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ego | nutrición en la tercera edad
Nutrición en la tercera edad
Dieta a la medida
Conocer los factores biológicos y psicosociales que afectan el estado nutricional
de un adulto de la llamada “tercera edad” es indispensable para elaborar un régimen
alimentario que le permita cuidar la salud y disfrutar los alimentos
Sabina Ojeda | fotografía orlando palencia
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nutrición en la tercera edad | ego
Junto a la actividad física y a las relaciones sociales,
la nutrición es fundamental para promover la salud
en la tercera edad, etapa que comienza a vivirse a
partir de los 60 años.
El deterioro natural y progresivo de las funciones
biológicas del adulto mayor modifica sus necesidades
nutricionales y su forma de alimentarse, expresa la
geriatra Ligia Luque. Por su parte, la nutricionista Liner
Solarte precisa que los adultos mayores forman un
grupo heterogéneo: hay algunos que padecen ciertas
enfermedades y otros que se mantienen saludables. En
consecuencia, la dieta debe ser personalizada.
A los cambios biológicos se suman los cambios
psicosociales que afectan el estado nutricional. “Las
modificaciones que ocurren en el organismo y en
el entorno del adulto mayor hacen que éste tenga
dificultades para cumplir un régimen alimentario
sano, y lo expone a un alto riesgo de malnutrición”,
subraya Solarte. Por ello, es fundamental conocer
y entender estas alteraciones para así elaborar un
régimen alimentario que le permita gozar de buena
salud y disfrutar los alimentos.
Modificaciones de peso
La disminución de la masa muscular y ósea y el aumento del tejido graso son cambios que, unidos a la poca
actividad física, reducen las necesidades energéticas
diarias del adulto mayor, explica Solarte. Según cifras
del Instituto Nacional de Nutrición, los hombres a
partir de los 60 años necesitan consumir aproximadamente 600 calorías menos que de los 30 a los 59 años,
y las mujeres alrededor de 300 menos. Sin embargo,
advierte la nutricionista, a pesar de esta reducción –que
se acentúa a partir de los 80 años–, muchos adultos mayores no cubren su requerimiento energético debido a
factores biológicos y psicosociales:
Biológicos. El apetito y la capacidad del organismo para absorber y aprovechar los nutrientes se ven
afectados por la disminución –propia de la edad– de
los sentidos del gusto y el olfato. Además, el adulto
mayor sufre alteraciones del mecanismo de deglución
que pueden causarle impedimento para tragar sólidos
o líquidos (disfagia), y la pérdida de piezas dentales y
utilización de prótesis dificultan la masticación.
Consejos a la carta
• Preparar menús sencillos, variados y atractivos.
• Elaborar platos que incluyan en una sola preparación todos
los nutrientes, como sopas, cremas, tortillas y papillas. Para
la merienda, merengadas, yogures con frutas o cereales.
• Moderar el consumo de café y alcohol, y evitar frituras.
• Controlar los niveles de azúcar y sal, y el consumo de grasas.
• Atender la ingesta de líquido (un adulto mayor debe tomar
al menos litro y medio al día).
• Agregar a la dieta alimentos ricos en fibra, como granos, cereales,
frutas y vegetales.
• Condimentar con hierbas aromáticas como laurel, romero,
tomillo, orégano y albahaca.
Por otra parte, la presencia de patologías agudas,
crónicas y degenerativas en el adulto mayor aumentan el riesgo de malnutrición, pues crean limitaciones
para adquirir, preparar y consumir los alimentos,
indica Luque. Las enfermedades que causan más dificultades, porque pueden llegar a incapacitar, son las
cardiovasculares, cerebrovasculares, demenciales y
osteoarticulares.
