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LA COMUNICACIÓN ES ACCION:
COMUNICAR DESDE Y EN LAS PRÁCTICAS SOCIALES
Washington Uranga 1
Cuando nos refererimos a la relación entre comunicación y prácticas sociales
preferimos utilizar el concepto de procesos comunicacionales, en lugar de
hablar lisa y llanamente de la comunicación. La utilización de este concepto
pretende guardar coherencia con una concepción de la comunicación que se
apoya sobre todo en las relaciones y en las interacciones entre los sujetos que son
actores de la misma.
En concreto nos estamos refiriendo a las prácticas de comunicación que se
verifican y pueden ser reconocidas en el contexto de las prácticas sociales. Es
decir: a situaciones de comunicación protagonizadas por actores, individuales o
colectivos, en permanente dinamismo y situados en proyectos, en organizaciones,
en instituciones. Esta concepción de la comunicación incluye las prácticas de
comunicación que se dan en el espacio mediático, en la comunicación masiva. De
ninguna manera. Este es un espacio fundamental para la comunicación moderna.
Pero al mismo tiempo queremos significar que la comunicación no se agota en esa
realidad, sino que atraviesa todos los espacios de la vida de los sujetos en la
sociedad.
Los procesos comunicacionales hacen referencia a los actores, a espacios de
necesidades y demandas comunicacionales vinculadas con las prácticas que se
verifican en la sociedad.
Al ubicar estos procesos comunicacionales como centro de nuestra preocupación
y objeto de estudio estaremos dirigiendo nuestro análisis a las situaciones de
comunicación, a reconocer en ellas sus interdeterminaciones fundamentales y a
proponer, a modo de estrategias, las soluciones que consideremos adecuadas.
Cuando hablamos de comunicación nuestra preocupación está centrada en las
prácticas sociales entendiendo a los propios medios y a los comunicadores como
partícipes de esas prácticas.
La comunicación es inseparable de la acción
Es en este sentido que afirmamos que gestionar la comunicación en la sociedad
en cualquiera de sus aspectos supone, gestionar la comunicación de la propia
vida y de la propia existencia. Porque la comunicación es inherente e
inseparable de las prácticas sociales. Toda práctica social se constituye
simbólicamente y se construye a través de una madeja de relaciones
1
Washington Uranga es periodista, docente e investigador de las Universidades de
Buenos Aires y La Plata, redactor especial del diario Página 12 (Buenos Aires) y
dirige la Maestría en Periodismo de la Fac. de Ciencias Sociales de la UBA.
comunicacionales que pueden ser leídas, interpretadas y, por lo tanto, también
generadas y gestionadas de una determinada manera y con un propósito
específico.
Nuestro colega mendocino Daniel Prieto Castillo sostiene que toda gestión
comunica. Esto significa que todo lo que hacemos y protagonizamos habla de
nosotros, de lo que somos y de lo que queremos ser, como personas y como
organización, como instituciones, como sociedad. Comunicamos cuando
hablamos, pero también cuando decidimos permanecer en silencio. Comunicamos
con nuestros gestos, con la forma de ejercer el poder y la autoridad, con la manera
de trasmitir conocimientos con la disposición de los espacios, con nuestras poses,
con lo que producimos, con las presencias y con las ausencias, con las
decisiones.
Pero al mismo tiempo las elecciones que vamos tomando en materia de
comunicación (los medios que elegimos, los sentidos que producimos) expresanconfiguran nuestro modo de entender el mundo, nuestras opciones políticas,
institucionales.
La comunicación se define por la acción. A través de nuestras acciones vamos
configurando modos de comunicación. Pero también la comunicación que
hacemos de nuestra acción, el lenguaje que utilizamos, constituye el sentido
y el contenido de nuestra acción.
Cuando hablamos de cambio social nos estamos refiriendo a una acción
transformadora de los sujetos, que los involucra personal y socialmente. Hablar
del cambio social es hablar de voluntad de transformación y de acciones que, en
las prácticas, traduzcan esa voluntad.
Comunicación y acción son inseparables en la realidad del sujeto y en las
prácticas sociales de los grupos, de las organizaciones y de las comunidades. Por
este motivo la comunicación para el cambio social es una tarea que involucra y
compete a los actores, sujetos individuales y colectivos, al ámbito concreto en que
estos se desempeñan y al contexto en el que el propio ámbito y los actores se
encuentran insertos.
Pero desde otro lugar la comunicación para el cambio tiene que ver también con la
capacidad de transmitir, desde las propias prácticas y con el lenguaje adecuado, la
imagen de un horizonte utópico, de una posibilidad de cambio. La comunicación
para el cambio social es, necesariamente, la enunciación de propuestas
portadoras de futuro a partir de la realidad presente. No basta con la denuncia,
no basta con el simple relato de los acontecimientos. Hay que trabajar para
revelar, en las prácticas de los hombres y mujeres de hoy, signos portadores de
un futuro utópico que alimente la esperanza de un mañana distinto pero ya
presente.
2
La comunicación para el cambio social tiene que partir de la reconstrucción de la
memoria (de lo que sucedió, pero también de las rutinas, de los discursos que
hablan de experiencias acumuladas), porque esto resulta fundamental para
entender el sentido del cambio y porque una sociedad sin memoria es un pueblo
sin futuro.
