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XVII Congreso del Partido Comunista de España
24, 25 y 26 de junio de 2005
7. Mujer
La política globalizadora de la economía se ha implantado acentuando todas las
desigualdades, incluidas las ligadas al sexo. Por otro lado, la globalización ha generado a nivel
individual, la perspectiva de poder alcanzar metas de bienestar, antes impensables a costa de
los demás miembros de la sociedad.
La economía de subsistencia ha resurgido ante la crisis estructural del sistema globalizador,
neo liberal y capitalista. En este contexto, la discriminación de género, existe de manera más o
menos formal y directa, en todos los lugares del mundo. Tal discriminación abarca desde la
más cruenta exclusión social hasta la violencia sistemática y se traduce en un desigual reparto
de recursos, ya de por sí acumulados en pocas manos.
La discriminación por razón de sexo, se asienta en el modelo tradicional de familia, que
conlleva una determinación apriorística de roles y de opción sexual. Las partes que componen
esta institución, tienen repartidas las tareas en relación a su sexo, edad y poder económico.
Las diferentes obligaciones, tareas y actividades impuestas socialmente, configuran un núcleo
ejemplarizador para el patriarcado.
Las diferencias entre hombres y mujeres en nuestra sociedad se manifiestan en multitud de
espacios: en el empleo, donde las tasas de paro femenino duplican al masculino; en el reparto
real de las tareas familiares, donde las mujeres practicamos las dobles y triples jornadas; en la
violencia de género y, cómo no, en los espacios de participación social y de poder político,
índices que reflejan el grado de la democracia de un país.
La desigualdad que experimentan las mujeres no es casual ni aleatoria. Por el contrario, se
atiene a datos constantes que singularizan a las mujeres frente a otros colectivos. Los largos
siglos sometidas al ejercicio de roles (esposa, madre, cuidadora, guardiana de las esencias
culturales, entre otros), que les ha confinado al ámbito de lo privado, de lo doméstico, han sido
suficientes para que las sociedades patriarcales se hayan ido configurando lentamente como
sociedades estratificadas desde del punto de vista del sexo. Según las estadísticas, el
abandono de empleo por parte de la mujer por sus condiciones familiares es muy alto, ya que
la conciliación de la vida familiar y laboral, que está dirigida exclusivamente hacia la mujer, ha
fracasado.
En este contexto adquiere sentido la propuesta del feminismo de atender no sólo a los
problemas específicos que comparten grupos determinados de mujeres, sino
fundamentalmente atacar directamente a aquellos mecanismos que traban la igualdad..
Igualdad entendida no sólo en relación a la distribución de los bienes, de los derechos y de las
obligaciones, sino también en relación a la participación de las mujeres como sujetos sociales
en la determinación de las reglas que norman la sociedad.
L@s comunistas debemos defender la causa de la mujer, debemos luchar contra la
desigualdad y contra todas las manifestaciones de opresión, discriminación e injusticia.
Es necesario llegar a las mujeres allí donde estén, esto significa llegar los centros de trabajo.
Igualmente es necesario que los compañeros las apoyen en la lucha por la igualdad.
- Es importante que la mujer forme parte activa de la lucha. Esto debe incluir a todas las
mujeres en su conjunto, sin distinción. el PCE se identifica con los ideales, tradiciones y el
objetivo del movimiento feminista, haciéndolos suyos y situándolos en su primer plano de su
lucha.
Igualdad en lo social
La igualdad en la realidad social es una conquista que todavía tenemos que hacer, ni siquiera
el desarrollo económico y de los sistemas democráticos, el acceso de las mujeres a la
educación y su mayor presencia en el mundo profesional han sido elementos suficientes para
vencer las enormes trabas que hoy por hoy nos encontramos en el camino hacia la igualdad.
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Nos encontramos con:
1. La ausencia o la escasa implantación de políticas sociales dirigidas a crear un bienestar
social a cargo del Estado, apostando por enseñanza pública para todas las edades, residencias
para personas mayores, un sistema sanitario preventivo, etc… Estas medidas políticas
generarían una colectividad autónoma y, por supuesto, mujeres independientes.
