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MACROECONOMÍA Y ECONOMÍA POPULAR RICARDO DIÉGUEZ 1. La comprensión del funcionamiento macroeconómico de una formación económica social capitalista es esencial para analizar las posibilidades de otra economía. Como parte integrante del sistema social, el subsistema económico nos remite a la producción, distribución, circulación y consumo de bienes y servicios. Bajo la hegemonía del capital, el capitalismo aparece como un “sistema total que articula la reproducción material y social” (Cattani, 2004). En este “sistema total” distingamos: a) El subsistema capitalista, que responde a la lógica de la reproducción del capital; b) El subsistema estatal, que responde a la lógica de reproducción del poder político y c) El subsistema de la economía popular, que responde a la lógica de reproducción de vida. La articulación de estos tres subsistemas con sus lógicas entrelazando a las unidades micro sociales en las que se constituyen, (Coraggio, 1999) ha caracterizado al capitalismo desde su propio nacimiento y su separación es solo analítica. En ese sentido hablamos de economía mixta, toda vez que las estructuras de interacción e intercambio entre unidades de una o varias lógicas, manifiestan la base económica de las sociedades contemporáneas, y a su vez, la producción / reproducción de su tejido social. Es mixta por la confluencia de tres colectivos, cada uno de ellos con tres lógicas diferentes, y no en el sentido convencional de capital y estado intervi9niendo en el mercado. En una economía predominantemente de mercado, éste actúa como el principal organizador de estas articulaciones, las cuales se configuran a través de los precios. La confluencia/confrontación en el mercado de los procesos sociales de producción y circulación construyen el sistema de precios de las mercancías que componen el producto social. Aceptada analíticamente esta reducción de la organización de la vida social, sin ignorar los otros aspectos de la vida del hombre, podemos examinar la forma en que se enlazan las relaciones sociales mediadas por cosas, donde los precios ofician como articuladores, tal y como sucede en la moderna sociedad capitalista. Desde ese punto de vista, es posible identificar transacciones y transferencias entre los tres subsistemas. Analicemos entonces cada uno de ellos, observando su participación en la producción de satisfactores de necesidades. Al observar las industrias organizadas por el capital privado, es necesario realizar una distinción que determina el funcionamiento de este subsistema. La observación simple de lo real permite distinguir entre industrias organizadas por el capital concurrencial e industrias organizadas por el capital concentrado (O´Connor, 1983). Mientras la primeras llegan al mercado como tomadoras de precios, las segundas lo hacen como “formadoras de precios” mediante lo que se denomina “precios administrados” y forman sus precios “fuera del mercado” según la ganancia después de impuestos que pretenden obtener. Esto no significa que la “demanda con capacidad de pago” no tenga ningún rol; simplemente estas agencias capitalistas están en condiciones de estimar la cantidad de bienes que, dada su capacidad instalada, pueden realizar efectivamente en el mercado al precio que les asegure la rentabilidad esperada. Las industrias organizadas por el capital concurrencial, en tanto tomadoras de precios, obtiene a determinación de su tasa de ganancia en el mercado. Así, en este subsistema vemos que el capital concentrado se apropia de una porción mayor del producto social por su condición de formadores de precios. Esto determina que el capital concentrado sea el único que puede reflejar en sus ganancias los aumentos de productividad generados por innovaciones tecnológicas, mientras que los incorporados por el capital concurrencial van a tener que expandirse por todo el sector, reflejándose en la baja de sus precios. En el subsistema estatal encontramos las industrias organizadas por el capital estatal. Se distinguen aquellas que producen bienes y servicios y son organizadas directamente por las agencias estatales (el petróleo, la electricidad, los servicios postales, la educación, la salud, etc.) y aquellas que producen mediante contratos con el Estado (los