiamiento y de concertación a favor del sector
privado. De acuerdo con nuevas reglas del juego internacional, el
enfoque regional no puede quedar limitado a la esfera económica. Los
Estados deben crear las condiciones internas —estabilidad política y
económica— favorables para las nuevas estrategias de inversión y
para integrarse en mercados regionales
A manera de conclusión
La participación de África en el comercio mundial sigue siendo
mínima, con aproximadamente 1-5% y además las exportaciones
están concentradas en un reducido grupo de mercancías primarias.
Aunque los flujos de inversión directa en África se han
incrementado, lo han hecho de manera desigual y siguen siendo
mínimos, correspondiendo a menos del 4% de la economía mundial.
Estos flujos tienen como principales destinatarios a Sudáfrica y a los
países productores de petróleo, lo que refleja la persistencia de la
dependencia de exportaciones de materias primas.
El sector privado está involucrado solo de manera marginal en
esquemas internacionales de producción, en especial en maquiladoras
en las primeras etapas de producción.
El rápido crecimiento de las economías emergentes asiáticas
había incrementado la demanda de materias primas de África
(petróleo, metales y piedras preciosas) y había generado una mejoría
en los términos del intercambio. Por ejemplo, las exportaciones
africanas hacia China crecieron 12 veces en 2006, en comparación
con 1995. El aspecto negativo en esta situación es que tiende a
fortalecer la especialización de los países africanos como
exportadores de materias primas.
En la agricultura, a pesar del alto potencial en algunos países,
persiste la incapacidad africana para alimentar adecuadamente a su
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población y 42 países están clasificados como importadores netos de
alimentos. La participación de África en el comercio agrícola mundial
es inferior al 6%.
Los nuevos inversionistas, incluidos los chinos y los indios, se
han diversificado los flujos de inversión directa hacia la agricultura,
manufacturas,
construcción
y
servicios.
Los
inversionistas
internacionales están empezando a ver a África como un destino
promisorio, sobre todo a partir de los cambios cualitativos internos.
10