2. Un modelo social patriarcal que ha atribuido unos roles a las mujeres que nos reducen al
ámbito privado y que hacen, por tanto, que nuestros problemas y aspiraciones no tengan
trascendencia social.
3. La necesidad de ahondar en la corresponsabilidad de hombres y mujeres en el ámbito
familiar y doméstico.
4. Un mundo profundamente mediatizado, donde los estereotipos de mujer que se transmiten
dificultan en buena medida una percepción social de las mujeres como iguales a los hombres.
5. Junto a esto, no existe una conciencia social sensibilizada con los problemas de las mujeres,
salvo de forma esporádica y atendiendo casi siempre a la proyección mediática de los mismos.
El papel de los medios de comunicación en la percepción de la realidad de las mujeres es, sin
duda, de suma importancia.
Igualdad en el terreno laboral
La trayectoria social o el papel de la mujer en nuestras sociedades viene tradicionalmente
marcada por la división del trabajo en productivo y reproductivo y, en segunda instancia, por su
situación en el mercado laboral. Baste constatar, como uno de los elementos claves que el
trabajo considerado productivo y que, por tanto, genera derecho a remuneración y cobertura
social (pensiones, prestaciones i servicios) es el que se desarrolla públicamente, es decir, en la
esfera tradicionalmente masculina mientras las mujeres asumen en paralelo un trabajo
considerado improductivo.
Asimismo, en políticas sociales asistenciales y proteccionistas, existe una ausencia o escasa
implantación de las mismas, y en el marco del neoliberalismo, se va dando una leve y paulatina
desaparición de las políticas vigentes en este sentido, por ejemplo “las ayudas económicas a
terceros” que iban dirigidas a personas, mujeres en su mayoría, que tenían algún familiar a su
cargo, han desaparecido.
Esta diferencia básica condena a un número significativo de mujeres a la dependencia y tiene
su reflejo multiplicador en el ámbito de lo privado y en el ámbito de lo público.
Tampoco es muy halagador el panorama de las que permanecen o acceden ahora a un
mercado laboral que es otra fuente de discriminación (salarios inferiores, empleos menos
cualificados, mayor tasa de desempleo y de temporalidad, etc.) y cuyas consecuencias no
terminan con el fin de la vida profesional, sino que -reflejo exacto de ésta- se proyectan a futuro
con la entrada en los sistemas de protección: pensiones u otras prestaciones derivadas de las
cotizaciones, siempre por debajo de la media nacional en intensidad, cobertura y cuantía, y
muy por debajo de la media masculina.
Otra cuestión adicional, pero no menos importante, que gravita igualmente sobre las mujeres,
es la inadecuación del entramado social y, fundamentalmente, de los Servicios Públicos, a los
cambios operados en la sociedad en las últimas décadas (masiva incorporación de las mujeres
al sistema educativo y a las Universidades, así como al mercado de trabajo) y en el modelo
familiar o de convivencia.
Igualdad en lo político
La democracia de la que hoy disfrutamos, como vamos viendo a lo largo de esta exposición, es
una democracia inacabada. Si el movimiento sufragista de los siglos XIX y XX reivindicó el
derecho al voto, en la actualidad el feminismo, las mujeres en general, luchamos por la llamada
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democracia paritaria, un término que se consolida en la declaración suscrita en Atenas en
noviembre de 1992.
Uno de los debates cruciales del feminismo de finales del siglo XX, y todo indica que también
del siglo XXI, es el la paridad. En todos los países del mundo en los que existe un movimiento
feminista se está proponiendo un nuevo reparto de poder entre hombres y mujeres.
La paridad es una propuesta política discutida porque ataca el núcleo básico de la democracia
patriarcal al proponer una nueva distribución de poder entre varones y mujeres. El concepto de
paridad, y de democracia paritaria, es la prolongación de la lucha por el voto del movimiento
sufragista. La noción de democracia paritaria nace de la contradicción entre el aumento de
mujeres en muchos de los ámbitos de la vida social y su ausencia de los espacios donde se
votan las leyes y se toman decisiones que afectan al conjunto de la sociedad.
Una de esas desigualdades estructurales difícil de desactivar y que pone en cuestión la
legitimidad de la democracia es la ausencia de las mujeres en los espacios de poder.