suministros militares, la construcción de viviendas y carreteras, etc.). En éstas el sector privado también opera con precios administrativos, pero en esa administración confluye el capital privado – organizado en busca de beneficiocon el Estado – que no invierte en busca de lucro-, y corresponde distinguirlas de las del sistema anterior. Asumiendo que las funciones básicas del Estado capitalista (O’Connor, 1983) son garantizar las condiciones de rentabilidad del capital privado y establecer las condiciones que garantizan la armonía social, vemos que los gastos estatales tiene un doble sentido; a) capital estatal, que se dirige a garantizar la rentabilidad general del capital y b) gasto social, que se dirige a garantizar la armonía social y su propia legitimidad, como, por ejemplo, la asistencia social. A su vez, el capital estatal puede diferenciarse en: i) inversión estatal: actividades realizadas por el Estado que incrementan la productividad de una determinada cantidad de la fuerza de trabajo, aumentando el beneficio del sector privado –como por ejemplo la creación de parques industriales que son financiados por el Estado- y ii) el consumo estatal: actividades que disminuyen el costo de reproducción de la fuerza del trabajo, contribuyendo también a aumentar la tasa de ganancia del sector privado –como la seguridad social, los sistemas de salud o la educación. En la Economía Popular y su unidad micro social, la Unidad Doméstica (UD) (Coraggio, 1999), incluimos el trabajo asalariado, el trabajo doméstico, otros trabajos que generan valores de uso pero no valores de cambio, los emprendimientos productivos no orientados por el lucro a través de diferentes formas asociativas y las actividades involucradas en “la pequeña producción de mercancías”, (productores por cuenta propia que vuelcan su producción en el mercado). Visto desde la “producción de mercancías”, en este subsistema se “produce” la mercancía “fuerza de trabajo”. En realidad, lo que produce/reproduce la UD es la capacidad de hombres y mujeres de trabajar, independientemente que esa capacidad sea vendida como mercancía o utilizada en otras actividades. Esencialmente, la producción/reproducción de la fuerza de trabajo es una actividad colectiva en la que confluyen el trabajo (gasto de cerebro y músculo humano) de todos los integrantes de la UD (ya sea en la concepción restringida de la misma –la familia nuclear- o en su concepción ampliada –los vínculos y entrelazamientos de la unidad familiar con su entorno y/o con las familias ‘ampliada’, esto es la confluencia de varias ‘unidades de familias nucleares’ vinculadas por lazos de parentesco, vecindad u otros). Al definir así el funcionamiento de la Economía Popular, desde su unidad socioeconómica, la Unidad Doméstica y su articulación con distintas instituciones sociales (escuelas, sistemas de salud, sindicatos, etc.), puede verificarse que esta lógica opera mas allá de los niveles de ingresos que las mismas detenten y de las pautas de consumo que puedan caracterizarlas. Es decir, no nos estamos refiriendo a una “economía de pobres para pobres”, sino que esta lógica opera, de acuerdo a la definición de Coraggio, en cualquier unidad doméstica cuya reproducción depende de la realización continuada de sus capacidades de trabajo, sea cual sea su condición social. 2. Estos tres subsistemas de la economía capitalista –del capital, del estado y de la economía popular- interactúan permanentemente en la confluencia/confrontación entre el proceso social de producción y el proceso social de circulación dentro de un marco institucional históricamente determinado. En esa interacción se determinan los precios de las mercancías y las cantidades de remesas de transferencias (subsidios, impuestos, etc.) defendiendo así la forma en que, en ultima instancia, se distribuye el plus producto social. Los precios de mercado expresan no solo los costos de producción y la ganancia del capital, entendida como un mark up sobre aquellos, sino también los impuestos, tanto los que afectan al consumo, como los que, teniendo que estar a su cargo, el capital privado concentrado transfiere mediante los “precios administrados” a los consumidores, cargando éstos con la carga tributaria, y aumentando la ganancia de las agencias capitalistas. Este