Download luis benitez - Cuenteros, Verseros y Poetas

En el siglo IV a.c. en la antigua Grecia, el amante de la filosofía nació como
opuesto al sabio, este último poseía la sabiduría, mientras que el filósofo era
aquel que la buscaba constantemente porque carecía de ella, lo suyo era un
amor por la sabiduría.
El filósofo interpela, pregunta, plantea interrogantes más que respuestas,
es un buscador de respuestas, la duda siempre lo acompaña, se preocupa e
inquieta por saber, pero para tener el sabor, es decir, armonizar la razón y
los sentidos para saber vivir y saborear las cosas.
¿Qué es ese saber que a la vez es sabor?
Es la búsqueda de la verdad, la verdad es aquello que da sentido, lo que
es innegable, necesario, lo que ni los dioses ni los hombres logran
desmentir, lo que explica la totalidad de todo.
El filósofo es aquel que pretende entender y explicar el origen de las
cosas, de los seres humanos, del infinito, del mundo, de la vida y muerte.
En pocas palabras, la filosofía es una actividad que pretende explicar la
totalidad y busca la verdad usando la razón, analizando y reflexionando.
La filosofía apareció con las ideas de Sócrates y a él siguieron Platón y
Aristóteles, cada uno maestro del otro, los dos últimos dejaron huellas
decisivas en el pensamiento filosófico hasta nuestros días.
Aristóteles estableció el origen de la filosofía a partir de sus
investigaciones,
señaló
que
fueron
en
Turquía
quienes
primero
emprendieron la búsqueda del origen y fundamentos de las cosas.
La filosofía interpela la realidad, formula preguntas sobre todo lo que
existe y conocemos; esta capacidad de hacerse preguntas, de cuestionar
todo, lo llaman “problematización” porque crea problemas al cuestionar algo.
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El problema de la verdad, el nacimiento humano, las creencias religiosas, del
universo, del bien y del mal, del conocimiento, del arte, la política, etc.
La filosofía no acepta las verdades establecidas, la naturalidad del mundo,
el orden de las cosas, sino que cuestiona y mira por debajo y atrás de ellos,
lee entre líneas, formula una y otra vez preguntas sobre aquello que la
mayoría dá por establecido, vuelve a descubrir el mundo con los ojos de un
niño, pone a prueba los supuestos y presupuestos.
Cada respuesta se presenta generalmente como un nuevo interrogante,
la filosofía permite analizar y reflexionar y así comprender la realidad en la
que vivimos y, a nosotros mismos.
La filosofía expresa una actitud, un anhelo, un estado de ánimo, el deseo de
llevar nuestro conocimiento hasta sus últimos límites. No es un saber
concreto y transmisible, sino una actitud espiritual, en ocasiones ésta se
puede sugerir y encaminar, cuando preexiste una disposición espontánea se
adquiere el hábito de dar al pensamiento una dirección determinada, a ver en
el hecho más común, un problema, a empeñar el esfuerzo de la mente en
una contienda con lo desconocido, al superar la limitación individual se
puede descubrir un conjunto de teorías elaboradas al margen del proceso
histórico del momento.
Cada generación continua la anterior y a la vez la altera, la transmuta y
modifica su sentido y concepto, no existe “la filosofía” sino que numerosas
posiciones filosóficas que son producto del proceso histórico.
El pensar filosófico tiene que ser original en todo momento y tiene que
llevarlo a cabo cada uno por si mismo
El pensar original se presenta en los enfermos mentales y los niños, hay
una gran verdad en la frase que afirma que los niños y los locos dicen la
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verdad. La filosofía es aquella mediante la cual el hombre llega a ser él
mismo al hacerse partícipe de la realidad.
Es un prejuicio generalizado que la filosofía es sumamente difícil por ser
una actividad intelectual, propia de científicos y de filósofos profesionales.
Todos tenemos una filosofía de vida, comúnmente llamamos “forma de
pensar, forma de ser, mi política, así soy, etc.”
Pero al hacernos preguntas, ya estamos filosofando, yo les pregunto ¿es
preferible
“participar”
de
una
concepción
del
mundo
impuesta
mecánicamente por el ambiente externo?, o, es mejor, elaborar la propia
concepción del mundo de manera conciente y críticas, ser el guía de sí
mismo y no aceptar, del exterior, pasivamente la huella que se imprime
sobre nuestra personalidad, o, marcar nuestra propia huella.
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