El feminismo que se inscribe en la tradición igualitaria sostiene que no hay democracia política
legítima que excluya a la mitad de la población. Y por ello plantea la paridad como un proceso
estratégico de lucha contra el monopolio masculino del poder. Debemos trabajar para que
algún día podamos prescindir de las cuotas por innecesarias, ya que la paridad será una
realidad.
La igualdad en la representación política no puede depender más tiempo de la voluntad de
cada partido político. Ese derecho a la igualdad y a la libertad de elección de representantes y
representadas/representados debe ser una obligatoriedad desarrollada en la ley, como lo son
todos los derechos de ciudadanía. Por tanto, la paridad como instrumento para garantizar la
presencia equilibrada de los sexos es más democrática y permite una mayor capacidad de
elección, si entendemos como democracia paritaria una representación equilibrada de hombres
y mujeres. La paridad es un objetivo que de asumir el PCE, pero debe conseguirlo de forma
natural, fomentando y facilitando la participación de la mujer dentro del Partido y en la
ocupación de cargos públicos y de responsabilidad.
Esta defensa de la paridad, a lo largo del siglo XX, debe inscribirse en la larga lucha de la
mujer por los derechos civiles, no sólo por su reconocimiento formal sino por su consecución
de hecho. La igualdad es una aspiración y no la realidad de la que partir. A los poderes
públicos es necesario reclamarles cuantas medidas favorezcan el acercamiento a una igualdad
de hecho. La paridad así, se convierte en un instrumento capaz de obligar las instituciones y la
sociedad civil a realizar un esfuerzo por incorporar la mujer a los órganos de decisión políticos,
es decir a remover cuantos obstáculos se presenten para que la igualdad sea un hecho y no
una aspiración, en este caso en lo que a la participación política se refiere.
Es verdad que hemos hecho progresos muy importantes en España; es verdad que gracias al
movimiento feminista principalmente, que ha sabido mantener sostenidamente una lucha que
ha obligado a los partidos políticos, sindicatos, etc., que también lo necesitan, a ponerse la pila,
hemos conseguido avanzar. Se trata por tanto a nuestro entender de impulsar políticas activas
y positivas que prioricen por diferentes medios, no sólo los legales, sino simbólicos, a través de
cambios de prácticas políticas, la participación política de las mujeres, no para hacer lo que los
hombres hacen sino para incorporar otros valores. Por ello hay que abordar decididamente
varios frentes.
Si el sistema patriarcal ha venido asignando unos roles a las mujeres que al tiempo que las
marginaban de la vida pública les encomendaban el cuidado de las personas, el neoliberalismo
tiende a acentuar dicha escisión al remitir dicho cuidado a la esfera privada. . Frente a ello,
nuestra lucha contra la discriminación de las mujeres y por una democracia paritaria que les dé
pleno acceso a las funciones públicas no puede limitarse a la incorporación de mujeres a las
funciones previamente reservadas a los hombres.
Se trata de revolucionar el Estado, no sólo incorporando mujeres a puestos públicos, y de
invertir el modelo neoliberal, tendiendo a superar las funciones represivas del Estado al tiempo
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que se desarrollan sus funciones económico-asistenciales, y excluyendo el uso de la violencia
para la resolución de conflictos tanto en el ámbito privado como en el público.
Otro modelo de participación.
La participación política y social de las mujeres se dificulta, entre otras cosas, porque el modelo
instaurado se basa en esquemas tradicionalmente masculinos que hacen muy difícil la
participación de las mujeres: el sistema y horario de reuniones, los métodos de discusión, el
carácter competitivo de la participación..., desaniman a muchas mujeres a participar más en el
ámbito político y social.
Podríamos apuntar algunas ideas que quizás facilitarían la presencia de mujeres en los
órganos de decisión políticos y sociales:
- consensuar horarios y métodos de reunión atendiendo a los diferentes intereses de las
personas (hombres y mujeres) que participan.
- establecer mecanismos de participación que atendieran al criterio de crear equipos de trabajo
y mecanismos de colaboración dentro de una amplia flexibilidad, desterrando el concepto de
competitividad, más empatía.