traslado de la carga impositiva hacia los consumidores resulta, además de un gasto mayor en la búsqueda de satisfactores de necesidades, una degradación permanente de la equidad social. Basta observar, por ejemplo, que en gran medida los alimentos son producidos por empresas organizadas por el capital concentrado, para tener una idea de las transferencias que el subsistema de la economía popular realiza hacia el subsistema del capital a través del sistema de precios. Precios y mercado se constituyen así en la herramienta del capital concentrado para trasladar una parte de su carga tributaria al subsistema de la economía popular, al tiempo que por la vía de la inversión estatal socializa costos, aumentando sus ganancias. Las combinaciones de una estructura tributaria regresiva con una distribución del ingreso de inequidad media a alta y el predominio de mercados oligopólicos, hace que la presión tributaria caiga en mayor proporción sobre los deciles inferiores de la distribución del ingreso que en el superior (Santiere, 2002). Así, el mercado, a través de los precios profundiza las desigualdades sociales, situaciones bastantes características de los países de América Latina. Si bien esta situación puede ser mitigada por políticas sociales adecuadas, eso no significa que sea eliminada. En el mejor de los casos se mantendría sin profundizar la desigualdad social. Esto da cuenta que en estas situaciones, y a través de los precios de mercado, la función de redistribución del Estado opera, en una medida nada desdeñable, desde los sectores de menores recursos hacia el capital concentrado. A su vez, las innovaciones tecnológicas tienden a aumentar la producción y, al mismo tiempo, disminuir la demanda de fuerza de trabajo (desempleo tecnológico), generando permanentemente “población excelente”, es decir personas demandadas por el subsistema estatal o el subsistema capitalista concurrencial (a salarios mas bajos) o excluidos del proceso social de producción capitalista. Sin embargo esto no significa que necesariamente sean excluidos como consumidores (de Jesús y Mance, 2004) donde, por la vía de los precios, contribuyen al financiamiento de la inversión estatal en innovaciones tecnológicas. Los precios son una “unidad de medida” expresada en dinero; esto obliga a mirar como opera la restricción monetaria dentro del agregado macroeconómico que estamos describiendo. La moneda, en tanto homogenizadora de heterogenidades, opera en forma endógena articulando las transacciones y transferencias en el mercado. La creación de la moneda, tanto por el Estado como por las instituciones financieras, determina el limite superior del volumen del proceso social de circulación (el límite inferior estará dado por la propensión a consumir, la preferencia por la liquidez y las alternativas de desviar dinero hacia los mercados financieros especulativos y no hacia el consumo), ya que éste remite a la demanda efectiva, es decir, a la demanda con capacidad de pago. Los bancos, al crear moneda a través de los préstamos, operan aumentando dicha capacidad de pago. En tantos generadores de créditos, es decir de capacidades de “demandar”, los bancos aumentan la capacidad existente de realización de las mercancías que el capital vuelca en el mercado. A su vez los créditos se vinculan con la “capacidad de devolución” que el sistema bancario considera que posee el solicitante del mismo. Así los emprendimientos productivos de la economía popular y, en menor medida, los del capital concurrencial son “menos atractivos” para el sector financiero que los organizados por el capital concentrado, determinando así el rumbo de la mayor parte del dinero creado por los bancos con destino a las inversiones productivas. Mirando desde el consumo final, los sectores de mayores ingresos del subsistema de la economía popular se presentan con mayores posibilidades de aumentar su “capacidad de pago” mientras que para los sectores de menores ingresos esas posibilidades es prácticamente nula, lo que permanentemente aumenta la brecha en la capacidad de alcanzar los satisfactores que garantizan un nivel mínimo de calidad de vida entre unos y otros. Entonces, la restricción monetaria no opera de igual manera en la agencias capitalistas más concentradas y los sectores de la economía popular de mayores ingresos que en los sectores del capital concurrencial, los emprendimientos de la economía popular y la capacidad de consumo de los sectores de menores ingresos. Y estos diferenciales actúan de forma tal que las diferencias tienden sistemáticamente a profundizarse en mercados donde el dominio del capital concentrado es hegemónico y la diferencial de ingreso entre los actores de la economía popular sigue un ritmo creciente, tal como lo muestran los procesos históricos que dan cuenta de la economía realmente existente. 