Trabajar la comunicación desde esta perspectiva impone también desentrañar los
modos de apropiación que los distintos actores tienen de esa memoria y discernir
sobre los modos de circulación del poder que se manifiestan a través de los
propios procesos comunicacionales.
Y tiene que hablar de los sujetos, de los actores, de su modo de entender y de
entenderse, de sus valores y de sus acciones. Es decir, tiene que ser
manifestación de la cultura de las sociedades.
Comunicación y cultura
Toda proceso comunicacional puede entenderse también como una manifestación
de la cultura. La cultura es una forma de institucionalización de las prácticas y de
la gestión social, porque supone acuerdos, consensos. De esto hablamos cuando
nos referimos a la “cultura de un pueblo”. En este sentido la cultura es también
una forma de “disciplinamiento social” y la comunicación mediática, hoy por hoy,
su soporte fundamental.
Por tal motivo no se puede pensar en comunicación para el cambio social sin una
fuerte presencia en la cultura, en los espacios donde se construyen y constituyen
los valores fundantes, en la política, en la religión, en las prácticas asociativas, en
la educación, en el arte.
Es allí, donde se forjan y constituyen los sujetos que luego se transforman en
actores. Es allí donde se forjan y desarrollan las ideas de futuro que a modo de
imagen prospectiva mueven la voluntad y generan acciones de cambio.. Y esta
cultura se hace sobre la base de una compleja trama de procesos
comunicacionales en los que se exige la presencia activa y protagónica de
comunicadores que, conscientes de ello, aporten una mirada transformadora de
los acontecimientos y elaboren mensajes acordes con ello.
La mirada focaliza su atención en los procesos sociales que entrañan una
perspectiva de comunicación rescatando las manifestaciones populares de los
grupos de base, su participación, la libertad, la expresión de sus voces y
discursos, sus sueños y expectativas y la creación, como aspectos esenciales a
partir de los cuales observar y comprender los escenarios en los que la vida es
narrada.
Comunicación y producción de conocimiento.
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Para dar cuenta de la tarea que implica la construcción del conocimiento,
comenzamos por poner en común aquel que compromete a la constitución de
nuestras propias subjetividades, formas de ser. No podemos evitar auto–
reconocernos como sujetos que transitamos la vida en medio de la crisis, sujetos
que nos constituimos interpelados por el desconcierto, la inestabilidad, las
inseguridades y la tensión entre el dolor y la felicidad. Pero también interpelados
por la tarea sustancial de no dejar de pensarnos y re–descubrirnos como sujetos
de conocimiento que reaprenden el mundo a la vez que se reaprenden y,
precisamente en ese acto, se encaminan hacia la transformación individual y
colectiva. Este constante proceso de aprender y re-aprendernos es también un
proceso atravesado por la comunicación.
Por eso la investigación en comunicación es un soporte fundamental para el
análisis de las prácticas sociales y para una mejor construcción de los
escenarios. Porque resultan imprescindibles ciertos saberes, instrumentos y
técnicas que permitan reconocer cómo “lo comunicacional” se constituye en este
espacio y cómo colabora en la construcción de los sujetos en medio de las
relaciones individuales y colectivas. Y porque no se puede entender la trama de la
vida contemporánea si no se la mira también a través de la clave de la
comunicación.
Es necesario investigar también cómo a través del sistema mediático son
“habladas” las realidades de los sujetos y de los actores sociales, de los
poderosos pero también de los dominantes. Desentrañar esta trama supone
también dejar en evidencia mecanismos de dominación en la sociedad actual.
Así, la voluntad de emprender y sostener la tarea de investigar y producir
conocimiento en comunicación significa una decisión política estratégica
que supone la articulación, es decir, el diálogo de las dimensiones políticas
y culturales del complejo entramado social.
Conocemos poco todavía sobre la comunicación en relación a las prácticas
sociales. El desarrollo tecnológico complejiza día a día el campo de nuestra
acción. De allí que avanzar en el estudio y la investigación sobre los procesos
comunicacionales en relación directa con las prácticas sociales es un decisión que
debería ayudarnos a hacer lecturas más atinadas y certeras de las prácticas
sociales en escenarios concretos y particulares y para comprenderlos en relación
con otros más globales. También para comprendernos cada uno y cada una de
nosotros y nosotras como sujetos en este momento histórico que nos toca vivir.
El papel del comunicador
Visto así y reconociendo la tradición periodística como origen de nuestra
profesión, tenemos que decir que hoy el papel del comunicador adquiere un grado
de complejidad y una trascendencia muy importante en la construcción de lo
social.
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Por esta misma razón preferimos expresar esta nueva realidad definiendo al
comunicador como un facilitador del diálogo público en el espacio público, a
modo de articular de saberes entre actores diversos y plurales.
Esta definición acrecienta la responsabilidad ética del comunicador con la
veracidad, pero también con su apego a la necesaria pluralidad de voces que está
en la base misma del derecho a la comunicación entendido como derecho humano
fundamental.
Por último: la labor de los comunicadores de un compromiso político con la
sociedad en la que están insertos, con los actores que en ella se constituyen.
Un compromiso político, entiéndase bien, que es aporte a la construcción del bien
común. Sin comunicadores comprometidos políticamente con la sociedad y
firmemente asentados en valores éticos es imposible el cambio social y, en
general, la construcción de sociedades más humanas, más justas y más
equitativas.
Buenos Aires, setiembre de 2005
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