Son necesarias políticas para promover la independencia económica de las mujeres,
incluyendo el empleo, combatiendo las causas estructurales de la feminización de la pobreza
mediante cambios de las estructuras económicas y garantizando la igualdad de acceso para
todas las mujeres a los recursos productivos, a las oportunidades y a los servicios públicos.
Terminar con la violencia específica ejercida contra las mujeres como colectivo, tiene sus
ancestrales orígenes en las antagónicas relaciones de poder entre hombres y mujeres y ello
produce una quiebra sistemática en los derechos humanos de las mujeres, que se materializan
en distintas formas que van desde la violencia doméstica, o la explotación sexual de las
mujeres, cuyo mayor exponente es la prostitución, o la violencia mediática y laboral.
La universalidad de los derechos humanos por encima de consideraciones religiosas y
culturales ha sido una conquista fundamental de las luchas por la emancipación y el progreso
social de los siglos pasados y que continúa en la actualidad. La referencia a esas
consideraciones encubre en muchas ocasiones justificaciones de situaciones intolerables de
discriminación y opresión de género. Sin caer en el eurocentrismo, la lucha por la
emancipación femenina en todo el planeta es un objetivo irrenunciable y sin matices de nuestro
proyecto y vuestra militancia comunista
Tenemos que terminar con la infrarepresentación de las mujeres en los ámbitos de
representación política, de ahí la necesidad de establecer medidas legislativas que compensen
esta realidad y garanticen el acceso en condiciones de igualdad de mujeres y hombres a los
mandatos electorales y funciones electivas.
No nos debemos dejar vender motos patriarcales, tales como: las mujeres tenéis mucho poder
(es decir, no tenéis por qué reclamar más en el espacio que no os corresponde). Aunque
alguna mujer lo tenga a título de excepción, ese poder no revierte en el colectivo de las mujeres
como tal y, en esa medida, lo tiene con mayor grado de precariedad que un varón en idéntica
situación, en la medida en que este último es como si estuviera investido en su posición de
poder por el poder que se auto-adjudica como colectivo, en cuanto sexo-género, el conjunto de
los varones. Por eso es tan importante que las mujeres accedamos al poder público, no sólo
individualmente sino en grupos, formando redes que nos permitan potenciar el poder de las
mujeres como colectivo.
Queremos seguir avanzando y tenemos prisa porque el tiempo es un aliado fundamental para
el destino del colectivo de las mujeres del mundo.
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Nuestra participación en el Movimiento Feminista
Debemos definir nuestras alianzas estratégicas con el movimiento feminista y el movimiento
antiglobalización. Este último, si bien tiene problemas, nos ha enseñado a analizar las
relaciones en términos de solidaridad global y nos ha permitido coordinar las resistencias,
aunque en él, al igual que en nuestra propia Organización, los avances serían mayores si se
utilizasen enfoques feministas.
Entre todos y todas debemos abordar en el Partido las contradicciones existentes en el
feminismo, cuya manifestación no tendría porqué ser negativa pero, que de hecho, está
fraccionando hoy a las mujeres y sus organizaciones, y a la sociedad en su conjunto:
En cuanto a la prostitución, desde una posición abolicionista firme, hy que exigir y trabajar
por una política social a favor de las prostitutas y contra la política de criminalización de la
pobreza que el sistema lleva a cabo.
Existe una tendencia en algunas organizaciones partidaria de la utilización de la coerción y
las medidas punitivas como mecanismos únicos de resolución del problema de la violencia
contra las mujeres. La vía penal no es la más adecuada, necesitamos leyes dirigidas a la
prevención y a la concienciación social.
Tras la apariencia de avance social de la recién aprobada ley del divorcio, se esconden
ideas profundamente reaccionarias. En esta ley la “libertad” es el máximo valor, aunque
ignorando que el trato igual a quien es desigual produce discriminación. Defendemos la
custodia responsable, frente a custodia compartida en caso de separación litigiosa.
Debemos reflexionar acerca de cómo compatibilizamos la igualdad de derechos civiles, el
respaldo del derecho civil al matrimonio y su extensión a los gays y lesbianas, con la crítica
radical a la institución del matrimonio, impulsada por el Estado para regular la propiedad.
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