3. Incluimos en el subsistema de la Economía Popular toda la producción de bienes y servicios (fuerza de trabajo como mercancía y como valor de uso, producción para el autoconsumo, producción de servicios, etc.) que permiten la reproducción de la vida de sus miembros. En esa tarea, se recurre, entre otras cosas, a “mercancías cosas” que han de convertirse en satisfactores. Buena parte de esas mercancías no se vuelven satisfactores sin el trabajo domestico. Este trabajo es imprescindible para que esas mercancías que las agencias capitalistas ponen en el mercado sean susceptibles de satisfacer necesidades. Basta pensar, nuevamente, en los alimentos para tener una idea de lo que acabamos de afirmar. Pero el capital no remunera ese trabajo, no lo carga a sus “costos de producción”, sino que los transfiere directamente a las Unidades Domésticas, por lo que puede apreciarse que las agencias capitalistas y las organizadas por el Estado no se hacen cargo, mediante el pago de salarios, del costo de reproducción de la fuerza de trabajo, sino de una parte de él, mejorando la ganancia o el excedente del que se apropian. Si a esto le sumamos el trabajo de producción para el autoconsumo, los trabajos de cuidados, etc., vemos que esa porción es aún menor y que todo ese trabajo se “transfiere” hacia la valorización del capital. Esto es el resultado de la articulación de lo económico por medio de los precios a través del mercado. Si los mercados autorregulados responden al “gobierno de los precios” (Polanyi, 1944), que aquellos no estén completamente “autorregulados” no invalida la función central que ocupan los precios, ya que es mediante los precios que las relaciones sociales mediadas por cosas se opacan y valores generados por unos son apropiados por otros. Estas reflexiones sólo pretenden contribuir a pensar algunos aspectos para bosquejar un sendero hacia otra economía/otra sociedad. El asociativismo y la organización democrática de los procesos de producción son una herramienta fuerte para pensar en la construcción de ese sendero. Pero en la medida que el conjunto de la producción pase por el mercado hegemonizado por la empresa capitalista, la subsunción formal continuará operando en beneficio de la misma, permitiéndole apropiarse de la mayor parte del plus productivo social, en desmedro de la producción organizada bajo criterios no utilitaristas. La acción política sobre el Estado por parte de los actores sociales que participan de la creación del sendero hacia otra economía/otra sociedad se convierte en un elemento indispensable para que el capital monopólico no socialice sus costos (pensemos también en las “externalidades” como el deterioro del medio ambiente), logrando que el estado transfiera esos recursos para sostener y ampliar las actividades encaminadas hacia esa construcción Bibliografía CATTANI, Antonio David (2004) La Otra Economía: Conceptos Esenciales en CATTANI, A.D. (2004) La Otra Economía, Editorial Altamira, Universidad Nacional de General Sarmiento, Fundación OSDE, Buenos Aires. CORAGGIO, José Luis, (1999) Política social y economía del trabajo, UNGS, Miño y Dávila Editores, Buenos Aires. _______ (2009) Economía del Trabajo en esta misma obra. DE JESÚS, Paulo y MANCE, Euclides André; Exclusión/Inclusión en CATTANI, A.D. (2004) La Otra Economía, Editorial Altamira, Universidad Nacional de General Sarmiento, Fundación OSDE, Buenos Aires. O’CONNOR, James Península. (1973) La crisis fiscal del estado, Nueva York, Editorial POLANYI, Karl (1944) La gran transformación. Madrid, Ediciones de la Piqueta. SANTIERE, J.J. (Coord.) (2002) Impacto de los impuestos sobre la distribución del ingreso en la Argentina 1997 en http://www.mecon.gov.ar/peconomica/basehome/documento.pdf .