Psicosociales. La reducción de la participación social y de la actividad física en la tercera edad altera
el ritmo de vida y la alimentación. “El aislamiento
y la soledad modifican los hábitos e influyen en el
estado de ánimo. Pueden causar trastornos como la
depresión, que trae consigo la pérdida del apetito”,
expresa Luque. Las limitaciones económicas también pueden impedir que el adulto mayor mantenga
una dieta sana, pues crean restricciones a la hora
de elaborar platos de calidad, lo cual puede causar
desnutrición u obesidad.
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ego | nutrición en la tercera edad
El apetito y la capacidad para absorber y aprovechar los nutrientes se ven afectados
por la disminución –propia de la edad– de los sentidos del gusto y el olfato
Menú variable
Las dietas monótonas y prohibitivas impiden que el adulto
mayor se aproxime con gusto a la mesa. “No se le puede quitar
todo, y es necesario explicarle por qué debe cambiar la forma
de alimentarse. Sólo con educación y una información clara es posible
que se acerque de forma positiva a los alimentos”, precisa la geriatra
Ligia Luque. Si bien los regímenes nutricionales están condicionados
por el estado de salud, se deben respetar sus preferencias, porque
ofreciéndole comidas que no le agradan, va a ser difícil
que se alimente adecuadamente.
Refuerzo necesario
Aunque no existen grandes diferencias entre el requerimiento de micronutrientes de un adulto mayor
y el de un adulto joven, es necesario reforzar ciertas
vitaminas y minerales que tienden a no ser asimiladas por los cambios del organismo, explica Solarte.
Si la persona no puede consumir algún nutriente por
padecer una enfermedad, se indican suplementos.
Vitamina D. Con la edad, el organismo pierde la capacidad de producir esta vitamina. Su inclusión en la
dieta es fundamental para evitar la osteoporosis. Los
lácteos, los pescados grasos –atún, sardina, salmón–
y los cereales enriquecidos son una buena fuente.
Además, se recomienda la exposición a la luz solar,
pues ayuda a que el organismo la produzca.
Calcio. Es vital en el adulto mayor para mantener
los huesos sanos, la coagulación de la sangre, la contracción y relajación de los músculos y el control del
ritmo cardíaco. La disminución de la producción de
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vitamina D, propia de la edad, afecta la absorción de
este mineral, cuya fuente principal son los lácteos.
Complejo B. Las vitaminas del complejo B ayudan
al organismo a obtener energía de los alimentos y a
producir enzimas y proteínas. Además, intervienen en
el funcionamiento de los sistemas nervioso, digestivo
y cardiovascular. Entre sus fuentes se cuentan el pescado, el pollo, los lácteos, el huevo, la carne de res, los
mariscos, los vegetales de hojas verdes y los cereales
enriquecidos.
Hierro. En el adulto mayor disminuyen las reservas
de hierro, aumentando así el riesgo de anemia. Este
mineral se encuentra en alimentos de origen animal,
como las carnes rojas y la yema de huevo, y de origen
vegetal, como la espinaca, el brócoli y los granos (los
cuales deben estar acompañados de alimentos ricos
en vitamina C para su mejor absorción).
Zinc. Este mineral es vital en la dieta del adulto
mayor porque fortalece el sistema inmunitario y estimula los sentidos del gusto y el olfato. Se encuentra
en el pescado, la carne, el huevo, los mariscos, los
granos y las legumbres.
•
F u e n t e s c o n s u lta d a s
º Liner Solarte, nutricionista. Adjunta al Servicio de Soporte Nutricional de Locatel.
º Ligia Luque, médico geriatra e internista. Adjunta al Servicio de Soporte Nutricional
de Locatel.
º Valores de referencia de energía y nutrientes para la población venezolana. Instituto Nacional de Nutrición. Serie Cuadernos Azules (2001).
º Evaluación del estado nutricional del paciente geriátrico”. Heriberto Martínez, Arnulfo
García y José González. Medicina Interna de México. Volumen 23, N° 3. México (2007).
º “Alimentación en las etapas de la vida: tercera edad”. Guía de alimentación y salud.
Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).
º www.consumer.es / www.nlm.nih.gov.